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ArribaAbajoRuiz Martínez, Cándido

España. Siglos XIX - XX

Poeta.




A los Estados Unidos


   ¡Oh coloso del Nuevo Continente
que, desdeñando la guerrera gloria
y teniendo el trabajo por victoria,
te hiciste grande, rico, independiente!

   ¡Oh ilustre pueblo, asombro de la mente,  5
que en un siglo no más de propia historia,
has logrado tan noble ejecutoria
que del progreso humano vas al frente!

   Borra ya de tu escudo las estrellas,
pues son hijas del Cielo, e iracundo,  10
ahora con sangre tu camino sellas;

   olvida tu pasado tan fecundo;
¡ya luchas, y conquistas, y atropellas!
¡ya eres digna nación del Viejo Mundo!




¡Más!


   Señor, yo que de bienes en la cuna
pude largos tesoros merecerte,
tal vez para que así fuera más fuerte
el golpe de perder tanta fortuna;

   no te pido, con súplica importuna,  5
ni paz del alma, ni tranquila muerte,
ni que el rigor endulces de mi suerte,
ni de este pobre mundo dicha alguna.

   Sólo te pido, ahogando mis lamentos,
por la misma crueldad con que condenas  10
un débil ser a bárbaros tormentos,

   que en mí arrojes dolor a manos llenas,
porque nunca me falten pensamientos
para cantar tus obras y mis penas.




ArribaAbajoSadule, Manuel

Cádiz. Siglo XIX

Poeta.




A ti


   Toma esta flor y escóndela en tu seno;
es un clavel que lo corté afanoso,
para que muera sobre el pecho hermoso
lleno de encanto y de perfumes lleno.

   Ya no se mece en el jardín ameno  5
entre rosas y nardos orgulloso,
ni ve pasar alegre y oloroso
las frescas noches del Abril sereno.

   Le he contado, mujer, amargas quejas,
tu cruda ingratitud, mi desventura  10
de ver distante el bienestar que ansío.

   Y hoy que esquiva a mi amor así me dejas,
óyelo, hermosa, con sin par ternura,
que va a decirte el pensamiento mío.




ArribaAbajoSaenz Cordero, Efraín

Costa Rica. Siglo XIX - XX

Poeta. No ha publicado nunca.




Evocación


   Mi palabra tenaz como el cincel
fue modelando su alma poco a poco.
A veces me decía: ¡Tú estás loco!
Y a los demás: ¡Quién va a pensar en él!...

   Probó mi corazón toda la hiel  5
de su desdén... Mas mi dolor tampoco
consiguió conmoverla. Hoy que evoco
el recuerdo... ¡es conmigo tan cruel!

   Sin embargo yo fui para ella un día
como el artista que la piedra labra  10
y arranca de su forma la armonía.

   ¡Mi fe triunfó! Su corazón de roca,
al golpe de cincel de mi palabra,
fue un raudal de ternuras en su boca.




En la fiesta del pueblo...


   Desde ayer, en la tarde, con indecible afán,
Carmela la zagala, preparó su vestido
mejor, que hubo adornado con cintas y metido,
para venir a ver al fiesta de San Juan.

   ¡Es Carmela muy guapa! Y más buena que el pan.  5
Los mozos al mirarla se dicen al oído
los ingenuos requiebros que su buen parecido
les inspiran, y sus ojos tras los de ella se van...

   Con camisa de gola, y enagua de percal,
y el rebozo de seda ceñido a la cintura,  10
Carmela da a la fiesta singular esplendor.

   Habla el cura. La Banda toca un aire marcial
y entre gritos y aplausos pasea su figura
Carmela, por quien muchos viven locos de amor...




La tarde de la fiesta


   Esa tarde... vestida de blanco, parecía
la princesita rubia que pintan en los cuentos...
Tal era su sonrisa, su porte, la armonía
graciosa de sus líneas y de sus movimientos.

   En sus ojos divinos radiaba la alegría  5
con destellos tan puros como sus pensamientos;
y en sus frescas mejillas la aurora sonreía
al arrullo armonioso de argentinos acentos.

   La tarde dio sus oros en haces fulgurantes
para hacer más luciente la gloria de la fiesta  10
en donde se oye el verso, trémulo de emoción...

   Y mientras mis amigos, de gozos delirantes,
allí se divertían, los ecos de la orquesta
dejaban su ternura para mi corazón...




Humo azul


   Retornas, oh ilusión, radiante y seductora
como un ángel risueño de rubia cabellera ,
regando en mi camino rosas de primavera
y dándole a mi vida claridades de aurora.

