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ArribaLibro segundo




- I -


ArribaAbajo   De la luz en que espira amor herido
al corazón altivo y desdeñoso
paso, rompiendo el rayo glorioso
la sombra, en que dormía, del olvido.

   Doliome entonces mucho haber perdido  5
un punto y vi, en mi mal dolor dudoso,
gloria cierta, afán breve, bien dichoso,
y el deseo en sus votos ya vencido.

   De hoy más amo y adoro cuantos daños,
celoso de mi suerte, Amor procura,  10
bienes viendo exhalar sus ojos bellos.

   Eternos corran mis felices años,
y a mi alma abrasada en llama pura
siempre enlace la red de sus cabellos.




- II -


ArribaAbajo   Si fuera esta la misma de belleza
luz que mi dulce rey pintó serena,
juzgando lo que siento de mi pena,
pensara en ella ver vuestra grandeza;

   mas tanta gloria y bien mortal flaqueza  5
no admite, y del deseo me condena,
que Amor no sufre, oh celestial sirena,
ni sufre veros cerca vuestra alteza.

   Y es justo; que si viera de otra suerte,
creciera con tal ímpetu mi llama,  10
que mis cenizas fueran los despojos.

   Mas, oh dichoso yo si de tal muerte
acabara; que el fuego que me inflama,
cual fénix me avivara en vuestros ojos.




- III -


ArribaAbajo   Tú gozas la luz bella en claro día,
dichoso Endimión, de tu Diana;
mi Luz yo veo con la luz temprana,
y deseando pierdo mi alegría.

   Tú duermes blando sueño en noche fría,  5
hasta que sale la alba roja y cana;
yo velo con herida nunca sana
la sombra siempre y luz sin la Luz mía.

   En tu rosada frente y dulces ojos
Delia suspira, y tu robado aliento  10
de su pasado afán le aquesta gloria;

   yo mi Luz sin dolor de mis enojos
veo con rayos de oro en alto asiento,
ingrata al que padece en su memoria.




- IV -


ArribaAbajo   El suave esplendor de la belleza,
que alegre en vos espira dulcemente,
y la serena luz do Amor presente
templa los puros rayos de terneza,

   en el más claro asiento de la alteza  5
vos hacen entre tantas diferente,
que por vos glorioso el Occidente
su nombre sólo ensalza con grandeza.

   Mas el valor, el noble entendimiento,
el espíritu, el intento generoso,  10
asciende a la región de luz serena;

   y fuera del humano sentimiento
de envidia, sin temor llamaros oso
¡oh sola en nuestra edad, bella sirena!




- V -


ArribaAbajo   Cuán bien, oscura noche, al dolor mío
conformas, y resuenas a mi llanto,
murmurando con sordo y triste canto
entre estas duras peñas, alto río.

   Óigame este desnudo cielo frío  5
si tanto con mis quejas me levanto;
mas, pues no espero bien en daño tanto,
vana es la queja y mal en que porfío.

   Rompa del corazón más tierna parte
mi gran pesar, acábese encubierto,  10
y a tal agravio falte la memoria;

   que no es justo que en esta u otra parte
se diga que perdí, sin culpa muerto,
las debidas promesas de mi gloria.




- VI -


ArribaAbajo   Serena Luz, presente, en quien espira
divino amor, que enciende y junto enfrena
pecho gentil, que en la mortal cadena
al alto olimpo glorioso aspira;

   ricos cercos y oro, do se mira  5
tesoro celestial de eterna vena;
armonía de angélica sirena,
que entre las perlas y el coral respira.

   ¿Cuál nueva maravilla, cuál ejemplo
de la inmortal grandeza nos descubre  10
la sombra del hermoso y puro velo?

   Que yo en esa belleza que contemplo,
aunque a mi flaca vista ofende y cubre,
la inmensa busco y voy siguiendo al cielo.




- VII -


ArribaAbajo   En sortijas y flores de oro ardiente,
de perlas y rubíes coronada,
con hermosas figuras enlazada,
cercó mi Luz la bella blanca frente.

   Los olores que siembran en oriente,  5
y la ámbar que en sus hebras fue sagrada,
se movieron con la aura sosegada,
cual en el manso mar el sol luciente.

   Espíritus de amor en aquel fuego
armaron las saetas y cadena  10
y ardió el cruel, herido preso cuello.

   Yo, traspasado el pecho quedé ciego;
mas fue mucho mayor mi acerba pena
que en llama eterna me enredó el cabello.




