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Sonetos de Quevedo

Francisco de Quevedo



«La poesía tiene que ser gratuita,
para que nunca deje de ser poesía.»


R. G. G.                





ArribaAbajo Biografía de Quevedo y cometario a los sonetos

Nació en Madrid el día 17 de septiembre de 1580.

Fueron sus padres, Pedro Gómez de Quevedo y María de Santibáñez; eran oriundos del valle de Toranzo en la Montaña (Santander). Tuvieron seis hijos, de los que dos murieron tempranamente quedando como único varón en compañía de sus hermanas, Margarita, Felipa y María, siendo él, el tercero de los hermanos. Le bautizaron en la Parroquia de San Ginés. Su madre, era dama de doña Ana, mujer de Felipe II y su padre era secretario de dicha señora, por lo tanto el conocimiento de ambos fue dentro de un ambiente regio al cual ambos pertenecían. Cuando contaba seis años de edad, Quevedo, pierde a su padre, teniendo como tutor a partir de entonces a D. Agustín de Villanueva, del Consejo de Aragón.

Hacia 1596, consta que estaba comenzando sus estudios en Alcalá. En 1599 obtiene el título de Bachiller. Sabido es que no recogió su título hasta el año siguiente. Por entonces morí a Felipe II, y una de sus hermanas profesaba en el Convento de las Carmelitas Descalzas. En 1606 al trasladarse la Corte a Valladolid, Quevedo, como tantos favorecidos y protegidos de los Reyes se instala en la nueva Corte. Perdiendo también por esa época a su madre.

Por este tiempo inicia su amistad con Pedro Téllez Girón, más tarde Duque de Osuna y conoce a Lope de Vega y Cervantes con los que siempre mantuvo muy buenas relaciones de amistad y admiración por sus obras.

De su estancia en Valladolid existen datos de sus estudios sobre arte en la Universidad. En el año 1605 regresa en compañía de sus hermanas a Madrid.

A partir de su estancia en Valladolid viene su enemistad por Góngora que ya será un enemigo a batir en toda regla a base de los versos satíricos que se mandaban entre uno y otro poeta. No obstante esta animosidad entre ambos poetas, es conocida también la admiración que se tenían por los versos que ambos fueron capaces de escribir a lo largo de su vida. Creo, después de haber leído varias biografías de Quevedo, que su poeta preferido fue Lope, criterio que compartían tanto Dámaso Alonso como Luis Astrana Marín.

Bajo el amparo del Duque de Osuna marchó a Sicilia y se sabe que en 1613, Quevedo, reside en Palermo. De su paso por Roma y otras ciudades italianas, son testigos los sonetos que fue componiendo a lo largo de todas estas visitas. Estando al servicio del Duque de Osuna es enviado a Madrid con donativos reales con el fin de conseguir para el Duque el Virreinato de Nápoles, cosa que Quevedo logra, así como la investidura por parte de Felipe III del hábito de Santiago para él mismo. Debido a la Conjuración de Venecia, el Duque cae en desgracia arrastrando a Quevedo, que a partir de entonces padece toda clase de difamaciones y amenazas por parte de sus enemigos políticos. Debido a esta coyuntura, Quevedo padece prisión en Uclés en 1621. Más tarde desterrado y confinado a la Torre de Juan Abad, Quevedo se dedica por entero a escribir...

Sobre su disposición a vivir en la villa manchega de Villanueva de los Infantes, se debe a un viejo pleito sobre ciertas heredades que compró al Consejo de Castilla y que le convirtieron en Señor de la Torre de Juan Abad.

El 29 de febrero de 1634, por la intervención de doña Inés de Zúñiga, esposa del Conde-Duque, Quevedo se casa con doña Esperanza de Mendoza, señora de Cetina y viuda de Fernández Liñán de Heredia. De aquel tiempo fue el soneto que circulaba en contra de un Quevedo ya cincuentón... «Si no sabéis, señora de Cetina...» A los dos años se separan y ella muere en 1642.

En 1639 es detenido en casa de Medinaceli y encarcelado en la prisión de San Marcos, de León, durante cuatro años. Con la caída del Conde Duque de Olivares, son atendidas las peticiones de Quevedo sobre su inocencia.

Encontrándose viejo, enfermo y sin ninguna disposición de ánimo se retira a su Villanueva de los Infantes, donde le sobreviene la muerte un 8 de septiembre del año 1645.

Por encargo de don Pedro Coello, don José González de Salas, recoge la mayor parte de los poemas de Quevedo, publicándolos en 1648 en Madrid bajo el título «Parnaso español» y más tarde en 1670 «Las nueve Musas últimas castellanas».

De estas dos obras he sacado la mayoría de los sonetos que figuran en mi trabajo.

También encontré diversos sonetos en obras de Astrana Marín, José Manuel Blecua y Roque Esteban Scarpa, así como en libros de los siglos XVII y XVIII.; dedicatorias y elogios a sus amigos en publicaciones de aquellos años.

Sobre la colocación de los sonetos he procedido a ponerlos tal como aparecen en las obras más representativas donde se encuentran sonetos de Quevedo, es decir:

«Parnaso español» de 1648 y «Las tres Musas últimas castellanas» de 1670 y los demás, tales como los encontrados en manuscritos de la Biblioteca Nacional, o los dedicados a sus amigos, prologando sus obras y otros más raros de hallar por su dificultad en diferentes apartados como a continuación explico en mi trabajo. Podía haberlos puesto por algún orden de popularidad. Quien no sabe el primer verso de aquel... «Érase un hombre a una nariz pegado» o el verso final del más célebre para mi entender de todos sus sonetos: «polvo serán, mas polvo enamorado». Sin embargo, descartada esta tentación, he preferido salgan a la luz como estaban en sus primeras publicaciones; por esto elegí el procedimiento que he seguido con esta obra.

Todos estos sonetos están incluidos en mi «Biblioteca del soneto» obra que cuenta con más de 3.500 poetas que han escrito sonetos y unos treinta mil sonetos representando a todos lo sonetistas en castellano. Y en la que llevo trabajando más de cuarenta años, partiendo de una biblioteca personal de poesía en la que tengo catalogados más de 5.000 poetas. Y en la que sin lugar a dudas son la estrella los sonetos de LOPE DE VEGA, que algún día verán la luz en Internet que es la forma más fácil para los poetas sin editores de conseguir su propagación para gozo de los amantes del soneto. Estos sonetos, que hasta la actualidad, (Luis Guarner, 1935 y Gerardo Diego, 1953) no pasaban de 300, en mi obra ya están numerados 1420, la mayoría sacados de haber repasado más de 600 comedias de su repertorio.

Los datos sacados de la vida y obra de Quevedo, han sido de «Historia de la Literatura Española e Hispanoamericana» Tomo III. Ediciones Orgaz S. A. de 1980. De los fondos de la Biblioteca Universitaria de Valencia, de la calle de la Nave y de la Biblioteca de San Miguel de los Reyes de Valencia. De las Obras Completas de José Manuel Blecua, Roque Esteban Scarpa, de Don Luis Astrana Marín y de los fondos de la Biblioteca Cervantes en Internet. Mención aparte por el hallazgo que supuso, la Biblioteca de Serrano Morales depositada en el Ayuntamiento de Valencia.

RAMÓN GARCÍA GONZÁLEZ






ArribaAbajoLas tres Musas últimas castellanas


ArribaAbajoEuterpe Musa Séptima


[Sonetos]

FOLIO 1




A Belisario


Abajo   Viéndote sobre el cerco de la luna
triunfar de tanto bárbaro contrario,
¿quién no temiera, ¡oh noble Belisario!,
que habías de dar envidia a la Fortuna?

   Estas lágrimas tristes, una a una,  5
bien las debo al valor extraordinario
Conque escondiste en alto olvido a Mario,
que mandando nació desde la cuna.

   Y ahora, entre los míseros mendigos,
te tiraniza el tiempo y el sosiego  10
la memoria de altísimos despojos.

   Quisiéronte cegar tus enemigos,
sin advertir que mal puede ser ciego
quien tiene en tanta fama tantos ojos.




A la brevedad de la vida


ArribaAbajo   ¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!

   Feroz, de tierra el débil muro escalas,  5
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.

   ¡Oh condición mortal! ¡Oh dura suerte!
¡Qué no puedo querer vivir mañana  10
sin la pensión de procurar mi muerte!

   Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.

FOLIO 2




Muestra lo que es una mujer despreciada


ArribaAbajo   Disparado esmeril, toro herido;
fuego que libremente se ha soltado,
osa que los hijuelos le han robado,
rayo de pardas nubes escupido;

   serpiente o áspid con el pie oprimido,  5
león que las prisiones ha quebrado,
caballo volador desenfrenado,
águila que le tocan a su nido;

   espada que la rige loca mano,
pedernal sacudido del acero,  10
pólvora ha quien llegó encendida mecha;

   villano rico con poder tirano,
víbora, cocodrilo, caimán fiero
es la mujer si el hombre la desecha.




Soneto a la muerte


ArribaAbajo   ¡Aquí Del Rey Jesús! ¿y qué es aquesto?
No le vale la iglesia al desdichado,
que entró a matarle dentro de sagrado,
sin temer casa Real, ni Santo puesto.

   Favor a la justicia, alumbren presto,  5
corran tras de él, prendan al culpado;
no quiere resistirse, que embozado
de esperar a la ronda está dispuesto.

   Llegaron a prenderle por codicia,
no de la espada ser mayor de marca;  10
mas visto que la trae de sangre llena,

   preguntole quien era la justicia,
desembozose y dijo: Soy la Parca.
¿La Parca sois? Andad de enhorabuena.




Sonetos pastoriles

Sonetos que llama el autor pastoriles y los dedicó a la Musa Euterpe


FOLIO 11




- I -


A Lísida, pidiéndole unas flores que tenía en la mano, y persuadiéndola imite a una fuente


ArribaAbajo   Ya que huyes de mí, Lísida hermosa,
imita las costumbres de esta fuente,
que huye de la orilla eternamente,
y siempre la fecunda generosa.

   Huye de mí cortés, y, desdeñosa,  5
sígate de mis ojos la corriente;
y, aunque de paso, tanto fuego ardiente
merézcate una yerba y una rosa.

   Pues mi pena ocasionas, pues te ríes
del congojoso llanto que derramo  10
en sacrificio al claustro de rubíes,

   perdona lo que soy por lo que amo;
y cuando, desdeñosa, te desvías,
llévate allá la voz con que te llamo.

FOLIO 12




- II -


A Lisis, presentándole un perro, que había quitado un cordero de los mismos dientes del lobo


ArribaAbajo   Este cordero, Lisis, que tus yerros
sobrescribieron como al alma mía,
estando ayer recién nacido el día,
de un lobo le cobraron mis dos perros.

   En el denso teatro de estos cerros,  5
Melampo aventajó su valentía:
ya le viste otra vez, con osadía,
defender a tus voces los becerros.

