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ArribaAbajoQuerolt, Vicente Wenceslao

Valencia. 1836 - Bétera (Valencia). 1889

Poeta hallado en Internet.




Golondrina de otoño


   Del norte huyendo las glaciales brumas,
de África busca el prolongado estío,
y rauda pasa, las azules plumas
rozando leve en el cristal del río.

   Si atrás pudiera yo, corazón mío,  5
dejar así el dolor con que me abrumas,
el nido huyendo de mi hogar vacío,
surcara, oh mar, tus pérfidas espumas.

   Pero ella ve el turbión que se avecina
y va a otros climas de apacible calma,  10
porque remonta hasta el cenit su vuelo.

   Yo imitaré a esa pobre golondrina
y hallaré la perdida paz del alma
subiendo en alas de la fe hasta el cielo.




La fiesta de Venus




I


   Ya del oscuro Citerón las cumbres
bajaba el sol a trasponer, vertiendo
ríos de luz sobre los verdes mares,
cuyos abrazos lánguidos y besos

   dulces y prolongados, adormecen  5
los grupos de las islas del Egeo.
Helios guiaba sus caballos de oro
hacia el collado de la augusta Delfos,

   y en las rocas de Egina y las abruptas
cimas sagradas del antiguo Himeto  10
sus reflejos de púrpura bañaban

   los bosques de olivares cenicientos,
por donde va, entre franjas de verdura,
del Cefiso el caudal siempre risueño.




II


   Sunium extiende la azulada sombra
de su alto promontorio sobre el lecho
de las calladas ondas, y en la cumbre
blanco se eleva de Minerva el templo,

   donde Platón meditabundo entabla  5
coloquios con las musas del silencio.
De allí descubre los pasmados ojos
todo el golfo del África, y los senos

   de sus risueñas costas, y el enjambre
de sus pequeñas islas que, en el terso  10
cristal, parecen cual bandada de aves

   fugitivas del África, que el sueño
detuvo allí una noche, y que a otros climas,
tornando el alba, emprenderán su vuelo.




III


   Bajo del ancho pórtico, en las gradas
que hasta el atrio conducen, sobre el fresco
césped que brota entre las blancas piedras,
de las columnas jónicas sustento,

   Platón descansa entre el amado grupo  5
de sus fieles discípulos, que atentos
ora a la voz de su elocuente labio,
ora el rumor del mar, que en sordo estruendo

   bate del cabo las deformes rocas,
ora a las quejas lánguidas del céfiro  10
yacen inmobles semejando aquellas

   escenas de los dioses que el eterno
cincel de Fidias, en los anchos frisos,
supo trazar del Partenón soberbio.




IV


   Callados miran, de la clara tarde
a la mudable luz, tierras y cielos
prolongarse sin límites. La noche
sube ya por las faldas del Taigeto;

   pero aún el rayo trémulo del día  5
brilla sobre el sepulcro de Teseo.
Callados miran de la mar hirviente
los vívidos cambiantes y el incierto

   vaivén de sus llanuras solitarias,
que leve impulsa pasajero el viento;  10
cuando, en sus frescas ráfagas, la brisa

   trajo a su oído el rumoroso eco
de la confusa multitud, que invade
las murallas de mármol del Pireo.




V


   Largos trirremes de encorvadas proras
con la estatua de un dios, con los abiertos
velámenes de púrpura, que ciñen
cuerdas de seda pérsica, al ligero

   soplo del aire henchidos; con la popa  5
de oro y marfil ornada, y con los remos
blancos cayendo en uniforme golpe
sobre las quietas aguas, desde el puerto

   bogaban hacia el mar, y al clamoroso
grito de despedida, los viajeros  10
de las gallardas naves, agitando

   ramas de mirto y en la sien ciñendo
frescas guirnaldas de fragantes rosas,
de, ¡adiós!, mandaban el alegre acento.






ArribaAbajoQuesada, Alonso

Las Palmas de Gran Canaria. 1886 - Santa Brígida. 1925

Seudónimo de Rafael Romero. Uno de los grandes poetas de la lírica canaria.




Hablándole del corazón...


   Yo puse el corazón en vuestra mano
como una piedra fabulosa y rara:
un inmenso rubí, que en un lejano
imperio de dolor, amor hallara...

   Porque en vuestra pupila temerosa  5
brillara la codicia, fue el ponerlo.
Mas una fuerza dulce, misteriosa,
vuestra mano cerró, sin vos quererlo...

   Y hoy, al volver las horas del pasado,
es más tenaz la sombra del divino  10
momento, que renueva la ilusión.

   Mas al tornar al sueño me he encontrado
vuestra mano truncada en el camino...
¡y dentro de la mano el corazón!




ArribaAbajoQuesada, Napoleón

Costa Rica. Siglos XIX - XX

Profesor de Magisterio. Licenciado en Derecho.


Hidalgo y morelos




I


   El grito de Dolores es la voz que despierta
la conciencia de un pueblo sumida en el letargo,
clarín de Roncesvalles que en penetrante y largo
clamor, esparce al viento un infinito alerta.

