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ArribaAbajoLas hermanas de leche

Drama en un acto


Este drama y el siguiente están traducidos por L. E. S. M. de B., niña de 12 años de edad


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PERSONAJES
 

 
MADAME DE PREVAL.
BEATRIZ,   de edad de 10 años, su hija.
LEONOR,   de edad de 9 años, su hija.
MARGARITA,    ama de leche de las dos.
MARIQUITA,   hermana de leche de BEATRIZ.
JUANITA,   hermana de leche de LEONOR.
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Escena I

 

La escena es en Francia, y en casa de MADAME DE PREVAL.

 
 

LEONOR sola.

 

  ¡Bueno! Ya estoy sola: creerán que he subido a estudiar y nadie vendrá a incomodarme. Nunca tengo mayor diversión que cuando estoy mirando mis gorras y mis cintas.  (Abre algunos cajones y va a sacar algunas cosas cuando oye ruido, y se para.)  Pero ¿No es la voz de mamá que sube la escalera?

 

(Cierra precipitadamente los cajones, abre su piano y empieza su sonata por la mitad afectando el no ver a su madre que acaba de entrar.)

 


Escena II

 

MADAME DE PREVAL, LEONOR.

 

MADAME DE PREVAL.-  ¿Leonor, a dónde está tu hermana?

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LEONOR.-  En el jardín, mamá.

MADAME DE PREVAL.-  ¡Siempre en el jardín! ¿Y qué hace en él?

LEONOR.-  Coger mariposas, sin duda.

MADAME. DE PREVAL.-  ¡Linda ocupación para su edad! No he visto chica más desvanecida: nunca piensa en nada serio, y a pesar de ser la mayor, es la que tiene menos juicio.

LEONOR.-  Me parece que haré bien en no imitarla: ¿No es verdad, mamá? ¿Está V. contenta conmigo?  (Besa la mano de su madre de un modo cariñoso.) 

MADAME DE PREVAL.-  Sí, hija mía. Aunque más pequeña eres más juiciosa, y no dudo que cada día serás más digna de mi cariño.

LEONOR.-  Sí, mamá, yo se lo prometo a V.

MADAME DE PREVAL.-  ¿Qué hacías aquí sola en tu cuarto?

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LEONOR.-  Estaba estudiando la lección de piano; y aunque el maestro no vendrá hoy, no he querido dejar pasar la hora sin estudiar.

MADAME DE PREVAL.-  Muy bien, hija mía, pero vamos a otra cosa: tengo que salir y tardaré una hora: cuando tu hermana vuelva, acuérdate de decirla lo descontenta que estoy con ella.

LEONOR.-  Déjelo V. por mi cuenta, que ya le diré lo que hace al caso.

MADAME DE PREVAL.-  Sí, sí, échale de mi parte una buena peluca que bien lo merece. Si no hiciere caso me entenderé con ella.

LEONOR.-  Está bien, mamá.

MADAME DE PREVAL.-  Siento encargarte una cosa tan desagradable, conociendo que te causará repugnancia.

LEONOR.-  Cuando es por puro cariño...

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MADAME DE PREVAL.-  Tú la mimas mucho, y no lo aciertas, porque abusa de mis bondades.

LEONOR.-  ¿Mamá: volverá V. pronto? Ya sabe V. que estoy siempre triste lejos de V.

MADAME DE PREVAL.-  Sí, hija mía. Tardaré lo menos que pueda. Mi mayor alegría es verte: tú eres quien me consuela en las pesadumbres que tu hermana me hace pasar, a Dios.  (Besa a LEONOR y se va.) 



Escena III

 

LEONOR sola.

 

   (Al instante que MADAME DE PREVAL está fuera del cuarto se va a mirar al espejo, y se compone el pelo.)  Ya sabía yo que era mejor que mi hermana. ¡Buena peluca la espera! Apostaría a que está hablando de las coles o de las lechugas con el hortelano, o jugando con las chicas de la Isabel, y les da todo su dinero en vez de emplearlo   —217→   en cintas. Nunca piensa en ninguna cosa formal: nunca.



