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Sonetos del siglo XIX

Ramón García González (ed. lit.)






ArribaAbajoAcosta, Ignacio María

Cuba. 1814 - 1871




Dolencia de Iselia


   Esa inquietud que sin cesar te agita,
ese tormento que te oprime el pecho,
y pone abrojos al mullido lecho,
y tu semblante virginal marchita.

   Esa lucha fatal que se concita  5
del corazón en el recinto estrecho,
y le arranca suspiros al despecho
en continua aflicción y amarga cuita;

   ese dulce mirar, tu afecto tierno
que revelan un alma candorosa  10
que pugna por vencer un mal interno;

   esa delicia, en fin, que misteriosa
con las penas se mezcla del infierno;
esa es la llama del amor, hermosa.




Un sueño


   Soñaba yo que por la senda hermosa
de la virtud la humanidad corría,
y el sol de la verdad resplandecía
llenando el orbe de su luz radiosa.

   La torpe envidia, la calumnia odiosa  5
abaten su poder y bastardía;
y a la voz del progreso se veía
la sociedad aparecer dichosa.

   Un pueblo sólo es el linaje humano,
triunfa la ilustración, y por su empeño  10
su templo cierra para siempre Jano...

   A tan mágico cuadro y halagüeño,
al arpa de oro le tendí la mano
por cantar tanto bien... ¡mas era un sueño!...




Soneto


   Hay una Alondra en nuestro hermoso valle
que tierno atisba un cazador atento:
Ave divina cuyo dulce acento
al coro manda volador que calle.

   Y calla, y se suspende el escuchalle...  5
que de la Alondra al divinal concento
plega sus alas de placer el viento,
y no hay ave ni flor que no avasalle.

   Triunfante su expresión desde su nido
el valle todo con su voz encanta,  10
y está el amor ante sus pies rendido.

   Nada turba el trinar de su garganta,
y si suena en el bosque algún gemido
es de la voz del cazador que canta.




Soneto


   Nace fragante, delicada, hermosa,
rica en colores, tímida y galana,
entre perlas que riega la mañana
en verde tallo la encendida rosa.

   El aura la acaricia voluptuosa;  5
en agradarla el colibrí se afana;
y la rosa gentil de la sabana
es el hechizo y la adorada diosa.

   Pero si envuelto en polvoroso aliento
con torpe labio y bárbara inclemencia  10
besa la flor el huracán violento,

   entonces mustia, sin color ni esencia
muere infeliz, cual muere en un momento
al contacto del vicio la inocencia.




Soneto


   No luce el sol en el oriente un día
sin que nazca en mi pecho una esperanza;
mas ese bien de la ilusión no alcanza
a dar consuelo a mi desgracia impía.

   El prisma hermoso de la infancia mía  5
hízome ver la dicha en lontananza,
y soñar ese bien que no se alcanza
y con delirio el corazón ansía.

   Pasaron mis risueñas mocedades:
el cabello se encuentra encanecido,  10
sin fuerza ni vigor mis facultades.

   Despierto del letargo en que he dormido;
quiero gozar al fin las realidades,
y encuentro sólo que ilusión ha sido.




Al plan de Matanzas


   ¿Quién eres tú, gigante, en cuya frente
se detienen las nieblas apiñadas,
en tanto que a tus plantas, humilladas
rugen las tempestades sordamente?...

   Tu fantástica forma sorprendente,  5
tus crestas a los cielos levantadas,
tus abismos, tus rocas despeñadas,
¿qué misterios encubren a la mente?...

   ¿Y pretendo tu origen misterioso
penetrar, al través del tiempo inmenso  10
que miraste pasar?... De luz un rayo

   ilumina mi espíritu; y lloroso,
que eres la tumba perdurable pienso
del pueblo antiguo que habitó en Yucayo.




ArribaAbajoAcuña, Manuel

México. 1849 - 1873

Poeta con un trágico destino. Nace en Saltillo, Coahuila, el 27 de agosto de 1849 y se mató en la ciudad de México el día 6 de diciembre de 1873. Estudiante de Medicina, a causa de un desengaño amoroso, se quitó la vida ingiriendo cianuro.




A una flor


   Cuando tu broche apenas se entreabría
para aspirar la dicha y el contento,
¿te doblas ya y cansada y sin aliento
te entregas al dolor y a la agonía?

   ¿No ves acaso, que esa sombra impía  5
que ennegrece el azul del firmamento
nube es tan sólo que al soplar el viento,
te dejará de nuevo ver el día?

   ¡Resucita y levántate!... Aún no llega
la hora de que en el fondo de tu broche  10
des cabida al pesar que te doblega.

   Injusto para el sol es tu reproche,
que esa sombra que pasa y que te ciega,
es una sombra, pero aún no es la noche.




Soneto


   Porque dejaste el mundo de dolores
buscando en otro cielo la alegría
que aquí, si nace, sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y temores.

