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Tablas poéticas

Francisco Cascales



     [Nota preliminar: Edición digital a partir de la de Murcia, Luis Beros, 1617, y cotejada con la edición crítica de Benito Brancaforte (Madrid, Espasa Calpe, 1975)].



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Preliminares

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Suma del privilegio

     Da el Rey nuestro Señor licencia y privilegio por diez años al licenciado Francisco Cascales, vezino de Murcia, para que pueda imprimir y vender este libro intitulado Tablas poéticas, y no otro, so las penas contenidas en el dicho privilegio desde el día de su fecha, que comiença a diez y ocho días del mes de octubre de mil seyscientos y catorze años, y va rubricado y firmado de Gerónymo Núñez de León, escrivano de Cámara de Su Magestad.



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Tassa

     Yo, Gerónymo Núñez de León, escrivano de Cámara de Su Magestad, de los que en su Consejo residen, doy fe, que aviéndose visto por los señores dél un libro intitulado Tablas poéticas, compuesto por el licenciado Francisco Cascales, vezino de la ciudad de Murcia, que con licencia de los dichos señores fue impresso, tassaron cada pliego de los del dicho libro a quatro maravedís, y parece tener treinta pliegos, que al dicho respeto monta ciento y veinte maravedís, y a este precio mandaron se vendiesse y no a más; y que esta tassa se ponga al principio de cada libro de los que se imprimieren, y para que dello conste de pedimiento de la parte del susodicho doy esta fe. En Madrid a veinte y dos de mayo de mil seyscientos diez y siete años.

Gerónimo Núñez de León



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Aprovación

     Por orden de los señores del Consejo e visto las Tablas poéticas del licenciado Francisco Cascales, y me parece ser dignas de ser impressas, por la mucha y buena doctrina que contienen, no sólo para la enseñança de la juventud, sino también para el provecho de los ya varones que quisieren exercitar esta arte con el rigor que ella pide. Dada en Madrid en este Colegio de la Compañía de Iesús a veinte y nueve de setiembre de mil seyscientos y catorze.

Iuan Luys de la Cerda



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Al Excelentíssimo Señor Don Francisco de Castro, Conde de Castro, Duque de Taurisano, Virrey de Sicilia

El Licenciado Francisco Cascales

     Tuvo noticia V. Excelencia por cortés officio de don Diego de Saavedra Fajardo de mis Tablas poéticas, que como destroços de fortuna estavan arrimadas al rincón del olvido, y manda que después de tantas tinieblas vean la luz. A mandamiento que por ser de quien es, es fuerça imaginarle justo, obedezco como devo, y a la merced que viene en él dissimulada, da gracias immortales el alma, pues la lengua no puede. Infinitas no bastan a igualar con alabanças el valor, grandeza, prudencia, govierno, erudición y divino entendimiento, dotes heroicas de V. Excelencia: Forse un dì fia, che la presaga penna Osi scriver di te quel che hor ne acenna. Al tanto que la insufficiencia no emprende, se arroja la voluntad; pero ni es éste lugar para esso, ni esso para mis hombros. Ya que no puedo lo que querría, hago como obediente lo que devo, que es dedicar a V. Excelencia esta obra, por sí y por su autor harto pequeña; pero, saliendo baxo de tal amparo, lleva salvo conduto de seguridad, prognóstico de salud, fe de servicios, premio de trabajos, y esperança de buen sucesso, que tenga V. Excelencia en todas sus cosas, con mil siglos de vida.



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Del autor

                                  Gloria de Taurisano, honor de Castro,
si desde su cortina Apolo dixo
tu fausto hado, que conserva fixo
la eternidad en basa de alabastro,
   ¿podrá maligna invidia quando el rastro
te siga, ni podrá Momo prolixo
desdorar el vellón rubio de Frixo?
¿De tu felicidad torcer el astro?
   Si tu glorioso curso el cielo aprueva,
y confirma voz pública lo hecho,
¿avrá rémora humana que te impida?
   ¡No! Porque al templo del honor te lleva
tu excellente virtud, rumbo derecho,
sobre las crespas ondas desta vida.


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Prólogo

     Aunque sé, amigo poeta, que ay en España muchos hombres doctos que pudieran con más acierto que yo escrivir del arte poética y aventajar en ella a los estrangeros, que la han tratado muy ex professo; pero viendo que se an determinado acá pocos a tomar tal empresa y que los que comiençan a hazer poemas, los hazen guiados de la naturaleza más que del arte, porque no les faltasse parte tan essencial, quise antes ser estimado por atrevido que dexar frustrados de sus preceptos a los desseosos de saberla. Tanto más, que oigo a algunos demasiadamente confiados en su natural ingenio, dezir: que como se puede nadar sin corcho, se puede también escrivir sin leyes. Brava presumpción y vana confiança, y indigna de ser admitida. Para refutar esta presumptuosa osadía, no es menester artillería de argumentos; basta dezir que si confiessan que es arte la poesía (como lo es), que a de constar de preceptos. Porque, según Aristóteles, el arte es aquella que da preceptos y enseña los caminos para no errar en aquello que professamos. Si esto es assí, ¿qué les mueve a pensar que sin arte caminarán mejor que con ella? Consulta, consulta tú a los hombres versados y prácticos; oye sus preceptos y con ellos escrive obras heroicas, scénicas y líricas, si quieres con justo título ser saludado por poeta. Y mientras no tuvieres a la mano otros maestros de poesía, al mar tempestuoso arrojo estas Tablas poéticas; quando te fueres anegando en el golfo de la dudosa confusión, arrímate a ellas, y por ventura saldrás a la orilla salvo y libre de la tormenta. Quédate a Dios, amigo, y da gracias en tu ánimo al mío, que este trabajo que sale a luz en tu servicio, ya que no por sus méritos, por ser hijo de mi buen desseo, lo merece.



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Del Licenciado Christóval de Mesa

                                  La divina poesía
de poder infinito
en su perfecta soberana idea,
tuvo gran monarquía
en el antiguo Egito,
y en la noble región fértil Caldea;
la sacra lengua hebrea
en sus cartas la precia,
y entre las artes buenas
la haze eterna Atenas
en la tan sabia, quan sobervia Grecia,
y la nación latina
la celebra y adora por divina.
   Merced del franco cielo,
de donde a los mortales
con el fuego la traxo Prometeo:
Con ella en todo el suelo,
árboles, y animales
traxo a sí con sus números Orfeo;
paró a su son Leteo;
y con su metro tierno
Imperio tuvo tanto,
que venció con el canto
los monstros, y los dioses del Infierno,
rompiendo su discante
las aldavas, y puertas de diamante.
   Las Sibilas, las Parcas
dieron en sacro verso
sus responsos y oráculos divinos;
los mayores Monarcas
de todo el universo,
egipcios, griegos, bárbaros, latinos,
varios títulos dignos,
con ínclitos blasones
ganaron en la guerra
del mar, y de la tierra
de rebeldes indómitas naciones,
y les dio nombre y fama,
ya elogio, ya epitafio, ya epigrama.
   Fue claro insigne exemplo
de todos los gentiles
Alexandro señor del mundo entero,
que mirando en el templo
el sepulcro de Aquiles,
de embidia del magnánimo guerrero
lloró, por ver que Homero
con tan heroica pompa
déste entonó la ira,
y diziendo, suspira,
«Dichoso tú, que te cantó tal trompa,
y dio tan altamente
monumento inmortal de gente en gente».
   Quando ganó el Imperio
el Capitán Latino,
venciendo la una y otra altiva Galia,
y en muerte, y vituperio
del gran Pompeyo vino
a ser Emperatriz del mundo Italia,
en campos de Farsalia,
y la triunfante Roma
con imperio tirano
cerró el templo de Iano,
y enriqueciendo fue su noble idioma,
también la valentía
ayudó a que reinasse la poesía.
   Después César Augusto,
vencido Marco Antonio
con victorioso bélico estandarte,
como príncipe justo
dio claro testimonio
de amar tanto esta sacra y única arte,
que no del fiero Marte
se aficionó tan sólo,
mas a Virgilio, a Horacio
admitió en su palacio,
devoto de las trípodas de Apolo,
dándoles favor tanto
en su dorada edad y siglo santo.
   Las importunas guerras
del exército moro
nuestro reino anegaron con sus olas
de las sangrientas tierras
ahuyentando el coro
de las amenas musas españolas,
sin arte, incultas, solas,
hasta que tú, Cascales,
en aquestos escritos
por siglos infinitos
mereciendo alabanças inmortales,
en Poéticas Tablas
diziendo hazes, y escriviendo hablas.


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D. didaci saavedrae ad lectorem

Epigramma

                               Hoc, bone Lector, habes praecepta poetica libro
Tradidit Actaeo quae Stagirita sono.
Disce, quibus victor celebretur legibus heros,
Persea sive ferum, Thesea sive canas.
Disce, quid Eunuchus poscat sermone pedestris,
Incessuque; gravis quid sibi Phaedra tonet.
Disce Dei laudes canere, & convivia lauta,
Aut equitum palmas, clarave pancratia.
Reddeque; iam doctus tanto pro munere grates
Nescis, cui iubeam reddere? Castalio.


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Del Licenciado Bartholomé Ferrer

Soneto

                                  Este que ves, lector, volumen breve
venera, en que Castalio dar procura
leyes en tablas, arte a la natura,
a Murcia honor, espíritu a las nueve.
   Salen a luz, y dales la que deve
siempre radiante Apolo siempre pura,
porque si enseña docto en su lectura
eloqüente deleita, efficaz mueve.
   Enseñado, resuelto, entretenido
obedece a preceptos magistrales
del que Lypsio español el orbe alaba.
   Por quien Líbano el Pindo a producido
plantas, en cuyas tablas immortales
se afrentan bronzes, que la edad acaba.


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Del Canónigo Don Francisco Faria

Soneto

                               Náufraga, y con recelo de irse a pique
Cascales vio nuestra española musa,
clamar turbada, y esperar confusa
sin quien remedio a su naufragio aplique.
   «Ya yo (dize) acabé, este mar publique
mi fin, que al fin con el morir se escusa
la nota que incurrí, por ser difusa
a estrañas vozes, frases de alambique.»
   «No lo permita Apolo, el buen Cascales
dixo, que acabe assí tu deidad santa,
¡sálvate en essas tablas Musa mía!»
   Sus tablas le arrojó, y su sciencia es tanta,
que sustentada en fundamentos tales
puerto vino a tomar la poesía.


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Tablas poéticas del Licenciado Francisco Cascales

Interlocutores: PIERIO, CASTALIO.

     PIERIO.- ¡O señor Castalio, y cómo me huelgo de encontraros, que os tenía desseado todo oy! Y es proprio de mi suerte hallar menos lo que más busco.

     CASTALIO.- Éssa, señor Pierio, es querella general; que como el desseo, quanto mayor, tanto más es acelerado, a su gran prissa qualquiera cosa nos parece llegar tarde, por presto que venga. Mas ¿qué eslo en que os puedo servir? Que siéndome possible, ni la dificultad me causará espanto, ni el trabajo molestia.

     PIERIO.- Estoy tan hecho a vuestras costumbres, que pienso que no es buena la que no es vuestra; y assí con la brevedad de vuestro desseo, os quiero dezir el mío. Saliéndome a espaciar esta mañana a gozar de la fresca, eché mano de Horacio, y, abriéndole, lo primero que descubrí fue su Poética. E la leído, pero en muchas cosas se me a quedado el entendimiento desseoso y corto. En todas mis dudas suspirava por vos, creyendo me las desataríades; y para esto os e desseado, y me e desojado mirando a una parte y a otra, hasta que quiso mi ventura traerme a este ameníssimo prado del Carmen donde al fin os hallo.

     CASTALIO.- A quien tiene tan buenos desseos, justo es responderle, si corresponderle estuviera en mi mano. Mas, porque acabéis de entender quán desnudo vivo de cumplimientos, dezid lo que os pareciere, que yo os responderé lo que alcançare.

     PIERIO.- Yo vengo cansado, sed contento que nos assentemos a la sombra destos naranjos, sobre aquel ribaço, que me parece lugar apazible y acomodado.

     CASTALIO.- O que las damas y galanes que frequentan estos passeos nos serán de impedimento. Por mejor tengo que a las espaldas desta casa de nuestros religiosos carmelitas, al esconze del jardín, assiento escusado de la gente nos arrimemos, que está tan alegre como secreto.

     PIERIO.- Bueno, bueno, vamos. Aguardad, tenderé mi capa.

     CASTALIO.- Y la mía servirá de reclinatorio.

     PIERIO.- La Poética de Horacio, pregunto, ¿contiene todo el sugeto desta divina arte?

     CASTALIO.- No, mas algunos preceptos principales della, que tomándolos por instrumento se puede discurrir sobre las partes de toda la poesía, no por vía de comento, porque el comento con mucho menos cumple, sino en virtud destos consejos que en efeto tratan de algunas cosas de las tres especies generales de la poesía, tomar una larga licencia de explicar todo lo que en ellas se deve guardar.

     PIERIO.- Pues si Horacio no escrive todo el oficio del poeta, ¿por qué a su libro le da título de Poética?

     CASTALIO.- O bien sea por arbitrio y juizio de los gramáticos, o por opinión recebida, o por parecer de los impressores, que no en pocas cosas se suelen tomar algunas libertades, esse título de Poética se le a dado y confirmado con millares de impressiones. Lambino y otros tienen lo contrario, que no se deve llamar sino epístola, porque realmente lo es, y en ella escrive a los Pisones, cavalleros romanos, enseñandoles algunas cosas particulares desta arte y reprehendiendo otras que suelen usar malos poetas. Robortelo dize, alegando a nuestro autor: Horatius in sua de Poetice, & Poetis epistola ad Pisones: sic enim potius vocanda quam ars Poetica. De manera que claro consta que no la emos de dezir Poética más que por estar del tiempo baptizada con este nombre. Que si lo fuera, bien sabía Horacio quántas más cosas de las que él dixo se deven dezir sobre esta arte; y la obligación que tenía de tratarla en méthodo, como preceptor della, y no interpolando la materia de la épica con la scénica y lýrica, ora acudiendo a la tragedia, ora a la comedia, ora al verso heroico quando le parece, no saliendo de su propósito quanto a epístola, dando a entender en esto que no escrivía del arte ex professo, sino que solamente dava luz a los desseosos della, y ocasión a los que la quisieren professar y escrivir.

     PIERIO.- Quedo satisfecho en esta parte, y contentíssimo por otra, viendo camino abierto a mi desseo y al de muchos buenos ingenios que en esta arte llevan gran fruto cada día. Que cierto vemos agora en nuestra España innumerables poetas que componen todo género de verso divinamente, vistiendo sus poemas de profundos conceptos, tanto en la épica y lýrica como en la trágica y cómica. ¿No veis por essos teatros comedias tan bien hechas, de tan suave estilo y espíritu tan levantado, que engañan a nuestras imaginaciones? ¿A quién no le parece lo que oy vio que no puede ser de más quilates; y otro día él mismo se desengaña, admirándose de los nuevos milagros que estos raros sugetos por momentos produzen?

     CASTALIO.- Por cierto, tenéis mucha razón de alabar a vela tendida los ingenios poéticos de nuestra era. Mas ¿cómo me salvaréis el descuido grande (no quiero dezir ignorancia) que los más que la professan tienen? Materia tenemos entre manos por donde quien no cerrare de industria los ojos verá claramente mi verdad y sus culpas. Y es lástima que por falta del arte sea fruto perdido el de su fecundíssimo ingenio.

     PIERIO.- Si esso es assí, por la fe de amigo os ruego nos lo deis a entender por los mismos preceptos de Horacio y otros que vos tendréis en vuestro favor, que me parece será de tanto gusto como provecho.

     CASTALIO.- Esta empresa es mayor que la que mis fuerças pueden sustentar; mas con el arrimo de los buenos autores, fiado en ellos y en vuestra bondad, no quiero escusar lo que me pedís. Y para principio dello, os aviso que esta propria Poética de Horacio la tengo traduzida en castellano; y viene a cuento, respeto de ser lo que tratamos en nuestra materna lengua.

     PIERIO.- Y no sólo por esso, sino por aver muchos en España ignorantes de la latinidad, que si en ella lo tratárades, quedaran privados deste bien.

     CASTALIO.- Soy contento de lo hazer assí, alegando de Horacio, quando se ofreciere, los versos de mi traducción. Y otra cosa os advierto, que tengo estudiada y tratada en conformidad desto, un arte que llamo Tablas poéticas, a imitación de las Tablas romanas, que contenían las leyes de aquella República, y de las de Claudio Ptolomeo y las Alfonsinas de nuestro rey de España el Sabio. La traça y disposición es esta que os leeré aquí, contenida sumariamente en este breve papel.



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Tablas poéticas

Las cinco primeras tratan de la poesía in genere, y las otras cinco de la poesía in specie

De la poesía in genere

     Tabla primera: De la diffinición poética, de su materia, forma y fin, de la división de las poesías, de la diferencia y concordancia dellas.

     Tabla segunda: De la fábula.

     Tabla tercera: De las costumbres.

     Tabla quarta: De la sentencia.

     Tabla quinta: De la dicción.



De la poesía in specie

     Tabla primera: De la épica mayor.

     Tabla segunda: De los poemas menores reduzidos a la épica mayor.

     Tabla tercera: De la tragedia.

     Tabla quarta: De la comedia.

     Tabla quinta: De la Lýrica.

     PIERIO.- Huelgo dello: dadme, os suplico, esse papel, que con él en las manos os podré yo preguntar por orden, y vos iréis más descansado siguiendo la misma traça que teníades hecha.

     CASTALIO.- Paréceme bien, començad, no se nos vaya todo en flor.



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Las cinco tablas de la poesía in genere

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Tabla primera

     PIERIO.- En nombre de Dios, pregunto, ¿qué cosa es la poética?