   Morelos tiene el alma para ese grito abierta;  5
su paz de sacerdote trueca por el amargo
trajín del guerrillero, y en el sublime cargo
de encender en las almas la fe constante y cierta.

   ¡Oh, sí! Cuando de Hidalgo el enemigo hiende
la vida, cuando su alma al infinito asciende,  10
parece que una herencia dejara en el suplicio;

   Morelos la recoge con serena mirada;
bien sabe que el martirio cortará su jornada,
que ha de ser de su vida, corona el sacrificio.




II


   Son Hidalgo y Morelos como el gran Don Quijote
constante enamorado de sin par Dulcinea;
son firmes paladines de una sublime idea;
llevan en sus escudos el más altivo mote.

   Tienen sangre impetuosa; son un soberbio brote  5
de la estirpe de libres, de la noble ralea
que acción y ensueño junta; de los que en la pelea
mueren mas no hay empuje que su ideal derrote.

   Casta de los que dejan a su paso una llama
que prende inextinguible y gigante derrama  10
devorador incendio sobre la tierra impura.

   Quien caer los contempla, los ojos a los cielos
levanta en el instante. Son Hidalgo y Morelos
eterna para el alma, una visión de altura.




A S. M. la reina Victoria




I


   Llegue mi voz a ti, Reina de España;
hay en tu nombre un símbolo de gloria,
pues al llamarte el español Victoria,
el triunfo dice en la tenaz campaña.

   Al grito de Victoria, nunca huraña  5
será la suerte, y en la hispana historia,
guardará cada página memoria
de alguna heroica fulgurante hazaña.

   Compañera de Alfonso, le sublimas;
llevas su mente a las excelsas cimas  10
le imprimes tu bondad para los seres.

   Por su alta mente y su virtud constante,
él es de nuestra casta hierofante:
es nuestro Rey, y nuestra Reina tú eres.




II


   Tan bella es y tan buena, que siempre me parece
que es deidad esta Reina en la tierra española;
a su corona junta magnífica aureola;
el amor de su pueblo que el corazón le ofrece.

   Amado de Victoria, hoy Alfonso merece  5
la enseña que triunfante nuestra raza tremola,
y lleva en letras de oro esta leyenda sola:
«Rey es de nuestra casta el Rey Alfonso XIII.»

   Cuando evoca la imagen de Victoria la mente,
con su actitud gallarda, con su serena frente,  10
con su bondad que el cielo ha trocado su casa,

   una visión semeja de la divina altura,
y dice el pensamiento ante su imagen pura:
es preciso inclinarse, que nuestra Reina pasa.






A Colón


   Siempre Dios suscitaba un gran profeta
para su pueblo que iba hacia la ruina
cuando olvidaba aquella luz divina
que la guiaba a una gloriosa meta.

   Así te miro: genio que interpreta  5
los designios celestes; ilumina
Dios tu mente y tus pasos encamina,
Colón, vidente, mártir y poeta.

   Tu pensamiento es infinito foco
que ilumina una edad. Te llaman loco  10
por exceso de luz que hay en tu mente.

   Porque en ella contemplas cómo brilla
al través del Atlántico, la orilla
de un admirable nuevo Continente.






ArribaAbajoQuesada y Alonso, R.

España. Siglos XIX-XX

Poeta.




El sacristán


   Entre frailes y curas educado,
su escuela fue la oscura sacristía
y allí se saturó de hipocresía
para ser un muchacho aprovechado.

   Sus estudios por fin ha terminado  5
y ya sabe cantar la letanía,
engañar a los fieles a porfía
y encender con la caña el alumbrado.

   Transcurre así su vida dulcemente
pasando por un tonto, y es un pillo  10
de tales condiciones, que insolente

   se va con el travieso monaguillo
a gastar en cigarros y aguardiente
los cuartos que ha sacado del cepillo.




ArribaAbajoRamallo, Mariano

Bolivia. Siglo XIX

Poeta, catedrático y abogado.




Soneto


   ¡Pobre corazón mío, marchitado
del doliente penar y la tristura!
¿Por qué huyes, infeliz, de la ventura
y buscas los pesares, desdichado?

   Perdiste a la mujer que has adorado  5
porque lo quiso así la desventura
y hoy vuelves, ¡miserable!, a la amargura
tristísima de amar sin ser amado.

   ¿Por qué, ¡insensato!, la pasión te lanza
a zozobrar, sin porvenir, perdido  10
en ese mar sin playas ni bonanza?

   A la mujer, respondes que he querido
y que hoy amo infeliz sin esperanza
he de adorar hasta el postrer gemido.




ArribaAbajoRamírez, Ignacio

Alias «El Nigromante»


México. 1818 - 1879




El amor


   ¿Por qué, Amor, cuando expiro desarmado,
de mí te burlas? Llévate esa hermosa,
doncella tan ardiente y tan graciosa
que por mi oscuro asilo has asomado.

   En tiempo más feliz, yo supe osado  5
extender mi palabra artificiosa
como una red, y en ella, temblorosa,
más de una de tus aves he cazado.

   Hoy de mis rivales hacen juego,
cobardes atacándome en gavilla,  10
y libre yo mi presa al aire entrego;

   al inerme león el asno humilla...
Vuélveme, Amor, mi juventud, y luego
tú mismo a mis rivales acaudilla.