Escena IV

 

LEONOR, BEATRIZ.

 

BEATRIZ.-   (Entra saltando con una cajita de cartón en la mano.)  Hermana, hermana, ¡mira qué mariposas tan bonitas traigo en esta cajita!

LEONOR.-   (Con retintín.)  ¡Qué cosa tan maravillosa!

BEATRIZ.-  ¡Cuando yo te aseguro que son bonitas! Tienen como una red de oro en las alas.

LEONOR.-  Una señorita de tu edad y de tu nacimiento debería tener vergüenza de jugar con esas niñerías.

BEATRIZ.-  Serán niñerías, pero te aseguro que me divierten infinito.

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LEONOR.-  ¿Pero, por qué no empleas mejor el tiempo ¿Por qué no estudias la lección de piano, como hago yo?

BEATRIZ.-  Porque me fastidia, y me gusta más oírtelo tocar a ti.

LEONOR.-  Lo que te gusta es correr por el jardín como una loca.

BEATRIZ.-  Es muy cierto; pero no lo puedo remediar. Cuando el maestro con aquella cara tan adusta, está a mi lado gritando sin cesar: ¿qué es lo que hace V. señorita?... Soltura... compás... eso no vale nada... empiece V. otra vez: te aseguro que llegó a aburrirme, y no tengo el pensamiento en otra cosa que en acabar pronto, y escapar al jardín.

LEONOR.-  ¿Y qué hay en ese jardín que te embelesa tanto?

BEATRIZ.-  Nadie que me reprenda, y así cojo cuanta fruta puedo, hago ramilletes de las flores más   —219→   bonitas que encuentro, poniéndome en la cabeza las que más me gustan: después voy a buscar a las niñas de la Isabel, y nos divertimos en echarnos a rodar por la yerba. Ya ves que en esto no hacemos nada malo.

LEONOR.-  Ya haré yo que mamá te lo prohíba: entretanto ten entendido que está muy enfadada contigo, y me ha encargado que te eche de su parte una buena reprimenda.

BEATRIZ.-  Mucho sentiría disgustar a mamá, y daría cualquier cosa por tener desde este momento tanta afición al piano como tú sin otro objeto que complacerla; pero no te dé cuidado que esta afición ya vendrá con el tiempo, y tú verás que pronto te dejo atrás.

LEONOR.-   (Irónicamente.)  Eso sí: ¿quién lo duda?

BEATRIZ.-  Ya verás, ya verás: ¿pero sabes que tengo que darte una gran noticia?

LEONOR.-  ¿Qué noticia es ésa? Veamos.

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BEATRIZ.-  Te gustará mucho, no lo dudes, pero a ver si la aciertas.

LEONOR.-  No quiero cansarme la cabeza en adivinanzas.

BEATRIZ.-  No se necesita cansarse para eso. Se trata de cierta persona que esperábamos hoy.

LEONOR.-  ¿Es alguna de las niñas que conocemos?

BEATRIZ.-  No por cierto. ¿Conque no caes en quién sea?

LEONOR.-  Si no lo quieres decir, no lo digas, que yo no tengo curiosidad de saberlo.

BEATRIZ.-  ¡Vaya! Pues sabe que Margarita ha llegado.

LEONOR.-  ¿Qué Margarita ha llegado? ¿Y era ésa la gran noticia que me había de causar tanta alegría?

BEATRIZ.-  Lo cierto es que ya está en casa, según acaban de decirme al paso.

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LEONOR.-  ¿Y querías que me tomara el trabajo de acertarlo? ¡Ha, ha, ha, ha!  (Se ríe irónicamente.) 

BEATRIZ.-  ¿A qué vienen esas risotadas?

LEONOR.-  Para manifestar que estoy contenta. ¿No es ése tu empeño?

BEATRIZ.-   Sí; pero no de ese modo. ¿Mas dejando las burlas, no te alegras mucho de ver a Margarita?

LEONOR.-  Ni me alegro, ni lo siento. ¿Quién se acuerda de tales gentes?

