Puerto Rico (Santo
Domingo). 1861 - San Pedro de Macorís. 1913
Poeta hallado en
Internet.
Quisqueyana
Mientras combate
hermano contra hermano,
la savia tropical fecunda
amores,
y cuaja frutos y burila
flores,
sin aprensión de invierno ni
verano.
Mientras rige la
sangre loma y llano,
5
espíranse de valles y de
alcores
voluptuosos arrullos gemidores
que no interrumpe el grito del
milano.
Y cuando para el
trueno belicoso,
quédense los occisos
alazanes,
10
¡oh, combustión solar!
a lo que arbitres;
que en esta
tierra donde no hay volcanes,
donde no hay ofidiano
ponzoñoso
ni felino feroz, tampoco hay
buitres.
Memento
Los Magnos de la
Patria, en lazo estrecho
tornaron indomable su
impericia
ante el altar donde la unión
oficia.
Abríguese la unión en
nuestro pecho.
Para alentar el
poderoso hecho
5
que la victoria diademó
propicia,
amaron el derecho y la
justicia.
Amemos la justicia y el
derecho.
Ese el alto
tribute, y no los dones
de evanescente incienso y vano
ruido,
10
a su santa memoria y sus
blasones.
Cuando la bien
amada ha fenecido,
recordar sólo el nombre
¡oh, corazones!
es una ambigua forma del
olvido.
Entremés
olímpico
La raza de
Saturno, derribada
por el ligero soplo de una
idea,
baja a morar sobre la triste
Gea,
en una lamentable desbandada.
Con su atributo y
distintivo, cada
5
dios osa abrir nueva pelea;
y mueve la dolosa contra-idea,
penetrante y sutil como una
espada.
A devolver
sonrojo por sonrojo
al nuevo cielo, voluntad y
brío
10
previene airado su rencor
tremendo;
y se apresta a la
acción, pero creyendo
que el Olimpo a la postre es un
enojo,
y la inmortalidad un grave
hastío.
Las más gratas
primicias
Las más
gratas primicias y más bellas,
le son donadas con querer
jocundo;
y le consagran, contra amor
fecundo,
su pubertad mancebos y
doncellas.
En cuanto se
conoce, están sus huellas,
5
como un sello de lo Alto y lo
Profundo;
y aun se lanza a ganar un nuevo
mundo,
en cuyo dombo austral
bórdanla estrellas.
Y luego ve que,
al conjurado influjo,
como a la intermitencia del
reflujo
10
duerme silente en la ribera el
mar;
en torno del
neo-bíblico madero
el entusiasmo, enantes
vocinglero,
ha callado, se calla, o va a
callar...
Della Costa, Pablo
Argentina. Siglos
XIX - XX
Poeta.
¿Amarnos?
¿Amarnos?
Sí, sin duda nos amamos. No obstante
yo no sé qué
ansía extraña late en nuestra pasión,
algo que está indeciso pero
que a cada instante
nos impone el silencio de su
interrogación.
Es un
presentimiento o un recuerdo obsedante
5
de una fatal angustia o una vieja
traición;
acaso es el espectro de un suicida,
un amante
que ha muerto y que no quiere huir
de tu corazón.
Si juega entre
mis manos tu rubia cabellera
es fronda de un aroma florido que
me espera...
10
y si cae tumultuosa en áureo
torbellino
me parece que
lívido presagio de un tormento,
erguida en la más alta
cumbre de mi destino
una bandera de odio va a desatarse
al viento.
Vuelves, cuando
más libre y sosegado
Vuelves, cuando
más libre y sosegado
dueño de mi albedrío
me imagino,
a pesar en mi cuerpo y mi
destino,
vieja librea del amor pasado.
Vuelves cuando
borracho reanimado
5
con la esperanza el porvenir
coordino,
náusea del vino que tan
sólo en vino
podré ahogar, si de nuevo
emborrachado.
Y si
mañana de sus propias penas
engendra el corazón, vaso de
Estío,
10
nuevas rosas de amor de savia
llenas,
la vieja hiel
perdurará en las heces,
como al pie de un sarcófago
vacío
aun extienden sus sombra los
cipreses.
Como cediendo al paso
de un racimo
Como cediendo al
paso de un racimo
un pie de vid, o un zarzo
entrelazado,
desertó poco a poco el
emparrado
y a un florido rosal pidióle
arrimo;
tal quiero yo, de
un triunfo que no estimo
5
y de toda ambición
desengañado,
ir lentamente huyendo del
pasado
cuando en mis brazos con amor te
oprimo.
Sin ansias ya ni
vértigo de altura,
todo mi bien en tu bondad
reposa
10
y no teme del tedio ni la
hartura,
como esas vides
al zarzal vecinas,
que aspirando el perfume de la
rosa
embotan con abrazos las
espinas.
Díaz, José Cornelio
Cuba. Siglo
XIX
La
ausencia
¡Ay!, mi
Dorila, que la cruda ausencia
es la prueba de amor la más
terrible:
si el amor es constante es
insufrible,
insufrible si no hay
correspondencia:
Quien goza de su
amada la presencia
5
quien su voz oye, séale ya
insensible,
o dura condición muestre y
terrible
algún alivio encuentra a su
dolencia.
