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Sin esperanza


   ¡Oh primera ilusión halagadora,
que otra ilusión más grata me ofreciste
y otra y otra después... de cuanto existe
hermoso amanecer, risueña aurora!

   Dulcísima esperanza bienhechora,  5
aliento al luchador, consuelo al triste:
¿por qué me abandonaste, por qué huiste,
júbilo ayer, tribulación ahora?...

   ¡Ay del que nada cree y nada espera,
rama seca del árbol desprendida,  10
ave muda en la alegre primavera!...

   Desierto el ideal, la fe perdida.
Non plus ultra ve escrito dondequiera,
como triste epitafio de su vida.






Lo que ha de ser


   ¿Es la vida forzada esclavitud,
porque lo que ha de ser escrito está,
y cada cual predestinado va
al mal o al bien, al vicio o la virtud?...

   ¡Ah, no! Con fervorosa gratitud,  5
yo espero que mis súplicas oirá
el que dijo: «Pedid y se os dará;
venid y calmaré vuestra inquietud.»

   Si no he de conquistar mi salvación
por mis obras, Señor, ¿qué es el deber?  10
Oraciones y lágrimas, ¿qué son?...
Deja a mi libre arbitrio merecer

   justo castigo y justo galardón...
y falle tu piedad lo que ha de ser!






Sin Dios


   Si no creyese en Dios, procuraría
arreglarme la vida de manera
que ni el hambre mi estómago afligiera,
ni atajase la ley mi rebeldía.

   Sin Dios... ¿qué importa la moral impía,  5
traba inútil al hombre que no espera
galardón o castigo en la alta esfera,
campo de soledad, desierta vía?...

   Para burlar a la justicia humana,
cien recursos ofrece el avisado  10
su habilidad, de su ambición hermana...

   ¿Por qué no he de luchar, sagaz y osado,
si, roto el yugo de la fe cristiana,
sólo temo al delito... y no al pecado?...






Ante el misterio


   No se por qué, ni para qué se nace;
desconozco el secreto de la vida:
vine al mundo, Señor, y mi venida
¿qué recónditos fines satisface?...

   ¿Vine a gozar el bien, que me complace?  5
¿Vine a sufrir el mal, que me intimida?
¿Qué importa mi ascensión o mi caída,
ni que acepte mi suerte o la rechace?...

   Si no hubiera nacido... Pero en vano
pretendo discurrir... Ante el profundo  10
misterio de tu arbitrio soberano,

   caigo a tus pies, Señor, y me confundo...
¡Y me avengo a ignorar por qué tu mano
creó la humanidad y pobló el mundo!...






El tronco seco


   No a tu piedad desatentado pido
que prolongues, Señor, mi vida errante,
cuando triste, caduco y vacilante,
a la región me acerco del olvido.

   Árbol frondoso en el abril florido  5
yérguese altivo, fértil y arrogante...
-¡Ay de él si no da sombra al caminante,
ni engalana el vergel, ni ampara el nido!...

   Así el anciano, cuando el sol declina,
rinde a la tierra su postrer tributo,  10
humilde esclavo de tu ley divina...

   -¡Hermosa y sabia ley!... Doblado y hueco,
sin verdes ramas, sin dorado fruto,
¿de qué sirve, Señor, el tronco seco?...






A Cristo crucificado


   Te contemplo, Señor, con honda pena
indefenso, vejado y oprimido;
si, espejo de virtud, no has delinquido,
¿por qué a morir el hombre te condena?

   ¿Por qué de angustia y de baldón te llena,  5
quien eres y quien es dando al olvido?
¿Por qué el eterno Padre ha permitido
que Tú hayas de pagar la culpa ajena?

   Pecó el hombre y cayó... ¡Mortal caída!
Tendió las alas en rebelde vuelo,  10
y aspirando a ser libre fue suicida...

   Mas tu mano, Señor, le alzó del suelo,
y al entregar tu vida por su vida
el Angel del Perdón bajó del cielo.






El divino blasón


   Rendiste el corazón al paroxismo
de una trágica duda... Tu mirada
no alcanzó a ver que tu misión sagrada
era gala y honor del cristianismo.

   Dudaste cuando Dios, de tu ascetismo  5
hizo altar a su Esposa inmaculada,
por el Sumo Poder predestinada
a ser Virgen y Madre a un tiempo mismo.

   ¡Oh inefable misterio! ¿Quién podría,
sino el Hijo de Dios, salvar al hombre?  10
La fe trocó tu angustia en alegría,

   y Jesús te bendijo... No te asombre
que la excelsa pureza de María
al Divino Blasón una tu nombre.






