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ArribaAbajoEn torno a la semiótica en Argentina

Rosa María Ravera



Universidad de Buenos Aires

Dar cuenta de la semiótica en Argentina es referirse a la producción intelectual de estudiosos e investigadores que a lo largo de casi cuatro décadas, operando desde el ámbito de variadas disciplinas vinculadas o no a espacios universitarios e institucionales -según los períodos-, intentó dar respuesta a los problemas de las estructuras y los procesos de la comunicación y de la significación. Búsquedas abiertamente disímiles no susceptibles de proyectos unificantes, labor productiva que, a partir de fines de los cincuenta hasta la fecha, ha ostentado rasgos pluralistas de fértil heterogeneidad. Registrados en diversas etapas y recorridos, y evaluados en perspectiva, significaron un ensanchamiento progresivo de múltiples áreas del saber, un avance a modo de sucesivos oleajes que dejó, a no dudarlo, réditos notables de rápida proyección latinoamericana. Es posible subrayar que esa suerte de ondas expansivas, que hicieron crecer el número y no únicamente la cantidad sino en muchos casos el interés relevante de los aportes, ha estado casi siempre vinculada, directa o indirectamente, a las acciones de la Asociación Argentina de Semiótica (AAS). No siempre, de todos modos.

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Y no lo fue, emblemáticamente, con una personalidad que queremos citar de inmediato, no sólo por la dimensión internacional obtenida. Luis E. Prieto contribuyó significativamente al desarrollo de los estudios lingüísticos y semiológicos en la Argentina, antes de continuar tal empresa en Europa. A su producción le es inherente un carácter testimonial muy grande, por el valiosísimo interés científico y por las inacabables tristezas del exilio. Nació en Buenos Aires, cursó estudios en Córdoba y los prolongó luego con André Martinet en París, donde fue investigador del Consejo Nacional de Investigación Científica. De retorno a su patria, Prieto se desempeña en Córdoba como profesor concursado de Lingüística General, hasta 1966. Sufrió el despejamiento de la función universitaria, debió irse a Argel, de allí a París, y finalmente a Ginebra cuando le fue ofrecida la cátedra de lingüística de Saussure que asumió y retuvo hasta su jubilación. Había elaborado entre nosotros la primera fase de su trabajo, la etapa comunicacional que cierra con Mensajes y señales, de 1967, procurando delimitar, en el campo específico de las ciencias del hombre, una conceptualización científica renovada, moderna.

En la década del sesenta, Argentina era vanguardia en Latinoamérica. Ya mucho antes había iniciado una modernización eminentemente metropolitana, y tras la caída del segundo gobierno peronista, en 1955, se intenta poner en marcha un proceso tendente a favorecer la investigación actualizada en las universidades nacionales. El lugar de origen de esos conocimientos residía, es sabido, en los países centro. En particular modo, Francia, donde se produjo el boom de la lingüística y la semiología. Las de allá eran referencias ineludibles, asumidas, apropiadas y transformadas acá. En el caso de Prieto es notorio su protagonismo en torno a los conceptos de la semiología de la comunicación, de precisos distingos con la semiología de la significación y la lingüística. En relación a su labor, Prieto la simplificó afirmando que era «una generalización y un desarrollo de las teorías de Ferdinand de Saussure y sus continuadores de la Escuela de Praga». También dijo, mucho más tarde, no haber hecho otra cosa que seguir las enseñanzas de su maestro en Punta Alta, «en los confines meridionales de la Pampa argentina»: detectar los rasgos pertinentes de los problemas. Tal estudio funda en el carácter arbitrario de la señal la historicidad del sujeto hablante, su capacidad de ser causa sin efecto (la paradoja materialista de estar el hombre biológicamente programado para escapar a tal programación). La posición de Prieto establece claramente que el objeto de conocimiento en las ciencias humanas no es la realidad material, sino la manera de conocer mediante la práctica comunicativa   —21→   que transforma los sonidos de la lengua en útiles o instrumentos. La lengua, que es «función», en estos enfoques, implica mediaciones o clases creadas, esto es, construidas por las mismas operaciones que posibilitan. Las prácticas apelan al sujeto y presuponen un «querer decir», intenciones, actitudes, decisiones. Este encuadre valorizaba excepcionalmente la relación dialéctica que vincula el hombre a sus instrumentos, y que articula, a la vez, los problemas del arte, interés siempre latente que se acentúa progresivamente en los escritos últimos. Una dialéctica que arrastraba a dúo el antes y el después, hasta llegar a cierto límite del conocer, en una filosofía o antropología estructural. Al fin, para Prieto, sólo el arte accedería a la conciencia de sí mismo como «uno» frente a lo «otro». «Antes» y «después», «acá» y «allá», una oscilación que marca el tono y el ritmo de la conducta a nivel personal intransferible como asimismo de la productividad intelectual. Una alternancia típica de los argentinos, y en doble medida, de los intelectuales argentinos.

Quizá por las circunstancias anotadas las propuestas de Prieto quedaron despegadas del contexto local. No fue ése el caso de Armando Sercovich, que reelaborando esas reflexiones subraya como auténticamente revolucionario, en la lingüística estructural, el concepto saussureano de valor, pariente cercano de la fuga de los interpretantes de Peirce, perspectiva a la que se dedica en cotejo con la teoría lacaniana, ambas terciarias. En el prólogo al libro de Prieto Estudios de lingüística y semiología generales, Sercovich acentúa la trascendencia de la posición del sujeto, y se empeña en esclarecer y defender la peculiar noción del instrumento, separándola de una hipótesis instrumentalista tradicional por la muy diferente perspectiva epistemológica (el útil de Prieto nos parece más bien acercarse al Wittgenstein de «el sentido es el uso»). En la misma dirección, Sercovich pone reparos a ciertos «recaudos antisubjetivistas» que a su juicio impedirían articular las representaciones de los sujetos con los sistemas de significación. Acude a los ejemplos de Frege y Peirce, por cierto no tachados de psicologistas, y subraya, de este último, la noción de interpretante dinámico. Es posible apreciar que ya en los años setenta la teoría de la semiosis se desplazaba en parajes prometedores. Más tarde, en 1987, siempre de Sercovich, el importante prólogo a la edición de la Obra lógico-semiótica de Ch. S. Peirce, puntualiza correspondencias entre el pensamiento lacaniano y peirceano. Sin olvidar, por otra parte, que en la apertura estructuralista los mayores esclarecimientos de la teoría saussureana se encuentran en las indagaciones de José Sazbón, de consulta permanente hasta nuestros días.

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Ahora bien, hay que aclarar que desde fines de la década de los cincuenta la semiótica argentina ya había logrado posicionarse audazmente, en correlato con Europa, mediante postulaciones del mayor compromiso teórico e ideológico. Es necesario destacar, al respecto, el empuje definitorio del grupo que, al fundar la Asociación Argentina de Semiótica, en 1970, consolida el trabajo previo de más de una década. Un objetivo en la mira: estipular las condiciones de producción de una teoría del discurso. La aventura del estructuralismo y postestructuralismo estaba en marcha.


1. Primera etapa de la AAS. apertura semiológica en campos pluridisciplinarios

La creación de la AAS ejerció una influencia decisiva en la evolución de la semiología en la Argentina. La actividad inaugural, en el mes de octubre de 1970, consistió en la organización del 1er Simposio Argentino de Semiótica, realizándose posteriormente en períodos sucesivos una serie de reuniones y seminarios en el campo de la semiología y ciencias afines. Las posiciones centrales sostenidas por la Asociación quedan registradas en una Revista que aprovecha hábilmente, en el título de la portada, el recurso gráfico: LENGUAjes (la hegemonía de la lengua saussureana era atacada desde diversos flancos). Figuran en el Comité Editorial Juan Carlos Indart, Óscar Steimberg, Óscar Traversa, Eliseo Verón. Conviene citar aunque brevemente los cuatro números aparecidos, documento de una labor pionera. La publicación no tarda en especificar su finalidad, esclarecer lo que es producción social de significación. Un punto neurálgico es la relación entre la posibilidad de producción de teoría y la situación económica y política de los países dependientes de América Latina. Es también explícita una característica línea de análisis que habrá de prolongarse hasta hoy. En efecto, la política de la cultura que estaba en juego resultaba estrechamente vinculada a la problemática de los medios de comunicación. Ineludible en América Latina, es la cuestión de los lenguajes masivos, en la que Verón, Steimberg y Traversa obtienen desde entonces logros notabilísimos.

El número inicial -de 1974-, había focalizado temas clave: ideología, medios masivos, política cultural. El texto de Óscar Steimberg es «Isidoro. De cómo una historieta enseña a su gente a pensar». Cubre   —23→   la coyuntura de la región el ensayo de Eliseo Verón, «Acerca de la producción social del conocimiento: el 'estructuralismo' y la semiología en la Argentina y Chile», artículo que se complementa con el de Haroldo do Campos, en el número 3 -abril de 1976-, sobre «Prolegómenos a la actividad estructuralista en Brasil: contexto de una especificidad». Dedicado a la lingüística, dicho número contiene varios escritos en ese momento muy actuales (Antoine Culioli y Georges Vigneaux) que se desentienden de la herencia saussureana y, sin dejar de notar la importancia de Chomsky, se separan de la revolución transformacionalista así como de la orientación semántica generativa y alientan, en la línea de una lingüística transfrástica, la cuestión del sujeto productor del lenguaje. Hay un campo teórico nuevo, el discurso, que para la semiología es determinante.

Especialmente recordable es el número 2 de la Revista, que intentaba dejar sentadas las bases de la joven semiología del cine, con trabajos, entre otros, de Christian Metz y Óscar Traversa en torno a «La ideología de la no-especificidad», problemática que suscitaba vivas discusiones a nivel internacional. La incidencia lacaniana prevalece en el cuarto número, ya de 1980, en el que se destaca un elaborado ensayo de Alicia Páez sobre Austin.

