Poeta con un
trágico destino. Nace en Saltillo, Coahuila, el 27 de agosto
de 1849 y se mató en la ciudad de México el
día 6 de diciembre de 1873. Estudiante de Medicina, a causa
de un desengaño amoroso, se quitó la vida ingiriendo
cianuro.
A una
flor
Cuando tu broche
apenas se entreabría
para aspirar la dicha y el
contento,
¿te doblas ya y cansada y
sin aliento
te entregas al dolor y a la
agonía?
¿No ves
acaso, que esa sombra impía
5
que ennegrece el azul del
firmamento
nube es tan sólo que al
soplar el viento,
te dejará de nuevo ver el
día?
¡Resucita y
levántate!... Aún no llega
la hora de que en el fondo de tu
broche
10
des cabida al pesar que te
doblega.
Injusto para el
sol es tu reproche,
que esa sombra que pasa y que te
ciega,
es una sombra, pero aún no
es la noche.
Soneto
Porque dejaste el
mundo de dolores
buscando en otro cielo la
alegría
que aquí, si nace,
sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y
temores.
Porque en pos de
otro mundo y otras flores
5
abandonaste esta región
sombría,
donde tu alma gigante se
sentía
condenada a continuos
sinsabores.
Yo te vengo a
decir mi enhorabuena
al mandarte la eterna
despedida
10
que de dolor el corazón me
llena;
que aunque cruel
y muy triste tu partida,
si la vida a los goces es
ajena
mejor es el sepulcro que la
vida.
Hidalgo
Sonaron las
campanas de Dolores,
voz de alarma que el cielo
estremecía,
y en medio de la noche
surgió el día
de augusta libertad con los
fulgores.
Temblaron de
pavor los opresores
5
e Hidalgo audaz al porvenir
veía,
y la patria, la patria que
gemía,
vió sus espinas convertirse
en flores.
¡Benditos
los recuerdos venerados
de aquellos que cifraron sus
desvelos
10
en morir por sellar la
independencia;
aquellos que
vencidos, no humillados,
encontraron el paso hasta los
cielos
teniendo por camino su
conciencia!
A
Rosario
Esta hoja
arrebatada a una corona
que la fortuna colocó en mi
frente
entre el aplauso fácil e
indulgente
con el primer ensayo se
perdona.
Esta hoja de un
laurel que aún me emociona
5
como en aquella noche,
dulcemente
por más que mi razón
comprende y siente
que es un laurel que el
mérito no abona.
Tú la
viste nacer, y dulce y buena
te estremeciste como yo al
encanto
10
que produjo al rodar sobre la
escena.
Guárdala y
de la ausencia en el quebranto
que te recuerde de mis besos,
llena,
al buen amigo que te quiere
tanto.
A un
arroyo
Cuando todo era
flores tu camino,
cuando todo era pájaros tu
ambiente,
cediendo de tu curso a la
pendiente
todo era en ti fugaz y
repentino.
Vino el invierno
con sus nieblas vino
5
el hielo que hoy estanca tu
corriente,
y en situación tan triste y
diferente
ni aún un pálido sol
te da el destino.
Y así en
la vida el incesante vuelo
mientras que todo es
ilusión, avanza
10
en sólo una hora cuanto mide
el cielo.
Y cuando el duelo
asoma en lontananza
entonces como tú cambiada en
hielo
no puedes reflejar ni al
esperanza.
Acuña, Rosario de
Madrid. 1851 -
Gijón. 1923
Escritora y autora
dramática y poeta. Autora del drama Rienzi el
Tribuno.
El
otoño
Templa su fuego
el sol bajo el nublado;
las nieblas rompen sus tupidos
velos
y desciende la lluvia, y
arroyuelos
de límpido cristal recoge el
prado.
Pájaro
amante, insecto enamorado,
5
sienten, última vez,
ardientes celos;
marchan la golondrina y sus
polluelos:
se adorna el bosque de matiz
dorado.
¡Ya
está aquí! El mar levanta sus espumas
y acres perfumes a la tierra
envía...
10
¿Quién no le ama?
Entre rosadas brumas,
coronado de
mirtos y laureles,
viene dando a las vides
ambrosía,
vertiendo frutas, regalando
mieles!
La
muerte
¿Es dormir
sin ensueños y en la hundida
fosa quedar en eternal reposo?
O ¿es despertar del
sueño pavoroso
que el hombre llama, en sus
delirios, vida?
La obra del alma
¿quedará perdida,
5
deshecha, en el abismo
tenebroso?
O ¿tendrá su empezar
esplendoroso
cuando sintamos la postrera
herida?