Mas a todo
consuelo se resiste
quien se aleja ¡infeliz! del
dueño amado,
10
el aliento le falta y la
esperanza:
Todo a su enojo
se presenta triste,
futuro mal, o gloria que ha
pasado,
todo es amor y todo
desconfianza.
Amor
fugitivo
Amor huyó
de su mansión de Gnido:
viendo su culto y aras
profanadas,
recogido el carcaj, con las
doradas
alitas cubre el pecho
dolorido:
Los ojos vuelve
en llanto sumergido,
5
al ver por almas crueles,
despiadadas,
al engaño y perfidia
abandonadas,
su templo a vil codicia
prostituido.
Del voluble
querer, la fe perjura
vese por la maldad entronizada
10
en lugar de tiernísimos
amores:
La tierra es un
desierto, una espesura
de serpientes y monstruos
habitada;
doquier hay solo amargos
sinsabores.
A Nérida
cantando
Bella
Nérida, cuando a Filis cantas
que al Anacreón ibero
inmortaliza
se turba el pecho, el alma se
electriza
a Dioses y hombres con tu voz
encantas;
Las piedras
sienten, muévense las plantas,
5
el blando ruiseñor oye, y se
hechiza,
y a quien amor suavísimo
esclaviza
al duro trance del partir
trasplantas.
De la dulce
tristeza conmovido,
se eleva a las mansiones
eternales
10
el corazón, de un
númen poseído;
que solo de las
arpas celestiales
tan bello tono fuera producido
para encantar oídos
divinales.
La belleza y la
ternura
Quien ve el
hechizo de tu rostro bello,
tu apacible reír, y el
sonrosado,
que da a tu faz el seductor
agrado
de angélica beldad puro
destello;
quien en rizos
moverse ve el cabello
5
por la natura y arte
hermoseado,
a tus ojos el cielo
trasladado,
los labios de coral, de nieve el
cuello;
¡qué
ha de hacer quien te ve sino adorarte?
¿y quién te adora te
hallará piadosa?
10
No pudo el cielo sin piedad
formarte:
Cuando le plugo
hacerte tan hermosa,
en belleza y amor has de
igualarte,
para tener el título de
Diosa.
Para la cubierta de un
billete
Al dulce bien por
quien ansioso vivo
lleva papel noticia de mi
pena;
dile que alivie el peso a la
cadena
que arrastrando por ella va un
cautivo;
y con humilde
ruego y expresivo
5
dile que amor en mis ardientes
venas
mora, y fallezco sino encuentro
llenas
de compasión sus gracias y
atractivos.
Dile que al suave
encanto de sus ojos,
y a su divina boca, a todo
bello,
10
rendida el alma ofrezco por
despojos,
y pues cual diosa
tiene el gentil cuello,
las formas celestiales, la
hermosura,
también tenga de diosa la
ternura.
El premio del
amor
Al dulce premio y
palma afortunada,
a quien le siga fiel, amor
convida;
palma con tiernas ansias
merecidas,
palma, al fino querer solo
acordada:
Llegaste, y tu
ternura y fe preciada
5
juraste con afecto a tu
querida;
¿cómo no te pagara
agradecida,
si en su favor su gloria ve
cifrada?
Muestras dando de
amor a los amantes,
ejemplos ofreciendo de
confianza,
10
modelos de inocencia
presentando;
así
enseñaste a los que son constantes,
a alimentar su amor en la
esperanza,
venturas sin medida
acumulando.
A una bella que
huyó
¿Huyes?
¿qué huyes?... ¿De una hircana fiera
en la sombrosa selva
acometida,
verte en sus garras temes
oprimida?
¿quién al rendido de
ese modo huyera?
¿o
más bárbara tú, y más severa,
5
que feroz parto, hieres en la
huida,
y acabarme imaginas homicida
lanzando el dardo en la veloz
carrera?
Vuelve, y si
quieres en tu saña herirme,
vibra los dardos de tus bellos
ojos,
10
o el ceño muestra de la
altiva frente:
Si bastan tales
armas a rendirme
¿a qué fin emplear
fieros enojos?
¿qué venganza merece
un inocente?
Otro
Sus encantos le
plugo a la natura
al nacer acordarte generosa;
para ostentar la obra más
preciosa
de sus tesoros el minero
apura:
Los dones
agotó de la hermosura
5
con su magia celeste y
deliciosa,
por mostrarte a los ojos cual la
rosa
cuando el botón quebranta la
clausura.
En ti la gracia y
atractivo mora,
el donaire, apostura y
gentileza,
10
cuanto inspira deseos y
enamora.
¿Quién a lograr no aspira tu
terneza,
como céfiro el ámbar
apetece
que el lindo cáliz del
clavel ofrece?
A una
hermosa
Cuando a la brisa
tropical se mece,
no se ve más airosa ni
lozana
la palma que los campos
engalana,
y al fresco margen del arroyo
crece:
Ni con más
pompa y esplendor se ofrece
5
el sol resplandeciente en la
mañana,
vistiendo el cielo de arrebol y
grana,
que a quien la mira tu beldad
parece.
¿A
quién no inspira tan sin par belleza
placer y admiración? Sonrisa
afable
10
mora en tus labios, y a adorarte
mueve:
Tu pecho infunde
celestial terneza:
todo es en ti perfecto y
admirable;
Venus misma te dio su planta
leve.
