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1

Actas II, 1979, pp. 81-99.

 

2

Actas del V Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1978, pp. 433-448, muy especialmente su § 6.

 

3

Cf., p. ej., J. Maluquer de Motes, Epigrafía, 1968, pp. 104 y 107, respectivamente.

 

4

Incluida la muy desconcertante geminación qq, registrada por Siles especialmente en transcripciones ultrapirenaicas.

 

5

A mayor abundamiento, obsérvese que la resistencia del latín a la z en alguna de las posiciones en que más frecuente es la «irregularidad» de las transcripciones hispánicas, a saber, la inicial de palabra, continúa incluso después de haberse recuperado dicho signo para tal representación en vocablos griegos, a juzgar por el modo como se explica SAPLVTVS en Petr. 36 (<*za/ploutoj <dia/ploutoj), cf. A. Ernout-A. Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine, París, 41959, s. v.

 

6

Quede advertido aquí que no hay imposibilidad de que africación y geminación se combinen a base de marcar también tiempo perceptible necesariamente entre la implosión de la parte oclusiva y el comienzo de frote de la fricativa, o bien entre una parte implosiva y otra explosiva de la oclusión, y que incluso lleguen a ser pertinentes fonológicamente estas diferencias entre africada geminada y simple, cf., p. ej., ital. Reggio / regio. Por tanto, y desde el punto de vista teorético que caracteriza la presente consideración, no cabe eliminar la posibilidad de que una cosa -o las dos- ocurriera también en alguna(s) lengua(s) paleohispánica(s).

 

7

Ya desde N. S. Trubetzkoy, Grundzüge der Phonologie, pp. 66-68 de la trad. francesa de J. Cantineau, París, 1949.

 

8

Me he ocupado globalmente de la cuestión en Préstamos hispánicos, 1972, pp. 283-299.

 

9

Cf. C. Battisti, Avviamento allo studio del latino volgare, Bari, 1949, p. 151.

 

10

«Non solum graecissat, uerum atticissat», Pl., Men. 11.

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