¡Qué
importa lo que fuere! Si es el sueño
sin ensueño, el no ser,
dormir sin tasa...
10
¡Es posible lograr mayor
ventura!
Y si es el
despertar del triste ensueño
del vivir terrenal, que al alma
abrasa...
¡Hay dicha más
gloriosa y más segura!
Soneto escrito para
ser grabado en la tumba de mi padre
Piedra, que
serás polvo deleznable,
pues todo al paso de los
años muere,
mi pensamiento en su amargura
quiere
fundirse en lo que guardas
implacable.
Alcanza en lo
infinito y no le es dable
5
darse a la muerte si el dolor le
hiere,
que el pensamiento en su amargura
adquiere
una fuerza vital imponderable.
En los abismos de
la muerte hundido
está mi padre, luz del alma
mía,
10
y aún más allá
del polvo y del olvido.
Más
allá de mi noche eterna y fría
concibo su recuerdo bendecido
y la esperanza de encontrarle un
día.
Afán de Ribera, Antonio
Granada Siglo XIX
- 1906
Poeta y autor
dramático. Creador de la tertulia literaria «Huerto de
las Tres Estrellas».
Soneto
Fue novio Juan de
la sin par María,
y en el largo trajín de sus
amores,
todos fueron ensueños
seductores
y proyectos de bienes y
alegría.
Llegó el
plazo, o mejor, el fausto día
5
como dan en nombrarle los
autores,
de encadenar a entrambos
amadores,
en eternal unión, la
Vicaría.
¡Qué
gran luna de miel! ¡Qué desatino
de amantes! pero al mes quiso el
demonio
10
que echara cada cual por su
camino.
Y al preguntar
por qué, me dijo Antonio:
-«Como el vinagre se
engendró del vino
así el amor se tuerce en
matrimonio».
Agüero y Agüero,
Brígida
Camaguey. Cuba.
1837 - 1866
De familia de
poetas, es hija de Francisco Agüero y Estrada (El Solitario) y
prima del poeta revolucionario Joaquín Agüero.
Resignación
¡Soberano
Señor Omnipotente,
por quien el Sol espléndido
fulgura,
el ave canta, el céfiro
murmura,
y vierte sus raudales el
torrente!,
oye mi voz: el
alma reverente
5
implora tu piedad en su
amargura;
mitiga un tanto mi letal
tristura,
mi cruel angustia, mía
ansiedad creciente.
Al través
de una triste perspectiva,
miro tan sólo un porvenir
sombrío,
10
y más mi pena sin cesar se
aviva.
Un mal terrible
me atormenta impío...
mas si te place que muriendo
viva,
«cúmplase en
mí, tu voluntad, Dios mío.»
Agüero y Agüero,
Francisco
Cuba. Siglo
XIX
Soneto sin la letra
«a»
Proponerse
escribir un buen soneto,
vencedor del sepulcro y del
olvido,
en círculo vicioso
protegido
por el dique imponente del
respeto.
Es mucho
pretender, error completo
5
por todos por doquier
reconocido;
y yo que entiendo y lucho
decidido,
con el silencio responder
prometo.
¿De
dónde, «Juventud», de dónde viene
el principio despótico que
impones?
10
¿Quién del numen los
ímpetus detiene
del modo estoico
que feliz propones?
No tu precepto en mis oídos
vibre.
Libre es el genio porque el hombre
es libre.
Aguilar, Juan de
Rute.
Córdoba. Siglo XIX - Antequera. Málaga. Siglo XX
Poeta y maestro de
Filosofía. Quedó ciego.
A un
avaro
Donde
jamás el sol sus rayos tira
y todo es confusión
eternamente,
vive aquel, que con hambre y sed
ardiente
cerca el remedio, sin remedio,
mira.
Fruta le ofrece y
a cogerla aspira;
5
mas ella de su mano diligente,
se burla, y de sus labios la
corriente
al Eridano hondo se retira.
Di que admiras de
Tántalo la pena,
y género tan grave de
tormento
10
tu asombro advierta, porque
más te asombre
que cuanto
escuchas en la historia ajena
por ti se dice, disfrazado el
nombre.
¡Oh, pobre en tus riquezas
avariento!
Soneto
Perfecto Libro,
que a la Estampa ha dado
bien entendido Autor, eres
confieso,
al Encarnarte, advierto
estás impreso,
como al Nacer al mundo, a luz
sacado.
En la
Circuncisión, fuiste cortado,
5
y al adorarte Reyes miro
expreso,
sabios, te leen Rey, Dios Hombre, y
esto
tu Autor, con una Estrella ha
señalado.