     CASTALIO.- La poética es arte de imitar con palabras. Imitar es representar y pintar al vivo las acciones de los hombres, naturaleza de las cosas y diversos géneros de personas, de la misma manera que suelen ser y tratarse. Assí que nuestros hechos no sólo los imita la poética, pero también otras artes, como son la pintura, música y dança. La pintura, con colores y figuras pinta y pone delante de los ojos los hechos, costumbres y affectos de los hombres. ¿Por ventura Philomela, cortada la lengua, con hilo y aguja no labró el incesto de Tereo elegantemente? ¿Y el pinzel de Zeuxis no engañó con la sutileza del arte las boladoras aves? La música también, assí aulética como citharística, ¿no representa las acciones humanas con su dulce armonía, moviendo los ánimos a ira, misericordia, miedo y esperança? Y la dança, con el movimiento de pies y manos, ¿qué no recaba? Famosíssima fue la destreza en dançar de Bathilo; y Thelestes era tan diestro que dançando imitó y significó la insigne toma de Thebas. Pero todas éstas son imitaciones mudas; sola la Poética haze su imitación con palabras, aunque no se despide de la armonía y número, que algunas vezes usa dellos, porque la poesía trágica y cómica admite choro. Y la Lýrica, ¿quién no sabe que se canta y dança a la lyra? La acción trágica y cómica, antiguamente fue celebrada con baile y canto; y oy, assí en España como en Italia y Francia, se usa lo mismo, aunque no con la perfeción antigua. Todo esto me parece comprehendió Horacio en la sátira nona, libro primero de los Sermones.

                               Nam quis me scribere plures
aut citius possit versus? Quis
membra movere
mollius? invideat quod & Hermogenes
ego canto.
¿Quién más versos que yo compone al día,
quién los miembros más blandamente
mueve?
Y si me oyera el gran cantor Hermógenes
imbidioso me diera la ventaja.

Adonde significa que toca al consumado poeta saber hazer versos, dançar y cantar.

     PIERIO.- Yo e visto esse lugar de Horacio; pero los intérpretes no sacan tal concepto dél, sino que aquél como charlatán se glorificava de saber todas las artes.

     CASTALIO.- Quiero dezir una arrogancia. No está declarado hasta oy aquel lugar. Y para que creáis que no dixo y señaló Horacio sin particular fundamento estas tres artes solas de metrificar, dançar y cantar, dize Aristóteles en el principio de su Poética, tratando del número, armonía y metro, que estos tres instrumentos se usan juntamente en la poesía dithirámbica y mímica, pero en la tragedia y comedia, distinta y separadamente. Hoc differunt, quod illae quidem simul omnibus, hae vero particulatim utuntur. Interpretando esto, Robortelo dize con testimonio de Pólux y Luciano: «Era costumbre entre los antiguos recitar la tragedia o comedia en la scena, y en la orchestra, dançar aquello mesmo que se avía recitado; y en otro lugar más apartado, cantar y tañer la misma actión que se avía representado y baylado.» Luciano alaba un bailarín que delante del rey Demetrio, solo, sin música ni canto, dançó el concúbito de Marte y Venus, como lo descrive Homero; y de tal manera imitó y mostró a Marte juntándose con Venus, y a Venus enlazada con Marte, y al Sol que los manifestava, y a los Dioses mirando y riyéndose, que dixo Demetrio admirado: «¡De tal modo, o hombre, imitas la cosa con las manos, que me parece que la veo y que la oygo!» Y como avía dançantes tan doctos, avía ni más ni menos cantores tan diestros que qualquiera actión la imitavan con sus modulaciones excelentíssimamente. Y assí, Vitruvio pone en el teatro scénico tres distintos lugares: scena para los farsantes, orchestra para los baylarines, y odeo para los cantores. A esto, pues, aludió aquel charlatán que se encontró con Horacio, significando era tan perfecto poeta, que sabia estas tres artes referidas tan necessarias en la poesía.

     PIERIO.- Por cierto, es tan genuina y propria essa interpretación, que desde agora resigno las otras en mano de sus auctores, y ésta sola quiero y tengo por buena. Síguese la materia poética: ¿Qué me dezís della?

     CASTALIO.- La materia poética es todo quanto puede recivir imitación; por tanto, no introduzgáis persona ni cosa en vuestra poesía que no sea imitable. Y si no se encierra cosa en la materia poética que no esté sugeta a la imitación, mal hecho es sacar en el teatro a la Virgen María y a Dios. Que ¿quién podrá imitar las diviníssimas costumbres de la Virgen? Pues a Dios, que nadie le a visto y es incomprehensible, ¿quien osará imitarle y representarle? Tampoco en el tablado se pueden imitar tormentas del mar, ni batallas campales, ni muertes de hombres; porque ninguna cosa déstas puede tener allí su justa imitación. Horacio:

                               Cosas ay que se deven a la vista
del auditorio recitar; y cosas
narrarse basta cómo ayan passado.
Menos mueve los ánimos aquello
que se escucha, que essotro que los ojos
fieles ven, y visto comprehenden.
Lo que no es para fuera, hágase dentro.
Ya te vendrán sucessos que no deven
delante hazerse, sino referirse.
No ante el pueblo medea sacrifique
y desmiembre sus hijos; las humanas
carnes no cueza el más que crudo Atreo;
no trasformes a Progne en ave; a Cadmo
no le conviertas en culebra. Cosas
assí hechas, incrédulo las odio.

     Aviendo, pues, de ser nuestra materia participante de imitación, no se pueden sufrir aquellos que ensenando agricultura, o philosophía, o otras artes o sciencias, quieren ser tenidos por poetas en lo que no ay imitación ninguna. El que enseña matemática, llámese maestro de aquel arte; el que narra historia, llámese historiador; el que imita al matemático en alguna actión de su facultad, y el que imita algún hecho de la historia, ésse es y se deve dezir poeta. Por tanto, deves elegir materia digna de la poesía, si quieres que no te digamos versificador. Y no basta que la materia sea imitable: obligado estás a elegirla según la calidad del poema. La materia de la comedia no es buena para la tragedia. Y al contrario, el cómico tiene por fin la risa, el trágico tiene por fin la misericordia y miedo: eligirá materia apta para provocar a misericordia y miedo. Porque, como dize el proverbio: Non ex quolibet ligno fit Mercurius. Sabiendo elegir materia según la calidad de la poesía, bien se cree que sabrá también el poeta escoger y tomar materia conveniente a sus fuerças, y que avrá provado primero lo que puede sustentar. Horacio:

                               Escritores, tomad a vuestras fuerças
materia igual; hazed prueva primero
de aquel peso que pueden o no pueden
sustentar vuestros hombros: conveniente
siendo la empresa, no tengáis recelo
que os falte la facundia y orden clara.

     Quien no es bastante para hazer una obra épica, ni una tragedia, haga comedia, o haga una égloga, una sátira, una canción, o un soneto. Examínese también adónde le lleva más su inclinación. Porque avrá quien no acierte a darle su gracia a una comedia, y hará una tragedia por estremo bien. Otro tendrá excelencia en la epopeia, y no en la lýrica. Por tanto, conviene experimentar cada uno su natural ingenio para mejor acertar. Y porque la materia consta de cosas y palabras, las cosas se han de sacar de la socrática philosophía, digo de la política, económica y ética. La política usa el épico y trágico, que son cosas de govierno y estado. La económica sirve al cómico, que es la administración de la familia. La ética trata el satírico, como quien reprehende vicios y enseña buenas costumbres. Teniendo hecha provisión de cosas, es impossible faltarle las palabras. Horacio:

                               La fuente de escrivir bien es la sciencia;
essa te enseñará el divino Sócrates.
Y quando tengas allegada hazienda
de qué decir, sobrarte an las palabras.

     PIERIO.- Olvidádome e; aguardad, miraré el papel. Assí: la forma poética se sigue. ¿Qué me dezís della?

     CASTALIO.- La forma poética es la imitación que se haze con palabras; y si désta carece la fábula, aunque tenga quantos géneros de versos ay, no por esso se dirá poesía. Porque el poeta tiene su etymología de la imitación, en la qual consiste toda la excelencia de la poesía; y no del verso, el qual es una cosa menos principal y más perteneciente al ornato. Arist. dize: Si quis universa permiscens metra, imitationem autem non fecerit, non iam poeta appellandus. «Si alguno hiziere quantos géneros de versos ay, como no haga imitación, no deve ser llamado poeta.» Yo no excluyo los versos de la poesía; pero tampoco los hago tan sustanciales, que sin ellos no se pueda hazer el poema. Ay buena poesía sin verso, pero no sin imitación. Si Salustio, si Tito Livio nos escriviessen sus historias de nuevo en metro en el modo que oy están, no por esso se podrían dezir poetas. Tienen los historiadores ampla licencia, y los poetas están asidos a muy estrechas leyes, que en quebrantándolas dan al través con sus obras. Si tú traduzes en prosa el Eunuco de Terencio, tan poeta será como si le traduxeras en verso. Sólo es de advertir que como la armonía y número son accidentes de la poesía, y los metros son partes del número y armonía, de aquí procede que la fábula deva ser en verso. Y también porque siendo necessario en la poesía el ornato y dulçura, el verso que en esto tiene tanta excelencia, no es razón olvidarlo. Horacio:

                               No basta ser hermosa la poesía,
también sea dulce; inclinar a los ánimos
a la parte do más le pareciere.

     En fin, que los poetas imitan ya con metro, ya sin metro; y esto de tres maneras, según la sentencia del philósopho: Vel quod rebus genere diversis, vel quod res diversas imitantur, vel quod diverso modo. «O imitan los poetas (dize) con cosas diversas, o cosas diversas, o en modo diverso.» Con cosas en género diversas, porque los instrumentos con que imitamos son palabras, armonía y número. El poeta heroico imita con palabras, no más; el scénico, con palabras y armonía; el lýrico, con palabras, armonía y número. De aquí viene que toda la poesía se considera en tres maneras: hablando, sonando y dançando, unas vezes distintamente, y otras, todo junto. Las cosas que imitamos son las costumbres y hechos de las personas. Éstas son: unas, supremas, como Dios, ángeles, santos, pontífices, reyes, príncipes, magistrados, cavalleros; medianas, como ciudadanos, que ni son nobles, ni tienen cargos públicos; ínfimas, como rústicos, pastores, artífices mecánicos, truhanes, pícaros y otra gente vil. Y si miramos a la gentilidad, sátiros, faunos y silvanos, y todos aquellos que dan ocasión de risa y passatiempo. Los modos con que imitamos son tres: exegemático, dramático y mixto. Modo exegemático es quando el poeta habla de su persona propria, sin introduzir a nadie. Modo dramático es lo contrario, quando el poeta introduze a otros hablando, sin interponer jamás su persona. Modo mixto es el que participa de entrambos, quando el poeta, unas vezes habla él en su poema, otras haze hablar a otros. El lýrico casi siempre habla en el modo exegemático, pues haze su imitación hablando él proprio, como se ve en las obras de Horacio y del Petrarca, poetas lýricos. Los trágicos y cómicos hablan dramáticamente, callando ellos, siempre introduziendo a otros. El épico participa del uno y del otro modo. Habla el épico de su persona, como:

                               Callaron todos tyrios y troianos.

     Y luego introduze a Eneas, callando él:

                               Mándasme renovar, reyna ecelente,
etc.

     Del scénico y lýrico no hay necessidad de exemplos; porque, ¿quién no sabe que en la tragedia y comedia no habla el poeta y en las canciones lýricas, que por maravilla introduzimos a otro, sino que nosotros hablamos de nuestra persona?

     PIERIO.- El fin de la poesía tomada in genere, ¿quál es?

     CASTALIO.- El fin de la poesía es agradar y aprovechar imitando. Por este fin dixo Horacio:

                               Todos los votos se llevó el poeta
que supo ser de gusto y de provecho:
ya alegrando al lector, ya aconsejando.

     De manera que el poema no basta ser agradable, sino provechoso y moral, como quien es imitación de la vida, espejo de las costumbres, imagen de la verdad. ¿Quién duda, sino que leyendo los hombres las obras de poesía, o hallándose en las representaciones tan allegadas a la verdad, se acostumbran a tener misericordia y miedo? De aquí procede que si les viene algún desastre humano, son ya menores el dolor y espanto. Que es cosa llana y cierta que quien nunca a passado calamidad, si le sobreviene sin pensar y de improviso, no tiene paciencia para sufrirla. Y también ay muchos que sin razón se afligen y temen. Oyendo, pues, en los teatros y leyendo en los poemas cosas digníssimas de conmiseración, y que aun el muy sabio conviene que las tema, aprenden quál es de lo que nos emos de doler y emos de temer. Y finalmente, se sigue grande utilidad destas lecciones y recitaciones poéticas, en que siendo la fortuna de los hombres común en esto que ninguno dexa de estar sugeto a las miserias humanas, las llevan con más facilidad los que las tienen, y se consuelan grandemente, acordándose que otros an passado por aquello mismo.

     PIERIO.- Yo confiesso que las poesías nos enseñan el camino de la virtud, ya con el exemplo de los buenos, ya con el infelice fin de los malos. Pero, quando nos representan cosas tristes y dolorosas, y quando nos representan casos atroces y crueles, ¿esto cómo puede deleytar?

     CASTALIO.- Agudo soys. ¿Cómo? Con la imitación, traer a degollar o a sacrificar a alguno y verle en aquel acto tan horrible, mucho mueve los ánimos. Descrívase aquí aquel que a de ser degollado. Cosa lastimosa es ver los pregoneros con ronco y humilde son tocar sus trompetas; los ministros de justicia apartar la gente; la guarda para defenderle de alguna repentina violencia de los parientes; los religiosos sacerdotes que le acompañan y animan con divinas y devotas exortaciones; al verdugo cruel sobre el enlutado cadahalso, que le haze arrodillar, le liga las manos, le benda los ojos, le pide perdón, y asiéndole de los cabos de la benda, le derriba la cabeça de los hombros. Allí el alarido de la gente, los clamores, las oraciones, las lágrimas de los circunstantes. Si bien el acto mueve a dolor, la descripción dél bien hecha causa delectación, y se halla el lector contentíssimo de aver leído aquella actión tan bien imitada. Assí mesmo, ¿a quién no atemoriza ver a un toro, a un león, a un tigre que está desmembrando y haziendo pedaços a un hombre? Pues si esto mesmo lo veis pintado en una tabla o en un mármol, ¿no os agrada infinito la buena expressión y imitación de aquel riguroso caso?

     PIERIO.- Digo que sí, y que lo tengo bien entendido. Passemos a la división de la poesía.

     CASTALIO.- La poesía se divide en tres especies principales: épica, scénica y lýrica. Difieren entre sí en los instrumentos, en las materias, en la phrasi y en los fines. En los instrumentos, no en quanto a las palabras, que son comunes a toda la poesía, sino en la armonía, número y modo. Porque la épica sólo imita con palabras; la scénica admite choro y, por consequencia, tiene armonía; la lýrica se canta y bayla, y assí quiere también número. En el modo también son diferentes, porque el scénico es dramático siempre, el lýrico casi siempre habla de su persona propria, y el épico haze lo uno y lo otro, como queda provado. Difieren en las materias: porque el épico celebra una grande actión, la qual sea en alabança y excelencia de la persona fatal; fatal llamo aquella persona que principalmente celebra y canta el poeta; como lo es Eneas en el poema heroico de Virgilio, y Ulisses en la Odisea, y Achiles en la Ilíada de Homero. El trágico tiene también actión ilustre, pero con otro fin, porque su actión ha de ser tal que con ella pueda mover a misericordia y miedo. El cómico abraça una actión humilde de donde pueda sacar cosas de passatiempo y risa. El lýrico canta por la mayor parte a los hombres dignos de alabança, o sean graves, o medianos. También trata otros sugetos de amores y deleites de la vida humana, exortaciones, invectivas, vituperaciones y otras cosas, pero debaxo de un concepto solo. Assí mesmo, diferencian en la phrasis; porque el épico y trágico usan un lenguage ilustre y grandioso; el cómico, vulgar y humilde; el lýrico, galán y polido. Sabida la diferencia, sepamos también en qué se dan las manos. Primeramente concuerdan la epopeia y la tragedia en la materia y estilo, porque ambas tratan cosas grandes y severas. Y assí, quien supiere conocer una tragedia bien compuesta, o los defectos de la que estuviere mal hecha, sabrá ni más ni menos juzgar la epopeia. Son comunes a todas las especies las agniciones y las peripecias. Agniciones llama el latino los reconocimientos, y peripecias el griego las mutaciones. Es reconocimiento el que se viene a tener de alguna persona inopinadamente, como Ulisses que después de largo tiempo, bolviendo a su casa, siendo recebido por huésped, fue conocido de una criada suya en cierta señal del cuerpo que le vio estándole lavando. Llámase peripecia la mutación de una en otra fortuna, de prosperidad en miseria, o de miseria en prosperidad. Requiérese también en todas las partes de la poesía ser o moratas, o patéticas, o mixtas. Morata es la fábula donde principalmente se pintan las costumbres. Patética, donde se representan más las passiones y affectos del ánimo, que pathos en griego quiere dezir passión. Mixta, quando la fábula es en parte patética y en parte morata. La economía, el decoro, la suavidad, la gracia, la hermosura, los tropos, las figuras, la variedad, de donde nace la maravilla, a todas las especies conviene. En fin, son comunes a todo poema aquellas essenciales partes de la poesía: fábula, costumbres, sentencia y dictión.

     PIERIO.- Ya sé la difinición de la poesía, su materia, su forma y fin, las diferencias y las concordancias de sus especies. La segunda tabla os llama a tratar de la fábula.



