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Sobre la organización de «Amalia» de José Mármol. Dos aspectos estructurales

Beatriz Curia





Aprehender la organización de Amalia supone calibrar aspectos muy disímiles. Ya he señalado en trabajos anteriores1 la importancia de la elección genérica y de las relaciones entre autor, narrador y lector como elementos estructuradores. Me detendré ahora en otros dos aspectos que inciden notablemente en la organicidad de la novela: la división en capítulos y la cronología.

El valor estructural de tales aspectos ha pasado a menudo inadvertido para los estudiosos de Amalia. Esto es comprensible, porque llegar a calibrarlos en todo su alcance requiere un trabajo analítico exhaustivo que, a primera vista y desde un enfoque global, tal vez parezca ocioso o secundario. Además, la aridez y minuciosidad inherentes a trabajos de esta índole hacen presuponer que en ellos se sacrifica la obra en aras del detalle. Sin embargo, es necesario recorrer caminos de ida y vuelta, analizar y describir cada uno de los componentes del texto, para asumirlos luego en una visión integradora que no sólo permita la cabal comprensión de Amalia sino también la de esos mismos componentes desde otra perspectiva.


Capítulos

1. La acción de Amalia se desarrolla en mil cuatrocientas ochenta y dos páginas, distribuidas en cinco partes (1480 pp.) y una «Especie de epílogo» (2 pp.)2. Partes y capítulos tienen una extensión desigual y varía el número de capítulos que incluye cada parte3:

Parte N.º de página % de páginas
por parte
N.º de capítulo% de capítulos
por parte
Extensión relativa
promedio de los capítulos
I 327 22 13 17 25,15 pp.
II 229 15 12 15 19,08 pp.
III 267 18 16 21 16,68 pp.
IV 304 21 17 22 17,88 pp.
V 353 24 19 25 18,57 pp.

El capítulo más largo es el IV, I (41 pp.). Le siguen el II, I (37 pp.), el III, III (37 pp.), el I, I (36 pp.), el III, IV (36 pp.). Los más breves son el VI, II (8 pp.), el I, III (8 pp.) y el VIII, I (9 pp.).

La extensión de partes y capítulos se relaciona con distintos factores en cuyo análisis -que requiere un amplio desarrollo- no voy a detenerme aquí: aspecto de la trama abordado en cada uno de ellos y su importancia en función del todo, número de acontecimientos que se enfocan, predominio del resumen o la escena, procedimientos elegidos, presencia de cartas, documentos y notas a pie de página.

El número de capítulos que abarcan las distintas partes está ligado con exigencias intrínsecas de la trama.

2. Los capítulos funcionan como unidades, a partir de las cuales el narrador puede avanzar o retroceder en el tiempo, abandonar a ciertos personajes para seguir las andanzas de otros, trasladarse abruptamente en el espacio, crear expectativa, marcar pausas, variar súbitamente el tono, demorarse en la exposición de sus ideas, manejar alternancias y contrapuntos, organizar, en suma, sus materiales. En el siguiente gráfico puede visualizarse la continuidad y alternancia de las acciones en cada parte a través de los capítulos:

Continuidad y alternancia de las acciones en cada parte a través de los capítulos (I)



Continuidad y alternancia de las acciones en cada parte a través de los capítulos (II)

3. Las transiciones de un capítulo a otro se producen por medio de los títulos, por sucesos o noticias generadores de nuevas acciones, por intervención directa del narrador, y/o por cambios de: tiempo, lugar y personajes; tiempo y lugar; tiempo y personajes; lugar y personajes; lugar; personajes. Los matices son variados; por ejemplo: salida de un personaje e ingreso de otro, anunciado por el título, en el mismo lugar (cap. X a XI, I); retroceso temporal no explícito, cambio de lugar y personajes (cap. V a VI, II): avance temporal explícito, cambio de lugar y personajes (cap. XI a XII, III); desplazamiento espacial de los personajes (cap. II a III, II); percepción de sonidos -detonación de armas de fuego- que abre otra secuencia narrativa (cap. VIII a IX, V); fusión a través del diálogo, interrumpido sólo por el título que anuncia una nueva secuencia (cap. XIII a XIV, III).