Soneto


   Heme al fin en el antro de la muerte
do no vuelan las penas y dolores,
do o brillan los astros ni las flores,
donde no hay un recuerdo que despierte.

   Si algún día natura se divierte  5
rompiendo de esta cárcel los horrores.
y su soplos ardientes, erradores
sobre mi polvo desatado vierte,

   yo, por la eternidad ya devorado,
¿gozaré si ese polvo es una rosa?  10
¿gemiré si una sierpe en el anida?

   Ni pesadillas me dará un cuidado,
ni espantará mi sueño voz odiosa,
ni todo un Dios me volverá a la vida.




ArribaAbajoRamírez, Manuel

España. Siglo XIX

Poeta.




Afanes de gloria


   Aun asaltan tenaces la memoria
los sueños de la edad adolescente;
aun parecen que agitan a la mente
los ecos seductores de la gloria.

   Hoy los claros ejemplos de la historia  5
demuestran con su lógica evidente
que los vivos afanes de la gente
son el triunfo de efímera victoria.

   Los laureles, la pompa lisonjera,
el amor que nos jura dulce dueño  10
con la pasión que el alma poetiza,

   no son más que la bruma pasajera,
deslumbrante ideal, fugaz ensueño,
polvo impalpable, arena movediza.




ArribaAbajoRamiro, Mariano

Cuba. Siglo XIX




El mayor imposible


   Antes buen pelo peinará la rana,
lucirá el elefante rica pluma,
no será de uno y tres, cuatro la suma
y brillará en la noche la mañana.

   Antes se verá en rocas crecer lana,  5
al fuerte Eolo derramar espuma,
producirá naranjas la yagruma,
dejará de ser linda una cubana.

   Antes el hombre sin nacer muriera,
tendrán los ríos una sola orilla,  10
a un cangrejo amansar podrá cualquiera,

   no habrá entre literatos vil rencilla,
que encontrar una joven hechicera
sin que empolve su faz la cascarilla.




ArribaAbajoRances, Guillermo

España. 1854

Poeta.




Judías blancas del tiempo


   Para poner un plato de judías
que puedan asombrar al mundo entero,
se debe preparar un cocinero
estudiando el asunto quince días.

   ¿Se pueden aplicar la salsas frías?  5
¿Se deben de servir en el puchero?
Resolver tales dudas yo no quiero
ni escribir sobre el caso tonterías.

   No extrañes, pues, lector, que tan mal ande
el que tan regalón pasó la vida,  10
que comiendo con gusto y con deleite

   se engulló casi siempre la comida
sin pode distinguir, ¡lástima grande!
la manteca, en los guisos, del aceite.




ArribaAbajoRamos Carrión, Miguel

Zamora 1845 - Madrid. 1915

Dramaturgo y libretista de zarzuelas. Muy conocido en este género.




El botijo


   Desprecio del Japón o de la China
granadino tibor de porcelana,
el vaso etrusco, el ánfora romana
y la tinaja griega o damasquina.

   Te canto a ti, que el agua cristalina  5
sabes frigorizar sin pompa vana,
expuesto en el balcón, en la ventana,
a los besos de un aura vespertina.

   Cuando mi boca en ti bello cacharro,
busca ardorosa el abundante chorro  10
y con manos cálidas te agarro,

   siempre encuentro propicio a mi socorro
el caudal que refrescas en tu barro
y que brota sutil por tu pitorro.




ArribaAbajoRebaque Thuillier, E.

Argentina. Siglos XIX - XX

Poeta.




Rasgo


   Cuando la suerte adversa me fustiga
y me hiere a mansalva con fiereza,
si bien suele abatirse mi cabeza
no demando jamás la mano amiga.

   En sí mismo mi espíritu se abriga  5
y si exhala una queja en su tristeza
no es que busque su herida fortaleza
un extraño sostén que no mendiga.

   Me sitiará la Vida con sus males
y del dolor las heces inmortales  10
por mano infiel amargarán mi vino.

   Pero aunque el llanto brote de mis ojos
jamás mi alma se pondrá de hinojos
no cederá a los golpes del Destino!



   En mi errar por el trágico sendero
donde el dolor al peregrino acecha,
más de una vez mi fe cayó maltrecha
para irradiar después como un lucero.

   Si el golpe de infortunio fue certero  5
mi tendencia estelar cerró la brecha
y donde una ilusión quedó deshecha
mi insaciable avidez halló un venero.

   Y así, si bien mi corazón herido
dejó escapar, doliente, algún gemido  10
bajo el airado azote de la suerte.

   Templado en el dolor y hecho a su prueba,
por el sendero que al Destino lleva
voy retando a la vida y a la muerte.



   Por el amor mi alegre Primavera
volvióse antes de tiempo taciturna
y fue mi pecho funeraria urna
donde inhumé mi juvenil quimera.

   Sobre mi clara vida placentera  5
rendida al beso de la gloria diurna,
cayó la densa lobreguez nocturna
para que el llanto en aluvión corriera.

   Busqué por el amor luz y consuelo;
el sol de la ilusión fulgió en mi cielo  10
sólo por el amor puro y bendito.