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Tabla segunda

De la fábula

     CASTALIO.- Ya entramos en lo sustancial desta arte. La poesía es imitación de las actiones y vida del hombre, o bien sea su fin alegre, o bien sea doloroso; que, como las costumbres, se dispongan bien o mal, y por ellas nos juzgan por buenos o malos, agradables, duros, graves, ligeros, benignos, iracundos, humildes, sobervios, según es la naturaleza y manera de cada uno; y por nuestras actiones venimos a ser felices o infelices, y no nos ponemos a obrar por mostrar las costumbres; antes, mostramos las costumbres en el obrar. Infiérese de aquí, las actiones y la fábula ser el blanco de la poesía. Y más, que se puede hallar poesía que carezca de affectos y costumbres; pero que carezca de actión, no jamás. Esto mesmo acaece en la pintura. Que de Polignoto se dize que pintava maravillosamente los affectos; y de Zeuxis, que jamás pintó cosa que en el semblante y colores significasse la disposición del ánimo y costumbres. Y en tanto estremo la fábula y actiones son la mejor parte de la poesía, que si alguno imitasse en su obra gallardamente las costumbres y la vistiesse de gravíssimas sentencias y escogidíssimas palabras, este tal, sin la imitación de los hechos, no haría bien el oficio de poeta como el que fingiesse y constituyesse bien la fábula, aunque se descuydasse en la obligación de essotras partes requisitas. Porque las palabras y semblantes significativos de lo que el alma siente, quiere y dispone, ¿qué otra cosa son, sino unas ropas con que se viste y compone la fábula? Sin esto, ¿qué cosa deleita, mueve y maravilla más que los reconocimientos y casos inopinados, partes de la fábula? ¿Y quién no sabe que la invención de constituir y formar la fábula es primero que el ornamento de las palabras y imitación de las costumbres?

     PIERIO.- La fábula, en fin, es el alma de la poesía. Éssa es una descripción; pero su difinición, ¿quál es?

     CASTALIO.- La fábula es imitación de una actión de uno, entera y de justa grandeza.

     PIERIO.- ¿De suerte que siempre emos de començar en la difinición de qualquier poema por la imitación?

     CASTALIO.- Sin género de duda.

     PIERIO.- Pues ¿qué es imitar la actión?

     CASTALIO.- Representar al vivo algún hecho como deviera passar, o como fingimos aver passado, según el verisímil y necessario.

     PIERIO.- Aguardad, veamos si os entiendo. Vos dezís en esto que la actión que imita el poeta, o es sacada de historia y compuesta según el arte, o fingida por él mismo aptamente.

     CASTALIO.- Estáis bien en el caso.

     PIERIO.- Pues contra: Pinciano en su antigua Philosophía dize que la fábula a de ser imitación de la obra, y que no a de ser la obra misma; y que por esta causa Lucrecio, Lucano y otros muchos no son poetas, porque no imitan en sus escritos a la cosa, sino escriven la cosa como ella fue o es. Y en fin se resuelve que si uno a caso compone y finge una actión en España, que de la misma manera sucede realmente en la India, que el que acá la finge sería poeta, y el que allá escriviesse el mismo sucesso sería historiador. De aquí queda provado que el poeta forçosamente a de fingir la actión, y que no puede tomarla de la historia libremente, como vos enseñáis.

     CASTALIO.- Mucho me apretáis contra mi natural modestia a que diga que esse auctor no se explicó bien. Oyd lo que dize Arist.: In Tragoedia autem vera nomina retinentur. Cuius ratio est, quoniam credibile quidem illud est quod fieri potest; quae vero nondum facta fuisse scimus, fieri quidem posse parum credimus; quae vero facta, fieri certo potuisse ambigit nemo; nam si fieri, nequivissent, numquam profecto extitissent. «En la tragedia (dize) se retienen y guardan los verdaderos nombres; la razón es porque aquello es creíble que se puede hazer. Y las cosas que sabemos que aún no an sido hechas, no creemos bien que se pueden hazer; pero las cosas que an sido hechas, ninguno duda que an podido ser hechas; porque si no se uvieran podido hazer, nunca uvieran sido.» Ya entendéis a Aristóteles, cómo dize que en la tragedia se guardan los verdaderos nombres. Pues éstos no los podemos aver de la actión fingida, sino de la verdadera, que es la historia. Y como prueva, que en los casos tan graves como son los trágicos (Y lo mismo se entiende en los heroicos), más persuaden y mueven las cosas que sabemos aver passado y sucedido realmente que no las que fingimos. Y esta verdad es tan clara, que no a menester provación quando nos faltara la autoridad del Filósofo. Y si la fábula trágica tuviesse actión no hecha ni verdadera, no persuadiría tanto, por ser más dificultoso mover a lástima y terror, que es el fin de la tragedia, que no mover a risa como hazen los cómicos, porque fácilmente nos dexamos llevar a cosas de contento. Y después desto, si las cosas verisímiles nos mueven, ¿quánto más nos moverán las verdaderas? Assí que unas vezes el poeta constituye su actión verdadera y entonces pone nombres verdaderos, los que halla en la historia. Otras vezes finge la fábula, y entonces los nombres serán también fingidos. Sólo se a de notar que quando la acción es histórica, si no passó la cosa cómo deviera passar según el arte, esso que falta lo a de suplir el poeta, ampliando, quitando, mudando como más convenga a la buena imitación. Acerca desto dize Robortelo doctíssimamente, como siempre: Quatenus igitur fingit in rebus, verisque actionibus, vel ipsas augens, vel exornans ex verisimili, ex hoc satis patet esse Poetam. «En quanto el poeta (dize) finge en cosas de historia y verdaderas acciones, o augmentándolas o exornándolas según el verisímil, con razón se puede llamar poeta.» De donde concluimos que si la acción histórica passó de la manera que deviera passar según el verisímil, que es acción digna del nombre de poesía; y que si a essa acción le faltaron cosas necessarias para la perfección poética, que las puede y deve el poeta suplir con el arte. Por donde se engañó el Pinciano; porque, si aquella acción que sucedió en la India tiene todas las partes que la que finge el poeta según el verisímil, consta que no es historiador en la imitación della, sino verdadero poeta. ¿Y no se sabe que el historiador y el poeta son diferentíssimos en escrivir una misma cosa, porque el uno la escrive narrando, y el otro, imitando? ¿Y que la narración y imitación siguen diversos caminos? ¿Y que el historiador mira objecto particular y el poeta, universal? El Filósofo, sin quien en esta materia no podemos dezir nada, dize: Quo fit ut sapientius atque praestantius Poesis historia sit: si quidem illa circa ipsum universale plurimum versatur, haec vero singulare sectatur. Exempli gratia. El historiador escrive las hazañas de Hércules con el valor y esfuerço que él las hizo, y no passa de aý; porque si passasse, faltaría a su oficio. El poeta, cantando las hazañas de Hércules, pinta en él el estremo de valentía y todos los effectos, affectos y costumbres contenidos en un hombre valiente, mirando, no a Hércules, sino a la excelencia de un hombre valeroso. ¿Veis cómo la actión histórica puede venir a ser poética? Mas, dezidme vos agora: ¿quándo sucederá un tal caso como ésse? Paréceme que nunca, y assí no tenemos porqué cansarnos en lo que es casi impossible. Solamente advertid que el poeta, unas vezes lo finge todo, y otras, saca la actión principal de la historia, y los episodios los pone de su casa. Y en lo que dize de Lucrecio y Lucano, tampoco tiene de ninguna suerte razón; porque Lucrecio no dexó de merecer digno y verdadero nombre de poeta por lo que él dize, engañado, sino porque no eligió materia poética, pues enseña física en su obra; y el que enseña no imita, como dexamos arriba dicho. Y el que no imita no es poeta. De Lucano escrive Fabio Quintiliano estas palabras: Lucanus ardens, & concitatus, & sententijs clarissimus, & ut dicam quod sentio magis Oratoribus, quam Poetis imitandus.

     PIERIO.- Todo vuestro discurso me contenta, mas parece que con esse parecer de Quintiliano ayudáys la parte contraria.

     CASTALIO.- No hago, que aunque confiesso con esta autoridad que no fue poeta, como afirma Pinciano, se descubre en este lugar la causa de no ser poeta ser otra de la que él piensa. Él piensa que porque abraçó mucha cosa de la historia y fingió poco, ya no es poeta. No fue poeta porque no supo hazer elección de materia, según la obligación de poeta heroico. El fin del heroico es celebrar una persona, dándole suma excelencia en alguna particular acción, como lo hizo Virgilio con Eneas, y Homero, con Ulisses en la una obra, y en la otra, con Achiles. Adonde el uno y el otro poeta divino tomó una acción sola para dar suma alabança a su varón: lo qual no supo hazer Lucano. Porque si era su intento celebrar a Pompeyo, a quien en su obra se muestra más afficionado, ¿cómo tomó una acción que toda ella es en disfavor y desgracia de Pompeyo? Y si tomó por persona fatal a César, ¿cómo le alancea en mil partes y provoca al lector a odio suyo? Pudiera, en alabança de Pompeyo, tomar una actión de alguna de muchas vitorias que tuvo y en que triunfó gloriosamente. Tampoco fue poeta, porque no supo proponer. Como tampoco lo an sabido algunos de nuestros tiempos, que callo por no hazer sátira. Fue mala la proposición, porque no señala en ella, ni aun por períphrasis, la persona de quien principalmente escrive. No se descuidó en esto Homero en la Odisea:

     Virum multi ingenij dic mihi musa qui valde multum vagatus est ex quo Troiae sacram urbem evertit. Multorum autem hominum vidit urbes, & mores cognovit. Plurimos vero ille in mari passus est angores suo in animo redimere studens, suamque animam, & reditum sociorum, &c.

     Aquí lo dixo con una larga períphrasis, pero en la Ilíada más breve y claramente:

                               Iram cane, dea, Pelidae Achillis, &c.

     ¿Y Virgilio se olvidó deste precepto en su proposición? ¡No, por cierto!:

                               Arma virumque cano Troiae, qui primus ab oris,
Italiam fato profugus, Lavinaque venit
Littora, multum ille & terris iactatus & alto, &c.

     Y Torquato Tasso, honra de la poesía toscana, ¿no guardó lo mismo?:

                               Canto l'armi pietose, e il Capitano,
Che il gran sepolcro liberò di Christo, &c.

     Bolviendo, pues, a nuestro Lucano, las principales causas de no devérsele el nombre de poeta son las dichas, y si Fabio le haze más orador que poeta, fue por el estilo con que escrivió, oratorio y ardiente, reprehendiendo y culpando, en quantas ocasiones puede, la maldad y furor de los ciudadanos que tomavan las armas contra la patria, como si fuera otro Cicerón contra Catilina, no acordándose que era poeta y que como tal devía solamente ocuparse en imitar su acción y no en otra cosa.

     PIERIO.- Por mi fe que os e hecho sudar un rato. Aora que estáis con esse calor poético, dezidme también: ¿cómo es una la acción que celebra el poeta?

     CASTALIO.- Dígaos lo Aristóteles, que lo sabe mejor: Una namque est fabula; non autem ut nonnulli putant, si circa unum aliquem sit. Multa enim minimeque determinata genere accidunt, ex quibus sane nullum constituunt unum. Simili ratione unius multae actiones sunt, ex quibus una nunquam actio fiet. «La fábula (dize) es una, pero no como algunos piensan; la fábula que el poeta trata se llamará una porque trata de uno. Que assí como ay muchas cosas naturales que por ser de contrario género no pueden recebir unión ni hazer un cuerpo simple, assí también suele aver en una sola persona muchas actiones que por ser diferentes una de otra no se puede componer dellas una actión.» Acerca desto dize doctamente Averroes en su Paráphrasi: «Conviene que el arte imite a la naturaleza (es a saber) que todas las cosas que haze, las haga según el fin que se propuso, y a ésse vayan endereçadas las demás partes.» Ase, pues, de guardar en la fábula que la representación y imitación tire a un mismo fin. Y aquélla se podrá llamar bella composición de poesía adonde se echan al trençado muchas cosas superfluas, que aunque son de la historia o de la fábula, por no ser concernientes a la proposición, el poeta no las a de traer a su poema; ni aun aquella parte de que se encarga la deve traer de más lexos que convenga. Contra este precepto corren a toda vela los poetas que compusieron la Heracleida y Theseida, los quales escrivieron en ellas todas las hazañas de Hércules y Theseo pensando que, pues tratavan de una persona, tenían licencia para escrivir todos sus hechos. Y no es assí; que no será la fábula simple y una porque trata solamente de uno, sino porque imita una actión de uno.

     PIERIO.- ¿Pues cómo es esso? Que yo veo en Homero y Virgil. muchas actiones y muchas personas.

     CASTALIO.- Avéis de entender que se dize la cosa una de dos maneras: o quando es por sí sola y separada de las demás, o quando es compuesta de muchas y reduzida en una. Del primer modo no se puede llamar la fábula una; porque si constara de una sola acción totalmente libre de otras, vendría a ser por estremo breve y concisa, de donde resultaría un absurdo que no sería de conveniente grandeza. Del otro modo se dize la fábula una, siendo compuesta de varias acciones encaminadas a un fin, y de tal manera entre sí conformes que vengan a hazer una sola acción. A diversas acciones, diversas personas son menester; mas ninguna dellas a de hazer bando de por sí, ni desviarse del principal propósito, ni llegar a la excelencia de la persona por quien se constituye y forma la fábula. Y acabada la acción desta persona, todas las demás an de estar acabadas como dependientes della.

     PIERIO.- ¿Será la acción una aviendo passado en una persona y en un continuo tiempo?

     CASTALIO.- Puede ser, pero no siempre lo es. Porque César peleó contra Pompeyo, y antes contra los franceses, y también en España; mas diferente salida tiene la una de la otra. Y assí, aunque fueron todas hechas por Iulio César y subsecutivamente, con todo esso va cada una por su parte. Essas son expressamente diversas acciones; mas yo doy una acción más conjunta como es la de Eneas, el qual se halló en las guerras de Troya hasta el assalto y toma della, y escapando del enemigo se vino a Italia. Esta actión, ¿podría la tratar el poeta? ¡No! Porque diferentes causas tuvo la guerra de Troya que la de Italia. Aquélla nace del robo de Helena; vienen los reyes Agamenmón y Menelao con otros príncipes a la conquista; passando tiempo, gánase la tierra, cóbrase la robada Helena; acabóse la actión. Luego, Eneas comiença otra diferente. Sale de Troya por orden de los dioses a hazer una nueva fundación en Italia; passa muchos infortunios, borrascas y otras adversidades por espacio de ocho años; y al fin, vencido Turno, su contrario, por armas, queda por señor del campo y del reyno. A cumplido ya el poeta con su actión. Y más os digo, que el poeta no a de comprehender todas las cosas desta actión, aunque es una. Porque en espacio de ocho años pueden aver acontecido tantos acontecimientos y tan varias cosas, que le sea del todo impossible abraçarlas todas sin atropellarlas una con otra, no dexando lugar a los episodios, importantíssimos para el ornamento de la poesía. Al fin viene a hazer un cuerpo tan grande que vaya derechamente contra el requisito tercero de la fábula, que la obliga a ser de justa grandeza. De modo que deve el poeta con atención mirar en la historia (si de historia haze su fábula) los hechos más principales y maravillosos, y dellos tomar la mejor parte para componer su actión, no acordándose de los menos importantes. Que es lo mesmo que nos avisa Horacio:

                               Esto escriva el poeta, aquello dexe.

     PIERIO.-¿De manera que aun la historia, que es una sola actión y tiran a un mismo fin las partes della, no la a de abraçar el poeta toda?

     CASTALIO.- Si fuere tan larga, que tratada a de exceder de la grandeza conveniente, aí entra el juyzio del poeta en la disposición, tomando, como digo, una parte principal de la historia y haziendo della su actión perfecta. ¿Pensáis vos que el poeta es como el historiador, que se traga una historia de mil años en veinte hojas? El poeta no es narrador, sino imitador. Y para hazer verdaderamente su officio, a cada passo se desnuda de su persona y se transfigura en otras muchas, pintando y descriviendo los hechos, costumbres, personas, tiempos y lugares. Y si la actión fuesse prolixa, no podría ser dramático, deviéndolo ser, sopena de no cumplir con el mayor precepto de su obligación.¡Quán bien previno esto Homero, o bien fuesse inflamado de espíritu divino, o guiado del arte! Pues aviendo de escrivir la Ilíada, no toma por actión el successo troiano, desde el robo de Helena hasta la ruina de Troia, sino una sola parte dél. Horacio:

                               Ni començó la buelta de Diomedes
desde la triste muerte de su tío
Meleagro, ni menos el troiano
assedió de los dos huevos de Leda.

     PIERIO.- ¿Dónde se conoce aver tomado Homero una sola parte de la guerra troiana en su Ilíada?

     CASTALIO.- ¿Dónde? En el primer verso della. Ved lo que promete en su primera proposición Homero:

                               Canta, o Musa, del hijo de Peleo
la ira perniciosa, que a los griegos
causó infinitos daños y trabajos,
y muchas almas de los más valientes
embió sin remedio al Orco obscuro.

     Assí que no tomó por actión sino los enojos de Achiles, ocasión de que padeciessen los griegos tantos trabajos con su ausencia, y quitada la ira con la muerte de Héctor, y trocada la mala fortuna de los griegos en buena, da fin a su poema. Ni tampoco en la Ulisea comprehendió todos los sucessos, porque no pintó a Ulisses herido en el Parnaso, ni quando se fingió loco en medio de los príncipes de Grecia, que se avían congregado para hazer un exército potentíssimo contra los troianos; porque esto no parecía pegarse a la materia propuesta, ni verisímil, ni necessariamente. Y assí, en la una obra y en la otra, aquel tanto puso solamente que pertenecía a un sugeto solo. ¿Qué diremos de Virgilio, sumo y ecelentíssimo poeta? Que no tomó más empresa que quanta a hazer una fábula bastava; aunque ultra de lo que escrivió, muchas cosas avía hecho y padecido Eneas. Pudiérale Virgilio hazer pelear con Diomedes y con Achiles; pudiera narrar dél quanto hizo en la guerra troiana. Mas propuso solamente cantar la venida deste príncipe a Italia, y lo que a este propósito passó; y luego que las cosas de los troianos, por la victoria que de los rútulos consiguió, tuvieron alegre y felice fin con la muerte de Turno, concluyó la Eneida. Bien descubierta queda la orden de constituir la fábula, procurando siempre que sea una y entera.

