Su experiencia
universitaria pasa por la ciudad de Salamanca para estudiar
Leyes.
Sin embargo su
afición por la carrera militar le hace abandonar sus
estudios para alistarse en el ejército y recorrer varias
ciudades europeas. Todo ello durante el reinado de Felipe III.
Cansado de
guerrear se aposenta en Madrid dedicándose ya de pleno a la
poesía bajo el patronazgo de los señores Rodrigo
Calderón y Pedro Mesía de Toledo.
Durante un tiempo
sirvió como secretario del Duque de Lerma y fue precisamente
en esta época donde se le empezó a conocer como
«El Caballero de la Rosa» por el soneto que
dedicó a esta flor. También gozó del mecenazgo
del Conde de Molina.
No existen
referencias de sus amores a lo largo de su carrera no obstante,
aparecen en sus sonetos los nombres de Filis y Celia. Pasaba por
ser un hombre generoso que vivía modestamente.
La
publicación de sus obras empieza en el año 1619 con
el libro Varias Poesías donde aparecen 19 poemas de
su juventud.
En 1648 aparece su
poema heroico «La Invención de la Cruz» dedicado
a Felipe IV y que le dio fama y respeto por su poesía hasta
el siglo XIX. Dicho poema fue admirado por el mismo Cervantes.
Más tarde
en 1651 publica Obras Varias añadiendo a sus
primeras poesías 260 más y la tragedia
Hércules Furente y Oeta en donde ya se adivina el
padecimiento de la enfermedad que le estaba paralizando.
Víctima de
la misma muere en Madrid en 1658.
- I -
A la rosa
Esta a quien ya se le
atrevió el arado,
con púrpura fragante
adornó el viento,
y negando en la pompa su
elemento,
bien que caduca luz fue sol de
prado.
Tuviéronla
los ojos por cuidado,
5
siendo su triunfo breve
pensamiento,
¿quién sino el hierro
fuera tan violento,
de la ignorancia rústica
guiado?
Aun no
gozó de vida aquel instante
que se permite a las plebeyas
flores,
10
porque llegó al ocaso en el
Oriente.
¡Oh
tú, cuánto más rosa y más
triunfante
teme: que las bellezas son
colores,
y fácil de morir todo
accidente!
- II -
Soneto
Pues que se muere
con haber nacido,
siendo el ser tan a riesgo de la
vida,
que el minuto menor es
homicida,
de que el mejor cristal queda
sentido,
mira que el
golpe, en polvo ya escondido,
5
y la luz con el polvo tan
unida,
se halla más sepultada que
encendida,
pues lo más de ella muere,
habiendo sido.
Si es tu defensa
nada ¡oh vidrio leve!
tan de acaso tu luz para
apagada,
10
que no admite esperanza por lo
breve;
si la más
cierta vida es la pasada,
de la presente,
¿quién fiar se atreve?
¿Quién a más,
si aun gozándola, es soñada?
- III -
Ceniza, la hermosura
Átomos son
al sol cuantas beldades
con presunción de vida
siendo flores,
siendo caducos todos sus
primores
respiran anhelando
eternidades.
La rosa,
¿cuándo, cuándo llegó a edades
5
con todos sus fantásticos
honores?
¿no son pompas, alientos y
colores
rápidas, fugitivas
brevedades?
Tú de flor
y de rosa presumida,
mira si te consigue algún
seguro
10
ser en gracias a todas
preferida;
ni es reparo
beldad, ni salud muro,
pues va de no tener a tener
vida
ser polvo iluminado a polvo
oscuro.
- IV -
Habla un amante a un ciego
Ciego a quien
faltan ojos y no llanto,
envidio en tus tinieblas tu
sosiego,
estímote feliz
viéndote ciego
y de tus ciegas lágrimas me
espanto;
¡oh si
valiesen, si valiesen tanto
5
estos incendios en que yo me
anego,
pues nacen llamas si cenizas
riego,
que incendios con mis
lágrimas levanto;
con
pensión de la vida te fue dada
el alma, y a mi vista
aborrecida
10
con pensión de que viva me
es dejada;
tu ceguedad con
la razón medida
ya que no sin dolor, queda
aliviada,
¡ay del que está con
ojos y con vida!
- V -
Después de una grave enfermedad en su
mayor edad
¡Un
año más, Señor, con tanto día,
y con minuto tanto, tanto,
tanto!
¡Y en risa tan continua
siendo el llanto
lo que incesablemente se os
debía!
¡Perdidos
lustros! Y la escarcha fría
5
(como ya en tiempo) ocupa sin
espanto
la cabeza y el rostro, y el
quebranto
desune partes que el vigor
unía.
Casi al
último polvo reducido
donde no habrá más
paso, aunque la fama
10
lo pretenda en pirámide o
coloso;
tan ya sin
mí que estoy de en olvido,
tan ya no yo, que soy quien
más me infama;
mostrad en mí el poder de lo
piadoso.
