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ArribaAbajoGarcía de Castro, Clemente

España. Siglo XIX

Poeta y militar. Residía en Andalucía.




Luna llena


   Llega la noche bajo espeso velo;
el nudo de su túnica desata,
y un millón de moléculas de plata
derrama por los ámbitos del cielo.

   El escondido sol con dulce anhelo  5
un ósculo de amor deja en la ingrata
que huye de su poder y de escarlata
su faz inunda al levantar el vuelo.

   Bórrase a poco de rubor tan hondo
la huella roja y el azul domina  10
aquel semblante pálido y redondo,

   que parece de concha peregrina
una gigante perla, en cuyo fondo
tiembla el reflejo de la luz divina.




ArribaAbajoGarcía Escobar, V.

España. Siglo XIX

Poeta.




Los encantos de una voz


   ¿Eres tórtola ausente y lastimada
que exhala en vago arrullo sus amores,
o pájaro de mágicos primores,
que saluda la cándida alborada?

   ¿O el ruiseñor perdido en la enramada,  5
o cisne de dulcísimos dolores,
o el son del aura errante entre las flores,
o el arpa por el céfiro halagada?

   No lo acierto, ¡por Dios! Las armonías
que hasta mi corazón vibra tu aliento,  10
y despiertan en él mil fantasías.

   No tienen nombre en el humano acento.
¿Y para qué? ¡palabras asaz frías!
La inspiración sólo habla al sentimiento.




ArribaAbajoGarcía Gutiérrez, Antonio

Chiclana (Cádiz). 1813 - Madrid. 1884

Dramaturgo español. Después de viajar por América ingresa en la Academia Española. Director del Museo Arqueológico. Traductor del teatro francés.




Amor sin celos


   Tengo aprensiones yo como cualquiera,
y tocante a caprichos ¡no se diga!
El campo siempre verde me fatiga,
el cielo siempre azul me sospecha.

   Triste la luz del sol me pareciera  5
sin esa noche del dolor amiga,
y sin la pena que el placer mitiga,
hasta la vida misma aborreciera.

   Pues esos ojos tuyos, dueño mío,
que pueden afrentar a uno y mil cielos,  10
causaron mi amoroso desvarío.

   No hallé sombra en su luz, no hallé desvelos,
y mi ardiente pasión murió de frío;
que así muere el amor cuando no hay celos.




Soneto


   ¿Por qué funesto error, por qué demencia
hemos venido a tan infame estado
que a disfrazar las llagas del pecado
no basta ya la hipócrita apariencia?

   La virtud, la hidalguía, en la experiencia  5
de su estéril valor se han estrellado,
y mi patria feliz es ya un mercado
en que se vende a gritos la conciencia.

   No hay gloria, no hay dolor, no hay sacrificio
que por viles parásitos hambrientos  10
no se convierta en propio beneficio.

   Y la gangrena avanza por momentos,
y bajo el ancho pedestal del vicio
restallan del Estado los cimientos.




La cita a la madrugada


   No hay pena, no hay dolor, hermosa mía,
que yo no arrostre por tus lindos ojos;
esclavo viviré de tus antojos
en tanto que a mi amor tu amor sonría.

   Preso en tus dulces lazos noche y día;  5
bebiendo el néctar de tus labios rojos,
¿cómo sentir los pérfidos abrojos
que del mundo falaz cubren la vía?

   ¡Adorarte y no más! Este es mi oficio,
y no hay afecto ni pasión profana  10
que no venza mi amor en tu servicio.

   ¡Mas soy flaco mortal, hermosa Juana!
Pídeme de mi sangre el sacrificio,
y déjame dormir por las mañanas.




La ambición


   Huye, ambición, al ostentoso lecho
donde reposa el feble cortesano:
donde divierte su cuidado en vano
bajo la pompa del dorado techo.

   Airada oprime tu agitado pecho,  5
en él aborta tu veneno insano,
y resentido al toque de tu mano
el mundo juzgue a su anhelar estrecho.

   Mas nunca imprimas en el alma mía
el hidrópico anhelo de grandeza...  10
dame la paz en que vivir solía.

   En mi estado infeliz, en mi pobreza,
no desear tan sólo apetecía,
que es para el hombre la mayor riqueza.




La garza


   Sube veloz por las etéreas salas,
garza fugaz, y al mundo señorea,
y opón al brillo de la luz Febea
la regia pompa de tus blancas galas.

   Cuando las nubes en altura igualas,  5
si estremecido el mundo titubea,
la ruda tempestad tu frente orea
y el tremendo huracán mece tus alas.

   Así yo un tiempo mi ligero vuelo
a un sol más puro remontar quería  10
y alcé mi orgullo a conquistar el cielo.

   Pero nublose con sorpresa impía,
y las alas cortadas a mi anhelo,
murió su luz y la esperanza mía.




La calma


   No vi la pompa de dorada cuna
mecer mi infancia ni halagar mis días,
ni vi prestarse a las pasiones mías
el celo encantador de la fortuna.

   Jamás mi mente en esperanza alguna  5
se alimentó de locas fantasías,
ni mi sueño entre imágenes sombrías
turbara la ambición, negra, importuna.

   ¡Pero en pobreza mísera la suerte
guardo a mi afán un término medido  10
y un corazón en la desgracia fuerte!

   De este modo mi anhelo reducido,
¿qué temer debo el hora de mi muerte
si más felicidad no he conocido?




A la muerte de E...


