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Abajo

Sonetos


Pedro Soto de Rojas


Ramón García González (ed. lit.)




ArribaAbajoDatos biográficos de Pedro Soto de Rojas

Nace en Granada en 1584.

Hace sus primeros estudios en Granada para seguirlos después en Madrid, bajo la protección del Conde Duque de Olivares. En 1610 se graduó como bachiller. Termina la carrera de Derecho.

Ejerce de abogado en Valladolid y más tarde en Madrid donde inicia su amistad con los poetas, sobre todo con Góngora, Lope de Vega, Mira de Amescua y otros.

En 1612 lee su Discurso sobre la poética al ingresar en la «Academia Salvaje» bajo el seudónimo «Ardiente».

Abraza el estado sacerdotal y regresa a Granada, graduándose en Cánones y Leyes. Ejerció de abogado del Santo Oficio.

Participa en la celebración de las justas poéticas en honor de San Ignacio patrocinadas por los Jesuitas de Sevilla y en las que intervinieron entre otros los poetas Góngora y Jáuregui.

En 1629, cansado y desengañado de no poder conseguir sus pretensiones de la Corte, se construye un carmen suntuoso, donde hasta el final de sus días se dedica al cultivo de la poesía.

Lope de Vega en su Laurel de Baco elogia las poesías de Soto de Rojas.

Una de sus obras, El Paraíso, está claramente conformada con el estilo gongorino. Sin embargo sus sonetos están más en el estilo de Garcilaso.

Fue Canónigo de la Iglesia de San Salvador de Granada.

Muere en Madrid el año 1658.








ArribaAbajo- I -


Proemio


Abajo   Tristes quejas de amor dilato al viento.
Serán, por tristes, de mi error castigo;
por quejas, nuevo honor de mi enemigo;
y por de amor, amantes escarmiento.

   Será también la voz de mi instrumento  5
en el proceso de mi edad testigo,
y yo el áspero actor que a mí me sigo
y el culpado que canta en el tormento.

   Vosotros, o jueces, o fiscales
(bien así que mis males, infinitos),  10
no me juzguéis si no sentís mis males;

   que si buscáis castigo a mis delitos,
castigo tienen a su culpa iguales:
fuegos de amor abrasan mis escritos.




ArribaAbajo- II -


Al peregrino


ArribaAbajo   ¿Dónde vuelas, soberbio pensamiento?
Ícaro mozo, mi consejo espera:
mira que al polvo humilde y blanda cera
ni el sol perdona, ni respeta el viento.

   Fénix es sol, y su divino aliento  5
la procelosa de Aquilón esfera;
de cera y polvo tu porción ligera;
teme, vuelve a la tierra, que es tu asiento.

   Pero sube, camina, no repares,
rompa tu fuerza los contrarios vientos  10
hasta ver de tu sol su luz a solas;

   que, si muerto cual Ícaro bajares,
nombre darás al mar de mis tormentos
y eterno vivirás entre sus olas.




ArribaAbajo- III -


Lisonjea al Genil porque tercie en su amor


ArribaAbajo   Saca, Genil, de tu nevada gruta
los corvos cuernos de cristal luciente;
ala con los remansos la corriente
y echa la vista en tu ribera enjuta:

   a Flora en flores y a Pomona en fruta  5
coronando verás tu anciana frente,
y a la ninfa que es menos obediente
tus pies besando, humilde más que astuta.

   En tu arena verás mi ingrata hermosa,
pomposa causa de tu honor florido,  10
y le dirás mi herida luminosa.

   Mi herida... Y guarda si te niega oído:
del pie veloz la estampa rigurosa
será consuelo de mi amor perdido.




ArribaAbajo- IV -


Envidia dulce


ArribaAbajo   Tras el desdén de las que argenta escamas,
goza el amante del vellón que dora;
pasó el rigor del hielo y ya de Flora
es el campo galán en mil retamas.

   El pajarillo entre las dulces ramas  5
corresponde a la voz que le enamora;
el tierno amante, aljófar de la aurora,
blancas flores abraza y verdes gramas.

   ¡Oh, todos venturosos amadores,
a quien asignan los piadosos cielos,  10
para un rigor, sin número favores!

   ¿Cuándo saldrá mi sol de tantos hielos?
¿Cuándo se oirá esta voz? ¿Cuándo habrá flores?
¿Cuándo tendrán reposo mis desvelos?