- VI -
A la aurora
Esta sombra del
sol, si no primera
causa, principio y juventud del
día,
luz de Dios que tinieblas nos
desvía
y en la misma inconstancia no se
altera;
esta que corre el
velo de la esfera
5
y con efectos de beldades
guía,
sirva para dormir con su
armonía
o con respiración de
primavera;
si acaso
adormeciese los sentidos
con voz de pluma, resplandor de
flores
10
de su llorosa risa documento,
a lágrimas
de luz, quedad dormidos,
no os suspendan los ecos y
colores
pues van juntos el llanto y el
contento.
- VII -
Pidiendo perdón a Dios
Soy quien
más vuestra sangre a derramado,
de los que os maltrataron el
más fiero,
de todos el mayor si no el
primero
el que más en la cruz os ha
clavado;
soy el que
alienta a todo desdichado
5
por más torpe,
sacrílego y grosero;
el lobo más atroz con el
cordero
de su holocausto mal
aprovechado;
esto soy,
más constante en mi esperanza,
y no sin prendas de que sois
piadoso
10
con vergüenza animosa piedad
pido;
si el suspiro
menor de vos la alcanza
póstrome si culpado,
pesaroso,
¡acogedme por flaco o por
rendido!
- VIII -
Considerando un sepulcro y los que están
en él
No te mires a ti
que te acompaña
si te das a tus ojos, el
engaño,
mírate en el más
propio o más extraño
que teatro admiró,
venció campaña;
no como
allá en el mundo aquí se engaña,
5
que es centro esta región
del desengaño;
vuelve en bien cierto el aparente
daño,
el pasmo inútil en divina
hazaña.
De aquí si
que consigue el ser dichoso
el que a lo cierto no a lo incierto
mira,
10
pues le adorna lo eterno
fastuoso;
de aquí el
mortal a lo sagrado aspira,
tu temor convirtiéndose en
reposo;
que para el vivo el que
murió respira.
-
IX -
El autor a su cuerpo, poco antes de
expirar
Este trono, este
bulto a los clamores
de tanta exequia y sepultada
vida,
pues la tuvo, gozándola,
perdida,
deslumbrado en fantásticos
honores;
este que siempre
absorto en resplandores
5
fue estatua aunque terrestre,
presumida;
ni a luz, ni a voz, ni a rayo
estremecida;
horror aun asombroso a los
horrores;
este ya incierta
sombra y alma cierta,
racional interior con fondo
vano,
10
viva esperanza y fe, caridad
muerta,
que fue indigno
del nombre de cristiano,
si vivo ha divertido, polvo
advierta,
ya que en vano vivió no
muera en vano.
-
X -
A un esqueleto
Tú,
tú, eres este mismo, tú, si adviertes
a la fraterna unión que te
apercibe;
que si no para sí, para ti
vive,
pues en él te
hallarás, si te diviertes.
Que una, aunque
varia, son todas las suertes,
5
en el compuesto polvo el tiempo
escribe;
ni ser rey ni plebeyo, se
percibe:
menos o más, en eso te
conviertes.
No huyas de
temor, que no das paso
que no te lleve a ser lo que te
espanta
10
y desprecias el bien de la
memoria.
Humano sol,
aquí tienes ocaso;
docto este bronce el tiempo te
levanta;
monarca, esto es lo cierto de tu
historia.
-
XI -
A la asunción de María a los
cielos
La en
méritos, en gracia caudalosa,
mar abundante, de virtudes
fuente,
en su ocaso tan luz como en su
oriente,
tan sol selecto, como intacta
rosa:
La en vida, en
cuerpo, en alma gloriosa,
5
tuvo aun antes del ser a Dios
presente,
porque no cupo en El estar
ausente
de tal Hija, tal Madre, y tal
Esposa:
La en quien
halló la Trinidad esfera,
sublimación a paraíso
el suelo,
10
alma salud la humanidad
entera:
Roto ya de la
tierra el triste velo,
y sembrada de flores su
carrera,
sube a ser Reina del empíreo
Cielo.
-
XII -
A la memoria del doctor Juan Pérez de
Montalbán en su túmulo
Leerás, que
yace aquí, porque está escrito;
y es, que el mármol usurpa
la alta gloria
de Montalbán, debido a la
memoria,
no de honor limitado, de
infinito.
Si se observara
el Egipciano rito,
5
de eternizar en pira en vez de
historia,
Egipto fuera todo vanagloria,
que él dice, que no yace con
lo escrito.
El se imprime en
la Fama, y se coloca
donde, a ser tinta el Nilo
caudaloso,
10
a su alabanza fuera tinta
poca.
Pues él lo
más por sí se constituye,
quien lo pretende hacer menos
glorioso
a sus letras pirámides
construye.
-
XIII -
A San Isidro
Los campos de
Madrid, Isidro santo
de espíritus
angélicos sembraba,
cuando con Dios de sí se
enajenaba;
¡o cuánto alcanza el
renunciarse, o cuánto!
Los ministerios
rústicos en tanto
5
el escuadrón celeste
ministraba,
y él con piedad su
indignidad lloraba,
siendo el ocio semilla, fruto el
llanto.
¿Qué mucho que sembrase, que
cogiese
con ángeles, con Dios, y
agradecido
10
anticipado pródigo
tributo.
