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Sintaxis narrativa y valor semántico en el enxiemplo XXVII de «El conde Lucanor»1

María del Carmen Bobes Naves

(Universidad de Oviedo)

En el capítulo anterior hemos analizado la estructura general de los exemplos de El conde Lucanor, cuyo valor semántico queda manifiesto a través de tres sistemas sémicos diferentes: el lenguaje sapiencial de los viessos, el lenguaje literario de la anécdota y el lenguaje funcional que expresa la acción del conde en la práctica: el consejo.

Prescindiendo ahora del marco general y común a todos los exemplos, nos limitamos al estudio de las funciones y su distribución en el relato XXVII: De lo que contesçió a un emperador et a don Alvar Háñez con sus mugeres, comparándolo con el exemplo XXXV: De lo que contesçió a un mançebo que casó con una mujer muy fuerte e muy brava2.

El relato XXVII incluye dos historias para ejemplificar literariamente sendos modos de relaciones matrimoniales: la incompatibilidad más radical y la concordia más absoluta entre marido y mujer. El conde Lucanor ha pedido a Patronio su parecer sobre la conducta de dos hermanos que, según él, se comportan demasiado sumiso el uno y demasiado enfrentado el otro, con sus mujeres respectivas. Las dos maneras de actuación resultan incómodas, por lo extremosas, para las personas con quienes tratan los matrimonios.

Patronio advierte que son dos problemas y, por ello, va a contestar con dos ejemplos (estos exiemplos son dos et non vos los podría entramos dezir en uno, 156). En realidad es un exemplo con dos historias, por lo que a nivel sintáctico tiene necesariamente una estructura doble, semejante a la que presentan dos oraciones coordinadas que tengan el mismo contenido semántico, una positiva y otra negativa. Patronio cuenta la historia del Emperador Fradrique y su mujer la emperadrid, y después de advertir que es una situación contraria (mas a don Alvar Háñez contesçió el contrario desto, 160), la de Alvar Háñez y su mujer, doña Vascuñana. Los personajes son diferentes, las anécdotas son contrarias en una y otra historia, pero el significado de las funciones y el valor de los actantes es el mismo para ejemplificar la misma norma, por vía positiva y por vía negativa, respectivamente.

A pesar de que Patronio dice que no podría contar ambos ejemplos en uno, teóricamente es posible una estructura diferente, ya que, por contraste o por transformación, pueden englobarse las dos historias en una: dos situaciones, por muy dispares que sean, por muy distinto desenlace que tengan, pueden dar lugar a historias que enfrenten a dos personajes en un tiempo paralelo, o que sucedan a un sólo personaje en tiempos sucesivos. Es más, no sólo es posible teóricamente esta otra estructuración, sino que, sin salimos de El conde Lucanor, la encontramos realizada en otro relato que, curiosamente, tiene el mismo tema: las relaciones matrimoniales. Es el exemplo XXXV en el que la mujer, que tenía maneras «malas e revessadas» (188), como la emperadrid3, se vuelve buena et cuerda, como doña Vascuñana (fue aquella su muger muy bien mandada et ovieron buena vida, 192). En un solo ejemplo se incluyen, pues, las dos situaciones: una mujer con la que resultaría imposible convivir se transforma en una encantadora mujercita que vela el sueño de su marido.

Un mismo tema puede, pues, estructurarse sintácticamente en formas muy diversas, sin que pierda el significado ni el valor de «modelo» positivo o negativo de una conducta.

La significación de los dos exemplos (XXVII y XXXV), tal como se recoge en los viessos finales, es un consejo para una conducta prudente en el primer día de vida matrimonial:

XXVIIEn el primero día que omne casare deve mostrar qué vida a de fazer o cómmo a de pasar (168).
XXXVSi al comienço non muestras qui eres nunca podrás después quando quisiéres (192).

La moraleja es idéntica y viene a confirmar que el autor considera a los dos exemplos como paralelos en el nivel semántico, al menos en el sistema sémico del lenguaje «sapiencial». Sin embargo, vamos a demostrar que la relación entre el significado de los viessos y el significado de la anécdota no se establece de la misma manera para uno y para otro. En uno de ellos, en el del mancebo, los versos son el resumen del relato; en el otro, en la historia del emperador y de don Alvar Háñez, no son los versos finales el resumen lógico de la anécdota. El paralelismo, evidente en la moraleja, no se consigue en el relato en el nivel semántico, aunque sí en la sintaxis narrativa, con lo que viene a quedar demostrada la independencia de los niveles de análisis.