Si bien las actividades eran conjuntas, el trabajo de los componentes del Comité evoluciona según los intereses más personales. Verón, de formación filosófica y especialización en sociología, dueño de una actualización y solidez de estudios poco frecuentes, hace hincapié en la necesidad de elaborar una ciencia general de los sistemas de significación, poniendo énfasis en la construcción de teoría y en la adecuación de los instrumentos técnicos a los modelos teóricos. Su crítica apunta a la refutación del funcionalismo en todas sus facetas, no sólo sociológicas y semiológicas, sino también a sus implicaciones psicologistas. Se trata del rechazo de las «teorías de la acción social» (a la sombra de Weber), que involucra el desarrollismo de las ciencias sociales modernas. Hasta mediados de la década de los sesenta éstas habían surgido en la Argentina en marcos institucionales, en coincidencia con el proceso de modernización de las universidades. Luego, las búsquedas se prolongarían en espacios extraacadérnicos. Para Verón son dos las influencias centrales en lo que considera la primera etapa de la semiología argentina (de 1959 a 1969, con el corte de 1966, año del golpe militar que derroca al gobierno del Presidente Illía): el estructuralismo de Lévi-Strauss, de matriz saussureana, y las teorías de la comunicación social norteamericana, de derivación pragmática, en   —24→   especial la de Gregory Bateson. Desde su punto de vista, en el plano sociológico se logra la convergencia del estructuralismo con la teoría marxista de la ideología, y en lo psicológico, del estructuralismo con el psicoanálisis. Algunas premisas de base: la significación es producción social, el estudio empírico de los fenómenos discursivos resulta ineludible, y lo ideológico no funciona como cierto tipo de mensaje sino como un nivel de lectura de los discursos sociales.

Muy pronto Verón se convierte en un referente ineludible a nivel nacional e internacional. Su trabajo sobresale en los análisis de los medios de comunicación: prensa escrita, radio, universo televisivo, telenovela, y en particular modo la comunicación política e institucional. Los avances de su reflexión lo inducen a decidir que el pensamiento de Peirce logra efectivamente recuperar el problema de la construccíón de lo real. Con el binarismo saussureano, afirma, algo -mucho- se había perdido en el camino. Pérdida doble: «Si el signo perdió el sonido de la palabra y la traza de la escritura, es porque el sujeto ha perdido su cuerpo, y recíprocamente». Los recorridos de un vasto trabajo textual se explayan consecutivamente en muy diversos campos de la significación, con esclarecimientos esenciales derivados del carácter temario del modelo del sentido, siempre de gran precisión y alto vuelo teórico2.

La inteligencia y perspicacia de Juan Carlos Indart, otro de los integrantes del Comité de la AAS, se orienta muy pronto a la labor psicoanalítica como tarea excluyente. En cambio Steimberg y Traversa se dedican a intensificar la profundización de la teoría y la crítica de los medios, a los efectos de comprender los juegos del imaginario social contemporáneo.

La singular destreza e indiscutible calidad de pensador que encontramos en Steimberg lo llevan en principio a observar y detectar los rasgos   —25→   de la historieta, un arte socialmente menor -«menesterosa feria de maravillas»-. El estudio de las transposiciones entre soportes y medios, entre relatos cinematográficos, radio y géneros televisivos gana cada vez más espacio en los análisis: «Qué cambia y qué queda, cuando un relato -o un sermón, o una noticia, o una adivinanza- viaja de un medio o lenguaje a otro? La transposición, ese resbaladizo y característico tema de la cultura contemporánea...». La introducción de efectos intertextuales y las convocaciones múltiples de los discursos actúan en el nivel mismo de constitución del «género», una cuestión presentada como tema nuclear. Al ampliar el momento mediático, las indagaciones se centran en la recuperación de aquellas tradiciones textuales que se detectan emplazadas en territorios disciplinares diferentes -ya sea de las artes plásticas, literarias u otras- procurando a la vez esclarecer los cambios y permanencias del género, las irrupciones y retornos, así como las relaciones entre historia y discurso, entre diacronía y sincronía. Preocupaciones recurrentes son la exploración de los efectos retóricos en su largo y espléndido intertexto, y el sagaz reposicionamiento de las poéticas artísticas a partir del Romanticismo. Steimberg entiende, al respecto, que los comienzos de la modernidad contemporánea fueron el preanuncio de lo que saldría a luz con la emergencia de la semiótica, el estudio de los lenguajes. Preciso es decir que el constante trabajo sobre géneros, estilo y registros mediáticos, en su producción, no abandona nunca el cotejo empírico de la teoría, en una sociedad que el autor intenta encaminar hacia una nueva elocuencia.

La inspiración psicoanalítica y la insistencia del significante se hacen notar en la producción de Óscar Traversa. Una pista lúcida nos parecen proporcionarla los títulos de varios de sus escritos. El cine de animación: cuerpo y relato, de 1976. Otro es el de su tesis de doctorado recientemente publicada, Cuerpos de papel. Y en el arco de una investigación de extrema coherencia, el puntual intermezzo de El significante negado, de 1984. Es interesante recordar el primer ensayo, testimonio de la complementariedad de los análisis semiológicos y psicoanalíticos. Los populares Popeye y El Gato y El Ratón resultan ser dos máquinas narrativas cuyo efecto transformador es evitar el horror moviendo a risa. Sufriendo laceraciones corporales como estigmas transitorios, el primero instala un modelo ternario (con Brutus y Olivia) que introduce relaciones asimétricas y variaciones, mientras que la estructura binaria de los segundos, víctimas de una agresión sin fin, no admite conflictos. Todo un programa de investigación. El cine, en El significante negado, justamente en la época de su gran expansión en la vida social, es llevado a una estrechez territorial   —26→   que lo identifica con la pura ficción (que por otra parte «deglute a la novela, a la historieta, a la ópera» -y no sólo a éstas-). El rescate de las cualidades sensoriales que eliminaría una notoria borradura del significante podría provenir, a juicio de Traversa, de la semiología naciente. O aún por nacer, según palabras de Christian Metz, que evidentemente Traversa asume: «Hay que hacer la semiología del cine». En el citado texto de tesis, el período de entreguerra que va de 1918 a 1940 permite constatar los cambios de la figuración del cuerpo en la gráfica publicitaria, con amplio despliegue de ejemplos que exhiben el pasaje de lo patético al cuerpo sonriente. El trabajo del autor comparte con Steimberg, a través de años, el análisis de las transposiciones, la búsqueda de rupturas y la aceptación (no su apocalíptico rechazo) de la diversidad cambiante del desorden mediático contemporáneo.

Corresponde indicar que Steimberg y Traversa supieron nuclear y formar grupos de colaboradores que sumaron contribuciones enriquecedoras para la problemática de los medios. (Fundarán con ellos, en los noventa, el «Circulo Buenos Aires para el estudio de los lenguajes contemporáneos», del que participan Marita Soto, José L. Fernández, Mario Carlón, José Luis Petris, Gustavo Aprea y José Baños Orellana, entre otros. La «Colección del Círculo» editará los resultados de las investigaciones. En homenaje a la valiosa meditación filosófica de Alicia Páez, aparece una obra póstuma, Políticas del lenguaje. Derrida - Habermas - Rorty - Davidson.)

Los integrantes de la AAS no desplegaron una actividad aislada, ni la única, en Buenos Aires y fuera de la capital, pero sí la más significativa y de mayores proyecciones. Se debe puntualizar el interés que ofrecían, en ese período, los «grupos de estudio». Entre éstos, el del Comité de la AAS y los de Óscar Masotta fueron los más destacados, aunque los nucleamientos eran numerosos. Contribuían a una puesta en cuestión de numerosos presupuestos solapadamente ideológicos circulantes en la cultura oficial de las élites. Esa crítica de aguda polémica a las tradiciones académicas tuvo resonancias intelectuales, políticas e ideológicas que hicieron época. Aquí y en otras partes del mundo. Eran los años sesenta. Entre nosotros, apartándose tanto del cientificismo presuntamente neutral, como de la enseñanza universitaria anquilosada (no lo era siempre, si entre los filósofos recordamos a Eugenio Pucciarelli y Andrés Mercado Vera, por citar sólo dos), la dinámica grupal incorporaba prontamente las innovaciones de la teoría y de la metodología.

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El hecho es que ese inquieto accionar conjunto logró promover en Buenos Aires, en la citada década, un escenario de vitalidad sorprendente. El trabajo de categorización favoreció la apertura de un abanico de orientaciones cuyo desarrollo aún hoy se prolonga. Se anticiparon los principales asuntos en discusión, con frecuencia no pacífica: el estructuralismo, la comunicación, la significación, la producción o construcción de sentido, la posición del sujeto, de la escritura, del texto, de la imagen (mass-mediática o específicamente artística). Resta seguramente completar las áreas en que esos problemas de base se dirimían. No sólo en la teoría de la comunicación y el estructuralismo, no únicamente en la lingüística, filosofía, sociología, antropología, psicoanálisis -con las que la semiología argentina reveló siempre una estrecha simbiosis-, sino también en la crítica literaria, la arquitectura, el diseño, marketing, artes figurativas, estética. Apuntaremos algunos nombres sin dejar de advertir que la efervescencia de los tiempos implicó la intervención de muchos más, un listado aquí imposible de retener.

Hay actualmente opinión unánime en reconocer que Óscar Masotta incursionó en muchos de esos territorios textuales con inteligencia y honestidad inusuales. Su trayectoria intelectual fue en extremo representativa de los avatares filosóficos y científicos de esos años cruciales. Introdujo el pensamiento lacaniano en la Argentina. Una fuerte impronta de existencialismo, marxismo y compromiso político deja huella en Sexo y traición en Roberto Artl, libro que concitó una atención inmediata. Si muchas ideas provenían del imaginario sartreano, marcas de estilo inconfundibles descubrían afinidades merleaupontyanas. La sucesiva aceptación de incompatibilidades entre la filosofía de la conciencia y el marxismo conduce a Masotta a tematizar las ciencias del lenguaje (Cf. Conciencia y estructura). Llega a pensar que una revisión de la cuestión de la conciencia no podía provenir de la fenomenología y tampoco de la lingüística estructural; vendría de la mano de Lacan, junto con la recuperación de Merleau Ponty, gesto que reunía fenomenología y psicoanálisis (anticipo del actual reconocimiento de la semiótica europea al filósofo, a su fundamental concepción de la corporalidad).

La escritura estética de Masotta y su colaboración con el Centro Experimental del Instituto Torcuato Di Tella son relevantes. Es notorio que los sesenta marcaron a fuego la labor de los plásticos porteños. La ciudad se había convertido en un escenario con frecuencia desopilante, donde la provocación de los artistas irrumpía con desenfado iracundo   —28→   quebrando los límites tradicionalmente impuestos a los géneros, creando producciones nuevas, mixtas, híbridas. El Di Tella catalizaba las iniciativas más transgresoras. Eran tiempos en que el crítico Pierre Restany consideraba a Buenos Aires una de las pocas capitales mundiales de la vanguardia contemporánea. En tal contexto, Masotta escribió sobre el arte pop, el happening, la historieta3. Sus ideas sobre esta última, así como penetrantes conceptos sobre ese «arte menor», hicieron historia en la semiótica argentina, como lo demuestra Steimberg. ¿Qué se había demostrado? La posibilidad, la oportunidad de aplicar los análisis semiológicos al campo estético, y también, por qué no, quizá la conciencia de que esas indagaciones plantearían más de una interrogante.