   Y es por él que en la forja de mi canto
es mariposa hasta el doliente llanto
en triunfal ascensión al infinito.




El regreso


   Implorando el perdón de aquel desvío
que abrió en mi pecho tan profunda herida,
volviste a mí, cuitada y abatida
por los males, el mundo y el hastío.

   Tu acento de dolor movió mi pío  5
espíritu al perdón, y conmovida,
la honda ansiedad en tu alma contenida
vertiste entonces sobre el pecho mío.

   Y fue rotundo tu arrepentimiento...
Sobre el miraje de ancestral tormento  10
esparció claridad tu desagravio.

   Y tu llanto, no obstante su amargura,
como un licor de amor y de ventura
gustó con loca exaltación mi labio!




ArribaAbajoRedel, Enrique

Córdoba. Siglo XIX

Poeta e historiador.




Apóstrofe a la prensa


   Tu misión es grabar nobles ideas
y no son las pasiones degradarlas;
no las hojas morder para mancharlas;
no ahogarte del error en las mareas.

   Llevar la ilustración a las aldeas  5
igual que a las ciudades y elevarlas;
templar odios de clases y hermanarlas
para ostentar del triunfo las preseas.

   En cetro torna con rigor constante,
la pluma, espada contra el viento inmundo,  10
cíñete por corona el sol radiante.

   ¡Levántate del lodo nauseabundo,
y serás la gran Reina dominante
en los inmensos ámbitos del mundo!




ArribaAbajoReina, Manuel

Puente Genil (Córdoba). 1856 - 1906

Diputado a Cortes. Amigo de Núñez de Arce.




Claveles rojos


   Rojo clavel abierto y perfumado
ostentaba su pompa y lozanía
sobre el nítido encaje que cubría
las gracias de tu seno cincelado.

   Aquella flor de pétalo encarnado  5
-viva llama que aromas esparcía-
deshojéla, gozoso en la onda fría
del champaña de espuma coronado.

   Ciego de amor, la copa reluciente
del áureo vino, que la placer provoca,  10
apuré con afán y ansia vehemente.

   Mas calmada no vi mi fiebre loca,
hasta que deshojó mi labio ardiente
el clavel encendido de tu boca.






Tus ojos


   Son tus ojos, mi bien, negros diamantes
en que relumbra el sol del mediodía;
ojos llenos de erótica poesía,
de llamas y promesas embriagantes.

   Tus ojos son espejos fulgurantes  5
que reflejan la hermosa Andalucía
con su pompa, su gracia y su alegría,
sus campos y sus cielos deslumbrantes.

   Cuando me asomo a tus pupilas bellas,
miro vergeles, árabes palacios,  10
mares de plata y luz, noches de estrellas,

   patios floridos, ferias bulliciosas,
la Giralda riendo en los espacios,
y el amor sobre céspedes y rosas.






La gota de sangre


   Sentados en la gótica ventana
estábamos tú y yo, mi antigua amante:
tú, de hermosura y de placer, radiante;
yo, absorto en tu belleza soberana.

   Al ver tu fresca juventud lozana,  5
una abeja lasciva y susurrante
clavó su oculto dardo penetrante
en tu seno gentil de nieve y grana.

   Viva gota de sangre transparente
sobre tu piel rosada y hechicera  10
brilló como un rubí resplandeciente.

   Mi ansioso labio en la pequeña herida
estampé con afán... ¡Nunca lo hiciera;
que aquella gota envenenó mi vida!






Las almas tristes


   Yo amo las tristes almas dolorosas
que la intensa amargura ha devorado:
el valle, por la lava calcinado,
da ricas vides y fragantes rosas.

   ¡Lejos de mí las risas bulliciosas!  5
¡Lejos de mí el placer emponzoñado!
Yo amé siempre el dolor, raudal sagrado
de purísimas lágrimas hermosas.

   Triste es todo lo grande, noble y fuerte,
el libro de la Historia, los Profetas,  10
los abismos, los templos seculares.

   Tétrico es el amor como la muerte,
lúgubre el corazón de los poetas,
y amargos son los dilatados mares.






Nuestro siglo


   ¿Oís...? Es el silbar de los cañones;
el bote de la lanza en la cimera;
el grito atronador de la guerrera
trompa y el relinchar de los bridones.

   Mirad en las murallas los pendones;  5
lagos de sangre son monte y pradera,
y extendidas están por la ancha esfera,
cual campo de batalla, las naciones.

   La guerra es nuestro dios; sacrificamos
en el altar de la ambición la vida;  10
la victoria de lauros coronamos,

   sin ver nuestra razón oscurecida
que el paladín, que hoy héroe contemplamos,
mañana ha de pasar por homicida!






La eterna mascarada


   ¡Todo es disfraz! Bajo una frente hermosa
descubro un pensamiento pervertido:
allá contemplo un ser empedernido
con tristes ojos y la voz llorosa.

   Aquí la corrupción con faz de diosa;  5
y allá, en risueño y apartado nido
de amores, el rencor vela escondido,
cual víbora en el cáliz de una rosa.

