Dramaturgo
español. Después de viajar por América ingresa
en la Academia Española. Director del Museo
Arqueológico. Traductor del teatro francés.
Amor sin
celos
Tengo aprensiones
yo como cualquiera,
y tocante a caprichos ¡no se
diga!
El campo siempre verde me
fatiga,
el cielo siempre azul me
sospecha.
Triste la luz del
sol me pareciera
5
sin esa noche del dolor amiga,
y sin la pena que el placer
mitiga,
hasta la vida misma
aborreciera.
Pues esos ojos
tuyos, dueño mío,
que pueden afrentar a uno y mil
cielos,
10
causaron mi amoroso
desvarío.
No hallé
sombra en su luz, no hallé desvelos,
y mi ardiente pasión
murió de frío;
que así muere el amor cuando
no hay celos.
Soneto
¿Por
qué funesto error, por qué demencia
hemos venido a tan infame
estado
que a disfrazar las llagas del
pecado
no basta ya la hipócrita
apariencia?
La virtud, la
hidalguía, en la experiencia
5
de su estéril valor se han
estrellado,
y mi patria feliz es ya un
mercado
en que se vende a gritos la
conciencia.
No hay gloria, no
hay dolor, no hay sacrificio
que por viles parásitos
hambrientos
10
no se convierta en propio
beneficio.
Y la gangrena
avanza por momentos,
y bajo el ancho pedestal del
vicio
restallan del Estado los
cimientos.
La cita a la
madrugada
No hay pena, no
hay dolor, hermosa mía,
que yo no arrostre por tus lindos
ojos;
esclavo viviré de tus
antojos
en tanto que a mi amor tu amor
sonría.
Preso en tus
dulces lazos noche y día;
5
bebiendo el néctar de tus
labios rojos,
¿cómo sentir los
pérfidos abrojos
que del mundo falaz cubren la
vía?
¡Adorarte y
no más! Este es mi oficio,
y no hay afecto ni pasión
profana
10
que no venza mi amor en tu
servicio.
¡Mas soy
flaco mortal, hermosa Juana!
Pídeme de mi sangre el
sacrificio,
y déjame dormir por las
mañanas.
La
ambición
Huye,
ambición, al ostentoso lecho
donde reposa el feble
cortesano:
donde divierte su cuidado en
vano
bajo la pompa del dorado
techo.
Airada oprime tu
agitado pecho,
5
en él aborta tu veneno
insano,
y resentido al toque de tu
mano
el mundo juzgue a su anhelar
estrecho.
Mas nunca
imprimas en el alma mía
el hidrópico anhelo de
grandeza...
10
dame la paz en que vivir
solía.
En mi estado
infeliz, en mi pobreza,
no desear tan sólo
apetecía,
que es para el hombre la mayor
riqueza.
La
garza
Sube veloz por
las etéreas salas,
garza fugaz, y al mundo
señorea,
y opón al brillo de la luz
Febea
la regia pompa de tus blancas
galas.
Cuando las nubes
en altura igualas,
5
si estremecido el mundo
titubea,
la ruda tempestad tu frente
orea
y el tremendo huracán mece
tus alas.
Así yo un
tiempo mi ligero vuelo
a un sol más puro remontar
quería
10
y alcé mi orgullo a
conquistar el cielo.
Pero nublose con
sorpresa impía,
y las alas cortadas a mi
anhelo,
murió su luz y la esperanza
mía.
La
calma
No vi la pompa de
dorada cuna
mecer mi infancia ni halagar mis
días,
ni vi prestarse a las pasiones
mías
el celo encantador de la
fortuna.
Jamás mi
mente en esperanza alguna
5
se alimentó de locas
fantasías,
ni mi sueño entre
imágenes sombrías
turbara la ambición, negra,
importuna.
¡Pero en
pobreza mísera la suerte
guardo a mi afán un
término medido
10
y un corazón en la desgracia
fuerte!
De este modo mi
anhelo reducido,
¿qué temer debo el
hora de mi muerte
si más felicidad no he
conocido?
A la muerte de
E...
¡Rosa
marchita, que en tu bella aurora
víctima fuiste del rigor del
hado!
¡Flor malograda que con
ceño airado
la Parca horrible desoló
traidora!
¡Oh!
¡Cuánto has sido triste! En vano llora
5
siempre Dalmiro en tu sepulcro
helado,
que a cada instante un eco
desmayado
murió, me dice, tu infeliz
pastora.
¡Y no
más la veré! ¡Terrible pena!
¡Y no más en su rostro
la sonrisa
10
hará mi encanto, de delicias
llena!
¡Oh!
¡Dura suerte! ¡Obligación precisa!
¡Que ya más no
veré tu faz serena!
Que ya no existe mi adorada
Elisa.
Al Cardenal
Cisneros
Si un instante
romper te fuera dado
la glacial ligadura de la
muerte,
¡oh humilde franciscano!,
¡de qué suerte
te sintieras de gozo
arrebatado!
Viera vuestro
león, desmelenado,
5
sacudiendo el sopor del
sueño inerte
caer rugiendo vengativo y
fuerte
sobre el tigre del África
indomado.
Hoy, renovando
timbres de tu gloria,
van de Bullones por la inhiesta
falda
10
los hijos de Castilla a la
victoria;
y en breve su
bandera roja y gualda,
clavarán, invocando tu
memoria,
del Atlas rudo en la breñosa
espalda.