Haciendo huyas a
Egipto, hizo cubrirte,
para en Jerusalén,
después mostrarte
10
tres días a sus Doctos, y
aplaudirte:
A una Columna,
quiso rubricarte,
y si en la Cruz, el Título
inscribirte,
en el monte Tabor; iluminarte.
Soneto
Al verte pobre
ya, de amor inmundo,
y del divino amo, enriquecida,
bienes del mundo, Magdalena
olvida,
porque es del mundo el bien, mal
sin segundo.
En lo que logra
del amar del mundo,
5
de lágrimas un mar, que
arrepentida,
anegando los yerros de su
vida,
de doloroso llanto, es mar
profundo.
Las plantas riega
con amante anhelo,
del que en su voluntad, todo se
encierra,
10
¡o mil veces feliz, raro
desvelo!
El modo natural
en ti se yerra,
que siempre le agua da a la Tierra,
el Cielo,
y hoy al Cielo le da el agua, la
Tierra.
Soneto
Raro Fénix
de Amor, que en vivas llamas,
esplendor inmortal tienes
logrado,
leños de aroma son, los que
has juntado
en olor de virtudes que
derramas.
Alta Hoguera te
eriges, que así amas
5
afectos recogiendo enamorado,
que el Pecho, en sacro amor, todo
abrasado,
hoguera es elevada, en que te
inflamas.
A rayos del Sol
Cristo, Ave lucida,
del corazón las alas,
velozmente
10
bates, por verte en fuego
renacida.
Fénix te
considero, en Pira ardiente,
que él en su muerte nace a
nueva vida,
y es tu Ocaso en la Tierra, al
Cielo, Oriente.
Aguilar Poveda, Luis
Cuba. Siglos XIX -
XX
Poeta.
La canción de
Elcino
Elcino, el buen
pastor, con la manada huraña
de cabras, paso a paso,
cruzó el valle florido;
vibró en los aires puros su
peculiar silbido,
y al oírle
siguiéronle, camino a la montaña.
Al oír un
lejano cantar de pipitaña
5
recordó la tragedia de su
amor sin olvido;
requirió de sus hombros el
rabel, y mordido
por la pena, llamó su tierna
musa extraña.
En mitad de su
música miró que amanecía:
Toda, toda la noche, su canto
suprahumano
10
relató en la montaña
su enorme desconsuelo...
Quebró
Elcino el rabel con su larga armonía,
y cuando la postrera cuerda
rompió su mano,
tras la última nota su alma
voló al cielo.
La Marquesa
recuerda...
Lentamente, la
hastiada marquesa envejecida
abre el cofre de ébano de
las cartas antiguas,
y al mirarlas recuerda mil pasiones
exiguas
que en lejanos minutos le
encendieron la vida.
Suspirando, lee
cartas de los hombres que un día
5
por su causa alojáronse una
bala en la frente;
y no ocultan sus ojos el orgullo
que siente
viendo el trágico libro de
su historia sombría.
Dice:
«¡Oh, aquel monarca, que en romántico
exceso
me daba su reinado, tan sólo
por un beso...!»
10
«¡Oh, aquel conde
Learnes, que murió en la querella...!»
Cierra el cofre
que guarda lo que llama su gloria,
y, cruelmente orgullosa, repasa en
su memoria,
uno a uno, los hombres que murieron
por ella.
Aguilar y Tejera,
Agustín
España.
Siglos XIX-XX
Poeta.
A una muy alta dama
que pidió un soneto al poeta
Flor de catorce
pétalos reidores,
hoguera de catorce llamaradas;
ancha panoplia de catorce
espadas
y nidal de catorce
ruiseñores.
Tal el soneto
donde mis amores
5
yo vos dijera en músicas
aladas,
cuyas letras dejasen
inflamadas
vuestros ojos, en vivos
resplandores.
Soneto, en
vuestras manos, flor abierta;
soneto que alegrase vuestro
oído,
10
como nidal colgado en vuestra
puerta;
soneto, hoguera
de mi amor secreto;
para dejar a mi rival tendido,
espada vengadora, mi soneto.
Aguiló, Mariano
Palma de Mallorca.
1825 - 1897
Poeta.
Decepción
La dolencia del
alma a nadie mata,
mas le hace agonizar su gran
presión...
Cuando el dolor el corazón
maltrata,
se escapa por los ojos su
aflicción.
Mas la pena que
el llanto nos desata
5
no aminora el ardor del
corazón;
sus fibras moja y con rencor
dilata
para acopiar más cruel
desolación.
¡Ay, pobre
del que en hora maldecida
siente el amor y es del amor
proscrito!
10
¡Le huye la muerte, mas
también la vida!