Mater dolorosa


   Me aflige, ¡oh Madre!, tu dolor acerbo,
y al ver que anubla tu mirada el llanto,
perplejo duda mi angustiado espanto
si tu verdugo soy, o soy tu siervo.

   De mi estirpe abomino, cuando observo  5
que Tú gemiste y padeciste tanto,
y audaz resuena y triunfador el canto
del traidor, del inicuo, del protervo.

   Pero ¿quién no te admira y no te adora,
postrada ante Jesús, escarnecido?...  10
No es castigo el dolor, Madre y Señora;

   si lo fuese, ¿lo hubieras merecido?...
-¡Feliz! -Dios dijo- el que a mis plantas llora!
Y ungió el dolor sobre tu pecho herido.






Teresa de Jesús


   Es mujer, que, en el santo arrobamiento
de fervorosa plática constante,
dijo a Cristo su amor... y fiel amante
le rindió voluntad y entendimiento!...

   ¡Oh apóstol y poeta, cuyo acento,  5
de la molicie y la maldad triunfante,
al Bien y la Virtud gritó: «¡Adelante!»
desde la oscura celda de un convento!...

   Aun su lira dulcísima consuela
el desmayo del alma dolorida;  10
aun los prodigios de la fe revela

   su pluma, por Dios mismo enaltecida...
Aun brilla al sol la refulgente estela
que eterniza los rumbos de su vida.






A San Francisco de Asís


   Salve, excelso varón, glorioso asceta,
de la iglesia sostén, de la fe escudo:
-¡Penitencia!- gritó tu acento rudo
y -¡Perdón!- murmuró la turba inquieta.

   Alas de serafín, alma de atleta,  5
cuerpo que apenas sustentarla pudo,
de letras falto, de saber desnudo,
fuiste orador, filósofo y poeta.

   -Dame, Señor, la caridad ardiente
de tu siervo ejemplar, mi dulce amigo...  10
¡Feliz aquel que sus fervores siente

   y en premio trueca el terrenal castigo:
que es púrpura el sayal del penitente
y cetro la cayada del mendigo!...






Judas


   Salve, Maestro, -dijo... y dejó impreso
un ósculo en su rostro venerable...
¡En tu rostro, Señor!... La abominable
traición se consumó: Cristo fue preso.

   Después, juzgado en bárbaro proceso,  5
expiró el Inocente... -Y el culpable,
sin verdugo ni juez, se ahorcó implacable,
reo de un crimen... ¡qué empezó en un beso!...

   Hoy de nuevo tu sien ciñen de espinas
los que, «en honor del pensamiento humano»,  10
escarnecen tu nombre y tus doctrinas...

   Si la ley se aplicara por su mano,
¡cuántas horcas, Señor, en las esquinas
contemplaría el pueblo soberano!






María Magdalena


   Trémula ante Jesús cayó de hinojos,
hoja seca a merced del torbellino...
-¡Perdón!- clamó su labio purpurino,
y el llanto del dolor nubló sus ojos.

   -Quiero herirte, Señor, en los abrojos  5
con que erizas el áspero camino
que a Ti conduce... ¡Tú poder divino
sálveme de ludibrios y sonrojos!...-

   Dijo, ahogando la pena que la oprime,
y del Hijo de Dios besó la planta.  10
-¡Bendita aquella que sus culpas gime!,

   contestó el Salvador-. La faz levanta.
«Amaste mucho», y el Amor redime...-
y de una meretriz hizo una santa.






Cervantes


   ¡El genio es inmortal!... Si el tiempo avanza,
del hombre injuria, látigo y azote,
no temas, no, que despiadado agote
el aplauso en tu honor y la alabanza.

   Sin peto, ni espaldar, rocín, ni lanza,  5
aun embiste molinos Don Quijote;
aun busca el áureo codiciado lote,
ínsulas gobernando, Sancho Panza.

   -Lepanto acrisoló tu bizarría ;
Argel, tu fe; la fama, los gigantes  10
creaciones de tu hidalga fantasía...

   ¡Por ellas en los siglos más distantes,
grande será y gloriosa todavía
la católica España de Cervantes!






Cánovas del Castillo


   Yo exánime le vi: brutal y artera,
la perfidia le hirió del asesino,
y cayó, ensangrentando su camino,
como el héroe, abrazado a su bandera.