A... en su
boda
Ven Himeneo, ven:
la desposada
amable y bella colma de
ventura,
y en la nupcial corona le
asegura
la vida más feliz y
bienhadada:
Suave el yugo de
amor y su lazada
5
al pecho inspira celestial
dulzura,
y del querido esposo en la
ternura
su dicha logre ver siempre
cifrada.
Ven, Himeneo: de
las bellas flores
que de Cuba germina el feliz
suelo
10
de tan variadas formas y
colores,
cubre su lecho de
un dosel: que el cielo
de bendición los llene, y
sus favores
derrame en ellos y eternal
consuelo.
A un
poeta
Sublime bardo de
la hermosa Antilla
cien veces a tu canto
celebrado
frenó su curso el Almendar
sagrado,
y sus ninfas danzaron en la
orilla.
Ya la sonora lira
o la flautilla
5
agreste toques, dejas admirado
a quien te oye: la voz ya ha
cesado
y el eco se deleita en
repetilla.
¿Y a
quién el privilegio concedido
será de celebrarte; sino
alcanza
10
del fuego que te inspira una
centella?
Salve, gloria de
Cuba: a ti cedido
es el honor, la eterna
remembranza
entre los vates de mi patria
bella.
En la del joven don
Manuel Colell
Una flor a tu
huesa: no en olvido
sepultado serás, que amistad
osa
pulsar el arpa lúgubre,
endechosa,
el pecho en honda pena
sumergido.
De la edad lo
mejor, lo más florido
5
a embotar no bastó segur
odiosa,
y del sepulcro so la yerta
losa
hanse esperanza y juventud
hundido.
Del vivir en la
alegre primavera
amistad nos unió con dulces
nudos,
10
que amor del bien y de virtud
confirma.
¿Y
rompiéronse ya ¿... ¿La parca fiera
las almas hiere con sus dardos
crudos
y la amistad separa?... No; la
afirma.
En la muerte de una
joven
¿Por
quién, oh virgen, del cubano suelo,
la corona de flores
desparcida,
y en profundos pesares
sumergida,
la frente cubre funerario
velo?
La mansión
de la paz y del consuelo,
5
tierra de bendición, isla
querida,
por el monstruo del Ganges
homicida
sumisa yace en lágrimas y
duelo.
Al pastor
venerable, al inocente
infame oprime con su garra
fiera;
10
al siervo y al señor hiere
igualmente.
Ni de Luisa el
candor ni la severa
virtud, ni el lloro de piedad
ardiente
su sed de muerte y
destrucción modera.
A una
rosa
¿Qué presagio feliz, qué luz
hermosa
de la cuna del alba hasta
occidente,
al mostrarse en su carro
refulgente
el esplendente sol, brillo
rabiosa?
¿En la
vega florida y espaciosa
5
que cántico resuena
blandamente,
que agrada los oídos y la
mente?
La reina del jardín
nació... la rosa.
Y en perfume de
célica ambrosía
el aire hinchando, embriaga su
dulzura,
10
y al corazón inspira la
alegría.
Que no en vano
los cielos la hermosura
y el encanto la dieron que
extasía,
corona del amor y la ternura.
Un
amante
(En el día de su amada,
ofreciéndole un retrato)
¡Cuánta envidia me das, feliz
retrato!
Si al seno fueres de mi amante
dueño,
dale muestras allí del fino
empeño
que con mi tierno amor jurarle
trato.
Sin ofender su
angélico recato,
5
podrás si está
despierta, o si el beleño
la rinde acaso de apacible
sueño,
sentir su palpitar piadoso y
grato.
Y puesto que hoy
la aurora se renueva
en que al suelo mostró su
faz divina
10
serás de mi querer amante
prueba;
por tanto ofrenda
a sus natales digna,
mi imagen a sus pies rendida
lleva,
y su gracia concédate
benigna.
Díaz, Luis
España.
Siglo XIX
Soneto dedicado a
todos los vates de musa laberíntica y
complicada2
Sublimes v Ates
que del Divino P Indo
Osados la al Ta cumbr E hais es
Calado
Nombre inm Ortal al Mundo
habéis leg Ado
Envidia dan Do hasta al cir Uelo y
gu Indo
Toda mi gl Oria a
vue Stra cien Cia rindo
5
Omnímoda expre Sión
de lo Alcanzad O.
Dédalo de Lo esce Lso y co
Mplicado
Eco arm Onioso h Acia lo Puro y
lindo.
Denme los e Stros
su Brillante Lumbre,
I Apolo Vierta el fu Ego lum
Inoso
10
Causa de l Abe Rínticas can
Ciones.
A fin de
Trasladar ho I a l A cumbre
Del Parnaso Ese núme N po
Deroso,
Ostentándoo S cual Tipo a
las n Aciones.
Díaz, Manuel José
Cuba. Siglo
XIX
Amor
puro
El amor que te
brindo, vida mía,
no es amor terrenal, ofrenda
impura
que se tributa solo a la
hermosura,
que nace y muere como flor de un
día;
es Carila una luz
que el alma guía
5
en este inculto erial, mazmorra
oscura,
es el néctar que endulza la
amargura
que mi apenado corazón
sentía;
es el
bálsamo suave del consuelo
que derramó el Señor
sobre mi frente
10
para premiar mi afán y mi
desvelo;
es el lazo
purísimo, luciente,
que unirá nuestras almas en
el cielo,
para unidas vivir eternamente.