   Conoce que soy tuyo en tu ganado,
pues, por guardarle, desamparo el mío,  10
y en mi pérdida estimo su cuidado.

   Pues te sirven sus dientes y sus brío,
recíbele, no pierda desdeñado
lo que él merece, porque yo le envío.




- III -


A Aminta, que imite el sol en dejarle consuelo cuando se ausenta


ArribaAbajo   Pues eres sol, aprende a ser ausente
del sol, que aprende en ti luz y alegría;
¿no viste ayer agonizar el día
y apagar en el mar el oro ardiente?

   Luego se ennegreció, mustio y doliente,  5
el aire adormecido en sombra fría;
luego la noche, en cuanta luz ardía,
tantos consuelos encendió el Oriente.

   Naces, Aminta, a Silvio del ocaso
en que me dejas sepultado y ciego;  10
sígote oscuro con dudoso paso.

   Concédele a mi noche y a mi ruego,
del fuego de tu sol, en que me abraso,
estrellas, desperdicios de tu fuego.

FOLIO 13




- IV -


A una fuente en que salió a mirarse Lísida


ArribaAbajo   Fuente risueña y pura (que a ser río
de las dos urnas de mi vista aprendes,
pues que te precipitas y desciendes
de los ojos que en lágrimas te envío),

   si en mentido cristal te prende el frío,  5
en mi llanto por Lísida te enciendes,
y siempre ingrata a mi dolor atiendes,
siendo el caudal con que te aumentas mío;

   tú de su imagen eres siempre avara,
yo prodigo de llanto a tus corrientes,  10
y a Lísida de la alma y fe más rara.

   Amargos, sordos, turbios, inclementes
juzgué los mares, no la amena y clara
agua risueña y dulce de las fuentes.




- V -


Con ejemplo del invierno imagina Sistra admitido su fuego del yelo de Lisi


ArribaAbajo   Pues ya tiene la encina en los tizones
más séquito que tuvo en hoja y fruto,
y el nubloso Orïón manchó con luto
las (otro tiempo) cárdenas regiones;

   pues perezoso Arturo, y los Trïones  5
dispensan breve el sol, y poco enjuto,
y con imperio cano y absoluto
labra el yelo las aguas en prisiones;

   hoy que se busca en el calor la vida,
gracias al dueño invierno, amante ciego,  10
a quien desprecia Amor y Lisi olvida,

   al yelo hermoso de su pecho llego
mi corazón, por ver si, agradecida,
se regala su nieve con mi fuego.

FOLIO 14




- VI -


Con la comparación de dos toros celosos, pide a Lisi no se admire del sentimiento de sus celos


ArribaAbajo   ¿Ves con el polvo de la lid sangrienta
crecer el suelo y acortarse el día
en la celosa y dura valentía
de aquellos toros que el amor violenta?

   ¿No ves la sangre que el manchado alienta;  5
el humo que de la ancha frente envía
el toro negro, y la tenaz porfía
en que el amante corazón ostenta?

   Pues si lo ves, ¡oh Lisi!, ¿por qué admiras
que, cuando Amor enjuga mis entrañas  10
y mis venas, volcán, reviente en iras?

   Son los toros capaces de sus sañas,
¿y no permites, cuando a Bato miras,
que yo ensordezca en llanto las montañas?

FOLIO 15




- VII -


Culpa a Flor injusta en el premio de su favor con el ejemplo de una vaca pretendida en el soto: es imitación de Virgilio en las Geórgicas


ArribaAbajo   ¿Ves gemir tus afrentas al vencido
toro, y que tiene, ausente y afrentado,
menos pacido el soto que escarbado,
y de sus celos todo el mundo herido?

   ¿Vesle ensayar venganzas con bramido,  5
y en el viento gastar ímpetu armado?
¿Ves que sabe sentir ser desdeñado,
y que su vaca tenga otro marido?

   Pues considera, Flor, la pena mía,
cuando por Coridón, pastor ausente,  10
desprecias en mi amor mi compañía.

   Ofreciose la vaca al más valiente,
y con razón premió la valentía:
tú me desprecias, Flor, injustamente.




- VIII -


Aconseja al Amor que para vencer el desdén de Lisis, deje las flechas comunes, y tome las con que hirió a Júpiter, para que se enamorase de Europa


ArribaAbajo   Amor, prevén el arco y la saeta
que enseñó a navegar y dar amante
al rayo, cuando Jove fulminante,
bruta deidad, bramó llama secreta.

   La vulgar cuerda que tu mano aprieta,  5
para el pecho de Lisi no es bastante:
otra cosa más dura que el diamante
dudo que la victoria te prometa.

   Prevén toda la fuerza al pecho helado,
pues menos gloria, en menos hermosura,  10
te fue bajar al sol del cielo al prado.

   Y pues de ti no supo estar segura
tu madre, no permitas, despreciado,
que tu poder desmienta Lisis dura.

FOLIO 16




- IX -


Con el ejemplo del fuego enseña a Alexi pastor, cómo se ha de resistir al amor en su principio


ArribaAbajo   ¿No ves, piramidal y sin sosiego,
en esta vela arder inquieta llama,
y cuán pequeño soplo la derrama
en cadáver de luz, en humo ciego?

   ¿No ves, sonoro y animoso, el fuego  5
arder voraz en una y otra rama,
a quien, ya poderoso, el soplo inflama
que a la centella dio la muerte luego?

   Así pequeño amor recién nacido
muere, Alexi, con poca resistencia,  10
y le apaga una ausencia y un olvido;

   mas si crece en las venas su dolencia,
vence con los que pudo ser vencido
y vuelve en alimento la violencia.

FOLIO 17




- X -


Dice, que como el labrador teme el agua cuando viene con truenos, habiéndola deseado, así es la vista de su pastora


ArribaAbajo   Ya viste que acusaban los sembrados
secos, las nubes y las lluvias; luego
viste en la tempestad temer el riego
los surcos, con el rayo amenazados.

   Más quieren verse secos que abrasados,  5
viendo que al agua la acompaña el fuego,
y el relámpago y trueno sordo y ciego;
y mustio el campo teme los nublados.

   No de otra suerte temen la hermosura
que tuyos mis ojos codiciaron,  10
anhelando la luz serena y pura;

   pues luego que se abrieron, fulminaron,
y amedrentando el gozo a mi ventura,
encendieron en mí cuanto miraron.




- XI -


Significa el mal que entra al alma por los ojos con la fábula de Acteón


ArribaAbajo   Estábase la Efesia cazadora
dando en aljófar el sudor al baño,
cuando en rabiosa luz se abrasa el año
y la vida en incendios se evapora.

   De sí, Narciso y ninfa, se enamora;  5
mas viendo, conducido de su engaño,
que se acerca Acteón, temiendo el daño,
fueron las ninfas velo a su señora.

   Con la arena intentaron el cegalle,
mas luego que de Amor miró el trofeo,  10
cegó más noblemente con su talle.

   Su frente endureció con arco feo,
sus perros intentaron el matalle,
y adelantose a todos su deseo.

FOLIO 18




- XII -


Dice, que como el Nilo guarda su origen, encubrió también el de su amor la causa y crece así también su llanto con el fuego que le abrasa


ArribaAbajo   Dichoso tú, que naces sin testigo
y de progenitores ignorados,
¡oh Nilo!, y nube y río, al campo y prados,
ya fertilizas troncos y ya trigo.

   El humor que, sediento y enemigo,  5
bebe el rabioso Can a lo sagrados
ríos, le añade pródigo a tus vados,
siendo Aquario el León para contigo.

   No de otra suerte, Lisis, acontece
a las undosas urnas de mis ojos,  10
cuyo ignorado origen se enmudece.

   Pues cuando el Sirio de tus lazos rojos
arde en bochornos de oro fresco, crece
más su raudal, tu hielo y mis enojos.

FOLIO 19




- XIII -


Con la propiedad del Guadiana, de quien dice Plinio, saepius nasci gaudet, compara la disimulación de sus lágrimas


ArribaAbajo   O ya descansas, Guadiana, ociosas
tus corrientes en lagos que ennobleces,
o líquidas dilatas a tus peces
campañas en las lluvias procelosas;

   o en las grutas sedientas tenebrosas  5
los raudales undosos despareces,
y de nacer a España muchas veces
te alegras en las tumbas cavernosas;

   émulos mis dos ojos a tus fuentes
ya corren, ya se esconden, ya se paran,  10
y nacen sin morir al llanto ardientes.

   Ni mi prisión ni lágrimas se aclaran:
todo soy semejante a tus corrientes,
que de su propio túmulo se amparan.




- XIV -


Habiendo llamado a su zagala Aurora, pide a la del cielo, que se detenga para ver en alto el retrato de su misma zagala


ArribaAbajo   Tú, princesa bellísima del día,
de las sombras nocturnas triunfadora,
oro risueño y púrpura pintora,
del aire melancólico alegría;

   pues del sol que te sigue y que te envía  5
eres flagrante y rica embajadora;
pues por ennoblecerte llamé Aurora
la hermosa sin igual zagala mía,

   ya que la noche me privó de vella,
y esquiva mis dos ojos, piadosa,  10
entretenme su imagen en tu estrella.

   Niégale al sol las horas; no envidiosa
su llama, que tus luces atropella,
esconde en ti su ardiente nieve y rosa.

FOLIO 20




- XV -


A Fili, que suelto el cabello lloraba ausencias de su pastor


ArribaAbajo   Ondea el oro en hebras proceloso;
corre el humor en perlas hilo a hilo;
juntó la pena al Tajo con el Nilo,
éste creciente, cuando aquél precioso.

   Tal el cabello, tal el rostro hermoso  5
asiste en Fili al doloroso estilo,
cuando por las ausencias de Batilo,
uno derrama rico, otro lloroso.

   Oyó gemir con músico lamento
y mustia y ronca voz tórtola amante,  10
amancillando querellosa el viento.

   Dijo: «Si imitas mi dolor constante,
eres lisonja dulce de mi acento;
si le compites, no es tu mal bastante».

FOLIO 21




- XVI -


A Lisi, que su cabello rubio tenía sembrados claveles carmesíes por el cuello


ArribaAbajo   Rizas en ondas ricas del rey Midas,
Lisi, el acto precioso, cuanto avaro;
arden claveles en su cerco claro,
flagrante sangre, espléndidas heridas.

   Minas ardientes, al jardín unidas,  5
son milagro de amor, portento raro,
cuando Hibla matiza el mármol paro
y en su dureza flores ve encendidas.

   Esos que en tu cabeza generosa
son cruenta hermosura y son agravio  10
a la melena rica y victoriosa,

   dan al claustro de perlas, en tu labio,
elocuente rubí, púrpura hermosa,
ya sonoro clavel, ya coral sabio.




