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ArribaAbajoNo sé si me explico

Letrilla




    De tantas grandezas,
Honores, bellezas,
Que rauda fortuna
Eleva a la luna,
Me río o me admiro;
Y cuando las miro
Bullir en el suelo,
Alzarse hasta el cielo,
Tornar a caer,
No sé contener
La risa en los labios,
La charla en el pico...

   ¿Me entienden ustedes?
    No sé si me explico.

   Mirad a don Fabio
Echarla de sabio,
Hablar de la guerra,
Del mar, de la tierra,
De hacienda, de Estado...
Pues sólo ha estudiado
De Anarda a los pies;
Verdad también es
Que, al darla su mano,
Un ministro indiano
De cruces y honores
Cargó aquel borrico.

   No sé si me entienden,
    Ni sé si me explico.

   En lindo carruaje,
Con damas y paje,
Pasea en el Prado
Un pobre empleado
Del ramo del viento;
Pero es un portento
De humana belleza,
Y aquella destreza
De pies y garganta...
No hay duda que encanta
Mirar a las viejas
Cuando él abre el pico.

   No sé si me entienden,
    Ni sé si me explico.

   En calles y plazas
Con hostiles trazas
Blasona don Bruno
De heroico tribuno;
A todo Gobierno
Jura un odio eterno,
Y al pueblo alborota
Con su última gota...
Pues mírale luego
Quedar mudo y ciego
Al verse agraciado
Con un empleíco...

   No sé si me entienden
    Ni sé si me explico.

   La vista en el suelo,
El alma en el cielo,
Mirad a Narcisa
Durante la misa,
Que apenas alienta,
Según está atenta
Al próvido altar...
¿Quereisme explicar
Por qué hacia este lado
Su vista ha tornado,
Haciendo una seña
Con el abanico?

   No sé si me entienden,
    Ni sé si me explico.

   Autor cuya fama
El público aclama,
Tu genio pregona,
Aplaude, corona
Y eleva a compás...
¿Por qué no dirás
Que de esos conceptos,
Agudos, discretos,
Que llenan tus hojas,
A un muerto despojas,
Sin ser tuyo acaso
Ni un mal villancico?

   No sé si me entienden,
    Ni sé si me explico.

   Hermano era Elías
De cien cofradías;
En la procesión
Llevaba el pendón;
Tuvo el petitorio,
Y del purgatorio
Fue recaudador...
¡Dichoso señor!
La gracia que hallaba
Tan bien aplicaba,
Que sirviendo al pobre
Logró hacerse rico.

   No sé si me entienden,
    Ni sé si me explico.

   En triple alianza
Bermudo y Constanza,
Matrimonio fiel,
Viven con Fidel;
Y al primer infante
Se ofrece al instante
A ser el padrino...
¡La fuerza del sino!
Hay quien asegura
Que caricatura
Es del don Fidel
El rostro del chico.

   No sé si me entienden,
    Ni sé si me explico.

   Mas ¿qué me da a mí
Que el mundo ande así?
¿No valiera más
Bailar al compás?
A fe que la danza
No es cosa de chanza,
Que hay gracias, honores,
Damiles favores,
Que a todos halagan
Y a nadie empalagan;
Y si alguien, señores,
Retuerce el hocico,

   O ustedes no entienden,
    O yo no me explico.




ArribaAbajoA la célebre cantante doña Antonia Montenegro

Con ocasión de despedirse del Liceo para ir a Valencia a reunirse con su esposo (1839)


(Leído en el Liceo)



    Al Ministro de la Guerra
Le quiero hoy interpelar;
Que aunque no soy diputado,
Me concomo por hablar.
   Contésteme Su Excelencia,
Si es que puede contestar,
Y no tiene las entrañas
Más duras que un pedernal;
   ¿Qué tentación del demonio
Es la que le pudo dar
Destinando a tu marido
Al ejército central?
   Tuvo envidia de su dicha,
O quiso verle engordar,
Rompiendo el reciente yugo
Del vínculo conyugal?
   Poco cuerdo anduvo en ello;
Que es un lazo el del altar
Que el hacerle corredizo
Es querer que apriete más.
    ¿No sabía el muy cuitado
Que a un querer no hay separar;
Que un marido es un marido,
Y si es comisario, más?
   ¿No sabía que a su arrullo
Te había al fin de acercar,
Robándote a las delicias
De la heroica capital?
   Y digo, ¿dónde hallaría
Tórtola que valga más,
Aunque llamase al reclamo
Las diosas del Cabañal?
   Pudo, y quiso, y quiso bien
Enviándote a llamar,
En uso de aquel derecho
Que le da su autoridad.
   Y más que rabie el Liceo
Y chille el pueblo a compás,
Tronando contra el abuso
Del imperio conyugal...