   ¿Por qué has tardado tanto? Desde la vez primera  5
en que bañó tu luz mi mente soñadora
te consagré mi amor, sin saber que traidora
la corresponderías después con la quimera...

   Y aun así no te guardo rencor, porque el Destino,
que tiene algo de humano y mucho de divino,  10
me reveló el secreto de la resignación...

   Sobrellevar paciente las penas de la vida,
que un día volverá la esperanza perdida,
en forma de quimera, o en forma de ilusión...




Musa alegre


   Encrespada la rubia cabellera,
marchito el gesto y lúbrica su boca,
liba vinos de Chipre en fina copa
mi musa, avergonzada y placentera.

   Viene como al rubia primavera  5
regando flores en su danza loca,
y mostrando su cuerpo que provoca,
en el rubor de la embriaguez primera.

   Coronada de pámpanos su frente,
es más una Bacante en plena orgía  10
que una virgen de talle adolescente.

   Mas aun así embriagada es musa mía,
la que hoy viene, con verso decadente,
a invitarme al amor y a la alegría.




Crepuscular


   Alárgase el camino polvoriento
bajo la verde fronda campesina,
donde pone su armónica sordina
la música quimérica del viento.

   La tarde en el milagro del momento  5
más allá de los mares se reclina,
mientras la noche al descender inclina
su sombra, como un negro pensamiento.

   Ya no se ve al pastor por el camino
ni el rebaño de ovejas que al paisaje  10
le brindaban su encanto peregrino.

   Queda no más, como el jirón de un traje,
bajo el dormido cielo vespertino
la irisación del último celaje.




Melancolía


   Pinta una hora gris naturaleza,
y en la niebla que apaga la alegría,
sube como un aliento la tristeza:
una tristeza obsesionante y fría.

   Sin decirlo, las cosas su promesa  5
me dan de un cielo azul y un claro día;
mas esta hora solamente expresa
lo que en mí vive de melancolía.

   Sueños, que ya sin esperanza vivo,
al dejarme su hiel dentro del alma  10
me hicieron sin quererlo sensitivo.

   Y ante el vago temor de un nuevo anhelo,
prefiero como el pájaro la calma,
a la inquietud de un peligroso vuelo.




El pavo real


   Del jardín en la sombra semioscura,
resalta, oro y azul, su regio traje;
la airosa esplendidez de su plumaje
de donde emerge altiva su figura...

   Príncipe por su sangre la más pura,  5
yo le quiero brindar hoy mi homenaje
y darle en la emoción de mi lenguaje
salutación de paz y de ventura...

   Luego cantar su porte y señorío;
sus ojos vivos, su aguzado pico,  10
y el vivo tornasol de su atavío.

   Y del jardín sobre la verde alfombra,
su plumaje, que abierto en abanico,
se esfuma en el misterio de la sombra.




ArribaAbajoSáez de Melgar, Faustina

Villamanrique de Tajo (Madrid). 1834 - Madrid. 1895

Escritora y poeta.




Noviembre


   Triste es la historia de Noviembre helado;
no tiene aromas, pájaros, ni flores,
ni disfruta un instante los favores
del firmamento puro y despejado.

   En tanto dura su infeliz reinado,  5
el éter no le muestra sus colores,
y sigue su carrera en los horrores
de un cielo siempre gris y encapotado.

   Yerto doquier el campo, blanquecinas
las altas crespas de los pardos montes,  10
de nieve coronadas las colinas,

   sombríos los extensos horizontes,
y las corrientes aguas plateadas,
se miran en los ríos congeladas.




ArribaAbajoSalaverry, Carlos Augusto

Perú. 1831 - 1890

El más notable de los poetas románticos de su generación. En 1871 fue diplomático en Francia.




Ilusiones


   Venid a mí, sonriendo y placenteras,
visiones que en la infancia he idolatrado,
¡oh recuerdos, mentiras del pasado!
¡Oh esperanzas, mentiras venideras!

   Ya que huyen mis lozanas primaveras,  5
quiero ser por vosotras consolado,
en un mundo fantástico, poblado
de delirios, de sombras y quimeras.

   Mostradle horrible la verdad desnuda
a los que roben, de su ciencia ufanos,  10
a todo lo ideal su hermoso aliño;

   pero apartadme de su estéril duda;
y aunque me cubra de cabellos canos,
dejadme siempre el corazón de un niño.