Díaz Carmona, Francisco
Granada. Siglo
XIX
Poeta y
catedrático
La
fortuna
Jugadora de azar
es la fortuna
que con mil veleidades nos
engaña:
tira el dado primero, y vil
cabaña
nos da para nacer o regia
cuna.
Vuele a tirar, y
amable o importuna
5
nos prodiga favores, o con
saña
gloria y riqueza, cual ligera
caña
va tronchando al pasar una por
una.
De sus caprichos
víctimas vivimos;
ora perdiendo lo que ayer
ganamos,
10
o recobrando ya lo que
tuvimos.
Y en este
afán perpetuo en que giramos
¡ay! tan sólo la vida
que perdimos
es la que nunca a recobrar
llegamos.
Díaz de Lamarque, Antonia
Marchena
(Sevilla). 1837 - 1892
Esposa del poeta
José Lamarque de Novoa.
A Dios en la
Eucaristía
Tu infinito poder
en la armonía
se ostenta, ¡oh Dios! de la
creación entera
al par lo anuncian la feraz
pradera,
la montaña, el
volcán, la selva umbría.
Lo anuncia el
astro que preside el día,
5
los roncos mares, la tormenta
fiera,
y los mundos brillantes que en la
esfera
tu voluntad omnipotente
guía.
Mas si del cielo
bajas ¡oh, Dios mío!
y en pan de gracia por tu amor
velado
10
das vida al alma que infeliz te
implora;
tan alta cual tu
inmenso poderío
muéstrase tu bondad, y
prosternado
tu pueblo humilde con fervor te
adora.
Díaz Reinoria, Rafael
Cuba. Siglo
XIX
A una
tuerta
Muy cruel la
Providencia, niña, ha sido,
eclipsando un lucero en esa
cara,
que en belleza sino no te
igualara
la más linda mujer que haya
nacido.
Tal vez el
Firmamento habrá tenido
5
envidia que tu cielo le
mostrara
dos bellos soles y en él se
contemplara
con uno nada más, no tan
lucido.
Mas mitiga el
dolor, cielo adorado:
¡Quién sabe si ese sol
resplandeciente
10
que de tu rostro angélico ha
fugado
un día
brillará más refulgente
en la bóveda azul, y sea
admirado
por su esplendor de la futura
gente!
A una
coqueta
Aprisionas en
nido de coral
nevadas perlas que destilan
miel,
tú las sabes mostrar con
arte cruel
para darle tormento a algún
mortal.
Un espejo de
mágico cristal
5
tiene tu corazón, supuesto
que él
de algún hombre la imagen
copia fiel,
la borra, copia otra y le hace
igual.
Hoy que las galas
del pintado Abril
suspiran tu frescura y tu
arrebol
10
ufanas rindes corazones mil.
Mas ¡ay!
con más arrugas que una col
mañana lucirás tu
labio azul
y tu cutis corteza de abedul.
Díaz Romero, Eugenio
Argentina. Siglos
XIX - XX
Poeta.
Intermezzo
¡Dolor
infatigable ya no oirás mi lamento!
Mi cítara está muda,
para cantar la garra
que se hunde en lo más
hondo, vital del pensamiento
y del cuerpo la fibra sin piedad
nos desgarra.
Hoy no sufro ni
lloro; estoy ágil, contento,
5
mi pecho está vibrante como
el de mi guitarra.
Tengo anhelos de vida, de amor, de
luz, de viento,
de estallar en canciones como loca
cigarra.
El azul me
sonríe, me abisma en su dulzura.
El agua me parece más
límpida y más pura.
10
Las hembras me enloquecen con sus
bocas en flor.
No quiero saber
nada de dudas y pesares,
no sufro, sólo quiero
perfumes de azahares
y el beso de tus labios
febricientes, Amor.
La
reja
Moría de
dolor tras de la reja
del hospital, desmesurado y
triste,
cuando mágicamente
apareciste
sofocando al nacer mi última
queja.
Fue tu
visión como una luz que deja
5
a quien la ve, suspenso.
Dirigiste
luego hacia mí tus pasos,
mas quisiste
ocultarte al llegar bajo la
vieja
encina en que mis
sueños se albergaron.
Mis ojos en la encina se
clavaron
10
adivinando casi el movimiento
de tu imagen
esbelta y vencedora.
¿Partiste? No lo sé,
mas si aliento
me halló en la reja,
pálido, la aurora.
Díaz Silveira, Francisco
La Habana (Cuba).
1871 - 1924
Periodista,
escritor y poeta.
Mi
pálida
La virgen que los
ojos soñadores
admiran en mis lienzos
ideales,
no reza en las vetustas
catedrales
ni danza en los alegres
corredores.
No juega
enamorada con las flores,
5
ni escucha tras las puertas
ojivales
las zambras de las guzlas
orientales,
el canto de los viejos
trovadores.
La virgen de mis
lienzos aletea
donde el bajel sin mástiles
estalla,
10
murmura donde el ábrego
vocea,
palpita donde
choca la metralla,
sonríe donde el rayo
centellea
y duerme sobre el campo de
batalla.
Prevención
Soplan vientos de
próxima tormenta;
el legendario bosque se
estremece
y al agitar sus vástagos
ofrece
como rezos de virgen
soñolienta.