En general, por medio de los procedimientos ya señalados, los capítulos se van encabalgando. Cuando se produce un corte brusco, se logran determinados efectos:

  1. Destacar características, sentimientos, actitudes, etc., de un personaje: cap. III, I (esfuerzo y capacidad de Daniel); cap. VII, I (irascibilidad de Rosas); cap. VIII, I (cómica figura y precauciones de don Cándido); cap. XII, I (amor de Florencia y preocupación de Daniel por ayudar a su amigo); cap. III, III (Daniel como superhombre); cap. IV, III (Daniel como representante más activo de la nueva generación); cap. V, III (Daniel embriagado por sentimientos de amor y patriotismo); cap. VII, III (malignidad de María Josefa Ezcurra que asombra a los malos); cap. IV, IV (simpleza de Felipe Arana); cap. VII, IV (terror de don Cándido); cap. XI, IV (excéntrica comicidad de Mercedes Rosas); cap. XII, IV (Daniel como defensor de sí mismo, de su patria, de su amada y de sus amigos); cap. III, V (Rosas como sinónimo de sangre); cap. VI, V (honestidad y valor moral de los «contrabandistas de hombres»); cap. VII, V (Santa Coloma como asesino); cap. XV, V (servilismo temeroso y vocabulario característico de don Cándido); cap. XVI, V (cómica «valentía» de don Cándido).
  2. Subrayar algún aspecto de la acción, o algún factor-ideológico o compositivo que es conveniente el lector tenga en cuenta: cap. I, II (interés de Amalia por Eduardo); cap. IV, II (amor de Daniel por Florencia); cap. XII, IV (amor de Amalia por Eduardo); cap. I, IV (sociedad dividida en víctimas y asesinos; necesidad de que la novela se dedique a historiar); cap. V, IV (evaluación negativa del régimen rosista proyectada hacia el futuro); cap. I, V (todos obligados a ser facinerosos o víctimas); cap. XII, V (amenaza de muerte sobre todo un pueblo).
  3. Conmover con el pathos de una escena inmovilizada: cap. XI, III (Daniel y Amalia después de la visita de la Mazorca); cap. IX, V (Amalia desmayada tras la partida de Santa Coloma); cap. XVIII, V (abrazo de Amalia y Eduardo después de la boda); cap. XIX, V (escena final).
  4. Crear expectativa: capítulos VI, II; XII, III; XV, III; XVI, III.

Algunos capítulos abarcan una secuencia narrativa única (p. ej. VII, III). Otros están integrados por dos o más secuencias, ligadas entre sí por medio de procedimientos similares a los empleados para vincular los capítulos (p. ej. cap. I, I; XII, IV). Tres de ellos se dividen en dos apartados que encabezan números romanos (XII, II; VIII, V, y XVIII, V) y uno en tres (I, IV).

4. De manera más o menos evidente, los títulos anticipan el contenido de cada capítulo. Algunos crean una fuerte expectativa y son de carácter folletinesco: «Traición» (cap. I, I), «El ángel y el diablo» (cap. IX, I), «Preámbulo de un drama» (cap. VIII, III), «El primer acto de un drama» (cap. IX, III), «Todos comprometidos» (cap. XVI, III), entre otros. A veces, la anticipación está cargada de ironía, como «Asilo inglés» (cap. XIV, V) y «El tálamo nupcial» (cap. XIX, V): Eduardo no logrará asilo en la casa de Mandeville y el tálamo nupcial será un «lecho de sangre» (t. VIII, p. 173).

Varios son simbólicos: «El amanecer» (cap. VIII, I) -muestra el comienzo del día y la etapa inicial del terror-, «El ángel y el diablo» (cap. IX, I), «Un vaso de sangre» (cap. III, V), «Primavera de sangre» (cap. X, V). Otros, generalmente extensos, parodian títulos de antiguas novelas y anuncian siempre una secuencia cómica o satírica. Van encabezados por «Donde», «Cómo», «De cómo». Seis de ellos se vinculan con don Cándido (cap. XI, I; II, II; XIII, III: VII, IV; LV, V; XVI, V), uno con la sociedad federal (cap. X, II), uno con Mandeville (cap. XII, III), dos con Felipe Arana (cap. III y IV, IV) y uno con Mercedes Rosas (cap. XI, IV).

La inclusión de nombre de personajes (cap. V, I; VI, I; VII, I; XII, I; XII. I; I, II; VIII, II; VI, III; VI, IV; X, V; XV, V) o de precisiones temporales (cap. VIII, I; VI, II; I, IV; I, V) y espaciales (cap. I, III; V, III; VIII, IV; XIII, IV; II, V) constituye una eficaz guía para el lector. La misma función cumplen aquéllos que se relacionan entre sí -«Treinta y dos veces veinte y cuatro» (cap. III, II), «Veinte y cuatro» (cap. VI, II); «El jefe de ronda» (cap. VII, V), «La ronda federal» (cap. IX, V), etc.- e incluso llegan a formar una serie: «Escenas de un baile» (cap. VII, II), «Donde continúan las escenas del baile» (cap. X, II), «Después del baile» (cap. XII, II), «El traje de boda» (cap. XIII, V), «El velo de la novia» (cap. XVIII, V), «El tálamo nupcial» (cap. XIX, V)4.