ArribaAbajoSalazar, Felipe «Pichorra»

Yucateco (México). Siglos XIX - XX

Poeta hallado en Internet.




La cagada


   Después de haber sufrido cuatro días
de un grave y doloroso estreñimiento
voy al común y con placer me siento
a echar las atrasadas porquerías.

   ¡Qué agradable impresión y qué alegrías  5
en todo el intestino experimento
cuando sale apretado el excremento
en suaves y ventosas melodías!

   El espíritu se ensancha presuroso
el mojón muy despacio y apretado  10
va saliendo con gracia y artificio.

   Y después de la brega, sudoroso,
tomo el papel, lo doblo con cuidado
y tranquilo me limpio el orificio.




Desilusión


   Que bella está sobre el sofá dormida
con su melena sobre el hombro suelta,
dejando ver su pierna medio vuelta
y al falda en su entorno recogida.

   Tiene sobre los senos extendida  5
su grácil mano cual palmera esbelta
y su ropa así, medio revuelta,
enseña el surco que al placer convida.

   Suspira tiernamente, más tan quedo,
que escuchar el suspiro da trabajo,  10
y cual lejana música el remedo.

   Estira luego el pie con desparpajo
e indolente se le escapa un pedo.
¡y toda mi ilusión se fue al carajo!




Un par de estrellados


   El último rubor quedó vencido,
cayó su camisón color de rosa
y ante su nívea desnudez de Diosa
arrodílleme absorto y conmovido.

   Besé todo su cuerpo sometido  5
a mi pasión insana y lujuriosa
y empecé la tarea deliciosa
de introducir el pájaro en su nido.

   Cuando al fin, a la gloria transportados
nos sentimos llegar, aquella hermosa,  10
palpitante de amor, henchida el alma,

   tiróse un par de pedos tan tronados,
que tuve que bajas con toda calma
a recoger mis huevos estrellados.




Amor


   ¿Preguntas que es amor, niña querida?
Ya te lo han dicho en verso y aun en prosa
que amor es la pintada mariposa
que se quema en las llamas de la vida.

   Que amor es una fuente, la escondida  5
de la que brota el agua misteriosa
gloria y placer de nuestra edad dichosa
cuna y sepulcro, encuentro y despedida.

   Eso te han dicho el fraile y la beata
pero tú que ya no eres nada lerda,  10
prepárate a dejar camisa y bata;

   ¿ves ese trozo de robusta cuerda
que en tus manos se yergue y se dilata?
¡Eso es amor, y lo demás es mierda!




ArribaAbajoSalvany, Juan Tomás

España. Siglo XIX




La gota de rocío


   La cándida y risueña Filomena
una mañana plácida de estío,
contemplaba una gota de rocío
posada en el botón de una azucena.

   Y como en ella, al reflejar serena  5
la luz del sol, le daba nuevo brío,
quiere cogerla y con su dedo frío
destruye la ilusión que le enajena.

   Baja la niña la gentil cabeza,
diciendo con amargo desconsuelo:  10
-¿Por qué al tocarla huyó tanta belleza?

   ¿Qué habrá cual ella en el mundano suelo?-
-La delicada flor de tu pureza-
contesta suspirando un arroyuelo.




ArribaAbajoSanfuentes, Salvador

Santiago de Chile. 1817 - 1860

Poeta, político, decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades.




A la ermita de Egaña


   Grato respira el amoroso viento
entre estas flores y hierbosos pardos,
y las fuentes con ecos regalados
dan al inquieto corazón contento.

   Tiene la paz aquí su dulce asiento  5
y los sentidos todos sosegados,
a dulces ilusiones entregados
abren un campo hermoso al pensamiento.

   ¡Ah, quiera el cielo que yo logre un día
al dulce lado de una tierna esposa  10
tranquilo así pasar la vida mía!

   Distante de la turba bulliciosa
un paraíso la tierra me sería,
viendo aumentarse nuestra llama hermosa.




ArribaAbajoSan Román, Indalecio

Cuba. Siglo XIX




A Belisa


   La primera de amor dulce metralla
que a tu orgullo lance, Belisa bella,
consideré cayera cual centella
en ese corazón cota de malla.

   Perdido al verme en la primer batalla  5
creíste que mi amor se ahorcara en ella,
mas no ha nacido con tan mala estrella
ni tú has de ser inexpugnable valla.

   Una traílla tengo de bambolla
con que armar zipizape que haga bulla  10
y darte con mi amor pan y cebolla.

   Busca para guardarte una patrulla
si ha de morir mi amor tú eres la argolla
y yo, Belisa hermosa, la cabulla.