En torno del
hogar la sombra aumenta,
5
su calor por instantes
languidece,
y en las almas viriles
reaparece
la nostalgia de la época
sangrienta.
Está el
aire poblado de visiones;
detrás de mutilados
esqueletos
10
maniobran aguerridos
batallones...
Surgen
descomunales parapetos...
¡Y hay racimos de blandos
corazones
por el dolor de la orfandad
sujetos!
Dicenta, Joaquín
Calatayud
(Zaragoza). 1863- Alicante. 1917
Dramaturgo
español. Teatro y zarzuelas.
Lujuria
Cuando murmuras
con nervioso acento
tu cuerpo hermoso que a mi cuerpo
toca
y recojo en los besos de tu
boca
las abrasadas ondas de tu
aliento.
Cuando más
que ceñir, romper intento
5
una frase de amor que amor
provoca
y a mí te estrechas
delirante y loca,
todo mi ser estremecido
siento.
Ni gloria , ni
poder, ni oro, ni fama,
quiero entonces, mujer. Tú
eres mi vida,
10
ésta y la otra si hay otra;
y sólo ansío
gozar tu cuerpo,
que a gozar me llama,
¡ver tu carne a mi carne
confundida
y oír tu beso respondiendo
al mío!...
Del
triunfo
¡Cuánto sufrí y qué
solo! Ni un amigo,
ni una mano leal que se
tendiera
para estrechar la mía, ni
siquiera
el placer de crearme un
enemigo.
De mi abandono y
mi dolor testigo,
5
de mi angustiosa vida
compañera
fue una pobre mujer, una
cualquiera,
que hambre, pena y dolor
partió conmigo.
Y hoy que mi
triunfo asegurado se haya,
tú, amigo por el
éxito ganado,
10
me dices que la arroje de mi
lado,
que una mujer
así, denigra... ¡Calla!
con ella he padecido y he
gozado:
El triunfo no autoriza a ser
canalla.
Diego, José de
Aguadilla (Puerto
Rico). 1866 - 1918
Gran
hispanófilo. Estudió en España. Fue presidente
de la Cámara de Representantes de Puerto Rico y decidido
propagandista de la independencia de su país.
Ya
viene
La desterrada
vuelve, porque anhelan
dar música solemne a sus
oídos
las tórtolas que vuelen de
sus nidos
y las ideas que del alma
vuelan.
Las muchedumbres
fieras se revelan,
5
despiertan a su voz los
oprimidos,
¡y vencerán
indómitos y unidos
y los traerán los que por
ella velan!
Con besos de oro
y con fugaz sonrisa,
que viera tras de sí la
llamarada,
10
la aurora de otro Siglo nos
avisa:
la mar
está gimiendo alborotada...
¡Libertad de mi alma!...
¡más aprisa!...
¡cuánto tarda en morir
la madrugada!
Pan y
vino
Surge, a un
replique modulado en trino,
del misterio floral en que
reposa,
la blanca Eucaristía, blanca
rosa
emergente del cáliz
purpurino.
La espiga
recibió el Cuerpo Divino,
5
pero la vid su sangre
generosa...
¡El trabajo y la lucha, en
dolorosa
íntima comunión de
pan y vino!
En el pecho del
Cristo moribundo
la férrea pica se
bañó de lumbre
10
y floreció como clavel de
grana.
El pan sagrado es
la salud del mundo;
pero, al subir del Gólgota a
la cumbre...
¡El vino es la
redención humana!
Dios y
Satán
Hace algún
tiempo que Satán impío
riñe con Dios en portentosa
brega,
y a cada instante oscila la
refriega
entre el uno y el otro
poderío.
¡El globo
-dice Dios- el globo es mío!
5
y al globo el diablo su derecho
alega...
«¡Y el globo en tanto
sin cesar navega
por el piélago inmenso del
vacío!»
Sigan esos
señores mis consejos;
déjense de batallas y
locuras,
10
más propias de rapaces que
de viejos.
Y no olviden,
haciendo travesuras,
la fabulita de los dos conejos
sorprendidos de pronto por los
curas.
Cosas
divinas
Según
dicen, de Dios son las esposas
las castísimas sores del
convento,
y, se lo digo a Dios como lo
siento:
¡tiene algunas esposas muy
hermosas!
Pero suceden por
desgracia cosas
5
en tal o cual divino
casamiento,
que, francamente hablando, no las
cuento
por si las leen niñas
ruborosas.
A las monjas
bonitas, sus afanes
consagra el capellán, y eso
es un robo
10
que Dios tolera a semejantes
canes.
Dicho lo cual
comprenderá el más bobo,
que no dejan de ser los
capellanes
representantes de El en nuestro
globo.
La
confesión
Llegó
Purita, y al mirarse ufana
junto al confesionario de
rodillas,
besó del armatoste la
rejillas
y los pliegues también de
una sotana.
Aunque el
frío tenaz de la mañana
5
le dejó las mejillas
amarillas,
subieron, poco a poco, a sus
mejillas
candentes olas de color de
grana.