Algunos títulos están elaborados sobre la dicotomía rosistas-antirrosistas y, salvo uno de ellos, conectan el plano ficticio con el histórico: «El ángel y el diablo» (cap. IX, I), «Cómo sacamos en limpio que D. Cándido Rodríguez se parecía a D. Juan Manuel Rosas» (cap. XIII, III); «Amalia en presencia de la policía» (cap. XV, III), «La guardia de Luján y Santos Lugares» (cap. VIII, IV), «De cómo Don Cándido Rodríguez era pariente de Cuitiño» (cap. XVI, V). El título «Patria, amor y amistad», que encabeza el capítulo XVII, IV, es una síntesis de los factores que presiden la historia central.

Dos de los títulos merecen un examen particular. El capítulo X, III, se titula «Una noche toledana». La expresión noche toledana no es hoy corriente en la Argentina. El Diccionario de la Lengua Española5 la registra como «fig. y fam. La que uno pasa sin dormir». En el capítulo de Amalia tiene este preciso significado: una noche toledana es efectivamente la que pasan Daniel Bello y Amalia ante la llegada de Cuitiño y sus hombres a la quinta. Sin descartar la posibilidad de que esta locución fuera usual en la época de Mármol, me parece evidente una reminiscencia literaria: la comedia de Lope de Vega La noche toledana (1605). Más que el hecho de que los personajes pasen la noche en vela, la obra de Lope y el capítulo de Amalia tienen en común la astucia de uno de ellos -Lisena en un caso, Daniel en el otro- para manejar a quienes los rodean y dominar con engaños una situación difícil6.

En la mayor parte de las ediciones de Amalia, el capítulo XI, IV, se titula «De cómo empezó para Daniel una aventura de fábulas». Es difícil relacionar el título con lo que acontece a continuación: Mercedes Rosas de Rivera intenta seducir a Daniel, y la aventura tiene mucho de satírico y burlesco, pero nada de fabuloso. El título colocado por Mármol es «De cómo empezó para Daniel, una aventura de Foublas»7. Remite a la por entonces famosa novela Amours du Chevalier de Faublas, de Jean-Baptiste Louvet de Couvray, publicada en París entre 1787 y 1790. La obra presenta aventuras picantes y se inscribe dentro de la típica narrativa libertina del siglo XVIII. No falta en ella algún episodio relacionado con el engaño a un viejo marido8. Las ediciones de Amalia efectuadas por Brockhaus y Garnier9 presentan la grafía «Faublas». Casi la totalidad de las ediciones posteriores -aun la más reciente10-, que se basan directa o indirectamente en alguna(s) de la(s) mencionada(s) y no en la de última mano, han corregido una presunta metátesis y el título pierde su carga alusiva y satírica.

5. Algunas variantes estructurales entre la primera edición de Amalia y la edición de última mano11, que atañen a la división en capítulos, a los títulos que los encabezan y a las transiciones entre unos y otros, demuestran que el autor buscó una organización adecuada para encauzar sus intenciones y lograr determinados efectos sobre el lector12.

Los catorce capítulos de la primera parte se ven reducidos a trece, por la supresión del capítulo IX -«La flor-del-aire y la magnolia»-, donde se satirizaba a Agustina Rosas y al general Mansilla. La intención del autor es suavizar los ataques contra los federales, especialmente cuando se trata de mujeres13. El capítulo X de la primera edición -«La risa del diablo»- es ahora el noveno y, con evidente maniqueísmo, se titula «El ángel y el diablo».

En la segunda parte se cambian dos títulos: «Biografías» (cap. VII) se convierte en «Escenas de un baile», y «Escenas del baile» (cap. X) en «Donde continúan las escenas del baile». Se logra con el cambio relacionar en una serie estos capítulos y, en el segundo caso, se adopta la fórmula característica de los títulos satíricos.

Se agrega un tercer apartado al capítulo 1 de la cuarta parte, que en alguna medida completa, con un despliegue de información y transcripciones documentales, el cuadro que el narrador viene trazando14.

