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ArribaAbajo- XXX -


ArribaAbajo   Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón, los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de estas plantas, a Alcides consagradas;

   mas del viento las fuerzas conjuradas  5
los suspiros desatan y remueven,
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

   Hasta mi tierno rostro aquel tributo
que dan mis ojos, invisible mano  10
de sombra o de aire me la deja enjuto,

   porque aquel ángel fieramente humano
no crea mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano.




ArribaAbajo- XXXI -


ArribaAbajo   Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido el Sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

   mientras a cada labio, por cogello,  5
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

   goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada  10
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

   no sólo en plata o viola truncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.




ArribaAbajo- XXXII -


ArribaAbajo   Ni en este monte, este aire, ni este río
corre fiera, vuela ave, ni pez nada,
de quien con atención no sea escuchada
la triste voz del triste llanto mío;

   y aunque en la fuerza sea de el estío  5
al viento mi querella encomendada,
cuando a cada cual de ellos más le agrada
fresca cueva, árbol verde, arroyo frío,

   a compasión movidos de mi llanto,
dejan la sombra, el ramo y la hondura,  10
cual ya por escuchar el dulce canto

   de aquel que, de Strimón en la espesura,
los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
puede mi mal y puede su dulzura!




ArribaAbajo- XXXIII -


ArribaAbajo   La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

   amantes no toquéis si queréis vida;  5
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

   No os engañen las rosas, que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,  10
se le cayeron del purpúreo seno;

   manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno.




ArribaAbajo- XXXIV -


A Córdoba


ArribaAbajo   ¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles, ya que no doradas!

   ¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,  5
que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre gloriosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!

   ¡Si entre aquellas ruinas y despojos
que enriquece Genil y Darro baña  10
tu memoria no fue alimento mío,

   nunca merezcan mis ausentes ojos
ver tu muro, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, oh patria, oh flor de España!




ArribaAbajo- XXXV -


Al nacimiento de Cristo Nuestro Señor


ArribaAbajo   Pender de un leño, traspasado el pecho
y de espinas clavadas ambas sienes,
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho;

   pero más fue nacer en tanto estrecho,  5
donde, para mostrar en nuestros bienes
a dónde bajas y de dónde vienes,
no quiere un portalillo tener techo.

   No fue esta más hazaña, oh gran Dios mío,
del tiempo, por haber la helada ofensa  10
vencido en flaca edad con pecho fuerte

   (que más fue sudar sangre que haber frío),
sino porque hay distancia más inmensa
de Dios a hombre, que de hombre a muerte.




ArribaAbajo- XXVI -


De unos papeles que una dama le había escrito, restituyéndoselos en una caja


ArribaAbajo   Yacen aquí los hueso sepultados
de una amistad que al mundo será una,
o ya para experiencia de fortuna,
o ya para escarmiento de cuidados.

   Nació entre pensamientos, aunque honrados,  5
grave al amor, a muchos importuna;
tanto que la mataron en la cuna
ojos de envidia y de ponzoña armados.

   Breve urna los sella como huesos,
al fin, de malograda criatura;  10
pero versos los honran inmortales,

   que vivirán en el sepulcro impresos,
siendo la piedra Felixmena dura,
Daliso el escultor, cincel sus males.




ArribaAbajo- XXXVII -


ArribaAbajo   Verdes juncos del Duero a mi pastora
tejieron dulce generosa cuna;
blancas palmas, si el Tajo tiene alguna,
cubren su pastoral albergue ahora.

   Los montes mide y las campañas mora  5
flechando una dorada media luna,
cual dicen que a las fieras fue importuna
del Europa la casta cazadora.

   De un blanco armiño, el esplendor vestida,
los blancos pies distinguen de la nieve  10
los coturnos que calza esta homicida;

   bien tal, pues montaraz y endurecida,
contra las fieras sólo un arco mueve,
y dos arcos tendió contra mi vida.




ArribaAbajo- XXXVIII -


ArribaAbajo   Si Amor entre las plumas de su nido
prendió mi libertad, ¿qué hará ahora,
que en tus ojos, dulcísima señora,
armado vuela, ya que no vestido?

   Entre las violetas fui herido  5
de el áspid que hoy entre los lilios mora,
igual fuerza tenías siendo Aurora,
que ya como Sol tienes bien nacido.

   Saludaré tu luz con voz doliente,
cual tierno ruiseñor en prisión dura  10
despide quejas, pero dulcemente.

   Diré cómo de rayos vi tu frente
coronada, y que hace tu hermosura
cantar las aves y llorar la gente.