- VIII -


ArribaAbajo   Si intentas imitar mi luz hermosa,
templar, oh grande artífice, procura
en el candor de nieve llama pura
y confundir los lirios con las rosas;

   y seré el color de ellos la amorosa  5
terneza que florece con dulzura
suavemente en su gentil figura,
si la arte es para tanto poderosa.

   Mezcla cinamo negro y sirio nardo,
casia, incienso, en que cubre el rico nido  10
vivo el arabio fénix en su muerte;

   que si no te atraviesa el duro dardo
de su vista, dichoso y atrevido,
dar podrás muestra alguna de esta suerte.




- IX -


ArribaAbajo   Cual de oro el cabello ensortijado
y en mil varias lazadas dividido,
y cuanto en más figuras esparcido
tanto de más centellas ilustrado.

   Tal de lucientes hebras coronado,  5
Febo aparece en llamas encendido,
tal discurre en el cielo esclarecido
un ardiente cometa arrebatado.

   Debajo el puro, propio y sutil velo,
amor, gracia y valor y la belleza  10
templada en nieve y púrpura se vía.

   Pensaba que se abrió esta vez el cielo
y mostró su poder y su riqueza,
si no fuera la Luz del alma mía.




- X -


ArribaAbajo   En esta helada parte, do no envía
su agudo rayo el sol a intensa nieve,
quiere Amor que en ausencia el dolor lleve,
siempre en sombra y horror y en luz del día.

   De estos ojos el llanto se desvía  5
jamás, y si descanso un tiempo breve,
con soledad llorosa pluvia llueve
de ellos contino a la alma triste mía.

   No me rinde mi mal, que en él ya hecho
estoy a padecer; mas verme ausente  10
y en una vida muerta condenado,

   de el fuego me atormenta en vano el pecho,
do veo sin remedio el bien presente
para más confusión de mi cuidado.




- XI -


ArribaAbajo   En vano error de dulce engaño espero,
y en la esperanza de mi bien porfío,
y aunque veo perderme, el desvarío
me lleva del Amor a donde muero.

   Ojos de mi deseo, fin postrero,  5
sola ocasión del alto furor mío,
tended la luz, romped aqueste frío
temor, que me derriba en dolor fiero;

   porque mi pena es tal que tanta gloria
en mí no cabe, y desespero cuando  10
veo que el mal no debo merecello,

   pues venzo mi pasión con la memoria
y con la honra de saber penando,
que nunca a Troya ardió fuego tan bello.




- XII -


A Fernando Meléndez de Cangas


ArribaAbajo   Ya que nublosa sombra cubre, y frío,
la blanca frente de este monte alzado,
y del grave Aquilón aliento helado
retarda el lento curso al hondo río,

   siento de ingrata mano al pecho mío  5
nieve arrojada, y siento desmayado
mi fuego, y culpo mi deseo osado
y de Amor el tirano señorío;

   que por un vano bien, que huye luego
y me deja dolor eterno, pierdo  10
de libertad amada la nobleza.

   Mas ¡oh que acierta mal quien nada ciego!
y el que cuida, Fernando, ser más cuerdo,
descubre en tal hazaña más flaqueza.




- XIII -


ArribaAbajo   Cante quejas y afán de justa pena
que padecí cuitoso y ofendido,
a todas las desdichas ofrecido
en que el Amor a un mísero condena.

   Fue el premio en tibia voluntad ajena  5
dolor con esperanza, a do perdido
deseo me inclinó, y al fin vencido
trajo a fuerza arrastrando la cadena.

   Tú, a quien rinden sus glorias insignes ríos,
favorece, Tarteso padre, el canto  10
que tierno y simple en honra tuya espira;

   que si me dan lugar los males míos,
no sólo oirás de amor gemido y llanto,
más hazañas que Marte airado inspira.




- XIV -


ArribaAbajo   La hidra de amoroso pensamiento,
que rota del acero siempre crece,
contienda áspera a la alma triste ofrece,
rendida a la impía fuerza del tormento.

   Si del olvido justo y sentimiento  5
la aguda espada en ella se entorpece,
y con su daño fértil reverdece,
por un cuidado muerto alzando ciento,

   forzoso es el socorro al ya cansado
Alcides del trabajo, porque en fuego  10
con el desdén la acabe el duro hierro;

   mas recelo que en Juno Amor trocado,
la suba al cielo, y crezca en vano luego
con nueva confusión más grande el hierro.




- XV -


ArribaAbajo   Pienso en mi pena atento y mal presente,
y procuro algún medio al daño instante;
pero soy en mi bien tan inconstante,
que vuelvo a la ocasión la incierta frente.

   Cuando me aparto y cuido estar ausente,  5
menos de mi peligro estoy distante;
voy siempre con mis culpas adelante,
sin que de tantos yerros escarmiente.

