Viaja con su
familia a México donde trascurre su infancia y parte de su
juventud.
Cursa en
México sus estudios de Leyes y de Teología.
Viaja a
España para seguir la carrera militar al servicio del Duque
de Alburquerque, participando en las campañas de Alemania y
Sicilia, con el cargo de capitán de armas.
La
publicación de sus obras se debe a Juan de Vera Tassis bajo
el título de Cítara de Apolo en el
año 1681, donde sus poemas y comedias están
influenciadas por el culteranismo de Góngora. Sus mejores
obras son la fábula Eurídice y Orfeo y entre
sus comedias, El encanto es hermosura, Thetis y
Peleo y Elegir enemigo. Fue discípulo de
Calderón.
Muere en Madrid en
1675.
- I -
Da noticias de sus gracias
Si de alguna
taberna en los tapices
visteis al Cid sin calza o
pedorrera,
si al moro Abindarráez de
Antequera
sin marlota, turbante ni
terlices;
si visteis a
Catón con más narices
5
colgado de un figón en la
espetera,
visteis, Cintia, la efigie
verdadera
de mi cara, colores y matices.
Demás de
esto soy tonto un tanto cuanto
y tan puerco, que puedo ser
poeta;
10
y hay, con todo esto, quien por
mí se muere.
De insulso, a
nadie quiero, sin ser santo;
siendo yo tal, juzgad como
discreta
qué tal debe de ser la que
me quiere.
- II -
Muestras de amor
Si a la
región adonde el Sol no llega
me fueses colocado, dueño
mío,
donde se hiela el mar y cuaja el
río
y ni uno corre ni otro se
navega;
si te huyes, mi
bien, a la Noruega
5
en los rigores del invierno
frío
o adonde en el ardiente y seco
estío
golfo de rayos la Etiopía
anega;
si en el
África estéril y arenosa
de víboras ardientes
habitada
10
te viese entre sus áspides
más fiera,
tal es de amor la
fuerza poderosa
que si a éstas partes fueras
trasladada,
lleve el diablo mi vida si
allá fuera.
- III -
Encarece la imposibilidad de salir de la
esclavitud de un amor tibio
Amar sin las
pasiones del amar,
estar helado sin dejar de
arder,
querer por la costumbre del
querer,
inútil el cuidado en
olvidar.
Por sólo
habituación perseverar
5
amor naturaleza llega a ser;
¡qué fácil,
Filis, es de padecer!
Mas, ¡qué imposible,
Filis, de acabar!
Por violenta la
flecha en el subir,
es la violencia en descender
mayor,
10
mira el rayo apagarse sin
lucir;
luego si ardor
violento es sólo ardor
que sin perseverar ha de
morir,
será un amor remiso eterno
amor.
- IV -
Queriendo una dama matarle a rigores, él
se resiste, hallando poca comodidad en morirse
¿Tantos
rigores, di, con un cuitado,
porque el diablo te ha dado buena
cara?
¿Qué no me quieres?
Consecuencia es clara
de que ya no es lo hermoso
desgraciado.
Tan dolorido
estoy, tan apurado,
5
viendo tanta impiedad, crueldad tan
rara,
que de desesperado me
ahorcara,
si fuera gusto y no fuera
pecado.
De hoy
más, ingrata, trato consolarme,
y de tus sinrazones no
afligirme,
10
sin querer que mi vida se
concluya.
Pues si tú
prosiguieres en matarme,
yo también he de dar en no
morirme,
y veremos quien sale con la
suya.
- V -
Habiendo caído el autor a los pies de
una dama
Dulcísimo
veneno de Cupido,
bellísima ocasión de
mi cuidado,
el verme a tu divino pie
postrado,
no precipicio, adoración ha
sido.
De tus hermosas
iras compelido,
5
yo caí felizmente
fulminado;
nunca se vio mi amor más
levantado
que cuando se miró a tus
pies caído.
A Faetón
ha invitado mi osadía
si bien más venturoso fue mi
vuelo,
10
y entre más soberanos
arreboles,
pues si a
él, que rigió el carro del día
un sol le derribó de todo el
cielo,
a mí fue todo el cielo con
dos soles.
- VI -
Celebra la brevedad de la vida de la rosa
Este ejemplo
feliz de la hermosura
que en purpúreos ardores
resplandece,
si a dar admiraciones amanece,
a no dar escarmientos se
apresura.