   Como el héroe inmortal. Tan grande era  5
el que, atento a la voz de su destino,
domar supo el furor del torbellino
y sujetar las garras de la fiera.

   Tejió coronas y exornó blasones...
Y en nobles lides su ideal fue espada,  10
que alzó triunfal nuestro pendón glorioso...

   ¿Quién le olvida?... Sus fúnebres blandones
aun alumbran a España, consternada
ante el frío cadáver del coloso.






Un tribuno


   ¡Subyugas!... Cuando fiero y arrogante
te apercibes a entrar en noble liza,
impónese a la turba movediza
tu gesto audaz de luchador triunfante.

   Ágil, dominadora, deslumbrante,  5
la frase de tu labio se desliza
«y de púrpura y oro la matiza»
tu lógica viril, tu voz vibrante.

   Ya tu desdén fatiga cuando calla,
ya tu cólera hiere vengadora  10
si en apóstrofes épicos estalla...

   Y tal es su ironía abrumadora,
que, al crujir el chasquido de tu tralla,
por fuera ríe el que por dentro llora.






A un poderoso


   Glorias, riquezas, galas y esplendores,
que te deslumbran hoy en las alturas;
del amor y el regalo las dulzuras,
del poder y el boato los honores;

   heraldos del dolor, encubridores  5
de impurezas, maldades o locuras,
traerán con los deleites las harturas
y la Eterna Verdad tras los errores.

   El día llegará de la justicia;
la tierra apagará los ecos vanos  10
del placer, la ambición y la codicia;

   y al invadir tu cuerpo los gusanos,
una voz brotará de la inmundicia
que te dirá con Job: -¡Son tus hermanos!...






Un luchador


   Dura la faz, adusta la mirada,
entre andrajos la carne mal cubierta,
limosna un viejo me pidió a la puerta
de vetusta mansión abandonada.

   Altivo el ademán, la voz airada,  5
calle angosta, a la sazón desierta,
más que a la caridad, a la reyerta
revocaban su gesto...y su cayada.

   Espíritu ruin... o alma gigante,
burlador de sus pena... o suicida,  10
¿en él no veis el luchador andante

   que, tras la inútil juventud perdida,
aun -decrépito, hambriento y jadeante-
se bate a bofetadas con la vida?...






El Padre Luis Coloma


   ¿Quién fue, queréis saber, el portentoso
predicador sin púlpito, el guerrero
que, sin casco ni arnés, blandió el acero,
siempre esforzado, siempre victorioso?...

   Fue paladín de Cristo valeroso,  5
de la eterna verdad fue mensajero:
filósofo, poeta, misionero,
apóstol y soldado... ¡Fue un coloso!...

   Desde su oscura celda, refulgente
brillo su gloria, que la verde rama  10
del triunfal laurel ciñó a su frente...

   Y ante Dios y ante el mundo, que le aclama,
aun ganó un timbre más: triste y doliente,
desdeñó los halagos de la fama.






Ante una tumba


   ¡Admirable mujer!... desde la cumbre
donde alcanzas el premio que mereces
y en gloria ganas y en grandeza creces,
trocada en libertad la servidumbre,

   pide a Dios que tu ejemplo nos alumbre  5
y piadoso recoja nuestras preces;
que, apurando el dolor hasta las heces,
nos agobia su inmensa pesadumbre.

   Sé tú de nuestro anhelo mediadora
ante el Poder que en Sinaí fulgura,  10
ante el Amor que en el Calvario, llora...

   Y de las sombras de la noche oscura
nazca, por fin, la sonrosada aurora
de nuestra eterna redención futura.






Los golfos


   Los vi: de dos en dos, codo con codo
atados como aviesos criminales,
desfilaron altivos y marciales,
de oprobio salpicados y de lodo.

   ¿Quién pregunta sus nombres?... Un apodo  5
basta a su ejecutoria: son iguales
-fermentos de las ciénagas sociales-
el tahur, el ratero y el beodo.

   Hombres en borrador, su adolescencia
mancha con raspaduras y tachones  10
la mano de la vil concupiscencia...

   Y del vicio y del hampa campeones,
al negarles sus nimbos la inocencia,
¡el presidio le brinda sus blasones!...






El hábito hace el predicador


   Del órgano calló la voz süave
que, en acentos de mística armonía,
sollozos y plegarias esparcía
bajo los arcos de la esbelta nave.

   Silencio, oscuridad... Austero y grave,  5
subió al púlpito un monje... Parecía
que, ante él, la multitud se recogía
ansiosa de saber... lo que no sabe.