Otra de las importantes áreas que confirmaba la eficacia del instrumental semiológico era, sin duda, la crítica literaria. Masotta estaba en conexión con el grupo «Contorno», que nucleaba a los hermanos David e Ismael Viñas, Noé Jitrik, Ramón Alcalde, León Rozitchner y Adolfo Prieto, entre otros. Jitrik, uno de los más calificados referentes de la crítica argentina, intervendrá sucesivamente en actividades semiológicas a nivel nacional y latinoamericano. A principios del 70, mientras tanto, Masotta presenta el primer libro de Nicolás Rosa, Crítica y significación. En ese período Rosa asociaba intereses de la fenomenología, el marxismo y el existencialismo, destacándose entre los emergentes de una práctica concebida como campo fértil para las nuevas metodologías, tanto en Buenos Aires como en Rosario (de cuya universidad provenía). Su libro desnudaba el equívoco inicial de la literatura: sustentar una visión de la realidad. Omitir la complicidad con lo irreal, ese «aire de falsedad de la escritura», era desconocer las palabras en cuyo silencio anida el vacío del lenguaje. El silencio de ese resto que es literatura se toma punzante en el capítulo final del volumen, dedicado a Tres tristes tigres. El dinamismo aleatorio, la estructura abierta y móvil del texto de Cabrera Infante eran particularmente aptos para reflejar el juego especular en otras obras, en otros personajes,   —29→   sin que la contaminación de la ficción y sus reenvíos permitiesen la prefiguración de lo real. La literatura, pura representación imaginaria, sellaba la presencia simultánea del narrador-lector-autor. Producción, desciframiento e interpretación de textos como restos ya están planteados. Otros desarrollos de Rosa, con fuerte incidencia de una hermenéutica psicoanalítica, vendrán más tarde, no sin reminiscencias foucaultianas y kristevianas, en la línea de una sociocrítica que transformaría la intertextualidad en interdiscursividad. (No corresponde omitir, en 1978, una publicación de lectura básica imprescindible, el Léxico de lingüística y semiología, que incorporaba las tendencias y los cambios de la producción semiótica mundial.) Interesarán luego las formulaciones personales en torno a lo escribible, un imposible. Una inexistencia. Las solicitaciones de una semiótica poco frecuentada como la de Marc Angenod, acompañarían recorridos fantasmáticos capaces de suscitar una marca, una huella, un surco, «el oscuro vestigio de una pasión extinguida».

Hicimos alusión a diferentes áreas en las que efectivamente logró insertarse aquella primera etapa de la semiología argentina. El campo arquitectónico era una de ellas. Demostró sobradamente no ser insensible a las innovaciones. A mediados del 60, en efecto, Masotta, y el arquitecto César Jannello comienzan a trabajar juntos en intercambio activo. La UBA inaugura un Centro de Altos Estudios de Arte, bajo la dirección de Jannello y la incorporación de Masotta, pero lamentablemente por un período breve, como lo fue su trabajo institucional en la Escuela de Arquitectura -luego Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo-, donde dirigió seminarios de los que participaron arquitectos, diseñadores gráficos, el músico Francisco Kröpfl y Alicia Páez. En 1968 Jannello inaugura la cátedra de Semiótica de la Arquitectura (primera en el país y asimismo en el ámbito mundial). Ese mismo año funda el Instituto de Arquitectura, del que es director, teniendo a su cargo la cátedra de «Sistemas visuales» -luego «Morfología», a fines de la década-. En el Instituto se formaron numerosos investigadores como Mario Gandelsonas, Roberto Doberti, Roberto Bonifacio, Diana Agrest, Dora Giordano. Jannello articuló sus ideas en el marco de una original Teoría de la Delimitación (TDE), una sistematización de las formas espaciales aplicable al diseño y a la arquitectura. Ese sistema de notación gráfica resultaba apto para producir operaciones de diseño puro, esto es, de significaciones limitadas a determinaciones exclusivamente formales, y a sus aspectos relacionales. Janello creó escuela, y ha sido reconocidamente señalado como el iniciador de la investigación semiológica en arquitectura.   —30→   Con él estudió Claudio Guerri, que prolongará sus enfoques varios años más tarde tras el fallecimiento de quien fuera su maestro (en 1984). Al heredar la cátedra, ya como Director del Programa de Investigación «Semiótica del Espacio-Teoría del diseño», con un numeroso equipo proveniente de distintas cátedras en varias Carreras de diseño, Guerri realizará ulteriores investigaciones acentuando una línea definitivamente peirceana en la orientación de la semiótica arquitectónica. Irá a aplicar ese empeño a las siguientes temáticas: la modelización de un uso de la propuesta peirceana aplicable a la investigación, producción y análisis de textos críticos en el campo de la arquitectura y el diseño. Asimismo, el estudio de los sistemas gráficos en general, considerados como lenguajes que ponen límites a las categorías de la terminología lingüística, en razón de la propia capacidad diferencial específica para la descripción y creación de un espacio arquitectónico y gráfico. Y, como consecuencia, la sistematización y desarrollos del DTE. La maduración de esas iniciativas lo lleva a entablar relación con un especialista de la lógica peirceana, Magariños de Morentín.

Fue justamente en el ámbito del Instituto de Arquitectura donde desplegó algunas de sus actividades otro de los iniciadores de una ciencia semiótica en la Argentina, Juan A. Magariños de Morentín. Primero, como Profesor Asociado de Semiótica y después, como Asesor de Proyectos, trabajo que realizó en diferentes espacios académicos desde más de dos décadas. De influyente desempeño en la labor docente y de investigación, Magariños se caracteriza por emprender muy variadas direcciones de búsqueda. Funda en 1972 el Instituto y Laboratorio de Análisis Estructural (ILAE), entidad que complementa el dictado de seminarios asumido por especialistas en diversas disciplinas, con «servicios de consulta semiótica a diferentes Instituciones, investigadores y profesionales en antropología, psicología, arquitectura, sociología, comunicaciones sociales, entre otros». Por circunstancias y presiones políticas y económicas, el ILAE es cerrado en 1977. Esto no impide que Magariños continúe la coordinación de su planeamiento intelectual con Guerri, en la Facultad de Arquitectura, y en la Facultad de Filosofía y Letras con la antropóloga Martha Blache, titular de cátedra en el Departamento de Estudios Antropológicos, dedicada a los enfoques semióticos del folklore, con la colaboración de Ana María Dupey. La perspectiva semiótica es también aplicada con rigor metodológico en el área arqueológica, a través del empeño de Ana María Llamazares y Giovanna Winchler. El intento básico es explícito: llevar a cabo una imprescindible fundamentación teórica y desplegar metodologías   —31→   adecuadas para su aplicación a las ciencias humanas. En un importante texto sobre el signo, Magariños observa: «El mejor fruto que puede obtenerse de Saussure, Peirce y Morris consiste en la formulación de un programa de investigación». En cada uno de ellos encuentra elementos teóricos que sería posible homogeneizar y sistematizar para la fundamentación teórica requerida. De todos modos, la perspectiva peirceana es central, y al respecto se le conocen complejas y profundas elaboraciones interpretativas4.

Ahora bien, para calibrar adecuadamente el horizonte de la investigación a nivel nacional, hay que tener presente que en la década de los sesenta existían búsquedas estructuralistas y semiológicas que excedían el ámbito porteño. Universidades que sin duda desplegaron valiosa producción y circulación de conocimientos semióticos fueron Córdoba, Rosario y La Plata. En la primera de estas ciudades hemos recordado el trabajo de Prieto, que será retomado, a mediados de los ochenta, en coordinación con otras orientaciones de relieve inter y transdisciplinar. Pero ya antes, en la Universidad Nacional de Rosario varios graduados de la Facultad de Filosofía y Letras -luego Humanidades y Artes-, habían llevado a cabo un trabajo que en ocasiones amalgamaba intereses científicos, filosóficos y artísticos. Rosario era campo fértil, por otra parte. Las artes plásticas exhibían antecedentes notabilísimos que remontaban a los años treinta. Antonio Berni, uno de los padres (junto a Xul Solar) de la pintura moderna en nuestro país, llegando de París funda en Rosario, junto a Gambartes y Grela, entre otros, una Asociación de artistas plásticos y estudiantes. El grupo postulaba que lo artístico es portador de elaboraciones mentales a nivel de estética, de política, de ideología. En la década siguiente, Lucio Fontana formulaba el famoso concepto espacial que lo haría célebre en el mundo entero. Nicolás Rosa en determinado período se ocupa de las vanguardias plásticas rosarinas explorando, con enfoque estructuralista, relaciones metafóricas y metonímicas (1967). En 1968 colabora con los exponentes del arte político «Tucumán arde», una experiencia que culmina en la CGT de los Argentinos y que intenta desequilibrar el 'sistema del arte', contribuyendo   —32→   en cierto modo a la caída y cierre definitivo del Di Tella, jaqueado desde dentro por la misma praxis artística y desde fuera por el gobierno militar.

La Facultad de Filosofía y Letras no era ajena a los cambios. En el área lingüística y antropológica alguien operaba en silencioso diálogo con Chomsky: un graduado en Filosofía, Germán Fernández Guizzetti. A principios de la década de los sesenta llega a desempeñarse como profesor en la Facultad, provisto de un Máster en antropología, en la Universidad de Indiana (1957), y luego de un Doctorado en Etnolingüística en la Universidad de San Pablo (1972). Sobre la base de descripciones lingüísticas que incluían el mapuche, toba y guaraní, intenta compatibilizar su modelo deductivo axiomatizado -que acerca al transformacionalismo-, con elementos de la teoría antropológica de David Budney. Desde la Dirección del Instituto de Antropología y la cátedra de Etnolingüística expone una semántica pensada desde el ámbito de la cultura, y una noción de signo vinculado a un «inconsciente culturado» de universalidad histórica.