- XVII -


Ausente se lamenta mirando la fuente, donde solía mirarse su pastora


ArribaAbajo   En este sitio donde mayo cierra
cuanto con más fecunda luz florece,
tan parecido al cielo, que parece
parte que de su globo cayó en tierra;

   testigos son las peñas de esta sierra  5
(hombros que al peso celestial ofrece)
del duro afán que el corazón padece,
en alta esclavitud, injusta guerra.

   Miré la fuente donde ver solía
a Fílida, que en ella se miraba,  10
cuando por serla espejo no corría.

   Por imitar mi envidia se abrasaba,
cuando en sus manos mi atención ardía:
y, en dos incendios, Fílida se helaba.

FOLIO 22




- XVIII -


A una fuente donde solía llorar los desdenes de Fili


ArribaAbajo   Esta fuente me habla, mas no entiendo
su lenguaje, ni sé lo que razona;
sé que habla de amor, y que blasona
de verme a su pesar por Flori ardiendo.

   Mi llanto, con que crece, bien le entiendo,  5
pues mi dolor y mi pasión pregona;
mía lágrimas el prado las corona;
vase con ellas el cristal riendo.

   Poco mi corazón debe a mis ojos,
pues dan agua al agua y se la niegan  10
al fuego que consume mis despojos.

   Si no lo ven, porque, llorando, ciegan,
oigan lo que no ven a mis enojos:
déjanme arder, y la agua misma anegan.

FOLIO 23




- XIX -


Compara a la hiedra su amor, que causa parecidos efectos, adornando el árbol por donde sube y destruyéndole


ArribaAbajo   Esta yedra anudada que camina
y en verde laberinto comprende
la estatura del álamo que ofende,
pues cuanto le acaricia, le arruina,

   si es abrazo o prisión, no determina  5
la vista, que al frondoso lago atiende:
el tronco sólo, si es favor, entiende,
o cárcel que le esconde y que le inclina.

   ¡Ay, Lisi!, quien me viere enriquecido
con alta adoración de tu hermosura,  10
y de tan nobles penas asistido,

   pregunte a mi pasión y a mi ventura,
y sabrá que es prisión de mi sentido
lo que juzga blasón de mi locura.




- XX -


Dice, que el sol templa la nieve de los alpes, y los ojos de Lisi no templan el hielo de sus desdenes


ArribaAbajo   Miro este monte que envejece enero,
y cana miro caducar con nieve
su cumbre que, aterido, oscuro y breve,
la mira el sol, que la pintó primero.

   Veo que en muchas partes, lisonjero,  5
o regala sus hielos, o los bebe;
que, agradecido a su piedad, se mueve
el músico cristal libre y parlero.

   Mas en los Alpes de tu pecho airado,
no miro que tus ojos a los míos  10
regalen, siendo fuego, el hielo amado.

   Mi propia llama multiplica fríos,
y en mis cenizas mismas ardo helado,
envidiando la dicha de estos ríos.

FOLIO 24




- XXI -


A una dama hermosa, y tiradora de vuelo, que mató un águila con un tiro


ArribaAbajo   ¿Castigas en la águila el delito
de los celos de Juno vengadora,
porque en velocidad alta y sonora
llevó a Jove robado el catamito?

   ¿O juzgaste su osar por infinito  5
en atrever sus ojos a tu aurora,
confiada en la vista vencedora,
con que miran al Sol de hito en hito?

   ¿O porque sepa Jove que en el cielo,
cuando Venus fulminas, de tu rayo  10
ni el suyo está seguro, ni su vuelo?

   ¿O a César amenazas con desmayo,
derramando su emblema por el suelo,
honrando los leones de Pelayo?




- XXII -


A Lisi, cortando flores y rodeada de abejas


ArribaAbajo   Las rosas que no cortas te dan quejas,
Lisi, de las que escoges por mejores;
las que pisas se quedan inferiores,
por guardar la señal que del pie dejas.

   Haces hermoso engaño a las abejas,  5
que cortejan solícitas tus flores;
llaman a su codicia tus colores:
su instinto burlas, y su error festejas.

   Ya que de mí tu condición no quiera
compadecerse, del enjambre hermoso  10
tenga piedad tu eterna primavera.

   Él será afortunado, yo dichoso,
si de tu pecho fabricase cera,
y la miel de tu rostro milagroso.

FOLIO 25




- XXIII -


A Lisi, que cansada de cazar en el estío, se recostó a la sombra de un laurel


ArribaAbajo   Lisi, en la sombra no hallarás frescura,
tú, que con dos ardientes luminares
a la sombra la traes caniculares
que dieran a los Alpes calentura.

   Del antiguo recato y compostura  5
han olvidado a Dafne estos lugares,
pues de dos soles tuyos, singulares,
quien huyó de uno solo se asegura.

   Mas viéndole en tus ojos dividido,
para poder estar en ti dos veces,  10
otras tantas le mira en ti vencido.

   Y siente que, como ella, le aborreces,
pues a su sombra y tronco has retraído
los rayos que le niegas y le ofreces.




Poesías amorosas

FOLIO 26




En lo penoso de un amante ausente


ArribaAbajo   Embravecí llorando la corriente
de aqueste fértil cristalino río,
y cantando amansé su curso, y brío:
¡tanto puede el dolor en un ausente!

   Miréme en los cristales de esta fuente  5
antes que los prendiese el hielo frío,
y vi que no es tan fiero el rostro mío,
que no merezca ver tu luz ardiente.

   Dejé sus aguas ricas de despojos,
cubrió, Isbela, de incienso tus altares,  10
coronélos de espigas a manojos.

   Sequé, y crecí con agua, y fuego a Henares,
y tornando en el agua a ver mis ojos,
en un arroyo pude ver dos mares.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Si en el loco jamás hubo esperanza,
ni desesperación hubo en el cuerdo,
¿de qué accidentes hoy la vida pierdo?
¿Qué sentimiento mi razón alcanza?

   ¿Quién hace en mi memoria tal mudanza,  5
que de aquello que busco no me acuerdo?
Velo soñando, y sin dormir, recuerdo:
el mal pesa y el bien igual balanza.

   Escucho sordo y reconozco ciego;
descanso trabajando y hablo mudo;  10
humilde aguardo y con soberbia pido.

   Si no es amor mi gran desasosiego,
de conocer lo que me acaba dudo:
que no hay de sí quien viva más rendido.

FOLIO 27




Culpa lo cruel de su dama


ArribaAbajo   Hay en Sicilia una famosa fuente
que en piedra torna cuanto moja y baña,
de donde huye la ligera caña
el vil rigor del natural corriente.

   Y desde el pie gallardo hasta la frente,  5
Anaxar(e)te, de dureza extraña,
convertida fue en piedra, y en España
pudiera dar ejemplo más patente.

   Mas donde vos estáis es excusado
buscar ejemplo en todas las criaturas,  10
pues mis quejas jamás os ablandaron.

   Y al fin estoy a creer determinado
que algún monte os parió de entrañas duras,
o que en aquesta fuente os bautizaron.




Quéjase de lo esquivo de su dama


ArribaAbajo   El amor conyugal de su marido
su presencia en el pecho le revela;
teje de día en la curiosa tela
lo mismo que de noche ha destejido.

   Danle combates interés y olvido,  5
y de fe y esperanza se abroquela,
hasta que, dando el viento en pompa y vela,
le restituye el mar a su marido.

   Ulises llega, goza a su querida,
que por gozarla un día, dio veinte años  10
a la misma esperanza de un difunto.

   Mas yo sé de una fiera embravecida,
que veinte mil tejiera por mis daños,
y al fin mis daños son no verme un punto.

FOLIO 28




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Cuando a más sueño el alba me convida,
el velador piloto Palinuro
a voces rompe al natural seguro,
tregua del mal, esfuerzo de la vida.

   ¿Qué furia armada, o qué legión vestida  5
del miedo, o manto de la noche oscuro,
sin armas deja el escuadrón seguro,
a mí despierto, a mi razón dormida?

   Algunos enemigos pensamientos,
cosarios en el mar de amor nacidos,  10
mi dormido batel han asaltado.

   El alma toca al arma a los sentidos;
mas como Amor los halla soñolientos,
es cada sombra un enemigo armado.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Aguarda, riguroso pensamiento,
no pierdas el respeto a cuyo eres.
Imagen, sol o sombra, ¿qué me quieres?
Déjame sosegar en mi aposento.

   Divina Tirsis, abrasarme siento:  5
sé blanda como hermosa entre mujeres;
mira que ausente, como estás, me hieres;
afloja ya las cuerdas al tormento.

   Hablándote a mí solas me anochece:
contigo anda cansada el alma mía;  10
contigo razonando me amanece.

   Tú la noche me ocupas y tú el día:
sin ti todo me aflige y entristece,
y en ti mi mismo mal me da alegría.

FOLIO 29




Soneto amoroso


ArribaAbajo   A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.

   Cuando le quiero más ceñir con lazos,  5
y viendo mi sudor, se me desvía;
vuelvo con una fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.

   Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;  10
búrlame, y de burlarme corre ufana.

   Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Más solitario pájaro ¿en cuál techo
se vio jamás, ni fiera en monte o prado?
Desierto estoy de mí que me has dejado
mi alma propia en lágrimas deshecho.

   Lloraré siempre mi mayor provecho;  5
penas serán y hiel cualquier bocado;
la noche afán, y la quietud cuidado,
y duro campo de batalla el lecho.

   El sueño, que es imagen de la muerte,
en mí a la muerte vence en aspereza,  10
pues que me estorba el sumo bien de verte.

   Que es tanto tu donaire y tu belleza,
que, pues Naturaleza pudo hacerte,
milagro puede hacer Naturaleza.

FOLIO 30




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Amor me ocupa el seso y los sentidos;
absorto estoy en éxtasi amoroso;
no me concede tregua ni reposo
esta guerra civil de los nacidos.

   Explayose el raudal de mis gemidos  5
por el grande distrito y doloroso
del corazón, en su penar dichoso,
y mis memorias anegó en olvidos.

   Todo soy ruinas, todo soy destrozos,
escándalo funesto a los amantes,  10
que fabrican de lástimas sus gozos.

   Los que han de ser, y los que fueron antes,
estudien su salud en mis sollozos,
y envidien mi dolor, si son constantes.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Dejad que a voces diga el bien que pierdo,
si con mi llanto a lástima os provoco;
y permitidme hacer cosas de loco:
que parezco muy mal amante y cuerdo.

   La red que rompo y la prisión que muerdo  5
y el tirano rigor que adoro y toco,
para mostrar mi pena son muy poco,
si por mi mal de lo que fui me acuerdo.

   Óiganme todos: consentid siquiera
que, harto de esperar y de quejarme,  10
pues sin previo viví, sin juicio muera.

   De gritar solamente quiero hartarme.
Sepa de mí, a lo menos, esta fiera
que he podido morir, y no mudarme.

FOLIO 31




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Petrarca celebró su Laura bella
con ingenio, y estilo levantado,
y hizo al mundo eterno su cuidado,
y la rara belleza, que vio en ella.

