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1

La Inundación... fue publicada en Madrid, con el nombre mencionado. La siguiente edición omite el nombre de Inundación castálida y se intitula Poemas de la única poetisa americana, musa décima, 2.ª ed. corregida y mejorada por su autora, Madrid, Juan García Infanzón, 1690. En este texto utilizaré la edición crítica de Alfonso Méndez Plancarte, hasta ahora la más completa y fidedigna que existe.

 

2

Diego Calleja, Aprobación en Fama y Obras Póstumas del Fénix de México, Décima Musa, poetisa americana, Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa en el convento de San Jerónimo de la Imperial Ciudad de México, conságralas a la majestad católica de la Reina Nuestra Señora Doña Mariana de Neoburg Baviera Palatina del Rhin, por mano de la Excma. Señora Doña Juana de Aragón y Cortés, Duques de Monteleón y Terra-Nova, Marquesa del Valle de Oaxaca, al Doctor Don Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, Capellán de Honor de su Majestad, Protonotario, Juez Apostólico por su Santidad, teólogo, Examinador de la Nunciatura de España, Prebendado de la Santa Iglesia Metropolitana de México, Madrid, Manuel Ruiz de Murga, 1700. Los primeros folios de esta edición carecen de paginación.

 

3

Ángel Rama, La ciudad letrada (introducción de Mario Vargas Llosa, prólogo de Hugo Achúgar), Janover, Ed. del Norte, 1984. «Más influyente, sin embargo, fue el puesto que el grupo (el de los letrados) ocupó en la intermediación por el manejo de los instrumentos de la comunicación social y porque mediante ellos desarrolló la ideologización del poder que se destinaba al público. En 1680 lo protagonizaron los dos mayores intelectuales de la Nueva España: Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora, al edificar los respectivos arcos triunfales para recibir al nuevo virrey, marqués de la Laguna y conde de Paredes, una con el Neptuno alegórico. Océano de colores, Simulacro político, y otro con el Teatro de virtudes políticas, textos iluminadores ambos de la tarea social y política que correspondía a los intelectuales y de la conjugación que procuraban en sus obras de las diversas fuerzas dominantes en la sociedad para obtener mercedes, al tiempo que exaltaban la omnipotencia de la figura carismática del virrey. El uso político del mensaje artístico fue extraordinariamente frecuente en la Colonia como obviamente se desprende de su estructura social y económica, aunque no ha tenido la suficiente atención crítica», pp. 32-33, cf. Véanse también María Dolores Bravo, «El arco triunfal novohispano como representación»; Beatriz Mariscal, «El espectáculo teatral novohispano: los jesuitas», en José Amezcua y Serafín González, eds., Espectáculo, texto y fiesta, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1990, pp. 95 y 102, respectivamente.

 

4

En la Fama hay dos sonetos que comentan este célebre examen. De uno de ellos dice Antonio Alatorre: «El primero "pondera la discreta humildad de la Poetisa en buscar Maestros, por sí sola a entender tantas Facultades como supo sin ellos, según lo manifestó disputando con muchos Sabios"» (se adivina, en el fondo, agrega el crítico, la escena del niño Jesús entre los doctores). Cf. Antonio Alatorre, «Para leer la Fama y obras póstumas de Sor Juana Inés de la Cruz», en Nueva Revista de Filología Hispánica, núm. XXIX, México, 1980, pp. 428-508. Nota 140, p. 492. En esta cita, por otra parte demasiado frecuentada, es posible comparar a Sor Juana con su propio arco alegórico, un Océano de colores donde avanzan chalupas y galeones.

 

5

Francisco de la Maza, Sor Juana Inés de la Cruz ante la historia. Biografías antiguas (La Fama de 1700, Noticias de 1667 a 1892), México, UNAM, 1980. Cf. prólogo de las OC.