En la misma Universidad de Rosario, una prolongada actividad de difusión se realizó con los auspicios del Colegio de Graduados en Filosofía y Letras y el Departamento de Extensión Universitaria. Desde mediados de 1960 y durante diez años, con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y los mencionados auspicios, Rosa María Ravera organiza Cursos de actualización sobre el lenguaje del arte, el surrealismo, los vaivenes del experimentalismo, sus utopías e ideologías, en intercambio periódico con el accionar de las artes plásticas porteñas, colaborando con la Asociación Argentina de Críticos de Arte, y a partir de los setenta, con el CAYC. Graduada en Filosofía y en Bellas Artes, sus estudios de estética integraban diversos encuadres de la investigación contemporánea, la línea semiológica y la rebelión anti-signo del grupo Tel Quel, junto a la deconstrucción derridana, así como relevantes orientaciones de la reflexión italiana, en particular la de Luigi Pareyson, que introduce en Italia la apertura hermenéutica, luego transformada, en diferentes direcciones, por Umberto Eco y Gianni Vattimo. En los cursos que organiza intervienen el Director del di Tella, Jorge Romero Brest, Samuel Paz, Hugo Parpagnoli, Aldo Pellegrini, Basilio Uribe; artistas como Antonio Berni, Gyula Kosice, Kenneth Kemble. También teóricos y filósofos, Eugenio Pucciarelli, Emilio Estiú, Masotta en dos oportunidades se refiere a «La historieta» y a «El arte de los medios de comunicación de masas». Ya en 1974 Eliseo Verón dicta dos conferencias sobre   —33→   «Balance de la semiología» y «Lenguaje, ideología y producción desentido». En el Ciclo «Arte 70» se escucha a Umberto Eco, en su primera visita a la Argentina. Invitado por el Instituto Interuniversitario de Historia de la Arquitectura, de Córdoba, pronuncia conferencias en Buenos Aires -con los auspicios de Verón en el Di Tella-, Córdoba y Rosario. En esta ciudad numeroso público se congrega en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía para apreciar sus enfoques en torno a «El lenguaje de la historieta» y «La concepción del lenguaje en las poéticas de las vanguardias contemporáneas».

La venida de Eco consolida vínculos que ya existían entre argentinos y europeos. Verón, muy reconocido en el plano intemacional, representaba a la Argentina en el Comité Directivo de la Asociación Internacional de Semiótica (IASS/AIS). Como resultado de la fundación de esa Asociación, en 1969, Eco organiza en Milán, cinco años más tarde, su Primer Congreso Internacional. En uno de los Plenarios Luis Prieto aborda el tema «Pertinence et idéologie». Verón entrega «Dix remarques sur la sémiotique de l'idéologie». Alejandro Russovich se refiere a «Le signe dans la théorie de la connaissance». Ravera presenta su comunicación sobre «Semiotic Relevance of the Pictorial Sign».

Pocos argentinos en ese primer Congreso Internacional, histórico. El número se incrementa algo más en el segundo evento, en Viena, en 1979. Entre los europeos nadie deja de notar a Julia Kristeva, la estrella búlgara que refulgía no sólo en París. Se sabe que la Argentina fue siempre muy receptiva de la cultura francesa y mucho menos en relación a la italiana o la española, situación que estaría cambiando últimamente. En el congreso de Viena se escucha a Eco instalar la historia de la semiótica en la historia de la filosofía. Ese mismo año se conocería su Lector in fabula, que avanza la fundamentación peirceana de su práctica interpretativa.

Con eventualidades muy otras y un complejo intertexto propio, la semiótica argentina producía lentamente cierto progresivo acercamiento a Peirce, que los tiempos acentuarían, en algunos casos. Quizá favoreció esa tendencia, entre nosotros, la oportunidad de sintonizar con el psicoanális (al estructuralismo y postestructuralismo les fue siempre inherente esa posibilidad), un nivel de análisis en el que nuestro país sobresalió y dictó cátedra, no sólo en Latinoamérica.

El año 1979 cierra el primer período de la AAS. Eran años plagados de eventos trágicos. Muchos argentinos se fueron, algunos para no volver,   —34→   otros se quedaron trabajando día a día con una labor por lo general de puertas adentro, escasamente pública. Una nueva etapa se reiniciaría poco más tarde, obviamente no sólo para la semiótica sino para el país. En relación con los estudios semióticos, las grandes cuestiones habían sido puestas sobre el tapete, discutidas, controvertidas, no sólo estructuralismo, postestructuralismo, producción y construcción del sentido, su descentramiento, la ardua posición del sujeto, la teoría del discurso, de la enunciación, de la recepción e interpretación. ¿Binarismo o triadicidad del signo? sin exclusión de otras propuestas, por supuesto. Se ha dicho que entre nosotros, por lo menos en determinada etapa, prevalecieron las prácticas sobre la producción de una teoría general. La especificidad de las prácticas preocupaba, seguramente. Pero no había que descuidarse. Los análisis discursivos arrastraban concepciones de la escritura y del texto explícita o implícitamente dispares, jugadas en los lenguajes masivos, la inscripción literaria, pictórica, arquitectónica, gráfica, publicitaria...

Negaciones, recuperaciones, borraduras. Era cuestión de desarrollar y avanzar.




2. Primera reorganización de la AAS. otra vuelta de tuerca en la mirada latinoamericana

En 1983, la restitución de la democracia en la Argentina cambia muchas cosas en la compleja red de relaciones cotidianas, culturales y específicarnente académicas y universitarias. Comienza un período institucional cuya trascendencia no podía dejar de transformar la vida nacional en múltiples aspectos. La búsqueda semiótica, que había sufrido el éxodo de muchos operadores, cobra auge inédito en la mayoría de las universidades, en concordancia con la extensión y difusión de los estudios que llegan a ser (algo vagamente) sinónimo de rigor y conceptualización ajustada. Con el apoyo de una actividad editorial intensificada, el renovado prestigio de la investigación despierta más que nunca expectativas plurales. Se perciben en el ambiente universitario intenciones organizativas. La oportunidad de reflotar la AAS se torna evidente.

Sin duda algo agregó a esta atmósfera la realización del III Congreso Internacional de la IASS-AIS, en 1984. Esta vez un encuentro   —35→   internacional lograba marcar cierto rumbo en la semiótica argentina. Llegará a ser una constante y habría que analizarla. Responde a factores múltiples. Por lo pronto, es un hecho la decidida ampliación de la participación argentina en el Congreso de Palermo. Allí Jannello presenta la más precisa exposición de su teoría. Lucrecia Escudero, que ya había estado en Viena, acude y elabora una contribución al DTE a modo de homenaje, habiendo trabajado en la cátedra de Janello. Asimismo Claudio Guerri. Se reinicia el contacto con los brasileros, en particular con Maria Lucia Santaella. Hay también novedades en el plano institucional. A raíz del establecimiento de Verón en París, Jannello y Ravera son elegidos para representar a la Argentina en el Comité Ejecutivo de la IASS. Jannello además integra el Comité Científico del IV Congreso Internacional, si bien no llegará a estar presente.

Intensa actividad editorial. Nueva Visión, Punto de Vista y la Revista de Estética son sólo tres ejemplos entre muchos otros. Nota: A partir de 1983 Jorge Glusberg, director del CAYC, un Centro experimental conocido dentro y fuera del país, que luego del cierre del Di Tella enarbola por más de dos décadas la bandera de las vanguardias, edita y codirige -con López Anaya, Pucciarelli y Ravera- una Revista de Estética de orientación estético-semiótica, que en años sucesivos publicará textos de Eco, del grupo m, Louis Marin, Philippe Minguet, Emilio Garroni, Posner, Sebeok, y asimismo de pensadores como Lyotard, Derrida y Baudrillard, etc.

Mientras tanto la relación con Europa fluye. Se intensifica la presencia argentina en Urbino y la vinculación con Brasil, luego de aquellos primeros intercambios de la AAS en los setenta. En 1986 Escudero va a Bahía... En 1985 y 1986 Ravera participa de plenarios en San Pablo, que desarrolla un muy competente postgrado, en Porto Alegre, y en un Seminario Internacional en Aguas de San Pedro. Varias Universidades Nacionales incorporan en nuestro país la renovación de los estudios. No sólo Buenos Aires, La Plata, Santa Fe, Misiones, Rosario. Esta ciudad cuenta con una actividad semiótica cada vez más notoria.

Finalmente, en el primer semestre de 1986, en respuesta a prolongados acercamientos y contactos, un grupo de semióticos acuerda en Buenos Aires dar amplia publicidad a un comunicado donde se cita a una reunión de trabajo, a nivel nacional, para los días 14 y 15 de junio en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. El título de la circular no da lugar a dudas: «Reorganización de la Asociación Argentina de Semiótica».

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Al hacer referencia al primer período de la AAS, así como a otras líneas de estudio que se habían desarrollado simultánea y paralelamente, el comunicado convocante afirmaba:

En el lapso que oscureció la vida y la cultura de nuestra patria, sostuvieron de modo diverso el pensamiento y la actividad investigadora de la semiótica. No obstante estos diversos caminos han confluido hoy, por lo menos en un punto: han logrado que la reflexión semiótica ocupe un lugar de importancia en la vida universitaria y en la investigación social.

Este aspecto está presente en los estudios literarios y lingüísticos, en la filosofía, en las ciencias sociales, en la arquitectura y el diseño, como asimismo en la reflexión estética en general, y en todo lo referente a la comunicación masiva y sus especializaciones. Es posible encontrar una prueba de esta afirmación en la multiplicación de cátedras de la especialidad y en la bibliografía de cátedras afines en la Universidad e Institutos de Enseñanza Superior. Abundan también tanto en el ámbito privado como público los estudios técnicos que incluyen el instrumental semiótico, ya sea de manera autónoma o como auxiliar de otras disciplinas de la investigación social o la práctica proyectual.



Los firmantes fueron tres miembros de la primera Asociación: Alicia Páez, Óscar Traversa y Óscar Steimberg, además de Lucrecia Escudero, Nicolás Rosa y Rosa María Ravera como representante de la IASS. Las Jornadas, que reúnen alrededor de cincuenta docentes e investigadores de todo el país, incluyen exposiciones individuales, resumen y síntesis para un diagnóstico del estado actual de los estudios, el diseño de variados esquemas de organización, con el fin de obtener mayores conexiones e intercambio de experiencias, así como la creación de un organismo nacional y la discusión sobre sus formas de trabajo y actuación.

Se constituye un Comité Ejecutivo Provisorio para la organización del Primer Congreso Nacional, planeado para el mes de noviembre en la Universidad Nacional de la Plata. Lo integran Raúl Barreiros, Lucrecia Escudero, Salvio Martín Ménéndez, Rosa M. Ravera, Nicolás Rosa, Óscar Steimberg, Óscar Traversa. Otro de los objetivos precisados es la promoción y coordinación de las actividades regionales, con participantes provenientes de distintas zonas del país.