   ¡Todo es disfraz! Con cara placentera
y en el labio la alegre carcajada  10
la horrorosa perfidia nos espera.

   ¡Tuvo siempre el cobarde audaz mirada!
¡Piel sedosa y brillante la pantera!
¡Y resplandores la traidora espada!






Andalucía


   Cielo brillante, fuentes rumorosas;
ojos negros; cantores y verbenas;
altares adornados de azucenas;
rostros tostados, perfumadas rosas.

   Bellas noches de amor esplendorosas,  5
mares de plata y luz, brisas serenas,
rejas de nardos y claveles llenas;
serenatas; mujeres deliciosas.

   Cancelas, orientales miradores;
la guitarra y su triste melodía;  10
patios; mantillas, huertos, ruiseñores;

   rica y deslumbrante poesía...
He aquí el pueblo del sol y los amores;
la mañana del mundo: ¡Andalucía!






La perla


   Contemplaban tus ojos centelleantes
la palma de cristal, la linfa pura
del surtidor que vierte en la espesura
su polvo de zafiros y diamantes;

   cuando enferma, con pasos vacilantes,  5
se acercó una mujer toda tristura,
y te pidió limosna con dulzura,
fijando en ti miradas suplicantes.

   La perla que en tu mano refulgía
diste a aquella mujer pobre y doliente,  10
que se alejó llorando de alegría.

   Yo entonces, conmovido y reverente,
no te besé en tus labios cual solía
¡sino en la noble y luminosa frente!






La rosa y el ruiseñor


   La rosa, emperatriz de la hermosura,
que brinda al sol sus labios encendidos;
la que arranca a los céfiros y nidos
endechas rebosantes de dulzura;

   la rosa de opulenta vestidura,  5
que es gloria y embriaguez de los sentidos
y en los verdes jazmines florecidos,
cual rojizo relámpago, fulgura;

   la que aroma las noches de verbena,
fue, del mundo en la espléndida alborada,  10
más nívea que la cándida azucena.

   Pero Adán fijo en ella la mirada
y, palpitante y de rubores llena,
la blanca rosa se volvió encarnada.






La poesía


   Como el raudal que corre en la pradera
copia en su espejo pájaros y flores,
la alada mariposa de colores,
el verde arbusto y la radiante esfera,

   la sublime poesía reverbera  5
combates, glorias, risas y dolores,
odio y amor, tinieblas y esplendores,
el cielo, el campo, el mar... ¡la vida entera!

   ¡Así Homero es la lid; Virgilio, el día;
Esquilo, la tormenta bramadora;  10
Anacreonte, el vino y la alegría;

   Dante, la noche con su negro arcano;
Calderón, el honor; Miltón la aurora;
Shakespeare, el triste corazón humano!






Los rojos


   Retruena el tambor, la turba avanza
terrible el rostro y la mirada fiera;
flota, teñida en sangre, la bandera;
silba el ronco fusil; cruje la lanza.

   La multitud sedienta de venganza,  5
crímenes va sembrando por doquiera;
convierte al pueblo en colosal hoguera
y se entrega, iracunda, a la matanza.

   ¡Viva la libertad! la turba grita,
cuando, furiosa, al mar se precipita  10
y todo cuanto ve quema y destruye.

   ¡Oh libertad! ¡Oh libertad sagrada!
¡Maldita sea la hueste degradada
que tu precioso nombre prostituye!






María Stuart


   Pálida la color, en la alba frente,
un surco que revela el desconsuelo,
la azul pupila dirigida al cielo,
el paso firme, el ademán prudente,

   baña su hermosa faz el llanto ardiente.  5
Marcado en su semblante está el desvelo,
y un vestido de negro terciopelo
aprisiona sus formas ricamente.

   Así María Stuart camina lenta,
el pudoroso pecho destrozado,  10
a la picota lúgubre y sangrienta;

   y al rodar su cabeza en el tablado,
rodó en el suelo, para eterna afrenta,
el nombre de su prima deshonrado.






En mayo


   ¡Ven al prado de lirios y claveles,
mi bello y dulce bien! El campo llena
de perfumes la atmósfera serena
y el mes de mayo irradia en los vergeles.

   ¡Ven! Entre los rosales y laureles  5
flauta invisible melodiosa suena.
¡Ven! Que en la orilla del Genil amena
el amor es panal de ricas mieles.

   ¡Ven, mi alma! Las auras su frescura
nos ofrecen; las aves su armonía  10
y recóndito nido la espesura.

   ¡Mas no, no vengas, adorada mía;
que el inmenso raudal de mi amargura
tu corazón feliz destruiría!




A Núñez de Arce en su coronación




I


   Un genio ardiente, un alma vengadora
reclama ya la universal conciencia:
brilla el cinismo, triunfa la licencia,
y la maldad se yergue vanidosa.

   Falta un genio de voz atronadora  5
que maldiga del mundo y la imprudencia,
reduzca al ambicioso a la impotencia
y arranque tanta máscara traidora.

   Un genio, sí, de frente inmaculada
que convierta su pluma de diamante  10
en látigo de fuego o recia espada;

   y que ostente en su espíritu radiante
de Tácito, la cólera sagrada
y el estro airado del terrible Dante.