   ¡Rosa marchita, que en tu bella aurora
víctima fuiste del rigor del hado!
¡Flor malograda que con ceño airado
la Parca horrible desoló traidora!

   ¡Oh! ¡Cuánto has sido triste! En vano llora  5
siempre Dalmiro en tu sepulcro helado,
que a cada instante un eco desmayado
murió, me dice, tu infeliz pastora.

   ¡Y no más la veré! ¡Terrible pena!
¡Y no más en su rostro la sonrisa  10
hará mi encanto, de delicias llena!

   ¡Oh! ¡Dura suerte! ¡Obligación precisa!
¡Que ya más no veré tu faz serena!
Que ya no existe mi adorada Elisa.




Al Cardenal Cisneros


   Si un instante romper te fuera dado
la glacial ligadura de la muerte,
¡oh humilde franciscano!, ¡de qué suerte
te sintieras de gozo arrebatado!

   Viera vuestro león, desmelenado,  5
sacudiendo el sopor del sueño inerte
caer rugiendo vengativo y fuerte
sobre el tigre del África indomado.

   Hoy, renovando timbres de tu gloria,
van de Bullones por la inhiesta falda  10
los hijos de Castilla a la victoria;

   y en breve su bandera roja y gualda,
clavarán, invocando tu memoria,
del Atlas rudo en la breñosa espalda.




El hipócrita


Siempre afectando místico lenguaje,
es prevaricador impertinente.
Cándido amor a la pobreza miente,
y al oro, que es su dios, rinde homenaje.

   Modestia finge con sencillo traje,  5
como al lirio odorífico y riente
intenta remedar la pestilente
corola azul del fraude más salvaje.

   Sus ojos, en que brilla la impaciencia,
buscan la tierra y con mentido celo  10
se condena a incesante reverencia,

   mas no por humildad se inclina al suelo:
es que le abruma tanto la conciencia,
que ya no puede ni aun mirar al cielo.




A don Adelardo López de Ayala


   ¿De qué celeste Numen alcanzaste,
¡gloria del suelo en que rodó tu cuna!,
el alto ingenio que al saber se aduna
como la perla al generoso engaste?

   Poeta y orador, raro contraste  5
de varias dotes, con igual fortuna
en el templo del arte, en la tribuna,
espléndidos laureles conquistaste.

   ¡Pero nos deja ya! Dios me es testigo
de que aceptara inútil el anciano,  10
partir ya solo a caminar contigo.

   Pero ya que mi ruego ha sido en vano,
te despiden el vate y el amigo,
y ambos te dicen: «¡Hasta luego, hermano!»...




ArribaAbajoGarcía Peláez, Francisco de Asís

Málaga. 1865 - Embarcado hacia América en 1899

Poeta y periodista. Redactor del Diario Mercantil de Málaga.




A un amigo


   De Calderón la décima famosa
del sabio que su estrella maldecía
ha copiado en tu mente y en la mía
la fortuna inconstante y caprichosa.

   Juzgué yo mi desdicha más penosa  5
y a ti alegre y feliz te suponía,
cuando la muerte por demás impía
te sumió en la orfandad más dolorosa.

   Y aunque yo a mis pesares bien me aferro
y encuentro irreparable su balumba,  10
hoy he de confesar mi torpe yerro,

   al ver como tu dicha se derrumba,
que si yo tengo el cuerpo en un encierro
tú tienes presa el alma en una tumba.




ArribaAbajoGarcía Tassara, Gabriel

Sevilla. 1817 - Ávila. 1875

Poeta español. Alterna su poesía con la naturaleza y los temas religiosos.




La primavera


   ¡Oh campos!, ¡oh deleite!, ¡oh hermosura!
¡Oh rica aurora en rosicler y gualda!
¡Oh flores que en balsámica guirnalda
os derramáis por la feraz llanura!

   ¡Oh bosques de prolífica espesura  5
que de los montes recamáis la espalda!
¡Oh vivas auras que de falda en falda
la fragancia lleváis y la frescura!

   ¡Oh hermoso río que el genial tesoro
dilatas por la espléndida ribera,  10
fluctuante espejo del naciente día!

   ¡Oh claro cielo de amaranto y oro!
¡Oh mañana del año! ¡Oh primavera!
¡Oh alma esposa del sol! ¡Oh Andalucía!



   Cumbres de Guadarrama y de Fuenfría,
columnas de la tierra castellana
que por las nieves y los hielos cana
la frente alzáis, con altivez sombría.

   Campos desnudos como el alma mía  5
que ni la flor ni el árbol engalana;
ceñudos al nacer de la mañana,
ceñudos al morir el breve día.

   Al fin os vuelvo a ver, tras larga era;
os vuelvo a ver con el latido interno  10
del patrio amor que, vivo, persevera.

   Para mí y para vos llegó el invierno.
Para vos tornará la primavera,
mas mi invierno, ay de mí, será ya eterno.




El insomnio


   El rayo azul de la naciente aurora
penetra ya la espesa celosía,
y huye al sonar el cántico del día
de las tinieblas la glacial señora.

   Y en vano el sueño y la quietud implora  5
del cielo sordo la plegaria mía;
sufra también del mundo en la alegría
el que del mundo la tristeza llora.

   Fiebre, insomnio y delirio y mi despecho
los genios son que sus fatales teas  10
en torno vibran de mi ardiente lecho.

   Ven con la eternidad si esto deseas,
hiere mi sien, sepúltate en mi pecho,
y, ¡oh sueño!, ven aunque la muerte seas.