A una coqueta


   Creísteme sin duda mentecato
viéndome tras tu amor correr inquieto,
y a fe que me pusiste en tanto aprieto
que hasta me hiciste en los tejados gato.

   Diste a mi tierno amor tan duro trato  5
que aunque con vida estoy, soy esqueleto,
pero antes de morir mi dulce objeto
conseguiré según por él combato.

   En el garito has de caer pues noto
que ya tu corazón está de luto  10
viéndome en este mar tan buen piloto.

   Quien siembra cogerá buen o mal fruto,
dulce ha de ser el mío y no remoto
pues aquel mentecato se hizo astuto.




Al pueblo


   No en mármoles, ni en bronces, te lo juro,
escrito el nombre quiero sea que llevo,
a una gloria más sólida lo elevo,
laurel más envidiable yo le auguro.

   El lugar que anhelante le procuro,  5
que a tanto en mi ambición y fe me atrevo,
está en tu corazón a quien conmuevo
con la consagración de mi amor puro.

   En él quiero mi nombre quede escrito
que el corazón del pueblo no una tumba  10
sino un altar paréceme bendito.

   La cárcel de mi alma se derrumba,
a gozar ésta va de lo infinito,
guarda mi nombre y lo demás sucumba.




A la noche


   ¡Oh tú Reina del mundo y gran señora
cuyo rostro en el cielo se dilata
y en las plateadas aguas se retrata
para inspirar mi mente pensadora!

   ¡Oh tú de mis ensueños creadora,  5
luz de la inspiración que me arrebata,
e imán de la pasión sublime e innata
que el corazón y el alma me devora!

   Niégame hasta el placer de contemplarte
y en pago dame el sueño que deseo  10
para que pueda más que nunca amarte;

   porque tan triste y mísero me veo
que hasta forzoso me es abandonarte
por los divinos sueños de Morfeo.




A la alegría


   Vida del alma, saludable encanto
que de mi juventud la gloria fuiste
¿por qué me abandonaste? ¿por qué huiste?
¿por qué dejaste al que te quiso tanto?

   ¡Dejarme y para siempre! a tal quebranto  5
¿qué daños o qué ofensas recibiste?
¿por qué en tu propio ser no me absorbiste
como hoy mi corazón absorbe el llanto?

   Mas ya comprendo: fue mi fantasía
engendro de este amor que creí eterno  10
pensando que jamás se acabaría.

   Pero tú buscas juventud, no invierno;
sueño ha sido mi amor, dulce alegría,
y viejo al despertar hallé el infierno.




ArribaAbajoSánchez Pesquera, Miguel

Cuba. Siglo XIX

Poeta. Hizo la carrera judicial y residía normalmente en ultramar.




Plus ultra


   Cuando la inspiración fecunda y crea,
y viste forma y ritmo al pensamiento,
enamorada de su propio aliento,
en su labor celeste se recrea.

   Mas el tiempo destruye la alta idea  5
de su amor propio y de su vano intento;
que no puede expresar humano acento
cuanto la mente indómita desea.

   Desgana el verso inspírame y no encanto,
y tedio ya, del corazón prescrito,  10
el soñado ideal que amara tanto;

   y con desgana y tedio de lo escrito,
el alma llena de mortal quebranto
la sed de lo perfecto y infinito.




La cigarra


   Amor del sol, mi origen es divino;
embelesado Sócrates me oía;
delicias era de la Grecia un día;
me habló Virgilio en verso peregrino.

   Cantar, amar, morir es mi destino.  5
Yo de la ciencia gaya en la porfía,
el premio soy que el trovador ansía.
Canto la siesta en odorante pino.

   Soy la cigarra; en el tendido llano
nací de junio en el calor primero,  10
alma del trigo y su fecundo grano;

   y enamorada de la luz espero,
la encendida mañana del verano,
y canto el sol y cuando canto muero.




La estrella de la tarde


   Ya estás allí, cual fúlgido diamante
en la frente del cielo, anunciadora
del descanso y la paz que el alma implora
y del amor heraldo vigilante.

   Ya estás allí, fantástica y brillante,  5
como en piélago azul dorada prora,
y la razón que tu destino ignora,
torna hacia ti su esfuerzo vacilante.

   Virgen, empero, tú de humana duda
y exenta de terrígenos temores  10
vas del espacio en la encantada vía,

   y de la noche profetisa muda
alumbras con tus pálidos fulgores
el sonreír del moribundo día.




