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Título que el Arcipreste de Hita dio al libro de sus poesías

Ramón Menéndez Pidal





Aunque ya lo apuntaron Fernando Wolf como probable y Menéndez Pelayo entre otros varios nombres con que el Arcipreste llama a su obra, lo cierto es que nadie da al libro el título que su autor le puso. El olvido es muy antiguo, ninguno de los códices tiene epígrafe1 y sólo el de la Biblioteca Real trae a modo de explicit: este es el libro del Arcipreste de Hita. Igual denominación emplea el Marqués de Santillana en su Proemio, y el Arcipreste de Talavera se sirve de otra tan general, aunque más solemne y grave: Tratado del Arcipreste de Hita. Los editores de la obra tampoco acertaron con el nombre verdadero; Sánchez en 1790, le puso solamente el de Poesías, y Janer en 1864, aspirando a reconstruir el primitivo título, forjó éste: Libro de Cantares de Joan Roiz Arcipreste de Fita, fundado sin duda en la invocación del poeta: «que pueda de cantares un librete rimar» (copla 2). En vista de tan vagas denominaciones, el citado Sr. Menéndez y Pelayo dice en el más genial estudio que acerca de este poeta se ha escrito: «Qué nombre daremos al extraño centón en que han llegado á nosotros aquellos versos del Arcipreste?...» El libro queda realmente innominado: cuando Juan Ruiz se refiere a él lo hace siempre en los términos más genéricos... y en realidad, ¿qué nombre poner a ese enmarañado bosque de poesías?

Uno le puso el poeta, y no será curiosidad inútil el saber que libro de tan abigarrada materia en el cual no descubría Puibusque sino un cúmulo de versos sin orden ni concierto, era denominado por su autor, desde que redactó la primera copla hasta que escribió la última, con un mismo nombre muy intencionado y significativo, que nos revela la unidad que el poeta veía en su obra o la que quería que los demás viesen.

En la oración que hace Juan Ruiz pidiendo luces para componer un libro se indica ya el título del mismo.


   Tu, señor e Dios mio, que al ombre formeste,
Enforma e ayuda a mi tu arcipreste
Que pueda facer libro de buen amor aqueste
Que los cuerpos alegre e a las almas preste.

(Copla 3)                


Nadie que lea esta piadosa invocación debe extrañarse al verla seguida de tantos versos desvergonzados, irreverentes, maliciosos y nada edificantes, busque su intención oculta que siempre es buena:


   So la espina yase la rosa, noble flor,
En fea letra yase saber de grand doctor;
Como so mala capa yase buen bebedor,
Ansi so mal tabardo yase el buen amor.

(Copla 8)                



   La burla que oyeres non la tengas en vil,
La manera del libro entiendela sotil.
A trovar con locura non creas que me muevo,
lo que buen amor dice con razón te lo pruebo.

(Copla 57)                



   Las del buen amor son rasones encubiertas
Trabaja do fallares las sus señales çiertas
Si la rason entiendes o el seso açiertas,
Non dirás mal del libro que agora refiertas.

(Copla 58)                


Es de saber que la lengua antigua usaba como contrapuestas las dos expresiones de buen amor y loco amor. El primero es el amor puro, ordenado y verdadero2, capaz de inspirar nobles acciones, como la de la Infanta de Navarra que se arriesga a sacar al Conde Fernán González del castillo en que yacía preso por amor de ella:


Buen conde, dixo ella, esto face buen amor
Que tuelle á las dueñas vergüenca e pauor,
E olvidan los paryentes por el entendedor,
De lo que ellos se pagan tienenlo por mejor.

(Poema de Fernán González, copla 628)                


El amor loco es el amor desordenado, vano y deshonesto, del cual se siguen, según las animadas páginas del Arcipreste de Talavera, tantas discordias, omezillos y guerras, escándalos y deshonras, menguas y perdición de bienes; y aún peor, perdición de las personas; y mucho más peor, perdición de las tristes de las almas3.

Sirviéndose de estas dos expresiones, el Arcipreste de Hita declara bien la intención moral de su obra: compuso ese libro «en que son escritas algunas maneras e maestrias e sotilezas engañosas del loco amor del mundo, que usan algunos para pecar», a fin de que, conociéndolas todos, las aborrezcan más y escojan «el buen amor, que es el de Dios;» por eso repite las palabras del Profeta Da mihi intellectum, pues cuando está informada e instruida el alma que se ha de salvar en el cuerpo limpio, «piensa e ama e desea el buen amor de Dios e sus mandamientos.» Es decir, el Arcipreste, por lo que hasta aquí lleva dicho, pudo haber buscado como segundo título para el libro de buen amor el de «Desengaños del amor lascivo» que empleó Céspedes y Meneses.

Pero todo esto es para el que necesite sanos consejos y crea en la recta intención del Arcipreste al darlos; que el que no los quiera hallará también en el libro muy abundante doctrina: «empero por que es humanal cosa el pecar, si alguno (lo que non les consejo) quisiere usar del loco amor, aquí fallará algunas maneras para ello», y esta es la verdadera ciencia que se ha de buscar en el libro del buen amor.


Entiende bien mi dicho e habrás dueña garrida.

(Copla 54)                


De este modo el nombre del libro es precisamente todo lo contrario de lo que debiera ser, y el mismo arcipreste, con su humorismo acostumbrado nos cuenta las buenas razones que tuvo para escoger tan hermoso título; se lo aconsejó Trotaconventos, en ocasión en que se había vengado con saña de él por una plabra ofensiva dicha sin discrección:


Nunca digas nombre malo nin de fealdad,
Llamatme buen amor, e faré yo lealtad,
Ca de buena palabra páguese la vesindat;
El buen desir non cuesta mas que la necedat.

(Copla 906)                


Entonces aprendió el Arcipreste que no podía llamar a la vieja trotera, aunque la veía cada día correr en su servicio, y que no era conveniente dar el nombre apropiado a su libro que podía muy hacer los mismos oficios de «señuelo, garabato, aguijón, aldaba, jáquima, anzuelo», y qué se yo cuántas otras más que hacía la vieja Urraca, sin que por eso sufriera que se lo dijesen.


Por amor de la vieja e por decir rason
Buen amor dixe al libro e a ella toda sazon.

(Copla 907)                


Este es el verdadero título y esta es su historia.

Léanse, para concluir, las últimas coplas, donde Juan Ruiz recomienda al lector que deje correr el libro de mano en mano entre todos los que lo pidan para leerlo:


Pues es de buen amor, emprestadlo de grado,
Non desmientades su nombre nin dedes refertado;
Non le dedes por dineros, vendido nin alquilado,
Ca ven ha grado nin gracias nin buen amor complado.

(Copla 1.604)                






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