La tribulación


   Hay un Dios, me lo dice el alma mía,
la tierra de otro mundo es el camino:
para el hambre y la sed del peregrino
el desierto arenal la palma cría.

   Yo tengo sed y hambre. La alegría  5
por siempre huyó del corazón mezquino,
y ya no pido a mi cruel destino
el bien que allá en mis sueños le pedía.

   Deshechas ya mis ilusiones veo
como pedazos ¡ay! de mis entrañas,  10
y ni temo, ni espero, ni deseo.

   ¡Oh tú que en mi aislamiento me acompañas!
¿En quién he de creer si en ti no creo,
y a quién he de volver si tú me engañas?




ArribaAbajoGarcía Vela, José

Asturias. 1885 - 1913

Influenciado por la poesía francesa, vio publicada su obra en 1909.




Hogares humildes


   En la blancura de la humilde mesa
hay un encanto místico y divino:
una blanda dulzura de abadesa
o una calma de ambiente campesino.

   El sol dorado y amoroso besa  5
las copas donde nos espera el vino
poniendo luces de color de fresa
en el mantel purísimo del lino.

   ¡Danos, oh pan, tu corazón cristiano;
danos, oh vino, tu perfume místico;  10
danos, oh vino, tu blancor de toca!

   Que nos encuentre el día no lejano
de nuestra muerte con el eucarístico
sabor de pan y vino en nuestra boca.




ArribaAbajoGarrido y Tortosa, Fernando

Cartagena (Murcia). 1821 - Córdoba. 1883

Fundador de periódicos. Republicano. Durante la República fue Intendente de Filipinas. Perseguido por sus ideales.




A mi amada ausente


   Gózase encantadora primavera
ostentando sus mágicos colores;
su cáliz perfumado abren las flores
amorosas al aura lisonjera.

   Embelesan el bosque y la pradera  5
dulces trinos de amantes ruiseñores,
himnos de melancólicos amores
que ardiente alumbra el sol desde su esfera.

   Todos gozan amando su ventura,
y amor sonríe a todos placentero,  10
flores, aves y prados y espesura.

   Yo que su dicha envidio, en vano espero
trocar en bien mi horrible desventura,
que de mi hermosa amada ausente muero.




ArribaAbajoGautier Benítez, José

Caguas (Puerto Rico). 1848 - San Juan (Puerto Rico). 1888

Poeta. Es considerado el Bécquer de Puerto Rico. Hallado en Internet.




Un sueño


   Soñé que la mujer a quien adoro
con infame perjurio me engañaba
y a otro amante feliz, le abandonaba
de su amor el bellísimo tesoro.

   Soñé que apasionado, que sonoro  5
su beso en otra boca resonaba
y aunque el sueño mis párpados cerraba
los abría las fuentes de mi lloro.

   Si en el drama futuro de mi vida
tan inmenso dolor me está esperando  10
que la muerte de mí compadecida

   antes me brinde su reposo blando
porque más que la tumba me intimida
mirar despierto lo que estoy soñando.




ArribaAbajoGay, Luz

Cuba. Siglo XIX - XX

Poeta. Acabó sus días en un manicomio.




A todos


   Como el suave rumor de las cascadas
cuyo raudal fecundo y cristalino
desciende en agitado torbellino
de las fértiles cimas encumbradas,

   regando las llanuras asoladas,  5
para que con su germen argentino
reverdezca el arbusto mortecino
y renazcan las flores agostadas;

   así llegan a mí las rumorosas
cadencias de las frases generosas  10
vertidas en obsequio de mi númen;

   nutriendo mi abatida fortaleza
para resucitar de la tristeza
el desmayo mortal que me consumen.




A mi amigo Juan de Dios Peza


   Toma la débil flor que te dedica
la musa blanca del país cubano;
pálida, triste, sin follaje vano,
pero en aromas de pureza rica.

   Para muertos cual tú ¿qué significa  5
en la flor bella del jardín lozano
el brillo frágil del matiz galano
que la hermosura del color implica?

   Yo, que sé bien lo que lo eterno vale,
busqué una flor que en tu sepulcro exhale  10
lo que el tiempo no estruja ni consume;

   lo que la brisa a las alturas lleva
y hasta los tronos del Señor eleva:
¡la fragante pureza del perfume!




Ya vuelve el pesimismo...


   Ya vuelve el pesimismo descarnado
a disertarme, con palabra fría,
sobre el tema nefasto que desvía
del mágico ideal que yo he soñado.

   Su acento magistral y reposado  5
con mil razones de probanza amplia
la desalentadora profecía
opositora de mi empeño airado.

   ¡Ah! si la hostil contrariedad levanta
sobre mi suerte su fatal enseña,  10
la lucha vigoriza y agiganta;

   y en mí, creyente que el error desdeña,
halla el embate resistencia tanta
como los oleajes en la peña!




Después de la fiesta


   Queden las galas otra vez guardadas:
el cinturón de plata, el blanco traje,
el chal sedoso de nevado encaje
y los ramos de flores perfumadas.

   Ya pasaron las horas agitadas  5
en que el asedio del pesar distraje,
regresando las alas sin ultraje
y de suaves aromas impregnadas.

   Pero tú, terco corazón, persistes
en conservarte indiferente y frío;  10
como has ido al sarao, así volvistes,

   y siempre melancólico y sombrío
sigues soñando con fantasmas tristes
y latiendo ¡infeliz! en el vacío.