Vive para probar
que no es un mito
que, si el hombre se inflama sin
medida,
¡su dolor sin amor,
será infinito!
Aguiló, Tomás
Palma de Mallorca
1812 - 1884
Poeta.
Visión de la
novia muerta
Era como la
nieve, iba vestida
de blanco, de candor y de
nobleza;
llevaba alrededor de su
cabeza,
corona virginal de flor
tejida;
manto azul como
el cielo donde anida;
5
velo blanco de angélica
pureza...
Así la contemplé con
gran tristeza
cual si estuviera allí
sólo dormida.
Así la vi,
la veo todavía
por el bancal que para mí
verdea,
10
junto al fresco rodar del
arroyuelo...
La veo en fosca
noche o claro día,
y la hermosa visión que me
rodea,
endulza mi dolor, sin dar
consuelo.
Aguirre, José María
de
Santander. 1877 -
1911
Poeta y escritor.
Hizo Derecho en Madrid. Sobrino de Amos de Escalante.
Niebla
Nublose el sol de
la esperanza mía
que siempre tuvo resplandor
escaso,
sin llegar a las cumbres del
Ocaso,
la linde al trasponer el
mediodía.
Al escalar la
pedregosa vía
5
menguó mi aliento y vacilo
mi paso;
y tuve sed y la sacié en tu
vaso
¡musa del Septentrión,
Melancolía!
Agotado en los
medios del camino
en plena juventud, voy
peregrino
10
desalentado, vacilante y
ciego.
Nublose el sol de
la esperanza mía...
¿No habrá una
estrella que me preste guía
en este mar de sombra en que me
anego?
Amargura
En turbios
días de borrascas duras,
cuando el mar encrespando sus
melenas
deja las costas de blancores
llenas,
negro el ambiente y el abismo a
oscuras,
del cantil por
las hondas cortaduras,
5
entre escollos que muerden las
arenas,
voy contando lo amargo de mis
penas
al mar que tanto sabe de
amarguras.
Crencha espumante
que el Noroeste riza
el aire al escalar se
pulveriza
10
y en mansa lluvia sobre mí
descarga:
¡tan amarga
es la pena que me abruma
que al rozar en mis labios esa
espuma
la comparo a mi mal y no me
amarga.
Al
dolor
I
No aceches
cauteloso y traicionero:
ya sentí tu pisar en pos del
mío,
ya tu aliento aspiré morboso
y frío,
no te escondas dolor que ya te
espero.
Me he parado a
esperarte en el sendero;
5
yo te conozco ya y en ti
confío,
cuando no vienes tú viene le
hastío,
y entre el hastío y
tú, yo te prefiero.
¡Cuántas veces el alma desolada
presintió tu venida y
cuántas veces
10
sintió después tu
sorda dentellada!
Al sabor de la
copa que me ofreces
hace tiempo que el alma está
avezada:
tráela, pues, que la apure
hasta las heces.
II
¡Ay dolor,
ya me oprimes demasiado!
¡ay dolor, ya no puedo
soportarte!
las fuerzas sin medir salí a
esperarte
y mis fuerzas las tuyas han
gastado.
Pensé
luchar con ánimo menguado
5
frente a frente contigo y
humillarte
¡temeraria ilusión! de
parte a parte
tu garra el corazón me ha
traspasado.
Va desolada el
alma, de vencida
huyendo temeraria el
escarmiento
10
que victorioso tú con ella
hicieras...
Huye dolor o
arráncame la vida;
mas en vano suplico y me
lamento,
que si mataras tú dolor no
fueras.
Agustini, Delmira
Montevideo
(Uruguay). 1886 - 1914
Hermosa y
apasionada, tuvo una vida trágica, ya que apenas casada
pidió la separación, para más tarde
encontrarse con el marido en una casa, como simples amantes y
encontrar la muerte a manos de su esposo, quién a su vez se
suicidó.
El
arroyo
¿Te
acuerdas? El arroyo fue la serpiente buena...
Fluía triste y triste como
un llanto de ciego,
cuando en las piedras grises donde
arraiga la pena,
como un inmenso lirio se
levantó tu ruego.
Mi
corazón, la piedra más gris y más serena,
5
despertó en la caricia de la
corriente y luego
sintió como la tarde, con
manos de agarena,
prendía sobre él una
rosa de fuego.
Y mientras la
serpiente del arroyo blandía
el veneno divino de la
melancolía,
10
tocada de crepúsculo me
abrumó tu cabeza,
la coroné
de un beso fatal, en la corriente
vi pasar un cadáver de
fuego... Y locamente
me derrumbó en tu abrazo
profundo la tristeza.
Florecimiento
La noche
entró en la sal adormecida
arrastrando el silencio a pasos
lentos...