Los viessos del exemplo XXXV resumen perfectamente la significación de la anécdota: si alguien quiere casarse con una mujer de maneras «revessadas», fuerte y muy brava, debe tomar precauciones desde el primer día para asegurar la armonía, y así lo hace el mancebo, cuya conducta es evidentemente un canon positivo. La anécdota subraya la oportunidad de la actuación en el primer día del matrimonio, y para destacar esta circunstancia temporal se contrapone la misma conducta (matar a un animal doméstico para amedrentar a la mujer) del suegro, pero ya no sirve de nada, porque no está a tiempo, ha pasado su oportunidad, según la moraleja que se mantiene en el relato.

Por el contrario, en el exemplo XXVII no hay una correlación entre la historia que se cuenta y la moraleja en que se resume. De la historia del emperador Fradrique y de la historia de don Alvar Háñez no se deduce que sea conveniente actuar de una manera determinada y precisamente el primer día del matrimonio, lo que se deduce como consejo general de las dos historias es la necesidad de elegir bien a la mujer, de conocer antes de casarse sus maneras. La desgracia del emperador no deriva de su actuación en el primer día, sino del mal carácter de la emperatriz, que él desconocía al casarse con ella; y la buena ventura de don Alvar Háñez es consecuencia directa de su prudencia al elegir una mujer de buenas maneras.

El mancebo, que ya conoce las mañas de la moza fuerte y brava, obra en consecuencia y sigue desde el principio la conducta adecuada para hacerla cambiar. Don Alvar rechaza a las mujeres que no le convienen y se casa con mujer de buen entendimiento y de buenas maneras. La prudencia del mancebo se manifiesta en su actuación; la de don Alvar en su elección.

Tanto el mancebo como don Alvar fueron cautos en razón de los fines que perseguían: el mancebo quiere casarse con mujer rica, y pasa porque sea revessada porque sabe cómo hacerla cambiar; don Alvar, que ya es noble y rico, busca mujer de buenas maneras, no tiene por qué arriesgarse con una «revessada», o poco prudente. Por el contrario, el emperador busca una doncella «de muy alta sangre, según le pertenesçía», pero «non sopo ante que casase con aquella las maneras que avía» (157). Es evidente su falta de prudencia, sin embargo, en el exemplo se castiga a la emperadrid, sin que haya alusión alguna a la falta de prudencia del emperador.

Son ejemplos de conducta ejemplar (sirven de exemplo) el mancebo y don Alvar, y es negativo el ejemplo del emperador, que se casa sin saber cómo es la moza, y, una vez casado, ya no puede hacer nada, ni el primer día, ni después.

El paso de la significación literaria de la anécdota a la significación sapiencial de los versos no está justificada por igual en los dos relatos. Está lógicamente conseguida en el exemplo del mancebo. De la conducta del mancebo se deduce lógicamente que

Si al comiendo non muestras qui eres nunca podrás después quando quisieres (192) sobre todo al contraponer los resultados de la acción del mancebo y de su suegro, como ya hemos advertido.

De lo que se nos cuenta de don Alvar Háñez y del emperador Fradrique y sus respectivas mujeres no se deduce lógicamente que

«En el primero día que omne casare deve mostrar qué vida a de fazer o cómmo a de pasar».

(168)



No resultan estos versos resumen de las dos anécdotas que cuenta el exemplo. De ellas podría deducirse algo así como lo que enuncia el refrán: «Antes de que te cases / mira lo que haces», pero no la otra norma.

Tanto el exemplo XXXV como el XXVII incluyen anécdotas que sirven de investimiento semántico literario al tema de las «relaciones matrimoniales», y pretenden dar consejos de conducta práctica a los hombres, pero el planteamiento y el significado son muy diversos, a pesar de la coincidencia de los viessos de las moralejas finales.

Al proceso de la conducta del marido en el primer día del matrimonio precede un proceso de conocimiento, que se considera fundamental, ya que condicionará las relaciones y la conducta futura de la mujer.