ArribaAbajo- V -


Ojos de Fénix, si matadores, deseados


ArribaAbajo   Indicios claros de la luz, espías
del luminoso general del cielo,
cuyo valor ardiente, cuyo celo
años le rinde y le conquista días;

   apacibles tiranos, que alegrías  5
dais y quitáis al más cortés desvelo;
deidad tonante, que fulmina hielo
sobre el volcán de las entrañas mías;

   volved a mí, volved, aunque de fiero
basilisco seáis: vuestra hermosura  10
más que la vida en vuestra ausencia quiero,

   si ya no sube a tanto mi ventura
que os puedo ¡oh cuán difícil! ver primero,
y es cada cual difunto y sepultura.




ArribaAbajo- VI -


Mirando un incendio


ArribaAbajo   Subes, ¡oh llama!, con veloz carrera,
de estos cansados leños desatada,
solicitando, en humo transformada,
el distante reposo de tu esfera;

   pero al subir por la región ligera  5
te vuelve el viento burlador en nada:
¡ay de ti, cuánto amante, desdichada,
de mi más dulce acción imagen fiera!

   Así disuelta, sube, el alma mía
del corazón, solicitando asiento,  10
a la esfera veloz de su alegría,

   y nunca llega a consumir su intento,
que es humo de mi ardor, y a su porfía
es un desdén dificultad del viento.




ArribaAbajo- VII -


Exhortación


ArribaAbajo   Como al claro verano el turbio invierno,
la oscura noche al luminoso día,
al llanto de Memnón la melodía
dulce del simple pajarillo tierno,

   como al morir en paz vivir eterno,  5
lágrimas en niñez a su alegría,
a los gozos de amor melancolía
y a sus glorias de celos un infierno,

   así le sigue al ser mujer mudanza;
no hay firmeza en mujer, no hay cosa estable:  10
a la fortuna vence, al aire alcanza.

   ¡Oh tú, tirana, sé veloz, mudable!
Mas, ay, que temo ya de tu tardanza
ver el fin de Anajarte miserable.




ArribaAbajo- VIII -


Quejas disculpadas


ArribaAbajo   Del áspero lugar la seca rama
se querella, si al fuego la condena;
la blanca vela, de la parada entena,
si su tesoro el Aquilón derrama;

   si al coral falta su cerúlea cama,  5
se altera enardecido en tierra ajena;
el mal seguro leño en mar serena,
gimiendo, al monstruo que le rige infama.

   Estos se quejan sin tener sentido,
sin tener vida: pues que vivo, siento  10
fuego en mi pecho, mares en mis ojos,

   la boca en aire y a la tierra asido,
portentoso de amor soy vencimiento.
Deja, Fénix, que sienta mis enojos.




ArribaAbajo- IX -


Dijo Fénix que no le hacía ni bien ni mal


ArribaAbajo   Decís que bien ni mal, señora mía,
me hacéis; estoy de vos tan olvidado
que aun aliviar con penas mi cuidado
estorbáis a mi loca fantasía.

   Más mal me hacéis que sustentar podría  5
en el que yo he sentido y vos negado,
mas, si podéis, hacerme mal doblado,
hacedme males mil, por cortesía.

   Que aunque es bastante para darme muerte
el que a todos hacéis mirando acaso,  10
quiero por vos morir de mal más fuerte:

   dame veneno, dadme, que me abraso;
no bebe alguno de él, que está mi suerte
en apurarle la ponzoña al vaso.




ArribaAbajo- X -


Amistad de arroyo correspondida en llanto


ArribaAbajo   Ya de cristales de tu curso bello,
clara verdad de las vecinas flores,
murmuran sin recato mis amores
cuando más tiernamente me querello;

   ya me descubren la coyunda el cuello  5
mis mejillas surcadas con dolores,
marchitas de sus campos las colores
y nevados los montes del cabello.

   Bien claro, amigo arroyo, me has mostrado,
mas que mucho, mi alegre desvarío,  10
si doctrinas los troncos de aquel parado;

   pues hoy harás emulación al río
con la paga que ofrezco a tu cuidado
en las corrientes de este llanto mío.




ArribaAbajo- XI -


Piedad declarada por rigor


ArribaAbajo   Puso en ti del autor la sabia mano
alma quieta en sangre generosa,
anciano fruto en niña flor hermosa,
divino ingenio en un sujeto humano.

   Mas luego puso, ¡ay triste!, amor tirano  5
entre blanco jazmín y fresca rosa
la Ceraste mordaz más venenosa
que humor vertió de racional insano.

