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- XXXIX -


ArribaAbajo   Noble ciudad, de reyes coronada,
firme a la clara luz de dos fortunas:
por glorias llenas de menguantes lunas,
después por soles godos ilustrada.

   Desde hoy contemplo que una y otra espada  5
en manos de los tiempos serán unas,
y vencerán las fuerzas importunas,
del olvido y la envidia no domadas.

   Aclamárate el sol, firme y famosa,
en cuanta arena besa y lame espuma,  10
pues el cisne mejor hoy te ha cantado.

   ¡Oh, a luces dos, Granada victoriosa!
Por fama, vuelas en tan alta pluma,
por firme, estás sobre el mayor collado.




- XL -


ArribaAbajo   Sceva, después de la postrera herida
con que dejó su fama rubricada,
así vendió su muerte, así su espada,
ya que compró su gloria con su vida.

   «¿No hay quien lleve -exclamó- de mi caída  5
la nueva a mi contrario deseada?
Porque siento el morir obrando nada;
importe yo difunto, u homicida.»

   Dijo, y prendióle crédulo un soldado,
cuando el aliento con que ya expiraba  10
Sceva gastó en matar al atrevido,

   diciendo: «Moriré, pero vengado
de la injuria de aqueste que pensaba
que, aun muriendo, me pudo ver rendido.»




- XLI -


ArribaAbajo   Ese de la amistad indicio raro,
ígneo docto, palacio de Agustino,
que a ser espejo, más que riesgo, vino,
pues salió de peligro, siendo claro,

   lisonja es contra Esculapio avaro;  5
cuando, más que el humor fiero y maligno,
niega al incendio opuesto cristalino
y hace al rigor de más rigor reparo.

   Si repitiere (¡oh nunca!) el accidente,
que el cuerpo, aun menos que el temor, inflama,  10
y receláis el elemento al labio.

   Pues vaso de elección sois eminente,
que hoy refriega la temida llama:
templad la fiebre, imagen de su agravio.




- XLII -


ArribaAbajo   Escrito en Roma está, yo lo he notado
-y aun me extrañé de incrédulo testigo-,
que el que a más llegare con su amigo
le tenga el pecho en parte reservado;

   porque si acaso le reduce el hado  5
a padecerle ingrato o enemigo,
fue juicio, o es venganza, hallar consigo
un fuerte del incendio no tocado.

   Ignacio, pues, amigo como sabio,
este siglo feliz hoy os alcanza,  10
a vuestro arbitrio nuestra duda apela.

   ¿Cuál temeremos por mayor agravio:
la muerte noble de una confianza,
o al infame salud de una cautela?




- XLIII -


Al Serenísimo Señor don Juan de Austria


ArribaAbajo   Este, que a voz en grito (¡o Bulequino!)
aclamas de Juan de Austria, en prominente
ciudad augusta: Joven altamente
(si humanidad con todos) es divino.

   Maborte le ciñó de acero fino  5
su victoriosa espada omnipotente,
dígalo Flandes; dígalo elocuente,
Parténope lo diga, y Barcino.

   Hoy (vestido la paz, y glorioso)
árbitro le miramos sin segundo  10
de la Justicia para los acasos.

   O Buluquino tú, que por el mundo
vas observando lo maravilloso:
pues ya no hay más que ver, no des más pasos.




- XLIV -


ArribaAbajo   Señor, estoy de vos tan alcanzado,
cuando el discurso a contemplar permito,
que, aunque me habéis sufrido de infinito,
representáis paciencia de olvidado.

   Yo que dormí, de vuestra voz llamado,  5
hoy despierto a la voz de mi delito,
y al primero dolor de verle escrito
le dais los privilegios de borrado.

   Deuda, Señor, es ya, no confianza,
pensar que del dolor el sacrificio  10
grato aroma se salve, donde ascienda.

   Aun me dejáis sin duda la esperanza,
que quien trocó la ofensa es beneficio,
¿qué mérito dará a la misma ofrenda?




- XLV -


ArribaAbajo   ¡Señor, que viera un pedernal helado
sangre de fuego de un acero herido!
¡Y que a la cera el bronce endurecido
hurte obediencias, del calor tratado!