El
hipócrita
Siempre afectando místico
lenguaje,
es prevaricador impertinente.
Cándido amor a la pobreza
miente,
y al oro, que es su dios, rinde
homenaje.
Modestia finge
con sencillo traje,
5
como al lirio odorífico y
riente
intenta remedar la pestilente
corola azul del fraude más
salvaje.
Sus ojos, en que
brilla la impaciencia,
buscan la tierra y con mentido
celo
10
se condena a incesante
reverencia,
mas no por
humildad se inclina al suelo:
es que le abruma tanto la
conciencia,
que ya no puede ni aun mirar al
cielo.
A don Adelardo
López de Ayala
¿De
qué celeste Numen alcanzaste,
¡gloria del suelo en que
rodó tu cuna!,
el alto ingenio que al saber se
aduna
como la perla al generoso
engaste?
Poeta y orador,
raro contraste
5
de varias dotes, con igual
fortuna
en el templo del arte, en la
tribuna,
espléndidos laureles
conquistaste.
¡Pero nos
deja ya! Dios me es testigo
de que aceptara inútil el
anciano,
10
partir ya solo a caminar
contigo.
Pero ya que mi
ruego ha sido en vano,
te despiden el vate y el
amigo,
y ambos te dicen:
«¡Hasta luego, hermano!»...
García Peláez, Francisco
de Asís
Málaga.
1865 - Embarcado hacia América en 1899
Poeta y
periodista. Redactor del Diario Mercantil de
Málaga.
A un
amigo
De
Calderón la décima famosa
del sabio que su estrella
maldecía
ha copiado en tu mente y en la
mía
la fortuna inconstante y
caprichosa.
Juzgué yo
mi desdicha más penosa
5
y a ti alegre y feliz te
suponía,
cuando la muerte por demás
impía
te sumió en la orfandad
más dolorosa.
Y aunque yo a mis
pesares bien me aferro
y encuentro irreparable su
balumba,
10
hoy he de confesar mi torpe
yerro,
al ver como tu
dicha se derrumba,
que si yo tengo el cuerpo en un
encierro
tú tienes presa el alma en
una tumba.
García Tassara, Gabriel
Sevilla. 1817 -
Ávila. 1875
Poeta
español. Alterna su poesía con la naturaleza y los
temas religiosos.
La
primavera
¡Oh
campos!, ¡oh deleite!, ¡oh hermosura!
¡Oh rica aurora en rosicler y
gualda!
¡Oh flores que en
balsámica guirnalda
os derramáis por la feraz
llanura!
¡Oh bosques
de prolífica espesura
5
que de los montes recamáis
la espalda!
¡Oh vivas auras que de falda
en falda
la fragancia lleváis y la
frescura!
¡Oh hermoso
río que el genial tesoro
dilatas por la espléndida
ribera,
10
fluctuante espejo del naciente
día!
¡Oh claro
cielo de amaranto y oro!
¡Oh mañana del
año! ¡Oh primavera!
¡Oh alma esposa del sol!
¡Oh Andalucía!
Cumbres de
Guadarrama y de Fuenfría,
columnas de la tierra
castellana
que por las nieves y los hielos
cana
la frente alzáis, con
altivez sombría.
Campos desnudos
como el alma mía
5
que ni la flor ni el árbol
engalana;
ceñudos al nacer de la
mañana,
ceñudos al morir el breve
día.
Al fin os vuelvo
a ver, tras larga era;
os vuelvo a ver con el latido
interno
10
del patrio amor que, vivo,
persevera.
Para mí y
para vos llegó el invierno.
Para vos tornará la
primavera,
mas mi invierno, ay de mí,
será ya eterno.
El
insomnio
El rayo azul de
la naciente aurora
penetra ya la espesa
celosía,
y huye al sonar el cántico
del día
de las tinieblas la glacial
señora.
Y en vano el
sueño y la quietud implora
5
del cielo sordo la plegaria
mía;
sufra también del mundo en
la alegría
el que del mundo la tristeza
llora.
Fiebre, insomnio
y delirio y mi despecho
los genios son que sus fatales
teas
10
en torno vibran de mi ardiente
lecho.
Ven con la
eternidad si esto deseas,
hiere mi sien, sepúltate en
mi pecho,
y, ¡oh sueño!, ven
aunque la muerte seas.
La
tribulación
Hay un Dios, me
lo dice el alma mía,
la tierra de otro mundo es el
camino:
para el hambre y la sed del
peregrino
el desierto arenal la palma
cría.
Yo tengo sed y
hambre. La alegría
5
por siempre huyó del
corazón mezquino,
y ya no pido a mi cruel
destino
el bien que allá en mis
sueños le pedía.
Deshechas ya mis
ilusiones veo
como pedazos ¡ay! de mis
entrañas,
10
y ni temo, ni espero, ni
deseo.
¡Oh
tú que en mi aislamiento me acompañas!
¿En quién he de creer
si en ti no creo,
y a quién he de volver si
tú me engañas?
García Vela, José
Asturias. 1885 -
1913
Influenciado por
la poesía francesa, vio publicada su obra en 1909.
Hogares
humildes
En la blancura de
la humilde mesa
hay un encanto místico y
divino:
una blanda dulzura de abadesa
o una calma de ambiente
campesino.
El sol dorado y
amoroso besa
5
las copas donde nos espera el
vino
poniendo luces de color de
fresa
en el mantel purísimo del
lino.