ArribaAbajoSánchez Romeralo, Jaime

Madrid. Siglos XIX - XX

Derecho y Filosofía y Letras. Poeta.




A una dama imperiosa


   Has de saber que tuve una ocurrencia,
Inés, y pues conozco tu cordura,
de ella quisiera hacerte confidencia,
a ver que te parece por ventura.

   Te he de decir, hablándote en conciencia,  5
que es cosa que la tengo por segura...
¿Qué te la diga ya? No; ten paciencia:
ahora dicha sería prematura.

   Sospecho que dirá cualquier bergante
que del pico me voy. ¡Cuándo tan clara  10
mi conclusión está y tan a la vista!

   Mas de calmar tu afán llegó el instante;
en lo que a decir voy, Inés, repara:
¿Verdad que soy un lindo sonetista?




ArribaAbajoSanchís Sivera, José

Valencia. Siglos XIX - XX

Poeta y escritor.




Soneto


   Huyó la dicha y sucediole el llanto
cual ráfaga de luz en un instante
a España la guerrera y la triunfante,
matóle de balsares y de encanto.

   Huyó a la eternidad del trono santo  5
el valeroso rey de paz amante
que cual águila en el espacio errante
todo lo cobijó bajo su manto.

   Cual será, oh rey, el mísero destino
que por los tiempos correrá tu suelo  10
sólo lo sabe Dios, y en su camino

   de llantos y desgracias desde el cielo,
junto con aquel ser que no se engaña
ruega sin tregua por el bien de España.




A la memoria de don Pedro Calderón de la Barca


   ¡Gloria A tu ingenio, vate sacrosanto
orgullo de la España adormecida
en el piélago triste de la vida,
gloria a ti de la escena dulce encanto.

   Pise tu huella el amorosos manto  5
de que se cubre tu patria querida,
vuelva a entonar tu lira adormecida
al dolor y al placer célico canto.

   Oye del mundo el admirable acento
de gloria y alabanza que te canta,  10
contempla airoso el regio monumento

   que el mundo sin cesar a ti levanta
haciendo grande la eternal memoria
que siempre ocuparás en nuestra Historia.




A Nuestra Señora de los Desamparados


Mayo 1987


   Madre amorosa, celestial consuelo,
luz de la vida, amparo de inocentes,
vigía de los hombres que pendientes
de los peligros yacen en el suelo.

   Mira a tus hijos hoy con cuanto anhelo  5
A Vos se postran gozosos y rientes
y ofreciéndote el corazón ardientes
una nube de amor llevan al cielo.

   Esencia pura, bella cual la aurora,
emporio de las gracias e inocencia  10
sol cuyos rayos la existencia dora,

   manantial cariñoso de clemencia,
nunca jamás olvides ¡oh, Señora!
a tus devotos hijos de Valencia.




A María Santísima


   ¡Oh Virgen pura! el alma se enajena,
del suelo sus bellezas y armonía,
mas al llegar tu alegre y feliz día
de entusiasmo mi corazón se llena.

   ¡Extasiado contemplo tu azucena!  5
Tu rostro santo henchido de alegría,
y de amor hacia vos la lira mía
por el ambiente cánticos resuena.

   ¿Qué he de ofrecer en día tan dichoso
digno de vos excelsa soberana?  10
¿Un clavel rosa, o jazmín amoroso,

   pétalos de azahar, la flor temprana...?
No es poco ofrecimiento, luz querida,
ofreceros mas bien el corazón y vida.




Soneto


   Te quise bella mía: Aprisionaste
mi tierno corazón con tu mirada,
y mísero e infeliz como la nada,
inocente tal vez me lo tornaste.

   Tú ignorando mi mal nunca pensaste  5
que la desdicha por amor labrada
es eterna, inocente y confiada
en tu sentir falaz, jamás me amaste.

   Mas que delito mi alma cometiera
para matar el dulce sentimiento  10
¿es qué no suspiré cuando hechicera

   en mí fijabas malos pensamiento?
¡Ay! no lo sé, mas creó una quimera.
Fue mi existencia triste aquel momento.




Con motivo de la primera misa de don Constantino Primo


   Santo adalid de Dios con nuevo cielo
desde hoy te premiará el Ser Divino,
una senda de vida, otro camino,
de esperanza de amor y de consuelo.

   Tu alma hoy ligera en fugaz vuelo  5
y siguiendo la marcha de un destino,
emprende ese viaje peregrino
que hacia la altura va y huye del suelo.