   Porque en pos de otro mundo y otras flores  5
abandonaste esta región sombría,
donde tu alma gigante se sentía
condenada a continuos sinsabores.

   Yo te vengo a decir mi enhorabuena
al mandarte la eterna despedida  10
que de dolor el corazón me llena;

   que aunque cruel y muy triste tu partida,
si la vida a los goces es ajena
mejor es el sepulcro que la vida.




Hidalgo


   Sonaron las campanas de Dolores,
voz de alarma que el cielo estremecía,
y en medio de la noche surgió el día
de augusta libertad con los fulgores.

   Temblaron de pavor los opresores  5
e Hidalgo audaz al porvenir veía,
y la patria, la patria que gemía,
vió sus espinas convertirse en flores.

   ¡Benditos los recuerdos venerados
de aquellos que cifraron sus desvelos  10
en morir por sellar la independencia;

   aquellos que vencidos, no humillados,
encontraron el paso hasta los cielos
teniendo por camino su conciencia!




A Rosario


   Esta hoja arrebatada a una corona
que la fortuna colocó en mi frente
entre el aplauso fácil e indulgente
con el primer ensayo se perdona.

   Esta hoja de un laurel que aún me emociona  5
como en aquella noche, dulcemente
por más que mi razón comprende y siente
que es un laurel que el mérito no abona.

   Tú la viste nacer, y dulce y buena
te estremeciste como yo al encanto  10
que produjo al rodar sobre la escena.

   Guárdala y de la ausencia en el quebranto
que te recuerde de mis besos, llena,
al buen amigo que te quiere tanto.




A un arroyo


   Cuando todo era flores tu camino,
cuando todo era pájaros tu ambiente,
cediendo de tu curso a la pendiente
todo era en ti fugaz y repentino.

   Vino el invierno con sus nieblas vino  5
el hielo que hoy estanca tu corriente,
y en situación tan triste y diferente
ni aún un pálido sol te da el destino.

   Y así en la vida el incesante vuelo
mientras que todo es ilusión, avanza  10
en sólo una hora cuanto mide el cielo.

   Y cuando el duelo asoma en lontananza
entonces como tú cambiada en hielo
no puedes reflejar ni al esperanza.




ArribaAbajoAcuña, Rosario de

Madrid. 1851 - Gijón. 1923

Escritora y autora dramática y poeta. Autora del drama Rienzi el Tribuno.




El otoño


   Templa su fuego el sol bajo el nublado;
las nieblas rompen sus tupidos velos
y desciende la lluvia, y arroyuelos
de límpido cristal recoge el prado.

   Pájaro amante, insecto enamorado,  5
sienten, última vez, ardientes celos;
marchan la golondrina y sus polluelos:
se adorna el bosque de matiz dorado.

   ¡Ya está aquí! El mar levanta sus espumas
y acres perfumes a la tierra envía...  10
¿Quién no le ama? Entre rosadas brumas,

   coronado de mirtos y laureles,
viene dando a las vides ambrosía,
vertiendo frutas, regalando mieles!




La muerte


   ¿Es dormir sin ensueños y en la hundida
fosa quedar en eternal reposo?
O ¿es despertar del sueño pavoroso
que el hombre llama, en sus delirios, vida?

   La obra del alma ¿quedará perdida,  5
deshecha, en el abismo tenebroso?
O ¿tendrá su empezar esplendoroso
cuando sintamos la postrera herida?

   ¡Qué importa lo que fuere! Si es el sueño
sin ensueño, el no ser, dormir sin tasa...  10
¡Es posible lograr mayor ventura!

   Y si es el despertar del triste ensueño
del vivir terrenal, que al alma abrasa...
¡Hay dicha más gloriosa y más segura!




Soneto escrito para ser grabado en la tumba de mi padre


   Piedra, que serás polvo deleznable,
pues todo al paso de los años muere,
mi pensamiento en su amargura quiere
fundirse en lo que guardas implacable.

   Alcanza en lo infinito y no le es dable  5
darse a la muerte si el dolor le hiere,
que el pensamiento en su amargura adquiere
una fuerza vital imponderable.

   En los abismos de la muerte hundido
está mi padre, luz del alma mía,  10
y aún más allá del polvo y del olvido.

   Más allá de mi noche eterna y fría
concibo su recuerdo bendecido
y la esperanza de encontrarle un día.




ArribaAbajoAfán de Ribera, Antonio

Granada Siglo XIX - 1906

Poeta y autor dramático. Creador de la tertulia literaria «Huerto de las Tres Estrellas».




Soneto


   Fue novio Juan de la sin par María,
y en el largo trajín de sus amores,
todos fueron ensueños seductores
y proyectos de bienes y alegría.

   Llegó el plazo, o mejor, el fausto día  5
como dan en nombrarle los autores,
de encadenar a entrambos amadores,
en eternal unión, la Vicaría.

   ¡Qué gran luna de miel! ¡Qué desatino
de amantes! pero al mes quiso el demonio  10
que echara cada cual por su camino.