   (Aquí vuelvo a enfurecerme
aquí torno a interpelar
A ese Ministro de Guerra,
Que a nadie nos deja en paz.)

   ¿Tenía más que a tu Antonio
Haberle hecho general
De estos que en el Prado alcanzan
Más triunfos que Genghiskan?
   ¿O diérale una contrata
De zapatos a onza el par,
O un título de empresario
Con que poder titular?
   Pero ¡llevarle a Valencia...!
Y llevarte a ti detrás...
(Que si, al fin, se fuera él solo,
De dos, era el menor mal.)
   Cosa es que saca de quicio
A toda esta cristiandad,
músicos y poetas
Nos vamos a pronunciar.
   Cuál envidia al Miguelete
De la Santa Catedral
Porque va a oír de tu voz
El sonido celestial;
   Cuál desea en la Glorieta
Dar una vuelta no más,
Para verte entre las flores,
Flor más bella, descollar;
   Cuál bajo pajizo techo
Del lindo Cañamelar
Te retrata en su memoria,
Ya que no puede hacer más;
   Y Cuál, en fin, te contempla
Sobre las ondas del mar
Reinando, nueva sirena
Que hechiza con su cantar...

   Pero acaso... puede ser
Que el ministro Barrabás
Haya tenido razón
Para enviarte a viajar;
   Puede ser... cierto; ya caigo...;
Él vio que no hay general
Ni ejército que a Cabrera
Reduzca a la nulidad;
   Y dijo... pues ¡juro a Bríos!
Que yo le sabré pescar,
Y amansaré sus furores
Con arma que pueda más.

   Cuentan añejas leyendas
De clásica antigüedad
Que «Al infierno el tracio Orfeo
Su mujer bajó a buscar.»
   Y que asombrados los diablos
Al ver tal temeridad,
Y adormidos con la magia
De su canto celestial,
   Depusieron los tormentos
Por instinto maquinal,
Y diablos y condenados
Se pusieron a bailar.-

   Tú, nuevo Orfeo, lanzada
A ese infierno terrenal,
Vas buscando a tu marido
(No hiciera Eurídice más).
   Canta, Antonia, y a tu voz
Ceder las iras verás
De esos pechos enemigos
Que nacieron para amar,
   Y a unos y otros combatientes,
En las aras de tu altar,
Rendir gustosos las armas
A la voz de la deidad.
   Por eso el señor Ministro
Al ejército central
Envió al amigo Antonio
Con fingida crueldad;
   Para que fuerais así,
Él primero, y tú detrás,
Él, Comisario de guerra,
Tú, Comisaria de paz.

-1839




ArribaAbajoEpístola en romance

En contestación a otra en latín que me dirigió desde Bilbao mi buen amigo el excelentísimo señor don Joaquín Gómez de la Cortina, Marqués de Morante




    Tu epístola cicerónica
Llegó a mis manos, Joaquín,
En momentos cabalmente
Que estaba pensando en ti.
   Juzgábate ora en Bilbao
Soñábate ora en París,
Acá escuchando Zorzicos,
Tiros y voces allí17;
   Hasta que llegué a entender
Lograste substituir
A gálicas barricadas
Borricadas del país.
   Por eso al buen Acebal
Pedile nuevas de ti,
Conjurándote a escribirme
Siquiera fuese en latín.
   Tú, a fuer de buen contrincante
Y escolástico sutil,
Tomaste ad pedem litterae
Mi interpelación, Joaquín,
   Y en el idioma del Lacio,
Tan familiar para ti,
Me enderezaste una epístola
Que envidiaría Agustín.
   Pero es el caso (vergüenza
Me da confesarlo aquí)
Que yo del Sermo sermonis
Disto ya calendas mil,
   Y sólo por acertijo
Supe, si no traducir,
Adivinar por lo menos
Lo que me dijiste allí;
   Semejante en candidez
Al bon bourgois de París
Que al leer Ludovico Magno,
Traduce Porte Saint-Denis.
   Por fin, tropezando acá,
Tosiendo y mascando allí
Con ayuda del Valbuena
Y en hombros del Calepín,
   Para descifrar tu epístola
Tulio-Horatio-Maronil,
Pude evocar en mi mente
La sombra del Quis-vel-qui.

