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Indice


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Sonetos

(Sacadas a la luz por Ramón García González)


Pedro Calderón de la Barca




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Biografía

Pedro Calderón de la Barca, nace en Madrid, el día 17 de enero de 1600.

Hijo de un escribano de Consejo, Diego Calderón de la Barca y de Ana María Henao y Riaño; de ascendencia montañesa, ingresa en un colegio de Jesuitas a los ocho años de edad. Destinado a ocupar una capellanía fundada por su abuela. En 1610 muere su madre y cinco años más tarde su padre. Es la abuela quien se hace cargo de la educación de Pedro y de sus hermanos.

En 1620 participa en un certamen poético por la beatificación de San Isidro recibiendo un tercer premio y el reconocimiento por parte de Lope de Vega, organizador de estos certámenes sobre la figura del patrón de Madrid.

Entre 1625 y 1635 participa en las campañas militares de Italia y Flandes.

Las fechas de su producción literaria más importante son: La dama duende, 1629; El médico de su honra y La vida es sueño, 1635; El alcalde de Zalamea, 1636.

Por entonces el rey le premia con el hábito de Santiago.

En 1651 se ordena sacerdote. Después de sus estudios en Alcalá de Henares y Salamanca.

En 1653 es nombrado Capellán de la Capilla de los Reyes Nuevos de Toledo y en 1666, Capellán del Rey y de la Congregación de Presbíteros Naturales de Madrid.

En 1680 y a petición del Duque de Veragua hace una lista de sus comedias que contenía 110 títulos. Más tarde en la edición que preparo para la Biblioteca de Autores Españoles, Hartzenbusch, este llega a las 120. Aparte de sus autos sacramentales.

El año de su muerte, 1681 había concluido el auto El cordero de Isaías. Era Domingo de Pentecostés y se le enterró en la Iglesia del Salvador.




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Comedias, autos y otros repasados1

A Dios por razón de estado
A María del corazón (auto)
Amor después de la muerte o guárdate del agua mansa
Amor, honor y poder
Andrómeda y Perseo
Antes que todo es mi dama**
Argenis y Poliarco**
A secreto agravio, secreta venganza****
Bien vengas, mal*
Casa con dos puertas, mala es de guardar
Céfalo y Pocris
El alcalde de Zalamea
El Año Santo de Roma
El cordero de Isaías
El diablo mundo
El divino cazador
El divino Jasón
El divino Orfeo
El escondido y la tapada
El galán fantasma*
El gran príncipe de Fez**
El gran teatro del mundo**
El hombre pobre todo es trazas
El indulto general
El José de las mujeres**
El mágico prodigioso
El mayor encanto, amor****
El mayor monstruo, los celos*
El médico de su honra
El pastor Fido*
El pintor de su deshonra
El príncipe constante y mártir de Portugal**
El purgatorio de San Patricio*
El sacro Parnaso*
El sitio de Breda
Las armas de la hermosura
La aurora en Copacabana
La banda y la flor**
La casa de los linajes (entremés)
La casa holgona (entremés)
La codicia rompe el saco***
La conquista del alma
La dama duende**
La devoción de la cruz
La exaltación de la cruz*
La hija del aire*
La inmunidad del Sagrado
La nave del mercader
La puente de Mantible
La traición en propia sangre*
La Virgen del Sagrario*
Las canas en el papel y dudoso en la venganza
Los cabellos de Absalón
Las carnestolendas (entremés)
Los tres mayores prodigios*
Mañana será otro día**
Mañanas de abril y mayo
Nadie fíe su secreto*
No habrá mal donde hay mujer
No hay instante sin milagro
No son todos ruiseñores*
Sueños hay que verdad son*
También hay duelo en las damas**







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Soneto a un altar de Santa Teresa


ArribaAbajo    La que ves en piedad, en llama, en vuelo,
ara al suelo, al sol pira, al viento ave,
Argos de estrellas, imitada nave,
nubes vence, aire rompe y toca el cielo.

    Esta, pues, que la cumbre del Carmelo  5
mira fiel, mansa ocupa, y surca grave,
con muda admiración muestra suave,
casto amor, justa fe, piadoso cielo.

    ¡Oh militante Iglesia, más segura
pisa tierra, aire enciende, mar navega,  10
y a más pilotos tu gobierno fía!

    Triunfa eterna, está firme, vive pura;
que ya en el golfo que te ves, se anega
culpa infiel, torpe error, ciega herejía.




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De La primera flor del Carmelo

(Auto)





DAVID


ArribaAbajo    ¿Quién eres, ¡oh mujer!, que aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?

    Pero, ¿qué mucho, si del Sol vestida,  5
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?

    Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,  10
mezcladas sus estrellas y sus flores;

   para que en Ti tuviesen cielo y tierra,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.






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Soneto del pecador herido


ArribaAbajo    Si esta sangre, por Dios, hacer pudiera
que la herida a los ojos la pasara,
antes que la vertiera la llorara,
fuera elección y no violencia fuera.

    Ni el interés del Cielo me moviera,  5
ni del Infierno el daño me obligara;
sólo por ser quien es la derramara
cuando ni premio ni castigo hubiera.

    Y si aquí Infierno y Cielo mi agonía
abiertos viera, cuya pena o cuya  10
gloria estuviera en mí, si prevenía

    ser voluntad de Dios que me destruya,
el infierno me fuera por la mía
y no entrara en el Cielo sin la suya.






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Crisanto


ArribaAbajo   ¿Quién en la humana suerte habrá tenido
juntos tantos afectos desiguales?
Males, ¿pues no bastó haber sido males,
sino males opuestos haber sido?

    Al cielo vida por saber le pido  5
de un trino Dios misterios celestiales;
muerte le pido por mirarme, en tales
penas, de una beldad favorecido.

    Pues, ¿cómo vida y muerte mi desvelo
es posible que al cielo aun tiempo pida,  10
si es pedir juntos pérdida y consuelo?

    Mas acierto a pedirle: no me impida
vida o muerte, supuesto que es el cielo
árbitro de la muerte y de la vida.




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De El José de las mujeres




AURELIO


(Lee)


ArribaAbajo    «Licio, ¿la obstinación de tu porfía,
mariposa solícita del daño,
morir quiere a la luz del desengaño?
Tuyo es la culpa, la obediencia mía.

    Mucho fía de sí quien de sí fía.  5
Sabe que Lisis con traidor engaño
memorias ya de un año y otro año
en los olvidos sepultó de un día.»

    «¡Oh cuánto avaro está el dolor contigo,
pues aún la queja no se atreve a dalla  10
de mí, de Lisis, ni de ti tampoco!

    Que tú celoso, ella mujer, yo amigo,
nos halla disculpados, pues nos halla
a mí fiel, a ella fácil, y a ti loco.»




LAURA


ArribaAbajo   ¿Qué género de ardor es el que llego
hoy a sentir, que más parece encanto,
pues luciendo tampoco abrasa tanto
y abrasando tan mudo, arde tan ciego?

    ¿Qué género de llanto es sin sosiego  5
éste, que a tanto incendio no da espanto,
pues al fuego apagar no puede el llanto,
ni al llanto puede consumir el fuego?

    Donde materia no hay, no se da llama.
Mas ¡ay! que sin materia en el abismo  10
una y otra aprensión es quien la inflama.

    Luego cierto será este silogismo:
si fuego de aprensión tiene quien ama,
amor y infierno todo es uno mismo.




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De La exaltación de la cruz




Jornada I, escena VII, HERACLIO


(Mirando el retrato)


ArribaAbajo    Bellísima deidad, que repetida
de uno y otro matiz vienes pintada:
bellísima deidad que iluminada
de un rasgo y otro, animas colorida:

    ¿cómo estando en la lámina sin vida,  5
dejas la vida a tu beldad postrada?
¿Cómo estando en el bronce inanimada,
dejas el alma a tu beldad rendida?

    Si nació con estrella tan segura
tu dueño, y él no más es señor de ella,  10
el influjo que debe a luz tan pura,

    vuelve a su original, ¡oh copia bella!
Que es mucha vanidad de una hermosura
querer estar pintada con su estrella.




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De El príncipe constante




DON FERNANDO, a unas flores


ArribaAbajo    Estas que fueron pompa y alegría,
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana,
durmiendo en brazos de la noche fría.

    Este matiz, que al cielo desafía,  5
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se aprende en término de un día!

    A florecer las rosas madrugaron
y para envejecerse florecieron:  10
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

    Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y expiraron;
que pasados los siglos horas fueron.




Jornada II, escena XIV, FÉNIX


ArribaAbajo    Esos rasgos de luz, esas centellas
que cobran con amagos superiores
alimentos del sol en resplandores,
aquello vive que se duele de ellas.

    Flores nocturnas son; aunque tan bellas,  5
efímeras padecen sus ardores;
pues si un día es el siglo de las flores
una noche es la edad de las estrellas.

    De esa, pues, primavera fugitiva
ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere;  10
registro es nuestro, o muera el sol o viva.

    ¿Qué duración habrá que el hombre espere,
o qué mudanza habrá que no reciba
de astro, que cada noche nace y muere?




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De Los tres mayores prodigios2




NESO


ArribaAbajo    Apenas el invierno helado y cano
este monte con nieblas desvanece,
cuando la primavera le florece,
y el que helado se vio, se mira ufano.