Alguna cosa por
demás oscura
debió mediar en el sagrado
nido
10
entre el ministro y la inocente
Pura,
pues gritaron con
tono enfurecido:
-«¡Se lo diré al
obispo, señor cura!»-
-«¡También se lo
diré yo a su marido!»-
A un
perseguido
¡Ah,
desgraciado si el dolor te abate,
si el cansancio tus miembros
entumece:
Haz como el árbol seco:
reverdece;
y como el germen enterrado:
late!
Resurge, alienta,
grita, anda, combate,
5
vibra, ondula, retruena,
resplandece...
Haz como el río con la
lluvia: ¡crece!
y como el mar contra la roca:
¡abate!
De la tormenta al
iracundo empuje,
no has de balar como el cordero
triste,
10
sino rugir, como la fiera
ruge.
¡Levántate!
¡revuélvete! ¡resiste!
Haz como el toro acorralado:
¡muge!
o como el toro que no muge:
¡embiste!
Diego Pardo, J. I. de
Puerto Rico. Siglo
XIX - XX
Sancho
Panza
Este pobre mortal
de cada día,
estrecho en todo, menos en
cintura,
lleva una flor de aguda
picardía
completando su genio y su
figura.
Consiste su
idealismo y su alegría
5
en saber que la cena está
segura,
y es la enana y mordaz
filosofía
la que cuadra mejor a su
estatura.
No hay gafas que
se ajusten a su vista;
su condición, es mucho lo
que dista
10
de Don Quijote,, su señor y
amigo...
Y es tan mezquina
su mundana idea,
que hasta su propia
inspiración voltea
sobre el punto de apoyo del
ombligo.
Diego y Benítez, José
de
Aguadilla (Puerto
Rico). 1866 - 1918
Abogado,
Periodista y poeta. Hallado en Internet.
En la
brecha
Oh desgraciado,
si el dolor te abate,
si el cansancio tus miembros
entumece;
haz como el árbol seco:
Reverdece;
y como el germen enterrado:
Late.
Resurge, alienta,
grita, anda, combate,
5
vibra, ondula, retruena,
resplandece...
Haz como el río con la
lluvia: ¡Crece!
y como el mar contra la roca:
¡Bate!
De la tormenta al
iracundo empuje,
no has de balar, como el cordero
triste,
10
sino rugir, como la fiera
ruge.
¡Levántate!
¡Revuélvete! ¡Resiste!
Haz como el toro acorralado:
¡Muge!
o como el toro que no muge:
¡Embiste!
Pan y
vino
Surge, a un
replique modulado en trino,
del misterio floral en que
reposa,
la blanca Eucaristía, blanca
rosa
emergente del Cáliz
purpurino
La espiga
recibió el Cuerpo Divino,
5
pero la vid su sangre
generosa...
¡El trabajo y la lucha, en
dolorosa
íntima comunión de
pan y vino!
En el pecho del
Cristo moribundo
la férrea pica se
baño de lumbre
10
y floreció como clavel de
grana.
El pan sagrado es
la salud del mundo;
pero, el subir del Gólgota a
la cumbre...
¡El vino es la
redención humana!
Dilio
Cuba. Siglo
XIX
A
ella
Nació en
el seno de tranquilos mares
una virgen de faz encantadora,
la que aparece al despuntar la
aurora
entre frondosas ceibas y
palmares;
de lirios,
azucenas y azahares
5
primavera gentil su sien
decora;
su porvenir inconsolable llora
la linfa del poético
Almendares.
Cubren su cielo
tenebrosas brumas,
inclina mustia la tan pura
frente,
10
y la sangre del mártir
inocente
mancha su lecho
virginal de espumas,
por eso triste y abatida vive
a las orillas de la mar
caribe.
Dobles Segreda, Gonzalo
Costa Rica. Siglos
XIX - XX
Poeta. Ha
publicado en revistas y periódicos.
Fui contigo tan
cruel
Callábamos
los dos... En mi tormento
resistí mi dolor altivo y
fuerte,
y así sin comprender tu
sufrimiento
fui contigo tan cruel hasta la
muerte.
Y en la nocturna
y apacible calma
5
de aquella noche tétrica y
sombría,
escuchamos los dos dentro del
alma
el grito del amor que se
moría.
Hubo un silencio
sepulcral... La brisa
recogió el cascabel de tu
sonrisa
10
que en la nocturna calma se
diluía.
Y al mirarla otra
vez en el encanto
de su inmenso dolor, se
cubrió en llanto
su rostro de mortal
melancolía...
Domingo y Palacio, Timoteo
Córdoba.
Siglo XIX
Poeta.
El perro del
mendigo
Sin codiciar el
pan de los señores
ni el mágico solaz de la
opulencia
comparte con insólita
paciencia
el perro con el pobre sus
dolores.
Cuando propios,
estériles amores
5
escapan con horror de la
indigencia,
un solo ser la brinda su
obediencia,
su cariño leal, y sus
favores.
¿Nunca os
hizo sentir el compañero
inseparable, el colega
inocente
10
del olvidado y triste
pordiosero?
¡Qué
ejemplo de piedad tan elocuente
para el vil interés, que
airado y fiero
derrama tanto mal sobre su
frente!
Domínguez, José
Antonio
Juticalpa
(Honduras). 1869 - 1903
Poeta hallado en
Internet.
Humana
Si la conozco
bien: si sé que es ella
frívola y desdeñosa y
casquivana;
llena de gracia y como pocas
bella,
pero de alma insensible,
fría y vana.