   ¿Qué tiemble un monte al rayo sospechado,  5
y el hombre no le sienta, de él herido!
Pues, si se advierte, es rayo sin ruido
dentro del pecador cada pecado.

   ¿Qué villano, a quien víbora inclemente
el pecho le ocupó mientras dormía,  10
despierto, no se hurta a su veneno?

   Huye veloz, ¡oh planta delincuente!
Huye, porque del rayo de este día
podrá la permisión ser tardo trueno.




- XLVI -


ArribaAbajo   Alzad, Señor, vuestra Sión divina
adonde, ingrato a tanto beneficio,
la deidad hizo el hombre sacrificio,
y, siendo él fulminado, la fulmina.

   No logre la ambición de peregrina  5
la culpa en ese, aunque postrado, indicio,
que el sacrílego intento de su oficio
memoria templo hará de la ruina.

   Si no es que, codicioso de la injuria,
temiendo que acabó ya la violencia  10
de dar a la impiedad postrer indicio,

   (mientras no os solicita en nueva furia,
por no tener ociosa la paciencia),
queréis también sufrir veros sin templo.




- XLVII -


ArribaAbajo   Este morir, esta postrera suerte
es imagen del miedo repetida;
en cuanto a ser imagen tan temida,
pues la imaginación la hace tan fuerte.

   ¿Cuándo en, pues, el morir? (porque se acierte).  5
¿Al querer espirar? No, que aún hay vida.
¿Es cuándo el alma está ya desasida?
Eso es estar ya muerto, que no es muerte.

   ¿Acaso es el morir aquel instante
del aliento postrero? ¿Es aquel punto  10
que el último suspiro en quietud trueca?

   No, porque todo punto es semejante
al vivir cierto o al estar difunto.
Pues, ¿cuándo es el morir? Cuando se peca.




- XLVIII -


ArribaAbajo   Entonces vivo, porque muero, cuando
me enseña amor a más morir, viviendo;
que no es pena el morir, es vida, habiendo
morir que se dispone, no acabando.

   Morir procura amor, siéndole blando  5
fin, que no ha de ser fin; y feneciendo
se construye más vida, pues naciendo
nada se inmortaliza, sino amando.

   En este, pues, hilado laberinto,
fiscal y actor a un tiempo de mi vida,  10
en última la enseño a ser primera.

   Muerto, sí, me verán, mas no distinto;
dará a su muerte ser quien fue, no siendo,
si al fin mi ser no ser entonces era.




- XLIX -


ArribaAbajo   Ocios son de un afán que yo escribía
en ruda edad con destemplada avena;
arbitrio del amor, que a tal condena
a aquel que la templanza aborrecía.

   Canté el dolor, llorando la alegría,  5
y tan dulce tal vez canté mi pena
que todos la juzgaban por ajena,
pero bien sabe el alma que era mía.

   Si de todos no fuereis celebradas,
voces de amor, mirad mi pensamiento:  10
veréis que no mejor fortuna alcanza.

   Ningún discreto os llame malogradas,
que, si os llevare solamente el viento,
allá os encontraréis con mi esperanza.




- L -


ArribaAbajo   Oh tú, que el polvo amado mudamente
prescribes, duro origen de mi llanto,
ya que la muerte te autoriza tanto,
cómo sabes mi aplauso, cómo siente,

   cuenta a Lisi mi amor; ya no consiente  5
desdén injusto su destino santo.
Pierda tu condición, oh mármol, cuanto
el desdén suyo tu dureza miente;

   nuestras cenizas une, logre en esto
nuevo triunfo la muerte de la vida:  10
final me admite efecto de sus ojos.

   Si a tu silencio, sólo por funesto,
el bulto se debió de mi homicida,
¿cuánto más te merecen mis despojos?




- LI -


ArribaAbajo   Al viento su esperanza y su porfía,
siguiendo Apolo a Dafne, encomendaba;
el miedo, con que el paso aceleraba,
su blanco pie de plumas guarnecía.

   De su madeja el oro reducía  5
el viento a rayos con que al Sol flechaba,
mientras amor, injusto, preparaba
la victoria mayor a quien huía;

   cuando la ninfa exclama al padre undoso,
y, humanando un laurel, halla venganza  10
del Sol en el auxilio de Peneo.

