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ArribaAbajo16. - Si la sangre también

A partir de aquí hasta el final del libro se aprecia una ruptura con los anteriores, cambia el estilo bucólico por otros más broncos, menos tristes, más bravos, donde además aparece regularmente el toro.

El significado de este soneto y el siguiente (núm. 17), de alguna manera se complementan, hablan de la sangre, en distintas interpretaciones. En este nos habla de que si la sangre fuera como el cabello que se pone cano por el paso del «tiempo y el dolor», su sangre roja de rubí (carbunclo del que ya se explicó su uso por Góngora) pasaría a ser pálida a causa del dolor y el paso del tiempo. Este dolor es la pena del poeta. En una segunda lectura, significaría: a causa del dolor que sufre el poeta, su sangre perderá el color rojo rubí que tiene, y pasará a un color más pálido o canoso, o sea, perderá su color vivo.

El segundo cuarteto puede ser consecutivo del anterior, como anda de fiera en fiera (segunda lectura: de hembra en hembra), su sangre ya no está fría, porque el frío «no se ocupa de ello» (no se ocupa de enfriarla).

Los dos tercetos encabalgados del más puro barroquismo, son otra versión diferente del mismo significado del primer cuarteto: Que «si el tiempo y el dolor fueran de plata» con que están fabricadas las reliquias (cáliz, candelabros, cruces), al principio nata y luego con arrugas del tiempo, a su corazón (sangre antes) se pondría «espumosas de canas y con arrugas».




ArribaAbajo 17.- El toro sabe al fin

Con este poema místico-taurino, posiblemente influenciado por los trabajos que Miguel hacía para la Enciclopedia de los Toros de Cossío, el poeta se transfigura en toro astado, no en vano se crió entre los cuernos de las cabras. Como algo molesto, feo, agresivo, peligroso. El macho, el semental o cabrón, es un animal tan bravo como el toro, en las épocas del celo se le coloca una especie de esterilla en sus genitales para que no copule cuando a ellos les apetece, sino cuando al amo le interesa.

Otras veces su amor es una fiera hambrienta, un toro que presiente, que sabe al fin del ciclo de la vida, que el sabor de la muerte es el de un vino, un vino venenoso y mortal que rompe el equilibrio, el estado de vigilia, el normal desenvolvimiento de la vida cotidiana. La muerte es el accidente de la vida. Este cuarteto es de un surrealismo elevado y filosófico, no en vano fue amigo de la filósofa veleña María Zambrano39, autora de «Un saber sobre el alma».

Los dos tercetos encabalgados representan la ilustración:


[...] que el cotidiano cáliz de la muerte,


(v. 10.)                



editado con un turbio acero [de espada].


(v. 11.)                



vierte sobre mi lengua un gusto a espada [...]


(v. 13.)                


Vemos, cómo el vino primer cuarteto es la espada mortal.

El toro sabe




ArribaAbajo 18.- Ya de su creación

Es un poema propio del conceptismo del Siglo de Oro, oscuro y tétrico. Juan Cano Ballesta (2002, 105), en la nota 19, expone: «se observa aquí la continua tendencia al cultismo y la fobia por lo vulgar cuando "materia" sustituye a "madera" (v. 4), "talador " a "leñador" (v. 6) [...]».

La formula adverbial «Ya de su...», hoy en desuso, fue utilizada por los conceptistas del Siglo de Oro. Góngora escribió en el poema «La Plaza»: «ya de su venganza horrenda». Lope de Vega en «Los cinco misterios de la pasión...» escribe un verso: «ya de su ropa Cristo despejado». Lo mismo ocurre con la fórmula dubitativa adverbial del segundo cuarteto y el primer terceto: «Ya, tal vez», nos lo presenta como una posibilidad, que no está seguro, equivale a quizá/s, sin embargo, al utilizar la fórmula antigua consigue el poeta invocar el cinismo más real del barroco. Con estas fórmulas adverbiales arcaicas nos traslada a retrotraernos al tiempo pretérito, en un parangón de aquel Siglo de Oro glorioso y los tiempos que se viven en la España de finales de 1935.

El primer cuarteto lo interpreto como que algún sereno campesino, no sabemos quién, en algún lugar desconocido, construye su caja o ataúd, sin él saberlo, en cuya caja le enterrarán en la tierra umbría (símbolo de luto) que «está dispuesta / a recibir mi adiós definitivo». Toma el poeta una posición de espectador sobre los preparativos de su propio y próximo funeral.

La caja de madera en la alhaja del primer verso. El ataúd está formado por la geometría de las tablas, pliegos de madera aplanados, de uno de los cuatro ejemplares de árboles descritos: algarrobo, haya, roble y pino. Un leñador o talador cortó el árbol con instinto criminal, que es lo que significa el verso 6: «el talador con ímpetu asesino», argumento posee connotaciones de acción alevosa contra el medio ambiente, al considerar un asesino a los que cortan árboles, un criminal, pues se duele de los árboles cercenados.

Todos los dos cuartetos y dos tercetos empiezan con «Y», que nos sugiere la silueta de un árbol con copa de cuya madera se construirá su caja, o la de un hombre tendido con los pies abiertos. Madera reducida a la geometría rígida y estricta de un ataúd, más que material, espiritual de las formas.

Al final ya desaparece esa probabilidad, y la muerte con «mi adiós definitivo» nos la presenta con «y cierta y sin tal vez», (v. 12) porque la tierra está dispuesta a recibirle como si fuera un hijo pródigo que regresa a donde salió.

La ilustración para la lámina representa a una tosca caja abierta y protegida por las raíces de un algarrobo vigilante sobre una colina solitaria que espera al poeta para darle sepultura.

Ya de su creación



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