El planteamiento de las relaciones entre marido y mujer se basa en el modo de ser de la mujer y en el conocimiento que de ella tenga el marido, así como de las posibilidades de cambiarla, que parece ser están limitadas al primer día: los intentos del suegro del mancebo fracasan y los intentos reiterados del emperador fracasan también. Teóricamente tales relaciones quedan incluidas en el esquema siguiente:

Esquema

Una vez planteadas las premisas y teniendo en cuenta las posibilidades de desarrollo y desenlace del esquema, no hay dificultad en incluir las tres historias en un relato, en el que, por ejemplo, tres maridos cuentan: 1) cómo ha elegido una mujer de buenas maneras y, en consecuencia, lleva buena vida; 2) cómo ha elegido una mujer rica, pero de malas maneras, y cómo ha conseguido hacerla cambiar, y 3) cómo se casó sin conocerla, cómo resultó revessada y cómo tuvo que matarla, porque no cambió, por más que él hizo para conseguirlo.

Don Juan Manuel no sigue este esquema único, que sería válido también, y reparte esta materia narrativa en dos exemplos: en uno cuenta el caso número dos (es el relato del mancebo que casó con mujer brava); en otro contrapone el caso uno (de Alvar Háñez) y el caso número tres (el del emperador Fradrique).

En el caso uno nos cuenta que un mancebo sabía que la mujer era revessada y pudo prevenirse actuando convenientemente para cambiarla desde el primer día. En el otro relato cuenta detalladamente la conducta de las mujeres, la de buenas maneras y la revessada, después del matrimonio. Explica muy poco de la conducta del emperador Fradrique antes del matrimonio, ya que no conocía a su mujer, y cuenta por extenso cómo don Alvar Háñez tenía, cuando se casó, la seguridad de las buenas maneras de doña Vascuñana. Es de notar que, a pesar de que se da mayor extensión a la conducta después del matrimonio, lo decisivo para contraponer los dos relatos es el proceso de conocimiento anterior al matrimonio.

Cada creación literaria es la realización de una de las posibilidades teóricas que ofrece un esquema general elegido previamente, del que, por tanto, es una variante.

En estos relatos que analizamos, el esquema general es la oposición «marido-esposa», que puede traducirse en buenas o malas relaciones, o en una transformación malas > buenas, es decir, respectivamente, la historia de don Alvar Háñez, la historia del emperador Fradrique y la historia del mancebo. Hay otra posibilidad teórica: la transformación malas > buenas relaciones, pero, dado el carácter pragmático de El conde Lucanor, no es probable su desarrollo. Efectivamente, don Juan Manuel no ha incluido esta variante en su colección de relatos. Podría tener cabida como ejemplo negativo, como la historia del emperador; en todo caso, sería otro tema: la necesidad de cambiar para sobrevivir, por ejemplo.

El esquema sintáctico general es, pues, el mismo para las tres historias, que son simples variantes, para las que el autor elige un investimiento semántico adecuado, las circunstancias y los actantes: emperador, don Alvar, mancebo; tres tipos de mujer; los rodea de familia, de cortesanos, de amigos; elige también las funciones concretas y su motivación inicial: deseo del mancebo de salir de la pobreza; deseo de casarse con mujer sensata, por parte de don Alvar; deseo de casarse con doncella de alta sangre, del emperador.

El exemplo XXXV, una vez planteado en sus términos, funciones y actantes, sigue lógicamente hacia su desenlace y culmina en los viessos finales que sancionan la conducta del mancebo como norma de conducta válida en general.

El exemplo XXVII reúne dos historias en una estructura sintácticamente coordinada, o, mejor, yuxtapuesta y semánticamente contraria. Una historia sigue a la otra sin que entre ellas exista una relación de subordinación en la sintaxis narrativa, por enclave de funciones, por persistencia de los actantes, por sucesión en el tiempo..., no hay nada de esto, las dos historias son, desde el punto de vista sintáctico, independientes y autónomas4.

Semánticamente son opuestas, ya que una ofrece el ejemplo de cómo actuar y la otra de cómo no actuar en la misma circunstancia: la elección de mujer. La norma sería: «actúa como don Alvar Háñez», «no actúes como el emperador Fradrique», y en un esquema más general vendría a coincidir con la norma de todos los exemplos: «debes actuar con prudencia: como don Alvar, no como Fradrique».