   Tú, piadoso, quizás por no acabarme,
huyes y escondes su veneno esquivo  10
como si esto bastara a remediarme;

   pero es aumento que en mi mal recibo,
pues muero cuando dejas de matarme,
y sólo el tiempo que me matas vivo.




ArribaAbajo- XII -


Amor, médico ignorante


ArribaAbajo   Si escucho el son del regalado aliento
que al Euro amansa y al Genil suspende,
mi lastimado corazón se enciende
y solicita en su ruina al viento;

   si ausente estoy, veloz el pensamiento  5
corre a la luz, en que su luz se ofende:
que Amor curar con su veneno entiende
y el tormento halagar con más tormento.

   ¡Oh, ignorante doctor, oh falsa cura!
¿Cómo no ves que en fuerza tan rendida  10
medicina tan cáustica es locura?

   Sepan todos, Amor, que no das vida,
que abres la más difícil sepultura
más bien que cierras la menor herida.




ArribaAbajo- XIII-


Deprecación al tiempo


ArribaAbajo   Si quiebras, tiempo, los peñascos duros,
si aceros comes, si metales bebes,
si firmes montes con tu fuerza mueves
y a brazos rindes invencibles muros,

   si los anfiteatros mal seguros  5
están al golpe de tus filos breves,
si Troya das al viento en polvos leves
y a Cartagos al suelo en llantos puros,

   muda aquel pecho que mi llanto ha sido
duro peñasco, alcanza tú la gloria  10
de un triunfo a los mortales prohibido,

   goza la pompa de tan gran victoria;
pues tienes tanta fuerza y tanto olvido,
muda aquel pecho o vence mi memoria.




ArribaAbajo- XIV -


Jazmines, esperanza en blanco


ArribaAbajo   Blancos jazmines, que en el blanco pecho
de mi cándida Fénix reposaste,
a quien color, a quien olor hurtaste
con ancha mano, si por tiempo estrecho.

   Puesto que ya por natural derecho  5
parece que gozáis lo que usurpaste,
cómo, decid, a tanto bien llegaste,
que soy de envidia cual de amor deshecho.

   Volved las hojas ya lenguas risueñas,
así no le paguéis a la mudanza  10
el censo a que os obliga haber nacido.

   Pero no las volváis, que pues por señas
muestran agora en blanco mi esperanza,
dirán mi muerte, y tras mi muerte olvido.




ArribaAbajo- XV -


ArribaAbajo   La negra noche con su sombra fría
amparaba el honor de las estrellas,
cuando aquel sol que engendra mis querellas
con rayos de su luz las encendía.

   Callando, pareció que les decía:  5
«Ya de mi fuego en esta edad centellas
no alumbraréis, que entre mis luces bellas
puso el Autor al mundo nuevo día».

   Vuelta después a mí, con voz ardiente,
sin templar la virtud de tanta brasa,  10
me dijo: «Vete en paz, amante ciego».

   Me dejó herido el corazón doliente
entre llamas secretas, do se abrasa,
y me fui en paz. ¿Qué paz? A sangre y fuego.




ArribaAbajo- XVI -


Fénix, Santelmo en el mar de amor


ArribaAbajo   Si lucha con el casco el Euro fuerte,
los deshojados árboles desgaja,
arrebata el timón, las tablas raja,
nada perdona a que su furia acierte.

   Teme el piloto la contraria suerte  5
y el marinero en partes mil trabaja,
porque en mil partes mira la mortaja
que el mar previene a su vecina muerte.

   Pero si el Euro de los Celos llega
al instable bajel, mi pensamiento  10
no sólo en embestir no se acobarda,

   mas el piloto Vista el temor niega,
descansa el marinero Entendimiento,
porque el Santelmo Fénix va en su guarda.




ArribaAbajo- XVII -


Persuasión


ArribaAbajo   Traslada el curso de las rejas duro
con sordos pasos a las blandas puertas,
que, si pretendes las del alma abiertas,
rotas las tiene ya mi llanto puro.

   Ya es pretérito el tiempo que, futuro,  5
pudiera hacer mis esperanzas ciertas;
las horas miro a mis espaldas muertas,
que pretendí para vivir seguro.

   Abre las puertas, ángel riguroso,
para que goce con descanso amigo,  10
tras tormento de amor, de amor reposo;

   abre, si no las puertas, un postigo;
abre, que amor no es mal contagioso
ni es, aunque tira flechas, enemigo.