No miden los
espacios su ventura,
5
pues cuando breve exhalación
florece,
de aplausos de la vista se
enriquece
y de injurias del tiempo se
asegura.
¿Para
qué más edad? Si no mejora
la pompa que en fragante incendio
brilla,
10
y a cada instante contrapone un
daño.
Sobrada eternidad
es una hora
para ser en la muerte
maravilla
y no ser en la vida
desengaño.
- VII -
A las ojeras de una dama
Iluminados del
color del cielo,
los párpados hermosos de
unos ojos,
raudales de zafir que, sin
enojos,
los sentidos anegan por
consuelo;
piratas son del
sol que, sin desvelo,
5
las luces roban a sus rayos
rojos,
que valiosos blasonan por
despojos,
sombra a sus luces y a sus rayos
hielo.
Del alma
más esquiva las potencias,
el sitio azul en cercos y
clausura,
10
sitiadas rinde sin acción
violenta.
Que es imposible
en tantas influencias
resistir el imán de su
hermosura,
por centro de la vida, que la
alienta.
- VIII -
Junto a una dulce
fuente, que sonora
su armonía formaba de
cristales,
la hermosa causa de mis fieros
males
durmiendo estaba al despertar la
aurora.
Mas como Cintia
duerme, no colora
5
el cielo los balcones
orientales,
los ríos no apresuran sus
raudales,
ni el prado de claveles viste
Flora;
no se oye de las
aves la armonía,
ni alentaron las auras
lisonjeras
10
las rosas que su espíritu
esperaban;
mas luego al
despertar la ninfa mía,
quedaron flores, aves, fuente,
fieras
de la misma manera que se
estaban.
-
IX -
A Salomón llegando a adorar a Astaren,
diosa de los sidonios
Detente, aguarda,
Rey: ¡ah! ¿quién te guía
a tan torpe maldad? Suelte la
mano
la víctima infeliz;
¿qué ardor villano
te conduce a tan ciega
alevosía?
¿Tú
adoras a Astaren? Tú aquesa impía
5
bárbara estatua del sidonio
vano?
¿qué es esto, justo
rey, digo, tirano?
¿dónde está la
fatal sabiduría?
Si es que el amor
gobierna tus acciones,
¿cómo los ojos
cierras al encanto?
10
¿cómo el saber no
vence al ardimiento?
Mas ¡ay, y
cuánto pueden las pasiones!
Pues en tu entendimiento, y siendo
tanto,
vence tu voluntad tu
entendimiento.
-
X -
A los dos extremos de amor y aborrecimiento,
antes y después de gozar Amón a Tamar
¡Oh,
cuán postrado Amón, oh cuán rendido,
la fraterna beldad, bárbaro,
adora!
Teme, siente, suspira, calla y
llora;
¿llora? Ya está su
amor encarecido.
Goza a Tamar, y
en odio convertido
5
mira su amor; ¡ah vil
pasión traidora!
¿la que ayer te
abrasó te hiela ahora?
¿tan presto es lo adorado
aborrecido?
Desear y
conseguir tales efectos
y tan contrarios, ¿causan
que se muda
10
todo un Dios con tan leve
circunstancia?
Mas
¿quién duda tan súbitos efectos?
El amor ¿no es extremos?
Pues ¿quién duda
que del odio al amor no haya
distancia?
-
XI -
Sobre los
ríos, sobre las arenas
de Babilonia el oprimido
hebreo
lloraba triste, lamentaba reo
tus memorias, Sión, no sus
cadenas.
¡Grave
dolor! Sin lástima a sus penas,
5
cantar le manda el bárbaro
caldeo;
mas ¿cómo irán
a Dios (vano deseo)
sus cánticos en tierras tan
ajenas?
A los sauces los
míseros dirigen
los órganos, y en voces
repetidas
10
a Palestina claman dulcemente:
«Jerusalén, ¡oh cuánto nos afligen
tus memorias! Que en dichas ya
perdidas
sólo el pasado bien es mal
presente.»
-
XII -
A la excelentísima casa de la
cueva
¿Qué es esto? ¿El orbe en
uno y otro hermano
el Júpiter de España
ha dividido?