   Viven y envidiosas muchas de ella,  5
porque es digno de ser muy envidiado
un bien tan alto, y tan dichoso estado.,
que nunca pueda el tiempo contra ella.

   Yo solo a ti gallarda Silvia hermosa,
a quien di el corazón en sacrificio,  10
querría dejarte de la misma suerte.

   Que esta alma en adorarte venturosa
sólo te puede hacer este servicio,
que no te ofenda el tiempo, ni la muerte.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Divina muestra del poder divino,
honra de nuestra edad, por vos dichosa,
nobleza sin igual maravillosa,
aviso, ingenio, gusto peregrino.

   Milagro de renombre eterno digno  5
a pesar de la envidia venenosa,
rara beldad, cordura milagrosa,
gloria, que es de gozarla amor indigno.

   Ángel con mortal velo disfrazado,
regalo sin medida, que no tiene  10
igual en todo el bien del ser humano.

   Tesoro celestial incomparado,
adonde más el alma se entretiene
es Silvia, dueño, y vida de Silvano.

FOLIO 32




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Esta color de rosa, y azucena,
y este mirar sabroso, dulce, honesto,
y este hermoso cuello blanco, inhiesto,
y boca de rubís, y perlas llena.

   La mano alabastrina, que encadena  5
al que más contra amor está dispuesto;
y el más libre, y tirano presupuesto
destierra de las almas, y enajena.

   Esta rica, y hermosa primavera,
cuyas flores de gracias, y hermosura  10
ofenderlas no puede el tiempo airado.

   Son ocasión que viva yo, y que muera,
y son de mi descanso, y mi ventura
principio, y fin, y alabo del cuidado.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Dejadme resollar desconfianzas,
que es de manera vuestro desconsuelo,
que tiene derribado por el suelo
el fundamento de mis esperanzas.

   Ni fe tan pura no hay quien os la ofrezca,  5
como yo con esta lama vuestra ofrezco,
y nadie agradeció, como agradezco
pena, que tanto ofenda, y entristezca.

   Y aunque en valor estemos desiguales
a tener compasión de mis dolores,  10
bien os pueden mover extremos tales.

   Pues cuantos piden que les deis favores,
en bien amaros, no me son iguales,
ni os han sufrido tantos disfavores.

FOLIO 33




Soneto amoroso


ArribaAbajo   A fuego y sangre, fiero pensamiento,
has contra mí la guerra pregonado,
y con verme rendido y acabado,
no quieres hacer tregua de un momento.

   ¿Qué has de ganar en este vencimiento,  5
sino infamia de haberle procurado
contra quien vive tan desconfiado
del ajeno favor y propio aliento?

   La cuerda del dolor afloja un poco;
déjame respirar, duro enemigo,  10
y goza del placer de atormentarme.

   Multiplica mi daño poco a poco,
y el airado rigor templa conmigo,
pues que te has de acabar con acabarme.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Silvia ¿por qué os da gusto que padezca,
tan grave mal, como por vos padezco?
Si lo causa lo poco que merezco
ninguno tiene el mundo que os merezca.

   Ni fe tan pura hay quien os la ofrezca  5
como yo con esta alma vuestra ofrezco,
y nadie agradeció como agradezco
pena, que tanto ofenda y entristezca.

   Y aunque en valor estemos desiguales,
a tener compasión de mis dolores  10
bien os pueden mover extremos tales.

   Pues cuantos piden que les deis favores,
en bien amaros no me son iguales,
ni os han sufrido tantos disfavores.

FOLIO 34




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Cifra de cuanta gloria y bien espera,
por premio de su fe y de su tormento,
el que para adorar tu pensamiento
de sí se olvidará hasta que muera,

   reforma tu aspereza brava y fiera  5
a oír lo menos del dolor que siento:
dale, señora, al tierno sentimiento
en ese pecho ya lugar cualquiera.

   Pues mi remedio está sólo en tu mano,
antes que del dolor la fuerza fuerte  10
del aliento vital prive a Silvano,

   intento muda, porque de otra suerte
llegará tarde, y procurarse ha en vano
a tanto mal remedio sin la muerte.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Espíritu gentil, rara belleza,
valor inmenso, afable cortesía,
dirección admirable, y gallardía
la mayor que se vio, y de más firmeza.

   Cendrada lengua, Angélica presteza,  5
desdén esquivo, suma bizarría,
como a vos a ninguna, Silvia mía,
jamás lo quiso dar naturaleza.

   Sólo el que no ha sabido conoceros
podrá vivir, Señora, sin amaros,  10
y mayor desventura no es posible.

   Mas yo, que merecí gozar de veros,
y hallo tanta gloria en contemplaros,
dejaros de adorar es imposible.

FOLIO 35




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Cuando con atención miro y contemplo
la soberana raza, y compostura
de esta divina, y celestial figura,
que de su Hacedor es vivo ejemplo.

   La prima con razón bajo, y contemplo  5
del indigno instrumento, que procura
tocar los puntos de mayor altura,
que la madre de amor oyó en su templo.

   Pues no es bien ofenderos, y agraviaros
cortamente alabando la riqueza  10
de los raros extremos, que en vos veo.

   Sólo se ocupe el alma en contemplaros,
y estos ojos en ver esta belleza,
que es último sujeto del deseo.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Detén tu curso, Henares, tan crecido
de aquesta soledad músico amado,
en tanto que, contento, mi ganado
goza del bien que pierde este afligido;

   y en tanto que en el ramo más florido  5
endechas canta el ruiseñor, y el prado
tiene de sí al verano enamorado,
tomando a mayo su mejor vestido.

   No cantes más, pues ves que nunca aflojo
la rienda al llanto en míseras porfías,  10
sin menguárseme parte del enojo.

   Que mal parece si tus aguas frías
son lágrimas las más, que triste arrojo,
que canten, cuando lloro, siendo mías.

FOLIO 36




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Por la cumbre de un monte levantado,
mis temerosos pasos, triste, guío;
por norte llevo sólo mi albedrío,
y por mantenimiento, mi cuidado.

   Llega la noche, y hállome engañado,  5
y sólo en la esperanza me confío;
llego al corriente mar de un hondo río:
ni hallo barca ni puente, ni hallo vado.

   Por la ribera arriba el paso arrojo;
dame contento el agua con su ruido;  10
mas en verme perdido me congojo.

   Hallo pisadas de otro que ha subido;
párome a verlas; pienso con enojo
si son de otro, como yo, perdido.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Tan vivo está el retrato y la belleza
que Amor tiene en el mundo por escudo,
que, con mirarle tan de cerca, dudo
cual de los dos formó Naturaleza.

   Teniéndole por Filis, con presteza,  5
mi alma se apartó del cuerpo rudo,
en mí volví, corrido con tristeza.

   En el llevar tras sí mi fe y deseo
es Filis viva, pues su ser se incluye,
con cuyo disfavor siempre peleo.  10

   Mas su rigor aquesto lo destruye,
y que no es Filis al momento creo,
pues que de mí, mirándome, no huye.

FOLIO 37




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Embarazada el alma y el sentido
con un sueño burlón, aunque dichoso,
aumentando reposo a mi reposo
me hallé toda una noche entretenido.

   Tu rostro vi en mis llamas encendido,  5
que dora lo cruel con lo hermoso,
enlazando tu cuello presuroso
con nudo de los brazos bien tejido.

   Túvele por verdad el bien pequeño;
llegué luego a soñar que te gozaba,  10
hecho de tanta gentileza dueño.

   Y en esto conocí que me engañaba,
y que todo mi bien fue breve sueño,
pues yo, tan sin ventura, le alcanzaba.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Soñé que el brazo de rigor armado,
Filis, alzaba contra el alma mía,
diciendo: «Este será el postrero día
que ponga fin a tu vivir cansado».

   Y que luego, con golpe acelerado,  5
me dabas muerte en sombra de alegría,
y yo, triste, al infierno me partía,
viéndome ya del cielo desterrado.

   Partí sin ver el rostro amado y bello;
mas despertose de este sueño un llanto,  10
ronca la voz, y crespo mi cabello.

   Y lo que más en esto me dio espanto
es ver que fuese sueño algo de aquello
que me pudiera dar tormento tanto.

FOLIO 38




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Clarinda, vuestra Musa sonorosa
es célebre por docta, y levantada,
pero mi Musa humilde, y desgraciada
por celebrar la vuestra es más famosa.

   La vuestra dulce, alegre, y deleitosa  5
es tan perfecta, rica, y acabada,
que única viene a ser por envidiada
y es única la mía de envidiosa.

   Juntos a Apolo, y a su Dafne veo,
Clarinda, en vuestra noble compostura,  10
gozando en vos altísimo trofeo.

   Que en vos Dafne de Apolo está segura,
pues de su amor olvida ya el deseo
por el nuevo de amar vuestra hermosura.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Osar, temer, amar y aborrecerse,
alegre con la gloria atormentarse;
de olvidar los trabajos olvidarse;
entre llamas arder, sin encenderse;

   con soledad entre las gentes verse,  5
y de la soledad acompañarse;
morir continuamente; no acabarse;
perderse, por hallar con qué perderse;

   ser Fucar de esperanza sin ventura,
gastar todo el caudal en sufrimientos,  10
con cera conquistar la piedra dura,

   son efectos de Amor en mis lamentos;
nadie le llame dios, que es gran locura:
que más son de verdugo sus tormentos.

FOLIO 39




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Siete años de pastor Jacob servía
al padre de Raquel, serrana bella;
mas no servía a él, servía a ella,
que a ella sólo en premio pretendía.

   Los días en memoria de aquel día  5
pasaban contentándose con vella;
mas Labán, cauteloso en lugar de ella,
ingrato a su lealtad, le diera a Lía.

   Viendo el triste pastor, que con engaños
le quitan a Raquel, y el bien que espera  10
por tiempo, amor, y fe le merecía.

   Volvió a servir de nuevo otros siete años,
y mil sirviera más, sino tuviera
para tan largo amor tan corta vida.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   ¿Qué imagen de la muerte rigurosa,
qué sombra del infierno me maltrata?
¿Qué tirano cruel me sigue y mata
con vengativa mano licenciosa?

   ¿Qué fantasma, en la noche temerosa,  5
el corazón del sueño me desata?
¿Quién te vengó de mí, divina ingrata,
mas por mi mal que por tu bien hermosa?

   ¿Quién, cuando, con dudoso pie y incierto,
piso la soledad de aquesta arena,  10
me puebla de cuidados el desierto?

   ¿Quién el antiguo son de mi cadena
a mis orejas vuelve, si están cierto,
que aun no te acuerdas tú de darme pena?

FOLIO 40




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Del sol huyendo, el mismo sol buscaba,
y al fuego ardiente cuando el fuego ardía;
alegre iba siguiendo mi alegría,
y, fatigado, mi descanso hallaba.