ArribaAbajo- XVIII -


Ausentándose por no ofenderla


ArribaAbajo   Hermosa Fénix, si la luz serena
de vuestros claros ojos no abrasara,
su pureza de voto contemplara,
que al no encendido, al temerario enfrena;

   mas si mi vista enciende y desordena,  5
cual suele el viento y fuego a polvo y vara,
si, aunque se oculta, siempre ostenta clara
purpúrea rosa y cándida azucena,

   ¿cómo queréis que mire vuestros ojos
menos que con intento así advertido?  10
Ausente estoy mejor, si os causo hinojos:

   adiós, Fénix, adiós, que voy perdido;
huyendo voy de amor y sus antojos,
mas, ay, que viene a la memoria asido.




ArribaAbajo- XIX -


En la partida, hablando con Sierra Nevada


ArribaAbajo   Huyo de ti, porque eres poderosa,
sierra, de helar al sol cuando te ofende
y no de hacer la llama que me enciende
o más voraz, o menos rigurosa.

   Huyo, porque entre nieves y entre rosa  5
sobre tus faldas sus venenos tiende
sierpe, si no se ve, que bien se entiende,
sierpe a mi voz de oreja cautelosa.

   Quizá el puerto tendrá de Guadarrama
o sierpes no, u orejas a mi ruego,  10
quizá su nieve aplacará mi llama,

   y ya que no la aplaque en tanto fuego,
pues llegaré difunto mar de fama,
puerto será de mi mortal sosiego.




ArribaAbajo- XX -


Estando en la cumbre de Guadarrama


ArribaAbajo   Anciano risco, a quien la joven nieve
abraza y besa con callados labios.
Necias corrientes y remansos sabios,
¡cuán sabio el que a partirse no se atreve!

   Robles, ruinas ya, do el cierzo aleve  5
manifiesta sus ásperos resabios.
Todos imagen sois de mis agravios,
hasta el cielo me imita cuando llueve.

   Como la nieve, con el risco estuve;
me dividen los tiempos como al agua;  10
y roble soy, a quien ausencia ofende;

   mis ojos son una copiosa nube:
si te parezco tanto, ¿cómo enciende,
oh Guadarrama, Amor en mí su fragua?




ArribaAbajo- XXI -


Ausencia triste


ArribaAbajo   ¿De qué te quejas, corazón? Resiste
los golpes duros de la ausencia fuerte,
pues dejaste la vida por la muerte,
cuyo triunfo en tu dolor consiste.

   Mas, ay, que tanto la memoria asiste,  5
guerreo vigilante, en ofenderte,
que es fuerza que mi amor para valerte
en llanto te desate, en llanto triste.

   Muda ya en mares, pues, los ojos míos
y este mi pecho en fuego: fuertes luchen  10
el agua y fuego con mi pecho roto;

   viva muriendo en abrasados fríos,
donde los ecos de su voz escuchen
ausente Fénix y presente Cloto.




ArribaAbajo- XXII -


ArribaAbajo   Bien venidos, seáis, rubios cabellos,
verde listón, seáis muy bien venido;
haya vuestro viaje sucedido
cual merecéis y cual merecen ellos.

   Pues vistes, ay, aquellos ojos bellos,  5
luz objeto del sol esclarecido,
cómo quedan decid: sienta el oído,
pues que mis ojos no merecen vellos.

   ¿Se desatan en llanto, dulce suerte,
en esta ausencia que con sangre lloro?  10
Hablad, cabellos, pues de Fénix fuistes.

   Muertos estáis, mas vuestro fin me advierte
en verde campo con señales de oro
que alegre los espere, aunque estén tristes.




ArribaAbajo- XXIII -


Llegando de esta ausencia


ArribaAbajo   Salve, Fénix, honor de esta ribera,
bien que afrenta del sol, salve, pastora,
que haciendo pobre a la rosada aurora
enriqueces la fértil primavera.

   Salve, serena luz que reverbera  5
cuando el nublado Acuario triste llora,
y cuando el Aries sus guedejas dora
haces piedras cenizas y bronces cera.

   Salve, y perdona la tardanza mía,
perdona el tiempo que he vivido ausente,  10
si es que ausente de ti vivir podría,

   aunque sólo pensando estar presente
el alma, como premio a su porfía
vive en ti cuando en mí morir se siente.