Los sueños son tan quedos,
que una herida
sangrar se oiría. Rueda en
los momentos
una palabra
insólita, caída
5
como una hoja de otoño...
Pensamientos
suaves tocan mi frente
dolorida
tal manos frescas, ¡ah!...
¿por qué tormentos
misteriosos los
rostros palidecen
dulcemente?... Tus ojos me
parecen
10
dos semillas de luz entre las
sombra,
y hay en mi alma
un gran florecimiento
si en mí los fijas; si los
bajas, siento
como si fuera a florecer la
alfombra.
Explosión
¡Si la vida
es amor, bendita sea!
¡Quiero más vida para
amar! Hoy siento
que no valen mil años de la
idea
lo que un minuto azul del
sentimiento.
Mi corazón
moría triste y lento...
5
Hoy abre en luz como una flor
febea;
¡la vida brota como un mar
violento
donde la mano del amor golpea!
Hoy,
partió hacia la noche, triste, fría,
rotas las alas de mi
melancolía;
10
como una vieja mancha del
dolor
en la sombra
lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa,
ríe!
¡Mi vida toda es una boca en
flor!
Otra
estirpe
Eros, yo quiero
guiarte. Padre ciego...,
pido a tus manos todo
poderosas
¡su cuerpo excelso derramado
en fuego
sobre mi cuerpo derramado en
rosas!
La
eléctrica corola que hoy despliego
5
brinda el nectario de un
jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne
entrego
todo un enjambre de palomas
rosas.
Da a las dos
sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio,
mieles,
10
viérteme de sus venas, de su
boca...
¡Así
tendida soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la
simiente
de otra estirpe sublimemente
loca!
La
sed
-Tengo sed, sed
ardiente- dije a la maga, y ella
me ofreció de sus
néctares-. Eso no: ¡me empalaga!-
Luego una rara fruta, con sus dedos
de maga
exprimió en una copa, clara
como una estrella;
y un brillo de
rubíes hubo en la copa bella.
5
Yo probé.- ¡Es dulce,
dulce! Hay días que me halaga
tanta miel, pero hoy me repugna, me
estraga-.
Vi pasar por los ojos del hada una
centella.
Y por un verde
valle perfumado y brillante,
llevóme hasta una clara
corriente de diamantes.
10
-¡Bebe!- dijo. Yo
ardía; mi pecho era un fragua.
Bebí,
bebí, bebí la linfa cristalina...
¡Oh frescura!, ¡oh
pureza!, ¡oh sensación divina!
-Gracias, maga; y bendita la
limpieza del agua.
La barca
maravillosa
Preparadme una
barca con un gran pensamiento...
La llamarán La Sombra unos;
otros, La Estrella.
No ha de estar al capricho de una
mano o un viento;
yo la quiero consciente,
indominable y bella.
La moverá
el gran ritmo de un corazón sangriento
5
de vida sobrehumana; he de sentirme
en ella
fuerte como en los brazos de Dios.
¡En todo viento,
en todo mar templadme su prora de
centella!
La cargaré
de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
iré como la rota corola de
nelumbo,
10
por sobre el horizonte
líquido de la mar...
Barca, alma
hermana: ¿hacia qué tierras nunca vistas,
de hondas revelaciones, de cosas
imprevistas
iremos?... Yo ya muero de vivir y
soñar.
Lo
inefable
Yo muero
extrañamente... No me mata la Vida,
no me mata la Muerte, no me mata el
Amor;
muero de un pensamiento mudo como
una herida...
¿No habéis sentido
nunca el extraño dolor
de un pensamiento
inmenso que se arraiga en la vida,
5
devorando alma y carne, y no
alcanza a dar flor?
¿Nunca llevásteis
dentro una estrella dormida
que os abrasaba enteros y no daba
un fulgor?
¡Cumbre de
los Martirios!... ¡Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la
trágica simiente
10
clavada en las entrañas como
un diente feroz!
Pero arrancarla
un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable... ¡Ah,
más grande que no fuera
tener entre las manos la cabeza de
Dios!
La
musa
Yo la quiero
cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismos que se
vuelvan fanales;
en su boca una fruta perfumada y
bermeja
que destile más miel que los
rubios panales.
A veces nos
asalte un aguijón de abeja;
5
unos raptos feroces a gestos
imperiales
y sorprenda en su risa el dolor de
una queja;
¡en sus manos asombren
caricias y puñales!
Y que vibre, y
desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila, tigre, paloma
en un instante.
10
Que el Universo quepa en sus ansias
divinas;
tenga una voz que
hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que erguida su corona
reclame
de rosas, de diamantes, de
estrellas o de espinas!