Si sé que
nuca del amor la estrella
5
en su camino ha de brillar
ufana
porque es su pecho de granito y
huella
dejar no puede la presión
humana.
Si sé que
es tan glacial como la nieve...!
Mas, a pesar de todo, cierto
día
10
la vi leyendo y prorrumpir en
llanto.
Duda
extraña de entonces me conmueve:
¿Por qué si esa mujer
es tan vacía
pudo ante un libro impresionarme
tanto?
Amorosa
Yo te he visto,
en esa hora fugitiva
en que la tarde a desmayar
empieza
doblar cual lirio enfermo la
cabeza,
la cabeza adorable y
pensativa.
Y entonces,
más que nunca, sugestiva
5
se ha mostrado a mis ojos tu
belleza,
como un claro-oscuro de
tristeza
con palidez que encanta y que
cautiva.
Y es que en tu
corazón antes dormido
el ave del amor ha hecho su
nido
10
y entona su dulcísimo
cantar.
Y al escucharle,
en ondas de ternura,
languidece de ensueños tu
hermosura
¡cómo un suave
crepúsculo en el mar!
Toques
Si no
sabía pintar: jamás su mano,
mojando en los colores la
paleta,
supo trazar, con fantasía
inquieta,
los contornos de cuadro
soberano.
Si no
tenía inspiración; si en vano
5
fuera pedirle la intuición
secreta
que tiene en sus delirios el
poeta:
porque él no era un artista:
era artesano.
Pero una vez, en
sus existencia oscura,
flechó su corazón una
hermosura:
10
Tomó el pincel y delineo su
hechizo;
Para cantarla
hizo vibrar la lira;
y desde aquel instante, no es
mentira,
¡prodigio del amor!
¡artista se hizo!
La musa
heroica
Si quieres que tu
canto digno sea
de tu misión, del siglo y de
la fama,
no derroches el estro que te
inflama
en dulce pero inútil
melopea.
Lanza las flechas
de oro de la idea;
5
depón el culto de Eros y
proclama
otro mejor; la lucha te
reclama:
yérguete altivo en la social
pelea.
No enerves tu
vigor con el desmayo
del femenil deliquio; ya no es
hora
10
de lágrimas y besos; doquier
mira:
Hoy al estrofa
compite con el rayo,
la inspiración es lava
redentora
y clava en manos de Hércules
la lira.
Hojas
En la hoja de
algún libro, sepultada,
para que pase así de gente
en gente,
deja el genio la idea que en su
mente,
brotó como la luz de una
alborada.
Y el héroe
que tras épica jornada
5
triunfar hizo a su ejército
valiente;
de la historia en una hoja
refulgente
deja un rastro con la hoja de su
espada.
Mas, lo que me
sorprende y acongoja
es ver que, al que en una hoja se
eterniza
10
se da también por
galardón una hoja.
Pues la gloria
que tanto preconiza
el hombre, que como árbol se
deshoja,
en la hoja de un laurel se
sintetiza.
Domínguez, María
Alicia
Argentina. Siglos
XIX - XX
Poeta.
Canción de la
humana esperanza
No todo
está perdido, pues nos queda
la luz de este crepúsculo
morado,
el viento de la tarde en el
sembrado,
algún racimo..., el sol tras
la arboleda.
Somos felices
mientras que se pueda
5
mirar el fuego vivo de un
dorado
mundo sobre las sombras
derramado.
No todo está perdido; algo
nos queda.
Verdad que no
oficiamos en el ara
del templo idealizado aquella
cara
10
religión que en silencio es
nuestra y arde.
No es la tierra
lugar propicio al vuelo...
Pero, ¡cómo nos va
llevando al cielo
este lento morirnos tarde a
tarde!
Musa
mía
Musa mía,
unas veces tocada de Misterio;
Pálida como un lienzo
funeral... Silenciosa,
fragante a flores secas de viejo
cementerio
lívido el canto traes en la
boca tediosa.
Y a la herida que
sangra le aplicas el cauterio
5
de la verdad que es trágica
y me das toda rosa
con tristes amarillos... Salmodia
tu salterio
una nota que tiene sinceridad de
losa.
Y entonces todo
el verso se ahueca mientras flota
en torno a mis estrofas la blanca
veste rota
10
de mi juventud bella que huele a
Primavera.
En vano es que
pretenda que te alegres, en vano,
porque todo el esfuerzo de mi deseo
humano
logra sólo tu risa de fugaz
calavera.
II
Musa mía,
otras veces mojada de rocío,
ebria de sol y campo, sedienta de
otras rutas,
te apareces vestida con la niebla
del río,
fraganciosa de flores y aromada de
frutas.
¿Quién ve en tus ojos claros la
sombra con que enlutas
5
ese mirar radiante cuando te muerde
el frío?
En tu boca me traes el eco de las
grutas
afelpadas de musgos, para este
verso mío.
Y otras horas, en
cambio, vestida en velos grises
languidecen tus manos como
marchitas lises
10
y tu bostezo largo de atroz
monotonía,
repercute en mi
canto que se vuelve tristeza,
alma de humo y neblina, boca helada
que reza
en latín sempiterno de
laguna letanía.