El capítulo V de la cuarta parte -«Sor Marta del Rosario»-, que en la primera edición se articula en dos apartados, se desdobla en los capítulos «Así fue» (V, IV) y «Sor Marta del Rosario» (VI, IV). El primero expone una situación general y el segundo, muy breve, la ejemplifica. La cuarta parte incluye, de esta manera, diecisiete capítulos en lugar de los dieciséis originarios.

Se invierten los títulos de los capítulos X y XI, IV, y uno de ellos se modifica. «Cómo Daniel empezó a tener una aventura de Foblas» (cap. X, IV) se transforma en «Continuación del anterior», y «Continuación del anterior» (cap. XI, IV) se convierte en «De cómo empezó para Daniel, una aventura de Foublas». El sentido de la variante es sutil: Daniel no tiene una aventura libertina, sino que es Mercedes quien pretende envolverlo en ella.

Se incorporan fragmentos nuevos al final de los siguientes capítulos: VII, II (explicitación de que se abandona temporariamente uno de los hilos de la trama); II, IV (defensa de las relaciones de los emigrados en Montevideo con Francia; interrumpe la fluida transición al capítulo siguiente, pero, en cambio, robustece la posición del sector político con el que simpatiza el narrador); III, IV (disquisición sobre los hombres que ocupaban funciones públicas en la época de Rosas; impide una adecuada transición entre los capítulos, pero responde a la intención política del autor); V, IV (proyección hacia el futuro de la corrupción religiosa que acaba de describirse).




Cronología

1. Dejando de lado el epílogo, que empieza el 6 de octubre de 1840 y se abre a una duración indefinida, la acción de Amalia dura cinco meses y media hora.

La primera parte comprende el lapso determinado por el 4 de mayo de 1840, a las diez y media de la noche, y el 5 de mayo después de las seis de la tarde (en total, poco menos de veinte horas). La segunda se desarrolla entre el 18 de mayo a las cinco de la tarde y el 25 del mismo mes, después de las dos de la madrugada (en total, seis días y diez horas aproximadamente). La tercera comienza el 23 de julio, después de las nueve y media de la noche, y finaliza el 6 de agosto, pasado el mediodía (en total, trece días y unas dieciséis o diecisiete horas). La cuarta se inicia el 16 de agosto, a las cinco de la mañana, y termina algo después de las cuatro de la mañana del 1.º de septiembre (en total, unos dieciséis días). La quinta se abre el 1.º de septiembre -sin precisión de hora- y termina el 5 de octubre a las once de la noche (en total, casi treinta y cinco días).

Resulta evidente que las distintas partes abarcan un lapso cada vez más extenso a medida que se desarrolla la novela:

Parte Días Horas % del total
I 0,83 20 1
II 6,41 154 9
III 13,66 328 19
IV 16 384 22
V 35 840 49
Total 71,9 1726 100

El dato es significativo, por cuanto el número de páginas asignado a cada una no aumenta en proporción equivalente15. Hay que señalar al respecto que no todos los días -ni todas las horas- que transcurren entre el comienzo y el final de una parte son focalmente considerados16. Sucesos correspondientes al plano histórico explican la elección de algunas fechas claves en cada una de las partes: el 4 de mayo se produce el frustrado intento de emigrar de Lynch, Masón, Oliden y Riglos; el 25 de mayo se festeja el aniversario de la Revolución; el 23 de julio se vincula explícitamente con la derrota de Sauce Grande (16 de julio); el 5 de agosto Lavalle desembarca en San Pedro; el 16 de agosto Rosas marcha hacia Santos Lugares; el 6 de septiembre Lavalle se aleja con su ejército.

Entre la primera y la segunda partes existe un salto temporal de casi trece días; se tiene noticia de algunos hechos correspondientes a este lapso por afirmaciones de Eduardo en el capítulo V, II y de Daniel en el capítulo VIII, II. Entre la segunda y la tercera hay un intervalo de dos meses; acerca de lo acontecido en este lapso, el narrador proporciona un resumen al comienzo del capítulo VIII, III, y existen numerosas referencias en otros capítulos. Entre la tercera y la cuarta transcurren diez días y medio -once, explícita el narrador en el capítulo I, IV-; se conoce -a través de lo que dice la negrita espía- algo acontecido durante ese tiempo: Amalia ha partido de Barracas. Entre la cuarta y la quinta partes no existen hiatos.