Apología


   ¿Qué, me dicen que tú, patria querida,
tan pródiga y fecunda en bienandanza,
la que con toda bienaventuranza
ha sido por mi Dios favorecida,

   negarás a la fe que en mí se anida  5
y que con paso gigantesco avanza
al oasis feliz de la esperanza
la ayuda protectora que te pida?

   ¡Oh! no irreconciliable en tu divorcio
muestres indiferencias desdeñosas  10
al anhelo que abrigo de encumbrarte;

   pues quiero unir en ideal consorcio
todas sus simpatías amorosas
con mi abnegado culto por el Arte.




Hadas


   Las hadas que en las tardes bonancibles
descienden a la margen de la fuente,
cuando rizan la onda transparente
los besos de las brisas apacibles;

   las que en los juncos verdes y flexibles  5
reclinan mustia la abatida frente
buscando alguna tregua a la doliente
memoria de desdichas ostensibles;

   no son «las desposadas del ensueño»,
son hadas que errabundas peregrinan  10
desierta el alma del placer risueño,

   y sin ver en su senda flor alguna,
sollozantes y pálidas caminan
huérfanas del amor y la fortuna.




Apostasía


   Lejos de los festines mundanales
donde el bullicio, aturde los sentidos
y arrebata la paz a los queridos
blancos y transparentes ideales;

   lejos de las perfidias desleales  5
que del mundo en los senos carcomidos
germinan, cual microbios corrompidos
en el fondo de infectos lodazales;

   entre la soledad del aislamiento,
así pretendo consumir la vida;  10
y que bogue mi alado pensamiento

   como la nave en alta mar perdida
que se abandona a la merced del viento
y de su propia suerte se descuida.




Inspiración


   Recorren las agujas silenciosas,
las horas, en la esfera señaladas,
y en el reloj las doce campanadas
una tras otra vibran sonorosas.

   Duerme la creación; y las hermosas  5
fantásticas visiones de las «hadas»
de su aligero vuelo fatigadas,
mueren entre las brumas tenebrosas.

   Solo mi pensamiento, delirante
en la región de las ideas vela,  10
vagando entre la rima, el consonante

   y las estrofas, porque loco anhela,
hallar en ello el eficaz calmante
del agitado afán que me desvela.




¡Fugace!


   Como envuelve la clara luz del día
y el vespertino diáfano paisaje
entre su denso y lúgubre ropaje
la noche melancólica y sombría;

   así envuelve mi cándida alegría,  5
a mi valor moral haciendo ultraje,
en los luctuosos pliegues de su traje
la fatídica y cruel melancolía.

   Mas, si la sombra de la duda cruenta
nublar la fe del corazón intenta,  10
pasará por su radio terso y puro

   fugace como pasa fugazmente
por el disco del sol resplandeciente,
la mancha negra del eclipse oscuro.




Flores y almas


   Del perfumado edén do florecieron
heterogéneas plantas primorosas,
osé arrancar unas gallardas rosas
cuyas espinas, pérfidas, me hirieron.

   Mártires de mis ansias también fueron  5
los lirios de hojas tersas y sedosas,
y al troncharlos fragancias olorosas
derramando su savia me ofrecieron.

   Almas hay, que vulgares y mezquinas
hieren, como las rosas con espinas,  10
al que inconscientemente los agravia;

   almas hay, superiores, que prefieren
cual los sensibles lirios, si les hieren
sufrir la herida y derramar la savia.




ArribaAbajoGazul, Arturo

Extremadura. Siglo XIX

Poeta.




A un suicida


   Aun recuerdo tu cráneo destrozado
manando sangre por la abierta herida;
aun recuerdo tu mano de suicida
oprimiendo el revolver descargado.

   El cristal de tus ojos vidriado  5
lanzaba su postrera despedida,
y tu exánime cuerpo, ya sin vida,
rodaba por el suelo ensangrentado.

   Sobre el negro pupitre de tu mesa
una carta sombría se ostentaba;  10
era el adiós potrero a tu Teresa.

   Y al pie de tu sepulcro, yo recuerdo,
que esa mujer riendo murmuraba:
«Si alguna lo he visto, no me acuerdo.»




ArribaAbajoGeada, Juan J.

Cuba. Siglos XIX - XX

Poeta.




Yo no lo sé


   Yo no lo sé. Me han dicho que te mueres
enferma de un dolor desconocido;
y que a la Ciencia un imposible res,
que no halla en tu dolor nada aprendido.

   Que de todo te aburres al momento.  5
Y que el piano te hastía; y te sofoca
la lectura y el canto, que el contento
jamás lleva sonrisas a tu boca.

   Que no puedes vivir. Constantemente
recorres las estancias, indolente,  10
como buscando en el andar consuelo.

   Y que después, cansada y abatida,
cual queriendo pasar, a la otra vida,
dices mi nombre, suspirando, al cielo.




Sin esperanzas


   Desde los más profundos abismos de la vida
yo te invoqué mil veces; y mil veces mi afán
fue para mis anhelos la estrella bendecida
que fulguró un instante con dulce fulgurar.

   ¿Por qué no te levantas, flor de mis pensamientos,  5
y vienes con tus ósculos de esperanza y de fe,
a darme lo que en vida me dieron tus alientos
y a nutrir de ilusiones mis ansias del ayer?

   ¡Muerta querida, lejos de ti la vida mía
se deshoja cual mustia Rosa de Alejandría  10
sangrando gota a gota mi amante corazón!

   Y en vano es que te implore, si no has de volver nunca.
El soplo de tu muerte dejó en mi alma trunca
la flor de la esperanza y el iris del amor.