Fue, en realidad, un disparador, preludio de una multiplicidad de eventos que apenas se iniciaban. A partir de 1986, en efecto, se producirían concitadamente en varias universidades del país, a través de iniciativas diversas, un conjunto de jornadas, congresos y seminarios   —37→   cuya confluencia redundaría, a la larga, en beneficios muy visibles. Eran así particularmente activas la Facultad de Humanidades y Artes, como se dijo, pero también la Facultad de Ciencias Políticas. Sin ser las únicas, desplegaron en esos años una actividad semiótica muy intensa, especialmente la segunda. La Facultad de Humanidades y Artes por su cuenta volvía a ser centro de intercambios. Nicolás Rosa, tras un período de varios años en Italia -dictando seminarios en Parma, Universidad de Reggio Emilia-, retorna y asume la cátedra de Teoría Literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y en Rosario las cátedras de Teoría y Crítica II, colaborando con la profunda renovación de los planes de estudio. En la misma Facultad, esta vez con los auspicios de la Revista Gritex -Grupo de Investigación Textual integrado por Graciela Barranco, Laura Milano, López Anaya, Fernando Silberstein, Eleonora Traficante y Ravera, que dirige la publicación-, se realizan en 1986 y 1987 una serie de cursos y seminarios que cuentan con la presencia de investigadores del país y del exterior5. Ravera alternaba el trabajo teórico con el análisis textual en la esfera de las artes plásticas. A partir de las insuficiencias de la semiolingüística intentaba la confluencia de los estudios semióticos y filosóficos en una teoría de la interpretación con líneas de herencia hermenéutica y de una semiótica ya no binaria. Concepciones pragmáticas como la de Wittgenstein y progresivamente la de Peirce le proporcionan encuadres más que válidos para la perspectiva estética. La heterogeneidad wittgensteiniana de juegos lingüísticos tornaba comprensible la diversidad de los lenguajes estéticos contemporáneos, con rupturas de género y experiencias híbridas (requiriendo un juego de juegos). También las profusas disquisiciones sobre la postmodernidad y luego el neobarroco encontraban renovada coherencia en la dimensión de una semiosis ilimitada que valoriza la privilegiada área icónica. Sin duda el feeling de la primeridad ofrecería a la investigación estética ancho   —38→   campo de investigación. Ésta se reflejaba en la organización de cursos y seminarios.

Pero es en la Facultad de Ciencias Políticas donde se produce el mayor impacto y difusión de novedades, con ocasión de las iniciativas de Lucrecia Escudero. Había vuelto al país en 1985, tras su estadía en México y previamente en Italia donde estudió con Eco y Fabbri. Provista de un rico bagaje de experiencias y una precisa formación académica, se incorpora a la docencia en la Escuela de Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Políticas. Escudero iba y venía, retomaba a Europa pero volvía. Algunos años más tarde, Eco le dirigiría su tesis -de planteos semióticos impecables- sobre las Malvinas, prologando la edición de la misma. También ganaría por concurso su cátedra en Lille, Francia. Con el tiempo se reconocería no sólo su capacidad organizativa, sino sus aportes al género de la telenovela, como excepcional espacio de debate en doble mirada, regional y semiótica. Pero a mediados de los ochenta su anclaje estaba en Rosario, en Ciencias Políticas. El apoyo de las autoridades a su impulso entusiasta, junto a la solidaridad de Susana Frutos, directora de la Escuela y de Olga Coma, determina que esa unidad académica se aprestara a asumir un protagonismo singularísimo. En junio de 1986 comienza un Seminario Internacional con carácter de cursos de Postgrado en el que participan, con amplio criterio interdisciplinario, relevantes personalidades extranjeras. Un argentino inaugura las actividades, Eliseo Verón. No tardan en llegar Noé Jitrik, Paolo Fabbri, Paul Buissac, Christian Metz, Lamberto Pignotti, Roberto Grandi, Per Aage Brandt, Herman Parret, Adrián Gimate Welsh y José Pascual Buxó. El seminario se prolonga en 1987. Ese año es también la fecha de un evento aún más ambicioso, de proyecciones imprevisibles, el Segundo Congreso Internacional Latinoamericano de Semiótica. Había sido precedido por dos encuentros previos, el Primer Congreso Latinoamericano de Estudios Semióticos, realizado en México y Puebla, en 1985, y el Primer Coloquio Internacional Latinoamericano de Semiótica, en París, enero de 1986. La unificación de ambos encuentros se obtiene en Rosario con ese Segundo Congreso Internacional que Escudero preside. (Una amplia información puede verse en Lucrecia Escudero en Signa, n.º 7, 1998, 17-36.) No sólo un acontecimiento que reunió a la semiótica mundial, sino la fundación de la Federación Latinoamericana de Semiótica (FELS).

Para entonces, la AAS ya había procedido a su anunciada reactivación efectuando dos de sus Congresos Nacionales. Se advierte de qué   —39→   manera, tras la apertura del gobierno democrático, se habían prácticamente superpuesto las programaciones de la AAS, un Seminario Internacional, el Congreso latinoamericano de la FELS, y demás actividades de interés semiótico tanto en Buenos Aires como en diversos puntos del país. Casi simultáneamente las actividades organizativas se entrecruzaron en varias direcciones. La eficacia de esas convergencias se apreciaría mucho mejor a la distancia. Fue el transitar, realmente excepcional, de numerosos estudiosos europeos y americanos que invitaron a la apertura de fronteras. Fue otro enérgico arranque en la relación de los estudios argentinos con el contexto latinoamericano. Fue también la evidencia de un rico crecimiento interno, llevado a cabo con la decisión de una sostenida evolución de la investigación en nuestras universidades nacionales, aspiración que indudablemente potenció la reorganización de la AAS.

En todos los casos se trató de respuestas a un contexto histórico, a un nuevo orden en el que se depositaban las esperanzas de los ochenta.

El Primer Congreso Nacional de la Asociación Argentina de Semiótica se realizó en la Facultad de Bellas Artes de la Plata, del 3 al 5 de noviembre de 1986. Tampoco aquí fue casual la elección del lugar. Varios conocidos semióticos se desempeñaban en esa Universidad. Magariños de Morentín, según se anticipó, en la Escuela Superior de Periodismo. En la misma unidad académica Ana María Nethol, titular de cátedra de Teoría de la Comunicación Social, desempeñándose asimismo en la Facultad de Arquitectura de la UBA. Siempre en la Facultad de Bellas Artes de La Plata, Traversa tenía a su cargo Historia de los Sistemas de Comunicación de los Medios masivos (y de Teoría de la Comunicación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA), Steimberg era titular de Historiografía de las Artes Visuales (y de Semiótica de los Medios Masivos en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA). Ravera era titular de Estética y Metodología de las Ciencias del Arte y sería llamada a la Facultad de Arquitectura al año siguiente.

A la bienvenida del Decano, Roberto Rollié, siguen palabras de Óscar Traversa, en nombre del Comité Provisorio. La temática de las ocho Comisiones es demostrativa de los intereses de un buen número de nuevos asociados a la AAS: «Filosofía del lenguaje», «Lógica y Lingüística», «Arquitectura y Diseño», «Discurso político y política de los discursos», «Teoría y Prácticas Artísticas», «Medios masivos», «Literatura y poéticas de la escritura», «Textos y Discursos del psicoanálisis». Dos Paneles centrales: el primero, «Problemática de la inclusión   —40→   de la semiótica en los actuales planes de estudio de la enseñanza superior en la Argentina», preveía las intervenciones de Raúl Barreiros, Elvira Arnoux, Susana Frutos, Ana M. Nethol, Roberto Rollié, Óscar Traversa, María Isabel Barranco; y el segundo, «Estética y cultura de masas» incluía a Silvia Malbran, Rosa M. Ravera, Jorge Rivera, Luis Rubio, Beatriz Sarlo, Héctor Schmucler y Óscar Steimberg.

El Segundo Congreso Nacional de la AAS, del 27 al 29 de agosto de 1987, se efectúa en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Juan. Integraban el Comité Ejecutivo de la AAS, Raúl Barreiros, Ana Camblon, Amira Cano, Lucrecia Escudero, Eduardo Grüner, Claudio Guerri, Salvio Martín Menéndez, Teresa Mozejko de Costa, Rosa M. Ravera, Óscar Steimberg, Óscar Traversa. La temática del Congreso se centra en «La problemática de los géneros en la cultura contemporánea». Fundamental el dúo «Géneros de la palabra y géneros de la imagen». El programa esclarece ideas: «El intento de definir los modos en que ciertas entidades (los géneros) se producen y circulan en la sociedad acompaña la historia toda de las 'artes' y 'medios' en general. También recorren esa historia las impugnaciones analíticas así como, más contemporáneamente, la postulación de la muerte de los géneros. En este encuentro se debatirán cuestiones derivadas de estos problemas que competen tanto a la literatura como a los medios masivos y tanto al diseño, a la publicidad o a la historieta como al discurso científico mismo».

El Congreso cuenta con la organización de la AAS, el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. N. S. J. y el Centro Regional San Juan de la AAS. Numerosos auspicios revelan los esfuerzos del Comité local, presidido por una respetada docente de la facultad, Amira Cano.

La Vicerrectora de la Universidad local abre las sesiones y Óscar Steimberg, que preside el Comité Ejecutivo, se refiere a «Género/estilo/género». En los Plenarios Ó. Traversa aborda «Los géneros en los medios de comunicación masivos»; M. Menéndez, «El problema de la especificidad del discurso»; N. Rosa, «La autobiografía o la escritura del nombre»; E. Gruner, «El género autobiográfico»; A. Páez, «La conversación como género»; R. M. Ravera, «Los géneros y la estética». Un intenso trabajo de Comisiones abarca la «Teoría e Historia de los géneros», «Los géneros de la palabra», «Los géneros ante la imagen y el espacio» y «Los géneros en los medios de comunicación masiva». Una Mesa Redonda propone una pesquisa no desprovista de ingenio, «Los Congresos científicos como género», y la conferencia   —41→   de C. Guerri sobre «La semiótica del espacio» cierra el evento. Un congreso que anota 388 inscriptos y 70 ponencias. En la Asamblea General, el Comité ejecutivo incluye a representantes de las Asociaciones locales de San Juan, Misiones y Córdoba.