    Pasa la primavera, y el verano  5
los desprecios del sol sufre y padece;
llega alegre el otoño y enriquece
el monte de verdor, de fruta el llano.

    Todo vive sujeto a la mudanza:
de un día y otro día los engaños  10
cumplen un año, y éste al otro alcanza.

    Con esperanza sufre desengaños
un monte, que a faltarle la esperanza,
ya se rindiera al peso de los años.




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De Argenis y Poliarco




Jornada III, escena V, ARGENIS


ArribaAbajo    No miras ese monte, o nuevo Atlante,
que, columna del sol, al sol se atreve,
dando batalla en derretida nieve
al mar, que espera menos arrogante?

    Pues ya sobre las nubes se levante,  5
o ya se atreva al que sus ondas bebe,
comparado al amor que al alma debe
menos firme será, menos constante.

    La cuenta de las horas y los días,
de semanas y meses los engaños,  10
de los años y siglos las porfías,

    no te han de mejorar los desengaños;
porque no han de vencer las ansias mías
horas, días, semanas, meses y años.




POLIARCO


ArribaAbajo    ¿Porqué muerto aún no dejes de quererme,
después de muerto el alma has de entregarme?
Pudiera, Argenis, de tu amor quejarme
y de mis esperanzas ofenderme.

    Pues si el alma inmortal has de ofrecerme,  5
no me das lo que dices has de darme:
luego poder el alma reservarme
para otro tiempo, ahora no es quererme.

    Yo no sólo te doy el alma, pero
antes que el cielo nuestras almas bellas  10
formase, te la di; pues considero

    que entonces se quisieron las estrellas;
y así antes y después, mi amor, espero,
que ha de durar lo que duraren ellas.




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De El mayor monstruo, los celos




Jornada I, escena IX, OTAVIANO


ArribaAbajo    La muerte y el amor una lid dura
tuvieron sobre cual era más fuerte,
viendo que a sus arpones de una suerte
vida ni libertad vivió segura.

    Una hermosura, amor, divina y pura  5
perfeccionó, donde su triunfo advierte;
pero borrando tanto sol la muerte,
triunfó así del amor y la hermosura.

    Viéndose, amor, entonces excedido
la deidad de una lámina apercibe,  10
a quien borrar la muerte no ha podido.

    Luego bien el laurel, amor, recibe.
Pues de quien vive y muere dueño ha sido,
y la muerte lo es sólo de quien vive.




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De Mañana será otro día




Jornada II, escena XI, DON FERNANDO


ArribaAbajo    El cadáver del hombre, cosa es, cierto,
que no es hombre; que aquel gran renombre
se debe al alma, luego si no es hombre
el que sin alma yace helado y yerto,

   y yo sin alma vivo cuando advierto  5
una rara hermosura, no os asombre
al no ser lo que fui, pues de hombre el hombre
no le puedo tener después de muerto.

    Al veros os di el alma en que vivía
al oíros otra alma he recibido:  10
luego soy otro ya del que solía:

    porque si el alma el ser hemos debido,
y yo no tengo el alma que tenía,
es preciso ser otro del que he sido.




DOÑA BEATRIZ


ArribaAbajo    Que alma informa al hombre es asentado;
mas cuando a oír vuestro argumento llego,
estaros obligada es lo que niego,
pues me habéis con lisonjas agraviado.

    Porque si yo de un alma os he privado,  5
y de otra nueva os he informado luego,
no hacéis mucho en pintaros de amor ciego
si me amáis con el alma que os he dado.

   ¿No fuera mayor fe, mayor fineza,
ser el que érades antes al mirarme?  10
Debiéramos ese efecto a mi belleza;

   sí, porque es ofenderme, y no obligarme
el haber de mudar, naturaleza,
y no ser lo que fuisteis para amarme.




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De A secreto agravio, secreta venganza




Jornada I, escena IX, DON LOPE


ArribaAbajo    Cuando la fama en lenguas dilatada
vuestra rara hermosura encarecía,
por fe os amaba yo, por fe os tenía,
Leonor, dentro del alma idolatrada.

    Cuando os mira, suspensa y elevada  5
el alma que os amaba y os quería,
culpa la imagen de su fantasía
que sois vista mayor que imaginada.

    Vos sola a vos podéis acreditaros:
¡dichoso aquel que llega a mereceros,  10
y más dichoso si acertó a estimaros!

    Mas ¿cómo ha de olvidaros ni ofenderos?
Que quien antes de veros pudo amaros,
mal os podrá olvidar después de veros.