   El misterio de Dios... Lo que no enseña
esa mísera ciencia balbuciente,  10
que, aspirando a ser grande, es tan pequeña...

   Pero ¿oísteis sermón más elocuente?...
dadme un áspero sayo de estameña
y haré un predicador de un penitente.






Auto de fe


   ¡Infeliz! Para ser ajusticiado,
con infamantes galas le atavían...
Los jueces, que al patíbulo le envían,
quieren que muera inerme... y deshonrado.

   ¿Cuál su crimen a sido? -Endemoniado,  5
las gentes a su paso repetían.
Le queman por incrédulo. -¡Confían
en que creerá después de ser quemado!...

   La multitud enardecida espera
ver la llama a las carnes enroscada  10
del pecador...-¿así se recupera

   la pervertida oveja descarriada?...
-Atizando los leños de la hoguera,
lanza Luzbel sonora carcajada.






Silueta


   Despide ese tufillo singular
que denuncia la ausencia del jabón...
Es cínico, y presume de Catón,
ridículo y pretende enamorar.

   Ignorante e incrédulo a la par,  5
la envidia le corroe el corazón;
hay quien le considera un gran bribón
y hay quien dice que está loco de atar.

   Nació para vivir entre la hez,
humilla al poderoso la cerviz  10
y esgrime contra el débil la altivez...

   -Júzgale despreciable o infeliz;
mas si topas con él alguna vez,
aparta ¡oh caminante! la nariz.






A un recién nacido


   Vienes al mundo sin saber que vienes
a luchar con la vida, airada y fiera...
¿Quién podrá predecir lo que te espera,
el bien o el mal, sonrisas o desdenes?...

   Si has de arrostrar sereno los vaivenes  5
de tu suerte, infeliz o lastimera
de tu deber haz látigo... ¡Y Dios quiera
que los humanos ímpetus refrenes!...

   ¿Prefieres la cogulla o la tizona,
las llanuras sin fin o las colinas,  10
clavar el ancla o desplegar la lona?...

   Vencido o vencedor, manos divinas
en tu frente pondrán una corona...
¿Será de rosas... o será de espinas?...






Corona de rosas


   De rosas fue, mi bien, de blancas rosas
la corona que hallaste en tu camino:
Dios no quiso que, errante peregrino,
tu pie hiriesen las sendas pedregosas.

   Se extinguió en tus pupilas luminosas  5
aquel deslumbrador rayo divino,
que, al declinar de mi existencia, vino
a alegrar mis jornadas angustiosas.

   Un ángel descendió de las alturas,
besó tu frente y desgarró tus galas,  10
de tu espíritu torpes ligaduras...

   -Y libre y ágil al tender el vuelo,
sonreíste feliz... porque tus alas
sólo un rumbo sabían: el del Cielo.






Quien mucho abarca


   A todo me arriesgué: corrí impaciente
-me dijo un luchador- tras de la fama...
¿Por qué al son de su trompa no me aclama?
¿Por qué no baja a coronar mi frente?

   Abarqué demasiado... Ciegamente  5
tracé a mi vida tan audaz programa,
que intenté de la ciencia hacer mi dama
y del arte un amigo complaciente.

   Subí del Parlamento a la tribuna,
de la justicia me asomé al estrado,  10
pesqué con caña, enamoré a la luna...

   Y, al liquidar mi cuenta, aun no he logrado
que me haya dicho a solas la fortuna
si soy un vencedor... o un fracasado.






Uno de tantos


   Era un monstruo de innatas perversiones
despeñado hacia el mal... Sólo el delito
pudo saciar el ávido apetito
de sus inicuas bárbaras pasiones.

   Ni oyó consejos, ni cedió a razones,  5
por Dios y por sus prójimos maldito;
del bien ayuno, del placer ahíto,
buscó en le fango perlas y blasones.

   A espaldas de la ley ganó laureles,
marchitos al brotar a ras del suelo...  10
Y entre galas y triunfos y oropeles,

   hoy demanda con triste desconsuelo
un cura que revise sus papeles
y le dé pasaporte para el cielo.






Cara y cruz


   Dora el sol la rizada cabellera
que arranca de tu sien, majestuosa;
tu mejilla es envidia de la rosa
que al vergel regaló la Primavera.

   En tus labios anida placentera  5
la del ángel sonrisa pudorosa,
fugitiva, versátil mariposa,
de tus ojos de cielo prisionera.

   El mundo te agasaja deslumbrado
y feliz cual ninguna resplandeces,  10
astro de blanca luz inmaculado...