     PIERIO.- Ya me avéis dicho cómo a de ser una. ¿Entera, cómo lo será?

     CASTALIO.- Si consta de principio, medio y fin. Y porque estas partes están tan asidas entre sí, que en effecto del principio pende el fin, y del fin y principio, el medio, fácilmente puede cada uno considerar la connexión y hermandad de las partes del poema que el poeta deve guardar tan estrecha. La prueva infallible que ay para ver si la fábula está bien constituida y si tiene principio, medio y fin, como lo deve tener, o no, es mirar si las partes del poema andan tan juntas y coherentes, que si quitáis o mudáis alguna, quede manca y destruida toda la obra. Porque si se puede hazer essa transposición y quitamiento de parte, o partes, sin detrimento del todo, no está la fábula bien dispuesta; y si al contrario, estará muy buena. Aristóteles satisfará a este lugar y a parte de lo que e dicho: Decet igitur, quemadmodum una unius imitatio est in alijs imitatricibus artibus; ita & fabulam, videlicet, quae actionis imitatio sit unius, eiusdemque integre esse, sicque rerum inter se partes coherere, ut ne ulla quidem vel transferri, vel subtrahi queat, quin totum illud varietur: planeque immutetur.

     PIERIO.- Acerca desto se me offrece una duda. Ya se sabe que las fábulas, o épicas, o scénicas, o lýricas, reciben sus episodios (que son ciertas digressiones), y éstos los traemos fuera de la actión principal. Siendo, pues, extrínsecos, muy bien se podrán quitar sin detrimento del todo. Los episodios en la Eneida virgiliana son éstos: Aportar Eneas a la reyna Elisa; explicarle el assalto de Ilión; los amores y muerte de Dido; el hablar Eneas con Heleno; baxar a los infiernos y tratar con su padre Anchises de su famosa descendencia. Pues aunque en este poema quitemos alguna parte desto, todavía el todo quedará en pie. Porque el todo se llama la actión primaria que fue propuesta del poeta, y es ésta: Eneas, huiendo de Troia, después de muchos infortunios y trabajos, avisado del oráculo, arriba a Italia y edifica una nueva ciudad. Si esto es assí, no me parece firme ni valedera essa regla.

     CASTALIO.- Los episodios, que para ornato y luz de su poesía suelen usar los poetas, es verdad que son estrangeros de la fábula, que en effecto son traídos de afuera; pero, juntos con la actión principal, ya no son estrangeros, sino naturales; porque se juntan según el verisímil y necessario, y se atan estas partes accessorias tan estrechamente con la principal, que componen un cuerpo gallardo, hermoso y proporcionado tanto, que ya no se pueden separar sin hazerse notable falta, y sin perturbar y corromper el orden de la fábula. De manera que aquello que era ageno de la propuesta materia, ligado con verisimilitud, es ya todo una cosa y sirve de crecerla, illustrarla y recrearla. Dize Rodigino que Phidias hizo la estatua de Minerva, y en el campo del escudo se esculpió él con tanto artificio que no se podía mudar ni quitar sin destruir toda la estatua. Assí los episodios an de estar tan bien enxeridos con la fábula que sin quedar ella destruida no se puedan quitar. Este es uno de los más importantes preceptos de la poética; y como tal, comiença dél nuestro Horacio, riyéndose de los poetas que no saben componer una fábula que conste de principio, medio y fin; antes, huyendo del arte, hazen un cuerpo desproporcionado, feo y monstruoso:

                               Si a un rostro hermosíssimo de dama
algún pintor juntasse el largo cuello
de un cavallo con mucha varia pluma;
y deste cuello descendiesse un cuerpo,
formado de diversos animales,
de osso los bragos, de león la espalda,
de águila el pecho, de dragón los senos,
de tal manera que aquel rostro bello
en un negro pescado rematasse.
Llamados a mirar tal monstruo, ¿acaso
podréis la risa refrenar, amigos?
Pisones generosos, parecido
a esta tabla sería aquel poema
donde figuras vanas, monstruosas,
como sueños de enfermo se describen
sin que conforme el pie con la cabeça.

     Y aviendo conformidad de partes en la fábula, vendrá también a ser de conveniente grandeza. Y siendo de conveniente grandeza, será la obra hermosa y elegante. Porque la conformidad y hermosura del cuerpo requiere orden y magestad. Escuchad cómo lo afirma Aristóteles: Pulchrum, sive animal, sive quodcunque ex aliquibus compositum, non ordine tantum, verum etiam, congruenti magnitudine constare debet; si quidem ex magnitudine, ordineque pulchrum oritur. «Qualquiera animal o qualquier cuerpo compuesto de partes a de constar de orden y justa grandeza, porque de la orden y grandeza nace la hermosura.» Que se traiga bien la similitud de la hermosura de los animales a la de los poemas, con exemplo de Platón en el Phedro se puede mostrar, donde dize que toda oración se deve constituir a manera de un animal, el qual tenga tal forma y colocación de partes como el cuerpo, que ni carece de cabeça ni de pies, y que tiene miembros a sí mismos correspondientes, y a todo el cuerpo. Porque la gallardía y hermosura consiste en la conveniencia y proporción de los miembros del medio con los de los extremos. Y la assimetría y desproporción causa fealdad monstruosa y ridícula. Y no porque el cuerpo tenga sus proporcionadas partes, ya se llamará hermoso; más a de tener, que es la grandeza. Que una mariposa y un mosquito, conforme a su cuerpo, tiene su conveniencia y simmetría; pero no es hermoso, por ser animal tan pequeño. También el poema brevíssimo no es agradable ni gallardo; porque en él la especulación se acaba en breve espacio. Y por ser las partes tan pequeñas, se confunde en ellas el entendimiento, y apenas puede distinguir unas de otras. Por tanto, es conveniente que el poema tenga un cuerpo grande, cuyas partes sean conocidas y distinctas; de manera que halle la vista dónde reparar y hazer su especulación. Pero tampoco a de ser sobre modo y excessivaente grande. Porque con el cuerpo chico causa confusión a los ojos, que no le pueden discernir ni juzgar, assí el demasiado grande no se puede comprehender ni abraçar, sino que si miráis lo de arriba, no alcançáis a ver lo de abaxo, y si lo de abaxo, no lo de arriba. Por esso dize Horacio:

                               Est modus in rebus, sunt certi denique fines,
Quos ultra, citraque nequit consistere rectum.
Ay en las cosas tassa, y ciertos límites
prescriptos; de los quales jamás puede
la virtud ir atrás, ni ir adelante.

     Por esso, pues, digo que la fábula a de ser de conveniente grandeza respecto de la actión que se toma, porque la fábula que para poema heroico se puede llamar pequeña, es muy grande para el poema trágico y cómico, y mucho mayor para el lýrico. Y assí considerada la especie de poesía y la acción que se emprende, queda considerada la proporción de la grandeza.

     PIERIO.- Cosa es allegada a razón que (como avéis declarado) la fábula sea una, entera y de conveniente grandeza; mas también es grandíssimo rigor ésse, y creo que avrá pocos que le observen y que gustaran más de governarse por su buen natural, que ponerse grillos tan fuertes a los pies, y esposas tan estrechas a las manos.

     CASTALIO.- ¿Vos no sabéis, como todos afirman, que la naturaleza humana sin arte no puede hazer obra Perfecta? Y si ay algunos que estudien en inventar nueva parte poética, me parece que van buscando frondosos árboles y verdes jardines en las arenas de Etiopía. Y ciertamente, no es otra cosa esto que buscar lei en gente enemiga de la razón, y la verdad en la variedad, y en el error la certeza. Y si bien éssos, por mostrar que valen mucho, con su ingenio y doctrina pretenden introduzir nueva poética en el mundo, al fin no serán de tanta autoridad que se deva creer antes a ellos que a Aristóteles y Horacio. Y si el arte enseñada déstos viene bien con la homérica y virgiliana poesía, yo no veo porqué se aya de llamar una diversa de otra; porque la verdad una es, y lo que una vez es verdadero conviene que lo sea siempre, y la diferencia de tiempos no lo muda. Que aunque ella tiene poder de mudar las costumbres y culto, desta mutación no resulta que la verdad no se quede en su estado. Y assí la variedad de los tiempos nacida después no hará que en la poesía se deva tratar más que una hazienda entera y de justa grandeza, con la qual todo lo otro verisímilmente convenga. Después desso, el arte en quanto puede imita a la naturaleza, y tanto haze bien su obra quanto a ella se avezina; la qual siempre en qualquier género de cosas mira una regla con que se rige en el obrar, ya que como fin suyo lo endereça todo. Una también es la idea en que se mira quando obra la naturaleza; y una es la forma a que atiende el arte en su magisterio. Una razón tuvo siempre la architectura, en que como en norte suyo se guía, aunque muchas vezes se aya variado el edificio. A una razón se atiene también la pintura, y qualquier arte que imite. Y si bien ésta o aquélla con el discurso del tiempo a recebido alguna variedad, éssa no a consistido en la propria essencia, sino en la qualidad accidental, o bien en el modo de imitar, o bien en los ornamentos. Ni porque la pintura antiguamente no tuvo más que el dibuxo, y después adquirió los colores, las sombras y las luzes, se mudó en ella jamás la imitación; de manera que no fuesse como siempre a sido de una hazienda entera; ni porque las poesías son diversas (pues vemos que una cosa es la épica, otra, la scénica, y otra, la mélica, y que tiene cada una su instrumento, su estilo, su forma y su camino diferente) dexan de guardar la unidad que tratamos en la materia que emprenden. Ni porque la épica sea más grande y abrace más cosas, emos de pensar que le fue lícito jamás apartarse desta misma razón. Ni los gigantes en esto son diferentes de los enanos: que los unos y los otros tienen su essencial composición de miembros. ¿Y quál arte, cuál sciencia, quál disciplina se halla, en que quien la professa no procure seguir las pisadas de los antiguos? No la architectura, no la música, no la esculptura, no la medicina, no la milicia. ¿Solamente la poesía presumirá en nuestros tiempos hazer lo que en ella fue siempre de los sabios vituperado? Assí que en todo poema, una sola principal action perfecta y de conveniente grandeza emprenderse conviene; porque mirando todas las artes y todas las sciencias no hallaréis obra escrita la qual tenga más de un sujeto, adonde todo lo que se trata va derechamente encaminado.

     PIERIO.- No por contradezir a vuestro parecer (cuyas razones me parecen concluyentes), mas para mayor claridad desse precepto os pregunto: ¿Cómo la regla de la unidad que en esto dio Aristóteles, y Horacio confirmó es verdadera, si el que escrivió la Heracleida, y el que compuso la Theseida, y Ovidio que contó las transformaciones de los dioses, de los hombres y otras cosas, de todos son ya tenidos por poetas?

     CASTALIO.- Lo que yo acerca dessos escriptores os concedo es que escrivieron historia en verso, y Ovidio en sus transmutaciones hizo una historia fabulosa, porque juntó todas las fábulas, texiendo las unas con las otras en su narración con orden maravillosa y más discretamente que lo avían hecho entre los griegos los que las escrivieron en prosa. Y assí como aquéllos no fueron reputados en ello por poetas, assí también estotro no merece tal nombre, como no se le deve de aver escrito los Fastos, a causa de aver comprehendido tantas y tan diferentes actiones en la una y en la otra parte. Por donde affirmo que en las dichas obras no ay épica poesía.

     PIERIO.- Pues ¿porqué los llaman poetas?

     CASTALIO.- Yo os lo diré: por dos cosas. La una, porque el vulgo atribuye tal nombre a todos aquellos que escriven en verso, o traten de agricultura, como Virgilio y Hesíodo; o de astrología, como Arato, Manilio y Pontano; o de medicina, como Nicandro; o de hechos de guerra, como Silio Itálico y Lucano. La otra es porque adornaron sus obras de colores poéticos y fingieron algunas cosas, como lo hizo Virgilio en la Geórgica, narrando la fábula de Aristeo. De manera que los que enseñaron essas artes no son poetas, pues no tienen hechos ni costumbres de personas que poder imitar, porque de la imitación se cobra el nombre de poeta, no del verso. Essotros que escrivieron guerras y fábulas, tampoco son dignos deste nombre, porque no hizieron electión de una sola persona a quien imitar y celebrar por excelencia más que a las otras que en el contexto del poema acompañan a ésta.

     PIERIO.- Sé las partes que una fábula bien constituida a de tener, pero no sé en qué lugar y cómo se pondrán los episodios que siguen a la principal actión, y para ser traídos a propósito, qué reglas se an de guardar.

     CASTALIO.- Avéis dudado muy bien. Y antes que os diga la colocación de los episodios, os declararé lo último que preguntastes. Los episodios, que son las partes accidentales de la fábula, se an de asir y conglutinar de manera que uno se siga de otro, como si ellos y la principal actión fuessen miembros de un mismo cuerpo. Y esto se hará mirando el verisímil y necessario. «Verisímil» es quando pende una cosa de otra al parecer, aunque puede faltar aquello, como: está amarillo y descolorido, luego ama; anda peinado y oloroso, luego es lascivo. Esto, aunque puede salir verdad, también puede ser falsa coniectura. «Necessario» es quando una cosa pende de otra: tiene leche, luego a parido; el sol luze, luego de día es. Esto es forçoso que sea, y es consequencia de la naturaleza. Ay otra del hecho, como: Pedro fue hallado a solas con Iuana, luego tuvo accesso con ella. Esto es verisímil, pero puede faltar. Pedro sacó a Iuan su espada sangrienta del cuerpo, luego matóle. Esto necessariamente se sigue. Ni más ni menos, las acciones se an de conseguir unas a otras en el poema, según el necessario o el verisímil. Exempli gratia: Virgilio se propone esta actión una y simple en la Eneida. Eneas, ganada Troya, viene a Italia, avisado del oráculo, a poblar una nueva ciudad; corre tormenta en su navegación y viene a dar a Cartago, adonde cuenta muchas cosas de Troya; Dido se enamora dél, y no pudiendo averle, ausente, se mata. Eneas camina para Italia y la conquista. Enamorarse Dido de Eneas, y matarse por la ausencia de Eneas, acción diversa es de la principal, pero tan aptamente se junta según el verisímil, que parece pende della; pues no se sigue mal que, siendo él un príncipe tan valeroso y la reina Elisa de tan altos pensamientos, le pretendiesse por marido; y, por otra parte, quedasse frustrada de sus esperanças, para confusión de los carthagineses que avían de ser enemigos de los romanos, y para gloria de los romanos, descendientes de Eneas, el qual quiso antes negar sus gustos que la voluntad de los dioses. Aquí se ve que la actión verisímil es aquella que aunque tomada ella en sí sola, mira a otro fin; bien junta, después tira al mismo blanco que la otra. Necessaria actión será la que mira el fin mismo que la principal; de modo que, aunque intentéis despegarla de la otra, no podáis, como se ve claramente por este exemplo: Eneas, llevado de la tempestad, aporta a Cartago; recívele la reina Dido, sabiendo ella que era troiano y que venía perdido, teniendo por güésped uno de los príncipes de Troia, consequencia era necessaria preguntarle aquel caso o aquel sucesso lamentable; y forçoso también a Eneas el contarle. Veis aquí este episodio, que es fuera de la fábula (porque Virgilio no se encarga de tratar la guerra de Troia, sino la venida de Eneas a Italia) cómo necessariamente se junta con la principal actión, sin que pueda desasirse de ninguna manera, porque mira a la principal actión rectamente. Que sin esta relación que haze aquí Eneas, queda confusa y mal entendida la causa de su viage.

     PIERIO.- Los episodios, pues, que se traen para aumentar y enriquecer la poesía, ¿dónde tienen su lugar y assiento?

     CASTALIO.- Luego, después del principio. Como Homero en la Ilíada induze a Crises, sacerdote de Apolo, que viene a rescatar su hija Criseida, y cuenta el daño y pestilencia que de no darla luego resultó: de donde nace la causa de la materia propuesta. Lo mismo haze en la Ulisea, pintando el concilio de los dioses y a Minerva, piadosa, medianera en los trabajos de Ulises; de donde tomó principio la principal actión. Otro tanto haze Virgilio, introduziendo a Iuno brava y enojada, fingiendo aquel episodio entre ella y Eolo, rei de los vientos; de donde empieça la empresa que celebra. Interpónense principalmente los episodios en la exposición de la fábula para darle más lustre, más ornamento y grandeza. Acabada la proposición del poeta, no han lugar más los episodios. Bien que después del fin de la fábula se suele seguir algún breve episodio que dependa necessariamente de la misma. Como en la Ulisea, después de la matança de los enamorados de Penélope, donde se acaba la actión principal, se sigue la revolución de los itacenses sobre las muertes de aquellos cavalleros, y las pazes de la diosa Minerva. Y en la Ilíada, después de la muerte de Héctor, donde se acaban los enojos de Achiles, todo aquello que se sigue de rescatar el cuerpo de Héctor, y sus obsequias. A cuyo exemplo, Mapheo hizo el suplemento de la Eneida de Virgilio, el qual concluye su actión con la muerte de Turno. De donde consecutivamente sacó Mapheo el llanto de los rútulos, los quales llevan el cuerpo de Turno a su padre Dauno. Toma Eneas la investidura del reino de Italia en Laurento, y cásase con Lavinia, y aviendo reinado muchos años, muerto ya el rei Latino, su suegro, por medio de Venus y orden de Iúpiter, es trasladado al cielo.

     PIERIO.- ¿Y esse suplemento os parece a vos estar puesto con justa razón?

     CASTALIO.- Alomenos, no del todo sin ella. Que realmente, aunque se acaba en la muerte de Turno la actión que propuso Virgilio y se cumple el concierto de que el reino de Lavinia fuesse del vencedor, es visto que falta lo que se sigue de aquí (digo), la investidura del reino y casamiento de Lavinia. Y con esto, uviera Virgilio del todo imitado al gran Homero; y quedava con obligación de hazerlo por lo que él mismo dize en la persona de Turno, mal herido de Eneas, y con miedo de ser muerto.