La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora acoge el Tercer Congreso Nacional de la AAS, del 4 al 6 de noviembre de 1988. Se trata de reflexionar sobre «Los discursos de la utopía». La elección no era arbitraria. A esta altura la coherencia de los tres encuentros saltaba a la vista. Revelaba preocupaciones precisas y estrechamente conexas. Si el objetivo del primero había tendido a esclarecer la cuestión de la enseñanza de la disciplina y la delimitación de su objeto y métodos, el segundo hacía hincapié en la investigación de los géneros de la cultura de nuestro tiempo, mientras que el tercero se proponía como meta analizar el pensamiento utópico -especialmente en sus facetas artísticas y políticas (temáticas recurrentes en la semiótica argentina)-. La Comisión organizadora estaba constituida por miembros del Comité de la AAS y de la Facultad anfitriona, con la coordinación general de José L. Fernández, un investigador experimentado.

En la circular leemos: «El discurso político, la comunicación en el área de la salud, la arquitectura, el diseño, la educación en general, la publicidad, y también la difusión religiosa, los proyectos artísticos y literarios o el discurso científico en su conjunto, son algunos de los espacios en los que se juega una dimensión utópica que impulsa la práctica, a la vez que entra en colisión con ella. También aparece, cada tanto, un discurso antiutópico, apoyado en un realismo o un racionalismo a los que finalmente resulta difícil no adjudicar, también, un componente de utopía». El afiche reproducía un dibujo de Duchamp, donde un esforzado ciclista se empeña en subir quién sabe qué cuesta imaginaria.

Acompañando las palabras de apertura del Decano de la Facultad, Miguel De Luca, habla Alicia Páez en nombre del Comité Ejecutivo. Como en las anteriores reuniones, el listado de las comisiones es prometedor. Incluye: «Las utopías del discurso político», «Utopías y contrautopías de los medios masivos», «La utopía en la literatura», «La utopía en el arte», «Las utopías de la arquitectura, el diseño, la tecnología», «La utopía en los discursos sobre la vida cotidiana». Las Mesas Redondas se refieren a «Arte y utopía en la Argentina», «La utopía política en la Argentina de los últimos veinte años» y «Diseño local y diseño transnacional: proyecto y utopía».

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Tres congresos anuales al hilo, sin pausas, de 1986 a 1988. Convocaron, reunieron, convirtieron a la AAS en una agrupación que se contactó directamente y contribuyó a fomentar el desarrollo de la semiótica en no pocas universidades del país. Junto a las ya mencionadas, Córdoba, Santa Fe y Misiones ostentaban un renovado dinamismo que con historia y tradiciones propias acompañaba activamente el avance de los estudios.

En Córdoba, tras el retiro de Prieto y un prolongado silencio, el retorno a la producción específica se hace notar a mediados de los ochenta. María Teresa Dalmasso, que trabaja en análisis del discurso y de la comunicación de los medios masivos, enseña Semiótica en las Facultades de Ciencias de la Información y Ciencias de la Comunicación. M. Teresa Mozejko de Costa, de larga trayectoria dentro y fuera del país, vinculada a las enseñanzas de Algirdas Greimas, imparte semiótica literaria en cursos de Postgrado en la Escuela de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades, así como en el Instituto de Investigaciones Menéndez Pidal. Sin duda incrementa las posibilidades de consolidar esfuerzos la fundación de una Maestría en Sociosemiótica, por el Centro de Estudios Avanzados (CEA), que funciona con la dirección de Silvia Tabachnik y la vicedirección de Teresa Dalmasso. Es oportuno tomar nota de que a través de sugerencias y contactos de Nicolás Rosa viajaron a Córdoba conocidos estudiosos radicados en Canadá (Vladimir Krysinski, Marc Angenod y Regine Robin), que ejercieron influencia en la decantación de los conocimientos. La fuerte conexión con la Universidad de Montréal se debió al cumplimiento de la tesis de doctorado que Rosa realizó allí, promoviendo una reciprocidad de intercambios indudablemente fértil. En el CEA se recuerda, ya en los noventa, una mesa redonda «Sobre semiologías y semióticas», en homenaje a Luis Prieto, que logró contar con la presencia del semiólogo junto a la de Graciela Busaniche y Nicolás Rosa.

En Santa Fe, Graciela Barranco de Busaniche, egresada en filosofía (UNR), se distingue en el área lógica y epistemológica de la Universidad del Litoral, perteneciendo también a la de Rosario. Esta investigadora comienza a profundizar sus estudios peirceanos en la década de los ochenta, y desde entonces dirige varios Proyectos, entre ellos: «Ch. S. Peirce: epistemología, lógica y teoría del significado» (1980-84) y «La lógica modal en Peirce» (1985-86). En la ciudad de Santa Fe nucleó un grupo de estudio proveniente del área de Humanidades, produciendo un trabajo continuado sobre temas de   —43→   semiótica y filosofía del lenguaje. Ha dictado también varios seminarios sobre Peirce en el CEA, en la Universidad Nacional de Córdoba. Por su parte, Carlos Alberto Caudana, siempre en la Universidad del Litoral, en estrecha vinculación con la enseñanza se desempeña en la Facultad de Formación Docente donde despliega una amplia actividad en la dirección de proyectos. Desde 1987 hasta el presente inicia un proceso de investigación en varias etapas sobre semiótica y pedagogía del espectáculo. Siguiendo una doble orientación teórica y aplicada, se interesa desde el inicio en la problemática transpositiva, para luego verificar los procesos de producción y recepción a los fines de delimitar un «texto espectacular». Sin perder nunca de vista la proyección de los temas elegidos en el área pedagógica, y sin dejar asimismo de visualizar las relaciones interdisciplinares, la labor de este investigador, con la participación de numerosos colaboradores -entre ellos Gabriela Alonso, Claudia Casabella, Sergio Fasanello, Carlos Iglesias, Celina Vallejos-, procura detectar y desbrozar las intersecciones más pertinentes entre lo semiótico, lo pedagógico y lo espectacular.

La Universidad Nacional de Misiones es otro foco de estudios semióticos desarrollados especialmente en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, en la ciudad de Posadas. Titular de Semiótica, Ana Camblong aplica la teoría teniendo muy presente las características culturales y lingüísticas de la provincia, de acentuada heterogeneización. En virtud de esos intereses ha orientado los análisis en dirección a los problemas de comunicación que -encarados desde una perspectiva dialógica- se observan en niños perteneciente a grupos socioculturales diferentes. La Secretaría de Investigación y Posgrado de la citada Facultad actualmente integra diversos proyectos encomendados a un nutrido equipo de investigadores. A cargo de Liliana Daviña, «Políticas Lingüísticas en la Provincia de Misiones»; de María Carratini, «La implementación del portugués en las escuelas de la frontera argentino-brasileña» y de Ana Camblong, «Misiones-Mercosur: políticas lingüísticas de los '90». La especialización en Crítica literaria incluye: de Carmen Schiavo, «Marcial Toledo: proyecto literario intelectual de la provincia»; de Camblong, «Macedonio Fernández: política y retórica de los discursos paradógicos» y «Narrativa argentina actual: Rodrigo Fresán», de Pedro O. Silva. Todavía un proyecto de Semiótica y Educación es investigado por Marcelino García, en torno a «La narración de la Historia Argentina en los manuales escolares de la Escuela Primaria: 1995-1997».

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Paralelamente a la notable intensificación de la investigación en los centros académicos, se incrementa el ya permanente intercambio e interacción con el exterior. La relación con Europa fluye. Se acentúa la presencia argentina en Urbino, en Brasil, mientras se reciben continuamente visitas de conocidas personalidades. Entre muchos otros, Thomas Sebeok se hace presente en 1987, dictando una serie de conferencias, y luego en 1990, con ocasión del otorgamiento del Doctorado Honoris Causa en Rosario, por iniciativa de la Facultad de Humanidades y Artes. En directa relación con Sebeok, el arquitecto José Luis Caivano, titular en la Facultad de Arquitectura -formado en la escuela de Janello- implementa una modelización que extrae líneas de Morris, de Peirce y de la biosemiótica de Sebeok, a los efectos de profundizar líneas de estudio en torno a la semiótica del color. Sobre esa temática, organiza, desde 1992, congresos bienales que congregan a un alto número de participantes. También, en conexión con la Universidad de Indiana, en la que ha obtenido su doctorado, Ana Marostica, especializada en Peirce, se dedica a la semiótica cognitiva y a las inteligencias artificiales, en su calidad de investigadora de la UBA.

Mientras tanto, a principios de los noventa hay algunas novedades en la AAS. Alicia Páez, Óscar Steimberg y Óscar Traversa presentaban la renuncia al Comité Directivo, no sin fundamentar la decisión. Se consideraba cumplido un ciclo, con logros e inevitables deficiencias. Respecto a lo primero, se apunta el creciente nivel de actividad de personas y grupos orientados a la investigación semiótica en distintas regiones del país, la ampliación del contexto de trabajo, así como el abordaje de temas de trascendencia en los congresos realizados. Como falla visible se alude a la limitación de las tareas emprendidas, dedicadas con exclusividad a la preparación de sucesivos encuentros sin que se hubiese podido hilvanar, adecuadamente, otro tipo de actividad. Las que importan en mayor grado: de producción, de enseñanza y de intercambio, de generación de discursos a partir de la discusión y el debate, que habían resultado postergados. Se reconocen los intentos de subsanar inconvenientes diversos, entre ellos el de evitar reiteraciones mediante un sistema de representación y elección de autoridades con lista abierta. Pero a pesar de las iniciativas y los esfuerzos, dada la existencia de espacios diversos y aún opuestos de investigación, sin mayor interacción y conexiones, lo conveniente parecía dedicarse a las respectivas postulaciones y especificidades. O sea, luego de lo hecho, una pausa.

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La crítica y autocrítica invitaba a un balance. Mucho de lo expresado era justo. En pocas palabras, que cada cual siguiera con lo suyo y demostrara cuánto valían esas especificidades. Lo real es que nos habíamos esforzado mucho en la preparación de los sucesivos congresos. Y las diferencias teóricas, en lugar de invitar al diálogo y la réplica, subsistían en un espacio institucional algo anodino, sin discusión. Discusiones eran las de los setenta, se puede afirmar sin temor de parecer nostálgicos. Otros tiempos en estas últimas décadas «postmodernas». En los años que estamos viviendo nadie podría negar que el nuestro es un país de litigantes, cosa muy distinta al debate de ideas. La democracia garantiza que a uno no le entren en la casa y lo secuestren, no puede garantizar polémicas productivas. Las posiciones encontradas coexistían en forma aparentemente pacífica. Pero en el fondo nadie podía asegurar que in mente no se pensase: no te conozco, no me gustas. En fin, había llegado la hora de que cada uno hiciese por su cuenta lo que quería o podía. Se verían los resultados. En 1989, en Perpignan, Eco abría la sesión inaugural del IV Congreso Internacional de la IASS afirmando que la semiótica, sin tener de ningún modo un corpus de doctrina consolidado, exhibe más bien una confederación de teorías y de métodos.