¡Danos, oh
pan, tu corazón cristiano;
danos, oh vino, tu perfume
místico;
10
danos, oh vino, tu blancor de
toca!
Que nos encuentre
el día no lejano
de nuestra muerte con el
eucarístico
sabor de pan y vino en nuestra
boca.
Garrido y Tortosa, Fernando
Cartagena
(Murcia). 1821 - Córdoba. 1883
Fundador de
periódicos. Republicano. Durante la República fue
Intendente de Filipinas. Perseguido por sus ideales.
A mi amada
ausente
Gózase
encantadora primavera
ostentando sus mágicos
colores;
su cáliz perfumado abren las
flores
amorosas al aura lisonjera.
Embelesan el
bosque y la pradera
5
dulces trinos de amantes
ruiseñores,
himnos de melancólicos
amores
que ardiente alumbra el sol desde
su esfera.
Todos gozan
amando su ventura,
y amor sonríe a todos
placentero,
10
flores, aves y prados y
espesura.
Yo que su dicha
envidio, en vano espero
trocar en bien mi horrible
desventura,
que de mi hermosa amada ausente
muero.
Gautier Benítez, José
Caguas (Puerto
Rico). 1848 - San Juan (Puerto Rico). 1888
Poeta. Es
considerado el Bécquer de Puerto Rico. Hallado en
Internet.
Un
sueño
Soñé que la mujer a quien
adoro
con infame perjurio me
engañaba
y a otro amante feliz, le
abandonaba
de su amor el bellísimo
tesoro.
Soñé que apasionado, que
sonoro
5
su beso en otra boca resonaba
y aunque el sueño mis
párpados cerraba
los abría las fuentes de mi
lloro.
Si en el drama
futuro de mi vida
tan inmenso dolor me está
esperando
10
que la muerte de mí
compadecida
antes me brinde
su reposo blando
porque más que la tumba me
intimida
mirar despierto lo que estoy
soñando.
Gay, Luz
Cuba. Siglo XIX -
XX
Poeta.
Acabó sus días en un manicomio.
A
todos
Como el suave
rumor de las cascadas
cuyo raudal fecundo y
cristalino
desciende en agitado
torbellino
de las fértiles cimas
encumbradas,
regando las
llanuras asoladas,
5
para que con su germen
argentino
reverdezca el arbusto
mortecino
y renazcan las flores
agostadas;
así llegan
a mí las rumorosas
cadencias de las frases
generosas
10
vertidas en obsequio de mi
númen;
nutriendo mi
abatida fortaleza
para resucitar de la tristeza
el desmayo mortal que me
consumen.
A mi amigo Juan de
Dios Peza
Toma la
débil flor que te dedica
la musa blanca del país
cubano;
pálida, triste, sin follaje
vano,
pero en aromas de pureza rica.
Para muertos cual
tú ¿qué significa
5
en la flor bella del jardín
lozano
el brillo frágil del matiz
galano
que la hermosura del color
implica?
Yo, que sé
bien lo que lo eterno vale,
busqué una flor que en tu
sepulcro exhale
10
lo que el tiempo no estruja ni
consume;
lo que la brisa a
las alturas lleva
y hasta los tronos del Señor
eleva:
¡la fragante pureza del
perfume!
Ya vuelve el
pesimismo...
Ya vuelve el
pesimismo descarnado
a disertarme, con palabra
fría,
sobre el tema nefasto que
desvía
del mágico ideal que yo he
soñado.
Su acento
magistral y reposado
5
con mil razones de probanza
amplia
la desalentadora
profecía
opositora de mi empeño
airado.
¡Ah! si la
hostil contrariedad levanta
sobre mi suerte su fatal
enseña,
10
la lucha vigoriza y agiganta;
y en mí,
creyente que el error desdeña,
halla el embate resistencia
tanta
como los oleajes en la
peña!
Después de la
fiesta
Queden las galas
otra vez guardadas:
el cinturón de plata, el
blanco traje,
el chal sedoso de nevado
encaje
y los ramos de flores
perfumadas.
Ya pasaron las
horas agitadas
5
en que el asedio del pesar
distraje,
regresando las alas sin
ultraje
y de suaves aromas
impregnadas.
Pero tú,
terco corazón, persistes
en conservarte indiferente y
frío;
10
como has ido al sarao, así
volvistes,
y siempre
melancólico y sombrío
sigues soñando con fantasmas
tristes
y latiendo ¡infeliz! en el
vacío.
Apología
¿Qué, me dicen que tú,
patria querida,
tan pródiga y fecunda en
bienandanza,
la que con toda
bienaventuranza
ha sido por mi Dios
favorecida,
negarás a
la fe que en mí se anida
5
y que con paso gigantesco
avanza
al oasis feliz de la esperanza
la ayuda protectora que te
pida?
¡Oh! no
irreconciliable en tu divorcio
muestres indiferencias
desdeñosas
10
al anhelo que abrigo de
encumbrarte;
pues quiero unir
en ideal consorcio
todas sus simpatías
amorosas
con mi abnegado culto por el
Arte.
