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Cf. Stephanie Merrim, «"Mores Geometricae: The Womanscript": in the Theater of Sor Juana Inés de la Cruz», en Stephanie Merrim, ed., Feminist perspectives...; Electa Arenal, «Sor Juana Inés de la Cruz: Speaking the mother tongue» en University of Dayton Review, vol. 16, núm. 2, primavera, 1983; Electa Arenal y Stacey Schlau, Untold Sisters (Hispanic Nuns in their own Works), trad. de Amanda Powell, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1989; Sergio Fernández, introducción a los autos sacramentales de Sor Juana, UNAM, especialmente cuando se refiere a El Divino Narciso y «La metáfora en el teatro de Sor Juana», en El estiércol de Melibea, México, UNAM, 1992, pp. 141-162.

 

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«Tanto en lo profano de su escena cuanto en lo religioso, la monja asume una actitud tan elaborada, tan establecida en sus principios, que su escribir es, por así decirlo, un ritual en donde la metáfora aparece como el empíreo de su universo literario. En Sor Juana no es, como en Góngora, la torre de marfil que permite al poeta la comunicación con un lector hipotético, lujoso, ideal, que protege al poema de toda contaminación profana, o sea aquella que, rompiendo la cárcel de la nuez con un público no elegido, privara a la pulpa de su prodigioso hermetismo. En Sor Juana, la metáfora sería la única forma de transgredir, en forma pleonástica, el mundo literario para llegar a la verdadera realidad, o sea ese mismo mundo literario en su actitud más tensa, más plena, más ambiciosa también, porque sólo así el «curioso» -como ella lo llama- aunque en lo leve venteará otras realidades, ya no literarias, que sólo una meta-literatura es capaz de expresar: el mundo suprarrenal -ya religioso, ya humano- alegórico que lo mismo aparece escondido en Los empeños de una casa, que escondido, brota como una aparición en cualquiera de sus piezas religiosas; o que (en una tercera posibilidad), mezclado, logra una admirable simbiosis en obras híbridas como El Divino Narciso, que quizá sea de todos, el auto sacramental más sensual, más agresivamente erótico hasta hoy escrito», Sergio Fernández, «La metáfora...», op. cit., pp. 141-142.

 

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Emblema es nombre griego, señala Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Española o Castellana. Significa entretejimiento o enlazamiento de diferentes piedrecitas o esmaltes de varios colores que formaban flores, animales y varias figuras en los enlosados de diferentes mármores, enlazados unos con otros, y en las mesas ricos de jaspes y pórfidos, en cuyos compartimentos suelen engastar piedras preciosas.

 

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Citado por Manuel Ramos, op. cit., p. 123, del manuscrito Vida de algunas religiosas primitivas de San José, p. 131.

 

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El Diccionario de la Real Academia acoge las palabras corporalidad y corporeidad (como derivaciones genéricas del cuerpo). Utilizo las dos, la primera en relación con «la calidad de corporal o cosa corporal», «lo que pertenece al cuerpo»... añade Covarrubias, pero también en su connotación religiosa, «está restringido a significar los lienzos que se ponen en el altar, sobre las cuales se coloca en la misma el cuerpo de nuestro redentor Jesucristo, debajo de las especies de pan y vino»; y la segunda como calidad de corpóreo.

 

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De Certeau, La fable... op. cit., p. 11, traducción mía.

 

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EE, t. IV, pp. 475-476. Cf. Georgina Sabat-Rivers, Ejercicios, op. cit. El progresivo proceso de ¿suicidio? de Sor Juana se trabaja con misteriosa finura en Sergio Fernández, La copa... op. cit.

 

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Raymundo Lumbier, Destierro de ignorancias, fragmento aúreo, preciosísimo de la juiciosa erudición moral del doctísimo y religiosísimo Padre Maestro Fray..., «dalo a la estampa por orden y con mandato de su ilustrísima el señor arzobispo en obsequio de las señoras religiosas, alivio de sus padres capellanes y consuelo de todos sus confesores, el padre Prefecto de la Purísima y su Ilustrísima conceden 40 días de indulgencia a cualquiera persona de los interesados en la materia por cada vez que leyere algún párrafo destos, conque todos siete montan doscientas y ochenta días de indulgencia», México, en la Imprenta de Joseph Guillena Carascoso, 1694: Cf. también Alatorre, «La carta...», op cit. Ningún acto de escritura es gratuito, tiene un efecto y se regula según una economía perfectamente establecida; además, hay un elemento que considerar y de la mayor trascendencia la escritura modifica la conducta, es algo concreto, definitivo pues regula las actividades, moldea los cuerpos y las almas y «sanea» la conducta, remedia la «tibieza» y subsana «el torpe olvido» en que se ha tenido a Dios por ocuparse del mundo.

 

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Cf. Georgina Sabat, «Ejercicios...», art. cit. pp. 348-371. s. f. Recuérdese la alharaca que se produjo y la publicidad que Núñez de Miranda le dio a la profesión, cuando la joven Juana Inés de Asbaje entró al monasterio de San Jerónimo: Así lo relata Juan de Oviedo: «... en donde con intervención y asistencia del padre Antonio tomó el habito, y profesó, corriendo la fiesta de este día por cuenta del padre, sin perdonar a gasto alguno, convidando para la fiesta a lo más granado e ilustre de los cabildos eclesiástico y secular, sagradas religiones y nobleza de México y él mismo, la víspera de la profesión, sin atender a su mucha autoridad, se puso a componer por sus manos las luminarias...» Op. cit., p. 134.

 

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Publicado originalmente en Revista de la Universidad de México, núm. 522, julio, 1994, pp. 30-35.

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