DOÑA LEONOR


ArribaAbajo    Yo me firme rendida antes que os viese
y viva y muerta sólo en vos estaba,
porque sola una sombra vuestra amaba;
pero bastó que sombra vuestra fuese.

   ¡Dichosa yo mil veces, si pudiese  5
amaros como el alma imaginaba!
Que la deuda común así pagaba
la vida, cuando humilde me rindiese.

    Disculpa tengo, cuando temeroso
y cobarde mi amor, llegó a miraros,  10
si no pago un amor tan generoso.

    De vos, y no de mí, podéis quejaros,
pues, aunque yo os estime como a esposo,
es imposible, como sois, amaros.




Jornada II, escena VIII, DOÑA LEONOR


(Leyendo)


ArribaAbajo    «Leonor, si yo pudiera obedecerte,
y pudiera olvidar, vivir pudiera;
fuera contigo liberal, si fuera
bastante yo conmigo a no quererte.

   Mi muerte injusta tu rigor me advierte,  5
si mi vida en amarte persevera,
¡plugiera a Dios! y de una vez muriera
quien de tantas no acierta con su muerte.

    ¿Qué te olvide pretendes? ¿Cómo puedo
despreciado olvidar y aborrecido?  10
¿No ha de quejarse del dolor el labio?

    Quiéreme tú; que si obligado quedo,
yo olvidaré después, favorecido;
que el bien puede olvidarse, no el agravio.»




Jornada III, escena XII, MANRIQUE


(Leyendo)


ArribaAbajo    «Cinta verde, que en término sucinta,
su cinta pudo hacerte aquel Dios tinto
en sangre, que gobierna el globo quinto,
para que Venus estuviese en cinta.

    La primavera tus colores pinta,  5
por quien yo traigo en este laberinto,
tamaño como pasa de Corinto,
el corazón, más negro que la tinta.

   Hoy tu esperanza a mi temor se junte,
porque en su verde y amarillo tinte  10
amor flemas y cóleras barrunte;

    que como a mí de su color me pinte,
no podrá hacer, aunque en arpón me apunte,
que mi esperanza no se encaraminte.»




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De Nadie fíe su secreto




ALEJANDRO


ArribaAbajo    Cuando de mi confuso pensamiento,
necio amor, locos casos imagino,
menos me atrevo y más me determino;
que sobra amor y falta atrevimiento.

    Desconocido a mi valor, intento  5
a un agravio remedio peregrino;
y animándole, apenas adivino,
verdugo de mi infamia el sentimiento.

    Olvido ingrato, agradecido adoro,
aborrezco cobarde, amo atrevido,  10
llamo y me huyo, quiero y no deseo.

    Canto mis penas, y mis glorias lloro:
¿qué mucho muera o viva arrepentido
si he de perder la vida o el deseo?




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De Bien vengas, mal




DON DIEGO


(Enviando a su dama un retrato)


ArribaAbajo    Cuando sutil pincel me repetía,
yo en vos, hermoso dueño, imaginaba,
y tanto en vos mi amor me transformaba,
que en vos el alma más que en mí vivía.

    Y así, cuando volver quiso a la mía,  5
ya en dos mitades dividida estaba,
y ella entre dos semblantes ignoraba
a cuál de aquellos dos asistiría.

    Así el retrato, a quien el alma muestro
partiéndole mi amante desvarío,  10
por parecerse mío, va a ser vuestro,

    y por ser vuestro, ya parece mío;
porque el pincel le iluminó tan diestro,
que retrató también el albedrío.






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Imagen de María inmaculada


ArribaAbajo    Pensad con su Hijo en brazos a María
que en un trono de nubes se sentaba,
cuyo Alba y cuyo Sol a un tiempo daba
luz a la noche, oscuridad al día.

    Temor y amor, grave y hermosa, unía  5
con ojos de paloma que miraba,
y su madeja el corazón postraba
con un solo cabello que le hería.

    De esta idea, formad la bella copia,
flor a flor, rosa a rosa, estrella a estrella,  10
que aunque de original siempre se copia,

    hoy sin original habéis de hacella;
que mal podrá salir la imagen propia
de Original que nunca cupo en ella.




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De Sueños hay que verdad son




Sueños del faraón


ArribaAbajo    Yo soñé que de un río a la ribera
siete vacas bellísimas salían,
y cuando de sus márgenes pacían
las esmeraldas de la primavera;

    vi que otras siete de laudosa esfera  5
tan flacas que esqueletos parecían,
saliendo contra ellas, consumían
la lozanía de su edad primera.

    Después vi siete fértiles espigas,
lágrima cada grano del rocío,  10
y otras siete, que en áridas fatigas,

    sin granarlas abril, taló el estío;
y lidiando unas y otras enemigas,
venció lo seco con llevarlo el río.




