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Entendemos aquí por personajes o acontecimientos históricos aquéllos cuya naturaleza ontológica no ha sido cuestionada por los historiadores y cuya existencia histórica ha quedado atestiguada en documentos consensuadamente fiables; son acontecimientos o personajes ficticios aquellos que, ontológicamente hablando, no dependen de ningún referente extratextual o histórico. No se olvide, sin embargo, que la novela histórica afirma la existencia en pie de igualdad de los dos tipos de entidades (Albert W. Halsall, 1984).

 

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Como bien advierte Carlos Reis (1992: 145), desde una perspectiva pragmática «le fonctionnement du roman historique en tant que tel est possible dans la mesure où le public auquel il s'adresse (un public qui, bien sûr, n'est pas formé exclusivement par des historiens) est capable d'identifier certaines situations et entités historiques, mais probablement pas n'importe quelles situations et entités historiques».

 

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La alteración de los datos históricos necesita, para producir sentido, ser captada por el lector. Si no es así, tal distorsión resultaría inadvertida y el efecto de sentido fracasado.

 

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Albert W. Halsall (1984: 82) considera que en las novelas históricas «historicité et invention créent une cohérence diégétique dont la diversité et l'ambigüité réclament l'emploi du carré sémiotique, si l'on veut être sûr d'en couvrir économiquement toutes les combinaisons possibles». Para ello traza un esquema de cinco categorías de textos cuyos polos extremos son historicidad y fictividad.

 

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La ambigüedad del pacto de lectura se pone de manifiesto en casos concretos como la polémica que se desató en Colombia a raíz de la publicación de El general en su laberinto de Gabriel García Márquez, que narra los últimos días de la vida del general Simón Bolívar. Los historiadores colombianos se sintieron ofendidos por la imagen que da la novela del general Santander y negaron el carácter exclusivamente novelesco del relato basándose en el prurito histórico y documental del que hacía gala el autor hasta el punto de incluir al final mapas, cronología y agradecimiento a diversos historiadores que le habían asesorado en la elaboración del libro (véase el diario El País del 4 y 5 de abril de 1989).

 

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No tenemos aquí espacio para desarrollar con mayor detenimiento las diferencias entre la novela histórica del pasado lejano y la del pasado reciente que responden fundamentalmente a tres factores: a) la cantidad de información que el texto comparte con sus lectores es mucho mayor; b) la implicación emocional e ideológica del autor y de los lectores es mucho más relevante y se proyecta en las estructuras narrativas y c) la ausencia de anacronismos o, al menos, su desfuncionalización.

 

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Entre las novelas que utilizan la narración homodiegética podemos citar a modo de ejemplo Memorias de un hombre de acción (1912-1934) de Pío Baroja, Memorias de Adriano (1951) de M. Yourcenar, Bomarzo (1962) y El Laberinto (1974) de Manuel Mújica Láinez, Urraca (1982) de Lourdes Ortiz, El Himno de Riego (1984) de José Esteban, La campaña (1990) de Carlos Fuentes, etc.

 

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Existen, claro está, diversos procedimientos para insertar el material y la información histórica en el mundo ficcional que podrían ser objeto de estudios monográficos. Así, en el romance histórico romántico es el narrador autorial omnisciente el que transmite el grueso de los datos históricos, mientras que en los Episodios Nacionales de Galdós la información histórica se incorpora a la diégesis al ser asumida por los personajes que viven la Historia y la convierten en tema de sus tertulias y diálogos.

 

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Philippe Hamon (1981: 95) define el enunciado descriptivo «comme se caractérisant à la fois par la convocation dans le texte d'un certain statut de lecteur (de descriptaire) et d'émetteur (donc un certain «pacte» de communication), et par la mise en «dominante» de certains opérations ou constructions sémiologiques très générales».

 

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«Chaque système, chaque genre littéraire institutionnalisé définit sans doute sa propre norme descriptive au sein de laquelle l'auteur peut construire ou déconstruire alternativement, selon les impératifs de sa propre stylistique, des écarts ou des conformités, la thématisation de l'objet décrit étant sans doute prédéterminée, fortement, à la fois par la thématisation globale du genre et par le traitement des autres composants de l'oeuvre» (Hamon, 1981: 94).