   Fue tras su libertad mi vida esclava,  5
y corrió tras si vida el alma mía;
buscaron mis tinieblas a su día,
que dando luz al mismo sol andaba.

   Fui salamandra en sustentarme ciego
en las llamas del sol con mi cuidado,  10
y de mi amor en el ardiente fuego;

   pero en camaleón fui transformado
por la que tiraniza mi sosiego,
pues fui con aire de ella sustentado.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Artificiosa flor, rica y hermosa,
que adornas a la misma primavera,
no temas que el color que tienes muera,
estando en una parte tan dichosa.

   Siempre verde serás, siempre olorosa,  5
aunque despoje el cielo la ribera;
triunfarás del invierno y de la esfera,
envidiada de mí por venturosa.

   Cuando caíste de su frente bella,
no te tuve por flor; que, como es cielo,  10
no esperaba yo de él sino una estrella;

   mas pues cuando se cae la flor al suelo
muestra que el fruto viene ya tras ella,
ver que te vi caer me da consuelo.

FOLIO 41




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Tras arder siempre, nunca consumirme;
y tras siempre llorar, nunca acabarme;
tras tanto caminar, nunca cansarme;
y tras siempre vivir, jamás morirme;

   después de tanto mal, no arrepentirme;  5
tras tanto engaño, no desengañarme;
después de tantas penas, no alegrarme;
y tras tanto dolor, nunca reírme;

   en tantos laberintos, no perderme,
ni haber, tras tanto olvido, recordado,  10
¿qué fin alegre puede prometerme?

   Antes muerto estaré que escarmentado:
ya no pienso tratar de defenderme,
sino de ser de veras desdichado.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Lloro mientras el sol alumbra, y cuando
descansan en silencio los mortales
torno a llorar; renuévanse mis males,
y así paso mi tiempo sollozando.

   En triste humor los ojos voy gastando,  5
y el corazón en penas desiguales;
sólo a mí, entre los otros animales,
no me concede paz de Amor el bando.

   Desde el un sol al otro, ¡ay, fe perdida!,
y de una sombra a otra, siempre lloro  10
en esta muerte que llamamos vida.

   Perdí mi libertad y mi tesoro;
perdiose mi esperanza de atrevida.
¡Triste de mí, que mi verdugo adoro!

FOLIO 42




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Llevó tras sí los pámpanos Octubre,
y con las muchas lluvias insolente
no sufre Ibero márgenes, ni puente,
mas antes los vecinos campos cubre.

   Moncayo, como suele, ya descubre  5
coronada de nieve la alta frente,
y al sol apenas vemos en Oriente,
cuando la dura tierra nos le encubre.

   Del monte baja ya con nueva saña
el Aquilón, y cierra su bramido  10
gente en el mar, y gente en la montaña.

   Y Fabio en el umbral de Tais tendido
con vergonzosas lágrimas le baña,
debiéndolas al tiempo que ha perdido.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   De tantas bien nacidas esperanzas
del doméstico amor y dulce vida,
burlas, ingrata Silvia fermentida,
con desdenes, con celos, con tardanzas.

   No arroje más tu brazo airadas lanzas  5
del pecho a la pirámide escondida;
que ya no dan lugar a nuestra herida
las que en ella te rinden alabanzas.

   Confieso que de incienso en tus altares
con sacrílega mano al fuego ardiente  10
del no prudente dios preso con grillo.

   Si me castigas dándome esos males,
no me mates, que un muerto no lo siente:
dame vida, y así podré sentillo.

FOLIO 43




Soneto amoroso


ArribaAbajo   O dulces, frescas aguas, transparentes,
que vuestra claridad a Celia hurtaste,
cuando otra vez mis glorias murmuraste,
haciéndote dicho entere las gentes.

   Si acaso, río ufano, acaso sientes  5
mi mal, y vos, o flores escuchaste
mis quejas, y algún tiempo acompañaste
vergonzosas mi fe con las corrientes.

   Decid, pues sois testigos, este río
a mí, y a Celia todo en un momento  10
no representa con dibujo raro:

   Murmurando decís a favor mío,
que a ella se parece en movimiento,
y a mí tan solamente en el ser claro.




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Si dios eres, Amor, ¿cuál es tu cielo?
Si señor, ¿de qué renta y de qué estados?
¿Adónde están tus siervos y criados?
¿Dónde tienes tu asiento en este suelo?

   Si te disfraza nuestro mortal velo,  5
¿cuáles son tus desiertos y apartados?
Si rico, ¿do tus bienes vinculados?
¿Cómo te veo desnudo al sol y al yelo?

   ¿Sabes que me parece, Amor, de aquesto?
Que el pintarte con alas y vendado,  10
es que de ti el pintor y el mundo juega.

   Y yo también, pues sólo el rostro honesto
de mi Lisis así te ha acobardado,
que pareces, Amor, gallina ciega.

FOLIO 44




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Solo sin vos, y mi dolor presente
mi pecho rompo con mortal suspiro;
sólo vivo aquel tiempo cuando os miro,
mas poco mi destino lo consiente.

   Mi mal es propio, el bien es accidente;  5
pues, cuando verme en voz presente aspiro,
no falta causa al mal porque suspiro,
aunque con vos estoy, estando ausente.

   Aquí os hablo, aquí os tengo, y aquí os veo,
gozando de este bien en mi memoria,  10
mientras que el bien que espero, Amor dilata.

   ¡Mirad cómo me mata mi deseo:
que he venido a tener sólo por gloria
vivir contento en lo que más me mata!




Soneto amoroso


ArribaAbajo   Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado;

   es un descuido que nos da cuidado,  5
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado;

   es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo;  10
enfermedad que crece si es curada.

   Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¡Mirad cual amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!






ArribaAbajo Urania Musa Nona


Sonetos sacros

FOLIO 217




- I -


A Jesucristo Nuestro Señor expirando en la Cruz


ArribaAbajo   La profecía en su verdad quejarse,
la muerte en el desprecio enriquecerse,
el mar sobre sí propio enfurecerse,
y una tormenta en otra despeñarse.

   Pronunciar su dolor, y lamentarse  5
el viento entre las peñas al romperse
desmayarse la luz, y anochecerse
es nombrar vuestro Padre y declararse.

   Mas veros en un leño mal pulido,
Rey en sangrienta púrpura bañado,  10
sirviendo de martirio a vuestra Madre.

   Dejado de un ladrón, de otro seguido,
tan solo, y pobre a no le haber nombrado,
dudaron gran Señor si tenéis Padre.




- II -


Refiere cuán diferentes fueron las acciones de Cristo Nuestro Señor y Adán


ArribaAbajo   Adán en Paraíso, Vos en huerto;
él puesto en honra, Vos en agonía;
él duerme, y vela mal su compañía;
la vuestra duerme, Vos oráis despierto.

   Él cometió el primero desconcierto,  5
Vos concertaste nuestro primer día;
cáliz bebéis, que vuestro Padre envía;
él como inobediencia, y vive muerto.

   El sudor de su rostro le sustenta;
el del vuestro mantiene nuestra gloria:  10
suya la culpa fue, vuestra la afrenta.

   Él dejó horror, y Vos dejáis memoria;
aquél fue engaño ciego, y ésta venta.
¡Cuán diferente nos dejáis la historia!

FOLIO 218




- III -


En la muerte de Cristo contra la dureza de corazón del hombre


ArribaAbajo   Pues hoy derrama noche el sentimiento
por todo el cerco de la lumbre pura,
y amortecido el sol en sombra oscura
da lágrimas al fuego y voz al viento;

   pues de la muerte el negro encerramiento  5
descubre con temblor la sepultura,
y el monte, que embaraza la llanura
del mar cercano, se divide atento,

   de piedra es, hombre duro, de diamante
tu corazón, pues muerte tan severa  10
no anega con tus ojos tu semblante.

   Mas no es de piedra, no; que si lo fuera,
de lástima de ver a Dios amante,
entre las otras piedras se rompiera.




- IV -


Las piedras hablan con Cristo y dan la razón que tuvieron para romperse


ArribaAbajo   Si dávidas quebrantan peñas duras,
la de tu sangre nos quebranta y mueve,
que en larga copia de tus venas llueve
fecundo amor en tus entrañas puras.

   Aunque sin alma somos criaturas  5
a quien por alma tu dolor se debe,
viendo que el día pasa oscuro y breve
y que el sol mira en él horas oscuras.

   Sobre piedra tu iglesia fabricaste;
tanto el linaje nuestro ennobleciste,  10
que, Dios y Hombre, piedra te llamaste.

   Pretensión de ser pan nos diferiste;
y si a la tentación se lo negaste,
al Sacramento en ti lo concediste.

FOLIO 219




- V -


Dice, que se quebraron las piedras de envidia de la Cruz, y acuerda cuando le quisieron apedrear los indios y se desapareció


ArribaAbajo   Con sacrílega mano el insolente
pueblo, de los milagros convencido,
alza las piedras, más endurecido
cuanto el Señor atiende más clemente.

   Muera quien al vivir eternamente,  5
que se negó a Abrahán, nos ha ofrecido;
murieron los profetas, y, escondido,
yace Moisés, caudillo más valiente.

   Burló las piedras, que después miraron
con lástima a la Cruz de Dios, vestida,  10
y d[e] noche por El, cielos y estrellas,

   donde todas de envidia se quebraron
de que para instrumento de la vida
más quisiere a la Cruz que a todas ellas.

FOLIO 220




- VI -


Las piedras a Dios con el lugar cuando, Moisés, quebró las piedras en que estaba escrita la Ley


ArribaAbajo   Cuando escribiste en el sagrado cerro,
con tu dedo, la ley en la dureza
que nos comunicó Naturaleza,
y enternece piedad de tu destierro,

   bajó Moisés, y, viendo en el becerro  5
la adoración debida a su grandeza,
celoso nos rompió y, en su fiereza,
con los castigos advirtió su yerro.

   Dividionos en piezas enojado;
mas como desde entonces ley tenemos,  10
contigo nos preciamos de tenella.

   Y así, nosotras mismo nos rompemos
sin el profeta: que es dolor doblado
ver despreciar la ley y al dador de ella.




- VII -


Porque habiendo muchas madres muertas de lástima de ver muerto a sus hijos, amando Nuestra Señora más a su Hijo que todas, no murió de lástima


ArribaAbajo   El ver correr de Dios la sangre clara
en abundante vena por el suelo
(que borró el sentimiento todo el cielo
y al sol desaliñó cabello y cara);

   ver la generación dura y avara  5
hartarse de venganza en su consuelo,
oír la grande voz que rompió el velo;
amaneciendo sombras que declara,

   no fue bastante, con afán tan fuerte,
a desatar un alma combatida  10
que por los ojos en raudal se vierte.

   Pues aunque fue mortal la despedida,
aun no pudo, de lástima, dar muerte,
muerte que sólo fue para dar vida.