   «¡Ay! -dijo Apolo al árbol desdeñoso-,
¿por qué, si en ti fallece mi esperanza,
verde imagen te ofreces al deseo?»




- LII -


ArribaAbajo   Crece el dolor y, en orden a su aumento,
el mismo mal me presta resistencia.
¿Quién hasta agora ha visto la paciencia
convertirse en especie de tormento?

   La costumbre de un largo sentimiento  5
hizo ya natural lo que es violencia;
sólo el mal me amenaza con su ausencia,
después que el mal me sirve de alimento.

   Ya desespero de esperar la muerte,
supuesto que es un mal que dura poco  10
(bien que en la vida me sostengo apenas).

   Cautela fue de amor contra mi suerte
herir el pecho hasta dejarle loco
porque después adore yo sus penas.




- LIII -


ArribaAbajo   Róguete, oh Lisi, que tu edad florida
gozases antes de esta edad helada;
despreciaste mi aviso, y, entregada,
te miro al daño tarde arrepentida.

   En la vejez, que llega no entendida,  5
dos daños sientes: que en la edad pasada
no gozaste beldad desengañada,
ni gozas hoy la forma pretendida.

   Cuando el remedio fue posible, el daño
ignoró tu ambición; agora ignoras  10
remedio al daño tarde conocido.

   Mas, en memoria del pasado engaño,
te miraré, gozando en estas horas,
si lo que quiero, no, lo que he querido.




- LIV -


ArribaAbajo   Como enfermo que anhela en lecho ardiente
alcanzar con excesos mejoría,
y su engaño no más, o su porfía,
le alivia, con que crece el accidente;

   y como el ciervo, que la flecha siente,  5
huye en vano de sí la noche y día,
para ver si le dan lisonja fría
médicas ondas de templada fuente:

   tal, esclavo de amor, herido el pecho,
buscaba yo reparo en el ausencia;  10
busqué la fuente contra el dardo esquivo.

   Hizo después amor, a mi despecho,
lo que hace el exceso en la dolencia
y el señor con esclavo fugitivo.




- LV -


ArribaAbajo   Ya de puro dolor, dolor no siento,
que es ya naturaleza mi cuidado,
y a los males estoy tan enseñado
que temo más la dicha que el tormento.

   Sobra el desdén y basta el pensamiento  5
para acabar un pecho enamorado,
que el que aguarda a morir de desdeñado
piadoso tiene el propio sentimiento.

   Muere y renace amor en unos ojos
más veces que su luz el sol advierte,  10
ya viva en oro, en sombra ya teñida.

   Mas, ¡ay amor!, disculpo tus enojos;
que, si para vivir me das la muerte,
¡pregunto para qué has de darme vida!




- LVI -


ArribaAbajo   Huye por minas de cristal y grana
en Finea diluvio sucesivo;
piedra que excluye el propio humor nativo
por quedarse más piedra, más tirana.

   Helado pedernal, herido mana  5
vivas centellas que le fingen vivo.
Finea llora; miente el sensitivo
humor si acaso la trató de humana.

   En tempestad de amor, amor, ondea,
y en agua, en rayos, en suspiros ciego,  10
repite de una muerte mil ensayos.

   De fuego son tus lágrimas, Finea.
En tempestad donde es el agua fuego,
la muerte es corto efecto de los rayos.




- LVII -


ArribaAbajo   Culpa, Celia, tu error y no tu daño;
única te formó naturaleza.
Pues dime, ¿por qué quiere tu belleza
darte segunda con tan nuevo engaño?

   No se rompió el espejo, no, y extraño  5
que eche menos tu vista su entereza;
cristal era no más; agora empieza
a ser espejo desde el desengaño.

   Tu retrato en retratos dividido
en una parte muere, en otra alcanza  10
a merecerte en más copioso empleo.

   Aquí queda mi error más advertido,
pues cuando hieres más a mi esperanza
hidra inmortal renace mi deseo.




- LVIII -


ArribaAbajo   En vivas ondas de ofendida grana
desata a Lisi procurada herida.
Menos siente la púrpura perdida
que el tener experiencias ya de humana.

   Quedó cual rosa que expiró temprana,  5
tarde avisada de desvanecida,
a quien el viento ejecutó en la vida
aun sin dejarla escarmentar de vana.