   ¿Conque las aguas del Sena
No te probaron al fin?
Teñidas en sangre humana,
Pudístelo discurrir.
   A bien que para enjugarte
Tenías a mano allí
Los sermones de Prudhon,
Los discursos de Blanquí,
   La asociación de Luis Blane,
La Igualdad de Lamartine,
La Libertad de Barbés,
Fraternidad de... un fusil.
   Todo esto es muy socorrido,
En especial para ti,
Que con Propercio y Tibulo
Cohabitas noches mil;
   Y en estado interesante
De Publio, el de la nariz,
Andas con Horacio Flaco,
Demandándole el «Ehi mihi!»
   O ya el «Sicelices musae»
Te roba horas al dormir,
Luego que... «Horresco referens»,
Te le acuestas junto a ti.
    No extraño, pues, que llamado
Del cántabro tamboril,
Renegases de los héroes,
Huyendo hacia ese confín,
   Donde «Sub tegmine fagi
Recubans» con un pernil,
Divierta tus pensamientos
El clásico chacolí,
   O alguna escacha polita
De las que andan por ahí,
Con la trenza a la cintura
Y la toca en lazos mil,
   Capaces con su prosodia
Vasco-hispano-codorniz,
De hacer perder los estribos
Al que triunfó en San Quintín.

   Tú, en fin, en esas montañas,
Con auras dignas de abril,
Disfrutas almo reposo
Y olvídaste de Madrid;
   Mientras que los condenados
A la carga concejil,
Entre sorteos de quintas
Y alumbrado de gas-ligth,
   Entre planes de limpieza
Y empedrado de adoquín,
Entre escuelas y hospitales
Y ampliación del Chamberí,
   Y en juntas y en comisiones
Y discusiones sin fin,
Purgamos nuestros pecados
En este infierno civil.

   No te convido a que vengas;
Pero ello habrás de venir,
Que ya te espera el escaño
De Astrea y su balancín;
   Y los domingos y fiestas
La caja de San Martín,
La Junta de los Archivos
Y Ordenanzas de Madrid;
   Y en los ratitos de huelga,
Cuando hubieres de dormir,
Oirás a Vistahermosa,
O me escucharás a mí,
   Cien planes a cual más bravo
De restaurar a Madrid,
Y hacer que le envidien Roma,
Constantinopla y Pekín.

   Basta de parlar romance;
Tu amigo siempre; Madrid,
Domingo veinte de agosto,
Del bendito San Joaquín.

-1848




ArribaAbajoLa Cuaresma

[Nota18]



    Con alegre carnaval
Empezaba la semana;
Mas la tétrica campana
Ha mudado ya de son.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   Con ayunos y abstinencias,
Y de bulas una resma,
Se presenta la cuaresma
Más larga que procesión.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   Todo calla y enmudece,
Y el silencio de la gente
Se interrumpe solamente
De la campana al din don.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   Ya con sendos abadejos,
Para acallar su conciencia,
Hacen todos penitencia,
Y los frailes con salmón.

    Kirie eleyson, Christe eleyson.

   Cesan ya las diversiones
Públicas y toleradas;
Solamente las privadas
Suelen tener ocasión.

    Kirie eleyson, Christe eleyson.

   Don Juan se va al Miserere,
Y su esposa la Currita
Con don Melifluo solita
Se queda en contemplación.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   En la tertulia de Anselmo
Callan violín y piano;
Por no hacer ruido liviano,
Se toca sólo el bordón.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   No cita ya la Pepita
A don Narciso en el Prado;
Que como es tiempo sagrado,
Se buscan en el sermón.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   Juana, la del cuarto bajo,
Se encuentra siempre ocupada;
Que en la cuaresma sagrada
Es grande la devoción.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   La concurrencia en la iglesia
Ofrece a la industria vuelos;
La comisión de pañuelos
Ya detrás de la misión.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   Los lechuginos en grupo,
Al salir de misereres,
A las devotas mujeres
Dirigen la tentación.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   En este mes todos callan,
Ninguno a pecar se atreve;
Mas por milagro a los nueve
Se aumenta la población.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

   Hombre hay cristiano maduro,
Que nunca perdió una misa,
Que se da a pecar gran prisa
Para ir por la absolución.

   Kirie eleyson, Christe eleyson.

-1828




ArribaAbajoCuentos y epigramas

Un salteador escaló




Con gran trabajo una altura,
Y luego que se asegura,
La escala al suelo arrojó;
Ella sus quejas le dio
Por el pago ingrato y fiero,
Y el ladrón dijo: «Grosero
Instrumento, ¿qué creíste?
Para subir me serviste,
Para bajar no te quiero.»-

   Así los magnates son;
Desde abajo ¡qué humillados!
Y en viéndose encaramados,
Desprecian el escalón.



   Dos gatos se concertaron
Para robar un capón,
Y en la más perfecta unión
Sus deseos realizaron.
Sacándole, pues, entero,
Ni uno ni otro le soltaba,
Pues cada cual intentaba
Burlarse del compañero.
Primero graves razones,
Después terribles maídos,
Luego hubo fieros bufidos,
Por fin, sendos arañones;
Hasta que entre horrendo grito
Se trabó la lucha fiera,
Mientras que la cocinera
Cobró el cuerpo del delito.
Cansáronse de cuestión,
Y en repartir convinieron;
Mas fue después que perdieron
Su industria, sangre y capón.