La estructura sintáctica del exemplo es, pues, doble, por elección del autor, no por imposición del tema como parece deducirse de la afirmación de Patronio: estos exiemplos son dos et non vos los podría entramos dezir en uno. Dos anécdotas completamente diferentes en su discurso (diferentes funciones, diferentes actantes) se reúnen en un solo exemplo mediante la figura retórica del contraste: la primera es la obstinación de una mujer hasta el punto de resultar imposible la convivencia y no dejar otra salida que su muerte; la segunda es la sumisión más incondicional de la mujer al marido hasta el punto de negar lo evidente:

La independencia del nivel semántico respecto al sintáctico vuelve a confirmarse: el contraste en el significado no implica contraste en la sintaxis, ya que uno y otro relato tienen una distribución paralela y reiteran, como rasgo de estilo de su sintaxis narrativa, la repetición de las funciones por tres veces, pero bajo investidura semántica diversa.

El tema es, como ya hemos repetido, el de las relaciones matrimoniales. La historia del emperador se inicia con una situación de desarmonía a causa de la actitud de la emperatriz. El marido intenta todo lo posible para hacerla cambiar, y fracasa, porque ya no está a tiempo, y el único camino para terminar con aquella tensión será la muerte de la culpable. En la lógica de El conde Lucanor es culpable el marido, porque no ha buscado mujer de buen entendimiento, o porque no ha actuado convenientemente el primer día del matrimonio y, sin embargo, parece redimirse por sus intentos de conciliación que fracasan una y otra vez, dada la obstinación de la mujer.

Las funciones se presentan por triplicado, de modo que el relato parece avanzar con lentitud, con reiteraciones y análisis de todas las posibilidades. Planteada la situación de desarmonía, caben tres soluciones: cambio de la mujer/separación/muerte. Sólo después de comprobar reiteradamente la imposibilidad de las dos primeras, se llega a la tercera. Se busca la armonía, fracasa; se intenta la separación canónica, es imposible. Se llega a la única posibilidad de transformación: la muerte de la emperatriz.

El esquema triple será una constante de todo el relato, en todas las funciones. La única secuencia que las engloba se alarga al repetirlas, pero se trata de una secuencia simple:

Secuencia simple

La secuencia principal y única está planteada, como tantos otras de los exemplos de El conde Lucanor, sobre una función inicial de carencia, una segunda de medios para superar la carencia, y una tercera, el desenlace, que invariablemente es de fracaso, si se ha actuado sin prudencia, o de mejora, si se ha actuado con prudencia (se contraponen por esta función última, la secuencia de la historia del emperador y la del mancebo). Cada una de estas funciones se manifiesta por triplicado y contrapuestas por los sujetos:

Funciones

En el segundo medio: la separación, se introduce un enclave que preludia el paso al desenlace, y que podría tomarse como primera función de una secuencia secundaria (posibilidad de cometer un delito con impunidad/comisión del delito/impunidad), pero no es necesaria para que continúe la acción. El Papa dice que no puede separar a los esposos, pero puede perdonar los delitos cuando ya estén cometidos, no antes de cometerlos. El emperador cuenta, pues, con la actitud de oposición sistemática de su mujer, con la imposibilidad de la separación y con la promesa de perdón, si la mata. Por otra parte, y probablemente para diluir su responsabilidad, de esa situación se derivan grandes males no sólo para el emperador, sino también para sus súbditos: casi tiene el deber de salir de ella. Todo conduce hacia la misma salida y, sin embargo, no se cita expresamente la palabra «muerte», mientras se está viendo venir por la lógica narrativa más elemental: está latente desde el momento en que se advierte que no hay otra posibilidad de cambiar aquella situación (desque otro cobro non podieron fallar, 158). Sólo al final se citará la muerte, cuando ya es inevitable.

Se trata nada menos que de justificar un asesinato como «conducta prudente»; no nos extraña que don Juan Manuel dé vueltas a las funciones e insista otra vez en la función medios, que se repite por triplicado de nuevo, en otro orden:

Funciones: Orden

Ni el Papa debía haber sugerido el delito, ni el emperador tenía que haberlo preparado, aunque sea en forma indirecta, ni la emperatriz debía utilizar el veneno, advertida como estaba por su marido y por los cortesanos. Ella consuma su destrucción, pero el Papa la sugiere y el marido la prepara, conociendo a su mujer. La obstinación de la emperatriz es la causa inmediata de su muerte: ni el consejo, ni las amenazas, ni la experiencia de otros, nada la hace cambiar, y cuando la coge «la rabia de la muerte, ella repintiérase si pudiera, mas ya non era tiempo en que se pudiesse fazer» (160).

