Empieza el poeta
describiendo «un paisaje sin mantel de casa / gris
[...]». El paisaje gris es el hogar pobre y triste donde no
hay qué comer. Gracias al título de la octava vemos
en la cocina o comedor una mesa solitaria, sin mantel, aunque
también hemos de advertir que en la mayoría de las
casas de aquella época no se usaba el mantel, además
las mesas eran cortas de patas, y por lo general un mueble
rústico o castellano como también se denominaba el
estilo. Continúa con «pastos
pobres»
, si los pastos son pobres, el ganado es escaso y
por lo general no se comerá carne. En «la colina escasa / de trigo»
, nos
quiere decir que sobre la mesa no hay pan. En «los cristales»
no corrientes, se
puede referir, bien a que los vasos están vacíos o
que el porrón de cristal, que antiguamente se usaba y se
colocaba en las mesas a la hora de comer, está vacío,
no tiene vino, porque lo usual en un hogar es que esté el
porrón lleno o haya una botella de vino y sus vasos.
Los cuatros versos
finales significan una esperanza, se ha «fustrando [sic] el gris»
, ahora bien,
se ha frustrado el triste dolor de las gamas grises. Aquí
hemos de recordar la anotación de Sánchez Vidal:
«al imprimir el libro le enmendaron lo
que creyeron que era una falta, pero MH, en la fe de erratas,
corrigió enérgicamente, indicando que debía
decir "fustrando", y entiendo que hay que respetar la voluntad del
poeta».
En esta segunda
parte cambia la situación de la mesa y aparecen los «colores agradables a los dientes»
, en
una sinestesia, los dientes no pueden recibir el estímulo de
los colores, pero sí el sabor de la fruta de colores, bien
sandía, granadas o higos. El comer alegra el hogar, y el
paisaje gris del hogar pobre (mesa pobre) cambia o «enconan el paisaje de destellos»
(v. 7), se alegra, o sea, el paisaje de
la mesa se irradia en destellos de cohetes.
La única
explicación asociativa que puedo hallar en la
metáfora del último verso: «y se obra un cigüeñal de
ávidos cuellos»
, es la de tomar «se obra»
, por se levanta o se hace un
nido, donde los polluelos de cigüeña, hambrientos,
sacan los «ávidos
cuellos»
fuera del nido, abren los picos esperando a que
llegue la cigüeña madre con algo para comer. Nos
presenta a los polluelos de cigüeña en similitud a los
niños hambrientos.
En la ilustración a esta octava vemos un nido de cigüeñas encima de una mesa desvencijada con una pata rota, una mesa pobre, donde vemos a los polluelos de cigüeñas, a los que me gustaría bautizar con un nombre nuevo, ¿qué tal «ciguatos» como gurripatos?, que me perdonen los biólogos y académicos. Estos tres «ciguatos» creen, por efecto de la impronta, en que algunas aves efectúan respuestas estereotipadas frente a ciertos objetos, que la luna es su progenitora, al verla salir abren los picos con avidez, y la luna se compadece de ellos y les alimenta con sus rayos de luna nueva.