   -Te guardaré el secreto... ¡Cuántas veces
el hambre y el dolor han apurado
la copa del placer hasta las heces!...






Parsifal


   Huyó los goces del placer liviano,
resplandeció en su frente la pureza,
y de espinas ornada su cabeza
el cáliz del dolor alzó su mano.

   Extraño al mundo, del blasón cristiano  5
conquistó el mejor timbre de nobleza,
como el lirio que crece en la maleza
cuanto más escondido más lozano.

   ¡Parsifal! Tu mirada luminosa,
al través del azul del firmamento,  10
se elevó hasta la esfera misteriosa

   donde el Trono de Dios tiene su asiento...
Vibre eterna en su honor la portentosa
inspiración excelsa de tu acento.






Al Padre Garzón


   A hacer el bien por Dios predestinado,
su destino cumplió... Como la fuente
refleja el sol, y la feraz corriente
pule las guijas y matiza el prado.

   Jamás ante el error o ante el pecado  5
capituló su espíritu valiente:
austero y luchador, ciñó a su frente
el laurel del asceta y del soldado.

   Era su verbo rayo luminoso
de elocuencia vibrante y persuasiva,  10
y su pluma, buril maravilloso

   que talló de la Fe la roca viva...
-¿Quién pudiera, Señor, como él dichoso,
sembrar abajo... y cosechar arriba?...




La guerra de Melilla (1909)




Las protestas


   ¿Y es ésta aquella España vigorosa,
grande, creyente, intrépida, abnegada,
pronta a esgrimir la refulgente espada,
cuanto más combatida más gloriosa?

   ¿Es ésta aquella raza valerosa,  5
del honor y el deber enamorada,
que, por el mundo entero respetada,
paseó su bandera victoriosa?...

   ¿Es el pueblo viril del Dos de Mayo
el que, cobarde o criminal, se aterra  10
cuando el trueno retumba y vibra el rayo

   y el grito sueña de ¡Venganza y Guerra!
Y la sangre del Cid y de Pelayo
hirviente abrasa la africana tierra?...




Los primeros combates


   No eres tú, denodada patria mía,
la que su estirpe y su blasón desmiente:
bárbara mano de alevosa gente
encadenó al león mientras dormía.

   Pero el fragor de bélica porfía  5
le irguió otra vez indómito y rugiente,
y, al cielo alzando la serena frente,
el poder del Profeta desafía.

   Cual siempre altivo, tu pendón tremola
la brava hueste que a vengarte vuela  10
de quien tus hijos a traición inmola...

   Angel de caridad tu afán consuela...
¡Y, sintiéndose reina y española,
honra las tumbas y a los héroes vela!




En el Gurugú


   Tras fiera lucha, su vileza paga,
gentil España, quien audaz te ofende;
salvaje grito, que los aires hiende,
su afrenta llora y tu prestigio halaga.

   Ya la mora infeliz errante vaga  5
del fuego huyendo, que el vivac enciende...
Ya el moro, su señor, no la defiende,
inerme el brazo que blandió la daga.

   En carrera veloz, de salto en salto,
sus energías últimas agota  10
la febril ansiedad del sobresalto,

   que denuncia su trágica derrota...
¡Y en el nido del águila más alto
triunfal ¡oh Patria! Tu estandarte flota!...




En la arena


   ¡Salud al gladiador!... Gallardo y fiero
con ímpetu veloz baja a la arena:
su gesto esquivo, su altivez serena,
enardecen al pueblo vocinglero.

   El atleta rival, con pie ligero,  5
huella el circo también... y el aire atruena
ronco, inmenso clamor, mientras resuena,
anunciando la lid, clarín guerrero.

   El sol la alegre perspectiva esmalta
con matices de luz multicolores...  10
Y ya la fiesta comenzó. ¿Qué falta

   para darle más vivos esplendores?...
¡La roja sangre a borbotones salta
y moribundos caen los gladiadores!...






Un coloso


   Te admiro ¡oh mar rebelde y proceloso!
cuando infundes terror y desconsuelo
y rugiente levantas hasta el cielo
el reto de un coloso a otro coloso.

   Te admiro cuando en plácido reposo  5
la playa ciñes bajo tenue velo
y del rayo de sol que esmalta el suelo
reflejas el destello esplendoroso.

   Siempre ¡oh mar! Tu poder me maravilla...
¿Quién te dio ese furor que te embravece?  10
¿Quién te obliga a sufrir la débil quilla

   que en tus olas indómita se mece?...
¿Quién, sino Dios, que tu soberbia humilla
y a la par te refrena y te engrandece?