FOLIO 221




- VIII -


A la concepción de Nuestra Señora con la comparación del mar Bermejo


ArribaAbajo   Hoy, por el mar Bermejo del pecado,
que en los vados cerúleos espumosos
sepultó sin piedad los poderosos
ejércitos del príncipe obstinado,

   pasa, Virgen, exento y respetado  5
vuestro ser de los golfos procelosos:
así por los decretos misteriosos
en vuestra Concepción fue decretado.

   Quien puede y quiere, con razón colijo,
hará cuanto a su mano se concede,  10
y más que hizo el sol con lo que dijo.

   Y pues naciendo en vos, de vos procede,
¿quién dirá que no quiere, siendo Hijo?
¿Quién negará que, siendo Dios, no puede?




- IX -


A la soberbia y la humildad, refiere lo que Dios hizo con entrambas en los menos y en los más, y si como hombre y Dios, efectos de la humildad y la soberbia, verificados en la vida de Nuestro Redentor


ArribaAbajo   Tus decretos, Señor, altos y eternos,
supieron fabricar, enamorados,
de nada tantos cielos, y, enojados,
hicieron de los ángeles infiernos.

   El polvo de que Tú quisiste hacernos,  5
advertidos nos tiene y castigados,
y tus años vivisteis despreciados,
más solos y más pobres los más tiernos.

   Cuando naciste humilde, te llevaron
mirra los reyes; mueres Rey, y luego  10
el tributo te vuelven en bebida.

   Para morir, Señor, te coronaron:
hallas muerte en palacio, guerra y fuego,
y en el pesebre, reyes, paz y vida.

FOLIO 222




- X -


Reprende la insolencia de los que se atreven a preguntar a Dios las causas porque obra y deja de obrar con estas palabras de San Pablo


ArribaAbajo   Si nunca descortés preguntó, vano,
el polvo, vuelto en barro peligroso,
«¿Por qué me obraste vil o generoso?»
al autor, a la rueda y a la mano;

   el todo presumido de tirano,  5
a nueve lunas peso congojoso
(que llamarle gusano temeroso
es mortificación para el gusano),

   ¿de dónde ha derivado la osadía
de pedir la razón de su destino  10
al que con su palabra encendió el día?

   ¡Oh, humo!, ¡oh, llama!, sigue buen camino:
que el secreto de Dios no admite espía,
ni mérito desnudo le previno.

FOLIO 223




- XI -


A la soberbia, con el ejemplo de la estatua de Nabuco, muestra que estando derecha fue peligrosa, y vuelta de arriba abajo segura


ArribaAbajo   Es la soberbia artífice engañoso;
da su fábrica pompa, y no provecho:
ve, Nabuco, la estatua que te ha hecho;
advierte el edificio cauteloso.

   Hizo la frente del metal precioso;  5
armó de plata y bronce cuello y pecho;
y por trocar con el cimiento el techo,
los pies labró de barro temeroso.

   No alcanzó el oro a ver desde la altura
la guija, que rompió con ligereza  10
el polvo en quien fundó rica locura.

   El que pusiere el barro en la cabeza
y a los pies del metal la lumbre pura,
tendrá, si no hermosura, fortaleza.




- XII -


Un hermosísimo pedazo de cristal del que el Duque de Lerma con gran gusto hizo una custodia, que para el Santísimo Sacramento dio al convento de San Pablo de Valladolid, dice poéticamente las opiniones que hay cerca de la naturaleza del cristal


ArribaAbajo   Sea que, descansando, la corriente
torcida y libre de espumoso río,
labró artífice duro, yerto y frío,
este puro milagro transparente;

   sea que, aprisionada, libre fuente  5
encarceló con yelo su albedrío,
o en incendios del sol, l'alba el rocío
cuajó a región benigna del Oriente;

   o ya monstruo diáfano naciese,
hijo de peñas duras, parto hermoso,  10
a llama universal rebelde yelo,

   fue bien que cielo a Dios contrahiciese,
porque podáis decir, Duque glorioso,
que, aunque imitado y breve, le dais Cielo.

FOLIO 224




- XIII -


Retrato al Demonio, parafraseando en el rigor que cabe en el soneto las palabras de Job, con que le retrata, cap. II Ecce Behemoth


ArribaAbajo   ¿No ves a Behemoth, cuyas costillas
son láminas finísimas de acero,
cuya boca al Jordán presume entero
con un sorbo enjugar fondo y orillas?

   ¿Por dientes no le ves blandir cuchillas,  5
morder hambriento y quebrantar guerrero;
que tiene por garganta y tragadero
del infierno las puertas amarillas?

   ¿No ves arder la tierra que pasea,
y que, como a caduco, tiene en menos  10
el abismo que en torno le rodea?

   Sus fuerzas sobre todos son venenos:
él es el rey que contra Dios pelea,
rey de los hijos de soberbia llenos.




- XIV -


Pondera con el suceso de Balán cuanto antes es Dios obedecido de una mala bestia, que de un mal ministro


ArribaAbajo   A maldecir el pueblo, en un jumento,
parte Balán profeta, acelerado;
que a maldecir cualquiera va alentado:
tal es el natural nuestro violento.

   Dios, que mira del pueblo el detrimento,  5
rey en guardar su pueblo desvelado,
clemente, opone a su camino, armado
de su milicia, espléndido portento.

   Obedece el jumento, no el profeta;
y cuando mereció premio y regalo,  10
más obstinado a caminar le aprieta.

   Teme la asnilla al ángel, sufre el palo:
y halló el cielo obediencia más perfecta
en mala bestia que en ministro malo.

FOLIO 225




- XV -


Por los reyes buenos de quien murmuran malos vasallos, muestra cuán antiguo es tapar a los reyes los ojos con el texto de San Marcos, cap. 14


ArribaAbajo   Señor, si es el reinar se escupido,
y en tu cara lo muestran los escribas,
¿qué rey se librará de las salivas,
si las padece el Hombre y Dios ungido?

   Tan coronado estás como herido,  5
pues que tu frente suda venas vivas;
golpes y afrentas quieren que recibas,
y que des gloria al pueblo endurecido.

   Llámante rey, y véndante los ojos,
hieren tu faz, y dicen que adivines,  10
y en tu sangre descansan sus enojos.

   Si tal hacen con Dios vasallos ruines,
¿en cuál corona faltarán abrojos?
¿Qué cetro habrá seguro de estos fines?

FOLIO 226




- XVI -


Sobre las propias palabras de San Marcos, aconsejando a los reyes imiten esta acción de Cristo


ArribaAbajo   Llámanle rey, y véndanle los ojos,
y quieren que adivine, y que no vea;
cetro le dan, que el viento le menea;
la corona, de juncos y de abrojos.

   Con tales ceremonias y despojos,  5
quiere su rey el reino de Judea:
que mande en caña, que dolor posea,
y que ciego padezca sus enojos.

   Mas el Señor, que, en vara bien armada
de hierro, su gobierno justo cierra,  10
muestra en su amor clemencia coronada.

   La paz compra a su pueblo con su guerra;
en sí gasta las puntas y la espada:
aprended de Él los que regís la tierra.




- XVII -


Pide a Dios le de lo que le conviene con sospecha de sus propios deseos


ArribaAbajo   Un nuevo corazón, un hombre nuevo
ha menester, Señor, la ánima mía;
desnúdame de mí, que ser podría
que a tu piedad pagase lo que debo.

   Dudosos pies por ciega noche llevo,  5
que ya he llegado a aborrecer el día,
y temo que hallaré la muerte fría
envuelta en (bien que dulce) mortal cebo.

   Tu hacienda soy; tu imagen, Padre, he sido,
y, si no es tu interés en mí, no creo  10
que otra cosa defiende mi partido.

   Haz lo que pide verme cual me veo,
no lo que pido yo: pues, de perdido,
recato mi salud de mi deseo.

FOLIO 227




- XVIII -


Al Rey Baltasar, cuando profanó en el convite los Vasos Sagrados del Templo, y vio una mano comiendo, que escribía en las paredes las palabras: mené tesel phares


ArribaAbajo   De los misterios a los brindis llevas,
¡oh! Baltasar, los vasos más divinos,
y de los sacrificios a los vinos,
porque injurias de Dios, profano, bebas.

   ¡Qué a difamar los cálices te atrevas,  5
que vinieron del templo peregrinos,
juntando a ceremonias desatinos
y a ancianos ritos tus blasfemias nuevas!

   Después de haber, sacrílego, bebido
toda la edad a Baco en urna santa,  10
mojado el seso y húmedo el sentido,

   ¿ver una mano en la pared te espanta,
habiendo tu garganta merecido,
no que escriba, que corte tu garganta?




- XIX -


A Caín y Abel. San Pedro Crisólogo acuerda aquellas palabras del Génesis: Respexit ad Abel


ArribaAbajo   Caín, por más bien visto, tu fiereza
quitó la vida a Abel, porque ofrecía
a Dios el mejor fruto que tenía,
como tú lo peor de tu riqueza.

   A quien hizo mayor Naturaleza,  5
hizo la envidia sólo alevosía
que a la sangre dio voz, y llanto al día;
a ti, condenación, miedo y tristeza.

   Temblado vives, y el temblor advierte
que aunque mereces muerte por tirano,  10
que tiene en despreciarte honra la muerte.

   La quijada de fiera, que en tu mano
sangre inocente de tu padre vierte,
la tuya chupará sobre tu hermano.

FOLIO 228




- XX -


Lamentaciones sobre la persecución que padece la cristiandad de los herejes del Aquilón, conducidos por el Rey de Suecia


ArribaAbajo   Los ojos, Hieremías, con que leo
tus altas y sagradas profecías,
el llanto me los vuelve, Hieremías,
pues hoy la olla que miraste veo.

   Hierve la fama, y, en volumen feo,  5
el humo que consume nuestros días
ciega, y del Aquilón las herejías
nos acerca por áspero rodeo.

   Del Aquilón a todos se reparte
el mal; díjolo Dios; así sucede:  10
no vale contra el cielo fuerza o arte.

   Y si a Dios por nosotros no intercede
su clemencia, en el llanto acompañarte,
sobre sí propio, nuestro siglo puede.

FOLIO 229




- XXI -


A la Oración del Huerto, sobre estas palabras de Cristo Nuestro Señor: transeat a me calix iste


ArribaAbajo   Si de Vos pasa el cáliz de amargura,
¿quién le podrá endulzar, para que sea
bebida alegre, que salud posea
contra la enfermedad antigua y dura?

   Bebed el cáliz Vos, pues os apura  5
amor del alma por la culpa fea,
que en Vos le beberá (después que os vea
líquido Dios en sangre) la criatura.

   Pase por Vos, y así será triaca,
mas no pase de Vos, pues, ofendido,  10
mi culpa sus castigos os achaca.

   Bebiendo sanaréis lo que he comido:
bebed cáliz que tanta sed aplaca
de ser en cáliz inmortal bebido.