                               Vivo me embía, si quieres, a mi gente,
o mi cuerpo de vida despojado,
ya tu vitoria a todos es patente,
y el pueblo ausonio ve que te me e dado,
y que e puesto las manos humilmente.
Tuya es Lavinia, muy bien la as ganado,
cesse ya el odio, cesse ya la guerra,
pues tal muger ya tienes, y tal tierra.

     De modo, que parece que anduvo bien Mapheo en añadir cómo los rútulos llevan el cuerpo de Turno a su padre Dauno y el investirse Eneas del reino, y casarse con Lavinia, si con esto concluyera. Pero la traslación de Eneas al Cielo, aunque se lo tenía prometido el hado, fuera bien escusada, porque desde el casamiento hasta la translación, passaron muchos años, como el mismo Mapheo lo dize:

                               Ya mucho tiempo avía que governava,
en paz dichosa y orden sus troyanos,
ya el rei Latino muerto avía dexado
el ceptro y reino al caro y pío Eneas,
el qual con poderoso señorío
mandava solo a toda la ancha Italia.

     Hasta quando dize que Iúpiter ordenó de subirle al Cielo. En esto anduvo mal (a mi parecer), porque lo uno, la poesía épica es en quanto puede dramática, y no consiente lagunas ni intervalos tan grandes, como es no aver actión desde el casamiento a la translación; y lo otro (como provaremos abaxo), el poema épico no comprehende más actión que de un año. Y también porque acabada la principal actión, las demás an de ser acabadas, quando no sea cosa poca y necessariamente derivada de la principal. Y assí Mapheo, rompiendo estas observaciones, anduvo sin duda errado en la parte última que digo.

     PIERIO.- El sugeto del poema, ¿cómo se podrá sumariamente considerar distincto de los episodios para que sepamos discernir lo que es el argumento, y ellos cómo se le interponen?

     CASTALIO.- En este modo: Un señor valeroso (pongamos por exemplo la Eneida de Virgilio, de que tienen noticia hasta los barberos), procurando hallar para sí y sus compañeros nueva habitación y obtener nuevo dominio, perseguido de Iuno en el viage, passo muchos trabajos y daños. Al fin, después de tantas y de tan graves fatigas, por mar y tierra padecidas, llegó a Italia, donde travada una mui reñida y peligrosa guerra contra los rútulos, y tomada memorable vengança del enemigo, conquistó un nuevo reino para sí y para los suyos. Esto es proprio sujeto de aquel poema; porque el principio del argumento es quando, apartándose Eneas de Sicilia, corrió de improviso una terrible tormenta; el medio, quando, llegado al antiguo Lacio, tuvo guerra contra los latinos; el fin es quando, aviendo muerto a Turno, acabó aquella guerra. Todos los demás son episodios entretexidos para hazer la obra más gallarda y deleitosa, como se a dicho arriba.

     PIERIO.- ¿Ay más que dezir sobre la fábula?

     CASTALIO.- Por agora lo dicho basta. Mas llegados a tratar de cada especie de poesía, no dexará de ofrecerse algo proprio de aquella especie; y la misma ocasión nos combidará a dezir lo que falta, assí desta parte como de las costumbres, sentencia y dictión.

     PIERIO.- Síguese agora la segunda parte, llamada costumbres.



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Tabla tercera

De las costumbres

     CASTALIO.- De las quatro partes essenciales de la poesía, tienen segundo lugar las costumbres. No tomo yo aquí, como filósofo, la costumbre por cosa que signifique simplemente el hábito del ánima, porque esto es común a toda especie de costumbres, y es como género. Pero entiendo y tomo la costumbre por aquello que Aristóteles llamó ethos, que en nuestra lengua no quiere dezir otra cosa que una propriedad nacida del hábito y disposición nuestra, tocante no más que al vicio o a la virtud; por donde colegimos ser los hombres buenos o malos por lo que su naturaleza los inclina al vicio o a la virtud. Y como estas costumbres se echan de ver sólo en dos cosas, en las obras y en las palabras, de aquí viene que la fábula aya de ser morata (digo), que expresse y pinte la tal costumbre del malo o bueno; y que las palabras, ni más ni menos, sean moratas, digo significativas de aquella costumbre. Y para mayor inteligencia desto, que algo obscuramente tratamos, avéis de advertir aquellas quatro differencias de costumbres que pone Aristóteles en su Poética, diziendo que las costumbres an de ser buenas, convenientes, semejantes, iguales. La bondad de las costumbres no se a de considerar por modo simple y superficial, sino por aquellas cosas en que está la bondad. Porque las costumbres que en uno se alaban, en otro no son loables; exemplo sea Néstor, Sócrates, buenos, y una muger buena, y un criado bueno. Qualquiera déstos en su género es bueno; pero comparado uno con otro, no solamente se puede dezir menos bueno, pero malo. ¡Tanta es la discrepancia y diversidad en las costumbres respecto de las personas! Dadme a mí que un esclavo no sea ladrón, que para esclavo, ésta es suma virtud y bondad; pero en un illustre cavallero y príncipe no es alabança ninguna. En una muger, es honra texer, labrar y hilar; y en un hombre, es cosa vituperable. Y por esta causa reprehendió gravemente Philipo, rei de Macedonia, a su hijo Alexandro, porque le halló un día cantando entre unos músicos cosa que para un rei no era decente; Nerón también fue murmurado por muy dado a la música y por hazer versos, y Cómmodo, por ser gran tirador y luchador. Porque estas cosas que en gente inferior son gloriosas y buenas, en los príncipes no son de gloria ninguna. Es, pues, la consideración que si la bondad de una muger se atribuye al varón, si la del esclavo al príncipe, ya no será bondad, sino vicio. La muger casada es buena siendo honesta, vergonçosa, callada y solícita en el regalo de su marido; el criado será bueno, si es fiel, diligente, obediente y officioso en el servicio de su amo; el rey será bueno, si es justo, vigilante, liberal y amador de sus vasallos. Lo mismo dize Horacio:

                               Va a dezir mucho, si el criado que habla
es de buenas costumbres, o de malas;
si habla maduro viejo, o joven servido;
si matrona potente, o presta moça;
mercader trafagante, o despenado
labrador; o si es colco, o es assirio,
o si criado en Thebas, o si en Argos.

     Lo segundo, las costumbres an de ser convenientes, considerando los officios, los estados, las naciones, el sexo y las edades. Y a cada cosa déstas se le ha de guardar su decoro y propriedad, con que se cumplirá este precepto de la conveniencia. Por tanto, el poeta deve poner la diligencia possible en que las personas que introduze guarden lo que conviene a su calidad. Que los mancebos traten cosas juveniles; los viejos, negocios graves; aquéllos, cosas amorosas, como gente llevada de su apetito; y éstos, como sujetos a la razón, cosas guiadas por el consejo y prudencia. Horacio:

                               Si tú quieres saber qué desseamos
el pueblo y yo de ti, escucha. El oyente
en el teatro esperará hasta el plaudite
cómo pintes al vivo las costumbres
de cada edad, y guardes el decoro
a la natura y los mudables años.
El niño que ya sabe dar respuesta
a las preguntas y sellar la tierra
con pie firme, se gloria andar jugando
con los de su tamaño: ya se enoja,
ya se aplaca sin causa, por momentos
muda de gusto. El desbarbado moço,
despedido ya el ayo, huelga mucho
hazer mal a un cavallo, andar con perros,
correr el monte, passear la vega,
a los vicios muy fácil, y enemigo
de recebir consejo. Tarde atento
a su provecho; presto en gastar largo,
presumptuoso, vano y arrogante;
prompto en sus pretensiones y tan prompto
en dexarlas después de conseguidas.
Múdanse con la edad nuestros desseos,
el hombre ya formado no se ocupa
sino en ganar dineros y amistades,
aspirar a mayores cargos y honras;
rehúsa cosas que después le pesa
averlas hecho y aya de mudarlas.
El viejo mil inconvenientes tiene.
Adquiere hazienda, y de mezquino no osa
tocarla: tiembla si a de gastar algo;
en cada cosa vive con mil miedos;
grande dilatador de plazos; tardo
en los despachos, largo en esperanças;
prométese de vida muchos años;
mal acondicionado, mal contento,
gran reñidor, alabador del tiempo
passado, quando moço; quando niño
censor, castigador de los menores.
La juventud, provechos grandes tiene,
ligereza, hermosura, juizio, fueças.
Y la vejez, incómodos muy grandes,
enfermedades, fealdad, olvido.
Ten cuenta de no dar las propriedades
del viejo al moço, las del moço al niño;
antes, al tiempo y uso que tenemos
as de seguir, y acomodarte siempre.

     El poeta, para no pecar contra la conveniencia de las costumbres, conviene sea muy docto y que tenga noticia de cosas, para discurrir en los officios y estados. No se le passó por alto esto a nuestro Horacio:

                               Quien aprendió lo que la patria obliga,
y los amigos; quánto honrar se deve
el padre, y el hermano; quánto el huésped,
que es el officio de conscripto padre,
y del juez; qué obligación y partes
a de tener un general de guerra.
Éste sí que sabrá a cada persona
darle lo que le toca y pertenece.

     PIERIO.- Callando e estado hasta agora. Y aunque se me a offrecido algo que poder dudar, e hecho escrúpulo de conciencia el cortaros el hilo y atajar la corriente de vuestra exposición y mi gusto. Mas ya que avéis hecho alto, entro con dos breves dudas.

     CASTALIO.- Decid nora buena, que quanto más me apretáredes los cordeles, más presto confessaré la verdad.

     PIERIO.- Tras esso voy, y por saber, la digo assí: que si las costumbres (como vos dezís en nombre de Aristóteles) deven ser buenas, excluidos quedamos de pintar y descrivir las partes y costumbres de un rufián, de una alcahueta, de un traidor, de un ladrón y de otros semejantes, que son en la República de mal exemplo, y necessariamente en ellos se ha de hazer imitación de malas costumbres, y el que las pusiere avrá quebrantado vuestro precepto. La segunda duda es: que si no es cosa conveniente atribuir la fortaleza, propria del varón, a la muger, ¿cómo el Ariosto hizo tan valiente a Marfisa y a Bradamante, y Torcato Tasso a Clorinda, y Virgilio a Camila, y Homero a Pantesilea?

     CASTALIO.- No es poco fuerte la primera objección, y que si se a de confessar la verdad, es cosa que se puede disputar en pro y en contra. Y mirad si devo ir atentado en la respuesta, pues sólo por esse inconveniente el divino Platón destierra a los poetas de su República, fundado en esta máxima: Que siendo el poeta imitador de todas las cosas que ay debaxo de naturaleza, por donde está obligado a hazer imitación de las costumbres buenas y malas, y de las actiones buenas y malas, no quiso que uviesse en su República poetas que representassen cosas de mal exemplo. Y por tanto, admitió sólo a aquellos que uviessen de imitar buenas costumbres, como son los que cantan las alabanças de Dios y de los príncipes heroicos y justos. Aristóteles dize también que las costumbres an de ser buenas; pero con todo esso, no nos quita esta variedad de costumbres buenas y malas, como Platón; porque su parecer es que los oyentes o lectores, viendo o leyendo pintada al vivo y representada la vida mala y costumbres malas de hombres facinorosos, conocen el daño y peligro de que se an de guardar, y temen ir por aquel camino, amedrentados del mal fin en que aquéllos acabaron. Y assí doy por solución, que por esto se pueden admitir imitaciones de costumbres malas; principalmente, si estas personas de mal exemplo rematan en algún grave castigo o infortunio digno de sus pecados, con cuyo exemplo tomen escarmiento los oyentes y lectores. Y para que entendáis que no excluye el Filósolo esta variedad de costumbres, oýdle: Eorum unum, idque primum est, ut probitatem prae se ferant utcumque mos inerit, si quemadmodum diction est, tum sermo, tum actio animi propositum qualecumque fuerit indicaverit, improbus quidem si improbum, probus si probum. Que es tanto como si dixera: «Las costumbres an de ser buenas en conformidad de la persona que imitamos: si fuere buena la persona, serán buenas las costumbres; si mala, malas.» Que esso significan aquellas palabras, utcumque mos inerit. De suerte que quando pinto yo las costumbres malas de un rufián o de otra persona ruin, por mi parte son las costumbres buenas, porque las pinto como son. Y pintar yo en este mal hombre costumbres buenas, sería pintarlas malas en razón de poesía; como si las propriedades y costumbres buenas de un buen cavallero las atribuiesse al rufián, sería descrivir malas costumbres.

     PIERIO.- No passéis adelante, que yo descanso con lo que avéis dicho. A la segunda duda, si os parece, me satisfazed.

     CASTALIO.- Esta no tiene dificultad. ¿Vos no sabéis que la poesía imita todas las cosas que ay en la naturaleza, y que aunque ésta crió generalmente a las mugeres cobardes y flacas, que algunas vezes hallamos en las verdaderas historias, y vemos en nuestros tiempos también algunas varoniles y valientes? Como se sabe de Semíramis entre los babilonios, de Hipólita, reina de las amazonas, de Zenobia reina de los palmireos, de Amalasunta, reina de los godos, de Mexeyma, reina de los ethíopes, y de otras muchas que vistieron coraças y blandieron lanças. Pues, dado caso que éstas fueron valientes, ¿por qué no las pintará el poeta tales?

     PIERIO.- Yo assí lo creo, que no se puede negar esso; pero ¿cómo dize Aristóteles: Fortitudo mos est, sed esse vel fortem, vel prudentem utique mulieri non convenit?

     CASTALIO.- Aristóteles dixo muy bien, tomada la costumbre en general; porque la fortaleza y prudencia no compete a la muger, sino al hombre. Y esta propriedad y conveniencia deve considerar siempre el poeta; que essotro es un privilegio particular de naturaleza y una excepción. De manera que Aristóteles dio la regla general, y la naturaleza, la excepción. Lo tercero, las costumbres an de ser semejantes, esto es, que las personas o cosas que an sido en tiempos passados, las imitemos conforme a la opinión y noticia que tenemos de ellas, y no de otra manera. Bien puede el poeta, las personas que inventa y finge, de nuevo hazerlas en su idea y representarlas en su fábula como quisiere: valientes, covardes, astutas, atrevidas, venturosas, infelices; pero los que están ya marcados por el tiempo por justos, como Numa, de fuerça los a de pintar justos, &c. No dize menos Horacio:

                               Quando introduzes, o escritor, a alguno
o píntale según su fama, o píntale
según la conveniencia de su estado.
Si representas al famoso Achiles,
hazle arrojado, duro, inexorable,
iracundo, sin ley, a nadie ceda;
prométase en las armas lo impossible.
Sea feroz Medea, venceguerras;
llorosa, Ino; traidor, Ixión sea;
Io, peregrinante; loco, Orestes.

     Lo quarto y postrero, deven ser las costumbres iguales. La igualdad pide que aquel a quien el poeta le pintare iracundo, le lleve iracundao hasta el cabo; a quien afable, a quien valiente, a quien justo, a quien cauteloso, ni más ni menos. Porque este precepto habla principalmente de aquellos que el poeta innova y finge. La razón desta igualdad es que como las costumbres y actiones provienen del hábito, y el hábito es constante y siempre se sustenta de la misma manera, assí las costumbres en qualquiera persona se deven pintar igualmente. Horacio:

                               Si quieres escrivir algún poema,
fingir nuevas personas y argumentos,
procura de llevarlo hasta el cabo
como lo començaste, de manera
que por todo y en todo, se parezca.

     PIERIO.- Si tanta constancia y igualdad se deve guardar en las costumbres, ¿cómo Demea, a quien introduze Terencio en los Adelphos casi por todo el discurso de la comedia constante en su propósito, al fin della le haze mudar de parecer, y de muy inhumano, le representa afable y halagüeño? ¿Y cómo a otros muchos los vemos también mudar a cada passo costumbres?

     CASTALIO.- A lo primero digo que Demea no muda de condición y costumbres, aunque mude de parecer; pues que forçado y compelido, y viendo que no puede hazer otra cosa sin gran perjuizio de su hijo, lo haze. Y el hazerlo por fuerça, no se lo dexa en el tintero; pues, preguntándole su hermano Micio que cómo avía en él tan repentina mudança, responde: «Yo te lo diré: para mostrar que el ser tú tan blando y tan fácil con mi hijo Esquino, esso no procede de amor verdadero, ni es el término de criança que se deve a los hijos, sino officio de adulador; pero, pues mi vida y mi proceder os es aborrecible, porque no os complazgo en todo, assí en lo justo, como en lo injusto, yo me allano y alço mano desde oy de mi hazienda. ¡Derramad, comprad, hazed della lo que os pareciere!» Según esto, amigo Pierio, bien se ve y consta que Demea no es inconstante en la costumbre con que empeçó. A los demás que mudan costumbre, los podemos condenar como quienes se apartan deste precepto; sino es que introduzís un hombre inconstante, que en tal caso, guardar la variedad es constancia. Y si no es que sueltas las riendas de la razón, va qual cavallo desbocado, dando en diferentes pensamientos, porque: Dum in dubio est animus paulo momento huc atque illuc impellitur. Y si no es quando introduzís una persona medio desesperada, según aquello de Ovidio:

                               Saepe precor mortem, mortem quoque deprecor idem.

O si no es quando pintáis una muger, que hablando generalmente, la muger de suyo es variable, si no miente Virgilio y la experiencia:

                               Varium, & mutabile semper foemina.

     PIERIO.- Ya llevo sabidas en la uña estas quatro condiciones de las costumbres, pero todavía me queda acá cierta rasquija que no me dexa del todo sossegar. Y es que, pues las costumbres nacen del hábito, y el hábito es siempre constante, ¿cómo puede aver variedad en el que tiene tal o tal costumbre?

     CASTALIO.- Dudáis muy bien, y para no gastar almazén de palabras, digo que los movimientos del ánimo, unos son graves, tristes, coléricos, impetuosos, locos, y otros son mansos, leves, agradables y suaves. A aquéllos, llaman los philósophos affectos y passiones; y a estotros, costumbres. De modo que, quando ay mudança causada por alguna passión del ánimo, como son amor, ira, miedo, &e., no diremos que uvo mudança de costumbre. Pero si en los proprios actos, de los que es sola costumbre, uviesse variedad, deve ser condenado el poeta que tal hiziesse.