Interpretación de JOSÉ


ArribaAbajo    Que el río jeroglífico haya sido
del tiempo -gran señor- prueba es bastante
que siempre corre y siempre va delante,
sin que nunca haya atrás retrocedido.

    Luego es el tiempo, de quien ha nacido  5
en espigas y vacas, lo abundante;
y es el tiempo también el que inconstante
todo lo deja a nada reducido.

    Siete fértiles años imagina
en espigas y vacas, cuyo halago  10
en otros siete estériles termina.

    Y pues te avisa el golpe en el amago,
la abundancia prevén contra la ruina
y la felicidad contra el estrago.




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De El purgatorio de San Patricio




Jornada II, escena XV, PATRICIO


ArribaAbajo   Aquí, Señor inmenso y soberano,
tus iras, tus venganzas, tus castigos
rompan los escuadrones enemigos
de una ignorancia, de un error profano.

    No piadoso procedas, pues en vano  5
a tus contrarios tratas como amigos,
y ya que a tu poder buscan testigos,
rayos esgrima tu sangrienta mano.

    Rigores te pidió el celo de Elías,
y la fe de Moisés pidió portentos;  10
y aunque suyas no son las voces mías,

   penetrarán el cielo sus acentos,
pidiéndoles, Señor, noches y días,
portentos y rigores; porque atentos

   a glorias y tormentos,  15
por sombras, por figuras sea notorio
al mundo, cielo, infierno y purgatorio.




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De La dama duende




Jornada II, escena XVI, DON JUAN


ArribaAbajo    Bella Beatriz, mi fe es tan verdadera,
mi amor tan firme, mi afición tan rara,
que, aunque yo no quererte deseara,
contra mi mismo afecto te quisiera.

    Estímame mi vida de manera  5
que, a poder olvidarte, te olvidara,
porque después con elección te amara,
fuera gusto mi amor y no ley fuera.

    Quien quise a una mujer, porque no puede
olvidarla, no obliga, con querella,  10
pues nada el albedrío le concede.

    Yo no puedo olvidarte, Beatriz bella.
Y siento el ver que tan ufana quede,
con la victoria de tu amor, mi estrella.




DOÑA BEATRIZ


ArribaAbajo    Si la elección se debe al albedrío,
y la fuerza al impulso de una estrella,
voluntad más segura será aquella
que no vive sujeta a un desvarío.

   Y así de tus finezas desconfío,  5
pues mi fe, que imposibles atropella,
si viera a mi albedrío andar sin ella,
negara, vive el cielo, que era mío.

   Pues aquel breve instante que gastara
en olvidar, para volver a amarte,  10
sintiera que mi afecto me faltara.

   Y huélgome de ver que no soy parte
para olvidarte, pues que no te amara
el rato que tratara de olvidarte.




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De El galán fantasma




Jornada II, escena VII, DUQUE


ArribaAbajo   De contrarios afectos esta llama,
de contraria razón esta centella,
de celos, nace en una causa bella,
o bien porque es amada, o porque ama.

   Ni ser amada pues, ni amar la dama  5
consiente amor, tasándole su estrella;
mas entre ser amada, o mar ella,
lo uno disgusta, pero lo otro infama.

    Luego si ya de Astolfo ser querida
no puede Julia, y yo en su llanto advierto  10
que ella puede quererle sin la vida,

    de los dos daños el mayor es cierto;
y pues Julia de un muerto no se olvida,
bien puedo yo tener celos de un muerto.




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De El mayor encanto, amor




Jornada I, escena VIII, LÍSIDAS


ArribaAbajo   Torpe el discurso, atado el pensamiento,
la razón ciega, el ánimo oprimido,
sin uso el alma, el corazón rendido,
muda la voz y tímido el aliento,

   sin voluntad, memoria, entendimiento,  5
vivo cadáver de este tronco he sido.
Ya pues me quitabas el sentido,
quitárasme también el sentimiento.

    Si de amar (¡ay de mí!) a Flérida bella
castigo fue esta forma, en vano quieres  10
que yo me olvide, porque vivo en ella.

   Los troncos aman; luego mal infieres
que, por ser tronco, venceré mi estrella,
pues no la vences tú, y más sabia eres.




FLÉRIDA


ArribaAbajo    Racional, vegetable y sensitiva
alma el cielo le dio al sujeto humano;
vegetable y sensible al bruto ufano,
al tronco y a la flor vegetativa.

   Tres almas son; si de las dos me priva  5
tu voz, porque amo a Lísidas, en vano
solicitas mi olvido, pues es llano
que, aun tronco, alma me dejas con que viva.