ArribaAbajo- XXIV -


ArribaAbajo   Al dulce son de vuestro blando acento
vi las aves sin dueño ya cautivas,
suspensas vi las aguas fugitivas
del Darro en su orgulloso movimiento,

   vi el rumor de los árboles atento,  5
vi del aire cesar las lenguas vivas,
vi humanarse las fieras más esquivas
y moverse las piedras de su asiento.

   Me vi también de vuestro canto asido,
Fénix bella, y al céfiro, a las aves,  10
piedras, árboles, fieras y corriente

   dije: «Pues este canto os da sentido,
sentid, testigos de este bien suaves,
que ya mi alma de sentir no siente.»




ArribaAbajo- XXV -


Fénix, sol de amor


ArribaAbajo   Con manos de oro la neutral cortina
corre el gran sumiller del cuarto cielo
y, descubriendo su esplendor al suelo,
las extranjeras formas avecina.

   El vulgo todo de la luz se inclina,  5
cediendo a su mayor con santo celo,
que dar al sol la luz y al ave el vuelo
la justicia constante determina.

   Sol es, Fénix, de amor vuestro semblante,
sol que dudas aclara y hermosea,  10
sol que forma los años del amante;

   exhalación mi alma, que os desea
y por derecho natural constante
en vos la luz de vos por vos emplea.




ArribaAbajo- XXVI -


Conocimiento perfecto


ArribaAbajo   Dichoso aquel que de su techo amado
lejos de la vulgar y ciega gente,
con pecho firme, con serena frente,
vive de amores, de ambición, purgado.

   Dichoso aquel que de su techo amado  5
ve la Aurora nacer por el Oriente,
dejando entre las flores, dulcemente,
de su terneza y su color traslado.

   Macize el pecho de oro el Midas necio,
sufra inconstante aliento a dulces labios,  10
pues cosas tan vacías tienen precio.

   ¡Oh mil veces feliz, quien ya de agravios
de una esperanza sale, en un desprecio!
¡Feliz quien ama el oro de los sabios!




ArribaAbajo- XXVII -


Desengaño de amor exhortando


ArribaAbajo   Oh tú que adoras miserablemente
fantástica apariencia de belleza,
vuelves mis hojas llenas de aspereza,
y en noche instable aprende luz constante.

   Amor verás, si se creyó diamante,  5
frágil vidrio después, que en su entereza
coronado de llanto y de tristeza,
brindó al mejor, de su campaña errante.

   Veneno entre cristales embozado,
excusa, y solicita ya, sediento  10
ciervo, curso de fuentes dilatado.

   Toma de tanto hidrópico escarmiento:
más medra el abstinente, el recatado,
que cuanto el mundo ofrece es sombra, es viento.




ArribaAbajo- XXVIII -


Misericordia


ArribaAbajo   Vuelve a poner, Señor, en mí tus ojos,
puesto que tantas veces me miraste,
cuando de sombras vanas me sacaste
tras quien fui ciego en falsa luz de antojos.

   No sufra tu piedad largos enojos,  5
pues de inmortal, mortal carne tornaste;
que no es bien que del soto que plantaste
gocen tus enemigos los despojos.

   Baste que al día mil veces lo han cazado
en tu desgracia y mía, sin ser suyo;  10
no lleven la ya leña estéril seca.

   Y si mil desengaños no han bastado
a libertar a este hombre vil que peca,
llévale Tú por fuerza, pues es tuyo.




ArribaAbajo- XXIX -


División, tributo nacional


ArribaAbajo   Allá dejé mi corazón atado
dentro de vuestro pecho, en mi partida
y por dulce principio de mi vida
guardo del vuestro el singular traslado.

   Con vos unido estoy, aunque apartado,  5
sin que pesada intermisión lo impida,
que de amistad por Ebos extendida
montes penetra el curso dilatado.

   Bien es que el alma sensitiva aprieta
y de hambre y sed en esta ausencia muere,  10
porque le quitan su porción perfecta;

   mas oficiando la razón infiere
(y le propone) que nació sujeta
a división de lo que bien se quiere.




ArribaAbajo- XXX -


Al sueño


ArribaAbajo   ¿Por qué, di, de mis ojos sueño blando
los desvelados párpados no pegas?
¿por qué a mis miembros tus licores niegas
si por el mundo los estás regando?

   De mí, porque te invoco vas volando  5
y a quien menos te busca más te llegas;
bien claro el arte de tus obras ciegas
con castigo cruel me va mostrando.