   Y al preguntar por qué, me dijo Antonio:
-«Como el vinagre se engendró del vino
así el amor se tuerce en matrimonio».




ArribaAbajoAgüero y Agüero, Brígida

Camaguey. Cuba. 1837 - 1866

De familia de poetas, es hija de Francisco Agüero y Estrada (El Solitario) y prima del poeta revolucionario Joaquín Agüero.




Resignación


   ¡Soberano Señor Omnipotente,
por quien el Sol espléndido fulgura,
el ave canta, el céfiro murmura,
y vierte sus raudales el torrente!,

   oye mi voz: el alma reverente  5
implora tu piedad en su amargura;
mitiga un tanto mi letal tristura,
mi cruel angustia, mía ansiedad creciente.

   Al través de una triste perspectiva,
miro tan sólo un porvenir sombrío,  10
y más mi pena sin cesar se aviva.

   Un mal terrible me atormenta impío...
mas si te place que muriendo viva,
«cúmplase en mí, tu voluntad, Dios mío.»




ArribaAbajoAgüero y Agüero, Francisco

Cuba. Siglo XIX




Soneto sin la letra «a»


   Proponerse escribir un buen soneto,
vencedor del sepulcro y del olvido,
en círculo vicioso protegido
por el dique imponente del respeto.

   Es mucho pretender, error completo  5
por todos por doquier reconocido;
y yo que entiendo y lucho decidido,
con el silencio responder prometo.

   ¿De dónde, «Juventud», de dónde viene
el principio despótico que impones?  10
¿Quién del numen los ímpetus detiene

   del modo estoico que feliz propones?
No tu precepto en mis oídos vibre.
Libre es el genio porque el hombre es libre.




ArribaAbajoAguilar, Juan de

Rute. Córdoba. Siglo XIX - Antequera. Málaga. Siglo XX

Poeta y maestro de Filosofía. Quedó ciego.




A un avaro


   Donde jamás el sol sus rayos tira
y todo es confusión eternamente,
vive aquel, que con hambre y sed ardiente
cerca el remedio, sin remedio, mira.

   Fruta le ofrece y a cogerla aspira;  5
mas ella de su mano diligente,
se burla, y de sus labios la corriente
al Eridano hondo se retira.

   Di que admiras de Tántalo la pena,
y género tan grave de tormento  10
tu asombro advierta, porque más te asombre

   que cuanto escuchas en la historia ajena
por ti se dice, disfrazado el nombre.
¡Oh, pobre en tus riquezas avariento!




Soneto


   Perfecto Libro, que a la Estampa ha dado
bien entendido Autor, eres confieso,
al Encarnarte, advierto estás impreso,
como al Nacer al mundo, a luz sacado.

   En la Circuncisión, fuiste cortado,  5
y al adorarte Reyes miro expreso,
sabios, te leen Rey, Dios Hombre, y esto
tu Autor, con una Estrella ha señalado.

   Haciendo huyas a Egipto, hizo cubrirte,
para en Jerusalén, después mostrarte  10
tres días a sus Doctos, y aplaudirte:

   A una Columna, quiso rubricarte,
y si en la Cruz, el Título inscribirte,
en el monte Tabor; iluminarte.




Soneto


   Al verte pobre ya, de amor inmundo,
y del divino amo, enriquecida,
bienes del mundo, Magdalena olvida,
porque es del mundo el bien, mal sin segundo.

   En lo que logra del amar del mundo,  5
de lágrimas un mar, que arrepentida,
anegando los yerros de su vida,
de doloroso llanto, es mar profundo.

   Las plantas riega con amante anhelo,
del que en su voluntad, todo se encierra,  10
¡o mil veces feliz, raro desvelo!

   El modo natural en ti se yerra,
que siempre le agua da a la Tierra, el Cielo,
y hoy al Cielo le da el agua, la Tierra.




Soneto


   Raro Fénix de Amor, que en vivas llamas,
esplendor inmortal tienes logrado,
leños de aroma son, los que has juntado
en olor de virtudes que derramas.

   Alta Hoguera te eriges, que así amas  5
afectos recogiendo enamorado,
que el Pecho, en sacro amor, todo abrasado,
hoguera es elevada, en que te inflamas.

   A rayos del Sol Cristo, Ave lucida,
del corazón las alas, velozmente  10
bates, por verte en fuego renacida.

   Fénix te considero, en Pira ardiente,
que él en su muerte nace a nueva vida,
y es tu Ocaso en la Tierra, al Cielo, Oriente.




ArribaAbajoAguilar Poveda, Luis

Cuba. Siglos XIX - XX

Poeta.




La canción de Elcino


   Elcino, el buen pastor, con la manada huraña
de cabras, paso a paso, cruzó el valle florido;
vibró en los aires puros su peculiar silbido,
y al oírle siguiéronle, camino a la montaña.

   Al oír un lejano cantar de pipitaña  5
recordó la tragedia de su amor sin olvido;
requirió de sus hombros el rabel, y mordido
por la pena, llamó su tierna musa extraña.