- XXII -


A estas palabras: nescitis quid petatis, que dijo Cristo a San Jacobo y a San Juan, cuando pidieron las sillas a su lado


ArribaAbajo   Si mereciendo sillas Juan y Diego,
dice Cristo que erraron en pedillas,
al que sin merecellas pide sillas,
más le valiera ser mudo que ciego.

   En la atención de Dios, humano ruego  5
no puede por sí solo conseguillas:
hanse de conquistar con maravillas
de amor nacido de divino fuego.

   Sólo se sienta quien el cáliz bebe;
la Cruz el trono en la Pasión dispensa;  10
el descanso al tormento se le debe.

   Y en la bondad espléndida y inmensa,
la culpa gracia, como sangre, llueve,
y la satisfacción está en la ofensa.

FOLIO 230




- XXIII -


Advertencia para los que recibieron el Santísimo Sacramento con las palabras que dijo Judas: que no se ha de recibir Cristo y tenerle por venta, sino por gracia


ArribaAbajo   «Tened a Cristo» son palabras vivas,
que suenan glorias de temor desnudas;
mas las propias palabras dijo Judas
para que te prendiesen los escribas.

   Por la mano de Judas no recibas,  5
Licinio, a Cristo, que a prenderle ayudas:
prudente quiero que al intento acudas
del que la cruz previno porque vivas.

   El sacrílego hipócrita pretende
que le tengas así sacramentado,  10
porque le tengas tú cuando le vende.

   Quien le tiene, y comulga con pecado,
si diez veces comulga, diez le ofende,
y es con la comunión descomulgado.

FOLIO 230




- XXIV -


A lo propio con aquellas palabras del mismo Judas: quid vultis mihi dare, et ego eum tradam vobis?


ArribaAbajo   No, alma, no, ni la conciencia fíes
del que te ofrece a Cristo si le vende;
quien te pide interés, por él pretende
que del Señor que compres te desvíes.

   Para que tus tesoros, Fabio, guíes  5
a Cristo, que tu bien sólo pretende,
dásele al pobre, en quien desnudo atiende
que por su mano humilde se le envíes.

   Darle por lo que dan es mercancía.
Judas dice: «¿Qué quieres darme?» Cristo  10
dice: «Quiere y tendrás la gloria mía».

   No todo beso es paz, como lo has visto;
y advierte que en la propia compañía
de Jesús hay discípulo malquisto.

FOLIO 231




- XXV -


A Simón Cirineo, considerando, que en ayudar a Cristo, se ayudaba a sí


ArribaAbajo   Atlante, que en la Cruz sustentas cielo,
Hércules que descansas sumo Atlante,
alivia con tu fuerza el tierno amante
que, humilde, mide con la boca el suelo.

   Mas no le des ayuda, que recelo  5
que das prisa a su muerte vigilante;
mas dásela, Simón, que es importante
para la Redención de todo el suelo.

   Pero si con tus brazos se aligera
la carga, con tu culpa, del manzano,  10
también añades peso a su madera.

   Llevar parte del leño soberano
es a la Redención, que los espera,
llevarte tus pecados con tu mano.




- XXVI -


Reconocimiento propio y ruego piadoso antes de comulgar


ArribaAbajo   Pues hoy pretendo ser tu monumento,
porque me resucites del pecado,
habítame de gracia, renovado
el hombre antiguo en ciego perdimiento.

   Si no, retratarás tu nacimiento  5
en la nieve de un ánimo obstinado
y en tu corazón pesebre, acompañado
de brutos apetitos que en mí siento.

   Hoy te entierras en mí, siervo villano,
sepulcro, a tanto huésped, vil y estrecho,  10
indigno de tu cuerpo soberano.

   Tierra te cubre en mí, de tierra hecho;
la conciencia me sirve de gusano;
mármol para cubrirte da mi pecho.

FOLIO 232




- XXVII -


Modo y estilo con que la justicia de Dios procede contra los reyes, considerando en las palabras que en la pared leyó el Rey Baltasar. Daniel 5: «Mané thecel phares», según su interpretación


ArribaAbajo   Contó tu reino Dios; hale cumplido;
su reino sobre el tuyo se ha llegado;
cumplirá su justicia en tu pecado,
contará su castigo tu gemido.

   Ya fuiste en sus balanzas suspendido  5
y lo que menos tiene ha pesado;
por lo que falta te será quitado
lo poco que en horror has detenido.

   Tu reino es dividido, y a los medos
y persas se da, porque en violenta  10
mesa bebas sacrílego tus miedos.

   Dios, para castigar, primero cuenta;
pesa después su mano, y con los dedos
escribe: División, muerte y afrenta.

FOLIO 233




- XXVIII -


Sobre esta palabra que dijo Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz: Sicio, tengo sed


ArribaAbajo   Dice que tiene sed, siendo bebida,
con voz de amor y de misterios llena;
ayer bebida se ofreció en la Cena,
hoy tiene sed de muerte quien es vida.

   La mano a su dolor descomedida,  5
no sólo esponja con vinagre ordena,
antes con hiel la esponja le envenena,
en caña ya en el cetro escarnecida.

   La Paloma sin hiel, que le acompaña,
a su Hijo en la boca vio con ella,  10
y sangre y llanto al uno y otro baña.

   Perlas que llora en una y otra estrella
le ofrece, en recompensa de la caña,
cuando gustó la hiel que bebió ella.




- XXIX -


A las palabras que le dijo Cristo a Judas cuando le entregó: ¿A qué veniste amigo?


ArribaAbajo   Dícele a Judas el Pastor Cordero
cuando le vende: «¿A qué viniste, amigo?
Del regalo de Hijo, a mi castigo;
de oveja humilde y simple, a lobo fiero;

   »de apóstol de mi ley, a carnicero;  5
de rico de mis bienes, a mendigo;
del cayado a la horca, sin mi abrigo;
de discípulo, a ingrato despensero.

   »Véndete, y no te vendas, y mi muerte
sea rescate también a tus traiciones:  10
no siento mi prisión, sino perderte.

   »El corcel que a tu cuello le dispones,
Judas, ponle a mis pies con lazo fuerte:
perdónate, y a mí no me perdones.»

FOLIO 234




- XXX -


Consideración de la palabra: «Perdónalos que no saben lo que hacen» y que dijo Jesucristo en la Cruz


ArribaAbajo   Vinagre y hiel para sus labios pide,
y perdón para el pueblo que le hiere:
que como sólo por que viva, muere,
con su inmensa piedad sus culpas mide.

   Señor que al que le deja no despide,  5
que al siervo vil que le aborrece quiere,
que porque su traidor no desespere,
a llamarle su amigo se comide,

   ya no deja ignorancia al pueblo hebreo
de que es Hijo de Dios, si, agonizando,  10
hace de amor, por su dureza, empleo.

   Quien por sus enemigos, expirando,
pide perdón, mejor en tal deseo
mostró ser Dios, que el sol y el mar bramando.




- XXXI -


A la limosna, y su efecto, y su poder con Dios, sobre estas palabras de San Pedro Crisólogo: Sermón 42


ArribaAbajo   ¿Ves que se precia Dios de juez severo,
que no admite personas ni semblantes,
que iguala los tiranos fulminantes
con la pobreza vil del jornalero?

   ¿Ves que desprecia el oro y el dinero,  5
y el centellear metido en los diamantes?
Pues como tiene hijos mendicantes
se deja cosechar del limosnero.

   Si al juez que la soberbia del Oriente
desprecia, los rigores lisonjeas,  10
con migajas que admite en el doliente,

   da al pobre un jarro de agua, si deseas
que Dios te sea deudor, no juez ardiente,
pues por tan poco precio le granjeas.

FOLIO 235




- XXXII -


A una iglesia muy pobre y oscura con una lámpara de barro


ArribaAbajo   Pura, sedienta y mal alimentada,
medrosa luz, que, en trémulos ardores,
hace apenas visible los horrores
en religiosa noche derramada,

   arde ante ti, que un tiempo, de la nada,  5
encendiste a la aurora resplandores,
y pobre y Dios, en templo de pastores,
barata y fácil devoción te agrada.

   Piadosas almas, no ruego logrero,
aprecia tu justicia con metales,  10
que falta aliento contra ti al dinero.

   Crezcan en tu pobreza los raudales,
que den alegre luz a Dios severo,
y se verá en tu afecto cuanto vales.




- XXXIII -


Sobre las palabras que dijo Jesús en la Cruz. Juan 19


ArribaAbajo   Mujer llama a su madre cuando expira,
porque el nombre de madre regalado
no la añada un puñal, viendo clavado
a su Hijo, y de Dios, por quien suspira.

   Crucificado en sus tormentos, mira  5
su Primo, a quien llamó siempre «el Amado»,
y el nombre de su Madre, que ha guardado,
se le dice con voz que el Cielo admira.

   Eva, siendo mujer que no había sido
madre, su muerte ocasionó en pecado,  10
y en el árbol al leño a que está asido.

   Y porque la mujer ha restaurado
lo que sólo mujer había perdido,
mujer la llama, y Madre la ha prestado.

FOLIO 236




- XXXIV -


A San Lorenzo glorioso mártir español


ArribaAbajo   Arde Lorenzo y goza en las parrillas;
el tirano en Lorenzo arde y padece,
viendo que su valor constante crece,
cuanto crecen las llamas amarillas.

   Las brasas multiplica en maravillas,  5
y el sol entre carbones amanece,
y en alimento a su verdugo ofrece
guisadas del martirio, sus costillas.

   A Cristo imita en darse en alimento
a su enemigo: esfuerzo soberano  10
y ardiente imitación del Sacramento.

   Mírale el cielo eternizar lo humano,
y viendo victorioso el vencimiento,
menos abrasa que arde vil tirano.

FOLIO 237




- XXXV -


Declarando escolásticamente las palabras del apóstol con la ocasión de la muerte de un caballero de 26 años


ArribaAbajo   La voluntad de Dios quiere eminente
que nos salvemos todos, ¡oh Licino!
No asista sola a tu fatal camino
de Dios la voluntad antecedente.

   Merezca a su piedad la subsecuente,  5
tu virtud con su auxilio, y el divino
rayo preceda siempre matutino
a la noche envidiosa y delincuente.

   ¿Viste a Bellio caer precipitado
en las verdes promesas de la vida,  10
y en horror de suceso desdichado?

   Prevenga tu conciencia tu partida:
que madruga la muerte en el pecado,
y antes será pasada que creída.




- XXXVI -


Reprende la ceguedad de los indios en guardar a Cristo muerto en las clausuras de las piedras, habiendo visto que se quebraron en su muerte


ArribaAbajo   Si vistes a las piedras quebrantarse
en la muerte de Cristo con violencia,
¿en su sepulcro, cómo a su obediencia
dudáis que dejarán de levantarse?

   Si supieron las piedras animarse  5
con su muerte en piadosa diligencia,
en su resurrección y en su presencia,
con más razón podrán vivificarse.