2. Los datos cronológicos son abundantes y precisos. Se va pautando la cronología por información directa que proporciona el narrador, por la mención de relojes o campanadas y las horas que indican (p. ej. cap. II, I; XII, I; II, II; VIII, III; IV, III), por lo que dicen los personajes (p. ej. cap. I, I; IV, I; I, II; IX, II; II, III; XII, III; XII, IV; V, V), o bien puede inferirse de la relación que se establece entre distintos sucesos: mención de días o de horas transcurridos entre uno y otro, indicación de simultaneidad o continuidad (p. ej. cap. VIII, I; XIII, I; II, II; II y III, III; III y IV, IV; XI, V). Las excepciones a esta minuciosa cronología obedecen a información contradictoria y sólo se presentan en siete oportunidades. Cuatro se vinculan con las horas (cap. X, I, en relación con el III, I; cap. X, II, en relación con el VIII, II; cap. XII, IV, en relación con el VI, IV, y cap. XVI, IV, en relación con el XV, IV). Tres atañen a las fechas (cap. VI y VII, III, en relación con el XII, II; cap. IX a XI, IV, en relación con el XIII y el XIV, IV, y cap. XVI, V, en relación con el XIV y el XV, V). Me detengo sólo en un ejemplo: la fecha de los capítulos IX, X y XI de la cuarta parte -cuya acción es continuada- resulta ambigua. Daniel Bello solicita a Manuela (cap. X, IV) una carta que sirva a Amalia para defenderse de sus enemigos y ella la promete para el día siguiente. Cuando la carta es usada (cap. IX, V), se transcribe con la fecha «Agosto 23 de 1840» (t. VII, p. 186). En el capítulo XI, IV, Mercedes Rosas intenta comprometer a Daniel para que la visite al día siguiente. En el capítulo XIV, IV, cuya acción -según se afirma explícitamente- transcurre, al igual que la del XIII, IV, en la noche anterior al 1.º de septiembre, Amalia recuerda a su primo: «antenoche te comprometiste con esa Señora [Mercedes] a hacerla ayer una visita y oír sus memorias» (t. VI, p. 158).

3. Las precisiones cronológicas coadyuvan a relacionar los acontecimientos en una trama sin fisuras. Así, en el capítulo VII, I, Rosas recibe un pliego traído «de la campaña» por un «buen gaucho». Su lectura despierta en el gobernante un «furor salvaje» (t. I, p. 203). Poco después, Rosas afirma: «ya son las cuatro de la mañana [del 5 de mayo]» (t. I, p. 204). La explicación de quién es el gaucho y cuál el contenido del pliego no se proporciona hasta el capítulo XI de la misma parte: el hijo de Nicolasa -sirvienta de don Cándido- llega a visitar a su madre a las cuatro de la mañana del 5 de mayo: ha venido como chasque de Tucumán, con los pliegos a través de los cuales se informa a Rosas de la rebelión de Lamadrid, y hace «un momento» que los ha entregado en la casa del gobernador (t. II, pp. 78-79). La precisión cronológica vincula la ira de Rosas con el chasque y la rebelión.

4. La acción avanza linealmente. Cuando se producen retrocesos temporales, ellos se deben a la necesidad de abordar acciones -simultáneas o no- correspondientes a distintos hilos de la trama. La elección de qué secuencias son narradas en primer término obedece a razones estéticas: destacar la historia central, lograr efectos de alternancia, suspenso, contraste, énfasis, variedad. Por ejemplo, las escenas de la primera parte en la casa de Rosas (cap. IV al VII) -que permiten establecer un marcadísimo contraste entre el mundo del gobernante y el de los protagonistas de la historia central- son casi en su totalidad simultáneas con lo narrado en los capítulos anteriores y exigen un retroceso temporal. La segunda parte se abre con Amalia y su incipiente enamoramiento; se produce un retroceso de seis días para presentar actividades conspirativas de Daniel, que constituyen un hilo secundario de la historia. En la cuarta parte, el capítulo XII continúa la acción del VII: es razonable suponer que se ha demorado «El despertar del cura Gaete» para mantener el suspenso. En la quinta parte, el retroceso de los capítulos XIV, XV y XVI permite alternar lo que sucede en la quinta de Amalia con las andanzas de Eduardo y Daniel; se logra así más variedad y expectativa.

Los retrocesos y las superposiciones temporales se producen en la novela de acuerdo con el siguiente gráfico:

Retrocesos y superposiciones temporales que se producen en «Amalia»

El examen precedente muestra de qué manera la división en capítulos y la cronología inciden en la estructura de Amalia. Obviamente, ese examen debe complementarse con el análisis de otros aspectos no abordados en estas páginas, a fin de aprehender la organización total de la novela.







 
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