   En mitad de su música miró que amanecía:
Toda, toda la noche, su canto suprahumano  10
relató en la montaña su enorme desconsuelo...

   Quebró Elcino el rabel con su larga armonía,
y cuando la postrera cuerda rompió su mano,
tras la última nota su alma voló al cielo.




La Marquesa recuerda...


   Lentamente, la hastiada marquesa envejecida
abre el cofre de ébano de las cartas antiguas,
y al mirarlas recuerda mil pasiones exiguas
que en lejanos minutos le encendieron la vida.

   Suspirando, lee cartas de los hombres que un día  5
por su causa alojáronse una bala en la frente;
y no ocultan sus ojos el orgullo que siente
viendo el trágico libro de su historia sombría.

   Dice: «¡Oh, aquel monarca, que en romántico exceso
me daba su reinado, tan sólo por un beso...!»  10
«¡Oh, aquel conde Learnes, que murió en la querella...!»

   Cierra el cofre que guarda lo que llama su gloria,
y, cruelmente orgullosa, repasa en su memoria,
uno a uno, los hombres que murieron por ella.




ArribaAbajoAguilar y Tejera, Agustín

España. Siglos XIX-XX

Poeta.




A una muy alta dama que pidió un soneto al poeta


   Flor de catorce pétalos reidores,
hoguera de catorce llamaradas;
ancha panoplia de catorce espadas
y nidal de catorce ruiseñores.

   Tal el soneto donde mis amores  5
yo vos dijera en músicas aladas,
cuyas letras dejasen inflamadas
vuestros ojos, en vivos resplandores.

   Soneto, en vuestras manos, flor abierta;
soneto que alegrase vuestro oído,  10
como nidal colgado en vuestra puerta;

   soneto, hoguera de mi amor secreto;
para dejar a mi rival tendido,
espada vengadora, mi soneto.




ArribaAbajoAguiló, Mariano

Palma de Mallorca. 1825 - 1897

Poeta.




Decepción


   La dolencia del alma a nadie mata,
mas le hace agonizar su gran presión...
Cuando el dolor el corazón maltrata,
se escapa por los ojos su aflicción.

   Mas la pena que el llanto nos desata  5
no aminora el ardor del corazón;
sus fibras moja y con rencor dilata
para acopiar más cruel desolación.

   ¡Ay, pobre del que en hora maldecida
siente el amor y es del amor proscrito!  10
¡Le huye la muerte, mas también la vida!

   Vive para probar que no es un mito
que, si el hombre se inflama sin medida,
¡su dolor sin amor, será infinito!




ArribaAbajoAguiló, Tomás

Palma de Mallorca 1812 - 1884

Poeta.




Visión de la novia muerta


   Era como la nieve, iba vestida
de blanco, de candor y de nobleza;
llevaba alrededor de su cabeza,
corona virginal de flor tejida;

   manto azul como el cielo donde anida;  5
velo blanco de angélica pureza...
Así la contemplé con gran tristeza
cual si estuviera allí sólo dormida.

   Así la vi, la veo todavía
por el bancal que para mí verdea,  10
junto al fresco rodar del arroyuelo...

   La veo en fosca noche o claro día,
y la hermosa visión que me rodea,
endulza mi dolor, sin dar consuelo.




ArribaAbajoAguirre, José María de

Santander. 1877 - 1911

Poeta y escritor. Hizo Derecho en Madrid. Sobrino de Amos de Escalante.




Niebla


   Nublose el sol de la esperanza mía
que siempre tuvo resplandor escaso,
sin llegar a las cumbres del Ocaso,
la linde al trasponer el mediodía.

   Al escalar la pedregosa vía  5
menguó mi aliento y vacilo mi paso;
y tuve sed y la sacié en tu vaso
¡musa del Septentrión, Melancolía!

   Agotado en los medios del camino
en plena juventud, voy peregrino  10
desalentado, vacilante y ciego.

   Nublose el sol de la esperanza mía...
¿No habrá una estrella que me preste guía
en este mar de sombra en que me anego?




Amargura


   En turbios días de borrascas duras,
cuando el mar encrespando sus melenas
deja las costas de blancores llenas,
negro el ambiente y el abismo a oscuras,

   del cantil por las hondas cortaduras,  5
entre escollos que muerden las arenas,
voy contando lo amargo de mis penas
al mar que tanto sabe de amarguras.

   Crencha espumante que el Noroeste riza
el aire al escalar se pulveriza  10
y en mansa lluvia sobre mí descarga:

   ¡tan amarga es la pena que me abruma
que al rozar en mis labios esa espuma
la comparo a mi mal y no me amarga.


Al dolor




I


   No aceches cauteloso y traicionero:
ya sentí tu pisar en pos del mío,
ya tu aliento aspiré morboso y frío,
no te escondas dolor que ya te espero.