Hadas
Las hadas que en
las tardes bonancibles
descienden a la margen de la
fuente,
cuando rizan la onda
transparente
los besos de las brisas
apacibles;
las que en los
juncos verdes y flexibles
5
reclinan mustia la abatida
frente
buscando alguna tregua a la
doliente
memoria de desdichas
ostensibles;
no son «las
desposadas del ensueño»,
son hadas que errabundas
peregrinan
10
desierta el alma del placer
risueño,
y sin ver en su
senda flor alguna,
sollozantes y pálidas
caminan
huérfanas del amor y la
fortuna.
Apostasía
Lejos de los
festines mundanales
donde el bullicio, aturde los
sentidos
y arrebata la paz a los
queridos
blancos y transparentes
ideales;
lejos de las
perfidias desleales
5
que del mundo en los senos
carcomidos
germinan, cual microbios
corrompidos
en el fondo de infectos
lodazales;
entre la soledad
del aislamiento,
así pretendo consumir la
vida;
10
y que bogue mi alado
pensamiento
como la nave en
alta mar perdida
que se abandona a la merced del
viento
y de su propia suerte se
descuida.
Inspiración
Recorren las
agujas silenciosas,
las horas, en la esfera
señaladas,
y en el reloj las doce
campanadas
una tras otra vibran
sonorosas.
Duerme la
creación; y las hermosas
5
fantásticas visiones de las
«hadas»
de su aligero vuelo fatigadas,
mueren entre las brumas
tenebrosas.
Solo mi
pensamiento, delirante
en la región de las ideas
vela,
10
vagando entre la rima, el
consonante
y las estrofas,
porque loco anhela,
hallar en ello el eficaz
calmante
del agitado afán que me
desvela.
¡Fugace!
Como envuelve la
clara luz del día
y el vespertino diáfano
paisaje
entre su denso y lúgubre
ropaje
la noche melancólica y
sombría;
así
envuelve mi cándida alegría,
5
a mi valor moral haciendo
ultraje,
en los luctuosos pliegues de su
traje
la fatídica y cruel
melancolía.
Mas, si la sombra
de la duda cruenta
nublar la fe del corazón
intenta,
10
pasará por su radio terso y
puro
fugace como pasa
fugazmente
por el disco del sol
resplandeciente,
la mancha negra del eclipse
oscuro.
Flores y
almas
Del perfumado
edén do florecieron
heterogéneas plantas
primorosas,
osé arrancar unas gallardas
rosas
cuyas espinas, pérfidas, me
hirieron.
Mártires
de mis ansias también fueron
5
los lirios de hojas tersas y
sedosas,
y al troncharlos fragancias
olorosas
derramando su savia me
ofrecieron.
Almas hay, que
vulgares y mezquinas
hieren, como las rosas con
espinas,
10
al que inconscientemente los
agravia;
almas hay,
superiores, que prefieren
cual los sensibles lirios, si les
hieren
sufrir la herida y derramar la
savia.
Gazul, Arturo
Extremadura. Siglo
XIX
Poeta.
A un
suicida
Aun recuerdo tu
cráneo destrozado
manando sangre por la abierta
herida;
aun recuerdo tu mano de
suicida
oprimiendo el revolver
descargado.
El cristal de tus
ojos vidriado
5
lanzaba su postrera despedida,
y tu exánime cuerpo, ya sin
vida,
rodaba por el suelo
ensangrentado.
Sobre el negro
pupitre de tu mesa
una carta sombría se
ostentaba;
10
era el adiós potrero a tu
Teresa.
Y al pie de tu
sepulcro, yo recuerdo,
que esa mujer riendo
murmuraba:
«Si alguna lo he visto, no me
acuerdo.»
Geada, Juan J.
Cuba. Siglos XIX -
XX
Poeta.
Yo no lo
sé
Yo no lo
sé. Me han dicho que te mueres
enferma de un dolor
desconocido;
y que a la Ciencia un imposible
res,
que no halla en tu dolor nada
aprendido.
Que de todo te
aburres al momento.
5
Y que el piano te hastía; y
te sofoca
la lectura y el canto, que el
contento
jamás lleva sonrisas a tu
boca.
Que no puedes
vivir. Constantemente
recorres las estancias,
indolente,
10
como buscando en el andar
consuelo.
Y que
después, cansada y abatida,
cual queriendo pasar, a la otra
vida,
dices mi nombre, suspirando, al
cielo.
Sin
esperanzas
Desde los
más profundos abismos de la vida
yo te invoqué mil veces; y
mil veces mi afán
fue para mis anhelos la estrella
bendecida
que fulguró un instante con
dulce fulgurar.
¿Por
qué no te levantas, flor de mis pensamientos,
5
y vienes con tus ósculos de
esperanza y de fe,
a darme lo que en vida me dieron
tus alientos
y a nutrir de ilusiones mis ansias
del ayer?
¡Muerta
querida, lejos de ti la vida mía
se deshoja cual mustia Rosa de
Alejandría
10
sangrando gota a gota mi amante
corazón!
Y en vano es que
te implore, si no has de volver nunca.
El soplo de tu muerte dejó
en mi alma trunca
la flor de la esperanza y el iris
del amor.
Giberga, Eliseo
Matanzas (Cuba).
1854 - 1916
Poeta y
político.
En el segundo
aniversario de la instalación de la
república
El breve tallo,
que en labor paciente
hoy empieza a romper la tierra
dura,
árbol será
mañana, cuya altura
hasta los cielos llevará su
frente.
Al cansado arador
sombra clemente
5
dará en su hojas y en su
fruto hartura;
a su pobre heredad cerca
segura;
a su humilde cocina brasa
ardiente.