Analizando el nivel verbal, encontramos de nuevo la disposición triple en la acción del emperador, que quiere hacer cambiar a su mujer por ruegos, por amenazas, por talante, tanto la primera vez, antes de la visita al Papa, como la segunda: por falagos, por amenazas, por conseios. También cobra triple investimiento semántico, a nivel verbal, la oposición entre el marido y la mujer, que se repite:

  • el emperador queríe bien / ella desamava
  • el emperador tomava plazer / ella tomava pesar
  • el fazié algo / ella fazié lo contrario.

La oposición inicial (marido vs. mujer) se manifiesta, como puede comprobarse, en la acción (él hacía/ella no hacía) y en los modos de acción (él tomaba placer/ella tomaba pesar), pero no está planteada en la atribución: sabemos que la emperatriz era revessada, pero no sabemos cómo era el emperador. Para el relato, dada la posición de don Juan Manuel y de la época en general respecto al papel de la mujer en el matrimonio, no resulta pertinente el que la oposición se establezca sobre el defecto de uno o de los dos. Se da por supuesto que la desarmonía en el matrimonio procede de la actuación de la mujer; no sería verosímil un marido «revesado». Desde el punto de vista de la emperatriz, el que se opone es el emperador.

La reiteración de funciones, de acciones y de modos de acción tiene un valor significativo. No se incluye en el relato todo aquello que se da por supuesto en la mentalidad de la época, por ejemplo el papel de la mujer respecto al marido o respecto a los padres; don Juan Manuel economiza medios. Por eso puede deducirse que todo lo que está en el relato cobra un significado. Las repeticiones no dan información nueva, reiteran la que ya se conoce, pero pueden tener la finalidad de convencer al lector de que se han agotado todos los medios para hacer cambiar a la emperatriz y de que la situación había llegado a un límite del que era imposible salir. Bastaba decir, como información, que el matrimonio se llevaba mal, que el marido había hecho todo lo posible para cambiar las relaciones y que ha fracasado siempre, y lo mismo han fracasado todas las personas que lo han intentado, dada la obstinación de la emperatriz, pero en el discurso se repiten, bajo formas variadas, todas estas afirmaciones:

  1. Oposición (se llevan mal marido/mujer)
    1. él quiere comer — ella quiere ayunar
    2. él quiere dormir — ella quiere levantar
    3. él quiere algo — ella quiere lo contrario (Resumen)
  2. Medios para cambiar la situación de oposición
    1. por ruegos — por falagos (variante)
    2. por amenazas — por amenazas (repite)
    3. por talante (Resumen) — por consejos, por desengaños (variante)
  3. Sujetos de la acción, que invariablemente fracasan:
    1. el emperador (fracasa en el propósito de hacerla cambiar)
    2. el Papa (no puede anular el matrimonio)
    3. los cortesanos (no pueden convencerla del cambio)

Además de triplicar las funciones y los sujetos, la última vez resume las acciones o generaliza mediante un colectivo al actante, con la finalidad de alcanzar redundantemente el significado indirecto que capta el lector: la única posibilidad de transformar aquella situación es la muerte de la emperatriz.

El relato está hecho desde el punto de vista del emperador (actante-protagonista del relato) y sus acciones van dando materia narrativa: él es el que elige mujer, el que intenta cambiarla, el que va al Papa, el que prepara la muerte de la emperatriz. El autor parece querer liberarlo de culpa al disponer las funciones de modo que no tiene opción y, sin embargo, esta significación no se confirma en los versos finales, que le acusan directamente: su conducta en el primer día del matrimonio no fue la adecuada para conseguir una vida de paz con su mujer y es la causa directa de su desventura. Esta significación de los viessos se confirma al contraponer su historia con la de don Alvar Háñez, cuya ventura proviene de su prudencia al elegir mujer.