   Rendir por eso pues el alma mía
debe ante tu pureza candorosa,  10
más pura aun y llena de alegría.

   Que de bello jardín lozana rosa,
eterno haciendo así el dichoso día
que destierras la vida bulliciosa.




Soneto


   ¿Qué bello es contemplar en la enramada,
tras fresca noche del ardiente estío,
adornadas las hojas del rocío
que cayó de la célica morada!

   ¡Qué hermoso es escuchar en la alborada  5
el dulce murmurar del manso río
que altivo va mostrando el poderío
por el campo, cual sierpe plateada!

   Si esto es bello y hermoso vida mía,
y a pulsar el laúd voto me mueve,  10
despertando mi loca fantasía.

   Ante tanta belleza que conmueve,
si sale, sin poner, la lotería,
mi numen de poeta a más se atreve.




La tempestad


El cielo se encapota de negros nubarrones,
la Luna que brillaba total se oscureció,
de pronto se levantan los fieros aquilones
produciendo en las aguas estrepitoso son.

   Las olas se embravecen al compás de los vientos,  5
se oculta en las estrellas todo su resplandor,
angustias muy amargas, pesares muy cruentos,
el cambio repentino anuncia al corazón.

   El blanco de las aguas, el fiero son del trueno,
la lluvia espesa y fría que ya cayendo va,  10
hacen que el mar bravío diga desde su seno:

   «Marino estar alerta que va la tempestad.
Buque, velero, tente, detente en tu camino;
soldados de las naves, oíd al capitán.




ArribaAbajoSanmartín Aguirre, J. F.

España. Siglo XIX

Poeta.




¡Venganza!


   Amargó mi existencia tu desvío,
y el verte padecer ahora me mata,
pues tu dolor, hermosa, le arrebata
el último suspiro al pecho mío.

   No pudo tu desdén punzante y frío  5
apagar mi pasión ciega... insensata...
como al volcán que hirviente se desata
no apaga su furor el mar bravío.

   Tan grande fue mi amor, que el sufrimiento
no arrancó de mi alma el fuego santo,  10
que encendió para amar el sentimiento.

   ¡La muerte la acaricio sin espanto!...
¡Con tal que sea feliz muero contento!...
así me vengo aunque me heriste tanto.




ArribaAbajoSanmartín López, Juan

España. Siglo XIX

Poeta.




El busto de mi amada


   Ese su busto es la piedra dura
como la blanca cera se ha ablandado,
y el cincel del artífice ha copiado
de mi amada la mágica hermosura.

   ¡Un prodigio del Arte es la escultura!  5
Ese es su rostro artístico ovalado;
ese su fino cuello torneado,
y esa su frente candorosa y pura.

   Pero en vano copiar quiso en la roca
del artista la mano delicada  10
la sublime expresión que a amor provoca,

   porque le falta al busto de mi amada
la incopiable sonrisa de su boca
y la luz celestial de su mirada.




ArribaAbajoSansón, José Plácido

España. 1815

Poeta hallado en Internet.




Un episodio: Tinguaro


   Allí San Roque está. De heridas lleno
sube Tinguaro por el risco, y brama.
Lugo venció; se oscureció la fama
del gran Tinerfe, el de la voz de trueno.

   Fatiga al héroe el desigual terreno;  5
siéntese fallecer, y amor le inflama,
y sigue, y sigue: un español le llama;
vuélvese, y este le atraviesa el seno.

   Tinguaro pereció: luto, agonía,
arrastra el eco en pos, de peña en peña;  10
llora su inmensa soledad Nivaria.

   Y allá del Teide en la caverna umbría
se oye: ¡Murió la independencia isleña!
¡Murió con él la libertad canaria!




Amor-Fénix


   A orillas del tranquilo Manzanares
contemplo mudo como muere el día,
y hundido en mi habitual melancolía
¡ay! me traslado a mis elíseos lares.

   María, Concha, Andrés, Plácido... altares  5
do culto rinde a Dios el alma mía,
son su ornamento, y el fanal que guía
mi débil barca en tempestuosos mares.

   Amor de esposo en mis adentros mora,
amor de padre en mis adentros crece,  10
y el corazón sus ídolos adora.

   Que es Fénix este amor, y no perece:
eterna luz que mi horizonte dora,
árbol que eterno en mi jardín florece.




La esperanza


   Por entre sombras infeliz viajero,
perdido el rumbo, sin parar camina:
un precipicio aquí, y allá una esquina
marcando van su lóbrego sendero.