BEATRIZ.-  Pues tan ama tuya es como mía, y mientras hemos estado en su casa nos ha hecho todo el bien que ha podido.

LEONOR.-    (Con frialdad.)  Así será.

BEATRIZ.-  También han venido nuestras hermanas de leche Margarita y Juanita.

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LEONOR.-  Les podía haber ahorrado el trabajo de venir.

BEATRIZ.-  No te entiendo, Leonor: ¿tan poco quieras a Margarita? Yo creía que después de nuestros padres a nadie debíamos querer más por el cuidado que ha tenido con nosotras.

LEONOR.-  Como si no la hubieran pagado.

BEATRIZ.-  ¿Crees que el cariño se paga con dinero?

LEONOR.-    (Con aire altanero.)  Poco a poco con eso de reconvenciones, señorita. ¿Sabe V. que yo sola tengo facultades para hacerlas?

BEATRIZ.-  ¿De veras? ¿Y de dónde te han venido, si puede saberse?

LEONOR.-  De mamá, porque sabe que soy más juiciosa que V., y por eso puedo mandarla: ¿lo ha entendido V.?

BEATRIZ.-  Vaya, vaya, déjate de burlas, que te mueres   —223→   por echarla aya, y lo haces muy mal, muy mal.

LEONOR.-  Ya verá V. si me burlo. Entretanto puede V. ir a ver a esas gentes cuya llegada la trastorna a V. de ese modo.

BEATRIZ.-  Ahora mismo voy: pero no creas que lo hago en virtud de tu permiso. Adiós.  (Se va saltando y bailando.) 



Escena V

 

LEONOR sola.

 

  ¿Han visto Vds. chica más insolente? Pero en volviendo mamá ya me la pagará por haberme faltado al respeto. Mas, ¿cómo es que Margarita viene aquí con sus hijas? Sin duda Beatriz no las ha encontrado. Veamos de despacharlas cuanto antes.  (Saca su labor, y se sienta a coser en ademán grave y despegado.) 


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Escena VI

 

LEONOR, MARGARITA, MARIQUITA y JUANITA.

 

MARGARITA.-    (Corre hacia LEONOR; sus hijas la siguen tímidamente.)  ¡Hija mía, querida Leonor! ¡Cuánto ha crecido V. que alta está, y que guapa!

LEONOR.-   (Sin mirarla.)  Buenos días, buenos días, Margarita.

MARGARITA.-  Yo que la he visto tan pequeña; tan pequeña, así: y ahora ya me llega a la barba. Déjeme V. abrazarla.  (Abraza a LEONOR que da un chillido, y dice.) 

LEONOR.-  No me apriete V. tanto que me hace daño.

MARGARITA.-  ¿Qué delicada se ha vuelto V.? Cuando era pequeña no sucedía eso. Yo la abrazaba a V. y la besaba mil veces sin que V. se quejase.

LEONOR.-    (Sin levantar la cabeza.)  Sí, cuando una es pequeña; pero ahora...

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MARGARITA.-   (Tomando a JUANITA por la mano y llevándola a LEONOR.)  Mire V.: ésta es Juanita. ¡Está tan contenta de verla a V.!  (A JUANITA.)  ¿Vamos, Juanita qué tienes? Acércate a Leonor.

JUANITA.-  Me da vergüenza, madre.

LEONOR.-  Tienes razón: no la incomode V.

MARGARITA.-  ¡Habrá niñería semejante! ¿Cómo estás tan suspensa Juanita? ¿No te acuerdas de tu querida Leonor, tu hermana de leche? ¡Se querían Vds. antes tanto! Vamos, Juanita, no seas tonta, acércate, y dale un beso.

JUANITA.-   (Se acerca para besar a LEONOR.)  Si V. me lo permite...

LEONOR.-   (Con despejo.)  No, no tan cerca, que me pisa V. el vestido.

JUANITA.-   (Llorando.)  ¿Lo ve V., madre? Ésta no es la Leonor que me quería tanto.

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MARGARITA.-  No, hija mía, es la misma, pero desde que ha salido de casa ha visto que era más rica que nosotras y nos ha olvidado. Tiene vergüenza porque somos pobres, y hubiera querido que su ama fuera una princesa.