Que Diciembre de
Agosto le sirviese,
teniendo el cielo al campo
reducido,
sembrando aquí sus
lágrimas el fruto?
-
XIV -
Aquel bulto de
monte con semblante
de quinta esfera y luz de
firmamento,
de fábricas eternas
documento,
fiel sustituto del caduco
Atlante.
Luciente con el
sol sin el tonante,
5
de cielo y tierra unión con
ornamento,
de día alcázar fue
del Dios sangriento,
de noche habitación del
fulminante.
Edificóle
celo Religioso,
que pudo aventajando las
verdades
10
reducir a verdad lo imaginado.
Y bien que lo
formó de eternidades,
mostrándose dos veces
poderoso,
hízolo todo parecer
pintado.
-
XV -
Brota diluvios la
soberbia fuente,
más piadosos que el cielo
para Egipto,
cuando el piélago en ondas
infinito,
aun su misma ribera no lo
siente.
Multiplican mis
ojos tu corriente,
5
contra la fuerza del celeste
rito,
pues cuando abrasa el Sol todo el
distrito,
de sus márgenes pasa la
creciente.
Hiriendo el Sol
las encumbradas sierras,
que al Nilo se derraman en
tributo,
10
vuelven a ser fructíferas
las tierras.
En mí,
causa mi sol el mismo efecto;
mas ¡ay, que son
lágrimas sin fruto,
pues con ser agua, queman en
secreto!
-
XVI -
A la lanza de Cristo
Salve rayo de luz,
que Dios no sabes
el Alma casi, pues con honda
herida
penetraste al tesoro de la
vida,
rompiendo puertas y supliendo
llaves.
Ya se permite que
tu hierro alabes,
5
pues quedaste manchada, no
teñida
en luz, que fuente fue
pareció herida,
para que viva yo, tu culpa
laves.
Como el sol,
cuyos rayos transparentes
según la división de
las Regiones,
10
a un tiempo da el Verano, y el
Invierno.
Tú causas
dos efectos diferentes,
pues hiriendo de amor los
corazones,
estas dando lanzadas al
infierno.
-
XVII -
EL autor hablando con Dios después de
una enfermedad
Tantas, tantas,
Señor, tantas las veces
de tu piedad y tanta la
porfía,
de obstinación, que no la
llamo mía,
de vergüenza, que tú no
la mereces.
¿En
qué noche, en qué instante no amaneces
5
a los que saben conocer el
día?
que aun en vil error tu diestra
envía
pues con lo mismo alumbras que
estremeces.
Alumbras, mas en
ojos incapaces
de resplandor divino la luz
ciega,
10
como a nocturnas aves el sol
claro,
los míos
de tu lumbre sean capaces,
no venga a ser, o no, para mi
ciega,
ni pueda más mi culpa que tu
amparo.
-
XVIII -
A la pura y limpia concepción de Nuestra
Señora
Quien hay que con
soberbia desbocada
y de luz racional inadvertido
cuando padece el sol recién
nacido
ose decir la Aurora está
eclipsada.
O humanidad de
Dios calificada
5
con la razón, descanso del
sentido
que osado en el dudar crisol ha
sido
pues deja la verdad
purificada.
Mirándote
los ojos, no te vieron,
o por querer con presunción
humana
10
sondar misterios que la fe
apadrina,
porque por ver,
sin adorar, quisieron
reconózcante Aurora
soberana,
toda tu humanidad verán
divina.
-
XIX -
A la obstinación en pecar causa de todos
los daños
Cuán
vecinos estamos a la muerte,
pues se oponen estorbos a la
vida,
que el médico sirviendo de
homicida,
con venenos antídotos
pervierte.
O tú,
sólo en causar dolores, fuerte;
5
la cura alarga, sanarás la
herida
que la salud universal perdida
al más robusto, de su fin
advierte.
Si es pacto de
dar gozos al Infierno,
por deshacer la imagen que le
altera,
10
intento, en que se vale de tu
mano.
Mira feliz la
muerte en mundo eterno,
pues con tener, a quien matar,
viviera
mas a la rabia se persuade en
vano.
-
XX -
Excusándose un amante de no haber mirado
a su dama, por el recato de un templo donde fue avisado que fuese a
verla
Al que una vez
miró tan encumbrado,
ojos podrán quedar, ojos, no
vista;
que no hay quien a lo
empíreo se resista,
si, como debe, eleva su
cuidado.
Queda tan en lo
digno transformado,
5
por tan blasón, en fin, de
la conquista,
que no reserva parte, que no
asista
a su elección, de sí
todo privado.
Veros en
mí, Señora, es el decoro,
necesitarme más, fuera
ofenderos,
10
una vez vista, y tantas
adorada.
Siempre os
contemplo en mí, donde os adoro,
y sobrándome el Alma, donde
veros,
Sagrario sois en mí, si en
vos sagrada.
-
XXI -
A Filis habiéndose quebrado el
espejo
Quebrase el
consultor de tu hermosura;
porque no le quedó que ver
con verte,
ni más felicidad que
obedecerte;
ay del que no la alcanza, y la
procura.
Que vida, Filis,
estará segura
5
del golpe vivo de tu vista
fuerte,
si el intérprete claro que
te advierte
con tu forma, de ti, no se
asegura.