   Me he parado a esperarte en el sendero;  5
yo te conozco ya y en ti confío,
cuando no vienes tú viene le hastío,
y entre el hastío y tú, yo te prefiero.

   ¡Cuántas veces el alma desolada
presintió tu venida y cuántas veces  10
sintió después tu sorda dentellada!

   Al sabor de la copa que me ofreces
hace tiempo que el alma está avezada:
tráela, pues, que la apure hasta las heces.




II


   ¡Ay dolor, ya me oprimes demasiado!
¡ay dolor, ya no puedo soportarte!
las fuerzas sin medir salí a esperarte
y mis fuerzas las tuyas han gastado.

   Pensé luchar con ánimo menguado  5
frente a frente contigo y humillarte
¡temeraria ilusión! de parte a parte
tu garra el corazón me ha traspasado.

   Va desolada el alma, de vencida
huyendo temeraria el escarmiento  10
que victorioso tú con ella hicieras...

   Huye dolor o arráncame la vida;
mas en vano suplico y me lamento,
que si mataras tú dolor no fueras.






ArribaAbajoAgustini, Delmira

Montevideo (Uruguay). 1886 - 1914

Hermosa y apasionada, tuvo una vida trágica, ya que apenas casada pidió la separación, para más tarde encontrarse con el marido en una casa, como simples amantes y encontrar la muerte a manos de su esposo, quién a su vez se suicidó.




El arroyo


   ¿Te acuerdas? El arroyo fue la serpiente buena...
Fluía triste y triste como un llanto de ciego,
cuando en las piedras grises donde arraiga la pena,
como un inmenso lirio se levantó tu ruego.

   Mi corazón, la piedra más gris y más serena,  5
despertó en la caricia de la corriente y luego
sintió como la tarde, con manos de agarena,
prendía sobre él una rosa de fuego.

   Y mientras la serpiente del arroyo blandía
el veneno divino de la melancolía,  10
tocada de crepúsculo me abrumó tu cabeza,

   la coroné de un beso fatal, en la corriente
vi pasar un cadáver de fuego... Y locamente
me derrumbó en tu abrazo profundo la tristeza.




Florecimiento


   La noche entró en la sal adormecida
arrastrando el silencio a pasos lentos...
Los sueños son tan quedos, que una herida
sangrar se oiría. Rueda en los momentos

   una palabra insólita, caída  5
como una hoja de otoño... Pensamientos
suaves tocan mi frente dolorida
tal manos frescas, ¡ah!... ¿por qué tormentos

   misteriosos los rostros palidecen
dulcemente?... Tus ojos me parecen  10
dos semillas de luz entre las sombra,

   y hay en mi alma un gran florecimiento
si en mí los fijas; si los bajas, siento
como si fuera a florecer la alfombra.




Explosión


   ¡Si la vida es amor, bendita sea!
¡Quiero más vida para amar! Hoy siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul del sentimiento.

   Mi corazón moría triste y lento...  5
Hoy abre en luz como una flor febea;
¡la vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!

   Hoy, partió hacia la noche, triste, fría,
rotas las alas de mi melancolía;  10
como una vieja mancha del dolor

   en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!




Otra estirpe


   Eros, yo quiero guiarte. Padre ciego...,
pido a tus manos todo poderosas
¡su cuerpo excelso derramado en fuego
sobre mi cuerpo derramado en rosas!

   La eléctrica corola que hoy despliego  5
brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas.

   Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,  10
viérteme de sus venas, de su boca...

   ¡Así tendida soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la simiente
de otra estirpe sublimemente loca!




La sed


   -Tengo sed, sed ardiente- dije a la maga, y ella
me ofreció de sus néctares-. Eso no: ¡me empalaga!-
Luego una rara fruta, con sus dedos de maga
exprimió en una copa, clara como una estrella;

   y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.  5
Yo probé.- ¡Es dulce, dulce! Hay días que me halaga
tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga-.
Vi pasar por los ojos del hada una centella.

   Y por un verde valle perfumado y brillante,
llevóme hasta una clara corriente de diamantes.  10
-¡Bebe!- dijo. Yo ardía; mi pecho era un fragua.

   Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina...
¡Oh frescura!, ¡oh pureza!, ¡oh sensación divina!
-Gracias, maga; y bendita la limpieza del agua.




La barca maravillosa


   Preparadme una barca con un gran pensamiento...
La llamarán La Sombra unos; otros, La Estrella.
No ha de estar al capricho de una mano o un viento;
yo la quiero consciente, indominable y bella.

   La moverá el gran ritmo de un corazón sangriento  5
de vida sobrehumana; he de sentirme en ella
fuerte como en los brazos de Dios. ¡En todo viento,
en todo mar templadme su prora de centella!

   La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
iré como la rota corola de nelumbo,  10
por sobre el horizonte líquido de la mar...

   Barca, alma hermana: ¿hacia qué tierras nunca vistas,
de hondas revelaciones, de cosas imprevistas
iremos?... Yo ya muero de vivir y soñar.