     PIERIO.- ¿Ay otra cosa que dezir sobre las costumbres?

     CASTALIO.- Un largo discurso podíamos hazer al presente de las costumbres. Según las edades: del niño, del moço, del varón y del viejo. Según la fortuna: del noble, del rico, del poderoso, del fortunado. Según la naturaleza, según el arte, según el parentesco y amistad, según la familia del padre, de la madre, del hijo, del marido, del amante, del amigo, de la hermana, del hermano. Acerca de los affectos: del amor, del odio, de la ira, del miedo, de la confiança, del desdén, de la imbidia, de los celos, de la emulación, de la desvergüença. Considéranse también las costumbres y passiones, teniendo respeto y ojo a las circunstancias del tiempo, del lugar, del estado, de la edad, del sexo, de la patria, de la ocasión. Para todo lo qual os remito al Philósopho en su Retórica, y al obispo Minturno en su Poética; que pues todos éstos son lugares comunes al orador y al poeta, no es precisa obligación de tratar aquí yo por cosa propria la que el retórico trata también por suya.

     PIERIO.- No me parece mal, y más, porque me dais ocasión de passar esto a vista de ojos en los mismos auctores. Dexada, pues, aquí esta segunda parte, vamos a la tercera, que es la sentencia.



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Tabla quarta

De la sentencia

     CASTALIO.- La sentencia, de quien trata nuestra quarta tabla, significa dos cosas: la una, el concepto del ánimo; la otra, lo que comúnmente dezimos sentencia, o dicho moral y agudo. Y aunque es verdad que el concepto es tratado del poeta, como se verá quando digamos de la poesía lýrica (porque allí principalmente tiene su voz y voto), lo que Aristóteles pone aquí por sentencia es lo postrero que dixe. La sentencia, pues, según el mismo Philósopho, es un dicho de cosas universales, no limitadas del tiempo, lugar y personas, ni tampoco de todas las cosas generales, sino de aquellas en quien consisten las actiones humanas, las quales pertenecen a las costumbres y a la común opinión de los hombres, y a los casos que más ordinario suceden, no reduziendo las sentencias a particular ninguno; que tocando en particular, dexan de ser sentencias, como: «La virtud es más resplandeciente que el sol.» Ésta es sentencia porque es universal, y se pronuncia indeterminadamente. Pero si se dixesse: «La virtud de Iuan es más resplandeciente que el sol», ya no es sentencia, porque miró el particular de Iuan. Y por esta causa, Plutarco definió la sentencia, ni más ni menos: «Que era una oración universal que pertenecía a la vida y a las cosas humanas.» Y assí devemos dezir que la materia de las sentencias son las cosas tocantes a las costumbres y a la vida humana. Ésta es la materia, y aquélla la diffinición de la sentencia. Sabed agora en breve sus especies, y a qué personas convienen, y su uso y provecho. Ay unas sentencias simples, sin causa ni razón, porque comúnmente están recebidas, como:

                               Fácil es de engañar quien se assegura.

     Otras, por ser en sí manifiestas y claras, como:

                               Somos polvo y somos sombra.

     De donde se deve colegir claramente que sobre las cosas inciertas y dudosas y fuera de la opinión vulgar, se an de hazer las sentencias acompañadas de su causa. Y esto, de dos maneras, anteponiendo o posponiendo la razón:

                               Pues es la vida corta
¿de dó nos viene la esperança larga?

     Y al contrario:

                               ¿Tanto afanar que importa, si es, mortales,
fuerça bolver a vuestra antigua madre?

     De manera que aquellas sentencias tienen necessidad de razón y provación que tratan de alguna cosa admirable y paradóxica, y no aquellas que pueden passar sin causa:

                               El tiempo largo las passiones cura,
No ay defensión alguna contra el cielo.
Un honroso morir honra la vida.
Buen fin haze, quien bien amando muere.

     Todas éstas son sentencias comúnmente recebidas, aunque más de una vez el humano affecto y costumbre mala suele hazerles punta y contradictión, como:

                               ¿Qué provecho del lauro y mirto viene?
Pobre y desnuda vas, philosophía,
dize el vulgo a la vil ganancia atento.

     No me desagrada la partición de sentencias reales, personales, intelectuales, morales. Real, como:

                               La ira es breve locura.

     Personal, como:

                               Infinito es el número de necios.

     Intelectual, donde se descubre la essencia de las cosas, de que ay muchos exemplos en las Rimas de Dante, y en los Triunphos del Tiempo y Divinidad del Petrarca, como:

                               Sì come eterna vita è veder Dio,
Nè più si brama, nè bramar più lice;
così, Madonna, il voi veder felice
fa in questo breve e frale viver mio.

     Morales, que nos encaminan y enseñan a enmendar la vida, como:

                               Miser chi speme in cosa mortal pone,
ma chi non ve la pone? e se si trova
a la fine ingannato, è ben ragione.

     También es buena partición de sentencias agudas, sonoras y graves; que pues es el officio del poeta enseñar, deleytar y mover, justo es que aya otras tantas maneras de sentencias. Aguda será, como:

                               La vida aprueva el fin, al día la noche.

     Sonora, como:

                               Dichosos ojos que la vieron viva.

     Y aquélla:

                               Si fue dichoso quien la vio en la tierra,
Pregunto, ¿qué será verla en el cielo?

     Grave será, como:

                               Assí en el mundo tiene su ventura
desde el día que nace cada uno.

     Y aquélla:

                               La vida humana es humo que no buelve.

     Estas sentencias que dichas ansí senzillamente son buenas, dichas con varias figuras, o con interrogación o exclamación, tendrán más energía y vigor, como:

                               ¡Un hora desperdicia
lo que apenas se junta en muchos años!

     Esto tiene más fuerça, dicho con exclamación:

                               ¡O vida nuestra, al parecer hermosa,
cómo en una mañana sola pierde
lo que sudando en muchos años gana!

     Y aquélla:

                               ¿Qué importa sugetar tantos países,
y hazer tantas naciones tributarias,
a quien de su apetito torpe es siervo?

     Y aquélla:

                               ¡O tiempo, o cielo, que huyendo engañas
a los ciegos y míseros mortales!

     Y aquélla:

                               Ogni cosa al fin vola,
tanto è il poter di una prescritta usanza.

     Y aquélla es semejante a ésta:

                               Al amor sigue el moço,
al amor sigue el viejo,
tanta es la fuerça de un lascivo gusto.

     En effecto, las sentencias son más efficaces y vigorosas quando llevan en sí algunas de las figuras y colores retóricos, como de qualquier mediano juizio se dexa considerar. El sagaz y docto poeta no pondrá las sentencias en la boca de quien quiera. Principalmente dirá sentencias un hombre viejo, y aquel viejo que tenga uso y experiencia de muchas cosas. Porque no es cosa decente, antes monstruosa, introduzir a un niño diziendo sentencias, como fue tenida por oráculo y por milagro aquella respuesta de nuestro español Séneca, que estando jugando un día en la calle, como niño que entonces era, le preguntaron: «¿Qué hazes, niño Séneca?» Y respondió: «Doy al tiempo lo que es suyo.» Esto es fuera del común concepto que se tiene de un mochacho. Y también sería impropriedad introduzir a una muger con sentencias sacadas y traídas de lo más secreto de la philosophía. Son muy útiles y necessarias las sentencias, porque hazen el poema morato, pues por ellas se conocen las costumbres buenas o malas del hombre, y se descubre su apetito, su inclinación y naturaleza. Últimamente se a de advertir que las sentencias no solamente no sean falsas ni fuera de tiempo; más, que no sean obscuras, ni intricadas, porque yo nunca apruevo aquello que no entiendo. ¿Ni cómo puede ser claro y manifiesto lo que está escondido? El oro, aunque es de tanto valor, ¿que importa, si está encerrado en las venas de la tierra? Tampoco las sentencias se an de dezir muy a menudo; porque la ropa de seda, si estuviesse toda cubierta de franjas de oro, no tendría aquella belleza y gracia que si las tales franjas se pusiessen distinctas con su orden e intervalo. Y la f ruta en el árbol, quanto más poca, tanto más grande y más bella es. Y acordaos quando en vuestro poema interpusiéredes sentencias, que no os hagáis maestro de costumbres. Lo que avéis de hazer es, o narrando alguna cosa de la actión, enxerir algunas sentencias, o introduzir a alguno que las diga de su persona propria. Y esto es todo lo que yo alcanço y puedo dezir acerca de la sentencia, su difinición, sus especies, su uso, y finalmente su provecho.

     PIERIO.- Todo este discurso de la sentencia me parece que lo entiendo y que lo podría repetir si no con tanta claridad como vos, dulcíssimo Castalio, alomenos que echássedes de ver que os e estado atento. Una cosa sola desseo, y no pienso que es fuera de propósito; que pues lo que tratamos es poesía, y lo que se a dicho de la sentencia pertenece tanto al orador como al poeta, me digáis si a caso ay algo en este particular proprio, y tocante sólo al poeta.

     CASTALIO.- Muy aprovechado estáis en la poesía; y por lo que a cada passo objectáis, juzgo que podéis correr parejas en ella con el mismo Horacio. En breve, pues, sabed que el trágico es el poeta que más a menudo puede usar las sentencias, como quien trata materia propria para esto, y como quien introduze personas a las quales conviene alabar, vituperar, acusar, hablar sentenciosamente. Después del trágico, el cómico, porque la comedia dizen que fue inventada sólo para corregir la vida humana. A éste se llega el satírico, como reñidor de vicios y pecados. Luego se sigue el lírico, el qual, o escriva alabanças o vituperios, trata muchas cosas morales. Al fin el heroico, que si bien en la gravedad y en la copia de los conceptos tiene el primer lugar y mayor excelencia, con todo esso, esparze pocas vezes en su poema cosas de moralidad. Porque no siendo su officio reprehender ni vituperar, y no induziendo tampoco recitantes con porfías y contiendas, antes siendo su obligación narrar hechos ilustres, dignos de memoria, ya por simple narración, ya por imitación, no suele entremeter sentencias, sino en pocos lugares, sobre alguna cosa nueva y no pensada, para ilustrarla, como aquello de Virgilio:

                               Quid non mortalia pectora cogis,
auri sacra fames?

     PIERIO.- Esto basta. No digáis más, que ya queda satisfecho mi desseo. Descansad un poco y preparaos para la quinta tabla, porque la dictión, a mi juizio, tiene más largo camino que andar.

     CASTALIO.- Largo, es assí verdad, pero es fácil y llano. Porque, como la mayor parte de la dictión consiste en preceptos de retórica, y los más andados y conocidos, con lo uno se podrá templar lo otro. Y vos con el desseo de oírlo, y yo con el gusto de tratarlo, perderemos el miedo a la prolixidad.



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Tabla quinta

De la dictión

     PIERIO.- Enseñadnos agora cómo se deve hablar en la castellana poesía, que a esso me parece os obliga la dictión.

     CASTALIO.- Dividamos primero la dictión, porque digamos distintamente, y la memoria no ande tan fatigada, y pueda el entendimiento con facilidad favorecernos. La dictión se divide en seis partes: en letras, sýlabas, palabras, número, verso y phrasis.

     PIERIO.- ¿Qué cosa es letra?

     CASTALIO.- Dize el Estagirita que es una voz individua, y no toda voz, sino aquella, no más, que de su naturaleza se puede hazer inteligible. Esto dize a diferencia de las vozes de las bestias, que aunque son de suyo indivisibles, no se puede sacar dellas ningún sentido. Las letras son: a, b, c, d, e, f, g, h, i, 1, m, n, o, p, q, r, s, t, v, x, y, z. Éstas se dividen en vocales y consonantes. Vocales: a, e, i, y, o, u. Las demás son consonantes. La y sirva solamente a las dictiones griegas: sátyra, sýlaba, syrtes. La ph, otro tanto: philósopho, Phidias, phantasma; aunque modernos alphabetistas an querido quitar la y y la ph de nuestro abecedario, fundándose (a lo que pienso) en que ya aquellas dictiones griegas se an naturalizado y hecho castellanas, no errará quien esto siguiere. Pero yo más me atengo al uso antiguo de escrivir, como fundado en doctrina; porque de aquella manera no se confunde la ethymología del vocablo, pues de verle escrito assí, conocemos traer su origen de la lengua griega. En primer lugar están las vocales. Déstas nacen los diphtongos y contractiones. En la lengua castellana no tenemos más que dos diphtongos, au, eu, como: autor, augmento, Eugenio, Euterpe. Es regla de ortographía que quantas vocales tiene una dictión, de tantas sýlabas consta, como romano tiene tres vocales, y por consequencia, tres sýlabas. Pero Euterpe tiene quatro vocales y tres sýlabas, no más, por razón del diphtongo, que es comprehensión de dos vocales en una. En nuestra lengua castellana ay muchas contractiones, que es casi lo mismo que diphtongo; es lo mismo, porque la contractión comprehende también dos vocales en una; no es totalmente lo mismo, porque algunas veces no las contrae, y en el fin del verso, nunca. Estas contractiones llama el griego synéreses, como ai, ei, oi, ie, io, éo, úi, úe, éa, ae, oe, y por ventura algunas otras, como gaita, Zoilo, fiestas, Mancio, fuiste, fueron, crea, trae, roe: Estas tales, en el discurso del verso se deven casi siempre contraer. Petrarca:

                               Nè di lui, nè di lei molto mi fido.

     Virués:

                               Levanta, o Turia, tu serena frente.

     El mismo:

                               Acuérdate de quien es nieto y hijo.

     Turia es de dos sýlabas por la contractión; acuérdate, de quatro; quien, de una; nieto, de dos, y otros infinitos lugares. Algunas destas dictiones ay que ya se contraen, ya no. Aguilar en sus fiestas nupciales:

                               De don Luis Ferrer y de Cardona.

     Y más abaxo:

                               Don Luis Pardo salió noble y gallardo.

     Luis, en el primer verso, tiene dos sýlabas, en el segundo, una. Nunca en el fin del verso se haze contractión, como:

                               Furioso contra mí el francés venía.

     Aquel venía no se puede contraer al fin del verso; antes, puede, como:

                               El francés contra mí venía furioso.

     Aquí, venía es de dos sýlabas, allá, de tres. Pero si la dictión desta suerte tuviere su acento en la última, también al fin del verso quedará contracta, como pie, fue, murió, abrió, combatió, y otros. Si advirtieran estas reglillas algunos, no defendieran que aquel verso o otro semejante a él, es largo:

                               En friá ceniza ya resuelto todo.

     Diziendo que friá es dictión de dos sýlabas, ignorando la contractión que por estar en medio se haze. Ni tampoco defendieran ser verso con final agudo aquél o otros como él:

                               La humana y divina lei.

     Dizen que este verso acaba en acento agudo, y es falso; porque no ay contractión en remate de verso, como queda dicho.

     PIERIO.- ¿En las letras, assí vocales como consonantes, tiene el poeta algo que considerar?

     CASTALIO.- Tiene, y no poco, por lo que dize Aristóteles: Haec differunt inter se figura oris, locis, aspiratione, tenuitate, longitudine, brevitate, acumine; praeterea gravitate, inflexione. De quibus sane in his quae ad metra pertinent, propria consideratio est. Dize que difieren las letras en muchas cosas, y que la consideración dellas toca al poeta, el qual a de tener conocimiento de las virtudes de las letras: Quál es llena y sonora, quál humilde, quál áspera, quál agradable, quál larga, quál breve, quál aguda, quál grave, quál blanda, quál dura, quál ligera, quál tardía. La a es sonora y clara. La o, llena y grave. La i, aguda y humilde. La u, sutil y lánguida. La e, de mediano sonido. En las consonantes se considera espíritu y sonido: el espíritu dize en sí estridor y rechinamiento; el sonido, sacudimiento, aspereza, retintín y bramido. La f y s son espirituosas, como se ve en silvo, sale, saeta, furibundo, furia, fiera, facundo. Y también la h, la qual casi siempre trae su decendencia de la f, como de Fernando, Hernando, de farto, harto, de fado, hado, de fambriento, hambriento. Entre los hombres doctos, poco o casi nada se pronuncia, sino es en las aspiraciones, como ¡Hay!, quando nos dolemos; ¡Ha ha ha!, quando reímos; Hao, hola, quando llamamos. L, m, n son blandas, como leve, luna, lirio, mexilla, amor, médico, Iuno, cano, hermano, aunque la m suele tener un sonido lleno, principalmente con otra m, b, p, como summo, cambio, rompo. C y g hazen no poco sonido, como Caco, gigante. La d es humilde, como Dido, dado, dedo. La p es sobervia y hinchada, como púlpito, trompa. La r suena ásperamente, como acérrimo, parra, carro. La t se dexa bien oír, como tuba, tumulto, tanto. Las quales, juntas con otras consonantes, cobran más fuerça y aliento; porque, más suena tumba que no tuba, y más suena planto que no plato, y más suena canto que no cato. La z sinifica un sordo ruido, como zona, zumbido, Zoroastre.

     PIERIO.- ¿Qué me diréis de las sýlabas que se componen de vocales y consonantes? Aunque yo se que ay muchas hechas de sola una vocal, como amo, elada, ibero, ola, uno.

     CASTALIO.- Todo esso es assí; pero no os quiero dezir agora nada de la sýlaba hasta que tratemos del número, donde es su proprio assiento y lugar.

     PIERIO.- Pues dezid de las palabras, que si déstas no tenéis caudal, harto pobre sois.