Aun puedes
más, que matas con los ojos;
que alcanzan a ti misma los
desdenes,
10
dando a quien te retrata
sentimiento.
Suelen templarse
en el cristal enojos,
y tú le despedazas; porque
tienes
natural, por lo dulce, más
violento.
-
XXII -
Al rigor de Filis con alusión a Anaxarte
convertida en piedra
Filis si bien no
tiene tu hermosura
ejemplo, que temer, por
soberana;
en Anexarte, con la parte
humana,
que no hay advierte ingratitud
segura.
Mas no la mires
cuerpo, y alma dura,
5
que harás, si empedernida,
no te humana,
la imagen del divino asombro
vana
y temo se duplique la pintura.
Por redimir el
riesgo tus desdenes,
de hoy más, tendré mi
pena por gustosa,
10
será tu culto de mi gloria
esfera.
Ablandarte,
cuanto de mármol tienes,
bien que en toda otra forma
rigurosa
menos que hacer mi adoración
tuviera.
-
XXIII -
Filis tú te
concede a tu alabanza
que todo Apolo no es bastante
aliento,
tú que eres plenitud del
pensamiento,
y límite a los siglos de
esperanza.
Lo mejor de la
vida en ti se alcanza,
5
ya no hay a que vivir,
último intento
eres al más sublime
entendimiento
la misma perfección tu
semejanza.
Si es premio de
virtudes la belleza,
aun te es deudor el Cielo, y la es
gloriosa
10
la deuda, tanto a la mejor se
inclina.
En ti se
mejoró naturaleza,
si por obligación eres
hermosa,
por fuerza noble, por razón
divina.
-
XXIV -
Filis pues la
ocasión de venerarte
no puede ser mayor, aunque me
impida
la enfermedad el ilustrar la
vida
con ir a verte, sóbrame el
amarte.
La dicha de ser
visto y de adorarte,
5
gloria que debe ser tan
pretendida,
por excesivo honor fuera
homicida,
sino me reparara el
contemplarte.
Reza y con
razón favorecido,
grande bien, más que excede
a mi flaqueza
10
que dice tu milagro con
decoro.
Si en amar es
más fuerte el más rendido,
defecto fuera en mí la
fortaleza,
que para más deberte,
más te adoro.
-
XXV -
Quien ama y a su
Amor no está presente,
mal podrá tolerar tan triste
vida,
mal; porque siendo tan mortal la
herida
la muerte alivia, y el dolor se
siente.
Si ausentarse es
morir, forzosamente
5
ausentándome he sido mi
homicida;
pues quien no morirá que se
despida,
si nadie vive con el alma
ausente.
Muere la vida a
manos de la ausencia
de muerte natural, y el
sentimiento
10
se sustenta de amante
inteligencia.
Y no puede morir,
porque el tormento
en la parte mortal hace
asistencia,
la vida sí, que no
está en su elemento.
-
XXVI -
Un amante con dos damas en una borrasca, sobre
si siendo fuerza echar una de ellas en el mar, sería la
amada de él, o la que le amaba
Ofender a quien
ama, villanía,
a quien amo, ni a monstruos se
concede,
que esto ni proponerse, ni se
puede,
porque lo deliró la
fantasía.
Por lo justo no
incurre en demasía,
5
el que al rigor más grande
se concede,
justo es verter, si la
ocasión sucede,
la vida al mundo por salvar la
mía.
Que aquel peque
infeliz en loco, o fiera,
apensionóle en fin la humana
suerte,
10
que nos condena a todo lo
posible,
este ni hombre,
ni loco, o bruto fuera,
que nadie a su Alma puede dar la
muerte,
ni reducirle el caso a lo
imposible.
-
XXVII -
Que son catorce
siglos a quien ama
que la perpetuidad del
edificio,
de quien sólo la edad es
precipicio,
que humilla Atlantes,
Caúcasos derrama.
Cuanto vive el
retrato de la llama
5
con que aplaude a la muerte el
necio
osando con desprecio y
artificio
maquinar vida, suponiendo
fama.
Que cuanto
ofrecen siglos a deseos,
cuanto vive la vida, si la
muerte
10
en todo lo que el tiempo tiene
parte.
El tiempo
morirá, y a los trofeos,
que él rinde, vengará
mi firme suerte,
pues, como premio, anima el
adorarte.
-
XXVIII -
A una señora que mató un venado
fíngese que era Anteo premiado en astro por amante
Honesta Venus, o
radiante Palas,
digan de vos y números de
Orfeo
que sin con agua o con
desdén Anteo
se vio monstruo o volador sin
alas.
Tu suprema Deidad
no sólo igualas
5
excedes a Diana en el trofeo
pues al que por curioso
volvió feo
en orbe fijo círculo
señalas.
No cabe pena
bruta en los amantes
ni en quien de celestial los grado
llena
10
castigar las finezas por
constantes.
Quien juzga pues,
que tu matar, fue pena
recele en sí tus manos
fulminantes
que honra los monstruos, la deidad
condena.