Mi rincón


   Una vez más a tu risueña playa
vengo en demanda de apacible asilo;
una vez más de mi vivir tranquilo
eres faro, trinchera y atalaya.

   Cual ave errante que su canto ensaya  5
desde la copa de frondoso tilo,
ante la fiera tempestad vacilo
y cobarde mi espíritu desmaya.

   Por eso, ansioso, de mi bien en prenda,
buscando llego el tutelar amparo  10
de techo amigo, que mi afán defienda;

   y el mundo esquivo, de mi dicha avaro,
pues sé que al fin de tu escondida senda
¡trinchera encuentro y atalaya y faro!






Su toga


   Adiós, por siempre, toga idolatrada;
adiós, por siempre, ensueño de mi vida;
te he vestido con alma enamorada,
y hoy te dejo con alma entristecida.

   A mis hijos te lego inmaculada,  5
ya que no, cual quisiera, enaltecida...
Así dijo, Señor, la voz honrada
de mi padre en amarga despedida.

   El que a tantos juzgó, por Ti juzgado,
digno de Ti será: ¡padre querido,  10
de honor espejo, de virtud dechado!...

   Dale, Señor, el premio merecido...
Y haz de tu noble toga, que he heredado,
el más alto blasón de mi apellido.






El sepulcro del Cid


   Intrépido adalid, en campo abierto,
retó al usurpador de nuestra tierra,
y el hondo valle y la empinada sierra
viéronle siempre de laurel cubierto.

   Hoy, un nuevo invasor, sagaz y experto,  5
avanza en busca del botín de guerra...
-¡Surge España, otra vez y desentierra
al que puede vencer... después de muerto!

   Recobra tu blasón. El feudo acabe
de la innoble morisma degradada,  10
que a la par nos afrenta y nos traiciona.

   No dejemos cerrar con doble llave
el sepulcro del Cid... ¡arca sagrada,
trono y altar de la inmortal Tizona!






Auroras


   Tibio rayo de tenues resplandores
platea el río y la montaña dora;
el vergel que a las auras enamora,
sus efluvios les brinda y sus olores.

   Apréstanse los pájaros cantores  5
a modular su endecha más sonora...
¿No veis que llaga la rosada aurora,
rasgando sombras y pintando flores?

   Así alboreen siempre vuestros días,
eternos para el bien y la ventura,  10
entre aromas, fulgores y armonías...

   Mientras el ave canta en la espesura
y esmaltando las fértiles umbrías,
el padre Tajo sin cesar murmura...






¡Coronas!


(En el entierro de Carlos Coello.)


   Era su aspiración una corona,
símbolo de sus triunfos en la escena;
tuvo el aplauso que los aires llena,
no el laurel que al poeta galardona.

   La fama, que sus méritos pregona,  5
con saña le negó, quizá con pena,
honras que al genio creador cercena
y prodiga al jokey y a la amazona.

   Triste ofrenda de fúnebre entusiasmo,
hoy logras el tributo reverente  10
que arrebató a tu gloria la perfidia:

   coronas en montón... ¡Cruel sarcasmo!
Hoy que no tienes émulos; tu frente
puede lauros ceñir... ¿Quién los envidia?






Dos veces


   En estos días tristes y sombríos,
en que luchan sin tregua los colosos,
recibo «Cien Sonetos» prodigiosos
inspirados «A Orilla de los Ríos».

   Himnos de paz que con pujantes bríos  5
enaltecen, rotundos y armoniosos,
de la Iglesia los hábitos gloriosos
y del Arte los regios atavíos.

   Nuevo blasón de tu existencia inquieta
será este bello fruto, perfumado  10
con aromas de mística violeta...

   Porque «dos veces» Dios te ha consagrado,
al entregar la lira del poeta
y a quien ciñe el anillo del prelado.






La ley


   Todo está diestramente prevenido
para el justo castigo del culpable:
la ley, la dura ley, inexorable
como el dolor, flagelará al caído.

   ¡Ay de aquel que los fueros dé al olvido  5
del común bienestar inalterable!...
La fuerza hará entender al miserable
que, en lucha con los más, será vencido.

   Si del orden social rompéis los yugos,
temblad ante golillas y alguaciles:  10
que hay detrás carceleros ... y verdugos.

   Temblad estremecidos... A despecho
de que arguyan espíritus sutiles
que no siempre la ley es el derecho.