ArribaAbajo- XXXIX -


Al puerto de Guadarrama, pasando por él los condes de Lemos


ArribaAbajo   Montaña inaccesible, opuesta en vano
al atrevido paso de la gente,
o nubes humedezcan tu alta frente,
o nieblas ciñan tu cabello cano,

   Caistro el mayoral, en cuya mano  5
en vez de bastón vemos el tridente,
con su hermosa Silvia, Sol luciente
de rayos negros, serafín humano,

   tu cerviz pisa dura; y la pastora
yugo te pone de cristal, calzada  10
coturnos de oro el pie, armiños vestida.

   Huirá la nieve de la nieve ahora,
o ya de los dos soles desatada,
o ya de los dos blancos pies vencida.




ArribaAbajo- XL -


ArribaAbajo   Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
la sangre de su pecho vierte en vano,
vende Lice a un decrépito indiano
por cien escudos la mitad del lecho;

   ¿quién, pues, se maravilla de este hecho,  5
sabiendo que halla ya paso más llano,
la bolsa abierta el rico pelicano,
que el pelicano pobre abierto el pecho?

   Interés, ojos de oro como gato,
y gato de doblones, no Amor ciego,  10
que leña y pluma gasta, cien arpones

   le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
arrimándole al trato cien cañones?




ArribaAbajo- XLI -


ArribaAbajo   De pura honestidad templo sagrado,
cuyo bello cimiento y gentil muro,
de blanco nácar y alabastro duro
fue por divina mano fabricado;

   pequeña puerta de coral preciado,  5
claras lumbreras de mirar seguro,
que a la esmeralda fina el verde puro
habéis para viriles usurpado;

   soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
al claro Sol, en cuanto en torno gira,  10
ornan de luz, coronan de belleza;

   ídolo bello, a quien humilde adoro,
oye piadoso al que por ti suspira,
tus himnos canta, y tus virtudes reza.




ArribaAbajo- XLII -


Al Conde de Villamediana, celebrando el gusto que tuvo en diamantes, pinturas y caballos


ArribaAbajo   Las que a otros negó piedras Oriente,
émulas brutas del mayor lucero,
te las expone en plomo su venero,
si ya al metal no atadas, más luciente.

   Cuanto en tu camarín pincel valiente,  5
bien sea natural, bien extranjero,
afecta mudo voces, y parlero
silencio en sus vocales tintas miente;

   miembros apenas dio al soplo más puro
del viento su fecunda madre bella;  10
Iris, pompa del Betis, sus colores;

   que fuego él espirando, humo ella,
oro te muerden en su freno duro,
oh esplendor generoso de señores.




ArribaAbajo- XLIII -


De la brevedad engañosa de la vida


ArribaAbajo   Menos solícito veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

   que presurosa corre, que secreta,  5
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada Sol repetido es un cometa.

   ¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías  10
en seguir sombras y abrazar engaños.

   Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.




ArribaAbajo- XLIV -


Dilatándose una pensión que pretendía


ArribaAbajo   Camina mi pensión con pie de plomo,
el mío, como dicen, en la huesa;
a ojos yo cerrados, tenue o gruesa,
por dar más luz al mediodía la tomo.

   Merced de la tijera a punta o lomo  5
nos cohorta aún de murtas una mesa;
oigáis la mejor voz es portuguesa,
y la mejor ciudad de Francia, Como.

   No más, no, borceguí ni chimenea;
basten los años, que ni aún breve raja  10
de encina la perfuma o de aceituno.

   ¡Oh cuánto tarda lo que se desea!
Llegue; que no es pequeña la ventaja
del comer tarde al acostarse ayuno.




ArribaAbajo- XLV -


A un ruiseñor


ArribaAbajo   Con diferencia tal, con gracia tanta
aquel ruiseñor llora, que sospecho
que tiene otros cien mil dentro del pecho
que alternan su dolor por su garganta.

   Y aun creo que el espíritu levanta,  5
como en información de su derecho,
a escribir del cuñado el atroz hecho
en la hoja de aquella verde planta.

   Ponga, pues, fin a la querella que usa,
pues ni quejarse ni mudar estanza  10
por pico ni por pluma se le veda.

   Y llore sólo aquel que su Medusa
en piedra convirtió, porque no pueda
ni publicar su mal ni hacer mudanza.