-
XXIX-
A Su Majestad que mató un toro que
había vencido a las demás fieras
Duplicose ya el
Tauro, que tu mano,
ilustrando las vidas que
desata,
califica con Astros cuanto
mata
a imitación del
ínclito Tebano.
Como con
él, en luz el cielo ufano
5
queda con tu blasón, pues lo
retrata
en su zafiro con radiante
plata,
corona digna de Monarca
Hispano.
Con lo divino sus
aciertos mides,
siendo en honor de todo tu
alabanza,
10
pues aún la herida de tu
mano es gloria.
Si la luz, premio
del valor de Alcides,
una fiera postrada de ti
alcanza,
qué, quién, no
envidiará ser tu victoria
-
XXX -
Al Rey Nuestro Señor en ocasión
de haber entrado en un juego de cañas
Ya rijas, ya
depongas el tridente,
siempre se muestra en ti lo
soberano;
que es grande para oculto el
Océano
de luz en tus virtudes
transparente.
Si por la
Majestad más eminente,
5
del mundo el freno se le dio a tu
mano;
que mucho que en el círculo
troyano
de tu Deidad sea título tu
frente.
No puedes ser
más Rey, ni más divino,
que son divinidades tus
acciones,
10
y el Sol aún tu corona no
rodea.
El valor y el
acierto en ti es destino,
a tu sangre aún se deben
más blasones,
pues tienes menos de Austria, que
de Astrea.
-
XXXI -
La Reina Nuestra Señora a Su Majestad en
ocasión de haber muerto en El Pardo un javalí, que el
día antes le huyó
Desconoció
tu esfuerzo, en tu belleza
el jabalí primero
fugitivo,
tan furioso, que muerto, es miedo
vivo,
mostrando con su horror, su
fortaleza.
Blasón de
Alcides, blanco a su destreza
5
pudo ser por lo rápido y
nocivo;
no se viera en estrella tan
altivo,
como a tus pies postrada su
fiereza.
Por Adonis
teniéndote, y por Marte,
respeta al uno, contra el otro
osara;
10
mas estímate flor y no se
altera.
No fue bruto en
morir, pues fue alabarte,
hoy como si Belisa lo juzgara,
murió a tus manos racional
la fiera.
-
XXXII -
Al Rey Nuestro Señor exhortación
a salir en campaña este año de 1635, aludiendo a lo
que en el principio de los Macabeos dice de Alejandro
Águila
Austral, que desde el Solio Augusto,
aun sin batir, con desplegar la
salas,
al Griego, Magno generoso
igualas,
siendo el mayor Monarca, por lo
justo.
Sal del trono
pacífico al robusto
5
pues, como a Venus te acaricia
Palas,
que si fuesen de amor flechas tus
galas,
será tu espada, aun del
espanto susto.
Ya con temblor la
tierra absorta miras,
como que adora en ti la paz que
espera
10
su postración
sirviéndote de gloria.
Tanta deidad con
el valor respiras,
tanta, que el más rebelde te
venera,
haciendo de rendírsete
victoria.
-
XXXIII -
A la espada que ha de ganar a Jerusalén
presuponiendo que la de Su Majestad
Sacro metal que en
fragua celestiales
iras te dan de rayo los
cercanos
espíritus a Dios, de cuyas
manos
has de mostrar en el herir
señales.
Temas, sientan
los Monstruos infernales
5
tu virtud, tus efectos
soberanos
no hallando sus Plutones y
Vulcanos
contra tu fuerza escudos en
metales.
Baja a la tierra,
ven, que ya te espera
Rey Español a quien el cielo
ha dado
10
por destino fatal tan alta
gloria.
Mas ya llegaste,
ya, pues reverbera
en la que ciñe el celestial
cuidado,
así como en su celo la
victoria.
-
XXXIV -
En el alumbramiento de la Reina Nuestra
Señora de un infante
Belisa,
duplicándose, previno,
ser del fruto esperado
precursora,
la nueva flor; como del sol la
aurora,
de la aurora el lucero
matutino.
Y al modo del
pintor, que un peregrino
5
ejemplar, de él
valiéndose, atesora;
no suspende el retrato, del que
adora,
mas presto amor responderá
al destino.
Que ya ofrece los
frutos en la flores,
como el incienso universal
procura,
10
con fervorosas hondas elevado;
apréstensele en víctimas
honores,
pues con seguras prendas
asegura,
que ha de dar a Fileno
duplicado.
-
XXXV -
A la entrada en público
Entra Carlos
invicto, que te espera
con triunfo y aras al concurso
Hispano,
ya por ti asombro del blasón
Romano,
pues de tan claro sol es digna
esfera.
Tu Majestad, que
oculta reverbera,
5
alumbre al Español, como al
Britano,
vibre tu frente luz, como tu
mano,
que ser la del tonante Dios
pudiera.
Mayor te
manifiesta, que en la Fama,
pues si bien lenguas ocupó
en ti sólo,
10
más tus virtudes que sus
voces fueron.
Entra,
admírete el pueblo, que te aclama,
por retrato de Júpiter, y
Apolo,
en lo que más divino
parecieron.