   Noble vergüenza mía, que el perdido
valor sientes, ¿por qué no abrasa el pecho  10
y vence tu virtud mi desvarío?

   Si del error y sombra del olvido
me sacas, diré, en honra de este hecho,
que sólo debo a ti poder ser mío.




- XVI -


ArribaAbajo   De mi blanca sirena la luz pura
de tierna y bella nieve se vestía,
y entre aquel frío dulce Amor traía
llamas en que mi alma ardiendo apura:

   Al son suave, lleno de dulzura,  5
mi preso corazón con gloria mía
deja el cuerpo, y las alas, de alegría,
a perderse en sus ojos se apresura,

   cuando el hielo se rompe y encendido
reluce, y el color de ardiente rosa  10
y el precio afina en su beldad serena;

   y yo, con tanto bien enriquecido,
me renuevo con vida gloriosa
en la inmensa virtud de mi sirena.




- XVII -


ArribaAbajo   Voy por esta desierta, estéril tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

   El paso a la esperanza se me cierra,  5
de una ardua cumbre a un cerro do enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, sólo principio de mi guerra.

   Tanto bien representa la memoria
y tanto mal encuentra la presencia,  10
que me desmaya el corazón vencido.

   ¡Oh crueles despojos de mi gloria!
desconfianza, olvido, celo, ausencia,
¿por qué cansáis a un mísero rendido?




- XVIII -


ArribaAbajo   Pura, bella, suave Estrella mía,
que sin temor de oscuridad profana,
vestís de luz serena la mañana,
y la tierra encendéis desnuda y fría;

   pues vos, a quien mi alma triste envía  5
mil suspiros, movéis la soberana
vuestra empresa, cual ínclita Diana,
contra Venus y Amor con osadía,

   yo seré como aquel que su belleza
con hierro amancilló, y el casto hecho  10
lo mostró con más gloria y hermosura;

   pero, si luna sois, tendré en la alteza
latmia del cazador el triste pecho,
y no del que honró Arcadia la figura.




- XIX -


ArribaAbajo   A vuestro grave y muerto hielo frío,
temiendo el niño ciego su aspereza,
opuso con inútil rustiqueza
el leve y vivo ardiente fuego mío.

   Su nieve muestra y llama el fuego y frío,  5
y reluchando esfuerza su grandeza;
el fuego al frío ablanda su dureza
y dispone veloz cual suelto río.

   Quedó Amor del asalto glorioso,
y vos y yo contentos nos hallamos,  10
pero todo mi bien turbose luego;

   que por un triste caso y lastimoso
con mi afrenta y dolor ambos quedamos,
con mayor frío vos, yo con más fuego.




- XX -


(Por la condesa de Gelves)


ArribaAbajo   ¿Quién osa desnudar la bella frente
del puro resplandor y luz del cielo?
¿Quién niega el ornamento y gloria al suelo
de las crespas lazadas de oro ardiente?

   El impío Febo este dolor consiente  5
con sacrílega envidia y mortal celo,
después que ve cubrir de oscuro velo
las llamas de sus hebras reluciente.

   Con dura mano lleva los despojos
y quiere mejorar cuanto perdía,  10
y altivo, de sus trenzas se corona,

   porque ya vean los mortales ojos
siempre con viva luz un claro día
en sus sagrados cercos y corona.




- XXI -


ArribaAbajo   Un tiempo, aunque fue breve, osé atrevido,
por ventura atendiendo la victoria,
quejarme, y de mi afán mostrar la historia
a quien me trae en ciego error perdido.

   Ahora, o con más lástima ofendido,  5
o cierto de la falta de mi gloria,
no hago de mis males más memoria
que si yacieran solos en olvido.

   Pero el silencio al fin no puede tanto,
que en soledad no rompa, y lo que impide  10
su vista escribo, del dolor forzado.

   Comienza el día, y doy principio al canto
y llanto que en la noche amor despide,
y llanto y canto avivan mi cuidado.




- XXII -


ArribaAbajo   Inmenso ardor de eterna hermosura
en vuestra dulce faz se me aparece,
y en mis entrañas arde y siempre crece
con inmortal incendio virtud pura.

   Con alteza y valor vuestra figura  5
sin igual en mi alma resplandece,
y pues ufana sufre, bien merece
algún corto favor de su ventura.

   No puede ser mayor vuestra belleza,
y no es ya justo que ceguéis mis ojos,  10
su flaca luz gastando en tanto fuego;

   que si al pecho mostráis vuestra grandeza,
muriendo en llama no daré despojos,
los que pudiera dar viviendo ciego.