   ¡Sin fin luchar con mi destino quiero!  5
Exclama, y sigue, y la cerviz no inclina;
porque dentro de sí llama divina
siente abrasar su corazón de acero.
Hondos abismos a su espalda deja,
y zarzales y horror; y el blanco alcanza.  10
Su triunfo al cabo el vencedor festeja.

   ¿Quién en tan ardua lid la confianza
supo inspirarle y acallar su queja?
El rayo celestial de la Esperanza.




ArribaAbajoSansores, Rosario («Crisantema»)

Cuba. Siglos XIX - XX

Poeta.




La cita


   Me ungí para aguardarte con perfume de Oriente
y enjoyé mis cabellos como una cortesana;
retoqué de mis labios la olorosa manzana,
y avivé de mis ojos la luz clara y ardiente.

   Expiraba la tarde como novia doliente  5
en su espléndido lecho de zafir, oro y grana;
palpitante y ansiosa me asomé a la ventana
apoyando en los hierros el ardor de mi frente...

   Pero tú, no viniste. Por el blanco sendero
que manchaba de sangre la piscuala florida  10
tembló el lúgubre aullido de un mastín lastimero.

   Sólo Véspero inquieto, parpadea en la altura
y sentí que de pronto, silenciosa y oscura
abatióse la noche del dolor de mi vida...




El retorno


   Yo sé que volverás. Yo sé que un día
suspirarán unidas nuestras bocas
y otra vez en la noche quieta y fría
se juntarán nuestras cabezas locas...

   Sé que en tus horas de nostalgia evocas  5
el ámbar de mi piel y sé que sueñas
que estremecido entre tus manos tocas
dos palomas nevadas y sedeñas...

   ¡Ah! Yo también cuando la alondra canta,
sueño en tu amor y mi tristeza es tanta  10
que ya su peso el corazón ahoga...

   Mi vida -silenciosa pasajera-
en el esquife azul de la quimera
sobre las aguas del recuerdo, boga...




Tengo celos


   Tengo celos ¿no sabes? Tengo celos
de todas las mujeres que has amado:
de las bocas en flor, donde has saciado
la locura de todos los anhelos.

   En mis lúgubres noches de desvelos,  5
me atormenta el recuerdo despiadado
mientras mi corazón apasionado
quiere en vano luchar con sus recelos.

   Cuando poso en tu faz mi boca ardiente,
me parece que cruzan por tu frente  10
las risueñas visiones del pasado.

   ¡Odio entonces tus brazos vigorosos
y aborrezco tus ojos luminosos
donde tantas pupilas se han mirado!




Nostálgica


   Mientras la tarde se desmaya leve,
tu recuerdo nostálgico ha venido
como un ave a cantar junto a mi oído
su dulce canto melodioso y breve...

   Mas su blanco sonido no conmueve  5
el fuego de un amor, hoy extinguido,
que ya mi corazón adolorido
a tocar sus cenizas no se atreve...

   De súbito mi angustia va surgiendo
semejante a una sombra que cubriendo  10
fuera de negra lobreguez mi vida...

   Oh, tu pupila soñadora y grave
bajo el reposo de la tarde suave
¿en qué regazo se hallará dormida?




Caminante


   No te impacientes, caminante. Apura
sin recelos el vino de tu vaso
y si en mitad de la jornada dura
ves lucir una flor, detén tu paso.

   Fue el destino, tal vez, quien, al acaso,  5
la puso para darte su frescura,
tal vez sus hojas de brillante raso
para ti reservaban su hermosura.

   Si canta un ruiseñor, oye su trino.
Y si ves al Amor, ¡oh, peregrino!,  10
tender el arco con segura mano,

   el peligro no esquives; ¡que en su herida
están todos los goces de la vida
y todo el fondo del dolor humano...!




La soltera


   ¡Pobre Margarita! Junto a la ventana
miró muchas veces cruzar el amor,
y con las mejillas teñidas de grana
se asomó indiscreta por verle mejor.

   Dos o tres galanes la calle rondaron;  5
su vecina Rosa se casó en abril,
mas tarde Dolores y Luz se casaron,
mientras ella hilaba su ensueño sutil.

   Así pasó el tiempo. Uno y otro día
vigiló en acecho tras la celosía  10
los pasos furtivos del bello Don Juan.

   ¡Y estaba la calle tan triste y desierta!
Mas ella aún espera, soñando despierta,
con besos de fuego que calmen su afán.




La casada


   ¡Dulce Mari Rosa, cuán emocionada
vistió aquella noche su traje nupcial!
¡Qué júbilo inmenso brillo en su mirada
y avivó sus labios de suave coral!