Insistimos, pues, en que no hay un paralelismo entre el significado del sistema literario y el significado del sistema sapiencial que recogen los versos. Cualquier formulación que se dé al consejo que deriva de la anécdota del emperador Fradrique parece que debe ser aplicable a la emperatriz, ya que ella es la que puede cambiar, él no. Al emperador se le presenta la acción sin nudos, ya que en ningún momento le es dado elegir entre dos soluciones: ni está en su mano hacer cambiar a la mujer, ni está en su mano separarse de ella. El relato avanza progresivamente sin que una decisión del emperador pueda hacer cambiar nada.

Atendiendo a este aspecto, la verdadera protagonista sería la emperatriz, ya que puede elegir: el cambio estaba en su mano. Podía seguir siendo revesada, o podía cambiar por los ruegos de su marido o de los cortesanos. Como ha elegido lo primero, la lógica narrativa lleva a un desenlace de muerte.

Los consejos que pueden derivarse de la anécdota, tal como se presenta, son dos: uno para los maridos, otro para las mujeres. El primero podría formularse, más o menos, así: si la mujer te sale revesada, mátala; el segundo, si eres revesada, cambia, pues en otro caso te destruirás tú misma. Ninguno tiene nada que ver con el consejo que deduce don Juan Manuel en sus versos.

La contraposición entre la historia del emperador Fradrique y de don Alvar se establece desde la etapa anterior al matrimonio, desde el momento de elección de esposa. Todos los detalles que se cuentan de los dos matrimonios no son más que confirmación del presupuesto inicial: la necesidad de elegir la esposa con prudencia.

La historia de don Alvar se opone a la de Fradrique y a los presupuestos de ésta. El emperador, al comenzar el relato, está ya casado, de modo que la elección de su mujer está fuera del discurso (non sopo ante que casasse con aquella las maneras que avía, 157). Don Alvar, por el contrario, quiere saber antes de casarse qué maneras tiene la mujer, porque quiere asegurar la armonía en su matrimonio. En su historia la secuencia de la elección es la más importante y la única funcional:

  1. deseo de casarse (función de carencia)
  2. pruebas para elegir una buena esposa (función medios)
  3. acierto (función de desenlace de mejora).

Con el acierto (desenlace de mejora) termina la secuencia de Elección y podría el relato terminar con la frase «ca siempre ella quería et le conseiava lo que era su pro et su onra» (163), que da testimonio del acierto. Todo lo que sigue no supone avance en la información, únicamente viene a demostrar lo mismo que esta función ya ha adelantado. No hay nuevas secuencias, no hay nuevas funciones, sólo reiteraciones y confirmaciones de la función desenlace.

Ya en otro exemplo hemos comprobado que don Juan Manuel no cierra el discurso cuando cierra la trama, le gusta seguir para explicar al lector lo que podemos llamar «efectos pragmáticos». Desde luego, en la estructuración general de los ejemplos se incluye una dimensión pragmática: el conde Lucanor lleva a la práctica el consejo que se deriva de la anécdota y que se formula en los versos y se falla ende bien: todos los exemplos están confirmados como válidos, todos están verificados y por eso se han incluido en el libro: «et porque don Iohan se pagó desde exiemplo, fízolo poner en este libro... / et porque don Iohan tovo este por buen exiemplo, fízolo escrivir en este libro [...] et entendiendo don Juan que estos enxemplos eran buenos, fizólos poner en este libro...». Invariablemente una fórmula de este tipo corona, con los viessos, la historia.

Pero no nos referimos en este exemplo XXVII a ese pragmatismo general de la colección de cuentos, sino a la introducción en el mismo discurso de juicios o valoraciones que las conductas de los personajes sugieren a otros personajes, que funcionalmente no han intervenido en la acción. En el ejemplo del hombre que dijo que sabía hacer alquimia, después de consumado el engaño, es decir, después de la función de desenlace, hay unos personajes que juzgan al rey engañado como omne sin recabdo, confirmando la presentación que había hecho el autor al comienzo del relato (un rey que non era de muy buen recado, 123).

De igual manera, la historia de don Alvar Háñez cuenta cómo eligió mujer prudente entre las tres hijas del conde don Pero Angúrez y cómo llevan buena vida de matrimonio. Y aquí acabaría la historia, pero se dilata contando cómo las gentes juzgan la situación de don Alvar. Para ello aparece un nuevo personaje, el sobrino, que habla en nombre del posible lector, ya que cuando don Alvar Háñez le contesta, le dice: agora vos he dado la respuesta a lo que en l'otro día me dixiestes que me davan las gentes por grand tacha, 166.