   No de todo mi amor tendrá la palma
la parte en que has querido conservarme;  10
de aquella sí, que permitió esta calma.

   Luego mudarme en tronco no es mudarme,
porque si no me quitas toda el alma,
todo el amor no has de poder quitarme.




Jornada III, escena V, ULISES


ArribaAbajo    Vengativa deidad, deidad ingrata,
que a la de Juno y Júpiter se atreve,
huésped de esa república de nieve,
vecino de ese piélago de plata,

   tantos años la plata me dilata,  5
y tantos contra mí peligros mueve,
que, porque fuese mi vivir más breve,
a tus umbrales derrotarme trata.

    A ellos llegué, seguro y defendido
de escándalo, de horror, de asombro tanto  10
como has en tierra y mar introducido.

   Tus encantos vencí, mas no tu llanto:
pudo el amor lo que ellos no han podido:
luego el amor es el mayor encanto.




CIRCE


ArribaAbajo   Vengativa y cruel, porque te asombres,
a pesar de deidades lisonjeras,
reina de esta república de fieras,
señora de este piélago de hombres,

    Viví; y porque más bárbara me nombres,  5
ninguno abortó el mar a estas riberas,
que a mi sangrienta mágica no vieras
trocar las formas y mudar los nombres.

    Llegaste tú, y queriendo tu homicida
ser, burlaste mis ciencias: con espanto,  10
queriéndote vencer, quedé vencida.

   Sí, mi encanto al mirar asombro tanto
al encanto de amor rindió mi vida:
luego el amor es el mayor encanto.




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De También hay duelo en las damas




Jornada I, escena XI, VIOLANTE


ArribaAbajo   Si el amor se perdiera, en mí se hallara,
porque a mí como a centro se viniera
de otros pechos en que tratar se viera
con fe menos constante, menos rara.

   Y si después de verse en mí, intentara  5
explayar su poder a nuestra esfera,
de mi trato lecciones aprendiera,
con que aun después el mismo amor amara.

    Desde allí tan seguros sus favores
vivieran de sospechas y recelos,  10
de traiciones, agravios y temores,

    que ociosos los influjos de los cielos,
descuidando en que ya todo era amores,
no dejara que nada fuera celos.




DON FÉLIX


ArribaAbajo    Pues si amor se perdiera, no se hallara
en mí, porque yo quiero de manera,
que desde luego soy punto y esfera
en quien su ser, como en su centro para.

    Y así con más constante fe, más rara,  5
a perderse, en mí hallarse no pudiera,
pues para suponer que él se perdiera,
era forzoso que de mí faltara.

   Y cuando sus halagos y favores,
enseñados de mí, dieran desvelos  10
a los demás, amara con temores,

    maestro de sobresaltos y recelos;
que aprende mal una lección de amores
quien no teme el azote de unos celos.




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De La banda y la flor




Jornada I, escena XVI, LÍSIDA


ArribaAbajo    Si Clori, que quisiese me dijera
a Enrique, porque a ella le olvidara,
los desengaños de su amor llorara,
y los desaires de mi amor sintiera.

    Pero si Clori divertir espera  5
tan rara fe con invención tan rara,
mal hiciera si al daño me fiara,
mal pensara si al riesgo me creyera.

   Y pues el blanco donde Clori tira,
dice el verde favor de aquella rosa,  10
que a hurto cogió y a posesión aspira,

   no me tengan sus celos temerosa;
que en quien dijo una vez una mentira,
la verdad queda siempre sospechosa.




Jornada I, DUQUE


ArribaAbajo   Era mi pecho una montaña fría,
a quien de nieve el tiempo coronaba,
mientras el corazón alimentaba
las cenizas del fuego que tenía.

    Un rayo hermoso, escándalo del día,  5
la mina penetró, que oculta estaba,
el fuego ardiendo con la nieve, helaba,
la nieve helando entre la llama, ardía.

   Etna, pues, de mi amor, y mis enojos,
volaron antes mis cenizas, luego  10
ardiendo el pecho, hizo llorar los ojos.

   Pues como, vivo monte, o Volcán ciego,
si eres fuego ¿das agua por despojos?
mas lágrimas de amor también son fuego.




ArribaAbajo

De El gran príncipe de Fez




Jornada III, escena XVII, PRÍNCIPE


ArribaAbajo   Este Cárdeno lirio enamorado
galán del blanco albor de esta azucena;
esta púrpura rosa, que de ajena
sangre dio su matiz al encarnado;

   este tierno jazmín, que no manchado,  5
ni el ábrego ni el cierzo le dio pena,
símbolo son de quien, de gracia llena,
ni aun en primer instante vio el pecado.