ArribaAbajoGiberga, Eliseo

Matanzas (Cuba). 1854 - 1916

Poeta y político.




En el segundo aniversario de la instalación de la república


   El breve tallo, que en labor paciente
hoy empieza a romper la tierra dura,
árbol será mañana, cuya altura
hasta los cielos llevará su frente.

   Al cansado arador sombra clemente  5
dará en su hojas y en su fruto hartura;
a su pobre heredad cerca segura;
a su humilde cocina brasa ardiente.

   Y una y otra, robusta y vividora,
luenga prole, sin término y sin cuento,  10
verá en torno del árbol cada aurora...

   ¡Tal, de un pueblo feliz gloria y sustento,
la República dure vencedora
de los tiempos, cien siglos y otros ciento!




Los bueyes


   De Tejas vino aquel; este de Honduras;
y hoy, en otra región, bajo otro dueño,
juntos rumian tejano y hondureño
insensibles al cambio, otras verduras.

   Ora sueltos sin yugo en las llanuras,  5
ya uncidos del arado al santo leño,
ya en lenta digestión, o en largo sueño,
nunca amarga un recuerdo sus harturas.

   El establo es su patria. Donde quiera
que are el buey, ni otra tuvo, ni más quiere  10
que buen pasto y sufrida compañera.

   Más que el hombre feliz, no ha conocido
el amor que en el hombre nunca muere;
el amor de la tierra en que ha nacido.




ArribaAbajoGil, Constantino

Madrid. Siglo XIX

Poeta y escritor.




Soneto


   Yo confieso, Señor, que es gran pecado
este de amar el fruto prohibido;
pero tú sabes bien que no he cedido
sino al caer sin fuerzas, hechizado.

   Tú, que mi corazón habrás mirado,  5
podrás haberlo visto arrepentido.
Yo no pequé, Señor, perdí el sentido
y al cobrar la razón me vi manchado.

   Flaca es la pobre carne que me diste.
Torpe el alma también, pues no refrena  10
al bruto que por cárcel le pusiste,

   débil lazo a las dos las encadena
todo es débil, Señor, así lo hiciste,
¿cómo vas a imponer fuerte la pena?




ArribaAbajoGil, Ricardo

Madrid. 1855 - Madrid. 1908

Poeta.




Pereza


   No de rizosas plumas el mullido
cómodo lecho mi pereza ansía,
sino de blando césped en la umbría
fresca arboleda solitario nido;

   un cielo azul; el lento y sostenido  5
gotear de la fuente en la vacía
sonante roca, y el olor que envía
el pino por las auras removido.

   Broten luego al caer el sol poniente,
creciendo con la sombras el reposo,  10
del ruiseñor las trémulas escalas,

   y entornará mis ojos dulcemente
ese sueño tranquilo y misterioso
en que a la mariposa nacen alas.




Sueña...


   No despiertes aún... En los risueños
abriles tan cercanos a tu cuna
vas cabalgando al rayo de la luna
en el corcel nevado de los sueños...

   Suelta la rienda de oro... Los pequeños  5
te atajarán con crítica importuna...
Déjalos que, envidiando tu fortuna,
rían de tus quiméricos empeños.

   De paso vas... Del éter estrellado
no desciendas a un mundo miserable  10
que todo sueño en lágrimas disuelve...

   ¡Antes se pierda tu corcel nevado
en la noche callada, impenetrable
de esa región de la que nadie vuelve!...




Mi único enemigo


   Amigo cariñoso en apariencia
y en realidad verdugo, de mi suerte
decide a su capricho con el fuerte
poder de su satánica elocuencia:

   en torpe desaliento, sin clemencia  5
toda viril aspiración convierte
y triunfa y hace luego que despierte
voraz remordimiento en mi conciencia.

   Tú lo sabes, Dios mío, la mezquina
loca pasión, el vergonzoso miedo,  10
la duda y el estéril egoísmos

   son armas con que lucha y me domina...
¡Véncele Tú, Señor, que yo no puedo,
no le puedo vencer, pues soy yo mismo!




Consejo


   Luzbel, (que, mientras Dios hizo la rosa,
la espina modelo traidoramente)
en un remanso de agua transparente
vertió al pasar su baba ponzoñosa.

   Contemplándose en él Eva curiosa  5
dejó caer, al inclinar la frente,
la flor que la adornaba, y sonriente
creyó al cristal que la llamaba hermosa.

   Cerró los ojos y se vio sin ella
en otro espejo... tímidos sonrojos  10
sintió, y después mortales agonías...

   Cuando el tuyo consultes, niña bella,
para mirarte bien, cierra los ojos
y quiera Dios que entonces te sonrías.




Prudencia


   No con reserva inútil, irrisoria,
de nuestro amor ocultaré el tesoro.
Busca la luz para brillar el oro.
¿Por qué lo he de ocultar siendo mi gloria...?

   En tu huerto las flores de memoria  5
saben, hace ya tiempo, que te adoro.
Lo repiten los pájaros en coro.
Las estrellas conocen nuestra historia.

   Mas de quien no comprenda el verdadero
valor de mi tesoro, tenazmente  10
como el avaro recatarme quiero.

   No digas, no, que oculto mi ferviente
amor; lo sabe el universo entero.
¿Quién lo ignora?... Los hombres solamente.




Jurar en vano


   ¡Juramentos de amor!... Música vana,
¡no por sabida menos tentadora!...
De nada sirve que os améis ahora
si no juráis que os amaréis mañana.

