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ArribaAbajo [XX] (Surco)

Esta octava real muy bien se podría llamar: (La siembra del trigo). Que es lo que nos quiere comunicar.

Los tres primeros versos se refieren a la labor de arar la tierra. El primero «Párrafos de la más hiriente punta, / si la menos esbelta», nos encontramos que un arado («hiriente punta»), con la vertedera («menos esbelta»), levanta la tierra («ya se rizan»), como rizos o tirabuzones por acción la vertedera, a su vez tirado por «de la yunta». Que muy bien podrían ser los bueyes a los que tanto alude Miguel en su poesía, y nos recuerda el poema «El niño yuntero» de Viento del pueblo, en versos 45-48 como «Lo veo arar los rastrojos, / y devorar un mendrugo, / y declarar con los ojos / que por qué es carne de yugo». O también en versos 5 y 6 de «Vientos del pueblo me llevan», «Los bueyes doblan la frente, / imponentemente mansa [...]». Al arar se cavan los surcos en la tierra, que serán paralelas en la octava real XLI.

En el verso 4 y 5: «verdes sierpes ya trémulas de roces / y rocíos», se refiere a las espigas del trigo, ya se sembró y han crecido las espigas que se cimbrean como sierpes por el roce de los vientos y el rocío de las mañanas.

En los versos 5 y 6: «La mano que las junta, / afila las tajadas», vemos cómo el segador junta las mieses con una mano y con la hoz va haciendo tajadas cuando las corta próximas a la raíz. El segador desea que acabe la jornada «a la luz en torno», a la tarde es cuando la luz solar entorna la puerta del día, es decir, al crepúsculo ya que las jornadas eran de sol a sol, y sobre todo en los meses del estío, tiempo de la siega. Luego hará gavillas con las arqueadas mieses, las trillará en la era, hará la masa del pan con la harina y la cocerá en el horno. Así se cierra el ciclo del trigo, desde arar la tierra hasta llegar al pan. Al panadero y al horno les dedicará las octavas XXII y la XXXV.

Tres veces aparece la palabra: «ya», las dos primeras como adverbio de tiempo: «ya se rizan, ya trémulas», y la tercera como una conjunción distributiva «con el deseo ya», ya dispuesto, ya preparado.

Las espigas aparecen en la portada del libro de Viento del pueblo, como una reivindicación del trabajo de los agricultores en una España eminentemente agrícola. En Viento... aparecerán poemas como «Campesino de España» que en los versos 57-58 nos dirá: «La salud de los trigos / sólo aquí huele y arde». Miguel estaba marcado por un destino trágico, durante la guerra civil estuvo en los frentes animando a los soldados con sus poemas, Líster escribió que «una poesía capaz de llegar al corazón de los soldados valía más que diez largos discursos». Estuvo en el «Altavoz de Jaén» con Herrera Petere, eran amigos cordiales, y también de su mujer Carmen Herrera. Petere escribió «Jaén de la verde oliva», y Miguel el poema «Aceituneros».

En la ilustración dibujo en primer término unos surcos recién arados por una yunta y el labrador que la dirige, las montañas a la penumbra del atardecer con la luz del sol entornada o medio cerrado entre las montañas, un sol medio cerrado en el crepúsculo. Dedicado a Adolfo Pérez León, autor de un retrato al natural a la aguada realizada en 1939.

El surco



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