La
estatua
Miradla,
así, sobre el follaje oscuro
recortar la silueta
soberana...
¿no parece el retoño
prematuro
de una gran raza que será
mañana?
¡Así
una raza inconmovible, sana,
5
tallada a golpes sobre el
mármol duro,
de las vastas campañas del
futuro
desalojara a la familia
humana!
¡Miradla
sí -¡de hinojos!- en augusta
calma imponer la desnudez que
asusta!...
10
¡Dios!... ¡Moved ese
cuerpo, dadle un alma!
Ved la grandeza
que en su cuerpo duerme...
¡Vedlo allá arriba,
miserable, inerme,
más pobre que un gusano,
siempre en calma!
El
vampiro
En el regazo de
la tarde triste
yo invoqué tu dolor...
Sentirlo era
¡sentirse el corazón!
Palideciste
hasta la voz, tus párpados
de cera.
Bajaron... y
callaste... Pareciste
5
oír pasar la Muerte... Yo
que abriera
tu herida mordí en ella
-¿me sentiste?-
¡Como en el oro de un panal
mordiera!
Y exprimí
más, traidora, dulcemente
tu corazón herido
mortalmente,
10
por la cruel daga rara y
exquisita
de un mal sin
nombre, ¡hasta sangrarlo en llanto!
Y las mil bocas de mi sed
maldita
tendí a esa fuente abierta
en tu quebranto.
¿Por
qué fui tu vampiro de amargura?
15
¿Soy flor o estirpe de una
especie oscura
que come llagas y que bebe el
llanto?
Amor
Yo lo
soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso leguaje del
torrente;
era un mar desbordado de locura y
de fuego,
rodando por la vida como un eterno
riego.
Luego
soñélo triste, como un gran sol poniente
5
que dobla ante la noche la cabeza
de fuego;
después rió, y en su
boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la
fuente.
Y hoy
sueño que es vibrante, y suave, y riente, y triste,
que todas las tinieblas y todo el
iris viste;
10
que, frágil como un
ídolo y eterno como un Dios,
sobre la vida
toda su majestad levante:
y el beso cae ardiente a perfumar
su planta
en una flor de fuego deshojada por
dos...
La barca
milagrosa
Preparadme una
barca como un gran pensamiento...
La llamarán «La
Sombra» unos, otros «La Estrella».
No ha de estar al capricho de una
mano o un viento;
yo la quiero consciente,
indominable y bella.
La moverá
el gran ritmo de un corazón sangriento
5
de vida sobrehumana; he de sentirme
en ella
fuerte como en los brazos de Dios.
¡En todo viento,
en todo mar templadme su prora de
centella!
La cargaré
de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
iré como la rota corola de
un nelumbo,
10
por sobre el horizonte
líquido de la mar...
Barca, alma
hermosa: ¡hacia qué tierras nunca vistas,
de hondas revelaciones, de cosas
imprevistas
iremos?... Yo ya muero de vivir y
soñar...
Elegías
dulces
Hoy desde el gran
camino, bajo el sol claro y fuerte,
muda como una lágrima he
mirado hacia atrás.
Y tu voz, de mi lejos, con un olor
de muerte,
vino a aullarme al oído un
triste «¡Nunca más!»
Tan triste, que
he llorado hasta quedar inerte...
5
¡Yo sé que
estás tan lejos que nunca volverás!
No hay lágrimas que laven
los besos de la Muerte...
Almas, hermanas mías, nunca
miréis atrás!
Los pasados se
cierran como los ataúdes;
al otoño las hojas en
dorados aludes
10
ruedan... y arde en los troncos la
nueva floración...
Las noches son
caminos negros de las auroras...
Oyendo deshojarse tristemente las
horas
dulces, hablemos de otras flores al
corazón.
La
cita
En tu alcoba
techada de ensueños, haz derroche
de flores y de luces de
espíritu; mi alma
calzada de silencio y vestida de
calma
irá a ti por la senda
más negra de esta noche.
Apaga las
bujías para ver cosas bellas;
5
cierra todas las puertas para
entrar la Ilusión;
arranca del Misterio un manojo de
estrellas
y enflora como un vaso triunfal tu
corazón.
Y
esperarás sonriendo, y esperarás llorando!...
Cuando llegue mi alma, tal vez
reces pensando
10
que el cielo dulcemente se derrama
en tu pecho...
Para el amor
divino ten un diván de calma,
o con el lirio místico que
es su arma, mi alma
apagará una a una las rosas
de tu lecho.
El
intruso
Amor, la noche
estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó
en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la
sombra helante,
tu sombra fue una mancha de luz y
de blancura.