III
Musa mía,
cambiante, cuando llegas guerrera
el casco de oro y fuego, las garras
aguzadas
y enrojecida en sangre la orgullosa
cimera,
¡entonces temo el choque de
tus crueles miradas!
Entonces eres
mala y aun cuando yo quisiera
5
no rendirías nunca las armas
afiladas,
hasta que los escombros de mi misma
quimera
pasarían a fuego tus iras no
domadas.
Y sobre el verso
mío, tu diapasón se agrava
con un toque sonoro que se ahonda y
no acaba
10
dejando largos ecos dolorosos y
ardientes.
Así no
quiero verte, musa mía, yo misma
tiemblo entre las tinieblas en que
mi ser se abisma
¡en la hora en que tú
eres toda garra y dientes!
Despertar
En aquel bosque
en flor junto a la fuete
yo era de bronce. Los ocasos de
oro
fulgiendo en mí, volcaban su
tesoro
sobre las aguas, en un fuego
ardiente.
Yo era insensible
al aire azul y al coro
5
de las ninfas del bosque y al
silente
espíritu nocturno que en mi
frente
prendía gemas de
rocío y lloro.
¿De
dónde, en alas de la sombra, vino
a mí, diciendo, aquella voz
extraña:
10
«¿Dormida está
en el mundo floreciente?»,
abierto el
horizonte en mi destino
se despertó mi endurecida
entraña
y me puse a llorar sobre la
fuente...
Caminos de la
sierra
Caminos de la
sierra, álamo fresco,
voy dejando mi pena en cada
espina.
Si un árbol mustio fui, ya
reverdezco
y me abro al sol con emoción
prístina.
Sorbí
agriso jugos de la tierra y crezco.
5
De mi propia alma, fluye
cristalina
esta ansiedad de amor, con que me
ofrezco
al surco, al viento, en
comunión divina.
Está el
aire dorado, azul el cielo.
Sobre los montes flota el glauco
velo
10
de la neblina que a la luz se
irisa.
Y entre la paz,
que en un sopor me envuelve,
un eco del recuerdo que a mí
vuelve
rojea, como brasa entre
ceniza.
Duany Méndez, Pedro
Cuba. Siglo
XIX
Las
urnas
Sois como aquella
caja que adoraba Pandora,
y como el fabuloso Vellocino de
oro:
en vosotras el Pueblo deposita el
tesoro
del sufragio que al Hombre su
libertad valora.
¡Cuántas veces, oh cofres
misteriosos, guardáis
5
el voto del cretino elector
inconsciente
que vendió su derecho y
votó por un ente,
a quien vosotras, urnas, la
victoria le dais!
De una
elección espuria surgen riñas sangrientas
que son para la Patria las
terribles tormentas
10
que dejan indelebles manchas sobre
la Historia;
y en ese remolino
«la nada» se subleva
por el voto del paria, que no sabe
que eleva
a Juan de los Palotes que
sueña con la Gloria.
Sombra de los
siglos
¡Triste
sombra que vagas! ¿De qué Tártaro
emerges;
hacia dónde caminas; fuiste
el alma de Jove?,
¿padeces la mudeza de la
fúlgida Niove,
o en qué piélago
inmenso de dolor te sumerges?
¿Dónde está tu palabra,
viste tú las remotas
5
primaveras de Cadmo?
¿Cuántas veces viniste
del abismo insondable donde Sisifo
existe,
y dejaste tus carnes inservibles y
rotas?
¿Qué imperfecta materia
será, acaso, la tuya?
¡Ha de ser la tangible que la
Nada construya
10
con el mísero barro, con la
esencia del Todo,
para que
recompenses las maldades que olvidas
en el mágico curso de
millares de vidas,
y que sepas que el cuerpo torna
siempre a ser lodo!
Duque de Amalfi
España.
Siglos XIX - XX
Poeta.
Un soneto al
soneto
Al Soneto me pide que yo cante
en uno propio el Bachiller de
Osuna...
¡Quién tuviera de Lope
la fortuna
el antojo al cumplir de
Violante!
¡Quién, lejos de acosar al
consonante
5
desde el orto del sol al de la
luna,
encontrara la máxima
oportuna
que cuadrara al Soneto, en un
instante.
¡Mas, al
ver que tan sólo dos tercetos
me restan para apóstrofes
discretos
10
en honor del Rimado Silogismo,
del numen
español síntesis clara,
envidiando a Quevedo y a
Tassara,
en sus solemnes cláusulas me
abismo!
Durbán, José
Almería.
Siglo XIX
Poeta y
escritor.
Remembranza
¡Luz de mis
ojos! cuando el bien perdido
se va hundiendo en las sombras del
pasado
surge ante nuestra vista
hermoseado
y cuanto más distante
más querido.
¡Cuántas veces el eco bendecido
5
de aquel beso de amor nunca
olvidado,
con su vaga dulzura ha
consolado
mi corazón de batallar
rendido!
Heló la
edad la sangre de mis venas...
La luz crepuscular colora
apenas
10
la escueta cima de los altos
montes,
y miro lleno de
tristeza vaga,
el sol de mis recuerdos, que se
apaga
del tiempo en los lejanos
horizontes...!
Echegaray, José
Madrid. 1832 -
Madrid. 1916
Dramaturgo
español. Ministro de Fomento en dos ocasiones y de Hacienda
en una. En el año 1904 fue distinguido con el Premio
Nobel.