   ¿Qué la insaciable voluntad humana  5
es tornadiza? La pasión lo ignora
y desdeña el presente, soñadora,
y por triunfar del porvenir se afana.

   Laura: en vuestra ventura necesita,
para desvanecer recelo amargo,  10
juramentos que abarquen lo futuro.

   Que tu voz cadenciosa los repita
una vez y otra y mil... Y sin embargo
no creo en juramentos, te lo juro.




A Calderón


Alabado por Pedancio


   Siendo español no ha sido perezoso,
ni siendo militar fue pendenciero;
cortesano y no ha sido lisonjero;
teólogo y al ergo dio reposo;

   Honores recibió; no fue ambicioso:  5
fue poeta y modesto... ¿Pues qué pero,
qué falta impide que el romano clero
canonice a varón tan virtuosos?...

   ¿A qué tanto esperar? Yo le consagro
mis oraciones ya con toda el alma  10
en los combates de la carne recios...

   Mas ya sé lo que esperan, un milagro:
ver si después de muerto puede en calma
resistir la alabanza de los necios.




ArribaAbajoGil de Ainciltegui, Fermín

Almería. Siglo XIX - Siglo XX

Obtuvo la flor natural de los Juegos Florales de Almería en 1899.




La cita


   Ya se va el sol... cuando haya anochecido
al bosque ve de la cercana hacienda,
que ya, ansioso de verte, dulce prenda,
allí te aguardaré de amor henchido.

   No te asuste el paraje ensombrecido  5
ni la hora de la cita te sorprenda,
ni al recordar del bosque la leyenda
apresure tu sangre su latido.

   No tema son, que la presión sintiendo
de tu pie sobre el césped, reina mía,  10
el bosque irá su lobreguez perdiendo,

   de aroma y luz se llenará la umbría
y cantarán los pájaros creyendo
que vuelve el sol y que comienza el día!




ArribaAbajoGollury, Ramón B. (Roger de Lauria)

Cuba. Siglos XIX - XX

Poeta.




Ricardo Marín


   Llegó un día de lejos, vertiendo laborista
sus bravos ideales, con fe y con devoción,
y como allá, aquí ha sido poeta y socialista
a la manera estoica de Iglesias y Prudhom.

   El, de vivir en Rusia, tal vez fuera anarquista;  5
mas, desde tiempo, es sólo un ebrio de ilusión,
que sueña para España, leal, la reconquista
de aquellos viejos fueros del pueblo de Aragón.

   Eterno visionario, en aras de una idea
como el divino Apóstol vagara por Judea  10
llevando a los humildes su verbo, todo luz.

   ¡Y luego, cuando el tiempo su anhelo sorprendiera
contento de su obra quedara, si pudiera
por todos sus hermanos morir en una cruz!




ArribaAbajoGómez de Avellaneda, Gertrudis

Puerto Príncipe. (Cuba) 1814 - Madrid. 1873

Escritora cubana. Hija de un marino español, se traslada a vivir a España el año 1836 y se la considera desde esa fecha vinculada a Madrid. Contrajo matrimonio en dos ocasiones.




Las contradicciones


(Imitación de Petrarca)


   No encuentro paz, ni me permiten guerra;
de fuego devorado, sufro el frío;
abrazo un mundo, y quédome vacío;
me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.

   Ni libre soy, ni la prisión me encierra;  5
veo sin luz, sin voz hablar ansío;
temo sin esperar, sin placer río;
nada me da valor, nada me aterra.

   Busco el peligro, cuando auxilio imploro;
al sentirme morir me encuentro fuerte;  10
valiente pienso ser, y débil lloro.

   Cúmplese así mi extraordinaria suerte;
siempre a los pies de la beldad que adoro,
y no quiero mi vida ni mi muerte.




El recuerdo importuno


   ¿Serás del alma eterna compañera,
tenaz memoria de veloz ventura?...
¿Por qué el recuerdo interminable dura,
si el bien pasó cual ráfaga ligera?

   ¡Tú, negro olvido, que con hambre fiera  5
abres ¡ay! sin cesar tu boca oscura,
de glorias mil inmensa sepultura
y del dolor consolación postrera!

   Si a tu vasto poder ninguno asombra,
y el orbe riges con tu cetro frío,  10
¡Ven! que su dios mi corazón te nombra.

   ¡Ven! y devora este fantasma impío,
de pasado placer, pálida sombra,
de placer por venir, nublo sombrío!




Al Duque de Frías


(Desde el Real Sitio de San Ildefonso, contestando a otro que me dirigió)


   Más me inspira tu voz, que en estos valles,
montes un día y rústicos apriscos,
los parques, los jardines y obeliscos,
que guardan ninfas de marmóreos talles.

   No me dará placer, mientras tú calles,  5
que el raudal brote en espumantes discos...
pues hace hermosos la amistad los riscos,
y es en la soledad triste Versalles.

   Si con mi voz el ruiseñor modula,
no entiende tonos la nadante carpa,  10
y en vano el canto en derredor circula.

   Pronto -cual nave que del puerto zarpa-
vuelva al Borbón-Edén y entonces Tula
un himno entonará, pulsando el arpa.




A Dios


   ¿No es delirio, Señor? Tú, el absoluto
en belleza, poder, inteligencia;
Tú, de quien es la perfección esencia
y la felicidad santo atributo;

   Tú, a mí -que nazco y muero como el bruto-  5
Tú, a mí -que el mal recibo por herencia-
Tú, a mí -precario ser, cuya impotencia
sólo estéril dolor tiene por fruto...

