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Sonetos
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- I -
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A las pajas en las que nació Cristo
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- V -
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¡Cuántas veces te me has
engalanado...
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- VI -
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Sigo, silencio, tu estrellado manto...
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- X -
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Al capitán Bernardo de Vargas
Machuca
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- XII -
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A la desembocadura del Betis
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- XV -
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¿Cómo en vos, Reina
insigne...
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- XIX -
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Similitud de la nieve, y el alma
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- XX -
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A una dama, a quien habiéndose pedido su
galán, un retrato suyo, ella le envió la
lámina en blanco
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Ahora que de nubes
la cabeza
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Al asomar del Sol
por el Oriente
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Amor, con la cabeza
de Medusa,
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Arrebató mi
pensamiento altivo
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Ay, no te alejes,
Filis, ay, espera
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Bella es mi ninfa, si
los lazos de oro
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Bellas lumbres del
alto firmamento,
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Cae la hermosa nieve
de la altura,
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Caja del Sol, la
Ropa conjeturo,
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Camino por el mar de
mi tormento
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Clara luna, que
altiva y arrogante
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Clara y hermosa
Virgen del triunfante
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Claras y
transparentes luminarias
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Claro y sagrado
río, y tu ribera
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Claro y sagrado Sol,
que con la viva
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¿Cómo
en vos, Reina insigne, se encadena
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¿Cuál
elemento, cuál estrella o cielo
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«Cuándo
Filis podrá sin su querido
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Cuantas estrellas
tiene el firmamento,
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¡Cuántas
veces te me has engalanado,
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De hiedra, roble y
olmo coronado,
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Difunta al gusto ya,
viva a la pena;
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El español,
que halló la nueva tierra
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El ídolo
purísimo que adoro,
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El que de
hidropesía está doliente
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En la confusa suerte
de mi estado,
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Enciende ya las
lámparas del cielo,
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Entre pajas se
enciende la divina
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Espumoso Caballo, en
quien procura
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Esta celosa hidra,
que en mí siento,
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Esta es, Tirsis, la
fuente do solía
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Estas fuentes de
lágrimas cansadas,
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Este Coloso de mis
pensamientos,
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Este encelado altivo
pensamiento,
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Este Real de amor
desbaratado,
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Este vital aliento
que respiro,
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Eterno mal y grato
mal eterno,
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Filis, en este
bronce, que advertido
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Filis, más
bella y más resplandeciente
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Filis, no busca
desangrada cierva
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La blanca nieve y la
purpúrea rosa,
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La fatal influencia
que recibo
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Las peligrosas
bravas ondas de oro
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Lejos Amintas de su
fiel ganado,
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Línea del
punto que al valor provoca;
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Llega mi mal a tal
extremo, cuando
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Menalca, de este
monte y su espesura
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Mi propio amor
entiendo que es la cierta
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Ninfas, de los
Arabios y Sabeos
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No la belleza que la
noche adorna,
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Noche, que en tu
amoroso y dulce olvido
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¡O nuevo
ardid! ¡O misteriosa maña!
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¡O, nunca bien
asegurados bienes,
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Ofrece amor a mis
cansados ojos,
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Pastor que lees en
esta y en aquella
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Ríndeme amor
el fuerte de mis ojos
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Rompe la concha de
esmeraldas finas,
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Rompe la niebla de
la noche fría,
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Salve sagrado y
cristalino río,
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Santa madre de amor,
que el yerto suelo
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Si lo que el alma me
revela, cuando
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Sigo, silencio, tu
estrellado manto,
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Silencio mudo, que
en tu manto envuelto,
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Soberana beldad,
extremo raro
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Solo, y callado, y
triste, y pensativo,
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Soto; aquí
donde el gran Betis desciende
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Tírito,
triste, y solo, y apartado,
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Tírito, voy
por esta solitaria
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Tirsis, aquí
donde los ojos bellos;
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Tirsis, la nave del
cuidado Iolas,
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Títiro, al
asomar de dos hermosos
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Turbia y oscura
noche, que el sereno
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Vístela a
Pablo, palma generosa,
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Viva yo siempre
así con tan ceñido
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Vos a quien la
fortuna dulce expira,
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Vuelve zafiro,
brota, viste y cría
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Vuelvo los aojos
graves y caídos
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Ya quebradas
prisiones, ya cadenas
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