Lo inefable


   Yo muero extrañamente... No me mata la Vida,
no me mata la Muerte, no me mata el Amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor

   de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,  5
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevásteis dentro una estrella dormida
que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?

   ¡Cumbre de los Martirios!... ¡Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente  10
clavada en las entrañas como un diente feroz!

   Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable... ¡Ah, más grande que no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!




La musa


   Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismos que se vuelvan fanales;
en su boca una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.

   A veces nos asalte un aguijón de abeja;  5
unos raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
¡en sus manos asombren caricias y puñales!

   Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila, tigre, paloma en un instante.  10
Que el Universo quepa en sus ansias divinas;

   tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que erguida su corona reclame
de rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas!




La estatua


   Miradla, así, sobre el follaje oscuro
recortar la silueta soberana...
¿no parece el retoño prematuro
de una gran raza que será mañana?

   ¡Así una raza inconmovible, sana,  5
tallada a golpes sobre el mármol duro,
de las vastas campañas del futuro
desalojara a la familia humana!

   ¡Miradla sí -¡de hinojos!- en augusta
calma imponer la desnudez que asusta!...  10
¡Dios!... ¡Moved ese cuerpo, dadle un alma!

   Ved la grandeza que en su cuerpo duerme...
¡Vedlo allá arriba, miserable, inerme,
más pobre que un gusano, siempre en calma!




El vampiro


   En el regazo de la tarde triste
yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
¡sentirse el corazón! Palideciste
hasta la voz, tus párpados de cera.

   Bajaron... y callaste... Pareciste  5
oír pasar la Muerte... Yo que abriera
tu herida mordí en ella -¿me sentiste?-
¡Como en el oro de un panal mordiera!

   Y exprimí más, traidora, dulcemente
tu corazón herido mortalmente,  10
por la cruel daga rara y exquisita

   de un mal sin nombre, ¡hasta sangrarlo en llanto!
Y las mil bocas de mi sed maldita
tendí a esa fuente abierta en tu quebranto.

   ¿Por qué fui tu vampiro de amargura?  15
¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
que come llagas y que bebe el llanto?




Amor


   Yo lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso leguaje del torrente;
era un mar desbordado de locura y de fuego,
rodando por la vida como un eterno riego.

   Luego soñélo triste, como un gran sol poniente  5
que dobla ante la noche la cabeza de fuego;
después rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la fuente.

   Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente, y triste,
que todas las tinieblas y todo el iris viste;  10
que, frágil como un ídolo y eterno como un Dios,

   sobre la vida toda su majestad levante:
y el beso cae ardiente a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos...




La barca milagrosa


   Preparadme una barca como un gran pensamiento...
La llamarán «La Sombra» unos, otros «La Estrella».
No ha de estar al capricho de una mano o un viento;
yo la quiero consciente, indominable y bella.

   La moverá el gran ritmo de un corazón sangriento  5
de vida sobrehumana; he de sentirme en ella
fuerte como en los brazos de Dios. ¡En todo viento,
en todo mar templadme su prora de centella!

   La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
iré como la rota corola de un nelumbo,  10
por sobre el horizonte líquido de la mar...

   Barca, alma hermosa: ¡hacia qué tierras nunca vistas,
de hondas revelaciones, de cosas imprevistas
iremos?... Yo ya muero de vivir y soñar...




Elegías dulces


   Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte,
muda como una lágrima he mirado hacia atrás.
Y tu voz, de mi lejos, con un olor de muerte,
vino a aullarme al oído un triste «¡Nunca más!»

   Tan triste, que he llorado hasta quedar inerte...  5
¡Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás!
No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte...
Almas, hermanas mías, nunca miréis atrás!

   Los pasados se cierran como los ataúdes;
al otoño las hojas en dorados aludes  10
ruedan... y arde en los troncos la nueva floración...

   Las noches son caminos negros de las auroras...
Oyendo deshojarse tristemente las horas
dulces, hablemos de otras flores al corazón.




La cita


   En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche
de flores y de luces de espíritu; mi alma
calzada de silencio y vestida de calma
irá a ti por la senda más negra de esta noche.

   Apaga las bujías para ver cosas bellas;  5
cierra todas las puertas para entrar la Ilusión;
arranca del Misterio un manojo de estrellas
y enflora como un vaso triunfal tu corazón.

   Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando!...
Cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando  10
que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho...

   Para el amor divino ten un diván de calma,
o con el lirio místico que es su arma, mi alma
apagará una a una las rosas de tu lecho.




El intruso


   Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu sombra fue una mancha de luz y de blancura.

   Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;  5
bebieron en mi copa tus labios de frescura,
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.

   Y hoy río si tu ríes, y canto si tú cantas;
y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas.  10
Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

   y tiemblo si tu mano toca la cerradura,
¡y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!




Añoranza


   Íbamos en la tarde que caía
rápidamente sobre los caminos.
Su belleza, algo exótica, ponía
aspavientos en ojos campesinos.

