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ArribaAbajo Cuatro bocetos

Enrique J. Banchs





El café


    En el rincón oscuro del café solitario,
entre un ebrio que llora y un gato que dormita,
silabea mi idea por el abecedario
de las cosas triviales que el desgano limita.

    Y la pereza esfuma. Sobre la mesa el diario  5
sutiles argumentos de opositor medita;
en la calle la lluvia que es un viejo sudario
deshila mansamente su hilazón infinita.

    La mortecina lumbre del cigarro en la taza
dos hojas enceniza de un crisantemo chino  10
puesto sobre la loza por un pincel francés,

    y mientras va, en un cromo del muro, un rey de caza,
los contornos divagan en tonos de esfumino,
las luces tienen sueño y un reloj da las tres.




Rincón de Palio


    Chorrean las macetas recién regadas
la pared envejecida donde un mocoso
ha escrito un comentario libidinoso
bajo la indiferencia de las miradas.
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    Palidecen las malvas atormentadas  5
por un cáncer de flores, siempre oloroso,
y arañan el oscuro suelo leproso
las saltarinas peonzas bien aguzadas.

    Cuatro o cinco vecinas en compañía,
entre un chisme sabroso y un mate aguado,  10
comentan las noticias de policía,

    y en el cuarto la enferma llega a creer
que es la protagonista del libro amado
que anteayer le prestaron en el taller.




El Cristo del Juzgado


    Mientras lee el secretario con voz que atrista
de los considerandos partes primeras,
el juez que tiene cara de prestamista
va marcando el programa de las carreras.

    Se trata del proceso de un anarquista  5
que gritó cuatro cosas por las aceras,
y el ad latere docto pasa en revista
los cargos que merecen penas severas.

    Tiene el muro un doliente Crucificado
que fermenta en sus llagas toscos rubíes.  10
Cercanas a los clavos del pie llagado

    Se entretejen rojizas llagas de herrumbre...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
(¿Qué hará entre providencias y entre otros íes
ese cuerpo de ayunos y mansedumbre...?)  15

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Bajo la lluvia


    La lluvia con blanduras de enamorado
se apaga en su tableado traje morado,
y si en la nuca grácil se despereza,
sobre el milagro rubio de su cabeza

   queda prendida. Por el tramado  5
que los hilos sutiles han trabajado,
se descuelgan las gotas con la torpeza
de arañas de diamantes en la maleza

    De la áurea filigrana de un aderezo...
tan mansa cae la lluvia que es como un rezo,  10
y a las luces temblantes de los faroles

   que en las aceras brillan como charoles
dos lágrimas simulan gotas arteras
cuajadas en el arco de sus ojeras.