¿Del primero, a la vaina
reducido,
el acero de Marte hereda Jano?
¿Goza en
Europa el lauro soberano
5
su nombre, por aciertos,
repetido,
en tanto que de haberos
oprimido,
da al segundo el tridente el
Océano?
Ensalza en las
Américas regiones
el tercero al monarca sin
segundo,
10
pues su lealtad no muda de
hemisferio.
Carlos, si por
premiar a tres campeones
te fue preciso dividir el
mundo,
¿qué espacio
será límite a tu imperio?
-
XIII -
A dos hermanos nacidos de un parto...
¿Qué domino adquirís,
constelaciones,
allá en la fija luz del
firmamento,
que puedan de un influjo en un
aliento
nacer y respirar dos
corazones?
Repitióse
una vida en dos acciones,
5
y de dos voces se formó un
aliento,
de dos almas fue sólo un
movimiento,
pues también se imitaron las
pasiones.
De ver prodigio
igual el mar airado,
a uno anegó; pero los dos
murieron,
10
y unidos a la playa los
condujo,
como diciendo al
cielo el ponto helado:
«Yo uno anegué; si
entrambos fenecieron,
divídase la culpa con tu
influjo.»
-
XIV -
A la muerte de un grande héroe
Este, que a breve
mármol reducido,
lágrimas solicita, si no
horrores,
si a duración atiende, si a
esplendores,
fue cometa veloz, fue sol
lucido.
Tributo a fatal
golpe dio debido,
5
porque dejase en fúnebres
rigores,
entre acciones humanas
superiores,
su valor de divino desmentido.
Quejas de la
virtud tiene la vida,
pues causa fue su perfección
temprana
10
de evitarle más años,
por ociosos.
¡Oh pira, a
noble fénix construida!
Pues sol te mira en cumbre
soberana,
desmientan ya sus hechos
generosos.
-
XV -
Disculpa su amor, atribuyéndole a
influjo de su estrella
También
yerran los astros, Celia mía,
pues con ímpetu justo,
aunque violento,
para tu indignación y mi
tormento
despertaron tu hermosa
tiranía.
En fe de la
suprema simpatía
5
que turbó con su fuerza mi
escarmiento,
este, que te parece
atrevimiento,
influjo fue primero que
osadía.
Una estrella te
inclina hacia mis males,
otra me persuade esta locura,
10
y ambas se alumbran con tus luces
bellas.
Templa pues los
rigores celestiales,
o enmiéndame, si puede tu
hermosura
corregir el secreto a las
estrellas.
-
XVI -
Recela un amante llegara a ver un retrato de su
dama, al acordarse de su cruel ingratitud
Al que en montes
de espuma sumergido,
le da el piélago tumba
cristalina,
es el mayor tormento de su
ruina
la memoria del puerto
apetecido.
Llora aherrojado
al infeliz, que ha sido
5
horror del cruel influjo, que le
inclina,
siendo quien al sollozo le
destina
la libertad amada que ha
perdido.
Si en
prisión, y en tormenta, los desmayos
crecen al paso del dolor
terrible,
10
acordándole el bien el mal
presente.
No quiero, Copia
hermosa, ver sus rayos,
pues para hacer que mi dolor se
aumente,
me acuerdas la beldad con lo
imposible.
-
XVII -
Quéjase de la tiranía del amor,
que sin quitarle la vida le da muerte
Dido se entrega
del infiel troyano
al hierro aleve, a la enemiga
espada;
de Leandro la empresa
malograda,
grave le fue sepulcro al
Océano;
De Céfalo
la diestra amiga mano
5
a Pocris dio la muerte
acelerada,
y de Juno Semeles
engañada,
muere al rayo de Jove
soberano.
Muere Narciso
amante de sí mismo,
Píramo de su Tisbe al fin
violento,
10
y piedra al duro lazo
suspendida.
Todos necesitaron
en su abismo
de heridas de dolor y de
instrumento;
yo sólo, Marcia, muero con
la vida.
-
XVIII -
A Cintia, que mirando unos lienzos, le llevo la
atención aquel en que estaba pintada la ruina de Troya
Cintia,
¿qué miras? ¿El engaño griego
que atrevida mintió
bárbara mano?
¡Qué luego te llevase
lo inhumano!
¡Qué la ruina te
inclinase luego!