    Pues si nunca abrigaron en su seno
estas flores al áspid, ¿qué osadía  10
pudo juzgar que donde, de horror lleno,

    no introdujo Satán su tiranía,
pudiese introducir otro veneno
la suya en atributos de María?




ArribaAbajo

De La Virgen del Sagrario




Descubre SAN ILDEFONSO el altar de la Virgen del Sagrario, e hincado de rodillas, va subiendo, hasta igualar con ella


ArribaAbajo    Si el instrumento de mis labios templo
para cantaros, Virgen especiosa,
obra de Dios tan única y dichosa,
que sola Vos de Vos sois vivo ejemplo,

   enmudece la voz por que os contemplo  5
la Madre de Dios Hijo, la Hija hermosa
del Padre, del Espíritu la Esposa,
y de los tres Sagrario, Claustro y Templo,

   toda la trinidad os perfecciona,
tanto que si en los tres caber pudiera  10
persona cuarta, universal persona,

    vuestra deidad altísima lo fuera;
mas si no os pudo hacer cuarta persona,
después de Dios os hizo la primera.




ArribaAbajo

De El sacro Parnaso




Recita SAN AMBROSIO


ArribaAbajo   Ara la tierra el sembrador, y ella
ya pedregosa, ya árida, ya extraña,
tal vez le vuelve espinas, tal cizaña
y tal hierba viciosa da a su huella.

   Pero tal vez también próvida aquella  5
que nació para honor de la campaña,
al cándido rocío que la baña
fértil responde, agradecida y bella.

   La semilla de Dios es su palabra
y aunque en el hombre, ingrata fiera fría  10
en vano arroja el grano, el surco abra,

   no cuando a tierra virgen se la fía
con que hoy la Iglesia pan de ángeles labra
siendo la fe la troj, la miel María.




ArribaAbajo

De La hija del aire




Jornada III, MENÓN


ArribaAbajo   ¿Vivo o muero? Cierto es, que si viviera
este dolor sin duda me matara;
y si muriera, es consecuencia clara,
que este dolor sin duda no sintiera.

    Luego vivo a sentir mi pena fiera,  5
y muero a no sentirla; o quién se hallara
tan afecto a los Dioses, que alcanzara
el querer, y olvidar, cuando él quisiera.

    Privanza, honor estado, Rey, y dama
perdí, y sólo ha llegado a consolarme,  10
que aun ha dejado que perder mi estrella.

   ¿Alma no tengo? Sí, pues soy la fama,
condenado de amor podrá llamarme,
porque aun el alma he de perder por ella.




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De La traición en propia sangre




Jornada III, DOÑA JERÓNIMA


ArribaAbajo    Cubra, fino con rayos, triste amante,
angustiados sollozos, que hay bien dadas
lágrimas, cuando mueven señaladas
desdichas mías a un amor constante.

    Cuando entendí volaba más pujante,  5
con línea igual, conozco mis pisadas,
de contraria opinión, tan separadas,
que pierdo el bien, teniéndolo delante.

    Esposo, tuya soy, mas la fortuna
el tratarte me quita, no adorarte,  10
de día eres mi Sol, de noche Luna.

   Bien creo, que no tienes de mudarte,
con que no temeré a desdicha alguna,
sin que en mí llegue tiempo de no amarte.




ArribaAbajo

De Antes, que todo, es mi dama




Jornada I, DON FÉLIX de Toledo


ArribaAbajo    Viendo el cabello, a quien la noche puso
en libertad, cuan suelto discurría,
con las nuevas pragmáticas del día,
a reducirlo Cintia le dispuso.

    Poco debió al cuidado, poco al uso  5
de vulgo tal la hermosa Monarquía;
pues no le dio más lustre, que tenía,
después lo dócil que antes lo confuso.

    La blanca tez, a quien la nieve pura
ya matizó de nácar al Aurora,  10
de ningún artificio se asegura.

    Y pues nada el aliño la mejora,
aquella solamente es hermosura,
que amanece hermosura a cualquier hora.




Jornada I, LIFARDO, galán


ArribaAbajo    ¿Ves esa rosa, que tan bella y pura
amaneció a ser Reina de las flores?
Pues aunque armó de espinas sus colores,
defendida vivió, mas no segura.

    A tu Deidad enigma sea no oscura,  5
dejándose vencer, porque no ignores,
que aunque armes de hermosura tus rigores,
no armarás de imposibles tu hermosura.

   Si esta rosa gozarte no dejara,
en el botón donde nació muriera,  10
y en el pompa, y fragancia malograra.

    Rinde, pues, tu hermosura, y considera
cuanto fuera rigor, que se ignorara
la edad de tu florida Primavera.




