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Es una de las definiciones filosóficas de espacio: el continente donde se reúnen los objetos materiales. (N. del A.)

 

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Th. A. Sebeok, Semiotics in the United States (1991). Yo traduzco. (N. del A.)

 

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Citado de Peirce por Th. A. Sebeok and Jean Umiker-Sebeok en «You Know my Method». The Sign of Three. Op. cit., p. 18. (N. del A.)

 

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Citado de Peirce por N. Houser and Ch. Kloesel. Op. cit. XXXIII. Yo traduzco. (N. del A.)

 

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Este trabajo, actualmente en prensa, fue leído como comunicación en el V Simposio Internacional de la Asociación Andaluza de Semiótica, celebrado en Almería, en diciembre de 1993. Algunas de sus conclusiones me fueron de preciosa utilidad para dejar mínimamente establecido el «lugar» que ocupan ciertas teorías marxistas en el seno de los estudios estéticos y literarios en mi artículo «La teoría de la crítica sociológica» (Chicharro, 1994: 391-394). (N. del A.)

 

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No solamente es interesante el estudio de las teorías de Bajtín y de su círculo sobre el particular, sino también, como resulta conocido, las del teórico checo Mukarovsky que abordó en los años treinta el problema de una estética semiológica habiendo recibido la influencia de los formalistas rusos. Véanse si no sus, en edición española, Arte y Semiología, con introducción de Simón Marchán Fiz (Madrid: Alberto Corazón, 1971), y Escritos de Estética y Semiótica del Arte, con prólogo de J. Llovet (Barcelona: Gustavo Gili, 1977). (N. del A.)

 

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El principal fin de una teoría de este tipo es, según Schmidt (1980: 36), alcanzar la total separación entre la participación en la LITERATURA y la investigación científica en ella, pues sólo distinguiendo ambas actividades se podrá hallar solución a los problemas propios de la «didáctica de la literatura» y de la «crítica literaria» al rechazar así pretensiones científicas inviables o inadecuadas en ámbitos que tienen funciones sociales diferentes de las que se derivan de actividades científicas claramente definidas. Sobre esta importante cuestión ya se ocupó al dar entrada al punto de vista literario-psicológico a la hora de construir una teoría empírica de la literatura, utilizando para ello la Psicología de la literatura, de N. Groeben (cf. Schmidt, 1974: 59-61). (N. del A.)

 

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Conviene señalar su proximidad teórica con la Teoría del Texto Literario de base lotmaniana, teoría que explica el hecho literario como lenguaje secundario. Pues bien, la relación y diferencia entre ambas teorías las ha señalado Mignolo con claridad metateórica en los siguientes términos (1986: 47-48): «Para J. Lotman, el texto artístico se organiza relacionando dos sistemas: uno el de la gramática; el segundo, el de otra estructura en la que confluyen varios sistemas culturales. S. Schmidt distingue el texto de la textualidad. El primero designa una entidad puramente lingüística, la segunda permite proponer la siguiente hipótesis: textualidad es la designación de un estructura bilateral que puede ser considerada desde el punto de vista de los aspectos del lenguaje como desde el punto de vista social. Ambas versiones de la teoría del texto [Mignolo las unifica en esta denominación] pueden en algún momento acercarse, puesto que ambas contemplan la actividad comunicativa y el aspecto cultural involucrado en la noción de texto. La diferencia entre ambas es la acentuada tendencia hacia una ciencia empírico teórica (tomando como modelo la filosofía de la ciencia) en la segunda; y la base más propiamente semiológica de la primera». Por otra parte, no puede ignorarse que Schmidt dedica algunas páginas de sus Fundamentos de la ciencia empírica de la literatura (1980: 236-240) a ciertas teorías estructuralistas y en particular a las de Lotman con objeto de indicar la dirección en que deben abordarse las relaciones entre los elementos de la organización textual y el comportamiento del receptor. (N. del A.)

 

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Al principio de los años setenta, momento que corresponde todavía a la etapa de predominio de las teorías estructuralistas, Schmidt llegó a ocuparse del estudio de problemas como el de la naturaleza textual de la esteticidad y de otros aspectos del proceso estético (Schmidt, 1971a; 1971b; cf. a este respecto, García Berrio, 1994: 261), llegándose a traducir a nuestra lengua, por otra parte, su libro Teoría del texto (Problemas de una lingüística de la comunicación verbal), de 1973, una sistematizada aportación a la lingüística del texto (v. esp. Madrid, Cátedra, 1977; 1978, segunda edición). (N. del A.)

 

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No se olvide a su vez la deuda del pensamiento semiótico morrisiano con el de Peirce cuyas teorías han fecundado el actual desarrollo de los estudios pragmáticos, entre los que se cuentan los de la teoría que nos ocupa. En este sentido, el concepto nuclear de acción de la teoría empírica de la literatura halla su precedente en Peirce -cf. por cierto el número monográfico de Signa dedicado a su estudio-, pues «el pragmatismo de Peirce -afirma A. Tordera (1978: 153)- ha encarnado la semiótica en una teoría de la acción, aunque insuficientemente elaborada, pero estableciendo, a pesar de ello, las bases de reflexión sobre las que la psicología y la sociología posteriores pueden implantar sus adquisiciones». (N. del A.)