   Cuando el sacerdote, con su voz pausada,  5
pronunció las breves frases de ritual,
inclinó la frente trémula y turbada,
teñida en rubores su faz virginal...

   Después el idilio... La noche de bodas...
La excursión al Norte... Lo mismo que todas  10
las mujeres, tuvo su luna de miel.

   Para ver que el lento correr de los años,
su ilusión, herida por los desengaños,
se agosta lo mismo que un rojo clavel.




La madre


   En tanto que mece la cuna del niño
y arrulla su sueño con tibia canción,
contempla extasiada la frente de armiño
de aquel pedacito de su corazón.

   ¡Qué locos proyectos cruzan por su mente!  5
¡Cómo fantasea su amor maternal!
¡Su hijo será un héroe gallardo y valiente,
acaso un artista de fama mundial!

   Absorta en su sueño, la madre amorosa
olvida sus largos insomnios de esposa,  10
sus horas de angustia, su cruel soledad...

   ¡Su injusto abandono, sus noches de olvido,
que al ver la sonrisa del ángel dormido
bendice dichosa su maternidad!




La viuda


   ¡Ayer hizo un año! ¡Con cuánta tristeza
evoca el recuerdo del negro ataúd,
mientras en su pecho juvenil empieza
a sentir barruntos de extraña inquietud!

   ¿Fue infeliz? ¡Acaso creyó ser dichosa!  5
¡Su pobre difunto, cómo la mimó!
¡Cómo acariciaba los labios de rosa!
¡Cómo la miraba cuando se murió!

   Hoy, en aquel lecho tan grande y vacío,
ella por las noches va sintiendo frío...  10
¡Qué sola, qué triste, la alcoba nupcial!

   Ahogando un suspiro que dice su pena,
la viuda contempla su carne morena,
que vibra al recuerdo del goce sensual.




La divorciada


   Ella no recuerda qué fútil motivo
provocó la nube de la tempestad;
él, con su carácter brusco y agresivo,
no de daba cuenta de su ingenuidad.

   Uno y otro día tuvieron querellas;  5
Diana coqueteaba con su amigo Óscar;
él tuvo queridas costosas y bellas.

   ¡Llegaba muy tarde, cansado, al hogar!
Y surgió el disgusto. Los dos obcecados,
pusieron en manos de sus abogados  10
todas esas pruebas que llevan al fin...

   Seis meses más tarde la coqueta Diana
recorre las calles de la vieja Habana
buscando aventuras que maten su esplín.




La abuelita


   La abuelita tiene cabellos nevados
y unos ojos claros, donde la bondad
va poniendo dulces reflejos dorados
sobre la tristeza de su ancianidad.

   Más de ochenta inviernos pasaron por ella,  5
pero aún está fuerte para trabajar;
prepara unos dulces y hace una paella
que nadie ha podido jamás imitar.

   Por las noches, si la cena termina,
limpia diligente la inmensa cocina,  10
toma su calceta, y en el gran salón,

   al coro de nietos que la solicita,
¡cuántas historietas cuenta la abuelita,
hasta que se duerme junto a su sillón!...




Primer amor


   «Primer amor, perfume de mimosas,
y en la verde extensión de la pradera
como una nube trémula y ligera,
ver cruzar las pintadas mariposas.

   Primer amor, ternuras misteriosas,  5
ansiedad de algo nuevo que se espera
y bajo un cielo azul de primavera
quedarnos dulcemente silenciosos.

   Sentir y no saber lo que se siente;
soñar y no saber los que se miente;  10
la emoción que recorre nuestras venas.

   Primer amor, presentimientos vagos,
tal como en la ternura de los lagos
la brisa pasa sin rozarla apenas...»




ArribaAbajoSantana y Rodríguez, Manuel María

Sevilla. 1820 - Madrid. 1894

Poeta, editor y periodista.




El pan del alma


   En pobre estancia y al rayar del día,
de mí y de mis hermanos rodeada,
la madre de mi alma idolatrada
pan sólo, y poco pan, nos repartía.

   Y si alguno más pan, triste pedía,  5
estando la alacena ya agotada,
ella a la dura y seca rebanada
dulces y blandos besos añadía.

   Devorando hasta el último mendrugo
gracias a Dios le dábamos de hinojos...  10
Rico hacerme después a Dios le plugo;

   y si el alma ha de hallar bien que le cuadre,
he de volver la mente con los ojos
al pan con besos que me dio mi madre.



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