Mejore estragos
el vendado ciego,
5
aumentando violencias al
tirano,
y de tu vista al rayo soberano
arda el Asia otra vez en mejor
fuego.
Mas si de ver
incendios sólo trata,
y engañas, Cintia hermosa,
tu despecho,
10
no mires, no, de Troya los
despojos.
Vuelve a mi fe,
donde verás, ingrata,
las cenizas que aun arden en mi
pecho,
los engaños que aun viven en
tus ojos.
-
XIX -
Amor compadecido del dolor de un amante
corazón, procura librarle de la ingrata belleza, a cuyo
rigor padece
No es mío
el corazón, porque os lo he dado,
ni vuestro porque no le
habéis querido,
a mí no ha de volver, que
aborrecido,
tengo cuanto de vos es
despreciado.
Pues darle a
otra, que a vos, tan excusado,
5
es ya, cuanto de vos ser
admitido,
ni en mí, ni en vos, ni en
otra es acogido
¿adónde alberga el
corazón cuitado?
Amor, que ni por
fuerza, ni por ruego
pudo hacer con el vuestro, que le
quiera,
10
que de altivo desprecia sus
despojos.
Porque siervo tan
fiel no se le muera,
en él aire le cría al
fútil fuego,
que os hurta a vos de los divinos
ojos.
-
XX -
Al poder mas que soberano de los ojos de
Narcisa
Con vano ardor,
con apetito ciego
lidiaban por la eterna
monarquía
los dioses soberanos; que aun
ardía
la ambición en el reino del
sosiego.
Empuñó el libre dios el tirso
griego,
5
el acero fatal Marte
esgrimía,
y el soberano Júpiter
movía
en cada rayo la región del
fuego.
Entre los
soberanos batallones,
luego que el arco el ciego dios
previno,
10
a su diestra la gloria fue
precisa.
¡Ah
terrible poder de sus arpones!
Venció el amor todo el poder
divino,
pero al amor los ojos de
Narcisa.
-
XXI -
Un amante, soñando que su dama era
muerta, halló, despierto que estaba enferma
Soñaba
¡ay dulce Cintia! que te vía;
mejor diré que, ciego, te
soñaba.
Pues si eclipse en tus ojos
contemplaba,
miento si digo que tu luz
tenía.
Te
soñé muerta, y como no podía,
5
aun en sueños vivir, si te
admiraba
imagen muerta, el sueño que
en mí obraba
de la muerte otra imagen me
fingía.
Resucité
del sueño pavoroso,
y hallé que enferma estabas;
no es tan fiera
10
la pena cruel que en mi dolor se
funda;
que en mis
desdichas vengo a ser dichoso,
pues teniendo presente la
primera,
no pudo darme muerte la
segunda.
-
XXII -
Los campos de
Agenor nevado toro
por Europa pacía
enamorado,
el mayor dios, el siempre
venerado,
grave esplendor del soberano
coro.
El Caistro le
oyó cisne canoro,
5
en blanca pluma amor
disimulado,
y hallando la deidad nuevo
cuidado,
los aires coronó con plumas
de oro.
Ya es fauno, ya
pastor, ya estrella errante,
y ni sus fraudes vencen sus
ardores,
10
ni la llama se ve menos
remisa.
¡Ah! Deja
los engaños, gran Tonante,
si quieres al amor matar de
amores,
transfórmate en los ojos de
Belisa.
-
XXIII -
A un retrato de Cintia, antes de haberla
visto
Copiado tu
esplendor llegué a mirar,
adelantando, Cintia, el
padecer;
y no pudiendo, por fingida,
arder,
aun fingida la voz, pudo
abrasar.
Imaginada te
llegué a mirar,
5
no imaginando nunca merecer;
¿cómo
idolatrará quien llega a ver
lo que adoró de sólo
imaginar?
Toda el alma de
mí se enajenó,
y a ti sin alma el alma te
ofrecí,
10
sin albedrío mi
pasión quedó;
y así, en
amarte nunca te ofendí,
puesto que sin mí mismo te
amé yo,
y tan atento, que era a ti sin
ti.
-
XXIV -
A una dama de pie demasiado crecido
Tienes un pie,
Marica, que, a medirse,
tuviera cien mil pies; es sin
trasunto.