   Pálido ofreces, Lisis, el semblante.
Nunca con más razón se tema el rayo  10
que cuando el cielo pálido se viere.

   Contemple amor, por quien estás triunfante
en la fingida muerte de un desmayo.
Viva, ¿qué hará?, quien mata cuando muere.




- LIX -


ArribaAbajo   Del ya postrero sueño en que yacía
el solícito amante se burlaba
Anaxarte, mirando que robaba
la nieve su postrera rosa fría.

   Ella, rebelde siempre despedía,  5
no la dureza, mas el alma brava,
y al odio alcázar de alabastro daba,
que por blanda su carne aborrecía.

   Vos no podéis ser ya, Lisi, más dura
y, puesto que os aguarde algún castigo,  10
será de tomar forma en mi amor tierno.

   Seréis más inmortal en mi fe pura,
pues a vuestra dureza yo me obligo,
que en el mármol odioso, aunque sea eterno.




- LX -


ArribaAbajo   ¿Qué engaños, Celia, qué locuras mueve
un ciego error, y loco más que ciego,
si, cuando yo compito con el fuego,
estudias exceder la blanca nieve,

   si el oro vago das al viento leve,  5
cuando a su error mi libertad entrego,
o apuestas con la vid lasciva luego
reduciéndole a tanto anillo breve?

   Guárdate, no la víbora severa
de edad futura la de agora rompa,  10
antes que el fruto de tu abril ignores.

   ¿No te rieras de la primavera,
si nos negase con inútil pompa
los frutos, por gozar siempre las flores?




- LXI -


ArribaAbajo   ¿Qué importa al Mongibelo estar nevado
si en fuego oculto las entrañas arde?
Lo mismo que el amor tiene de alarde
halla de menos en lo venerado.

   Más dura en la república del prado  5
la rosa que el cultor descubre tarde
que aquella a quien avisa que se guarde
la primera experiencia del arado.

   No dura la belleza un solo instante
más que el deseo, y el deseo miente  10
al punto que pasó de la experiencia.

   Así dice el recato vigilante,
que es desdicha morir como accidente
y necedad morir por diligencia.




- LXII -


ArribaAbajo   Fénix divino que en mortal oriente
desvanece en luz tu sepultura,
y heredada en sí misma tu hermosura
burla nuestro dolor y tu occidente.

   La pompa funeral, el llanto miente,  5
pues no estaba tu ser en tu figura:
nada vive quien vive lo que dura,
ni ha menester morir un accidente.

   Faltó tu imperio, amor, faltó tu nido
en Amarilis, y aun después porfías  10
a usar en los efectos tus crueldades.

   ¡Oh modo de matar jamás oído!
¡Viéndose ya el amor sin tiranías,
a matarnos empieza con piedades!




- LXIII -


ArribaAbajo   ¿De qué seno infernal, de cuyo seno
fuego infame, te opones al glorioso?
De origen dulce, efecto venenoso,
yo mismo te idolatro y te condeno.

   Sólo es verdad en ti, de horrores lleno,  5
el martirio, el objeto mentiroso.
¿Qué mayores indicios de alevoso
que tener siempre equívoco el veneno?

   Más que mucho, si Alcides arrogante,
Jove humano, adoptado de los cielos,  10
ya furioso por ti, ya flaco expira.

   Excedió desdeñoso, cedió amante;
lo mortal sólo confesó a los celos;
vivo le dio mortaja Deyanira.




- LXIV -


ArribaAbajo   Crédito fue de la naturaleza
tu Oriente, pues de ti su pompa fía;
tu muerte providencia, que temía
sus dones apurar en tu largueza.

   Lauro más inmortal de tu cabeza  5
logra tu Fama que tu Monarquía:
aquésta feneció tu fatal día,
aquélla, siempre a coronarte empieza.

   Grande excepción te opones al olvido,
honor de Macedonia, que adquiriste  10
con cuanto abraza un mundo sólo un nombre.

   Por darte a ti, moriste agradecido
a los dioses; envidia suya fuiste,
que entonces creyó Roma que eras hombre.




- LXV -


ArribaAbajo   Hasta que mueres tú, joven valiente,
el morir y el rendirse fue una cosa;
ya dos serán, pues muere y no reposa
ese primer cadáver y viviente.