A España


   No escuches, pueblo hispano, el ominoso
grito de la maldad o la indolencia,
que al impúdico ardid llama prudencia
y a la torpe inacción dulce reposo.

   Bajo el inhiesto pabellón glorioso,  5
heraldo de tu honor, jura obediencia
a la inflexible ley de tu existencia
que te manda ser grande y valeroso.

   Apréstate a luchar. Ciñe la espada
de los nobles guerreros castellanos,  10
que ahuyentaron la turba desbordada

   de malsines, felones y villanos...
¡Y no toleres que tu historia honrada
de oprobio cubran criminales manos!...






Nuestra dama


   ¡Nobles viejos!.. La muerte me corteja,
persiguiéndome asidua y sonriente...
quizá le cueste más hincar el diente
en carne joven, que en piltrafa vieja.

   Cautelosa aproxímase a mi reja  5
y al través del cristal mira impaciente...
Huye al fin. Y murmura suavemente
«Volveré», cuando impávida se aleja.

   ¡Qué triste es la vejez, áspera y fría,
que en el desierto de la vida clama,  10
condenada a sufrir lenta agonía!...

   Mas no desesperéis... Hay quien nos ama
y los brazos nos tiende todavía...
¡Nobles viejos, la muerte es nuestra dama!...






Mane, Thecel, Phares


   Disfrutad de la vida... ¿Qué es la vida,
sino vana ilusión que apenas dura,
rayo fugaz que trémulo fulgura,
hoja por la borrasca combatida?...

   Alzad la copa, que a apurar convida  5
el néctar del placer... El que la apura
vive la hora presente... La futura
acaso no merezca ser vivida.

   Así estimula Baltasar y alaba
la vil depravación de almas perversas:  10
Babilonia es feliz, del vicio esclava...

   Pero, rotas sus huestes y dispersas,
se extingue su poder, su reino acaba...
Y en triunfo avanzan los caballos persas.






La lira ensangrentada


   Callad, gentiles Musas... Los colosos
al combaten se lanzan iracundos
y son ásperos yermos infecundos
los que fueron ayer campos frondosos.

   Caen palacios y templos portentosos,  5
gala del arte, pasmo de los mundos...
Entre escombros se arrastran moribundos
héroes vencidos y héroes victoriosos.

   Ya no teje el telar, ni el yunque suena...
Ruge el terror... La Humanidad expira  10
bajo el yugo opresor de la cadena

   por el odio forjada y por la ira...
¡Tinta en sangre, colgada de una almena,
solloza en tanto la insepulta lira!...






Anuncios de paz


   Baja un ángel -¿Le veis?- Vierte el aroma
que perfuma sus labios de corales,
al venir a anunciar a los mortales
que el sol de la piedad radiante asoma.

   Ya el divino Poder la saña doma  5
de los fieros ejércitos rivales...
Ya trae de los vergeles celestiales
la oliva de la paz, blanca paloma.

   Cese el fragor que estremeció a la tierra...
Líbres el mundo del enorme peso  10
con que le abruma encarnizada guerra...

   ¡Y Dios permita que la sangre humana
fertilice los campos del progreso,
yermos hoy, pero espléndidos mañana!...






La guerra otra vez


   Bajó el ángel... Mas ¡ay! Su vestidura
destrozaron las zarzas del camino,
y al ver en tierra su blasón divino
cerró los labios... y voló a la altura.

   De nuevo enconará la desventura  5
las llagas del dolor... ¡Tiemble el destino
si a hacer llega del hombre un asesino,
y del mundo una inmensa sepultura!...

   ¡Oh ciega humanidad enloquecida!,
¿por qué a los surcos de la muerte arrojas  10
los gérmenes del bien y de la vida?...

   Ante tu horrendo colosal fracaso,
la oliva de la paz dobla sus hojas,
el sol de la piedad rueda a su ocaso.






El balandro


   ¡Adiós! -Me dijo con alegre acento
al abordar la nave empavesada,
que, suelta el ancla, de la mar rizada
hendió las olas a merced del viento.

   Esmaltado el azul del firmamento,  5
la aurora, de fulgores coronada,
bañada en luz la vela, desplegada
cual bandera, ante Dios, del parlamento.

   Y murmuré confuso y anhelante,
viéndole trasponer la lejanía:  10
-¡No abandones, Señor, al navegante

   que en tu poder y en tu piedad confía;
de la furiosa tempestad, triunfante
vuélvele al puerto al declinar el día!...