Dato institucional: tras el lamentado fallecimiento de Jannello, Guerri y Ravera quedan a cargo de la representatividad de nuestro país en el Comité Ejecutivo de la IASS. Cabe señalar que Guerri había participado desde 1986 en la refundación de la AAS, siendo desde entonces miembro de la Comisión Directiva, y a partir de mediados de la década desarrollando una intensa actividad en Asociaciones nacionales e internacionales6.




3. Hacia la segunda reorganización de la AAS

Junio de 1994. Algo pasó en Berkeley. En la famosa Universidad de California, USA, se realizó el V Congreso Internacional de la IASS, «Semiotics Around the World: Synthesis in Diversity» (del 12 al 18). Los   —46→   organizadores habían decidido otorgar, entre siete plenarios previstos, dos a la semiótica sudamericana. Lisa Bloch de Behar, por Uruguay, aborda el tema: «Reuniendo diferentes palabras: símbolos y búsqueda de unidad». Ravera se refiere a: «Semiótica y hermenéutica: hacia una posible complementariedad.» Esta vez un número nutrido de argentinos responde a la convocatoria. Los múltiples títulos de las Secciones revelan deseos de ampliar audiencias. Lo confirma la elección de las lenguas admitidas, puesto que si bien los abstracts y el texto definitivo se atienen al clásico francés e inglés, los papers podían presentarse en español, alemán, ruso o japonés. Es visible la necesidad de captar adeptos para una 'disciplina' cuya especificidad y cientificidad era cuestionada por doquier, y a nadie se le escapaba la importancia de la elección de las lenguas oficiales.

Ahora bien, más allá del valor intrínseco de los trabajos y de los encuentros personales -uno de los aspectos vitales de los congresos que sería ingenuo pasar por alto-, desde un ángulo estratégico político fue fundamental el resultado de varias asambleas. En la Asamblea general de la IASS, del 15 de junio, la amplia mayoría de miembros latinoamericanos decide la votación a favor de la propuesta de Adrián Gimate-Welsh en tomo a la elección de México como sede del VI Congreso Internacional de la IASS, en Guadalajara, en 1996. (Amplios detalles se pueden encontrar en el citado artículo de Escudero.)

El resultado enfervorizó los ánimos. Se debe decir algo al respecto. Hay en la semiótica de nuestros países americanos algo que la distingue. No se trata sólo de un métier, de vocación, de profesionalismo, de dedicación a estudios que se eligen y corresponde llevar adelante con competencias y saberes. Había una búsqueda de eso que se llama «identidad». Una cuestión que para los argentinos es sustancial. No lo es menos para países como México, Perú, Bolivia, que tienen sin embargo un subsuelo étnico muy fuerte, y eso hace una diferencia. Entre nosotros, la búsqueda de lo otro o del otro que arrastra esa relación tan estrecha con Europa -como es notorio, los argentinos en su gran mayoría somos hijos o descendientes de italianos y españoles- se complementa con la conciencia, cada día más fuerte y motivada, de una pertenencia -a elaborarse y preservarse- al continente americano.

Otras asambleas decisivas, en Berkeley. En la reunión de la AAS del 16 de junio los participantes argentinos, al expresar el común deseo de superar los impasses de la Asociación proponemos su reactivación y al mismo tiempo la postulación de Córdoba para el Quinto Congreso Nacional, en 1995. La reunión se complementa, el día siguiente, con la de la FELS. Queda reafirmada asimismo la voluntad de reiniciar las   —47→   actividades -habían quedado interrumpidas en 1987-, y Maria Lucia Santaella propone San Pablo como sede, en 1996, del Tercer Congreso Internacional Latinoamericano de Semiótica.




4. Nueva sede, nuevas expectativas. la insistencia latinoamericana

En la Argentina los acontecimientos de Berkeley no pasaron inadvertidos. Se activan renovados contactos. Sin dejar pasar mucho tiempo la AAS difunde un comunicado. Firmado por Guerri, Ravera, Rosa, Steimberg y Traversa informa sobre las novedades y cita a una primera reunión de trabajo en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, el 27 de agosto. Se imponía la elección de miembros de un Comité Ejecutivo y de un Comité Organizador del próximo Congreso en Córdoba. La respuesta es, una vez más, especialmente alentadora. De parte de las universidades hay disponibilidad solidaria. Teóricos e intelectuales que hasta el momento no habían participado se sienten invitados a colaborar. Otra novedad en esta nueva etapa de la AAS es la elección de una sede con fuerte vínculo institucional, el Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por Elvira Arnoux, titular de la cátedra de Semiología del Ciclo Básico de la UBA (por donde transitan, en el año, más de 3.000 alumnos). Arnoux, Directora de la Maestría en Análisis del Discurso y de Signo y Seña, Revista del Instituto, entre sus múltiples actividades tiene a su cargo la Colección Enciclopedia Semiológica, de Eudeba, y la Colección Indical, de Hachette. Comienza a sesionar en el Instituto el nuevo Comité Ejecutivo, constituido por Leonor Arfuch, Elvira Arnoux, Graciela Barranco de Busaniche, Amira Cano, M. Teresa Dalmasso, Claudio Guerri, Noé Jitrik, M. Teresa Mozejko de Costa, Rosa M. Ravera, Nicolás Rosa, Alejandro Russovich, Óscar Steimberg, Silvia Tabachnik, Eleonora Traficante, Óscar Traversa. La incorporación de nuevos miembros es altamente positiva. Por su prestigio, en primer término la de Jitrik, referente indiscutido de la crítica argentina que colaboró en diversas épocas con los vaivenes de la producción semiótica aportando experiencia y familiaridad con escuelas y orientaciones disímiles, de las que no dejaba de hacer oportunos balances. En México fue director y creador de la revista Discursos, de la UNAM. En Buenos Aires funda y dirige la revista Syc   —48→   (Semiótica y comunicación), acompañando el sostenido trabajo académico de la UBA con el cumplimiento de seminarios y cursos impartidos dentro y fuera del país. Se incorpora también al Comité Leonor Arfuch, titular en Arquitectura y Ciencias Sociales, con una importante producción textual. Especialista en análisis de la cultura contemporánea, invitada en diversas ocasiones por universidades extranjeras, venía trabajando en la problemática de la configuración de identidades, con acento en el espacio autobiográfico, y asimismo en la historia y sistematización del diseño gráfico (con Norberto Chaves y María Ledesma, otra valiosa investigadora y docente). Por su cuenta Eleonora Traficante realizaba en Rosario, en la Facultad de Humanidades y Artes, un sostenido trabajo docente en cátedras de Semiótica y de Crítica, alternando sus investigaciones sobre la imagen y la escritura narrativa con la dirección de la Revista Ayre. Russovich, constante lector de Peirce desde décadas, era una presencia permanente. La representación de las tres reconocidas investigadoras de Córdoba, Tabachnik, Mosejko y Dalmasso, apuntalaba la nada simple tarea de la organización del Congreso Nacional.

El Quinto Congreso de la AAS se realiza en Córdoba, del 20 al 23 de septiembre de 1995, en torno a un eje: «Discursividades: entre lo visible y lo enunciable». Intervienen en la organización varias entidades institucionales: por lo pronto, la AAS, y por la Universidad Nacional de Córdoba, la Maestría en sociosemiótica (CEA), la Escuela de Letras de la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Escuela de Ciencias de la Información de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. La circular dada a conocer expresamente: «La palabra y la mirada siempre determinadas por móviles y fluctuantes contextos históricos que establecen entre sí una relación de interpenetración y, al mismo tiempo, de mutua irreductibilidad. Es el espacio abierto entre estos dos órdenes donde esta convocatoria propone instalar su interrogante: ¿cómo pensar los nuevos objetos, sus cruces, sus desplazamientos? El temario que se propone intenta dar cuenta de algunas entradas posibles a esta problemática».

El congreso incluyó conferencias, mesas redondas y paneles, además de seis importantes áreas temáticas, que fueron las siguientes: «Discursividades: entre lo visible y lo enunciable», «Políticas del discurso y discurso político», «Construcciones, ficciones y representaciones en el discurso social», «Cultura mediática: hegemonías, cruces einterferencias», «Continuidades y discontinuidades en el imaginario urbano» y «Estética, diseño y transformaciones culturales». Eliseo Verón, designado Presidente Honorario del congreso, lo inaugura con   —49→   un discurso clarificatorio de esas fundamentales discursividades. A su vez el Presidente, Nicolás Rosa, diserta sobre «El Vestigio». El número de participantes es alto. Entre los extranjeros -Eric Landowki, Ana C. de Oliveira, Luisa Ruiz Moreno, Lincoln Guimaraes Dias- son pocos nombres de un largo listado de estudiosos que alterna con la investigación local, nunca tan numerosa. También asisten como invitados Beatriz Sarlo, Fernando Andacht, Raúl Dorra, Jorge Schmucler, Jorge Panesi. Un congreso multitudinario que recogía los frutos de las anteriores experiencias en una ciudad prestigiosa, sin olvidar una figura más que prestigiosa, Prieto. La próxima cita sería en casa de los amigos brasileros, en San Pablo.

Vale la pena detenerse para evaluar esta continuidad de eventos, algo más que un simple y oportuno planeamiento cultural y político. Importa destacar que los sucesivos encuentros propuestos en Berkeley fueron pensados en forma orgánica, ni aislada ni independientemente. El Congreso de Córdoba se presentaba como preparatorio para el Congreso de San Pablo, en 1996, a su vez preludio del de México, en 1997, siempre en territorio americano. Quedaba asegurada, en años sucesivos, una actividad programada y coherente. No fue una mera estrategia de supervivencia (por lo demás, válida). Era aunar esfuerzos y comprometer voluntades que individual y colectivamente respondían a intereses «nuestros», involucrando a todos los que quisiesen participar en acontecimientos que podían quizá contribuir, finalmente, a reafirmar esfuerzos, eliminar fronteras y vencer el aislamiento. La marginalidad periférica latinoamericana también depende de los latinoamericanos.