   Tan sólo tú, después de tu occidente,  5
dejas la Parca atenta y oficiosa
tan suspensa que ignora, temerosa,
si ella o tú padecéis el accidente.

   ¿A quién (pregunto yo) más que la vida
duró el valor? ¿Quién mereció difunto?  10
¿O fue envidiado cuando polvo incierto?

   ¡Oh prevención del hado nunca oída,
pues te reserva con tan nuevo asunto
ser inmortal para después de muerto!




- LXVI -


ArribaAbajo   Hoy, Noroña, el sangriento Rey de fieras
confunde su ruina con su gloria.
No te costara el golpe la victoria,
si el amago del golpe dividieras.

   Premio al deseo no capaz esperas,  5
hoy renovando de Hércules la historia.
¿Cuál será del triunfante la memoria
si del trofeo se honran las esferas?

   Fija la piel del bruto en la del cielo,
sustituirá tu gloria en nueva vida;  10
deba el Olimpo nuevo signo a España.

   No acaso, pues, renace a tanto vuelo
que, a no ser a los cielos conducida,
no cupiera en el mundo tal hazaña.




- LXVII -


ArribaAbajo   Felice yo, si de mis sueños tiemplo
lo rápido en aqueste precipicio.
Templo fue aquel ayer, hoy es su indicio.
¿Adónde huyo, si padece el templo?

   Justo, aunque adverso, Jove, te contemplo,  5
si el aviso anticipas al suplicio,
y, vengativo menos que propicio,
si lo que atiendo en ti logro de ejemplo.

   Mas, oh padre del cielo, en cuanto yace
sublime a tu poder grande y prescrito,  10
por criador te arguye tu aspereza.

   ¿Delinque a caso lo que excelso nace?
¿Es delito el ser mas?, y si es delito,
fulmina Jove a la naturaleza.




- LXVIII -


ArribaAbajo   Detén, Jáuregui docto, el curso altivo
de tu pincel que eternidad reparte,
cuando naturaleza, cuando el arte
cede al lino espirante, al metal vivo.

   Tus milagros simétricos no escribo,  5
porque sabrá el menor eternizarte,
ni te describo en más heroica parte
donde usurpas al sol su lauro esquivo.

   Los números suspende, o los colores,
pues describe el pincel, pinta la pluma,  10
y cualquiera imposible nos derrama.

   No estorben tus aplausos tus primores,
que acumular de asombros tanta suma
es imposible cargo de una fama.




- LXIX -


ArribaAbajo   ¿Quién es, Gaspar ilustre, el que fallece:
tú en tu dolor o tu fatal hermano?
El no murió, porque con bulto vano
tu pálida memoria nos le ofrece:

   tú no, porque en tu oriente resplandece  5
la luz de un sol que anocheció temprano.
¡Oh, cuánto miente lo que dura humano,
pues del achaque de nacer fenece!

   Dichoso aquel que a cuenta de su fama
(no de sus años) vive, y se aconseja  10
en que a ser inmortales respiramos.

   ¡Oh envidia (bien que lástima se llama),
llorar al que nos falta, porque deja
de ser lo mismo porque le lloramos!




- LXX -


ArribaAbajo   Esta partida imagen de la vida,
reloj luciente o lumbre numerosa,
que la describe fácil como rosa
de un soplo, de un sosiego interrumpida;

   esta llama que. al sol desvanecida,  5
más que llama parece mariposa;
esta esfera fatal que, rigurosa,
cada momento suyo es homicida:

   es, Fabio, un doble ejemplo. No te estorbes
al desengaño de tu frágil suerte:  10
términos tiene el tiempo y la hermosura.

   El concertado impulso de los orbes
es un reloj de sol, y al sol advierte
que también es mortal lo que más dura.




- LXXI -


ArribaAbajo   Habla, bulto animado, no tu esquivo
silencio a tu moderno padre ofenda;
déjame hablar a mí porque se entienda
cuál el pintado es o cuál el vivo.

   Tú no sientes, ni yo, puesto que vivo  5
de dar a mi dolor la infausta rienda.
Tú callas, yo también, aunque me encienda
un ardor en que muero y me concibo.