   ¿Tú me buscas ¡oh Dios! Tú el amor mío
te dignas aceptar como victoria  10
ganada por tu amor a mi albedrío?...

   ¡Sí! no es delirio; que a la humilde escoria,
digno es de tu supremo poderío
hacer capaz de acrecentar tu gloria!




Al nombre de Jesús


   Es grata al caminante en noche fría
la alegre llama del hogar caliente:
Grata al que corre bajo el sol ardiente
la fresca sombra de arboleda umbría.

   Grato, como dulcísima armonía,  5
para el sediento el ruido de la fuente,
y grato respirar en libre ambiente
para quien sale de mazmorra impía.

   Es grata, en fin, la lluvia al campesino;
grata al guerrero belicosa fama;  10
y grato el natal suelo al peregrino.

   Pero más que aire, sombra, fuente, llama,
lluvia, patria, laurel, ¡Jesús divino!
tu nombre es grato al corazón que te ama.




Al partir


   ¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo
como cubre el dolor mi triste frente.

   ¡Voy a partir!... La chusma diligente  5
para arrancarme del nativo suelo
las velas iza y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.

   Adiós, patria feliz. ¡Edén querido!
do quien que el hado en su furor me impela  10
tu dulce nombre halagará mi oído.

   ¡Ay, que ya cruje la turgente vela,
el ancla se alza, el buque estremecido
las olas corta y silencioso vuela!




Al monumento del Dos de Mayo


   ¡Mármol que guardas inmortal memoria
de alta constancia, de virtud severa,
yo te saludo por la vez primera
ardiendo en sed de libertad, de gloria!

   La página más bella de la Historia  5
grabó en tu frente la nación Ibera,
y en ti verá la gente venidera
coronando a la muerte la victoria.

   ¡Ah, note admire el Universo en vano!
De la ambición el ímpetu sañudo,  10
quiebre en tu base su furor insano,

   y hable a los pueblos tu silencio mudo,
y hable también al opresor tirano...
¡Monumento inmortal, yo te saludo!




A Washington


   No en tu pasado a tu virtud modelo
ni copia al porvenir dará la Historia
ni el laurel inmortal de tu victoria
marchitaron los siglos en su vuelo.

   Si con rasgos de sangre guarda el suelo  5
del coloso del Sena la memoria,
cual rastro puro brillará tu gloria
nunca empañada por oscuro velo.

   Mientras la fama las virtudes cuente
del héroe ilustre que cadenas lima  10
y la cerviz de los tiranos doma,

   alza gozosa América tu frente
que el Cincinato que formó tu clima
le admira el mundo, y te lo envidia Roma.




Mi mal


   En vano ansiosa tu amistad procura
adivinar el mal que me atormenta;
en vano, amigo, conmovida intenta
revelarlo mi voz a tu ternura.

   Puede explicarse el ansia, la locura,  5
con que el amor sus fuegos alimenta,
puede el dolor, la saña más violenta
exhalar por el labio la amargura.

   Más de decir mi malestar profundo
no halla mi voz, mi pensamiento medio,  10
y al indagar su origen me confundo:

   pero es un mal terrible, sin remedio,
que hace odiosa la vida, odioso el mundo,
que seca el corazón... ¡En fin es tedio!




A las estrellas


   Reina el silencio: fulgidas en tanto
luces de paz, purísimas estrellas,
de la noche feliz lámparas bellas
bordáis con oro su luctuoso manto.

   Duerme el placer, mas vela mi quebranto  5
y rompen el silencio mis querellas,
volviendo el eco unísono con ellas
de aves nocturnas el siniestro canto.

   ¡Estrellas cuya luz modesta y pura
del mar duplica el azuloso espejo!  10
Si a compasión os mueve la amargura,

   el intento penar porque me quejo
¿cómo para aclarar mi noche oscura
no tenéis, ¡ay! ni un pálido reflejo?




El sol en un día de diciembre


   Reina en el cielo. ¡Sol reina e inflama
con tu alto fuego mi cansado pecho:
sin luz, sin brío, comprimido, estrecho,
un rayo anhela de tu ardiente llama.

   A tu influjo feliz brote la grana:  5
el hielo caiga en tu fulgor deshecho,
¡sal, del invierno rígido a despecho
rey de la esfera, sal, mi voz te llama!

   De los dichosos campos de mi cuna
recibió de tus rayos el tesoro,  10
aléjame por siempre la fortuna:

   bajo otro cielo, en otra tierra lloro,
donde la niebla abrúmame importuna...
¡Sal rompiéndola, Sol, que yo te imploro!




A una mariposa


   Hija del aire, nívea mariposa,
que de luz y perfume te embriagas
y del jazmín al amaranto vagas,
como del lirio a la encendida rosa.

   Tú que te meces cándida y dichosa  5
sobre mil flores que volando halagas,
y una caricia por tributo pagas
desde la más humilde a la orgullosa:

   Sigue, sigue feliz tu raudo vuelo,
placer fugaz, no eterno, solicita  10
que la dicha sin fin sólo es del cielo.

   Fijar tu giro vagaroso evita,
que la más bella flor que adorna el suelo
brilla un momento y dóblase marchita.




Deseo de venganza


Escrito en una tarde tempestuosa


   ¡Del huracán espíritu potente
rudo como la pena que me agita,
ven, con el tuyo mi furor excita,
ven con tu aliento a enardecer mi mente!