Juventud


   Te admiro, juventud, y me enamoras,
aun sabiendo que airadas me desdeñas;
que cuanto más esquivas, más risueñas
me parecen tus gracia seductoras.

   Tú abrillantas con mágicas auroras  5
los yermos campos, las abruptas peñas...
Y son blandos tus sueños, cuando sueñas,
y hasta es dulce tu llanto, cuando lloras.

   Todo esplende a tu luz... Todo amanece
al fulgor de tu límpida mirada...  10
Y todo, si te alejas, palidece

   y hacia el abismo rueda de la nada...
Como huye el sol... Como a la sombra crece,
a medida que avanza mi jornada.






Primavera


   La sien orlada de vistosas flores,
ceñido el talle de gentiles galas,
eres la juventud: como ella exhalas
aromas del pensil de los amores.

   Te iluminan del sol los resplandores,  5
te acarician del céfiro las alas
y con los dulces ecos te regalas
de los himnos que entonan tus cantores.

   Eres la juventud... rendido y tierno,
un himno alza también mi voz severa,  10
no al viejo, sino al joven... ¡Lauro eterno

   a esa edad de la vida, placentera!...
-Pero, ¿quién fecundó, sino el Invierno,
los campos que esmaltó la Primavera?






Amanecer


   Ya difunde la aurora blandamente
el primer resplandor de la mañana,
que la espiga y la rosa, de oro y grana
baja a teñir, fecundo y sonriente.

   Perfumado, hasta mí llega el ambiente  5
del vergel, que mis huertos engalana,
y el pájaro cantor, en mi ventana,
eleva su oración al sol naciente.

   ¡Bendito amanecer!... Todo recibe
el beso de la luz... Todo dormía,  10
y despierto y feliz todo revive...

   ¿Cuando veré que la esperanza mía,
de entre las sombras de la noche, arribe
al dulce amanecer de un nuevo día?...






R.I.P.


   ¿Por qué ha se ser, Señor, tu excelsa mano
la que bienes y males distribuya?...
Los bienes sólo, como ofrenda tuya,
honrar debieran al linaje humano.

   ¿Por qué pedir a tu poder en vano  5
que el don que me quitó me restituya?...
¿Por qué ordenaste que el ciclón destruya
mi fértil huerto, mi vergel lozano?...

   De él escogiste, pura y perfumada,
una espléndida flor: tallo bravío,  10
que se dobló al fulgor de tu mirada...

   -Y no advirtió, Señor, mi duelo impío,
que a engalanar tu celestial morada
destináste esa flor... -¡Perdón, Dios mío!






¡Sursum corda!


   ¿Sin pulso España?... ¡La nación gloriosa
que tantos timbres conquistó arrogante!...
¿Sin pulso España, la nación gigante?...
¡No cabe su grandeza en una fosa!

   Aun vive España y vivirá orgullosa  5
de su insigne blasón, siempre triunfante.
No ¡atrás!, gritéis medrosos: ¡Adelante!
¿Por qué borrar sus huella luminosa?...

   alta la frente, alerta la mirada,
hirviente el corazón, suelta la mano,  10
noble España, creyente y abnegada,

   todavía conservas -y no en vano-
una cruz, una arado y una espada,
símbolos de tu imperio soberano.






Aegri somnia


   Frondoso, erguido, de su pompa ufano,
coronando el pensil, rico en colores,
verde laurel, entre olorosas flores,
brindó sus hojas a mi avara mano.

   -¡Ven a mí!- con el ímpetu liviano  5
de los sueños de gloria halagadores,
dije audaz... Y mis deseos pecadores
cortaron el laurel, fresco y lozano.

   Ceñir quise a mi sien la altiva rama
del genio galardón, timbre esplendente  10
del triunfador, a quien el mundo aclama...

   ¡Ay! No vi, por mi mal, que disciplente
de su templo arrojándome la Fama,
el laurel marchitó sobre mi frente.






Despedida


   ¡Oh juventud! Quebrantos y congojas
el vigor que me diste han abatido
y al empuje del tiempo caigo herido,
como caen de los árboles las hojas.

   ¡Así aromas y pétalos arrojas  5
a la furia del viento embravecido,
árido invierno, que la vergel florido
de su guirnalda espléndida despojas!...

   Adiós, risueña juventud, del alma
primavera feliz: cansado y viejo,  10
buscando en vano bienhechora calma,

   con la puesta del sol de ti me alejo...
En tus pensiles, la arrogante palma,
premio del vencedor, intacta dejo.





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