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VV. AA.: Intertextualité (Francia en el origen de un término y el desarrollo de un concepto)

Francisco Álamo Felices


Selección y traducción de Desiderio Navarro

(UNEAC, Casa de las Américas, Embajada de Francia en Cuba, La Habana, 1997)

Universidad de Almería

El concepto de intertextualidad, uno de los más fecundos, discutidos y operativos en el marco de los estudios de la teoría literaria, iniciado, como sabemos, gracias a los estudios translingüísticos del discurso que inicia Mihail Bajtín y que continuará, en su definitivo asentamiento y consolidación teórica, en Francia, Julia Kristeva, pero, en su caso, planteando un nuevo y desarrollado sentido multidireccional y, en consecuencia, más productivo, esto es: «Elaborado en el ambiente del estructuralismo francés de los años 60, el concepto de intertextualidad remite en ella, explícitamente, a la problemática bajtiniana del 'dialogismo' (dialogisatsya) carnavalesco e, implícitamente, a los problemas de la 'pluridiscursividad' o 'heterología' (raznorechie), de   —406→   la 'diversidad de las voces' o 'heterofonía' (raznogolosie), admitiendo las traducciones de esas nociones clave propuestas por T. Todorov» (Greimas, A. J. y Courtés, J. (1991). Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Madrid: Gredos, p. 146) y que quedaría configurado como aquel conjunto de relaciones que se producen en el interior de un determinado número de textos y que, en su nivel interno, de realización, ha de atender a la relación de ese texto con otros del mismo autor y, además, con aquellos modelos literarios cualquiera que sea la referencia con que aparezcan en la obra, se aborda, desde sus más significativos planteamientos, en esta selección de artículos que realiza Desiderio Navarro.

De la importancia y trascendencia de este concepto, afirma el crítico cubano en su introducción «[...] el inmediato éxito del nuevo término generalizador demuestra que éste hizo posible la clara visualización de una nueva problemática teórica independiente, que interconecta desde el punto de vista semiótico no sólo las formas tradicionales y modernas de intertextualidad ya aisladamente descritas y bautizadas, sino también las que están siendo creadas por la praxis literaria viva [...]» (Intertextualité: treinta años después, p. VI), reflejando, en un rápido y vivo paseo histórico, la fortuna y reinterpretaciones de lo intertextual, desde su origen en la matriz de la dialogicidad bajtiana a la aportación kristeviana, y cómo de su abuso falaz la propia creadora propone la alternativa del nuevo concepto de transposición, todo lo cual no ha sido impedimento, sino al contrario, para que este neologismo -acaba Desiderio- venga impulsando desde entonces una rica creatividad y receptividad en el terreno de las ciencias culturales (literatura, cine, artes plásticas, música, teatro y televisión).

Planteada la cuestión crítica en su enorme extensión, Desiderio habla de una Summa intertextual, que abarcaría cinco volúmenes, de la cual Intertextualité es el pionero e iniciador de la serie.

Este primer libro recoge catorce artículos que, desde el clásico de Kristeva Bakhtine, le mot, le dialogue et le roman, recorren las más ricas aportaciones y relecturas que lo intertextual ha generado en el espectro teórico-literario.

Efectivamente, utilizando como punto de arranque a Kristeva (Bajtín, la palabra, el diálogo y la novela, pp. 1-24) con la creación y denominación del concepto que se ha de estudiar: «En Bajtín [...] esos dos ejes, que él llama respectivamente diálogo (horizontal) y ambivalencia (vertical), no están distinguidos con claridad. Pero esa falta de   —407→   rigor es más bien un descubrimiento, que Bajtín introducirá, el primero, en la teoría literaria: todo texto se construye como mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto. En el lugar de la noción de intersubjetividad se instala la de intertextualidad, y el lenguaje poético se lee, por lo menos, como doble» (p. 3), se abre este amplio repertorio que pasamos a detallar.