   ¡Qué zumbe el rayo y con fragor reviente:  5
mientas cual hoja seca o flor marchita,
tu fuerte soplo al roble precipita,
roto y deshecho el bramador torrente!

   Del alma que te invoca y acompaña,
envidiando tu fuerza destructora,  10
lanza a la par la confusión extraña.

   ¡Ven, y al dolor que insano te devora
haz suceder tu poderosa saña
y el llanto seca que cobarde llora!




Imitando una oda a Safo


   ¡Feliz quien junto a ti por ti suspira,
quien oye el eco de tu voz sonora,
quien el halago de tu risa adora,
y el blando aroma de tu aliento aspira!

   Ventura tanta que envidiosa admira  5
el querubín que en el empíreo mora,
el alma turba, el corazón devora,
y el torpe acento, al expresarla, expira.

   Ante mis ojos desfallece el mundo,
y por mis venas circular ligero  10
el fuego siento del amor profundo.

   Trémula, en vano resistirte quiero...
de ardiente llanto la mejilla inundo...
¡delirio, gozo, te bendigo y muero!




ArribaAbajoGonzález, Manuel Dionisio

Cuba. Siglo XIX




Regreso a Villaclara


   Cuando retorno a mis nativos lares
tras larga ausencia, y sus contornos miro,
la risueña expresión de nuevo admiro
de sus verdes campiñas y palmares;

   ornado de aguinaldos y azahares,  5
rico de pompa muéstrase el Capiro,
y su ambiente odorífico respiro
al eco de mis débiles cantares.

   Estos instantes de emociones puras
que, al saludar mi patria en este día,  10
me recuerdan mis tiempo de venturas,

   sean augurios del bien que mi alma ansía,
al deplorar pasadas amarguras
y el mal que agobia la existencia mía.




A una palma


   Reina del campo, soberana diosa,
con cuanta majestad alzas la frente,
envidia dando a la plateada fuente,
al bosque, al llano y la pradera hermosa;

   sobre tus pencas juegas deleitosa  5
el aura pura matinal, sonriente,
y la pristina luz del claro oriente,
derrámase en tu copa esplendorosa.

   ¡Bella y sublime creación del cielo,
que ostenta tu poder y lozanía  10
en los pensiles del cubano suelo!

   Escucha grata de la lira mía
el débil canto que en mi ardiente anhelo
tributo a tu beldad y bizarría.




ArribaAbajoGonzález Agejas, Lorenzo

España. Siglo XIX

Poeta.




Amor


   ¿Qué es el amor? ¿Habrá quien no lo sienta?
Mas definirlo es ya harto cosa grave.
¿Quién puede del misterio dar la clave?
¿Quién lo infinito limitar intenta?

   ¿Es quizá esa atracción la que sustenta  5
mundos y mundos, de su peso grave
anulando el esfuerzo? ¿Quién lo sabe?
¿Es la luz el calor que todo alienta?

   Sólo sé que a su foco, dulcemente
una pupila azul que luz derrama  10
arrastróme con lazo misterioso.

   Y de mi vida sol resplandeciente,
en vez de calcinarme con su llama
de mi ser hizo dos: ¡padre y esposo!




ArribaAbajoGonzález Blanco, Andrés

Cuenca. 1888 - Madrid. 1924

Filosofía y Letras en Madrid.




Soneto


   Tarde de procesión, tarde serena
en que te conocí y me enamoraste;
alegre tarde aquella en que dejaste
de amor y poesía el alma llena.

   Eres hermosa, complaciente y buena.  5
Cuando yo te miré tú me miraste
y luego sonreíste y te ocultaste
con virginal rubor, pero sin pena.

   En tu sonrisa juvenil y fresca,
que subrayó mirada picaresca,  10
adiviné yo un mundo de alegrías.

   Y pienso al recordarte tristemente,
que nunca más aureolará mi frente
aquel buen sol de mis primeros días.




Tardes sosas y estériles...


   Tardes sosas y estériles, lentas tardes de fiesta,
tardes interminables, tardes que se han pasado
sobre el lecho, leyendo a un autor olvidado,
o durmiendo una larga y perezosa siesta.

   Salimos cuando el sol ya se había ocultado;  5
y fuimos a un café donde había una orquesta
que nos causó fastidio de nuestra vida honesta
evocándonos sitios que no hemos visitado...

   Y al son de algún racconto fugaz de Rigoletto,
nuestra alma se explayaba en su anhelo secreto;  10
su anhelo hacia las cosas que nunca logrará...

   Soñábamos mujeres vaporosas, lejanas,
que moran en las cálidas ciudades antillanas,
donde nuestro destino jamás nos llevara...




ArribaAbajoGonzález del Castillo, Carmen

Esposa del poeta canario Rafael M. Martín Fernández Neda (1833-1908).




Contestación a un soneto de su esposo


   «Gozo tanto en mirarte»... ¿Por qué mientes?
¿Acaso ignoro yo que has olvidado
hasta el recuerdo del placer pasado
y que la dicha del amor no sientes?

   ¡Que no amas sino a mí! Los Inocentes  5
pasaron; pero el labio desgarrado
no mentirá el amor que te he jurado;
tú juraste también, mas te arrepientes.

   ¡Mi pobre corazón, cuánto has sufrido!
Pero, Señor, ¿que es esto?... Estoy llorando  10
y del perdido amor cuentas le pido.

   ¡Qué niña soy! El sueño va pasando.
¡Qué triste despertar! ¡Cuánto he dormido!
Y no me agrada ya vivir soñando.



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