ArribaAbajo- XLVI -


Al sol porque salió estando con una dama y le fue forzoso dejarla


ArribaAbajo   Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándome a un liso y blanco cuello;
ya esparciendo por él aquel cabello,
que Amor sacó entre el oro de sus minas;

   ya bebiendo en aquellas perlas finas  5
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,

   estaba, oh claro sol, envidioso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,  10
mató mi gloria y acabó mi suerte.

   Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los tuyos más enojos,
rayo, como a tu hijo, te den muerte.




ArribaAbajo- XLVII -


A unos álamos


ArribaAbajo   Gallardas plantas que con voz doliente
al osado Faetón llorasteis vivas,
y ya sin envidiar palmas y olivas,
muertas podéis ceñir cualquiera frente.

   Así del sol estivo al rayo ardiente  5
blanco coro de náyades lascivas
precie más vuestras sombras fugitivas
que verde margen de escondida fuente.

   Así besé, a pesar del seco estío,
vuestros troncos, y a un tiempo pies humanos  10
el raudo curso de este undoso río.

   Que lloréis, pues llorar sólo a vos toca
locas empresas, ardimientos vanos,
mi ardimiento en amar, mi empresa loca.




ArribaAbajo- XLVIII -


A los celos


ArribaAbajo   ¡Oh niebla del estado más sereno,
furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
de verde prado en oloroso seno!

   ¡Oh, entre néctar de amor mortal veneno,  5
que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
de la amorosa espuela duro freno!

   ¡Oh celo del favor verdugo eterno!
Vuélvete al lugar triste donde estabas,  10
o al reino, si allá cabes, del espanto.

   Mas no cabrás allá, que pues ha tanto
que comes de ti mismo, y no te acabas,
mayor debes de ser que el mismo infierno.




ArribaAbajo- XLIX -


A una rosa


ArribaAbajo   Ayer naciste y morirás mañana;
para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¡Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana!

   Si te engañó tu hermosura vana,  5
bien presto la verás desvanecida,
porque en esa hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.

   Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,  10
grosero aliento acabará tu suerte.

   No salgas, que te guarde algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.




ArribaAbajo- L -


ArribaAbajo   Al tronco Filis de un laurel sagrado
reclinada, el convexo de su cuello
lamía en ondas rubias el cabello,
lascivamente al aire encomendado.

   Las hojas del clavel, que habían juntado  5
el silencio en un labio y otro bello,
violar intentaba, y pudo hacello,
sátiro mal de hiedras coronado;

   mas la envidia interpuesta de un abeja,
dulce libando púrpura, al instante  10
previno la dormida zagaleja.

   El semidiós, burlado, petulante,
en atenciones tímidas la deja
de cuanto bella, tanto vigilante.




ArribaAbajo- LI -


Celebro en Granada al auto de la fe que sé


ArribaAbajo   Bien dispuesta madera en nueva traza,
que un cadalso en forma levantado,
admiración del pueblo desgranado,
por el húmido suelo de la plaza.

   Cincuenta mujercillas de la raza  5
del que halló en el mar enjuto vado,
y la jurisprudencia de un letrado
cuyo ejemplo confunde y amenaza.

   Dos torpes, seis blasfemos, la corona
de un fraile mal abierta y peor casada,  10
y otros dos veces que él no menos ciego;

   cinco en estatua, sólo uno en persona,
encomendados justamente al fuego,
fueron el auto de la fe en Granada.




ArribaAbajo- LII -


De la jornada de Larache


ArribaAbajo   -¿De dónde bueno, Juan, con pedorreras?
-Señora tía, de Cagalarache,
-Sobrino, ¿y cuántos fuiste a Alfarache?
-Treinta soldados en tres mil galeras.

   -¿Tanta gente? -Tomámoslo de veras.  5
-¿Desembarcarte, Juan? -¡Tarde piache!
que por dar un Santiago de azabache
dio la playa más moros que veneras.

   -¿Luego es de moros? -Sí, señora tía;
mucha algazara, pero poca ropa.  10
-¿Hicieron os los perros algún daño?

   -No, que en ladrando con su artillería,
a todos, nos dio cámaras de popa.
-¡Salud serían para todo el año!




ArribaAbajo- LIII -


Soneto caótico


ArribaAbajo   Grandes, más que elefantes y que abadas,
títulos liberales como rocas,
gentiles hombres, sólo de sus bocas,
ilustre cavaglier, llaves doradas;

   hábitos, capas digo remendadas,  5
damas de haz y envés, viudas sin tocas,
carrozas de ocho bestias, y aun son pocas
con las que tiran y que son tiradas;

   catarriberas, ánimas en pena,
con Bártulos y Abades la milicia,  10
y los derechos con espada y daga;

   casas y pechos, todo a la malicia;
lodos con perejil y hierbabuena:
esto es la Corte: ¡Buena pro les haga!