Y una y otra,
robusta y vividora,
luenga prole, sin término y
sin cuento,
10
verá en torno del
árbol cada aurora...
¡Tal, de un
pueblo feliz gloria y sustento,
la República dure
vencedora
de los tiempos, cien siglos y otros
ciento!
Los
bueyes
De Tejas vino
aquel; este de Honduras;
y hoy, en otra región, bajo
otro dueño,
juntos rumian tejano y
hondureño
insensibles al cambio, otras
verduras.
Ora sueltos sin
yugo en las llanuras,
5
ya uncidos del arado al santo
leño,
ya en lenta digestión, o en
largo sueño,
nunca amarga un recuerdo sus
harturas.
El establo es su
patria. Donde quiera
que are el buey, ni otra tuvo, ni
más quiere
10
que buen pasto y sufrida
compañera.
Más que el
hombre feliz, no ha conocido
el amor que en el hombre nunca
muere;
el amor de la tierra en que ha
nacido.
Gil, Constantino
Madrid. Siglo
XIX
Poeta y
escritor.
Soneto
Yo confieso,
Señor, que es gran pecado
este de amar el fruto
prohibido;
pero tú sabes bien que no he
cedido
sino al caer sin fuerzas,
hechizado.
Tú, que mi
corazón habrás mirado,
5
podrás haberlo visto
arrepentido.
Yo no pequé, Señor,
perdí el sentido
y al cobrar la razón me vi
manchado.
Flaca es la pobre
carne que me diste.
Torpe el alma también, pues
no refrena
10
al bruto que por cárcel le
pusiste,
débil lazo
a las dos las encadena
todo es débil, Señor,
así lo hiciste,
¿cómo vas a imponer
fuerte la pena?
Gil, Ricardo
Madrid. 1855 -
Madrid. 1908
Poeta.
Pereza
No de rizosas
plumas el mullido
cómodo lecho mi pereza
ansía,
sino de blando césped en la
umbría
fresca arboleda solitario
nido;
un cielo azul; el
lento y sostenido
5
gotear de la fuente en la
vacía
sonante roca, y el olor que
envía
el pino por las auras
removido.
Broten luego al
caer el sol poniente,
creciendo con la sombras el
reposo,
10
del ruiseñor las
trémulas escalas,
y
entornará mis ojos dulcemente
ese sueño tranquilo y
misterioso
en que a la mariposa nacen
alas.
Sueña...
No despiertes
aún... En los risueños
abriles tan cercanos a tu cuna
vas cabalgando al rayo de la
luna
en el corcel nevado de los
sueños...
Suelta la rienda
de oro... Los pequeños
5
te atajarán con
crítica importuna...
Déjalos que, envidiando tu
fortuna,
rían de tus
quiméricos empeños.
De paso vas...
Del éter estrellado
no desciendas a un mundo
miserable
10
que todo sueño en
lágrimas disuelve...
¡Antes se
pierda tu corcel nevado
en la noche callada,
impenetrable
de esa región de la que
nadie vuelve!...
Mi único
enemigo
Amigo
cariñoso en apariencia
y en realidad verdugo, de mi
suerte
decide a su capricho con el
fuerte
poder de su satánica
elocuencia:
en torpe
desaliento, sin clemencia
5
toda viril aspiración
convierte
y triunfa y hace luego que
despierte
voraz remordimiento en mi
conciencia.
Tú lo
sabes, Dios mío, la mezquina
loca pasión, el vergonzoso
miedo,
10
la duda y el estéril
egoísmos
son armas con que
lucha y me domina...
¡Véncele Tú,
Señor, que yo no puedo,
no le puedo vencer, pues soy yo
mismo!
Consejo
Luzbel, (que,
mientras Dios hizo la rosa,
la espina modelo
traidoramente)
en un remanso de agua
transparente
vertió al pasar su baba
ponzoñosa.
Contemplándose en él Eva
curiosa
5
dejó caer, al inclinar la
frente,
la flor que la adornaba, y
sonriente
creyó al cristal que la
llamaba hermosa.
Cerró los
ojos y se vio sin ella
en otro espejo... tímidos
sonrojos
10
sintió, y después
mortales agonías...
Cuando el tuyo
consultes, niña bella,
para mirarte bien, cierra los
ojos
y quiera Dios que entonces te
sonrías.
Prudencia
No con reserva
inútil, irrisoria,
de nuestro amor ocultaré el
tesoro.
Busca la luz para brillar el
oro.
¿Por qué lo he de
ocultar siendo mi gloria...?
En tu huerto las
flores de memoria
5
saben, hace ya tiempo, que te
adoro.
Lo repiten los pájaros en
coro.
Las estrellas conocen nuestra
historia.
Mas de quien no
comprenda el verdadero
valor de mi tesoro, tenazmente
10
como el avaro recatarme
quiero.
No digas, no, que
oculto mi ferviente
amor; lo sabe el universo
entero.
¿Quién lo ignora?...
Los hombres solamente.
Jurar en
vano
¡Juramentos
de amor!... Música vana,
¡no por sabida menos
tentadora!...
De nada sirve que os améis
ahora
si no juráis que os
amaréis mañana.
¿Qué la insaciable voluntad
humana
5
es tornadiza? La pasión lo
ignora
y desdeña el presente,
soñadora,
y por triunfar del porvenir se
afana.