¿Y la AAS? Como el ave fénix, con ritmos de nacimiento, declinaciones, decaimiento y resurrección. La reorganización que estaba en acto cobra aliento, sin que eso fuese casual, en eventos internacionales, cuando los argentinos en lugar de reiterar esfuerzos para tratar de entenderse entre sí -con éxito variable-, producen sus encuentros y desencuentros frente a un tercero externo. Por lo menos en estos años lo que vigoriza no ya la investigación (que proseguía individual o grupalmente, por cierto) sino las fuerzas para el accionar colectivo fue el hecho de encontrar una inspiración geopolítica. No es un misterio que la labor pensante es tanto más rica si ahonda en vivencias ligadas a un espacio de «origen» (o a su ausencia). En todo caso a experiencias de pertenencia, vitales, no fríamente intelectuales. Sólo así se escapaba al desgaste y la repetición, enemigos número uno de la AAS.

En 1996 se realizan en San Pablo, en estrecha contigüidad, el IV Congreso de la Asociación Internacional de Semiótica Visual (IAVS/AISV)   —50→   y el III Congreso Internacional Latinoamericano de Semiótica (FELS). Muchos argentinos participan en ambos. En el primero (del 26 al 30 de agosto), importante y prestigioso, vinculado a la investigación de la Escuela de París, en la elección de autoridades de la IAVS los argentinos apoyamos, para la presidencia, la candidatura de Brasil en la persona de Ana C. de Oliveira. Una de las vicepresidencias recae en Óscar Steimberg (El Congreso siguiente en Siena, en el 98, aprobó la presidencia de un antiguo amigo de Latinoamérica, Paolo Fabbri, a la vez que Steimberg fue reelegido). El III Congreso Internacional Latinoamericano de Semiótica (del 31 de agosto al 3 de septiembre) involucraba a los argentinos más directamente. Se realizó bajo la consigna «Caos y orden. Un abordaje semiótico», organizado por la conocida eficacia de M. Lucia Santaella. Acudieron el presidente de la IASS, Roland Posner, la plana mayor del Bureau, y gran número de semióticos brasileños y extranjeros. Un congreso espléndido en varios sentidos. Más de trescientas comunicaciones en sesiones especiales se completaron con Conferencias plenarias de Haroldo do Campos, Solomon Marcus, Winfried Noth, Floyd Merrell, Thomas Sebeok, Eliseo Verón, Roland Posner. Se programaron tres Mesas Redondas plenarias, una de ellas sobre «Orden y caos a la luz de la semiosis social», con la participación de Richard Lannigan, Juan Magariños de Morentín, Boris Schnaiderman, Eduardo Peñuela Cañizal y Norval Baitello. Otra sobre «Caos y orden a la luz de la literatura y el arte», reunió a José Romera Castillo, Claudio Guerri, Rosa María Ravera y Norma Tasca. «Caos y orden a la luz de la semiosis filosófica» contó con la presencia de Gérard Delledalle, John Deely, Jerzy Pelc e Ivo Assad Ibri. La Asamblea de latinoamericanos, habitualmente portadora de novedades, elige por primera vez a las autoridades de la FELS: Nicolás Rosa en la presidencia y Lucrecia Escudero y M. Lucia Santaella en las respectivas viceprecidencias, con representantes de los diversos países del continente. Se acepta de muy buen grado el ofrecimiento de José Romera Castillo de realizar en La Coruña, en 1999, el IV Congreso Internacional Latinoamericano. A fin de facilitar la participación de los latinoamericanos en el Congreso Internacional de Dresden, organizado por la IASS, se acuerdan fechas muy cercanas entre ambos eventos.

Lo demás es historia reciente. La oportunidad de conocer suelo mexicano, para algunos de nosotros por vez primera, se dio en Guadalajara, en 1997, con ocasión del VI Congreso Internacional de la IASS, organizado por Adrián Gimate-Welsh. Una organización a prueba de infarto, superando las imprevisibles dificultades del amenazante   —51→   «tequila», formidable cimbronazo económico de 1997 que hizo trastabillar el equilibrio mundial. Quedaron unas cuantas satisfacciones. Encontrar y reencontrar amigos, el gusto de escucharnos, y el halago de ver reconocida la lengua hispánica como una de las lenguas oficiales de los Congresos Internacionales de la IASS.




5. ¿Una semiótica? varias, por suerte

Se ha dicho muchas veces. Lo repetimos todavía. Hoy menos que nunca la apertura de los discursos permite circunscribir una especificidad disciplinar autónoma. Discursos semióticos, filosóficos, hermenéuticos, deconstructivos se separan, se contradicen o alían; dialogan sin límites precisos, desconfiando de las totalizaciones y los compartimentos estancos en vistas a la posibilidad de comprensión del universo de las comunicaciones. Comprender e interpretar, mucho más que pretender explicar, intento vano. El objeto textual es el desafío que enfrenta la aspiración semiótica, empeñada en desentrañar las condiciones y los mecanismos de la producción de sentido. La matriz textual se ha constituido en lugar de tránsito, área de cruces e interferencias que fluyen y confluyen en un centro descentrado. Aparentemente congelado. La semiosis está allí, detenida, de alguna manera reificada pero disponible, apta para desperezarse y poner en marcha la máquina de la fabulación, siempre y cuando la mirada logre atrapar las diferencias, el espacio híbrido pletórico de alianzas, de pactos y conflictos. La mezcla. Nuestro patrimonio, el mestizaje.

Leemos en un libro-homenaje: «Alicia Páez se contaba entre quienes entienden que leer filosofía no debería ser una tarea de filósofos. Que el proyecto mismo de la filosofía es el de un saber que se integre, descentrándola, en la práctica de los actores sociales». No se podría estar más de acuerdo porque estamos pensando lo mismo de la semiótica, esto es, de determinada semiótica, de determinada filosofía, las que operan a través del aislamiento y la clausura. Las que sueñan con privilegios monopólicos. Desaparecidas esas arrogancias, lo que parece haberle importado a la semiótica argentina es una investigación ad hoc. En precisos y específicos territorios textuales interesa la singularidad de los textos. Es el tema de las semióticas específicas. Tenía razón Eco al distinguirlas de una semiótica general. Ésta era el objetivo de la empresa de los años sesenta, tendente a lograr la fundamentación   —52→   de una ciencia general de los signos. ¿Desapareció esa búsqueda? Se ha atenuado. Lo cierto es que ahora denuncia su impronta filosófica. También es cierto que nuestras diversas direcciones semióticas revelan, como señalamos, la necesidad de elegir las modelizaciones de acuerdo con los propios objetos de análisis. Se corren riesgos, seguramente. Si no existe la autoridad de una disciplina unitaria que legitime a priori la teoría y la metodología, ¿cuál es la garantía del esfuerzo interpretativo? ¿El éxito, la «calidad» de los análisis? Más vale dejar en suspenso ese término y acogerse a Nietzsche: no hay sino interpretaciones. Con un agregado: algunas son mejores que otras.

En nuestro país es una evidencia, y no nos parece sorprendente. Orientaciones semióticas diferentes, a veces sin vasos comunicantes, por lo menos en apariencia. Al fin de cuentas es posible apelar al mejor Wittgenstein, el de la heterogeneidad de juegos de lenguaje; cada juego con sus reglas, reglas internas al juego. En este punto algo conviene agregar en torno a la noción de texto como lugar de tránsito y de préstamos, disponible para la mirada que sepa descubrir ese contrabando privilegiado, y lo calibre. Discursividades, visualidades... Todavía Wittgenstein: «ver y decir lo que uno ve, uno de los juegos fundamentales». Uno entre otros. Es decir, la matriz textual, espacio de límites imprecisos y desflecados, zona fronteriza de movilidad fluctuante, de tráfico a medias desoculto, es continuamente traspasada por múltiples discursos que, esto no puede olvidarse, están provistos de los propios protocolos. Confluyen en dicha área delimitada, de alguna manera limitada: el texto, del que se busca, justamente, la regla interna, un sistema de sistemas. En semejante territorio de cohesión aglutinante las tradiciones textuales foráneas son puestas en juego y en jaque; invitadas a coordinarse, a limar diferencias, a entablar ensambles sin que -es lo probable- los conflictos desaparezcan (conflictos discursivos, que para la modernidad kantiana eran conflictos de facultades en ocasión de lo «sublime»).

Nada se produce, al parecer, sin la mirada y el discurso. ¿De quién, de quiénes? De eso hemos estado hablando. De operadores que han investigado, en Argentina, una semiótica de los medios, la literatura, la arquitectura, las artes visuales, el diseño, la publicidad, la gráfica, etc. La diversidad de encuadres con que esos estudios fueron y son abordados no hace olvidar el carácter eminentemente construido del andamiaje conceptual, siempre en dirección a su aplicatividad a un objeto preciso, concreto. ¿Sano empirismo? Por qué no, hasta fascinó a Aristóteles. Pero el 'punto de vista' que se escoge ya no es el del ser,   —53→   sino el del lenguaje. Dijo claramente Gadamer lo que no dijo tan claramente Heidegger: el ser que puede ser comprendido es lenguaje. Y esa conciencia fue, entre nosotros, el despegue de múltiples travesías en el espacio lógico del signo. Ejercicio de producción de sentido como construcción de significaciones, la atención alerta al resquicio, al intersticio, al «entre», con solvencia para habilitar los mecanismos pertinentes que permiten bosquejar, en un espacio de cohesión discursiva, el sistema que autorregula los equilibrios, a veces precarios, del complejo entramado textual denso de transformaciones. Un dinamismo que pone a prueba la sagacidad de los análisis y la aptitud para madurar hipótesis inventivas, teniendo bien presente el ineludible punto de vista que limita la soberbia del conocimiento, con la postulación de su carácter falible, su condición interpretante y la irremediable carencia de completud de un proceso sígnico sin término. En tal sentido la lección de Peirce es insuperable. Lejos de ser un aporte decimonónico, como declaró imprudentemente un conocido semiótico europeo, pone un pensamiento para el futuro, el mejor antídoto contra el dogmatismo.

Es posible afirmar que la semiótica argentina se tomó en serio muchas tareas. Protagonizó una operación retorno, al filtrar categorías y fecundar áreas disciplinares de las que había procedido, creando nuevos territorios del saber propensos a las mezclas, compartidos (semiótica y hermenéutica en esto coinciden). Preservó la dignidad y seriedad de una investigación respetada en nuestro país y fuera de él. Avanzó la diferencia de búsquedas autónomas y pluralistas con independencia de criterios, diversidad de intereses y heterogeneidad de posiciones. Supo llevar adelante durante décadas, no sin notorias dificultades de vario tipo que sería inútil reseñar, una labor difícil, a veces desgastante, en un país difícil, pero querible y querido. El nuestro. Argentina.




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