- XXIII -


ArribaAbajo   Mi pura Luz, si olvida el fértil suelo
que Betis enriquece en Occidente,
y abre las frías nubes con ardiente
rayo, esparciendo en torno el rico velo,

   el asiento más digno será el cielo  5
al sacro esplendor suyo reluciente,
y de allí con las llamas de su frente
romperá el rigor duro al torpe hielo;

   o ya que aun no se debe a la belleza
sin el riesgo de ausencia, será el grado  10
propio el pecho do yace obedecida;

   que a tal valor del mundo la grandeza,
o la alma en sus centellas encendida
es de esta excelsa Luz lugar sagrado.




- XXIV -


ArribaAbajo   Nunca mi mal terrible sentiría,
ni descansar querría de mi pena,
si cuidase tal vez que mi serena
luz alegre y suave me sería;

   mas no sufre la indina suerte mía  5
esta gloria, y de sí la aparta ajena,
y a rendir la esperanza me condena,
porque osé y di lugar a esta osadía.

   Haga el cielo que pierda en menor daño
la memoria de aquel atrevimiento  10
que tuve en ver mi afán no aborrecido,

   cuando agradó a mi bien que en dulce engaño
sufriese ufano y ledo el mal que siento:
mas ¿qué vale a quien muere en tibio olvido?




- XXV -


A Cristóbal Mosquera de Figueroa


ArribaAbajo   Cuando mi pecho ardió en su dulce fuego,
osé cantar, Mosquera, el mal que siento,
y diome al tierno canto ufano aliento
el sol en cuyo ardor estuve ciego.

   Osé mostrar mi llanto en blando ruego  5
a quien amor desprecia y su tormento,
y el humilde quejar de mi lamento
me dio osadía y dio esperanza luego.

   Ahora, que la luz yo pierdo ausente,
y crece mi dolor con su belleza,  10
notad el grande error de mi porfía.

   Lloro el pasado bien y el mal presente,
y puesto en soledad de mi tristeza,
la esperanza me falta y la osadía.




- XXVI -


Por la victoria de Lepanto


ArribaAbajo   Hondo Ponto, que bramas atronado
con tumulto y terror, del turbio seno
saca el rostro de torpe miedo lleno,
mira tu campo arder ensangrentado,

   y junto en este cerco y encontrado  5
todo el cristiano esfuerzo y sarraceno,
y cubierto de humo y fuego y trueno,
huir temblando el impío quebrantado.

   Con profundo murmullo la victoria
mayor celebra, que jamás vio el cielo  10
y más dudosa y singular hazaña,

   y di que sólo mereció la gloria,
que tanto nombre da a tu sacro suelo,
el joven de Austria y el valor de España.




- XXVII -


ArribaAbajo   Si trasformar pudiese mi figura
como el Ideo Júpiter solía,
en blanco cisne vuelto ya sería,
mirando de mi Leda la luz pura,

   y sin algún temor de muerte oscura  5
en honra suya el canto ensalzaría,
su frente y bellos ojos tocaría,
ensandeciendo, ufano, en tal ventura.

   Mas en luciente pluvia convertido
perdería el electro la fineza,  10
si el velo esparce, suelto en rayos de oro;

   pero siendo en la falda recogido,
y junto al esplendor de la belleza,
tendría el precio del mayor tesoro.




- XXVIII -


ArribaAbajo   Mi bello sol, si voy de vos ausente
a parte extraña, do el dolor me ofende,
y el fuego, que mi alma presa enciende,
en dulce amor contino está presente;

   aunque el color purpúreo de Oriente,  5
do el sol menor de vuestra luz desciende,
vea cerca, y do el manto oscuro tiende
el apartado extremo de Occidente;

   conmigo irá el Amor en igual parte
con la mitad del alma, que me alienta;  10
que el resto vive en vuestra faz, que adora;

   y dividido en una y otra parte,
presente con el bien que me sustenta,
siempre veré resplandecer mi Aurora.




- XXIX -


ArribaAbajo   Aquí do me persiguen mis cuidados,
solo, sin mi Luz bella y ofendido,
en noche de dolor siempre escondido,
lamento mis deseos engañados.

   Vuelvo a ver mis contentos ya pasados  5
para mayor afán; que el bien perdido
más duele al que se ve en confuso olvido,
y contra sí sus males con jurados.

   Cuanto intento alentar mi acerba pena,
y cuanto fundo en esperanza y tengo,  10
todo gasta y destruye mi tormento.

   Vos, que rota de amor la impía cadena,
respiráis del trabajo que sostengo,
dadme esfuerzo en tan grave sentimiento.