-
XXXVI -
A Pedro Pablo Rubens famoso pintor
flamenco
Rubens que elevas
con lo dulce, espantas
cuando acciones aplicas a
furores,
siendo tan soberanos tus
primores,
que aun en plumas finges, tu honor
cantas.
Rayo de sol es tu
pincel, que plantas
5
casi con su fragancia vivas
flores,
vistiendo las Historias de
colores
memoriosas pirámides
levantas.
Sólo te
falta ser lo que no puedes
Deidad, cuyo poder no se
limita,
10
porque animas las sombras, que
deseas.
Tan cerca
estás de Dios, que le sucedes,
pues cuerpo sabes dar a las
Ideas,
que en ti, como en su mente,
deposita.
-
XXXVII -
Al Licenciado Pedro Díaz de Ribas en la
defensa que hizo de la Soledades y Polifomo del famoso don
Luis de Góngora
Si la envidia,
sabrosa en su malicia,
igualar pudo con Apolo a
Homero,
manifestando más lo
verdadero
del profundo caudal con su
avaricia.
El que de nuevo
Homero da noticia,
5
mostrando no ser tanto, aunque
primero,
quien cantó a Ulises sabio,
a Achiles fiero,
mayor bronce o título
codicia.
Ribas de altos
oráculos voz cierta,
se aplica a sí, y reparte
calidades
10
de inmortal, tanto el cielo el
saber ama.
Con gloria cierta
de opinión incierta
pirámides levanta en
soledades,
en cíclopes colosos a su
fama.
-
XXXVIII -
A don Francisco Velázquez, caballero muy
virtuoso, que escribió un libro de esfera en que era docto y
en las matemáticas doctísimo
Tú, que
docto en virtudes, y en esferas,
aclaras, en la sombra más
oscura,
la humana, la Divina
arquitectura,
tan sobre lo mundano
consideras.
Muestras los
orbes, que gozar esperas;
5
bien tu libro, y tu vida lo
asegura,
que como el Alma en penetrar es
pura,
la ciencia, en dar noticias,
verdadera.
Cuanto cabe en
discurso, y vista humana,
vemos en tu doctrina, o se
percibe,
10
de aquello eres razón, de
esto medida.
Lejos, lejos
huid, turba profana,
que por aquí se va donde se
vive,
ya se mire a la pluma, ya a la
vida.
-
XXXIX -
En alabanza de doña Ana Egas que
escribió de Felipe
Cipreses, cedros,
mármoles, metales
a las más sabias manos
remitidos,
bien que dejen los ojos
advertidos,
padecerán la suerte de
mortales.
Los
títulos, y dones celestiales,
5
el informar del tiempo a los
oídos,
el pasar la región de los
sentidos,
sustituyendo el cielo a los
anales.
Bien que corone
por su mano al justo,
a Anarda se remite, y de su
plectro
10
la gloria de Felipe el santo
fía.
Por ella es
más que por imperio Augusto
pues muestra con la pluma, que su
cetro
de reyes ley de súbditos es
guía.
-
XL -
A don Fernando de Viedna en la vida que
escribió de Alejandro
Si para vida
hazañas emprendías
tú, a quien, cuanto no es
magno, vino estrecho,
y cabiendo los orbes en tu
pecho,
liberal los ganabas, y
vertías.
A tus cenizas
nunca, nunca frías
5
bien que en helado mármol y
deshecho
construye, de los siglos a
despecho,
Viedma aun Pira mayor, que
pretendías.
No estatua en
Athos, monumento en vano,
trompa mayor, que la de ti
envidiada,
10
que a su estilo no hay fuerza que
consuma.
Tu propia Idea se
prestó a su mano;
pues si medida al mundo fue tu
espada,
de tu vida, y tu fama lo es tu
pluma.
-
XLI -
Tú que el
asunto con virtudes llenas
y el volumen inmenso de la
vida
con ellas reduciéndola a
medida
cabiendo en ti lo que en el mundo
apenas.
Tú que la
edad precipitada enfrenas
5
con tu pluma y gobierno
suspendida
pues con ella la dejas
advertida,
como por ley con este nos
condenas.
Sólo ya te
compite lo que escribes
siendo tu tinta luz, tu vida
ejemplo
10
tan duplicada eternidad te
llama.
Pues por ti con
razón dos veces vives
de ti de hoy más se
encargará la fama
no para adorno tuyo, de su
templo.
-
XLII -
A una difunta hermosa, su esposo
No el poder de la
Parca en ti se mira,
que tu ya puesta luz, como en
estrellas
se queda el Sol, en perfecciones
bellas
si antes viva admiró,
difunta admira.
Más
amante, que esposo, te suspira
5
el que te solemniza con
querellas,
que tu ceniza envuelve sus
centellas,
y en su pecho tu rostro las
respira.
Bien que se
cierra el Cielo con tus ojos,
con mayor fuerza dejas a la
muerte,
10
pues de beldad ninguna estás
desierta.
De la vida por ti
goza despojos,
quedando tan equívoca la
suerte,
que está vivo el amor, la
muerte incierta.
-
XLIII -
En muerte de don Diego de Contreras, el
consejo
O tú, el
mejor Solon, o Numa, vierte
lágrimas, de la
pérdida asombrado;
o bien con tanto ejemplo no
exhortado;
que el sabio saca vida de la
muerte.