Hans-George Ruprecht (Intertextualidad, pp. 25-35) realiza una exposición didáctico/metodológica -etimología, equivalentes lingüísticos y estudio semántico e histórico- del concepto. Marc Angenot (La intertextualidad: pesquisa sobre la aparición y difusión de un campo nocional, pp. 36-52) ubica la intertextualidad dentro de un campo nocional clave frente a otros conceptos paralelos, pues, «al igual que 'estructura', 'estructural' y 'estructuralismo', 'intertexto' es, hoy, tanto un instrumento conceptual como una bandera, un pabellón epistémico, que señala una toma de posición, un campo de referencia [...]» (p. 37). Expone, a continuación, un panorama histórico-crítico de la aparición y evolución de este término (Bajtín, Kristeva, Barthes, Riffaterre) más las posteriores interferencias teóricas (desde Lotman -extratexto- y los semióticos de Tartu), para concluir diciendo que «la intertextualidad opone una problemática de la multiplicidad, de lo heterogéneo y de la exterioridad, que me parece, más allá de los malentendidos y de los efectos de moda, lo esencial de nuestro problema para los años venideros» (p. 49).

Gérard Genette (La literatura a la segunda potencia, pp. 53-62) realiza un inteligente panorama definitorio de los cinco tipos de relaciones transtextuales que enumera en un «orden aproximativamente creciente de abstracción, de implicitación y de globalidad» (p. 54), a saber: intertextualidad, paratexto, metatextualidad, architextualidad y, en especial, hipertextualidad («Llamo, pues, hipertexto a todo texto derivado de un texto anterior por transformación simple -en adelante diremos transformación a secas- o por transformación indirecta -diremos imitación-», p. 59), remarcada, en especial esta relación, pues, según Genette «[...] no hay obra literaria que no evoque, en algún grado y según las lecturas, alguna otra y, en ese sentido, todas las obras son hipertextuales» (p. 61). Charles Grivel (Tesis preparatorias sobre los intertextos, pp. 63-74) plantea su análisis desde la afirmación de que todo texto es intertexto en tanto que todo texto debe parecer dialogado, pues «sea diálogo o intertexto, de lo que se trata es de la relación con el otro» (p. 65), para terminar subrayando que «el intertexto (o el diálogo) [...] remite, en un momento o en otro, a algo más fundamental,   —408→   más originario incluso, en los textos: a ese magma básico con que está lastrado el espíritu humano. Es decir, a los productos de todas las 'lecturas' cruzadas de toda una vida (en una sociedad particular, en una particular Historia de esa sociedad)» (p. 74).

A continuación, Michel Arrivé (Para una teoría de los textos poliisotópicos, pp. 45-86) ofrece un análisis desde una definición provisional -por extensión- del texto, concibiendo el «texto poli-isotópico» como aquél que encierra más de una isotopía, que enmarca con las definiciones de Greimas y de Rastier, estableciendo, a su vez, dos clases de textos poli-isotópicos: «Ciertos textos son considerados como poli-isotópicos por el hecho de que encierran por lo menos una isotopía de la expresión y una isotopía del contenido» (p. 76), para, y siguiendo a Rastier, destacar que «la presencia en el texto de sememas legibles sobre una sola isotopía» (p. 80) produce la existencia de una tercera isotopía y el desarrollo de la denominada «isotopía connotativa», según Greimas.

En el plano de las interrelaciones, Lucien Dällenbach (Intertexto y autotexto, pp. 87-103) frente a la clasificación de Ricardou entre «intertextualidad externa» y una «intertextualidad interna» y utilizando, tras las huellas de Genette, el concepto de «autotextualidad» (que asimila el de intertextualidad autárquica), define el «autotexto como una reduplicación interna que desdobla el relato en su totalidad o en parte en su dimensión literal (la del texto, entendido de manera estricta) o referencial (la de la ficción)» (p. 88), para centrarse, después, en el análisis detallado de un autotexto particular: la mise en abyme, o sea, «la duplicación especular, 'en escala de los personajes', del 'asunto mismo' de un relato» (pp. 88-89), especificando que «la mise en abyme, para la poética es una estructura privilegiada: por las relaciones que traba con la intertextualidad, por una parte, y la Teoría de los géneros, por otra» (p. 103).