   Si oscuridad procuras, ¿qué tiniebla
como mis ojos? Si el silencio estrecho,  10
su imagen son, sin dedo, mis dos labios:

   llega que alcázar te dará mi pecho,
gruta será mi herida, mi amor niebla,
mi llanto humor, ministros mis agravios.




ArribaAbajo- XXXI -


Tisbe


ArribaAbajo   Tisbe a su amante, que en cadáver mira
con temerosa mano el rostro toca,
límpiale con los cabos de la toca
y en los labios desiertos le suspira.

   Engañada imagina que respira  5
y es el aliento de su misma boca;
su fin estudia, a su maestro invoca,
sus manos tuerce, sus cabellos tira.

   Nadie le ayuda en tanta desventura
sino la muerte, ¡oh caso lastimoso!,  10
el pecho arroja a la enemiga espada;

   asió la mano de su esposo dura,
y mirose en el tálamo espantoso
doncella, viuda, muerta y desposada.




ArribaAbajo- XXXII -


Tapices de rosas


ArribaAbajo   Borde el Darro gentil su margen de oro
sobre tapetes de esmeralda hermosa,
y matutina, deshojada rosa
en él disipe intacto su tesoro;

   las bellas ninfas, olvidando el coro,  5
en profusión de flores olorosa,
imiten divertidas a la diosa
que presta a mayo su primer decoro;

   para que Fénix con altivo orgullo
favorecida pise arroyo y prado:  10
mas si le da como el amor desvío,

   ni deshoje la rosa su capullo,
ni de Flora las ninfas sean traslado:
ni de oro el margen suyo borde el río.




ArribaAbajo- XXXIII -


A Fénix en la empresa


ArribaAbajo   No de aromas sabeas, sí en pomposa
altiva ostentación, al nido aspira
¡Oh Fénix! tu ambición; ¡Oh Fénix! mira
cuanto la igual modestia es honorosa.

   Si duración, afectas codiciosa,  5
prepara en la feliz Arabia Pira
al tránsito fatal; venera, admira
fragante copia, al Evo sonorosa.

   No rara ya, no prohibida, no sabia
te niegas premio, a dignos tanto ardores:  10
cambias el blando Soto a Alcázar fuerte.

   Si feliz no sin ti, siempre tu Arabia:
vuelve (¡mas tarde ya!) goza sus flores,
apacibles desdenes de la muerte.




ArribaAbajo- XXXIV -


Invocación


ArribaAbajo   En la parte más tierna de mi pecho
pintaste Amor, la forma más hermosa,
que el mudo vio con sangre lastimosa,
compungente pincel de metal hecho;

   Oh pintor peregrino, satisfecho  5
de obra a ti igual, a mí maravillosa,
muestra como mi pluma temerosa
de un gran traslado; en mi papel estrecho:

   Y ya que no descubre en esta sombra
una señal de luz de aquella brasa,  10
que los nublados de mi llanto escombra.

   Y sí la pluma en discurrir escasa
de mi confusa ceguedad se asombra,
préstele luz el fuego que me abrasa.




ArribaAbajo- XXXV -


Día primero de su amor


ArribaAbajo   Cuando el Planeta que las horas cuenta,
el encanto de Cholcos encendía,
en la estación primera de aquel día,
que honró al actor su pueblo, que le afrenta;

   Dio a la más cuerda Amor, la más sangrienta  5
flecha que dentro en su carcaj tenía,
y orgullosa con tanta valentía
entró al rendido corazón exenta.

   Estaba yo sin armas descuidado,
y para honor de su cobarde hazaña  10
armas me dio el Amor, después de herido:

   Pruebo herirle con ellas, está armado,
pruebo mi llanto, es su dureza extraña,
pruebo a rendirle a fuerza, estoy rendido.




ArribaAbajo- XXXVI -


Amor habla callando, mata y eterniza


ArribaAbajo   ¡Ardo pero mi ardor, qué desventura!
dentro del corazón triste encogido,
(gigante castigado, aun no atrevido)
debajo el nombre de un silencio dura;

   de allí en centellas por mi luz oscura  5
delincuente primer: primer sentido
habla (mudo mi espíritu ofendido)
el colérico fuego que me apura.

   Crece la llama, y mi mortal herida
(por aplacar su fuerza) humor le vierte;  10
crece, y sale en suspiros divertida;

   crece mi mal, y con mi mal mi suerte,
que aunque este fuego es muerte de mi vida;
dulce vida le espero de mi muerte.

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