Laura: en vuestra
ventura necesita,
para desvanecer recelo amargo,
10
juramentos que abarquen lo
futuro.
Que tu voz
cadenciosa los repita
una vez y otra y mil... Y sin
embargo
no creo en juramentos, te lo
juro.
A
Calderón
Alabado por Pedancio
Siendo
español no ha sido perezoso,
ni siendo militar fue
pendenciero;
cortesano y no ha sido
lisonjero;
teólogo y al ergo dio
reposo;
Honores
recibió; no fue ambicioso:
5
fue poeta y modesto... ¿Pues
qué pero,
qué falta impide que el
romano clero
canonice a varón tan
virtuosos?...
¿A
qué tanto esperar? Yo le consagro
mis oraciones ya con toda el
alma
10
en los combates de la carne
recios...
Mas ya sé
lo que esperan, un milagro:
ver si después de muerto
puede en calma
resistir la alabanza de los
necios.
Gil de Ainciltegui, Fermín
Almería.
Siglo XIX - Siglo XX
Obtuvo la flor
natural de los Juegos Florales de Almería en 1899.
La
cita
Ya se va el
sol... cuando haya anochecido
al bosque ve de la cercana
hacienda,
que ya, ansioso de verte, dulce
prenda,
allí te aguardaré de
amor henchido.
No te asuste el
paraje ensombrecido
5
ni la hora de la cita te
sorprenda,
ni al recordar del bosque la
leyenda
apresure tu sangre su latido.
No tema son, que
la presión sintiendo
de tu pie sobre el césped,
reina mía,
10
el bosque irá su lobreguez
perdiendo,
de aroma y luz se
llenará la umbría
y cantarán los
pájaros creyendo
que vuelve el sol y que comienza el
día!
Gollury, Ramón B. (Roger de
Lauria)
Cuba. Siglos XIX -
XX
Poeta.
Ricardo
Marín
Llegó un
día de lejos, vertiendo laborista
sus bravos ideales, con fe y con
devoción,
y como allá, aquí ha
sido poeta y socialista
a la manera estoica de Iglesias y
Prudhom.
El, de vivir en
Rusia, tal vez fuera anarquista;
5
mas, desde tiempo, es sólo
un ebrio de ilusión,
que sueña para
España, leal, la reconquista
de aquellos viejos fueros del
pueblo de Aragón.
Eterno
visionario, en aras de una idea
como el divino Apóstol
vagara por Judea
10
llevando a los humildes su verbo,
todo luz.
¡Y luego,
cuando el tiempo su anhelo sorprendiera
contento de su obra quedara, si
pudiera
por todos sus hermanos morir en una
cruz!
Gómez de Avellaneda,
Gertrudis
Puerto
Príncipe. (Cuba) 1814 - Madrid. 1873
Escritora cubana.
Hija de un marino español, se traslada a vivir a
España el año 1836 y se la considera desde esa fecha
vinculada a Madrid. Contrajo matrimonio en dos ocasiones.
Las
contradicciones
(Imitación de Petrarca)
No encuentro paz,
ni me permiten guerra;
de fuego devorado, sufro el
frío;
abrazo un mundo, y quédome
vacío;
me lanzo al cielo, y
préndeme la tierra.
Ni libre soy, ni
la prisión me encierra;
5
veo sin luz, sin voz hablar
ansío;
temo sin esperar, sin placer
río;
nada me da valor, nada me
aterra.
Busco el peligro,
cuando auxilio imploro;
al sentirme morir me encuentro
fuerte;
10
valiente pienso ser, y débil
lloro.
Cúmplese
así mi extraordinaria suerte;
siempre a los pies de la beldad que
adoro,
y no quiero mi vida ni mi
muerte.
El recuerdo
importuno
¿Serás del alma eterna
compañera,
tenaz memoria de veloz
ventura?...
¿Por qué el recuerdo
interminable dura,
si el bien pasó cual
ráfaga ligera?
¡Tú,
negro olvido, que con hambre fiera
5
abres ¡ay! sin cesar tu boca
oscura,
de glorias mil inmensa
sepultura
y del dolor consolación
postrera!
Si a tu vasto
poder ninguno asombra,
y el orbe riges con tu cetro
frío,
10
¡Ven! que su dios mi
corazón te nombra.
¡Ven! y
devora este fantasma impío,
de pasado placer, pálida
sombra,
de placer por venir, nublo
sombrío!
Al Duque de
Frías
(Desde el Real Sitio de San Ildefonso,
contestando a otro que me dirigió)
Más me
inspira tu voz, que en estos valles,
montes un día y
rústicos apriscos,
los parques, los jardines y
obeliscos,
que guardan ninfas de
marmóreos talles.
No me dará
placer, mientras tú calles,
5
que el raudal brote en espumantes
discos...
pues hace hermosos la amistad los
riscos,
y es en la soledad triste
Versalles.
Si con mi voz el
ruiseñor modula,
no entiende tonos la nadante
carpa,
10
y en vano el canto en derredor
circula.
Pronto -cual nave
que del puerto zarpa-
vuelva al Borbón-Edén
y entonces Tula
un himno entonará, pulsando
el arpa.
A
Dios
¿No es
delirio, Señor? Tú, el absoluto
en belleza, poder,
inteligencia;
Tú, de quien es la
perfección esencia
y la felicidad santo atributo;
Tú, a
mí -que nazco y muero como el bruto-
5
Tú, a mí -que el mal
recibo por herencia-
Tú, a mí -precario
ser, cuya impotencia
sólo estéril dolor
tiene por fruto...