ArribaAbajo- LIV -


Al rey Felipe IV y su esposa Isabel


ArribaAbajo   Dulce arroyuelo de la nieve fría
bajaba mudamente desatado,
y del silencio que guardaba helado
en labios de claveles se reía.

   Con sus floridos márgenes partía  5
si no su amor Fileno, su cuidado;
no ha visto a su Belisa, y ha dorado
el sol casi los términos del día.

   Con lágrimas turbando la corriente,
el llanto en perlas coronó las flores,  10
que ya bebieron en cristal la risa.

   Llegó en este momento fiel Belisa,
al alba en los blancos lilios de su frente,
y en sus divinos ojos los amores,

   que de un casto veneno  15
la esperanza alimentan de Fileno.




ArribaAbajo- LV -


A Lope de Vega


ArribaAbajo   Embutiste Lopillo, a Sabaot
en un mismo soneto con Ylec,
y echándosele a cuesta a Lamec
le diste un muy mal rato al justo Lot.

   Sacrificaste al ídolo Behemot,  5
que matan mal coplón Melquisedec,
y traiga para el fuego Abimelec
sarmientos de la viña de Nabot.

   Guárdate de las lanzas de Joab,
de tablazos del arca de Jafet,  10
y leños de la escala de Jacob;

   no te metas con el rey Acab,
ni en lugar de Bethelén me digas Bet,
que con tus versos cansas aun a Job.

   Y este soneto a buenas manos va:  15
¡Ay del Alfa, y Omega, y Jehová!




ArribaAbajo- LVI -


A la muerte de Miguel de Guzmán, hijo del Duque de Medina Sidionia a Júpiter


ArribaAbajo   Tonante monseñor, ¿de cuándo acá
fulminas jovenetes? Yo no sé
cuánta pluma ensillaste para el que
sirviéndote la copa aun hoy está.

   El garzón frigio, a quien de bello da  5
tanto la antigüedad, besara el pie
al que mucho de España esplendor fue,
y poca, mas fatal, ceniza es ya.

   Ministro, no grifaño, duro sí,
que en Líparis Estérope forjó  10
(piedra digo behazar de otro Pirú)

   las hojas inflamó de un alhelí.
y los Acroceraunios monte no.
¡Oh Júpiter, oh, tú, mil veces tú!




ArribaAbajo- LVII -


Al obispo Antonio Venegas


ArribaAbajo   Este a Pomona, cuando ya no sea
edificio al silencio dedicado
(que si el cristal le rompe desatado,
suave el ruiseñor le lisonjea),

   dulce es refugio, donde se pasea  5
la quietud, y donde otro cuidado
despedido, si no digo burlando,
de los términos huye de esta aldea.

   Aquí la Primavera ofrece flores
al gran pastor de pueblos, que enriquece  10
de luz a España, y gloria a los Venegas.

   ¡Oh, peregrino, tú cualquier que llegas,
paga en admiración las que te ofrece
el huerto fruta, y el jardín, olores!




ArribaAbajo- LVIII -


Del Conde de Villamediana, prevenido para ir a Nápoles con el Duque de Alba


ArribaAbajo   El Conde mi señor se va a Nápoles
con el gran Duque, Príncipes, a Dío;
de acémilas de haya no me fío,
fanales sean sus ojos o faroles.

   Los más carirredondos girasoles  5
imitará siguiéndoos mi albedrío,
y en vuestra ausencia, en el puchero mío
será un torrezno el Alba entre las coles.

   En sus brazos Parténope festiva,
de aplausos coronado Castilnnovo  10
en clarines de pólvora os reciba;

   de las orejas yo teniendo al lobo,
incluso esperaré en cualquier misiva
beneficio tan simple, que sea bobo.




ArribaAbajo- LIX -


ArribaAbajo   Valladolid, de lágrimas sois valle,
y no quiero deciros quien las llora,
valle de Josafat, sin que en vos hora,
cuanto más día de juicio se halle.

   Pisando he vuestros muros calle a calle,  5
donde el engaño con la corte mora,
y cortesano sucio os hallo ahora,
siendo villano un tiempo de buen talle.

   Todos sois Condes, no sin nuestro daño;
dígalo el andaluz, que en un infierno  10
debajo de una tabla escrita posa.

   No encuentra al de Buendía en todo el año;
al de Chinchón sí ahora, y el invierno
al de Niebla, al de Nieva, al de Lodosa.

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