II


   Ese genio inmortal, esa alma austera
sólo puedes ser tú, sublime vate:
tú, en cuya estrofa cincelada late
noble y augusta la verdad sincera.

   Tú, cuya inspiración robusta y fiera  5
da al crimen y al terror tremendo embate
en los valientes Gritos del combate,
donde solloza nuestra edad entera.

   Tú sólo puedes ser el soberano
poeta vengador, porque has reunido  10
las virtudes del pueblo castellano,

   y en tu grandioso canto enardecido
suena potente del león hispano
el formidable aterrador rugido.




III


   Hoy que el mundo latino te proclama
emperador del Arte; hoy que un senado,
de noble admiración arrebatado,
ciñe a tu frente el lauro de la fama,

   piensa en la humanidad que sufre y clama,  5
y pon la vista en nuestro pueblo amado
que, roto, escarnecido y desgraciado,
en ti, varón insigne, espera y ama.

   ¡Y hace bien, vive Dios! ¡Ya me parece
que estallan furibundos tus acentos!  10
¡Ya el mal, amedrentado, se estremece!

   ¡Ya las cuerdas de bronce de tu lira
se transforman en látigos sangrientos!
¡Ya miro arder el hierro de tu ira!






Canción de las estrellas


   ¡Oh sol oh regio sol de Andalucía,
besa mi frente, y con tus rayos de oro
corona mi laúd! ¡Oh frescas rosas
de los jardines béticos, perfumes

   y colores prestad a mi poesía!  5
¡Oh esquivos ruiseñores melodiosos
que moráis en los bosques de mi patria,
las perlas derramad de vuestro canto

   sobre el metal sonoro de mis versos!
¡Sol rosas, ruiseñores, embriagadme  10
de fragancia, y músicas, y lumbres,

   y así podré narrar la breve historia
de un tierno amor en lágrimas bañado,
como violeta henchida de rocío!






ArribaAbajoRequena Díaz, Fermín

Sevilla. Siglo XIX

Poeta.




Progreso


   ¡Paso! dice su voz fuerte y vibrante,
y el eco melodioso allá retumba,
en el místico arrobo de la tumba
y en el mundo que bulle discordante.

   ¡Paso! dice, incansable caminante,  5
y con la furia de huracán que zumba,
arrastra las maldades a ultratumba,
enarbolando la verdad triunfante.

   Coge del bien la germinal semilla,
y tras su verde y celestial aurora  10
la estrella del amor, fulgente brilla:

   Dando su resplandor a toda hora,
siendo faro de mares en la orilla,
y en la tierra voraz locomotora.




ArribaAbajoRevilla, Manuel de la

Madrid. 1846 - El Escorial. 1881

Escritor español. Colaboró en diversas revistas de la época.




Si de la nada vengo, y en la nada


   Si de la nada vengo, y en la nada
triste fin ha de hallar mi amarga vida,
y el alma pura que en mi pecho anida
ha de ser en el polvo sepultada;

   si es ilusión la gloria deseada,  5
y mentira la dicha prometida,
y el eterno ideal sombra fingida,
del vano sueño en la región forjada,

   ¿por qué me diste, bárbaro destino,
esta sed de placeres insaciable  10
y este ideal de espléndida hermosura,

   si al término fatal de la jornada
me ha de arrojar la muerte inexorable
en el abismo de la nada impura?




ArribaAbajoReyes, Arturo

Málaga. 1864 - 1913

Nombrado novelista. Académico de la Española y de la Historia.




Soneto


   Cuán triste yace el corazón, parece
vencido gladiador falto de aliento,
y cuán triste también el pensamiento
cuál pájaro aterido desfallece.

   Ya entre brumas apenas resplandece  5
el sol que iluminó mi firmamento,
ya el goce apenas de su dulce acento
al blando arrullo su licor me ofrece.

   Tú eres la última flor que hallé en mi senda,
la última flor a la que di en ofrenda  10
la última llama que en mi ser ardía.

   La rama de verdor improfanado
del árbol del amor donde ha cantado
su última estrofa la esperanza mía.




A Málaga


   Único bien que me atorgó la suerte
fue en tu regazo ver la luz primera,
sentirme de tu mar en la ribera
casi cegado por tu luz al verte.

   Rinde la lucha el corazón más fuerte  5
al huir la riente primavera,
y del dolor la dentellada fiera
quedó, al sentir, mi corazón inerte.

   Me hirió el dolor con indomable encono,
y hastiado de sufrir, sólo ambiciono  10
dar ya fin para siempre a mi camino

   del zafir de tu cielo a los fulgores,
bajo el chal irisado de tus flores,
cabe las hondas de tu mar latino.




Soneto


   Tienes razón, mujer, negarlo fuera
pueril alarde, a la verdad ajeno:
al grito del amor no existe freno
que logre detenerme en mi carrera.

   Gozar o sucumbir es mi bandera,  5
y siempre de ansiedad ardiente lleno,
como de flor en flor, de seno en seno,
busca mi ser lo que encontrar no espero.

   Bálsamo es el placer en toda herida,
y a olvidar nuestras penas nos convida  10
cuando el dolor en nuestro ser estalla.

