Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

281

En todo el Cancionero de Baena, tan pródigo en materia tomada de la Escritura, no hallo más que una referencia, y dudosa, en un decir de Fernán Pérez de Guzmán «por contemplación de los emperadores e reys e príncipes e grandes señores que la muerte cruel mató e levó deste mundo»: «El grand sabio Salomón / e David, salmista santo, / e Narciso e Absalón, que fueron fermosos tanto, / con dolor e triste planto, / muy grand lloro e grand fortuna, / todos sin duda ninguna / sufrieron este quebranto» (núm. 572, vv. 41-48). El romance «Llanto hace el rey David» data probablemente del primer tercio del siglo XVI y no pasa de una discreta versión del original bíblico (puede leerse en A. Rodríguez Moñino, ed., Cancionero de romances (Anvers, 1550), Madrid, 1967, pp. 325-326; cf. G. Piacentini, Ensayo de una bibliografía analítica del romancero antiguo, Pisa, 1981-1986, I, núm. 98, y II, núm. 147). Sin advertir su carácter de traducción, E. Camacho Guizado, La elegía funeral en la poesía española, pp. 114-115, y R. Senabre, art. cit., p. 671, lo mencionan como ejemplo de «las maldiciones al sitio de la muerte», motivo -nota certeramente Senabre- «poco habitual».

 

282

Chronica Adefonsi Imperatoris, ed. L. Sánchez Belda, Madrid, 1950, pp. 143-144.

 

283

Así se lee en la General estoria, II:1, pp. 171-172, «De la muert de Narciso». Sobre la tal costumbre, remitiré simplemente al prólogo de J. M. Blecua a Lírica de tipo tradicional (vid. n. 180), pp. XLVI-XLVIII, al de M. Alvar a Endechas judeo-españolas (n. 194), y al excelente artículo de J. Filgueira Valverde, «El planto en la historia y en la literatura gallega», Cuadernos de estudios gallegos, IV (1945), pp. 511-606, y ahora en su libro Sobre lírica medieval gallega y sus perduraciones, Valencia, 1977, pp. 9-115; algunos complementos pueden hallarse en J. E. Gillet, Propalladia and Other Works of B. de Torres Naharro, ed. O. H. Green, IV (Filadelfia, 1961), pp. 214-218, así como en J. A. Pascual, «El silencioso llorar de los ojos», El Crotalón. Anuario de filología española, I (1984), pp. 799-805, y en mi última edición del Lazarillo de Tormes, Madrid, 1987, p. 96, n. 114; para una amplia perspectiva antropológica, E. De Martino, Morte e pianto rituale. Dal lamento funebre antico al pianto di Maria, Turín, 1975.

 

284

R. Menéndez Pidal, «Sobre primitiva lírica española» (vid. n. 178), p. 117.

 

285

Vid. sólo las notas 87-90 del editor, pp. 139-142, y «Las letras latinas del siglo XII en Galicia, León y Castilla», Ábaco, núm. 2 (1969), pp. 74-76; alguna otra derivación del planto de David en el remate en verso de la Chronica Adefonsi Imperatoris la señalo en «Del Cantar del Cid a la Eneida: tradiciones épicas en torno al Poema de Almería», Boletín de la Real Academia Española, LXV (1985), pp. 197-211 (199).

 

286

Edición del P. Flórez, en España Sagrada, XLIII, pp. 466-467; cf. R. Beer, «Die Handschriften des Klosters Santa María de Ripoll», Sitzungsberichte der Kais. Akademie der Wissenschaften in Wien, Philosophisch-historische Klasse, CLVIII:2 (1908), p. 26, y F. Rico, Signos e indicios en la portada de Ripoll, Barcelona, 1976, pp. 49-50.

 

287

Pero la pareja de escudo y lanza (que ya hemos encontrado en Paulino de Aquilea introducida por un «ubi...») sí comparece a mero título descriptivo en otros numerosos lugares de la Escritura: Jueces, V, 8; I Reyes, XVII, 45; I Paralipómenos, XII, 8, etc.

 

288

Sobre la historia de ese motivo, al que con demasiada ligereza se han atribuido orígenes árabes, quisiera discurrir despacio en otra ocasión; por el momento, véanse algunos materiales en mi ensayo «El amor perdido de Guillén Peraza», Syntaxis, núm. 22 (invierno de 1990), pp. 27-34, y ahora como excurso al presente estudio.

 

289

Que la Chronica fuera conocida en Ripoll es sumamente posible, pero parecería demasiada casualidad que los redactores del Epitaphium fueran a inspirarse precisamente en las pocas líneas que aquí nos atañen.

 

290

Vid. J. Filgueira Valverde, «El planto...», pp. 10-14, y E. De Martirio, Morte e pianto rituale, pp. 328-344.