JUANITA.-  ¿Qué le hemos hecho para tratarnos así?

MARIQUITA.-  Estoy segura de que mi hermana Beatriz nos recibirá mejor.

MARGARITA.-  Sí, sí, fíate en eso: tan buena será una como otra; mientras que son pequeñas la llaman a una Margarita, querida Margarita, ¡cuanto te quiero! No temas: mientras nosotras lo tengamos no te faltará nada, y después la olvidan a una.

LEONOR.-   (Enfadada.)  ¿Y bien, Margarita, cuando acabará V.? Si V. me ha cuidado, era su obligación y ciertamente mamá no la debe a V. nada.

MARGARITA.-  No me quejo de su mamá de V. pues siempre nos ha tratado con más bondad de la   —227→   que merecemos; pero V. a quien yo siempre he querido tanto, ¿tiene valor de tratarnos así?  (Se retira sollozando.) 



Escena VII

 

BEATRIZ, LEONOR, MARGARITA, JUANITA, MARIQUITA.

 

BEATRIZ.-   (Corriendo a abrazar a MARGARITA.)  ¡Gracias a Dios que te encuentro, ama querida! Una hora ha que te ando buscando por toda la casa. ¡Bienvenida seas una y mil veces!

MARGARITA.-  Dios la reciba a V. como V. nos recibe, señorita Beatriz.

BEATRIZ.-  ¿Conque tú también estás aquí Mariquita? ¡Qué gorda está y qué colorada!

MARIQUITA.-    (Limpiándose los ojos.)  Siempre a la disposición de V. señorita.

BEATRIZ.-  ¡Me hablas como si no nos hubiésemos visto   —228→   nunca! ¿Pero, qué tienes Mariquita? ¡Estás llorando! ¿Por qué?

MARGARITA.-  Ya se lo decía yo a V., madre.

BEATRIZ.-  Vaya: ¿no me dirás a qué vienen esas lágrimas? ¿Qué es esto? ¿También Juanita llora? ¿Está malo por ventura tu papá?

MARGARITA.-    (Inclinando la cabeza.)  No por cierto, señorita, gracias a Dios.

BEATRIZ.-   No sé que al caso viene tanto llamarme señorita, ni qué significan esas reverencias. ¡Ay, Margarita! ¿Puedes creer que yo no me acuerdo de tu cariño, y del cuidado que has tenido conmigo?

MARIQUITA.-   Ya decía yo, madre, que Beatriz nos recibiría mejor.

BEATRIZ.-   (Tomándola por la mano.) Sí, sí; albondiguilla: ya sabes que te quiero mucho.

MARIQUITA.-   (Haciendo una cortesía.)  Muchas gracias Beat... señorita, quería decir.

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BEATRIZ.-  ¿Sabes que me enfadaré si siguen Vds. así?

MARGARITA.-   Ya nos han dicho que unas pobres labradoras como nosotras no somos dignas de la amistad de las señoritas de la ciudad.

BEATRIZ.-   ¿Estás soñando Margarita? ¿Quién te ha dicho eso? ¿Pues no soy yo tu Beatriz como antes? ¿Podría yo olvidar que te debo mi salud y mi vida?

MARGARITA.-   ¡Oh! ¡qué excelente corazón! ¡Ay! ¡Si otros niños ingratos y orgullosos tomarán ejemplo de V.!

 

(Mientras dura esta escena, LEONOR se mantiene callada y mirando a su labor, dando a entender su enfado por algunos movimientos con la cabeza y con los hombros. A lo último se levanta y sale diciendo.)

 

LEONOR.-   No tengo paciencia para ver cómo se propasan estas gentes.


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Escena VIII

 

BEATRIZ, MARGARITA, JUANITA, MARIQUITA.

 

BEATRIZ.-  ¡Bueno! ya se ha ido: así estaremos más libres: hace un siglo que no habíais venido.  (Corre a una cómoda y saca una caja.) Toma, aquí dentro hay una gorra y un pañuelo de seda que te están esperando hace mucho tiempo.