   Y él es, cuando en la lucha me fatigo,
el único bridón en que consigo
alejarme del campo de batalla.




Celos


   Celos tengo de todo, vida mía:
del negro rizo que en tu frente ondea,
de la luz que en tus ojos centellea,
como en los cielos el fulgor del día.

   De la vaga sonrisa de alegría  5
que entre tus labios de jazmín serpea,
de la aurora esplendente que la idea
enciende en tu abrasada fantasía.

   Del aire que embalsamas con tu aliento,
del oculto y lascivo pensamiento  10
que la fiebre en tus venas agiganta,

   y hasta celos tendré de mi acerado
magnífico puñal, cuando clavado
lo mire hasta su cruz en tu garganta.




Soneto


   He nacido ¡oh, mi Dios! cuando blanquea
la nieve de la edad en mis cabellos,
y están muertos mis ojos, y ya en ellos
ni un destello de gozo centellea.

   He nacido ¡oh, mi Dios! cuando ni humea  5
la que fue llamarada, en los más bellos
años de nuestra juventud, aquellos
en los que Venus su cendal ondea.

   He nacido ¡oh, Señor! cuando la suerte
habíale dado al corazón la muerte  10
y muerto dentro de mi ser yacía.

   Tu infinita bondad, Dios, me ha salvado
que, apiadado de mí, me ha despertado
del sueño en que soñaba que vivía.




ArribaAbajoReyes, Fernando

Cuba. Siglo XIX




Amor


   Azucena gentil, fragante y pura,
que das galas al vergel, vertiendo amores,
tú eres, flor, la más linda de las flores
siendo igual tu modestia a tu hermosura.

   La peregrina llama que fulgura  5
en tus cubanos ojos brilladores,
disipa en su expresión mis sinsabores
como emblema de gloria y de ventura.

   Yo te adoro, mi bien, como a la brisa
ama el gentil sonoro riachuelo,  10
como adora el sunsún a la floresta;

   pues en tu joven frente se divisa
el timbre halagador que te dio el cielo
de hermosa, de cubana y de modesta.




ArribaAbajoRiba Palacio, Vicente

México. 1832 - 1896

Abogado y poeta. Hallado en Internet.




La noche en El Escorial


   La noche envuelve con su sombra fría
el claustro, los salones, la portada,
y vacila la lámpara agitada
de la iglesia en su bóveda sombría.

   Como triste presagio de agonía  5
gime el viento en la lúgubre morada,
y ondulando la yerba desecada
vago rumor entre la noche envía.

   De Felipe segundo, misterioso
se alza el espectro del marmóreo suelo  10
y vaga en el convento silencioso,

   y se le escucha en infernal desvelo
crujiendo por el claustro pavoroso
la seda de su negro ferrezuelo.




La vejez


   Mienten los que nos dicen que la vida
es la copa dorada y engañosa
que si de dulce néctar se rebosa
ponzoña de dolor guarda escondida.

   Que es la juventud senda florida  5
y la vejez, pendiente que escabrosa
va recorriendo el alma congojosa,
sin fe, sin esperanza y desvalida.

   ¡Mienten! Si a la virtud sus homenajes
el corazón rindió con sus querellas  10
no contesta del tiempo a los ultrajes;

   que tiene la vejez horas tan bellas
como tiene la tarde sus celajes,
como tiene la noche sus estrellas.




La muerte del tirano


   Herido está de muerte, vacilante
y con el paso torpe y mal seguro
apoyo busca en el cercano muro
pero antes se desploma palpitante.

   El que en rico palacio deslumbrante  5
manchó el ambiente con su aliento impuro,
de ajeno hogar en el recinto oscuro
la negra eternidad mira delante.

   Se extiende sin calor la corrompida
y negra sangre que en seno vierte  10
de sus cárdenos labios la ancha herida,

   y el mundo dice al contemplar inerte:
«Escarnio a la virtud era su vida:
vindicta del derecho fue su muerte».




En El Escorial


   Resuena el marmóreo pavimento
del medroso viajero la pisada,
y repite la bóveda elevada
el gemido tristísimo del viento.

   En la historia se alza el pensamiento,  5
vive la vida de la edad pasada,
y se agita en el alma conturbada
supersticioso y vago sentimiento.

   Palpita allí el recuerdo, que allí en vano
contra su propia hiel buscó un abrigo,  10
esclavo de sí mismo, un soberano

   que la vida cruzó sin un amigo;
águila que vivió como un gusano,
monarca que murió como un mendigo.




Al viento


   Cuando era niño, con pavor te oía
en las puertas gemir de mi aposento;
doloroso, tristísimo lamento
de misterioso seres te creía.

   Cuando era joven, tu rumor decía  5
frases que adivinó mi pensamiento,
y cruzando después el campamento,
«Patria» tu ronca voz me repetía.

   Hoy te siento azotando, en las oscuras
noches, de mi prisión las fuertes rejas;  10
pero hanme dicho ya mis desventuras

   que eres viento, no más, cuando te quejas,
eres viento si ruges o murmuras,
viento si llegas, viento si te alejas.