¿Tú
me buscas ¡oh Dios! Tú el amor mío
te dignas aceptar como
victoria
10
ganada por tu amor a mi
albedrío?...
¡Sí!
no es delirio; que a la humilde escoria,
digno es de tu supremo
poderío
hacer capaz de acrecentar tu
gloria!
Al nombre de
Jesús
Es grata al
caminante en noche fría
la alegre llama del hogar
caliente:
Grata al que corre bajo el sol
ardiente
la fresca sombra de arboleda
umbría.
Grato, como
dulcísima armonía,
5
para el sediento el ruido de la
fuente,
y grato respirar en libre
ambiente
para quien sale de mazmorra
impía.
Es grata, en fin,
la lluvia al campesino;
grata al guerrero belicosa
fama;
10
y grato el natal suelo al
peregrino.
Pero más
que aire, sombra, fuente, llama,
lluvia, patria, laurel,
¡Jesús divino!
tu nombre es grato al
corazón que te ama.
Al
partir
¡Perla del
mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante
cielo
la noche cubre con su opaco
velo
como cubre el dolor mi triste
frente.
¡Voy a
partir!... La chusma diligente
5
para arrancarme del nativo
suelo
las velas iza y pronta a su
desvelo
la brisa acude de tu zona
ardiente.
Adiós,
patria feliz. ¡Edén querido!
do quien que el hado en su furor me
impela
10
tu dulce nombre halagará mi
oído.
¡Ay, que ya
cruje la turgente vela,
el ancla se alza, el buque
estremecido
las olas corta y silencioso
vuela!
Al monumento del Dos
de Mayo
¡Mármol que guardas inmortal
memoria
de alta constancia, de virtud
severa,
yo te saludo por la vez
primera
ardiendo en sed de libertad, de
gloria!
La página
más bella de la Historia
5
grabó en tu frente la
nación Ibera,
y en ti verá la gente
venidera
coronando a la muerte la
victoria.
¡Ah, note
admire el Universo en vano!
De la ambición el
ímpetu sañudo,
10
quiebre en tu base su furor
insano,
y hable a los
pueblos tu silencio mudo,
y hable también al opresor
tirano...
¡Monumento inmortal, yo te
saludo!
A
Washington
No en tu pasado a
tu virtud modelo
ni copia al porvenir dará la
Historia
ni el laurel inmortal de tu
victoria
marchitaron los siglos en su
vuelo.
Si con rasgos de
sangre guarda el suelo
5
del coloso del Sena la
memoria,
cual rastro puro brillará tu
gloria
nunca empañada por oscuro
velo.
Mientras la fama
las virtudes cuente
del héroe ilustre que
cadenas lima
10
y la cerviz de los tiranos
doma,
alza gozosa
América tu frente
que el Cincinato que formó
tu clima
le admira el mundo, y te lo envidia
Roma.
Mi
mal
En vano ansiosa
tu amistad procura
adivinar el mal que me
atormenta;
en vano, amigo, conmovida
intenta
revelarlo mi voz a tu ternura.
Puede explicarse
el ansia, la locura,
5
con que el amor sus fuegos
alimenta,
puede el dolor, la saña
más violenta
exhalar por el labio la
amargura.
Más de
decir mi malestar profundo
no halla mi voz, mi pensamiento
medio,
10
y al indagar su origen me
confundo:
pero es un mal
terrible, sin remedio,
que hace odiosa la vida, odioso el
mundo,
que seca el corazón...
¡En fin es tedio!
A las
estrellas
Reina el
silencio: fulgidas en tanto
luces de paz, purísimas
estrellas,
de la noche feliz lámparas
bellas
bordáis con oro su luctuoso
manto.
Duerme el placer,
mas vela mi quebranto
5
y rompen el silencio mis
querellas,
volviendo el eco unísono con
ellas
de aves nocturnas el siniestro
canto.
¡Estrellas
cuya luz modesta y pura
del mar duplica el azuloso
espejo!
10
Si a compasión os mueve la
amargura,
el intento penar
porque me quejo
¿cómo para aclarar mi
noche oscura
no tenéis, ¡ay! ni un
pálido reflejo?
El sol en un
día de diciembre
Reina en el
cielo. ¡Sol reina e inflama
con tu alto fuego mi cansado
pecho:
sin luz, sin brío,
comprimido, estrecho,
un rayo anhela de tu ardiente
llama.
A tu influjo
feliz brote la grana:
5
el hielo caiga en tu fulgor
deshecho,
¡sal, del invierno
rígido a despecho
rey de la esfera, sal, mi voz te
llama!
De los dichosos
campos de mi cuna
recibió de tus rayos el
tesoro,
10
aléjame por siempre la
fortuna:
bajo otro cielo,
en otra tierra lloro,
donde la niebla abrúmame
importuna...
¡Sal rompiéndola, Sol,
que yo te imploro!
A una
mariposa
Hija del aire,
nívea mariposa,
que de luz y perfume te
embriagas
y del jazmín al amaranto
vagas,
como del lirio a la encendida
rosa.