   No haya intriga y falsedad;
Más vale un buen acomodo;
Que suele perderse el todo
Por no ceder la mitad.


   Retratábase Narcisa,
Y así le hablaba al pintor:
«Ponedme hermoso color,
Blanca tez, boca de risa;
Los ojos negros... -¿a ver?
¿De veras soy así yo?»
Y el pintor la dijo: «No;
Así es como queréis ser.»


   «No hay que dudar; está yerto,
Ya espiró» -dijo el doctor;
Y el enfermo: «No, señor,
Le contestó; no estoy muerto.»
   El médico, que le oyó,
Mirándole con desprecio,
Le replicó: «Calle el necio;
¿Querrá saber más que yo?»


   Rica peineta compró
A su mujer Sinforoso,
Y ella, que lo agradeció,
La cabeza de su esposo
También al uso adornó.


    Con cortesía y cumplido
Fuera de lo regular
Llegome hoy a saludar
Don Ginés el presumido;
   Chocome tanta atención,
Y ya se lo iba a decir,
Cuando me empezó a pedir,
Para comer, un doblón.


   ¿Preguntas qué libros leo?
Y yo te respondo, Blas,
Que son dos, y nada más,
Los que colman mi deseo.
   Tengo la Biblia divina
Para salud eternal,
Y en cuanto a la temporal,
Leo el Arte de Cocina.


   Díjele a un ciego: -¿Qué tal
Va de la vista? -«Peor;
Pero me ha dicho el doctor
Que ya voy viendo tal cual.»


   Lunes traduje a Molière;
Martes un drama italiano;
Y el miércoles, al hispano
Tirso intenté componer.
   Jueves di un sainete gringo;
Viernes, pieza original;
Sábado... venga el jornal
Para comer el domingo.


   Tomó Leroy don Liborio,
Y le tomó con tal celo,
Que se marchó limpio al cielo,
Pasando aquí el purgatorio.


   Tu papel, caro Longino,
Es un maldito papel.-
¿No es florete superfino?
¿Qué tiene malo? -Longino,
Lo que has impreso tú en él.


   Aquí yace un gran señor
Con ayuda de Galeno,
Porque estando sano y bueno,
Se empeñó en estar mejor.


   El barbero del lugar
Es un muchacho perfecto;
No tiene más que un defecto,
Y es... que no sabe afeitar.




ArribaEl nuevo Madrid

(Despedida)




    Madrid se va a Salamanca
Por la puerta de Alcalá;
Que harto de ser siempre villa,
Quiere ascender a ciudad.
   De un poderoso banquero
Obedeciendo al imán,
Huyendo va de sí mismo
Por su confín oriental;
   Y del oso y del madroño
Avergonzándose ya,
Se extiende a Campo de plata,
En que de nuevo escudar.
   Del Manzanares se aleja
Y su triste sequedad,
Para robar al Lozoya
Su magnífico raudal.
   El Sotillo, la Moncloa
Y la Tela del justar,
Su Lavapiés, sus Vistillas
Y su morisco arrabal
   Parécenle poco dignos
De su actual solemnidad,
Pues de sus timbres antiguos
Ha llegado a renegar,
   Y mira como juguetes,
Propios de su tierna edad
El Cabo de la Almudena
Y la Torre de Luján.
   Hoy prefiere a los escombros
De aquella histórica edad,
Lo sólido y positivo,
El olímpico gozar;
   Sus palacios, sus paseos,
Sus vías férreas, su gas,
Sus jardines, sus teatros,
Su circo monumental.
   A los Vargas y Luzones,
Ramírez y Sandoval,
De aristocrática alcurnia
Y de peto y espaldar,
   Opone hoy la pluto-cracia
Del crédito y del metal,
Y su Bolsa, y sus cupones,
Y su libro talonar.
   Los hombres y las ideas
Metalizándose van,
Y los títulos antiguos
Se suelen hoy cotizar.
   No produce ya Quevedos,
Lopes, Tirsos, Montalván,
Calderones y Moretos,
Ni otros ingenios sin par;
   Pero abunda en periodistas,
Políticos en agraz,
Poetas de ciento en boca,
Y ministros al quitar.
   Elabóranse al vapor
En su fábrica central
Grandes hombres de ambos genios,
Político y militar.
   Taller de reputaciones,
Tal es su especialidad;
La Guía de forasteros
Es su balance industrial.



   ¡Pobre Madrid de mis días!
¿Quién te reconoce ya?
A término tan excelso
Te has llegado a sublimar,
   Que para narrar tus glorias
(Y perdona el tutear)
Se reconoce impotente
La pluma, oxidada ya,
De tu antiguo coronista
Topográfico y social.

(1876)