El crítico Laurent Jenny, en el primero de sus dos artículos (La estrategia de la forma, pp. 104-133), situando la intertextualidad «con respecto al 'funcionamiento' de la literatura» (p. 105), rastrea la ligazón de aquélla con la poeticidad y la evolución literaria, si bien su percepción es relativamente nueva. Trata de aclarar el problema de la identificación o de la presencia de un texto en otro en términos de intertextualidad, presentando que «lo distintivo de la intertextualidad es introducir a un nuevo modo de lectura que hace estallar la linealidad del texto» (p. 115). Tras atender a su enmarcamiento problemático, acaba proponiendo una serie de parámetros acerca del trabajo y de   —409→   las ideologías intertextuales. En su segundo estudio (Semiótica del collage intertextual, o la literatura a fuerza de tijeras, pp. 134-145), reclama una constitución, en lo esencial, de una semiótica del discurso verbal, y, oponiéndose a un planteamiento reduccionista de la semiótica, conforma el texto literario como «collage», porque siempre es segmentación. Y el gesto aparentemente excéntrico del «collage intertextual no hace más que poner en evidencia esa fatalidad de fragmentación de la representación, y ese poder de enlace propio de la escritura poética» (p. 139).

La fundamental aportación de Michael Riffaterre en este objeto de estudio y la valiosa alternativa crítica que se le debe queda recogida en los tres estudios que siguen, sobresaliendo Semiótica intertextual: el interpretante (pp. 146-162), que inicia señalando que, puesto que la textualidad tiene por fundamento la intertextualidad, la figura del lector deviene como clave, con lo que: «Si ese modelo es válido, debe rendir cuenta de las características de la obra que todo lector percibe y racionaliza en un retrato imaginario del autor. Ningún enfoque de la literatura puede limitarse a un análisis objetivo de la escritura: el análisis debe tener como objeto la manera subjetiva en que el lector la percibe» (p. 147). Para explicar la diferencia que, en el seno del intertexto, produce o constituye la textualidad propia de su originalidad, recurre al término de Peirce interpretante: «Como idea, el interpretante es un consenso del sociolecto a propósito del objeto, y hasta todo lo que sabemos del objeto, o bien el punto de vista en que nos colocamos cuando aplicamos el signo al objeto. Siendo signo él mismo, el interpretante es el equivalente del primero, del representamen: por ejemplo, su sinónimo, o su traducción, y por tanto, su equivalente en su propio sistema significante» (p. 151); eslabón, por consiguiente, entre la palabra -unidad semántica- y el texto -unidad semiótica-. En el segundo artículo, La silepsis intertextual (pp. 163-169), Riffaterre, de entre las diferentes formas de intertextualidad, elige, para su desarrollo, «[...] la que obliga al lector a interpretar el texto en función de un intertexto incompatible con éste» (p. 163). En su breve y final aportación (El intertexto desconocido, pp. 170-172), advierte que, ante la creencia de que un conocimiento más profundo del intertexto haga funcionar mejor la intertextualidad, aconseja una redefinición de la misma.

Paul Zumthor, en Intertextualidad y movilidad (pp. 173-181), partiendo del análisis indefinido-infinito que el concepto intertextualidad refiere al conjunto de las propiedades de un texto, utiliza y desglosados   —410→   términos que él considera a-crónicos para el estudio del hecho textual: modelos y variaciones, para una mejor re-historización del Medievo en cuyos textos se centra y los aplica.

Cierra el libro el trabajo de Leyla Perrone-Moisés (La intertextualidad crítica, pp. 182-196), en el que diferencia entre intertextualidad crítica y poética, analizando las características de la primera a través de sus representantes más sintomáticos: Blanchot, Barthes, Butor. Y concluye: «Siendo la condición del intertexto el franqueamiento de los muros de la enunciación, su precio es tal vez la pérdida de una especificidad discursiva que permitiría darle a un tipo de discurso el nombre de crítica» (p. 196).

Una precisa y acertada selección bibliográfica de publicaciones en francés acerca de todos estos tratamientos aquí desarrollados, completa este excelente y valioso volumen acerca del pensamiento crítico que la intertextualidad hoy sigue promoviendo.