   -Gozaremos el libro- me decía  5
de tus epigramáticos y finos
versos. En el crepúsculo moría
un desfile de pájaros marinos...

   Debajo de nosotros, la espesura
aprisionaba en forma de herradura  10
la población. Y de un charco amarillo

   surgió la luna de color de argento,
y a lo lejos, con un recogimiento
sentimental, lloraba un caramillo...




Una viñeta


   Tarde sucia de invierno. El caserío,
como si fuera un croquis al creyón,
se hunde en la noche. El humo de un bohío,
que sube en forma de tirabuzón;

   mancha el paisaje que produce frío,  5
y debajo de la genuflexión
de la arboleda, somormuja el río
su canción, su somnífera canción.

   Los labradores, camellón abajo,
retornan fatigosos del trabajo,  10
como un problema sin definición.

   Y el dueño del terruño, indiferente,
rápidamente, muy rápidamente,
baja en su coche por el camellón.




Toque de oración


   Un pedazo de luna que no brilla
sino con timidez. Canta un marino,
y su triste canción, tosca y sencilla,
tartamudea con sabor de vino...

   El mar, que el bíceps de la playa humilla,  5
tiene sinuosidades de felino,
y se deja caer sobre la orilla
con la cadencia de un alejandrino.

   Pienso en ti, pienso que te quiero mucho
porque me encuentro triste, porque escucho  10
la esquila del pequeño campanario

   que se queja con un sollozo tierno,
mientras los sapos cantan el invierno
con una letra del abecedario...




Medio ambiente


   Mi buen amigo el noble Juan de Dios, compañero
de mis alegres años de juventud, ayer
no más era un artista genial, aventurero...
-Hoy vive en un poblacho con hijos y mujer-.

   Y es hoy panzudo y calvo. Se quita ya el sombrero  5
delante de don Sabas, de un don Lucas... ¿qué hacer?
La cuestión es asunto de catre y de puchero,
sin empeñar la «Singer» que ayuda a mal comer.

   Quimeras moceriles -mitad sueño y locura-;
quimeras y quimeras de anhelos infinitos,  10
y que hoy -como las piedras tiradas en el mar-

   se han ido a pique oyendo las pláticas del cura,
junto con la consorte, la suegra y los niñitos...
¡Qué diablo! Si estas cosas dan ganas de llorar.

   Y hoy río si tu ríes, y canto si tú cantas;  15
y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas.
Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

   y tiemblo si tu mano toca la cerradura,
¡y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!  20




Tu amor...


   Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte,
en el carmen fecundo de mi vida.

   Pico de cuervo con olor de rosas,  5
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.

   Tus ojos son mis medias noches crueles,
panales negros de malditas mieles  10
que se desangran en mi acerbidad;

   crisálida de un vuelo del futuro
es tu abrazo magnífico y oscuro
torre embrujada de mi soledad.




Tu boca


   Yo hacía una divina labor sobre la roca
creciente del Orgullo. De la vida lejana
algún pétalo vívido me voló en la mañana,
algún beso en la noche. Tenaz como una loca

   seguía mi divina labor sobre la roca  5
cuando tu voz, que funde como sacra campana
en la nota celeste la vibración humana,
tendió su lazo de oro al borde de tu boca;

   -¡maravilloso nido del vértigo tu boca!
Dos pétalos de rosa abrochando un abismo...  10
Labor, labor de gloria, dolorosa y liviana;

   ¡tela donde mi espíritu se fue tramando él mismo!
Tú quedas en la testa soberbia de la roca,
y yo caigo, sin fin, en el sangriento abismo.




Desde lejos


   En el silencio siento pasar hora tras hora,
como un cortejo lento, acompasado y frío...
¡Ah! Cuando tú estás lejos, mi vida toda llora,
y al rumor de tus pasos hasta en sueños sonrío.

   Yo sé que volverás. que brillará otra aurora  5
en mi horizonte, grave como un ceño sombrío;
revivirá en mis bosques tu gran risa sonora
que los cruzaba alegre como el cristal de un río.

   Un día, al encontrarnos tristes en el camino,
yo puse entre tus manos pálidas mi destino  10
¡y nada de más grande jamás han de ofrecerte!

   Mi alma es frente a tu alma como el mar frente al cielo:
pasarán entre ellas, tal la sombra de un vuelo,
¡la Tormenta y el Tiempo y la Vida y la Muerte!




Fue al pasar


   Yo creí que tus ojos anegaban el mundo...
Abiertos como bocas en clamor...Tan dolientes
que un corazón partido en dos trozos ardientes
parecieron... Fluían de tu rostro profundo

   como dos manantiales graves y venenosos...  5
Fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!...tan hondas
que no sé desde donde me miraban, redondas
y oscuras como mundos lontanos y medrosos.

   ¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías
abiertas al Poniente!... ¡Y las sendas sombrías  10
de tus ojeras donde reconocí mis rastros!...