Don Alvar Háñez no contesta con palabras a la pregunta de su sobrino, sino que le demuestra con hechos que su mujer merece toda su confianza, y para ello se abre una secuencia de Conocimiento que, como en relatos muy elaborados, se establece sobre opiniones:

  1. opinión desfavorable (función de carencia de conocimiento)
  2. medios para cambiarla (función medios)
  3. cambio de opinión (función desenlace: conocimiento cierto)

Insistimos en que esta Secuencia no tiene un valor funcional en el conjunto y que el relato podía terminar en el momento en que el autor afirma que una vez elegida la mujer de buenas maneras, el matrimonio tiene una vida tranquila y la mujer busca la pro y la honra de su marido. Que los demás lo sepan así, que se demuestre una, dos o más veces, no constituyen funciones que hagan avanzar al relato, son simples reiteraciones sobre la función desenlace.

La estructuración sintáctica de la secuencia de la Elección y de la secuencia de Conocimiento es paralela a la que ya hemos verificado en la historia de Fradrique. Hay triples investimientos semánticos, principalmente en la función medios.

En la secuencia de Elección puede verificarse la función medios:

  1. habla con la hija mayor → fracasa
  2. habla con la mediana → fracasa
  3. habla con la menor → acepta

Las pruebas se refieren a tres motivos: es viejo (non era mançebo), es sañudo, es sucio; además hay un resumen: et destas cosas le dixo tantas... Doña Vascuñana, la menor de las hijas de don Pero, supo contestar a todo: si es viejo, lo compensa con la honra; si es sañudo, ella procurará evitarlo; de lo tercero es mejor no hablar; y el resumen final: et a todas las cosas que don Alvar Háñez le dixo, a todas le sopo tan bien responder..., 162.

La secuencia de Conocimiento también triplica los medios:

  1. doña Vascuñana dice que las vacas son yeguas
  2. doña Vascuñana dice que las yeguas son vacas
  3. doña Vascuñana dice que el río corre hacia arriba

Después de esto no puede caber a nadie duda de que la mujer de don Alvar Háñez es de buenas maneras y procura la onra et la pro de su marido. Las repeticiones se hacen para confirmar una conclusión, de la misma manera que en la historia de Fradrique se repetía una y otra vez que la emperatriz no cambiaba por nada. El lector puede estar seguro que doña Vascuñana es ejemplo de buena esposa y que la emperatriz merecía la muerte.

De todo se deduce que no hay correspondencia entre el significado de las historias y el que resumen los versos finales. Tanto la historia de Fradrique como la de don Alvar confirman que es conveniente y hasta necesario tener prudencia al elegir esposa, el cuadro subsiguiente de la conducta de las mujeres no deja lugar para la duda. El ejemplo del mancebo, por su parte, aclara que se puede elegir mujer aunque sea torcida, si se sabe cómo conducirse el primer día.

Como conclusión, que sin duda está de acuerdo con la mentalidad de la época, pueden enumerarse varios supuestos: si la mujer es buena, todo irá bien, el marido sólo debe ocuparse de encontrar ese mirlo blanco; si la mujer es revesada, cabe una solución, que el marido lo sepa y se conduzca de forma que desde el primer día ella sepa a qué atenerse; si es revesada y el marido no lo sabe antes de casar con ella, como no puede aprovechar el primer día para hacerla cambiar, y después ya no hay remedio, sólo cabe una solución, que la mate, y luego el Papa lo perdona, y se alcanza la armonía que se buscaba. No cabe duda de que don Juan Manuel aconseja prudencia, conducta prudente en todo caso en razón de un fin, que no tiene nada que ver con la ética y sí mucho con la práctica.

De todos modos resulta inoperante el consejo de ser prudente el primer día del matrimonio tanto en la historia de don Alvar Háñez como en la del emperador. Don Alvar no necesita ese consejo porque ya ha sido prudente al elegir esposa y tiene garantizada la paz; y el emperador, por desconocimiento ha dejado pasar el primer día, y no tiene otro camino que el de matar a su mujer. Los viessos no rematan el enxemplo más que formalmente; semánticamente no constituyen una consecuencia lógica. Es lo que se deduce del análisis de la sintaxis narrativa y de su confrontación con el valor semántico en los tres sistemas sémicos en que se formula: sapiencial, literario, conductista.

 
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