Este, que fue,
por lo piadoso, fuerte;
5
no cedió, no, a la vida,
sino al hado;
si es de ti encarecido y no
imitado;
tú eres aún
más cadáver. pus te advierte.
Con apariencias
de mortal vivía,
prometido a la fama, en que
reposa,
10
dictando leyes con clemencia al
suelo.
En su capacidad
sólo cabía
el Alma aun en el cuerpo más
gloriosa,
porque se hallaba en el, como en el
Cielo.
-
XLIV -
En muerte de la serenísima infanta
María
Felipe, si los
ramos deseados
corta el Cielo por mano de la
muerte,
no corta no, cultiva, nos
advierte
que se obliga a volvernos
duplicados.
El duro Invierno
agostador de prados,
5
cuando ofende los árboles de
suerte
que consume aun el nombre del
más fuerte,
da esperanzas de frutos
sazonados.
Tu perdida
primicia fue del suelo;
pues te da tanto que esperar en
ella,
10
déjate consolar del
desconsuelo;
que Mayo no es
Enero de las flores,
quien esta supo reducir a
estrella,
cumplió esperanza
dándolas mayores.
-
XLV -
Cuanta hermosura
cupo en los humanos,
y adornó las virtudes,
voló al Cielo,
dejando lleno de otra igual el
suelo,
estrecho a dos Tesoros
soberanos.
Adviertan lo que
adoran los humanos,
5
les servirá de resplandor el
hielo,
porque la luz mayor, corrido el
velo,
tiene ocaso en crepúsculos
cercanos.
La que llenaba el
mundo duplicada
en nuevo sol a soberana esfera
10
con alas de sus méritos
sucede.
O tierra, patria
angosta y limitada,
que es fuerza, si uno nace, que
otro muera,
porque no hay quien sin
pérdidas herede.
-
XLVI -
Fabio si el Cielo
obligación tuviera
a aquellos, que le deben el
talento,
deudor de vuestro raro
entendimiento,
deudor de vuestro justo celo
fuera.
De acción,
que por sí sola se exagera,
5
en vos mismo tenéis
merecimiento,
y así, donde, no alcanza el
pensamiento,
como puede volar pluma
grosera.
No debe el cielo
lo que da, mas hace
deuda propia de propio
beneficio,
10
y de pagar, sin ser deudor,
trofeo.
De sí
mismo al ingenio satisface,
y como, del más puro
sacrificio,
se permite adeudar de tu
deseo.
-
XLVII -
Retarte a quien se
deben alabanzas
mayores cuanto menos
pretendidas
pues con tenerlas todas
merecidas
te persuades que ninguna
alcanzas.
Parécense
a tus mismas esperanzas,
5
pues con tenerlas casi
conseguidas,
como mérito propio las
olvidas
asegurando en trémulas
balanzas.
Si al deseo
común correspondieran,
premio de las virtudes,
beneficios;
10
fueran los merecidos, no
contados.
Por ti, en todos
los ánimos se hicieran,
y casi aun a ti mismo,
sacrificios,
y fueran repetidos, y
acertados.
-
XLVIII -
No de donante
diestra tan furioso
rompiendo cielos baja el rayo
horrendo
no tanta luz su luz, terror su
estruendo
reparte al ciego, infunde al
religioso.
Cuanto terror y
luz, Cisne glorioso,
5
cuanto furor animas
descubriendo
iras de Jove y de su horror
tremendo
amenazado el impío en el
piadoso.
Tiembla a tu
ardiente pluma el obstinado
ya tus números vota, como a
templo,
10
gratitud noble de impiedad
confusa.
Deponga rayos
Júpiter airado,
y el asombro remita y el
ejemplo
al numeroso rayo de tu Musa.
-
XLIX -
Hermosa es lo de
menos con ser tanto;
que a tu virtud es deuda la
hermosura,
tan naturalizada la cordura,
que viene a ser de
admiración espanto.
Debe a tu
perfección la envidia llanto,
5
que a su aspereza vence tu
blandura,
y aunque el mérito propio te
asegura,
¡o cuánto a tu beldad
se opone, o cuánto!
Opóngase
Violante que vencida
como de tu virtud, de tu
belleza,
10
quedará para estatua de tu
gloria.
Aunque puedes
matarla, dale vida;
que ella misma dirá tu
fortaleza;
pues adorno será de tu
victoria.
-
L -
A una fuente
Esta fuente, que
ves, líquida Aurora
de esmeralda, y cristal, de plata,
y flores
tiene mucho de sol, pues de
colores
adorna el pecho y la cabeza a
Flora.
Azis con ella
comparada llora,
5
cual si recientes fueran sus
dolores,
todas destilan penas, esta
amores,
que Celia con sus ojos la
enamora.
Ni su licor se
agosta, ni se invierna
su margen; relación del
Paraíso,
10
por ser, en todo lo apacible,
eterna.
Aunque en ella
más ciego se mirara,
o bien con ojos de águila
Narciso
su loca sed. con justo ardor,
templara.