- XXX -


ArribaAbajo   ¡Oh cara perdición! ¡oh dulce engaño!
suave mal, sabroso descontento,
amado error del tierno pensamiento,
luz, que nunca descubre el desengaño,

   puerta por la cual entra el bien y el daño,  5
descanso y pena grave del tormento,
vida del mal, alma del sufrimiento,
de confusión revuelta, cerco extraño,

   vario mar de tormenta y de bonanza,
segura playa y peligroso puerto,  10
sereno, instable, oscuro y claro cielo,

   ¿por qué como me diste confianza
de osar perderme, ya que estoy desierto
de bien, no pones a mi mal consuelo?




- XXXI -


ArribaAbajo   Solo y medroso, del peligro cierto,
que en la guerra de Amor temido había,
con fortuna mejor tarde huía,
en tanta tempestad, seguro al puerto.

   Mas en el paso del camino incierto,  5
cuando con más descuido proseguía,
Amor, que en vuestros ojos me atendía,
de un golpe atravesó mi pecho abierto.

   Y antes que yo pudiese de mi pena
alabar la ventura, envidioso,  10
huyó con vos y me dejó perdido,

   cual huye el parto, do el Eúfrates suena,
y revuelve el caballo presuroso,
dejando al fiero contendor herido.




- XXXII -


ArribaAbajo   En esta soledad, que el sol ardiente
no ofende con sus rayos, estoy puesto,
a todo el mal de ingrato Amor dispuesto,
triste y sin mi Luz bella, y siempre ausente.

   Tal vez me finjo y creo estar presente  5
en el dichoso, alegre y fresco puesto,
y en la gloria me pierdo que el molesto
dolor del alma aparta este accidente.

   Nunca silencio y soledad oscura
pueden dar a quien ama tal contento  10
si no se cambiase la alegría.

   Pero en memoria el bien de Amor me dura,
que aun en este ocioso apartamiento
no se afirma en segura fantasía.




- XXXIII -


ArribaAbajo   Flaca esperanza en todas mis porfías,
vano deseo en desigual tormento,
y inútil fruto del dolor que siento,
lágrimas sin descanso y ansias mías.

   Una hora alegre en tantos tristes días  5
sufrid que tenga un triste descontento,
y que pueda sufrir tal vez contento
la gloria de fingidas alegrías.

   No es justo, no, que siempre quebrantando
me oprima el mal y me deshaga el pecho  10
nueva pena de antiguo desvarío.

   Mas, ¡oh! que temo tanto el dulce estado,
que como al bien no esté enseñado y hecho,
abrazo ufano el grave dolor mío.




- XXXIV -


ArribaAbajo   Huyo la blanda voz y el tierno canto,
que celeste armonía espira y suena,
desta, de España luz, gentil sirena;
mas vuelvo al fin sujeto al dulce encanto.

   Bien sé que este placer acaba en llanto;  5
que esto es imagen cierta de mi pena,
y amor injusto siempre me condena,
porque sirvo y padezco y sufro tanto.

   Ulises, que pudiste venturoso
surcar seguro y sin temor del daño  10
el golfo de la bella Leucosía,

   ¿Cuánto fueras más grande y valeroso
si tentaras perderte en este engaño
oyendo a la inmortal sirena mía?




- XXXV -


ArribaAbajo   Cual rociada aurora en blanco velo
muestra la nueva luz al claro día,
cual sagrado lucero, del sol guía,
sus rayos abre y tiende al limpio cielo,

   cual va Venus a honrar el fértil suelo  5
de Cipro, y va en hermosa compañía,
con ella Amor, las Gracias y Alegría,
que Céfiro las lleva en blando vuelo;

   tal, o más pura, esclareciente y bella,
al día y cielo y suelo dando gloria,  10
saliste, aquistando mil despojos.

   Tendió a aquel punto Amor su red y en ella
sus alas quemó, preso, y la victoria
entregó de mi alma a vuestros ojos.




- XXXVI -


ArribaAbajo   Sol, que con alas de oro vas luciente,
y al Euro tu primer ardor colora,
mostrando al blanco cerco de la aurora
la fogosa corona y roja frente;

   cuando el ondoso claustro de occidente  5
entrares, donde reina alegre Flora,
si la luz que esté ausente amante adora
vieres, lleva esta triste voz doliente:

   «Después que vos dejé, mis bellos ojos,
y en puras perlas hebras enlazadas,  10
la noche oscureció al sereno día;

   el bien me falta, y sobran los enojos,
y en horas de tristeza mal contadas
ningún lugar me queda de alegría».

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