     CASTALIO.- Las palabras son de muchas maneras: simples, compuestas, usadas, antiguas, estrangeras, mudadas, nuevas, proprias, translaticias y figuradas. Simples, como guerra, tabla, banco, barca, útil, pozo, dientes, Luna, monte, higo, cuerno, piélago. Compuestas, como venceguerras, entabla, saltaenbanco, saltanbarca, inútil, limpiapozos, mondadientes, plenilunio, Monserrate, cabrahígo, cachicuerno, archipiélago. Los latinos, y más los griegos, fueron muy licenciosos en nombres compuestos. Nosotros no tenemos en esso tanta felicidad, y assí nos escusaremos dellos como de cosa que ilustra poco nuestra lengua. Usadas son las que de presente tenemos recebidas y aprovadas por el juizio de los hombres doctos y celebradas del uso. Antiguas, aquellas que ya no están en uso; pero, porque tienen un no sé qué de reverencia y gravedad, de quando en quando los buenos auctores las an usado, quales son: reproche, fiucia, ducho, barragana, y otros muchos. Estas y otras tales, en tiempo y lugar podrá usar el poeta, a cuyo juizio y discreción lo dexó Horacio:

                               Muchos renacerán vocablos viejos,
y muchos nuevos morirán, que agora
muy validos están, si el uso quiere;
en cuyo tribunal passa el derecho
que en lo que fuere hablar deve guardarse.

     Estrangeras son las palabras que de reino estraño nos an venido, y de quando en quando sembradas por el poema le adornan, y enriquecen nuestra lengua. De Portugal tenemos porcelana, mermelada, caramelos. De Valencia, cantimplora, albornoz, gramalla, conqueta. De arábigo alcuça, albahaca, almaçara, alhóndiga, alcatifa. De Italia, escarpe, foso, plataforma, fodro, velludo, catalufa, espaviento, tropa. De la lengua griega, cama, camaleón, coloquíntida, nardo, carácter, mitra, obispo, arcipreste, metáphora y otros muchos. De la lengua latina, casi toda la nuestra, como calidad, cantidad, elegancia, amor, dolor, odio, parte, carta, flores, campo y otros infinitos. Y como de lengua tan conforme a la nuestra, della podemos tomar prestados muchos vocablos, como lo hizieron los latinos de la griega. Palabras nuevas serán aquellas que por nuestro arbitrio hiziéremos o usáremos hechas por otros, como alloças, alloçado; cosa xarifa, por blanda, mercadante, por mercader; aviar por encaminar. Mudadas son palabras dichas bárbaramente. No deven ser admitidas, ni aun raras vezes. Házense mudando las usadas, como Orlando, por Roldán; Gofrido, por Gofredo; o trasponiendo alguna letra, como drento, por dentro, naide, por nadie; mauseolo, por mausoleo; Grabiel, por Gabriel; o alargando la sýlaba breve, como trafágo, por tráfago; Eólo, por Éolo; o abreviando la larga, como héroes, por heróes. Algunas ay que causan y engendran novedad, como mugir, rugir, balar, zumbir. Rebuélvanse los poetas latinos aprovados y clásicos para que a su imitación se haga otro tanto. Oíd lo que dize Horacio al poeta:

                               Podrá también hazer nuevos vocablos
con que argentar el ordinario estilo;
podrá discreta y muy escasamente,
si se offreciere a caso alguna cosa
oculta de las viejas, refrescarla.
Modesta libertad se da que pueda
fingir palabras en su coyuntura
de los rancios Cetegos aun no oídas;
y serán admitidas y aprovadas
si de la fuente de los griegos nacen
en nuestro idioma usadas pocas vezes.
¿Por qué el romano dio licencia en esto
a Cecilio y a Plauto y se la niega
a Virgilio y a Vario? Y si yo puedo
algo innovar, conmigo se escrupula,
aviendo enriquezido Catón y Ennio
con su lengua el lenguage de la patria
y dado nuevos nombres a las cosas.
Lícito fue y será lícito siempre
el forjar y dezir nuevos vocablos,
con las armas del uso señalados.

     PIERIO.- De las palabras proprias no me digáis nada, si no ay algún secreto en ellas particular.

     CASTALIO.- No le ay, y assí vamos a las translaticias. Estas son los tropos, que llaman los retóricos. El tropo es una translación de la cosa propria a la agena, con alguna virtud y semejança. Los tropos son quatro: metonimia, ironía, metáphora, sinécdoche.

METONIMIA

     La metonimia se haze de quatro maneras. La primera, quando el nombre de la cosa se transfiere al effecto, como:

                               La gente que perdimos, la perdimos
por la violencia del airado Marte.

Marte, por la guerra.

                               Sacan a Ceres de la mar gastada.

Ceres, por el trigo, como dize Cicerón en el libro de la Naturaleza de los Dioses. Llamamos al trigo Ceres, y al vino Libero, segun aquello de Terencio: «Sin Ceres y sin Baceo, no es de provecho Venus.»

     La segunda, quando el effecto se transfiere a la causa. Horacio en la Oda 4, libro I, de sus Poesías:

                               Con pie igual las casillas de los pobres,
palacios de reies torreados,
echa por tierra la amarilla muerte.

     La tercera, quando el nombre de la cosa sugeta le transferimos a la cosa adiunta como:

                               Toda Sicilia es desto buen testigo.

     Y aquello de Virgilio:

                               En la tierra pondrá la ínclita Roma
su imperio, y su valor bravo en el cielo.

Sicilia, por los sicilianos, y Roma, por los romanos.

     La quarta, quando se haze translación del adiunto al sugeto:

                               La crueldad, la sobervia, la luxuria,
la avaricia, a esta patria a destruido.

Crueldad, por los hombres crueles; sobervia, por los sobervios; luxuria, por los carnales; avaricia, por los avarientos.

IRONÍA

     Ironía es quando el nombre de una cosa contraria se pone por otro contrario, con mofa y risa, como Virgilio en el quarto de la Eneida:

                               Honrada loa por cierto y gran tropheo
llevaréis tú y tu hijo; ¡grande hazaña
que una flaca muger quede vencida
por dolo de dos dioses inmortales!

Adonde no quiere dezir ser loa honrada, ni gran tropheo, ni hazaña; sino lo contrario, vil y baxo hecho.

METÁPHORA

     La metáphora es translación de una cosa semejante a otra. Este tropo es tan copioso, que se estiende a todas las cosas naturales, porque ningún proprio y cierto vocablo ay que no se pueda en alguna manera sacar y traer a lugar ageno, como:

                               Conozco el rastro de la antigua llama

     Y:

                               Sulcan las salsas aguas los navíos.

     Y:

                               La nube de la frente ya arrasada.

     Y:

                               Mis sentidos, amor, as saqueado.

     Y:

                               En la flor de su edad esto compuso.

     Y:

                               Arranca las raízes de los vicios.

     Y:

                               Las vides ya comiençan a echar perlas.

     Y otras infinitas metáphoras que, como aya similitud dellas a la cosa propria, ilustran y hermosean la oración.

     PIERIO.- Vamos a la synécdoche.

     CASTALIO.- No vamos, si os parece, porque a este tropo se refieren también la catachresis, alegoría y enigma. Es catachresis una abusión de la propria significación del nombre por alguna similitud que tenga. Y hablando más claro, es una metáphora atrevida y no muy apropriada, como Virgilio en el 2 de la Eneida:

                               Un cavallo edifican como un monte.

     La alegoría es muchas metáphoras juntas, como:

                               No me espantan a mí lobos hambrientos,
que en las manos me e visto de leones,
y escapado con honra de sus manos.
Otros vientos e visto más furiosos
y maiores borrascas e corrido,
y nunca me rendí. ¿Rendirme e agora?

     Enigma es una alegoría obscura, como «Mi madre me engendró, y otra vez ella es engendrada de mí»; «La nieve es engendrada del agua, y después el agua lo es de la nieve».

     PIERIO.- ¿De quántas maneras se haze la synécdoche?

     CASTALIO- De quatro. Primeramente quando el nombre de la parte le damos al todo, como aquello de nuestro Horacio:

                               Mediocribus esse Poetis
     Non homines, non dij, non concessere
columnae.

Donde columnae se toma por el teatro en que se representa, que las colunas son parte del teatro, que es el todo. Y este verso último citado, no le an entendido los intérpretes Acrón, Porfirio, Lambino, Sánchez Brocense, ni Sambuco, ni los demás que yo e visto. Y quiere dezir que ni los dioses, es a saber, ni los poetas lýricos, que cantan a los dioses; ni los hombres, es a saber, ni los poetas heroicos, que celebran a los hombres ilustres; ni las colunas, es a saber, ni los poetas cómicos y trágicos, que representan sus fábulas en los teatros sustentados en colunas, les permiten que sean razonables. Que es tanto como dezir que en todo género de poesía an de ser los poetas excelentes, o no escrivir. Lo segundo, se toma el todo por la parte, como:

                               Quando se transformasse en verde selva.

     Y:

                               Un vasto mar la opuesta popa hiere.

En verde selva, por en verde árbol; un vasto mar, por una gran ola. Lo tercero, quando se toma el género por la especie, como el poeta, por Homero; el orador, por Cicerón. Lo quarto, la especie por el género, como este Homero, este Roscio, por un buen poeta o buen farsante. Aquel Iudas Macabeo, por un valiente.

                               Más iracundo que el Adria; navega por el mar Tirreno.

Adria, por qualquier mar; Tirreno, ni más ni menos, tomada la especie por el género. A este tropo se reduzen dos modos. Quando el singular se toma por el número plural, y al contrario, como: el romano vencedor, por los romanos. «Avemos parecido oradores», dixo Cicerón hablando de sí solo. Y esto basta de los tropos.

     PIERIO.- Todo esto de los tropos ya yo lo tenía sabido de la retórica; mas huélgome de saber que sean comunes también a los poetas. ¿Pero qué me diréis de las palabras figuradas?

     CASTALIO.- Lo que de los tropos; que también usan las mismas figuras los poetas que los oradores. Es la figura cierta manera de hablar apartada del uso común y ordinario. Házese de dos maneras: o por la repetición de la palabra, o por la mutación. Del primer género son la anadiplosis, la epanalepsis, la anáphora, la epístropha, la simploca, la ploca, la poleptoton. La anadiplosis es repetición conjunta de la misma palabra, como:

                               Mirad, mirad de amor el dulce engaño.

     Y:

                               Guarda, guarda, que viene el enemigo.

     La epanalepsis es una disjunta repetición de la palabra o razón:

                               Vives, y vives para daño nuestro.

     Y:

                               ¿Qué puedo yo hazer, desventurado,
de uno y otro contrario perseguido,
y mi vida en tan gran peligro puesta?
¡Qué puedo yo hazer, desventurado!

     La anáphora es repetición de la palabra en los principios de los incisos, de los membros y de los períodos. En los incisos, como: «¿Qué significa esta locura, esta aceleración, esta grande temeridad?» También: «No la fuerça, no la maldad, no el latrocinio.» En los membros, como: «Ministros son de las leyes los regidores: intérpretes de las leyes los juezes: todos somos, en fin, siervos de las leyes, porque podamos ser libres.» En los períodos, como: «Acúsanle aquellos que pretenden robarle su hazienda. Acúsanle aquellos que le tienen odio mortal. Acúsanle aquellos que le querrían ver despojado de la hazienda, con que tantas vezes dél fueron socorridos.» La epístropha es conversión de la misma palabra al cabo, como: «¿Doléisos de ver acabados dos exércitos del pueblo romano? Acabólos Antonio. ¿Echáis menos tantos y tan excelentes ciudadanos? También nos los a quitado Antonio. ¿La auctoridad deste senado está aniquilada? Ala aniquilado Antonio.» Simploca es una complexión de la palabra en el principio y fin, como: «Muchos y graves dolores están sugetos a padecer los padres, muchos.» Y Virgilio en el lib. de la Eneida:

                               Cessas (dize el Troiano Eneas), cessas.

     Y en el primero:

                               Muchas cosas de Príamo pregunta,
y de Héctor le pregunta muchas cosas.

     Otra manera ay también de complexión, quando en los principios se repite una palabra, y en los fines otra, como: «¿Quién echó a Catilina, peste de la patria? Tulio. ¿Quién libró la República de homicidios y sacrilegios? Tulio.» Ploca es un trastrueco de palabras, como Cicerón en Bruto: «Crasso era el más escaso de los francos, y Scévola el más franco de los escassos.» Y: «Ana es la más hermosa de las feas, y la más fea de las hermosas.» Y aquel dicho de Alexandro a Ephestión: «Yo recibiera esta suma de dinero, si fuera Alexandro.» Respondió Alexandro: «Yo también si fuera Ephestión.» Políptoton es una iteración de la palabra, mudados los atributos, como: «¿Quién dio este dinero? ¿A quién se dio? ¿Para qué intento y effecto?» Y: «Cierto lugar, cierta ley, ciertos abogados pide esta cosa.» Y: «Dixeras tú lo que pretendías para tu hijo; o dixéralo tu hijo, que yo con sólo dezirlo tú, o él, lo concediera.» Y esto basta de las figuras.

     PIERIO.- ¿Cómo basta? ¿No dividistes las figuras y llamastes unas de repetición y otras de mutación?

     CASTALIO.- Tenéis mil razones: la memoria es flaca. Huélgome de tener en vos tan buen ayudante. Éstas son dos, no más: paranomasia y epanorrhosis. Paranomasia es una mutación de la palabra en otra semejante, como: «Vino a ser este maestro de orador, arador.» Y a un soldado cobarde que no quería escuchar cierta razón, dixo otro: «Dexalde, que está más hecho a huir que a oír.» Y una noche, encontró la Iusticia dos hombres, y como se suele hazer rondando, preguntóles quiénes eran. Y dixo un escrivano que acompañaba a la Iusticia, conociéndolos: «Señor, el uno es lancero y el otro lencero.» Epanarrhosis es una corrupción de la palabra dicha, poniendo en su lugar otra, como: «O dichoso cavallero, que tiene tales correos, o por mejor decir pegasos.» Y Cicerón, defendiendo a Celio: «¿Siempre a de aver enemistades entre mí y el marido desta muger? Hermano, quise dezir. Siempre yerro aquí.»

     PIERIO.- Aquí también se da fin a las palabras figuradas. Prosigamos nuestro camino según la orden dada. Agora devéis tratar del número y sýlabas, que para este lugar reservastes.

     CASTALIO.- El número se considera en tres lugares: en el baile, en el canto y en la oración. Aquí no tratamos sino del número de la oración. Y porque la oración es en prosa o en verso, solamente nos toca tratar del número del verso. Éste, pues, es una composición medida de palabras. De donde se colige que hallándose el número especialmente en las cosas cuyos tiempos se juzgan con el movimiento, como en el canto, con la medida de las vozes; en las cuerdas, con el herir de los dedos; en el bayle, con el golpe de los pies, assí en el dezir, cuya pronunciación está sugeta a la medida del movimiento, con el herir de las sýlabas señalamos los intervalos de las palabras. Según esto, para hazer el verso numeroso, conviene conocer los tiempos de las sýlabas. Y porque de las sýlabas se haze la dictión, y cada dictión tiene su acento, también es necessario tener noticia de los acentos. Y pues de sýlabas y acentos consta el verso, por consequencia devemos tratar del verso, principal ornamento de la poesía. En la sýlaba se estudia la cantidad, porque unas son breves, y otras largas. La breve consume un tiempo, y la larga, dos. Esta cantidad no pertenece al poeta vulgar, porque en los versos de qualquier lengua vulgar no se mira la cantidad de las sýlabas como entre los latinos y griegos. Pero considéranse los acentos grave y agudo, que con el circunflexo no se tiene cuenta; como en esta palabra, románo, la sýlaba de en medio goza de acento agudo, y la primera y última son graves. Y ésta es máxima, que una dictión, por larga que sea, no puede tener más de un acento agudo.

     PIERIO.- Exemplificadme esso por vuestra vida, para que yo mejor lo entienda.

     CASTALIO.- O la dictión es monosýlaba o polisýlaba. Si es de una sýlaba, el acento que tiene es agudo, como sol, mal, bien, &e. Si es de dos sýlabas, la primera es aguda, y la otra, grave, como canto, cielo, ramo, &e. Si es de tres y de más, o tiene la penúltima breve o larga. Si larga, en ella está el acento agudo, como castelláno, Espáña, &e. Si la penúltima es breve, el acento agudo predomina en la antepenúltima, como cántaro, pacífico, melancólico, precipitándose, &e. Sabido esto, avéis de saber que la buena medida del verso consiste en poner en sus devidos lugares el acento predominante. Y para que nos entendamos, todas las vezes que dixere el acento a solas, entended el agudo, que es el que haze numeroso el verso. Los géneros de versos que usamos en nuestra lengua son italianos y castellanos. Digo italianos, porque su composición la inventaron los italianos. Éstos, unos son enteros; otros, rotos; los enteros, o son sueltos o ligados. Los sueltos se llaman assí porque no llevan consonante ninguno. Pero, ya que van libres del concento y armonía de los consonantes, deven ser hechos con mucho artificio, con mucho tropo y figura, muy rodados y elegantes, lo qual suple la falta de la consonancia. Los versos enteros constan de onze sýlabas, como:

                               Cuando me paro a contemplar mi estado.

     Y advertid que este verso heroico a de tener, quando menos, acento en la sexta sýlaba, so pena de no ser numeroso ni aun verso, como:

                               O dulce paz, sol cláro de mi alma.

     Si allí faltara acento, de ninguna manera le juzgárades por verso, como:

                               O dulce paz, cláro sol de mi alma.

     Y:

                               Contrario naturalmente de buenos.

     PIERIO.- El primer verso bien veo yo que por falta de acento en la sexta está desbaratado, pero estotro no me dissuena al oído.

     CASTALIO.- Ya os avéis olvidado que cada dictión no puede tener más de un acento, y ésse predomina en la penúltima sýlaba, como no sea breve.

     PIERIO.- Digo que no estoi olvidado dessa regla; mas, si se deven consultar las orejas, paréceme que aquel verso corre bien.

     CASTALIO.- ¿Sabéis por qué no os suena mal? Porque esta dictión naturalmente la consideráis vos dividida en natural y mente, y assí este verso:

                               Contrario naturálmente de buenos.

Viene a tener el acento en la sexta. Pero poned el acento en la penúltima, como se deve, y no será verso.