-
LI -
En ocasión que un rayo mata a don Miguel
de Guzmán el Bueno, hijo segundo del Excmo. Señor
Duque de Medinasidonia, sin ofender a un esclavo turco que le
acompañaba y después se convirtió
Teme el fuego
abreviar últimos plazos
de vida al mundo, y sepultar las
gentes,
teme el aire anegarse con
torrentes,
o verse preso con fogosos
lazos.
Los mares temen
cielos a pedazos,
5
o muerte será en
círculos ardientes,
las tierras temen piélagos
pendientes,
ondas de vientos, fulminantes
brazos.
Sólo no
teme el Bárbaro que opone
sombra a luz, flecha a rayo, tierra
a Cielo,
10
y el Católico a miedos le
convida.
Perdona el cielo
a aquél, porque dispone
su enmienda, y a éste, en
premio de su celo,
le pasa de mortal a inmortal
vida.
-
LII -
A Tifeo con alusión a un soberbio
O tú dentro
del túmulo Gigante
que horrendo aunque oprimido de
montañas
haces, bien que en tu misma ofensa
dañas,
armas del peso, espanto del
semblante.
Tú que con
pecho horrores anhelante
5
pirámides silvestres
desentrañas
y queriendo asombrar al sol te
engañas
pues quedas fulminado
fulminante.
Las piedras con
que monte das al viento
el humo con que nieblas a la
tierra
10
sólo cenizas son, es humo
sólo.
Tus mismas
confusiones tu elemento,
para el cielo fantástica tu
guerra,
los rayos son de Júpiter y
Apolo.
-
LIII -
Copia del
Babilónico tumulto
irracional en las informes
voces
tan legas que tú sólo
las conoces
a ciegas docto, y tan certero a
bulto.
Varón
dificultoso por lo inculto
5
tus desalmados versos tan
atroces
son, que sin pie sus números
dan coces
que en esto eres el Arcade
más culto.
Tú,
tú, retú, que turbas la sincera
verdad, riscoso haciendo el
fácil verso,
10
que produce la Vega de
Pactolo.
Si por tu estilo
todo se rigiera
redujérase a Caos el
universo
fuera sombra la luz y ciego
Apolo.
-
LIV -
Dar sustento a la
envidia es noble hazaña
porque si ella pecando en su
flaqueza
equivoca la acción de
fortaleza,
su maliciosa calidad no
extraña.
No en lo
imperfecto lo perfecto daña
5
como de superior naturaleza
el de origen oscuro en la
nobleza
halla blanco a las flechas de su
saña.
Das tanto que
alabar que no pudiendo,
como el que hace enemigos
obligando,
10
te niega la virtud quien no la
siente.
Quien más
la arguye más la está diciendo
pues muestra su flaqueza no
imitando
y así por envidioso es
maldiciente.
-
LV -
A lo mismo
El que de ardiente
ceguedad regido
en alas de su llama apresurado
iba a ser sacrificio de su
agrado
muy de la parte estaba de su
olvido.
Como del
incendioso arpón herido
5
de sí desconocido en su
cuidado
reconociese en un cristal
helado
y a su vergüenza espejo fue
advertido.
Vio la azucena
presidiendo al hielo
por casta de sí misma
coronada
10
nevando el aire de fragancia
preso.
Honestose a su
luz, o luz del cielo
que con hielo encendiste el alma
helada
y helaste con ardor la llama
impresa.
-
LVI -
En alabanza del libro que el Dr. Soto, muy
docto y virtuoso, natural de Granada, imprimió a una dama
llamada Fénix y en alabanza de ella
Fénix
laureada, con la voz sonora
del Cisne sacro, que en Genil se
baña;
a quien Griegos milagros debe
España,
pues lo insensible anima, y
enamora.
Cuando al son de
tu afecto canta, o llora,
5
se mueve la más
sólida montaña,
tan fácil tus cadencias
acompaña,
que a ti se humilla, en fe de
él te honora.
¡Iguales, o
felices! pues él llega,
por ti a ser inmortal; tú
por su objeto,
10
a que su Fénix traza el
Occidente.
El pudo dar,
aún lo que el cielo niega;
pues, por los singular grande,
perfecto,
hizo dos Fénix, o al ocaso
Oriente.
-
LVII -
A don Gabriel Bocangel, que escribió con
excelencia la Fábula de Leandro Primero
¿Es de Amor
pluma, o flecha de su aljaba,
Bocangel, la que exprime sus
afectos?
Pues las pasiones reduciendo a
objetos
se eterniza por ti cuanto se
alaba.
El que a Alcides
quitó la horrenda clava,
5
y vence los varones más
perfectos,
siente de tu ingenioso Marte
efectos,
rindiéndote el poder con que
reinaba.
Como en el
bronce, escribes en la espuma,
en que el furioso Ponto se
convierte
10
de quejas amorosas impelido.
Que en virtud de
la gracia de tu pluma
de Ero, y Leandro es vida el mar,
no muerte,
tus Pirámides son Sesto, y
Abido.
- LVIII -
A un discurso que hizo la señora Ana
Egas de Figueroa, alabando al Señor Felipe III, Nuestro
Señor de gloriosa memoria