ArribaAbajo

De No son todos ruiseñores




Acto I, DON JUAN


ArribaAbajo    Ya, generoso pensamiento mío,
salís al ancho mar, ya a la ribera,
dejáis, ya atrás el golfo, el barco espera,
y seré cisne de mi humilde río.

    No desmayéis, corred, entrad con brío,  5
aunque llevéis al Sol alas de cera;
aquí palabra os dio la Primavera,
que no verá vuestra esperanza Estío.

   Creced las flores blancas, y encarnadas,
almendros, como crecen mis favores,  10
juntemos esperanzas bien fundadas.

   Que como en una cáscara dos flores
engendran dos almendras abrazadas,
abrazarán dos almas dos amores.




ArribaAbajo

De El pastor Fido




Jornada I, MIRTILO


ArribaAbajo   Sin cuidado el cabello, y tan incierta
al corazón la sangre redimida,
desmayada con aire de dormida,
y dormida con garbo de despierta.

    Poco cierto el vivir, la beldad cierta,  5
el alma sin obrar en sí encogida,
para poder matar como con vida,
y para no sentirlo, como muerta.

   La vi, y al ir a hablar, dije advertido:
si lo hermoso de ingrato es argumento,  10
desmayada, y esquiva tendrá oído.

   Luego en vano es decirla lo que siento
que mal podrá sentirlo sin sentido,
si aun con él no tuviera sentimiento.




ArribaAbajo

De La codicia rompe el saco




Jornada II, ANTONIO


ArribaAbajo   Ama el tierno pimpollo de las flores,
la verde rama, donde vive asido,
y el dulce Ruiseñor el patrio nido,
tálamo, en que gorjea sus amores.

   Anhela, y apetece su verdores  5
el tronco, de cortezas revestido,
y entre nocturnas sombras confundido,
el campo, de la Aurora los albores.

   Si almas vegetativas, y sensibles
tienen aplicación de amor constante  10
en actos positivos, y visibles;

   o con un alma racional, y amante,
a las luces del Sol incomprensibles,
¿qué hago en adorar mi semejante?




Jornada II, JUANA


ArribaAbajo   El General valiente a las murales,
y cínicas coronas prevenido,
vive a sus inclemencias reducido,
por los gloriosos premios imperiales.

   Cambiase el mar en líquidos cristales,  5
después que fue del Noto embravecido,
y el bajel, en las ondas sumergido,
enciende su esperanza en sus fanales.

   Y yo siempre del tiempo amenazada,
con la fe de evidentes argumentos,  10
y en vivos ejemplares enseñada

   del hombre, del bajel, y de los vientos,
que mucho, en raro mar desamparada,
que encienda mis altivos pensamientos.




Jornada II, LEONOR


ArribaAbajo   Crece el álamo verde, alimentado
de un cristalino arroyo generoso,
que en pies de plata le acudió piadoso,
con blando movimiento despeñado.

   Crece el vástago inútil, arrancado  5
de otro cadáver tronco, ya piadoso,
el que se vio en todo lastimoso,
aspira pompa, y vanidad del prado.

   Opuesto siempre al tiempo, y los rigores
del duro invierno, y de la escarcha fría,  10
acrecienta su vida en los verdores.

   Y yo con esforzada lozanía,
cuanto más solicito mis amores,
menos grangeo en la esperanza mía.




ArribaAbajo

De El gran teatro del mundo




Jornada I, el REY


ArribaAbajo   Viendo estoy mis imperios dilatados,
mi majestad mi gloria, mi grandeza,
en cuya variedad naturaleza
perfeccionó de espacios sus cuidados.

   Alcázares poseo levantados,  5
mi vasalla ha nacido la belleza.
La humildad de unos, de otros la riqueza,
triunfo son al arbitrio de los hados.

    Para regir tan desigual, tan fuerte
monstruo de muchos cuellos, me concedan  10
los cielos atenciones más felices.

   Ciencia me den con que a regir acierte,
que es imposible que domarse puedan
con un yugo no más tantas cervices.




HERMOSURA


ArribaAbajo   Viendo estoy mi beldad hermosa y pura;
ni al rey envidio, ni sus triunfos quiero,
pues más imperio ilustre considero
que es el que mi belleza me asegura.

   Porque si el rey avasallar procura  5
las vidas, yo, las almas, luego infiero
con causa que mi imperio es el primero,
pues que reina en las almas la hermosura.

    Pequeño mundo la filosofía
llamó la hombre; sin en él mi imperio fundo,  10
como el cielo lo tiene, como el suelo,

    bien puede presumir la deidad mía
que al que al hombre llamó pequeño mundo,
llamará a la mujer pequeño cielo.




 
 
FIN DE LOS Sonetos DE CALDERÓN DE LA BARCA
 
 


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