 

6

La «Carta de Sor Juana al padre Núñez de Miranda» fue encontrada en 1980 en Monterrey por el padre Aureliano Tapia Méndez; Antonio Alatorre hace un estudio muy completo y profundo en «La carta de sor Juana al padre Núñez (1682)» Nueva Revista de Filología Hispánica, t. XXXV, núm. 2, pp. 591-673, El Colegio de México, 1987. Véase Octavio Paz, «Testigo de cargo», Vuelta, 8, mayo, 1983, pp. 46-39, quien, además, la incluye como apéndice en la tercera reimpresión de TF. En Estudios sorjuanianos, Morelia, Instituto Michoacano de Cultura, 1988, Herón Pérez Martínez la incluye y la comenta. Véase asimismo, Mabel Moraña, «Orden dogmático y marginalidad en la Carta de Monterrey de Sor Juana Inés de la Cruz», Hispanic Review, 58, primavera de 1992, núm. 2. Casi todos los críticos coinciden en considerar auténtica esta carta, copiada en el siglo XVIII por un amanuense. Discrepa Georgina Sabat-Rivers. Por su parte, también se ha desatado una gran polémica alrededor de otras obras que algunos creen auténticas: Cf. La segunda celestina (SJIC y Agustín y Salazar y Torres), ed. de Guillermo Schmidhuber, México, Vuelta, 1990; esta edición provocó una polémica muy larga entre el editor Antonio Alatorre en las revistas Vuelta y Proceso; véase también El oráculo de los preguntones, atribuido a SJIC, editado y prologado por José Pascual Buxó, México, UNAM, El Equilibrista, 1991; Méndez Plancarte considera que esta última es una obra apócrifa. En 1994 apareció una muy buena edición anotada de Antonio Alatorre de los enigmas de Sor Juana, sobre los que antes llamó la atención Enrique Martínez López, quien, en un congreso celebrado en la ciudad México en 1968, avisó acerca de estos poemas manuscritos, hallados por él en una biblioteca de Lisboa. Publicados en 1968 por el mismo investigador en la Revista de Literatura del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, vol. 33, pp. 53-84, estos poemas pasaron, por desgracia, casi inadvertidos. A finales de 1993, Sergio Fernández dio a conocer su decisión de publicar una edición crítica de los poemas.

 

7

R 49 ... que respondió nuestra poetisa al Caballero recién llegado a la Nueva España que le había escrito el Romance «Madre que haces chiquitos», p. 143.

 

8

Carlos de Sigüenza y Góngora, Teatro de virtudes políticas; alboroto y motín de los indios de México, México, UNAM y Miguel Ángel Porrúa, 1986, p. 23. Ilustrado, avant la lettre, ¿precursor del nacionalismo criollo?, don Carlos era a la vez un fanático del orden, como puede comprobarse por el siguiente texto, en Relaciones históricas, México, UNAM, 1972, p. 133, citado por Rama, op. cit., p. 45: «Plebe tan en extremo plebe, que sólo ella lo puede ser de la que se reputare la más infame, y lo es de todas las plebes, por componerse de indios, de negros, criollos, bozales de diferentes naciones, de chinos, de mulatos, de moriscos, de mestizos, de zambaigos, de lobos y también de españoles que en, declarándose zaramullos (que es lo mismo que pícaros, chulos y arrebatacapas) y degenerando de sus obligaciones, son los peores entre tan ruin canalla».

 

9

Justo Sierra, Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, 1948 (t. XII de las Obras completas), p. 125. Este tema se analiza de manera exhaustiva en el libro de Octavio Paz, TF. El libro que le dedica a Sor Juana es, para él, un ensayo de restitución: «... pretendo restituir a su mundo, la Nueva España del siglo XVII, la vida y obra de Sor Juana. A su vez, la vida y obra de Sor Juana nos restituye a nosotros, sus lectores del siglo XX, la sociedad de la Nueva España en el siglo XVII. Restitución: Sor Juana en su mundo y nosotros en su mundo. Ensayo: esta restitución es histórica, relativa, parcial. Un mexicano del siglo XX lee la obra de una monja de la Nueva España del siglo XVII», p. 18. Cabe notar que Paz utiliza en su obra, subrayándolas, algunas palabras que como «restituir» o «borrar» son palabras usadas continuamente por Sor Juana, palabras que, a mi vez, me propongo analizar, según el papel que juegan en su obra, en las próximas páginas.

 

10

Parte de los datos usados en los dos últimos párrafos proviene de la invaluable y necesaria introducción a las OC, t. I, pp. VIII y IX.

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