Todo aquí
lo alumbraron tus ojos de diamante;
5
bebieron en mi copa tus labios de
frescura,
y descansó en mi almohada tu
cabeza fragante;
me encantó tu descaro y
adoré tu locura.
Y hoy río
si tu ríes, y canto si tú cantas;
y si tú duermes, duermo como
un perro a tus plantas.
10
Hoy llevo hasta en mi sombra tu
olor de primavera;
y tiemblo si tu
mano toca la cerradura,
¡y bendigo la noche
sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu
boca tempranera!
Añoranza
Íbamos en
la tarde que caía
rápidamente sobre los
caminos.
Su belleza, algo exótica,
ponía
aspavientos en ojos
campesinos.
-Gozaremos el
libro- me decía
5
de tus epigramáticos y
finos
versos. En el crepúsculo
moría
un desfile de pájaros
marinos...
Debajo de
nosotros, la espesura
aprisionaba en forma de
herradura
10
la población. Y de un charco
amarillo
surgió la
luna de color de argento,
y a lo lejos, con un
recogimiento
sentimental, lloraba un
caramillo...
Una
viñeta
Tarde sucia de
invierno. El caserío,
como si fuera un croquis al
creyón,
se hunde en la noche. El humo de un
bohío,
que sube en forma de
tirabuzón;
mancha el paisaje
que produce frío,
5
y debajo de la
genuflexión
de la arboleda, somormuja el
río
su canción, su
somnífera canción.
Los labradores,
camellón abajo,
retornan fatigosos del
trabajo,
10
como un problema sin
definición.
Y el dueño
del terruño, indiferente,
rápidamente, muy
rápidamente,
baja en su coche por el
camellón.
Toque de
oración
Un pedazo de luna
que no brilla
sino con timidez. Canta un
marino,
y su triste canción, tosca y
sencilla,
tartamudea con sabor de
vino...
El mar, que el
bíceps de la playa humilla,
5
tiene sinuosidades de felino,
y se deja caer sobre la orilla
con la cadencia de un
alejandrino.
Pienso en ti,
pienso que te quiero mucho
porque me encuentro triste, porque
escucho
10
la esquila del pequeño
campanario
que se queja con
un sollozo tierno,
mientras los sapos cantan el
invierno
con una letra del
abecedario...
Medio
ambiente
Mi buen amigo el
noble Juan de Dios, compañero
de mis alegres años de
juventud, ayer
no más era un artista
genial, aventurero...
-Hoy vive en un poblacho con hijos
y mujer-.
Y es hoy panzudo
y calvo. Se quita ya el sombrero
5
delante de don Sabas, de un don
Lucas... ¿qué hacer?
La cuestión es asunto de
catre y de puchero,
sin empeñar la
«Singer» que ayuda a mal comer.
Quimeras
moceriles -mitad sueño y locura-;
quimeras y quimeras de anhelos
infinitos,
10
y que hoy -como las piedras tiradas
en el mar-
se han ido a
pique oyendo las pláticas del cura,
junto con la consorte, la suegra y
los niñitos...
¡Qué diablo! Si estas
cosas dan ganas de llorar.
Y hoy río
si tu ríes, y canto si tú cantas;
15
y si tú duermes, duermo como
un perro a tus plantas.
Hoy llevo hasta en mi sombra tu
olor de primavera;
y tiemblo si tu
mano toca la cerradura,
¡y bendigo la noche
sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu
boca tempranera!
20
Tu
amor...
Tu amor, esclavo,
es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la
muerte,
en el carmen fecundo de mi
vida.
Pico de cuervo
con olor de rosas,
5
aguijón enmelado de
delicias
tu lengua es. Tus manos
misteriosas
son garras enguantadas de
caricias.
Tus ojos son mis
medias noches crueles,
panales negros de malditas
mieles
10
que se desangran en mi
acerbidad;
crisálida
de un vuelo del futuro
es tu abrazo magnífico y
oscuro
torre embrujada de mi soledad.
Tu
boca
Yo hacía
una divina labor sobre la roca
creciente del Orgullo. De la vida
lejana
algún pétalo
vívido me voló en la mañana,
algún beso en la noche.
Tenaz como una loca
seguía mi
divina labor sobre la roca
5
cuando tu voz, que funde como sacra
campana
en la nota celeste la
vibración humana,
tendió su lazo de oro al
borde de tu boca;
-¡maravilloso nido del vértigo tu
boca!
Dos pétalos de rosa
abrochando un abismo...
10
Labor, labor de gloria, dolorosa y
liviana;
¡tela donde
mi espíritu se fue tramando él mismo!