   Nada tu bulto de mi bulto ignora;
firme semblante ofreces y no acaso,  10
porque retratas mi contraria suerte.

   ¡Oh arbitrio del amor, formar agora
otro yo que padezca lo que paso
por negarme el alivio de la muerte!




- LXXII -


ArribaAbajo   Ese reloj que mano soberana
(dádiva siendo) le selló de indicio,
y, haciendo más de ley el beneficio,
el estruendo excusó de la campana;

   esa cadena que, en labor no vana,  5
suspende al tiempo su volante oficio,
reduciéndole a eterno sacrificio
(debida pompa a quien pasó de humana):

   del sol de Leonor ingeniosa,
que se difunde a España desde Hungría,  10
es grande honor en átomo lucido,

   que una vida, no más, os prevenía,
corta, Fabio, a merced tan ponderosa,
y os da el tiempo en que ser agradecido.




- LXXIII -


ArribaAbajo   Mendoza prodigioso, a quien la fama
jamás es mucha, bien que en todo es toda,
a cuya estirpe sabia sea o goda
ciñe equívoco el sol su virgen rama,

   ¿cómo arde tanto el sol? ¿Alumbra o ama?,  5
que aun el propio morir desacomoda.
Si todo el árbol de la vida poda,
¿qué beneficia su segur de llama?

   Tanto número espira de mortales
que, muerto, el mismo número contemplo.  10
Todo el suelo es sepulcro, ya no abrigo.

   ¿Son castigos, mi Dios, o son señales?
Si señales, dejad para el ejemplo
vidas, que mueren todas del castigo.




- LXXIV -


ArribaAbajo   Huésped, no yace aquí, falta severo
aquel que, con doctísima experiencia,
al mismo Apolo que le dio la ciencia
sólo en tiempo le deja ser primero.

   Porque durase de la muerte el fuero,  5
incompatible ya con su presencia,
faltó, ni se cumpliera la sentencia
a no estar él de parte de su acero.

   No en humana salud, que al tiempo miente,
en vida sí, que el tiempo no acabase,  10
pudo parar su idea esclarecida.

   Lloremos, pues, de envidia en su occidente,
que primero labró, que nos faltase
a todos la salud y a sí la vida.




- LXXV -


ArribaAbajo   Viendo España la pérdida temprana
de Carlos, que hoy los astros acrecienta,
a deidad memoriosa se lamenta
que en Templo no mortal reside ufana.

   Divina en ciencia y en respuesta humana,  5
no sólo con alivios la alimenta,
mas en glorioso rapto la presenta
a Carlos que hace su querella vana.

   Satisfechas se vencen sus querellas;
las de llanto son ya de gozo fuentes,  10
mirando un godo ejército cristiano.

   Contempla a Carlos entre formas bellas,
añadido a sus altos ascendientes;
parte alegre y consuela al gran hermano.




- LXXVI -


ArribaAbajo   ¿Qué son los celos? El mayor tormento;
áspid que del veneno se alimenta,
con que a otros mata; infierno que atormenta
la memoria, el discurso, el pensamiento.

   Quimeras admitir, abrazar viento,  5
hacerse de la parte de su afrenta;
curar el mal con lo que más se aumenta,
negarse en la experiencia al escarmiento.

   De la menor sospecha que le llama,
el crédito fiar, que el juicio altera;  10
relámpago sin luz, fuego sin llama.

   Si esto los celos son, con ser quimera,
¿qué será un desengaño? ¡Ay de quien ama!
¡Ay de aquella otra vez que aquí le espera!




- LXXVII -


Retrato de Su Majestad por Martínez Montañés, esculpido en barro


ArribaAbajo   Ya el polvo no es ruina, sino aliento,
ya lo inmortal de lo mortal se fía.
Aquí paró en acierto la osadía
y esculpió sus ideas el intento.

   Próvido elige el barro el instrumento,  5
buscando proporción a su osadía,
que, como a darle espíritu atendía,
atribuyó lo humano a su elemento.

   Ya pues que le inspiró lo eterno al bulto,
donde vuelva a nacer el Sol de Iberia,  10
le fía al barro el andaluz Lisipo.

   Que el bronce y mármol presumieran culto
de los años, por sólida materia,
y para eterno bástase Filipo.








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