A mi madre


   ¡Oh, cuán lejos están aquellos días
en que cantando alegre y placentera,
jugando con mi negra cabellera,
en tu blando regazo me dormías!

   ¡Con qué grato embeleso recogías  5
la balbuciente frase pasajera
que, por ser de mis labios la primera,
con maternal orgullo repetías!

   Hoy que de la vejez con el quebranto
mi barba se desata en blanco armiño,  10
y contemplo la vida sin encanto,

   al recordar tu celestial cariño,
de mis cansados ojos brota el llanto,
porque pensando en ti me siento niño.




ArribaAbajoRiera, Mariano

Puerto Rico. Siglo XIX

Poeta.




Zorrilla


   Hispano ruiseñor de gran terneza;
raudal de inspiración que no se agota;
espíritu de luz que, altivo, flota
en el cielo gentil de la belleza.

   La lira manejó con tal destreza  5
que no ha de verse para el mundo rota;
y vibrarán los ecos de su nota
donde reine el sentir en su pureza.

   Nos ofrece en «El Cid» un buen diamante;
una perla oriental en su «Granada»,  10
y en «Tenorio», el aliento de un gigante.

   Como al mundo corona la alborada,
ese ingenio dulcísimo y brillante
¡en vida, vio su frente coronada!




ArribaAbajoRío Franco, Eduardo de

España. Siglo XIX - XX

Poeta.




La francesada


   El águila de Francia que altanera
sobre Europa vencida se ceñía,
con necio orgullo imaginóse un día
sola reinar sobre la tierra entera.

   Mirando al mundo con mirada fiera  5
vio de España el León, que aunque dormía
avasallar al orbe la impedía,
y a sujetarla apréstase guerrera.

   El sueño del León aprovechando,
con golpe aleve el pecho le desgarra,  10
mas al dolor la fiera despertando,

   clava en sus alas la terrible garra;
la mira atento, en su agonía se goza,
y de una dentellada la destroza.




El sacerdote


   ¿Cree buenamente, cándido y sencillo,
de lo que dice y hace la eficacia?
Es un tonto. -¿Lo duda, y con audacia
vive engañando? -Entonces es un pillo.

   Ya se vistan de negro o de amarillo,  5
como el traje no da ni quita gracia,
la vileza en el uno es contumacia,
la tontera en el otro es estribillo.

   Reverenciar a un tonto, lo hallo bajo;
alimentar a un pillo, degradante;  10
y humillarse ante un traje, majadero.

   Por consiguiente, desde el Papa abajo,
por cómico, por necio o por tunante,
le niego a todo cura mi dinero.




ArribaAbajoRíos, Amador de los

Córdoba. 1818 - 1872

Poeta y escritor.




A los cuarenta y cinco años


   ¡Dos tercios de la vida ya han pasado!...
Y ¿qué fue en tanto para mí la vida?...
Toda ilusión miré desvanecida,
y el corazón quedóme desgarrado.

   Amor y gloria en mi soñar dorado  5
ambicioné con ansia desmedida;
falaz fue amor, la gloria apetecida
la sed no hartó del pecho acongojado.

   Horas de insomnio y fatigoso anhelo
me trae la noche tarda y perezosa;  10
y horas de lucha y de dolor el día...

   ¿Qué espero ya, infeliz? Oscuro velo
roba la luz a mi alma generosa
e incierta vaga la existencia mía...




ArribaAbajoRíos Rosas, Antonio de los

Ronda (Málaga). 1808 - Madrid. 1873

Abogado. Poeta. Diputado a Cortes. Ministro. Presidente del Consejo y del Congreso de Estado. Magnífico orador.




La opinión


   La sien latiendo, turbia la mirada,
teñido el rostro de rubor sangriento,
la espléndida melena suelta al viento
la vestidura al seno desgarrada.

   Ella me ciñe en lúbrica lazada,  5
trémulo el cuerpo, el labio macilento,
con honda sed bebiéndome el aliento,
en su boca mi boca aprisionada.

   ¡Oh, visión que mis sueños envenenas,
y en lava del volcán hinchas mis venas!  10
¿quién eres, di, mujer, deidad o arpía?

   Soy la Opinión, tu esclava y tu tirana,
hoy transida de amor tu barragana,
ayer, tu dama infiel con befa impía.




ArribaAbajoRíos y Serrano, Demetrio de los

Baena (Córdoba). 1827- 1892

Poeta y Arquitecto. Hermano de José Amador de los Ríos. Como arquitecto de Sevilla a él se deben parte de las excavaciones de la Itálica.




Los Herreras


   De dos Herreras el pincel valiente
raros portentos realizó en el lino,
y émulos ambos de Rafael de Urbino
sus obras admiró la hispana gente.

   Otro Herrera ciñó el lauro a su frente  5
nombre alcanzando de Cantor Divino,
y otro Herrera su ingenio peregrino,
alzando el Escorial mostró patente.

   Reyes del Arte a todos los proclama
no hallando entre ellos diferencia alguna,  10
que es justa y noble nuestra patria historia;

   mas si hay quien suyo el galardón reclama,
Sevilla sólo, por que dio a tres cuna
y a todos campo donde hallar la gloria.



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