   ¡Y o envolví en un gran gesto mi horror como en un velo,
y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo
la medianoche húmeda de tu mirar sin astros!




Por campos de ensueño


   Pasó humeante el tropel de los potros salvajes,
feroces los hocicos, hirsutos de pelajes,
las crines extendidas, bravías, tal bordones,
pasaron como 'pasan pamperos y aquilones.

   Y luego fueron águilas de esplendidos plumajes  5
trayendo de sus cumbres magníficas visiones,
con el sereno vuelo de las inspiraciones
augustas, con soberbias de olímpicos linajes.

   Cruzaron hacia Oriente la limpidez del cielo,
tras ellas como cándida hostia que alzara el vuelo,  10
una paloma blanca como la nieve asoma.

   Yo olvido el ave egregia y el bruto que foguea
pensando que en los cielos solemnes de la Idea
a veces es muy bella, muy bella una paloma.




Mi musa


   Mi musa tomó un día la placentera ruta
de los campos fragantes; ornada de alboholes,
perfumando sus labios en la miel de la fruta
y dorando su cuerpo al fuego de los soles.

   Vivió como una ninfa: desnuda, en fresca gruta,  5
engalanando espejos de lagos tornasoles.
La gran garza rosada de su forma impoluta.
Volvió a mí como el oro de luz de los crisoles.

   Más pura; los cabellos emperlados de gotas
lucientes y prendidos de abrojos; trajo notas  10
de pájaro silvestre y en los labios más fuego.

   Yo peinela y vestila sus parisinas galas,
y ella hoy grave pasea por mis lujosas salas
un gran aire salvaje y un perfume de espliego.




Mi Aurora


   Como un gran sol naciente iluminó mi vida
y mi alma abrió a beberlo como una flor de aurora;
¡Amor! ¡Amor! bendita la noche salvadora
en que llamó a mi puerta tu mamita florida.

   Mi alma vibro en la sombra como arpa sorprendida,  5
las aguas del silencio ya abiertas, en la aurora
cantó su voz potente misteriosa y sonora.
¡Mi alma lóbrega era una estrella dormida!

   Hoy toda la esperanza que yo llorara muerta
surge a la vida alada del ave que despierta  10
ebria de una alegría fuerte como el dolor;

   y todo luce y vibra, todo despierta y canta,
como si el palio rosa de su luz viva y santa
abriera sobre el mundo la aurora de mi amor.




El nudo


   Su idilio fue una larga sonrisa a cuatro labios.
En el regazo cálido de rubia primavera.
Amáronse talmente que entre sus dedos sabios
palpitó la divina forma de la Quimera.

   En los palacios fúlgidos de las tardes en calma  5
hablábanse un lenguaje sentido como un lloro,
y se besaban hondo hasta morderse el alma!
Las horas deshojáronse como flores de oro.

   Y el Destino interpuso sus dos manos heladas...
¡Ah! los cuerpos cedieron, mas las almas trenzadas  10
son el más intrincado nudo que nunca fue.

   En lucha con sus locos enredos sobrehumanos
las Furias de la vida se rompieron las manos
y fatigó sus dedos supremos Ananké...




Tú dormías


   Engastada en mis manos fulguraba
como oscura presea, tu cabeza;
yo la ideaba estuches, y preciaba
luz a luz, sombra a sombra su belleza.

   En tus ojos tal ves se concentraba  5
la vida, como un filtro de tristeza
en dos vasos profundos... Yo soñaba
que era una flor del mármol tu cabeza;

   cuando en tu frente nacarada a luna,
como un monstruo en la paz de una laguna  10
surgió un enorme ensueño taciturno.

   ¡Ah! tu cabeza me asustó. Fluía
de ella una ignota vida. Parecía
no sé que mundo anónimo y nocturno.




Por tu musa


   Cuando derrama en los hombros puros
de tu musa la túnica de nieve,
yo concentro mis pétalos oscuros
y soy el lirio de alabastro leve.

   Para tu musa en rosa, me abro en rosa;  5
mi corazón es miel, perfume y fuego,
y vivo y muero de una sed gloriosa:
tu sangre viva debe ser mi riego.

   Cuando velada con un tul de luna
bebe calma y azur en la laguna,  10
yo soy el cisne que soñando vuela;

   y si en luto magnífico la vistes
para vagar por los senderos tristes,
soy la luz o la sombra de una estela.




Luz púrpura con tu retrato


   Yo no sé si mis ojos o mis manos
encendieron la vida en tu retrato;
nubes humanas, rayos sobrehumanos,
todo tu Yo de emperador innato.

   ¡Amanece a mis ojos, en mis manos!  5
Por eso, toda en llamas, yo desato
cabellos y alma para tu retrato,
y me abro en flor. Entonces, soberanos

   de la sombra y la luz, tus ojos graves
dicen grandezas que yo sé y tú sabes.  10
Y te dejo morir. Queda en mis manos

   una gran mancha lívida i sombría.
Y renaces en mí melancolía
formado de astros fríos y lejanos.



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