MARGARITA.-  ¡De veras se acordaba V. de mí! Eso es ya demasiada bondad.  (Se aplica el pañuelo a los ojos.) 

BEATRIZ.-  Vaya, toma la caja: y tú Mariquita, aquí tienes este corazón de oro que te regalo para que lo traigas al cuello, y te acuerdes de tu hermana.

MARIQUITA.-  ¿Pues qué? ¿necesito yo de eso para acordarme de V.? A todas horas la tengo a V. presente porque es mucho lo que la quiero, señorita.

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BEATRIZ.-  ¡Dale con señorita! ¿Cuánto apuestas a que te quito el regalo, y no te vuelvo a mirar a la cara sino me llamas Beatriz y hermana, como antiguamente?

MARIQUITA.-  A eso no me atrevo.

BEATRIZ.-  Pues yo la mando. ¡Ea! Dame un abrazo, y tú, amada Juanita, espera que voy a buscar alguna cosilla para ti. Vamos: aquí tienes una crucecita de plata con piedras de colores: otro día será otra cosa.

JUANITA.-   Como no soy hermana de leche de V....-

BEATRIZ.-   ¿Qué importa, si yo te la doy?

JUANITA.-   La tomo, ya que V. me lo manda, y le doy a V. las gracias.

MARGARITA.-   Mi corazón rebosa de gozo. ¡Ay! ¡hija! Tu proceder me hace olvidar lo mal que nos han recibido.

BEATRIZ.-  ¿Quién? ¿Ama mía?

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MARGARITA.-  ¡Si V. hubiera visto como nos ha tratado su hermana! La señora más orgullosa no nos hubiera recibido con tanto despego. Aún estoy trastornada, y la Pobre Juanita no ha vuelto de su asombro.

BEATRIZ.-  No, no Margarita: Mi hermana no es tan mala como tú dices. Además de que si no te quiere, yo te querré por las dos, y no te podrás quejar. No estés triste, Juanita, yo también seré tu hermana. ¡Ay! ¡Qué contenta estoy!  (Salta al rededor del cuarto.) 



Escena IX

 

MADAME DE PREVAL, BEATRIZ, MARGARITA, JUANITA y MARIQUITA.

 

MADAME DE PREVAL.-    (Con aire severo a BEATRIZ.)  ¡Siempre saltando, señorita! ¿No ha corrido V. bastante todo el día en el jardín? No he conocido ninguna niña de su edad tan atolondrada   —233→    (Conoce a MARGARITA que se había alejado por respeto.)  ¿Pero, no es Margarita?

MARGARITA.-   (Acercándose con respeto.) Sí señora, yo soy que he venido a ver a mis niñas; y espero que V. no lo llevará a mal.

MADAME DE PREVAL.-   Todo lo contrario: no pudieras darnos mayor gusto. Ya sabes que siempre te riño porque no vienes bastantes veces. Sin duda son esas tus hijas, las hermanas de leche de las mías. ¡Qué altas y qué guapas son!

MARGARITA.-  Sí, señora; y además son buenas chicas.

MADAME DE PREVAL.-    (Acariciándolas.)  ¿Han visto Vds. ya a sus hermanas? ¡Qué contenta estará Leonor! Tanto como yo estoy segura de eso.

MARGARITA.-    (Con un suspiro.)  Ha tenido V. siempre con nosotras tanta bondad, tanta...-

MADAME DE PREVAL.-   ¿Qué tienes Margarita? ¿Parece que estás triste: te han hecho en casa algún desaire?   —234→    (Mira a BEATRIZ.)  ¿Si será esta chica que te habrá hecho alguna de las suyas?

BEATRIZ.-  ¿Yo, mamá? Que diga mi ama sino la he hecho bastantes caricias y halagos como era razón.

MADAME DE PREVAL.-  No creo que tengas mala índole; pero como nunca reflexionas lo que haces le habrás dicho tal vez alguna sequedad. Si yo no te conociera...-

MARGARITA.-  No la riña V. señora, que nosotras no estamos quejosas de ella: todo lo contrario.  (Suspira.) 