   La piedra que le guarda lo procura;
aquélla le acompaña, ésta le entierra;  10
aquélla de sus triunfos se asegura;

   ésta, igualmente racional y dura,
será destrozo de gloriosa guerra;
aquélla será trono y sepultura.

FOLIO 238




- XXXVII -


Al certamen de la canonización de San Raimundo


ArribaAbajo   Se casto ao bom Joseph nomea a fama,
so porque la no meio da sua idade,
unico exemplo foi da castidade,
de cujo nome o saneto autor o chama;

   se mais naon fizo que fugir da dama,  5
lançando a capa co suma honestidade
nas taon inmigas maons que a sua vontade
lhe quiseraon forçar na branda cama,

   melhor, Raimundo, a fama casta e vossa,
pois que naon só fugis da que vos segue,  10
mais tambem da que segue ao Rei furiosa.

   Elhe lançou a capa a que o persegue;
vos, pela naon olhar na lusuriosa
maon, a lançaes no mar onde nevegue.

FOLIO 239




- XXXVIII -


Amenaza a los tiranos, que fiados en los metales preciosos en que crecen, pretender prevalecer contra la piedad sobre que fundó Cristo su Iglesia, con la similitud de la estatua de Nabuco


ArribaAbajo   Las puertas del infierno siempre abiertas
no prevalecerán contra la Nave
y Piedra, y, ¡quieres tú, contra su llave,
que prevalezcan tus nefandas puertas!

   Tan condenadas, aunque no tan muertas  5
almas, tu seno como el suyo cabe,
y como en él no hay voz que a Dios alabe
la tuya blasfemar a Dios despiertas.

   Estatua de Nabuco, que, tirana,
tan diversos metales atesora,  10
en que estás menos rica que galana,

   advierte que en sus máquinas, traidora,
la piedra derribó la estatua vana,
no la estatua a la piedra vencedora.




- XXXIX -


Consideración de lo mucho que el hombre debe a Dios


ArribaAbajo   Si a Dios me debo todo, porque he sido
a semejanza suya fabricado,
redimido por el primer pecado,
¿qué lo podré añadir agradecido?

   No fui tan fácilmente redimido  5
como hecho; que en esto, bien mirado,
a mí me dio a mí propio; y, humanado,
a sí, y a mí, me dio de amor vencido.

   Pues si añadió el morir por darme vida,
en este alcance agotaré el guarismo;  10
mas fueme su piedad tan socorrida,

   que porque satisfaga a tanto abismo
de beneficios, se me dio en comida:
y así, por mí, fue paga de sí mismo.

FOLIO 240




- XL -


Dios Nuestro Señor, cuando truenan las nubes, despierta del juicio del pecho al alma adormecida, y con el rayo que hiere los montes, solicita el escarmiento de las culpas, que le merecen mejor que los robles


ArribaAbajo   Con la voz del enojo de Dios suena
ronca y rota la nube, el viento brama;
veloz en vengativa luz, la llama
tempestades sonoras desenfrena.

   Con los pecados habla cuando truena;  5
la penitencia por su nombre llama,
cuando la debe, el agua que derrama
el llanto temeroso de la pena.

   Respóndale tronando mi suspiro;
respóndale lloviendo mis dos ojos,  10
pues escrita en su luz mi noche miro.

   Ofensas, y no robres, son despojos
del ceño ardiente del mayor zafiro:
y sabe el cielo hablar por sus enojos.

FOLIO 241




- XLI -


Al buen ladrón


ArribaAbajo   ¡Oh vista de ladrón bien desvelado,
pues estando en castigo tan severo
vio reino en el suplicio y el madero,
y rey en cuerpo herido y justiciado!

   Pide que de él se acuerde el coronado  5
de espinas, luego que Pastor Cordero
entre en su reino, y deja el compañero
por seguir al que robo no ha pensado.

   A su memoria se llegó, que infiere
con Dios su valimiento, porque vía  10
que por ella perdona a quien le hiere.

   Sólo que de él se acuerde le pedía
cuando en su reino celestial se viere,
y ofreciósele Cristo el mismo día.




XLII


Al nacimiento, mostrando, que la astrología misteriosa admira a la celeste


ArribaAbajo   Hoy no sabe de sí la astrología
que en la estrella del mar mira en el suelo
cerrado el sol, epilogado el cielo
y en alta noche amanecer el día;

   las tinieblas pobladas de armonía,  5
temblando el fuego eterno, ardiendo el yelo;
alegre la tristeza, y el consuelo
que a sus lágrimas hace compañía.

   Mira hacer el oficio del Oriente
al pesebre, en que son signos de oro  10
una mula y un buey dichosamente.

   Ve al sol en el Cordero, y no en el Toro:
vele en la Virgen por diciembre ardiente,
a la aurora sin risa, al sol con lloro.

FOLIO 242




- XLIII -


A San Esteban cuando le apedrearon


ArribaAbajo   De los tiranos hace jornaleros
el Dios que de su Cruz hizo bandera,
en los gloriosos mártires que espera
para vestir sus llagas de luceros.

   ¿Ves lo que sobre Esteban llueven fieros,  5
piedras, porque cubierto de ellas muera?
Pues trilladores son de aquella era
que colma a Dios de frutos los graneros.

   Cuando con piedras acabar quisieron
a Cristo, las negó ser instrumento  10
de su muerte, y en ella lo sintieron.

   Premia a Esteban hoy su sentimiento,
pues las da por la muerte que le dieron,
para reliquias del blasón cruento.




Poesías morales

FOLIO 249




Salmo IX


ArribaAbajo   ¿Cómo De entre mis manos te resbalas.
o cómo te deslizas, vida mía?
¡qué mudos pasos trae la muerte fría,
con pisar vanidad, soberbia, y galas!

   Ya cuelgan de mi muro sus escalas,  5
y es su fuerza mayor mi cobardía;
por nueva vida tengo cada día
que al cano tiempo nace entre la salas.

   ¡O mortal condición de los humanos!
que no puedo querer ver a mañana,  10
sin temor de si quiero ver mi muerte.

   Cualquier instante de esta vida humana
es un nuevo argumento, que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, y cuán vana.

FOLIO 250




Salmo XI


ArribaAbajo   ¡Cuán fuera voy, Señor, de tu rebaño,
llevado del antojo y gusto mío!
¡Llévame mi esperanza el tiempo frío,
y a mí con ella un disfrazado engaño!

   Un año se me va tras otro año,  5
y yo más duro y pertinaz porfío,
por mostrarme más verde mi albedrío
la torcida raíz do está mi daño.

   Llámasme, gran Señor; nunca respondo.
Sin duda mi respuesta sólo aguardas,  10
pues tanto mi remedio solicitas.

   Mas, ¡ay! que sólo temo en mar tan hondo,
que lo que en castigarme ahora aguardas,
con doblar los castigos lo desquitas.

FOLIO 252




Salmo XIII


ArribaAbajo   Un nuevo corazón, un hombre nuevo
ha menester, Señor, la ánima mía;
desnúdame de mí, que ser podría
que a tu piedad pagase lo que debo.

   Dudosos pies por ciega noche llevo,  5
que ya he llegado a aborrecer el día,
y temo que hallaré la muerte fría
envuelta en (bien que dulce) mortal cebo.

   Tu hacienda soy; tu imagen, Padre, he sido,
y, si no es tu interés en mí, no creo  10
que otra cosa defiende mi partido.

   Haz lo que pide verme cual me veo,
no lo que pido yo: pues, de perdido,
recato mi salud de mi deseo.

FOLIO 254




Salmo 16 (XXVII)


ArribaAbajo   Bien te veo correr, tiempo ligero,
cual por ancho mar despalmada nave,
a más volar, como saeta o ave
que pasa sin dejar rastro o sendero.

   Yo, dormido en mis daños, persevero,  5
tinto de manchas y de culpas grave;
aunque es forzoso que me limpie y lave
llanto y dolor, aguardo el día postrero.

   Este no sé cuando vendrá; confío
que ha de tardar, y es ya quizá llegado,  10
y antes era pasado que creído.

   Señor, tu soplo aliente mi albedrío
y limpie el alma, el corazón llagado,
cure, y a ablande el pecho endurecido.

FOLIO 255




Salmo 17 (XXVIII)


ArribaAbajo   Amor me tuvo alegre el pensamiento,
y en el tormento, lleno de esperanza,
cargándome con vana confianza
los ojos claros del entendimiento.

   Ya del error pasado me arrepiento;  5
pues cuando llegue al puerto con bonanza,
de cuanta gloria y bienaventuranza
el mundo puede darme, toda es viento.

   Corrido estoy de los pasados años,
que reducir pudiera a mejor uso  10
buscando paz, y no siguiendo engaños.

   Y así, mi Dios, a Ti vuelvo confuso,
cierto que has de librarme de estos daños:
pues conozco mi culpa y no la excuso.




Poesías fúnebres

FOLIO 303




Epitafio a una señora en su sepulcro


ArribaAbajo   Aqueste es el poniente y el nublado
donde el tiempo, Nerón, tiene escondido
el claro sol que en su carrera ha sido
por el divino Josué parado.

   Estos leones, cuyo aspecto airado  5
se muestran por su dueño enternecido,
a una águila real guardan el nido
de un cordero en el templo venerado.

   Estas las urnas son en piedra dura
de las cenizas donde nace al vuelo  10
la fénix Catalina, hermosa y pura.

   Aquestos son los siete pies del suelo
que al mundo miden la mayor altura:
marcas que a vuestras glorias pone el cielo.




Otro epitafio a la misma señora


ArribaAbajo   Yace debajo de esta piedra fría
la que la vuelve, de piedra, en cera,
cuya belleza fue de tal manera,
que respetada de la edad vivía.

   Aquí yace el valor y gallardía,  5
en quien hermosa fue la muerte fiera,
y los despojos, y la gloria entera,
en quien más se mostró su tiranía.

   Yace en quien tuvo imperio en ser prudente
sobre la rueda de Fortuna avara,  10
la nobleza mayor que mármol cierra.

   Que el cielo, que soberbia no consiente,
castigó en derribar cosa tan rara
la que de hacerla tal tomó la tierra.

FOLIO 304




El pésame a su marido


ArribaAbajo   La que de vuestros ojos lumbre ha sido
convierta en agua el sentimiento ahora,
ilustre duque, cuyo llanto llora
todo mortal que goza de sentido.

   Vuestra paloma huyó de vuestro nido,  5
y ya le hace en brazos del aurora;
estrellas pisa, estrellas enamora
del nuevo sol con el galán vestido.

   Llorad, que está en llorad vuestro consuelo;
no cesen los suspiros que, por ella,  10
con sacrificios acompaña el suelo.

   Llorad, señor, hasta tornar a vella;
y así pues la llevo de envidia el Cielo,
le obligaréis de lástima a volvella.






 
 
FIN DE «LAS TRES MUSAS ÚLTIMAS CASTELLANAS»
 
 


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