Tú que te
meces cándida y dichosa
5
sobre mil flores que volando
halagas,
y una caricia por tributo
pagas
desde la más humilde a la
orgullosa:
Sigue, sigue
feliz tu raudo vuelo,
placer fugaz, no eterno,
solicita
10
que la dicha sin fin sólo es
del cielo.
Fijar tu giro
vagaroso evita,
que la más bella flor que
adorna el suelo
brilla un momento y dóblase
marchita.
Deseo de
venganza
Escrito en una tarde tempestuosa
¡Del
huracán espíritu potente
rudo como la pena que me
agita,
ven, con el tuyo mi furor
excita,
ven con tu aliento a enardecer mi
mente!
¡Qué
zumbe el rayo y con fragor reviente:
5
mientas cual hoja seca o flor
marchita,
tu fuerte soplo al roble
precipita,
roto y deshecho el bramador
torrente!
Del alma que te
invoca y acompaña,
envidiando tu fuerza
destructora,
10
lanza a la par la confusión
extraña.
¡Ven, y al
dolor que insano te devora
haz suceder tu poderosa
saña
y el llanto seca que cobarde
llora!
Imitando una oda a
Safo
¡Feliz
quien junto a ti por ti suspira,
quien oye el eco de tu voz
sonora,
quien el halago de tu risa
adora,
y el blando aroma de tu aliento
aspira!
Ventura tanta que
envidiosa admira
5
el querubín que en el
empíreo mora,
el alma turba, el corazón
devora,
y el torpe acento, al expresarla,
expira.
Ante mis ojos
desfallece el mundo,
y por mis venas circular
ligero
10
el fuego siento del amor
profundo.
Trémula,
en vano resistirte quiero...
de ardiente llanto la mejilla
inundo...
¡delirio, gozo, te bendigo y
muero!
González, Manuel Dionisio
Cuba. Siglo
XIX
Regreso a
Villaclara
Cuando retorno a
mis nativos lares
tras larga ausencia, y sus
contornos miro,
la risueña expresión
de nuevo admiro
de sus verdes campiñas y
palmares;
ornado de
aguinaldos y azahares,
5
rico de pompa muéstrase el
Capiro,
y su ambiente odorífico
respiro
al eco de mis débiles
cantares.
Estos instantes
de emociones puras
que, al saludar mi patria en este
día,
10
me recuerdan mis tiempo de
venturas,
sean augurios del
bien que mi alma ansía,
al deplorar pasadas amarguras
y el mal que agobia la existencia
mía.
A una
palma
Reina del campo,
soberana diosa,
con cuanta majestad alzas la
frente,
envidia dando a la plateada
fuente,
al bosque, al llano y la pradera
hermosa;
sobre tus pencas
juegas deleitosa
5
el aura pura matinal,
sonriente,
y la pristina luz del claro
oriente,
derrámase en tu copa
esplendorosa.
¡Bella y
sublime creación del cielo,
que ostenta tu poder y
lozanía
10
en los pensiles del cubano
suelo!
Escucha grata de
la lira mía
el débil canto que en mi
ardiente anhelo
tributo a tu beldad y
bizarría.
González Agejas, Lorenzo
España.
Siglo XIX
Poeta.
Amor
¿Qué es el amor?
¿Habrá quien no lo sienta?
Mas definirlo es ya harto cosa
grave.
¿Quién puede del
misterio dar la clave?
¿Quién lo infinito
limitar intenta?
¿Es
quizá esa atracción la que sustenta
5
mundos y mundos, de su peso
grave
anulando el esfuerzo?
¿Quién lo sabe?
¿Es la luz el calor que todo
alienta?
Sólo
sé que a su foco, dulcemente
una pupila azul que luz
derrama
10
arrastróme con lazo
misterioso.
Y de mi vida sol
resplandeciente,
en vez de calcinarme con su
llama
de mi ser hizo dos: ¡padre y
esposo!
González Blanco,
Andrés
Cuenca. 1888 -
Madrid. 1924
Filosofía y
Letras en Madrid.
Soneto
Tarde de
procesión, tarde serena
en que te conocí y me
enamoraste;
alegre tarde aquella en que
dejaste
de amor y poesía el alma
llena.
Eres hermosa,
complaciente y buena.
5
Cuando yo te miré tú
me miraste
y luego sonreíste y te
ocultaste
con virginal rubor, pero sin
pena.
En tu sonrisa
juvenil y fresca,
que subrayó mirada
picaresca,
10
adiviné yo un mundo de
alegrías.
Y pienso al
recordarte tristemente,
que nunca más
aureolará mi frente
aquel buen sol de mis primeros
días.
Tardes sosas y
estériles...
Tardes sosas y
estériles, lentas tardes de fiesta,
tardes interminables, tardes que se
han pasado
sobre el lecho, leyendo a un autor
olvidado,
o durmiendo una larga y perezosa
siesta.
Salimos cuando el
sol ya se había ocultado;
5
y fuimos a un café donde
había una orquesta
que nos causó fastidio de
nuestra vida honesta
evocándonos sitios que no
hemos visitado...
Y al son de
algún racconto fugaz de Rigoletto,
nuestra alma se explayaba en su
anhelo secreto;
10
su anhelo hacia las cosas que nunca
logrará...
Soñábamos mujeres vaporosas,
lejanas,
que moran en las cálidas
ciudades antillanas,
donde nuestro destino jamás
nos llevara...
González del Castillo,
Carmen
Esposa del poeta
canario Rafael M. Martín Fernández Neda
(1833-1908).