     PIERIO.- Elo entendido, y es assí. Ya conozco que no está numeroso; mas, para estarlo, ¿quántos acentos a de llevar el verso?

     CASTALIO.- Tres: en la quarta, sexta y octava, como:

                               Virgen hermosa, madre dulce y pía.

     PIERIO.- En esse verso, cinco acentos me parece a mí que ay, porque ay en él cinco dictiones, y por fuerça deve de aver en ellas otros tantos acentos.

     CASTALIO.- No me descontenta la duda, y yo tengo la culpa de que vos, con razón, reparéis en esto. El verso tiene sus mensuras, por las quales se escande; cada mensura comprehende dos sýlabas, y en la segunda sýlaba de cada mensura se considera el acento. Y aunque le aya en la primera, no queda numeroso el verso, y assí no se haze caso de aquel primer acento, como:

                               Virgen cándida, divína María.

Veis aquí un verso de onze sýlabas con quatro acentos (si verso se puede dezir), y totalmente no es numeroso; y es la causa no estar los acentos en sus lugares, que es en la segunda sýlaba de cada mensura. Solamente en la dictión María está el acento bien puesto. Pero nunca contamos el acento de la décima sýlaba, aunque es legítimo acento, porque forçosamente le a de aver allí. Y en los demás lugares se varía de modo que unas vezes el verso tiene el acento en la quarta y octava, y es numeroso, como:

                               Bèlla Marìa, soberána estrella.

     Otras vezes, en la sexta, no más (no hablo de la décima por lo que está advertido), como:

                               Virgen santa, bellíssima María.

     Otras vezes, en la segunda, quarta, sexta, octava, décima, que es todo lo que puede ser, como:

                               María vírgen bélla mádre espósa.

     Quede esto, pues, assí assentado, advirtiendo que quantos más acentos tuviere el verso, es más numeroso. Y que aunque esto es verdad, conviene hazerlo, ya con dos acentos, ya con tres, ya con quatro, ya con cinco. Porque la variación engendra gusto, y el cuidado y demasiada afecta molestia.

     PIERIO.- Ya con esta lectión sabré yo hazer un verso, si la vena me ayuda.

     CASTALIO.- Guárdeos Dios de hazer un verso, que hecho uno, os podréis aparejar para cien mil. No e visto facultad más atractiva y menos provechosa. El entendimiento corre tras ella ansiosíssimo, y parece que está en su centro quando se ocupa en poesía. Que como él tiene tanto de divinidad, y la poesía es furor divino, vive en su reyno quando discurre sobre poéticos sugetos. Y de aquí les viene a los poetas ser tan pobres; que como el oro, plata y hierro están en las profundas venas de la tierra, y ellos se transmontan al alto cielo, pierden de vista la pecunia necessariamente. Buelvo, pues, a mi propósito, y digo que tras un verso se sigue una copla, que son dos versos, porque copla viene de cópula, que es junta de dos. Tras la copla, el terceto, quarteto, octavas, cadenas, sonetos, ovillejos, sextinas, madrigales.

     PIERIO.- Buena cantera avéis descubierto. Ya me compongo de nuevo a oíros.

     CASTALIO.- No os dé pena, que yo seré breve.

     PIERIO.- Más pena me da oíros esso. Alargaos todo lo que os pareciere justo, que yo oigo con affición, y desseo ser enseñado.

     CASTALIO.- Obedezco. La octava rima es una composición ilustre y grave, propria y apta para la poesía épica. Llámase estancia por excelencia, aunque estancia es nombre general, porque propriamente significa una copla de cada género de verso. Digo una copla extensivamente, en el modo que vulgarmente se entiende, como una redondilla, un terceto, una octava, una copla de una canción. Y assí diremos que un canto tiene ochenta o noventa estancias, &e. Pero ase de entender que las octavas no se deven hazer sino en sugeto heroico y obra larga y continuada, principalmente en que aya narración. Aunque el Bembo hizo del amor un canto solo de cincuenta estancias, que es lo menos que en este verso se a visto de poeta docto. La primera comiença:

                               Ne l'odorato e lucido Oriente, &e.

     Este canto traduxo Boscán en castellano, y comiença:

                               En el dorado y lucido Oriente, &e.

     En la primera palabra se engañó que odorato no quiere dezir dorado, sino oloroso. Los poemas heroicos (a que sirven las octavas), unos los dividen en libros; otros, en cantos. Úsanse en los principios de los libros o cantos ciertos lugares comunes, aplicados luego a la actión propria que se lleva entre manos; pero esto es libre y no obligatorio. La octava se compone de quatro coplas; las tres guardan el mismo concento, y la quarta diferente, como Ab, ab, ab, cc. Piensan algunos que cada verso a de cerrar su sentencia, o, alomenos, cada copla. No ay tal obligación. La común es (aunque la suele aver en cada copla) averla en cada quarteto, y aun a vezes se viene discurriendo a la tercera copla, y a la quarta, y no pocas veces a una octava. Y en resolución, hasta tres octavas puede correr la sentencia sin parar. Veis aquí la sentencia acabada en un verso:

                               Amor lo vence todo, a él nos rindamos.

     En una copla:

                               Suele el amor cruel en pocas horas
hazer la piedra dura cera blanda.

     En dos coplas:

                               Atento al son de las parleras aves
Damón dexa pacer a su ganado
acá y allá las yervas más suaves,
en el divino canto transportado.

     PIERIO.- No digáis más; ya lo tengo entendido. ¿Que en resolución puede correr la sentencia hasta tres octavas cumplidas?

     CASTALIO.- Digo que sí, y que esto lo hallaréis en poetas épicos famosos.

     PIERIO.- Yo e visto disputar entre modernos poetas si es bueno o no, acabado un verso, reservar el epíteto para el principio del siguiente, o acabado el verso en el epíteto, darle el sustantivo en el siguiente verso y concluir, que no es bueno.

     CASTALIO.- Bien modernos deven ser los que esso dizen. Ariosto, Petrarca, Tasso, Bocacio, Alemán, Serafino, y de los nuestros, Garci Lasso, Montemayor, Erzilla, Barahona, Cames y otros usan dello no pocas vezes, a cuya lectión remito los incrédulos. Y Bembo y Minturno dizen que dessa manera cobra el verso más gravedad y va más encadenado; y dessotra, cada verso de por sí haze la composición humilde. ¿Qué causa ay para reprovar estos versos?:

                               ¿Quién sufrirá los rayos del ardiente
canícula?
En el silencio amigo de la Luna
sorda.

     Digo que no se pueden reprovar, y principalmente siguiéndose el relativo que, como:

                               Su divina beldad es la leona
fiera, que mis entrañas despedaça.

     Sólo se deve en esto y en lo demás considerar que la medida y moderación es buena siempre. Después de las octavas, el verso más grave son las cadenas, que vulgarmente llamamos tercetos. Estos se texen de dos maneras. La una aba, bcb, cdc, al último terceto se le añade un verso con que haga concento, como pqpq. Lo mismo que dixe en las octavas del correr de la sentencia, passa aquí. Lo común es reposar el espíritu a cada terceto; pero también se halla que passa al siguiente verso, y aun a tres, quatro y cinco tercetos. La segunda manera es como enseña Trissino en su Arte: cada terceto de por sí, como aba, cdc, efe, &e. El ovillejo se acuerda a la mitad del siguiente verso, como:

                           Agora que el calor menos offende,
y el verde chopo estiende más la sombra.

     PIERIO.- Mirad, que os dexáis los sonetos entre renglones.

     CASTALIO.- No los olvido, pero resérvolos para quando tratemos de la lýrica, pues pertenecen a ella. De las sextinas y madrigales hablaremos en la lýrica juntamente con los sonetos, que si los puse en este lugar fue porque se componen de versos enteros italianos, que es la materia que tenemos puesta en tabla. Allá también diremos de los versos rotos, pues de entrambos se hazen las canciones.

     PIERIO.- ¿Qué me dezís de los versos castellanos?

     CASTALIO.- Poco y brevemente, por ser cosa tan sabida de los nuestros. Ay versos de arte mayor y menor. Los de arte mayor murieron con nuestro buen Iuan de Mena y sus camaradas. Pero, por si uviere algunos afficionados a la antigüedad, diré con qué reglas se componen, que aun los de aquel tiempo anduvieron con báculo en esto. Pinciano dize que consta el metro de arte mayor de doze sýlabas, y que quiebra con el acento en tres partes: la una, en quinta sýlaba, y la otra, en octava, y la otra, en undécima, como:

                               Al muy prepoten - te don Iuan - el segun - do.

     Yo no sé qué le movió a hazer esta partición tan sin fundamento. Para acortar de razones, digo lo que se a de observar. Este verso consta de doze sýlabas, es bipartito, tiene seis sýlabas distinctas, y luego otras seis:

                               Al muy prepotente - Don Iuan el segundo.

     Ya sabemos que qualquier género de versos se escande por sus mensuras. Pues éste tiene seis mensuras, cada una de dos sýlabas, según emos dicho. Midiendo, pues, el medio verso, es de saber que el acento de la primera mensura predomina en la segunda sýlaba, y essotros dos acentos en la primera sýlaba de cada mensura. Y lo mismo se a de guardar en el otro medio verso, como:

                               Cantád músa mía - la más crúda guérra.

     Estos son los acentos que en rigor a de llevar. Pero bien puede en la segunda y en la quinta mensura faltar su acento, como:

                               O dúro accidénte - dolór inhumáno.

     Y todos los versos deste género, hechos de otra manera no serán numerosos. Este verso puede también constar de diez sýlabas, por acabar los finales de cada medio verso en acento agudo, como:

                               Guerrero leal, caudillo español.

     También puede ser de onze, como:

                               Cruel es amor si tal cosa sufre.

     También puede ser de treze, como:

                               Amor solo basta a turbar nuestros ánimos.

     La textura destos versos la podréis aprender (que bien fácil es) en las Trezientas de Iuan de Mena. Los versos castellanos de arte menor constan de siete sýlabas, si acaban en acento agudo; de ocho, si en grave; de nueve, si en esdrújulo, como:

                               Dulce mal, dulce dolor. 7
Tanta gloria en tantas penas. 8
¿No te mueven estas lágrimas? 9

     Este verso menor castellano para ser suave y numeroso tendrá el acento sobre la primera sílaba de cada mensura, como:

                               Cláras fuéntes, mánsos ríos.

     También estos versos menores tienen sus quebrados, que es la mitad de un entero, como se ve en aquella compostura de don Iorge Manrique:

                               Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando.

     Destos quebrados se forma también su género de versos de quatro sýlabas, como:

              En el prado
de tu olvido
a crecido
mi cuidado.

     Y de seis sýlabas, como:

                        Ved qué tal y cómo
tengo el coraçón,
pues la confusión
por remedio tomo.

     De suerte que tenemos en la poesía castellana versos de quatro sýlabas, de seis, de ocho y de doze. Quando vengamos a la lýrica (si no me olvido) os diré cómo se pueden hazer canciones lýricas de verso castellano de arte mayor y menor, aunque cosa nueva y nunca vista.

     PIERIO.- Muchas cosas me reserváis para la lýrica. Ya quisiera llegar allá, aunque no con pérdida destotro.

     CASTALIO.- Vamos por nuestros passos contados, que poco a poco se anda gran camino.

     PIERIO.- La postrera parte de la dictión es la phrasis.

     CASTALIO.- Ya lo veo. La frasis poética es algo diferente de la oratoria y de la familiar; que si bien ay pocos términos en prosa que no se puedan usar en verso, ay muchos en verso que no se pueden usar en prosa. El poeta dize: el escudo de Bacco, por la copa; y la copa de Marte por el escudo; los cristales, los mármoles, los espejos del mar, por el agua; salió Phebo de lavar sus cavallos en el Océano, por salió el sol; el silencio de la luna, por la luna menguante; dexó la Aurora el lecho de Titón, por rompió el alba; ceñido las sienes de laurel, por ceñidas las sienes de laurel; habla benigno, ríe dulce, huele suave, mira cruel, por dulcemente, suavemente, cruelmente; dar palabras al viento, por hablar en vano; soltó la voz de la garganta, por habló; y otros infinitos términos regalados en la poesía y no admitidos en la oración soluta. Vulgatíssimo y muy cierto es aquel precepto que la phrasis es de tres maneras: grave, mediana y humilde. Mas esto no se deve tomar a bulto y sin prudencia, porque se engendraría un absurdo torpíssimo. Lo primero avéis de considerar, que la phrasis humilde poética no es humilde respecto de la común, que el verso más baxo se levanta buena cosa del suelo. Es la poesía una cosa divina, y assí la baxeza desta divinidad frisa con la altura del estilo humano. Puestos ya en el cielo de la poesía, emos de imaginar tres grados, uno más alto que otro. Y assí, lo segundo a que se a de mirar es el decoro de la persona del que habla y del que oye: la edad, si es moço o si es viejo; la professión, si es philósopho, governador o soldado; el género, si es varón o si es hembra; la materia, si es grave o si es humilde. En todo esto entra el juizio del buen poeta, y con esto ha de acomodar las phrases convenientemente. La phrasis, en conclusión, a de tener estas siete virtudes: clara, grave, ornata, presta, morata, verdadera, grande. La clara (que también se dize senzilla y pura) se haze con sentencias usadas, con palabras comunes y proprias puestas sin mucha diligencia, como:

                               Benedetto sia'l giorno, il mese, e l'anno
e la stagion, e'l tempo, e l'hora, e'l punto,
e'l bel paese, e'l loco ond'io fui giunto
da duo begli occhi che legato m'hanno.

     Esta phrasis vendrá a ser gallarda, si las palabras comunes que usamos fueren preparadas y escogidas, dividiendo las cosas que se dixeren para que con la división queden distinctas y con la electión queden elegantes. Esta virtud de la claridad tiene por contraria a la phrasis confusa y obscura, aunque la confusión es a vezes necessaria: Quando queremos significar el affecto de la vergüença, del miedo y de un grande dolor. Que en tales casos, la oración confusa es virtuosa y buena. La obscuridad se deve huir cielo y tierra; que los términos intricados quitan la luz al entendimiento. ¿Y cómo me puede agradar a mí la cosa que no entiendo? Verdad es que el verso, como lleva la obligación de la medida y el concento del número, no puede ir tan senzillo y claro como la prosa. Y ésta no se llama obscuridad, antes numerosa y suave oración. Otras vezes es el verso obscuro por la doctrina que vos en él encerráis y yo no alcanço. Y ésta no es obscuridad del poeta, sino de la ignorancia mía. De manera que solamente vituperamos la phrasis enigmática y obscura aun para los hombres doctos. Grande, magnífica, ilustre y espléndida será, tratando cosas grandiosas, de Dios, de lo sanctos, de los príncipes o de la naturaleza, con graves sentencias, palabras peregrinas y translaticias, con artificiosa composición hechas, como aquella estancia de Lope de Vega Carpio:

                               Oídme agora en tanto que anticipo
vuestra dichosa edad a la dorada
con el pinzel de Apeles y Lisipo,
en otra tabla de laurel cortada,
que espero Sereníssimo Philipo
ver el águila vuestra coronada
del mismo sol, y que a sus plantas bellas
estén del otro Polo las estrellas.

     Ornata será la que se haze con mucha gallardía de palabras nuevas, escogidas, limadas, ilustradas con tropos y figuras, y levantadas de punto con la colocación de sýlabas y dictiones aptamente traídas, como el mismo Carpio:

                               Ya por el prado o la zabana verde
marchando viene el escuadrón formado,
que de las caxas el compás no pierde,
más que de azero de sobervia armado.
No ay eco en tierra o mar que no concuerde,
poniendo bríos al menor soldado,
para que alegre y arrogante marche
con el acento que despide el parche.

     La phrasis presta y apresurada será quando con menudos y espessos incisos, miembros y períodos, y con frequentes interrogaciones, y con palabras significativas de ligereza, incitamos y movemos los ánimos, como aquello de Virgilio:

                               Ferte citi arma viri, date tela, invadite ferro
     Hostiles acies.

Morata es la phrasis que comprehende y descubre las costumbres del hombre, guardando las circunstancias de las cosas, de los officios, del lugar, del tiempo y de todo aquello que llamamos ley del decoro. Y assí la phrasis, unas vezes es magnífica; otras, clara; otras, confusa y obscura; otras, áspera y agra; otras, benigna y dulce; otras, sutil y aguda. Verdadera es la phrasis en que cada uno se mostrará de fuera, qual de dentro está dispuesto, sin fingir ni preparar cosa ninguna; la qual se echa de ver, si lo que dixéredes llevare lisura y llaneza, como cosa dicha extemporalmente. Exempli gratia: Si uno fuesse hallado de repente en un hurto o adulterio, lo que en tal caso dixere siendo preguntado a de ser con palabras desnudas de todo artificio y ornato. La phrasis grave no se dize assí porque hable el poeta con palabras antiguas, nuevas, metaphóricas, remotas del uso quotidiano y gallardamente compuestas, sino aquella que aunque mirando lo interior es grave, no lo parece. En la qual manera tanto más se pone de arte, quanto más en ella la gravedad se dissimula, como:

                               U son hor le ricchezze, ú son gli honori
e le gemme, e gli scettri, e le corone,
le mitre con purpurei colori?
miser chi speme in cosa mortal pone.

     PIERIO.- Bravamente avéis passado vuestra carrera. Con esto avéis concluido, no sin gloria, las cinco tablas de la poesía primeras in genere. Ya estaréis cansado; y lo uno porque cobréis aliento para el trabajo venidero, lo otro porque ya el sol traspone al otro hemispherio, vamos a cenar, que es hora, con que me prometáis que mañana en este mismo lugar acabaréis las otras cinco tablas, cumpliendo vuestra palabra y mi desseo.

     CASTALIO.- Harto interesso yo en satisfazer a tan buen gusto, como el vuestro. Yo os prometo, siendo Dios servido, de bolver mañana aquí, con una condición: que os vengáis a cenar conmigo lo que uviere, que entre amigos un ordinario es banquete.

     PIERIO.- Acepto. Vamos, que ésta para mí será más que Saliar cena.

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