Tú quedas en la testa
soberbia de la roca,
y yo caigo, sin fin, en el
sangriento abismo.
Desde
lejos
En el silencio
siento pasar hora tras hora,
como un cortejo lento, acompasado y
frío...
¡Ah! Cuando tú
estás lejos, mi vida toda llora,
y al rumor de tus pasos hasta en
sueños sonrío.
Yo sé que
volverás. que brillará otra aurora
5
en mi horizonte, grave como un
ceño sombrío;
revivirá en mis bosques tu
gran risa sonora
que los cruzaba alegre como el
cristal de un río.
Un día, al
encontrarnos tristes en el camino,
yo puse entre tus manos
pálidas mi destino
10
¡y nada de más grande
jamás han de ofrecerte!
Mi alma es frente
a tu alma como el mar frente al cielo:
pasarán entre ellas, tal la
sombra de un vuelo,
¡la Tormenta y el Tiempo y la
Vida y la Muerte!
Fue al
pasar
Yo creí
que tus ojos anegaban el mundo...
Abiertos como bocas en clamor...Tan
dolientes
que un corazón partido en
dos trozos ardientes
parecieron... Fluían de tu
rostro profundo
como dos
manantiales graves y venenosos...
5
Fraguas a fuego y sombra,
¡tus pupilas!...tan hondas
que no sé desde donde me
miraban, redondas
y oscuras como mundos lontanos y
medrosos.
¡Ah, tus
ojos tristísimos como dos galerías
abiertas al Poniente!... ¡Y
las sendas sombrías
10
de tus ojeras donde reconocí
mis rastros!...
¡Y o
envolví en un gran gesto mi horror como en un velo,
y me alejé creyendo que
cuajaba en el cielo
la medianoche húmeda de tu
mirar sin astros!
Por campos de
ensueño
Pasó
humeante el tropel de los potros salvajes,
feroces los hocicos, hirsutos de
pelajes,
las crines extendidas,
bravías, tal bordones,
pasaron como 'pasan pamperos y
aquilones.
Y luego fueron
águilas de esplendidos plumajes
5
trayendo de sus cumbres
magníficas visiones,
con el sereno vuelo de las
inspiraciones
augustas, con soberbias de
olímpicos linajes.
Cruzaron hacia
Oriente la limpidez del cielo,
tras ellas como cándida
hostia que alzara el vuelo,
10
una paloma blanca como la nieve
asoma.
Yo olvido el ave
egregia y el bruto que foguea
pensando que en los cielos solemnes
de la Idea
a veces es muy bella, muy bella una
paloma.
Mi
musa
Mi musa
tomó un día la placentera ruta
de los campos fragantes; ornada de
alboholes,
perfumando sus labios en la miel de
la fruta
y dorando su cuerpo al fuego de los
soles.
Vivió como
una ninfa: desnuda, en fresca gruta,
5
engalanando espejos de lagos
tornasoles.
La gran garza rosada de su forma
impoluta.
Volvió a mí como el
oro de luz de los crisoles.
Más pura;
los cabellos emperlados de gotas
lucientes y prendidos de abrojos;
trajo notas
10
de pájaro silvestre y en los
labios más fuego.
Yo peinela y
vestila sus parisinas galas,
y ella hoy grave pasea por mis
lujosas salas
un gran aire salvaje y un perfume
de espliego.
Mi
Aurora
Como un gran sol
naciente iluminó mi vida
y mi alma abrió a beberlo
como una flor de aurora;
¡Amor! ¡Amor! bendita
la noche salvadora
en que llamó a mi puerta tu
mamita florida.
Mi alma vibro en
la sombra como arpa sorprendida,
5
las aguas del silencio ya abiertas,
en la aurora
cantó su voz potente
misteriosa y sonora.
¡Mi alma lóbrega era
una estrella dormida!
Hoy toda la
esperanza que yo llorara muerta
surge a la vida alada del ave que
despierta
10
ebria de una alegría fuerte
como el dolor;
y todo luce y
vibra, todo despierta y canta,
como si el palio rosa de su luz
viva y santa
abriera sobre el mundo la aurora de
mi amor.
El
nudo
Su idilio fue una
larga sonrisa a cuatro labios.
En el regazo cálido de rubia
primavera.
Amáronse talmente que entre
sus dedos sabios
palpitó la divina forma de
la Quimera.
En los palacios
fúlgidos de las tardes en calma
5
hablábanse un lenguaje
sentido como un lloro,
y se besaban hondo hasta morderse
el alma!
Las horas deshojáronse como
flores de oro.
Y el Destino
interpuso sus dos manos heladas...
¡Ah! los cuerpos cedieron,
mas las almas trenzadas