Pues quererle contar punto por
punto,
es cuento largo, y no puede
decirse.
En el
sólo, si bien llega a medirse,
5
hay un apostolado todo junto;
es tan grande, en efecto, que
barrunto
que delante del Rey puede
cubrirse.
Es puntuosos tu
pie, no como quiera;
él es un pie disforme, es un
pie fiero,
10
y él es un pie que saca el
pie del plato;
y, en fin,
él es un pie de tal manera,
que todo lo que digo y
exagero,
no es, Marica, tu pie ni aun su
zapato.
-
XXV -
A una dama que, siendo vieja, tenía mas
galanes, que cuando fue moza y se decía que tenía
algo de bruja
Por los hechizos
de tus ojos cuando
eras, Nise, muchacha, te
querían;
mas, ya vieja, no son los que
solían;
otros dicen que está
ejercitando.
Los que te
estaban cuando niña amando,
5
a los encantos que en tu rostro
vian,
volando, dicen todos, que
venían,
y ahora dicen que los traes
volando.
No eran muchos,
oh Nise, los que antes
a tu beldad pagaban fiel
escote,
10
mas ahora son más y
más galantes.
¡Oh fuerza
del diabólico almodrote!
Ya, Nise, no me admiran tus
amantes,
si tienes el amor de bote en
bote.
-
XXVI -
Exagera la lástima que el mundo
tenía de sus amorosos cuidados, y la justa causa de su
compasión
Apagadas del sol
las luces bellas
del crespo mar en el undoso
hielo,
Argos del mundo, desvelado el
cielo,
abrió por ojos multitud de
estrellas.
Del ronco mar se
oyeron las querellas,
5
que vuelve el eco en repetido
anhelo,
y el Céfiro, con
próvido desvelo,
despertaba las flores con su
huellas.
Aun en el caos de
la noche oscura
no sosegaron plantas ni
animales
10
de las fatigas del prolijo
día.
Cintia, mira el
poder de tu hermosura
que, condolidos todos de mis
males,
todos velaban, pero yo
dormía.
-
XXVII -
Un amante, habiendo gastado mucho en una dama,
le pidió el premio de su amor, y esta le mandó a
confesar
Jamás he
quebrantado juramento
de cuanto, hermosa Julia, he
prometido,
y en vuestra gracia debo haber
vivido,
según la ley de dar, a lo
que siento;
con palabra con
obra o pensamiento
5
jamás me acuerdo haberos
ofendido;
el daros sólo mi pecado ha
sido,
y de ese tengo el
arrepentimiento.
Decid, ¿de
qué queréis que me confiese?
Porque si es el delito de
quereros,
10
mandarme confesar es excusado;
pues cuando yo
tan gran pecador fuese,
por vestidos, por joyas, por
dineros,
vos me sacáis el alma de
pecado.
-
XXVIII -
Define el amor con novedad, experimentado ya de
sus efectos
Del sueño
en el silencio sosegado,
en tan dulce quietud, Cintia
yacía,
que te aseguro que temer
podía
mucho más a una pulga que a
un cuidado.
De esto envidioso
el ciego dios alado,
5
midió del aire la
región vacía,
y dijo que era grande
picardía
el dormir yo y estar él
desvelado.
Esto diciendo,
armado de veneno,
un arpón me envío por
la tetilla,
10
llegando al alma su dolor
tirano.
Del temor,
desperté, y hálleme bueno;
que esto de amor no es más
que pesadilla,
que en despertando un hombre se
halla sano.
-
XXIX -
Con moralidad de la rosa, escribe haciendo
donaire
Rosa del prado,
estrella nacarada,
astro que el mismo prado ha
producido
a los soplos del céfiro
encendido,
que no pierde la rosa por
soplada.
Reina del soto,
del abril jurada,
5
como el purpúreo dice real
vestido,
de tanto Tirio múrice
teñido,
que esto quiere decir que es
colorada;
mueres ahajada y
vives presumida,
que aunque de presunción
peca la hermosa,
10
también de ahajada muchas
veces peca.
Copia de la
beldad miro en tu vida:
Sale fresca al nacer y es fresca
rosa,
viene seca a morir y es rosa
seca.
- XXX -
Exhorta a Cintia a que deje de ser ingrata,
poniéndole por ejemplo la recíproca correspondencia
de los gatos