MADAME DE PREVAL.-  Sin embargo, Margarita, veo que estás desazonada y quiero saber el motivo. Alguno te ha recibido mal: no puedo dudarlo; y por más que procures disculparla no puede ser otra que Beatriz.  (A BEATRIZ.)  ¿Conque, señorita, nunca imitará V. a su hermana, ni será V. agradecida y amable? ¡Qué alegre habrá estado Leonor! Estoy segura que habrá abrazado mil veces a Juanita... ¿La ven Vds.?   —235→   Ya vuelve otra vez. Siempre creí que no las dejaría un solo momento.



Escena X

 

MADAME DE PREVAL, BEATRIZ, LEONOR, MARGARITA, JUANITA y MARIQUITA.

 

MADAME DE PREVAL.-  ¿No es verdad, hija mía, que estás muy contenta con ver a tu ama y a tu hermana?

LEONOR.-    (Afectando alegría.)  Ciertamente, mamá.

MADAME DE PREVAL.-   Ya sabía yo que mi Leonor tenía un corazón sensible y...  (Volviéndose hacia MARGARITA.)  ¿Qué tienes en tu delantal, Margarita? ¿Te ha dado mi hija algún regalo? Me alegro que tenga tanta atención y agradecimiento.

MARGARITA.-  No se enfade V. señora; pero no es la señorita Leonor sino Beatriz la que me ha dicho esto, y la que ha regalado también a mis hijas.

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MADAME DE PREVAL.-    (Sorprendida.)  ¿Beatriz? Pues nada me ha dicho.

BEATRIZ.-  No creí que esta niñería mereciese la pena.

MADAME DE PREVAL.-   ¿Y Leonor?

MARGARITA.-  En orden a Leonor, señora, hay mucho que decir. Esa señorita es demasiado encumbrada para que nos consideremos dignos de hablarla y de acercarnos a ella. Fuera ciertamente una humillación descender hasta ese extremo.

MADAME DE PREVAL.-   (Con indignación.) ¿Cómo es eso? ¿Qué es lo que hablas?

LEONOR.-    (Confusa.)  No lo crea V., mamá; no hay semejante cosa.

MADAME DE PREVAL.-   ¿Conque no he de creer lo que estoy viendo y palpando? Quítate de mi presencia al instante. ¡Y yo tan tonta que me dejaba llevar de mi cariño tan infundado manifestándola una preferencia que estaba tan distante de   —237→   merecer! Y tú, pobre Beatriz, dame un abrazo: yo no sé como no he conocido antes tu buen corazón, ni qué ceguedad ha sido la mía. Pero no tengas cuidado que si hasta aquí he sido injusta contigo no será lo mismo en adelante.

BEATRIZ.-  No diga V. tal cosa, mamá; pues siempre me ha tratado V. mejor que yo merezco, y ahora mismo espero me dé V. una prueba de ello concediéndome la gracia de perdonar a Leonor.  (Corre hacia su hermana, y le toma la mano, que ella quiere esconder.) 

MARGARITA.-   ¡Qué niña tan excelente! ¡Oh! ¡qué contenta estoy de haberla criado!

BEATRIZ.-   Vamos, mamá; perdone V. a mi hermana. Estaría de mal humor, o tendría alguna incomodidad, y en eso habrá consistido. ¡Además en nuestra edad hay que disimular tanto!...

MADAME DE PREVAL.-  Puedo muy bien perdonar a vuestra edad la irreflexión y el atolondramiento, pero no la   —238→   ingratitud y el orgullo. Quítese V. de mi presencia; vuelvo a decir, que V. no es digna de mi cariño. Tenga V. entendido que quien ha tenido la inhumanidad de tratar con tanta dureza a las personas que tiene obligación de querer, merece que le traten del mismo modo. No hay duda que tendré yo mucho que esperar de los sentimientos de tu corazón con respecto a mí, cuando veo lo que has manifestado a tu segunda madre. El niño capaz de perder el cariño al ama que le crió, no podrá en toda su vida tener gran amor a sus padres.



 
 
FIN
 
 


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