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21

Es curioso observar cómo Baroja prepara el ambiente adecuado a la teoría que va a exponer. En primer lugar, el interés de la compañera de viaje por la literatura parece producido por el cansancio, por hacer algo diferente a mirar por la ventanilla; con esto tenemos, de antemano, la impresión de que la literatura es algo sin importancia que se acepta cuando no hay nada mejor que hacer, y no una creación sublime del ingenio y la fantasía humana que eleva el espíritu. Al mismo propósito parece responder la descripción del paisaje casi vacío que se ve por la ventanilla, lo mismo que el situar la acción en un tren: esto da un tono prosaico y un poco cansado que conviene a la literatura defendida, poco después, por Baroja, al mismo tiempo que deshace la ficción de las obras que cuentan sucedidos «extraordinarios».

Como vemos, no es tan inocente el estilo de Baroja aunque no llega ni con mucho a los extremos de un Valle-Inclán (ver Alberich, op. cit., p. 175).

 

22

Los mismos conceptos los vuelve a repetir en otras ocasiones: «El aire de verdad de un relato, como el interés en la literatura, no se sabe de qué depende. Tiene que proceder de la intuición.»

Y también:

«Yo intento hablar del estilo considerándolo no como un trabajo externo, sino como algo que tiene una razón interna.» (La intuición..., pp. 58 y 285, respectivamente.)

 

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Juan C. Rodríguez Gómez, al analizar la trilogía de La lucha por la vida, advierte la misma relación entre la infraliteratura y la obra de Baroja: «De nuevo, como veremos, aparecen los ribetes del melodrama. Pero Baroja -casi siempre- lo utiliza para negarlo. Negar el melodrama es negar el vehículo que la burguesía creó en el XIX para el pueblo, mas negándola desde dentro, es decir, utilizando su mismo lenguaje.» («Estructura y superestructura en Pío Baroja», Cuadernos Hispanoamericanos, agosto-septiembre 1968, núms. 224-225. p. 424.)

 

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Véase nota 16.

 

25

El rechazo de este estilo es constante a lo largo de la obra de nuestro autor; unas veces en serio y otras en broma:

«El madrileño que alguna vez, por casualidad, se encuentra en los barrios pobres próximos al Manzanares, hállase sorprendido ante el espectáculo de miseria y sordidez, de tristeza e incultura que ofrecen las afueras de Madrid con sus rondas miserables, llenas de polvo en verano y de lodo en invierno. La corte es ciudad de contrastes; presenta luz fuerte al lado de sombra oscura; vida refinada, casi europea, en el centro; vida africana, de aduar, en los suburbios. Hace unos años, no muchos, cerca de la ronda de Segovia y del campillo de Gil Imón, existía una casa de sospechoso aspecto y de no muy buena fama, a juzgar por el rumor público. El observador...

En éste y otros párrafos de la misma calaña tenía yo alguna esperanza, porque daban a mi novela cierto aspecto fantasmagórico y misterioso; pero mis amigos me han convencido de que suprima los tales párrafos, porque dicen que en una novela parisiense estará bien, pero que en una madrileña, no; y añaden, además, que aquí nadie se extravía... Yo, resignado, he suprimido esos párrafos, por los cuales esperaba llegar algún día a la Academia Española, y sigo con mi cuento en un lenguaje más chabacano.»

(La busca, tomo I, p. 277.) Otro caso:

«Había pensado publicar esta conferencia con notas, dándole así un aparato científico no muy extenso ni profundo, porque mis conocimientos no tienen gran extensión ni profundidad; pero al intentarlo he visto que mis notas no añadían nada al texto. También había pensado en aprovechar este escrito y refundirlo, quitándole sobre todo el aire oratorio, repulsivo, para mi gusto, que tiene una conferencia.»

(Divagaciones sobre la cultura, tomo V, p. 502.)

 

26

Es una ingenuidad por parte de Baroja suponer que las palabras oídas por él en su niñez guarden las mismas connotaciones para el lector. Es posible, esto sí, que las emplee con mayor oportunidad que las aprendidas más tarde.

 

27

Es frecuente encontrar en la obra barojiana comparaciones referidas al mundo de la medicina, que él conoció bien; es un recurso que proporciona un aire científico, de verdad, al relato; lo que supone una mayor fuerza de convicción respecto al lector.

 

28

Respecto a la trilogía de La lucha por la vida, ver el interesante artículo de J. C. Rodríguez, citado más atrás. En él se hace un análisis crítico de la obra de Baroja en relación con la realidad y con ella misma que me parece, sigue el mismo proceso que vamos viendo hasta ahora y, por ello [...] complemento conveniente para el presente estudio.

 

29

La ordenación del grupo sustantivo-adjetivo, inversa a la tradicional, devuelve su sentido a [...] y evita la fórmula.

 

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Esto es evidente, y el mismo Baroja lo advierte así:

«Una conversación espontánea cogida en gramófono no será nunca literaria, a no ser que la hayan preparado los interlocutores de antemano, y entonces lo mismo da que sea hablada o escrita.» (La intuición, p. 124.)