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Tradición y modernidad en las novelas de Clorinda Matto de Turner

José Alberto Barisone





En el ámbito cultural de Perú y de Buenos Aires de los últimos veinte años del siglo XIX, se recorta la figura y la obra de Clorinda Matto de Turner (1852-1909)1 quien tuvo un papel significativo en la configuración de la novela moderna y el periodismo hispanoamericanos, además de desarrollar una destacada labor docente.

Matto nació cerca de Cuzco, ciudad de fuerte tradición histórica, pero en situación de relegación y conflicto con la cultura de la costa, cuya hegemonía impuso Lima. Comenzó su tarea intelectual en otras ciudades del interior mediante la publicación de artículos periodísticos y de relatos costumbristas -las Tradiciones cuzqueñas- en la línea de Ricardo Palma. No obstante provenir de la provincia, logró conquistar un espacio en Lima, donde se estableció en 1886.

Pese a su formación tradicional, a la que no renunció totalmente, asumió y defendió ideas consideradas entonces modernas: el laicismo, el progreso, la educación secularizada, la preparación profesional de la mujer, entre otras.

En este trabajo nos proponemos abordar de manera muy general las tres novelas que publicó: Aves sin nido2 (1889), Índole3 (1891) y Herencia4 (1895), para señalar algunas de las cuestiones que en ellas se problematizan, como las tensiones entre la tradición y la modernidad, la concepción y función de la novela, el proyecto de consolidación de la nacionalidad, la visión del indígena, el perfil de la mujer y los modelos de representación.




La constitución de una literatura nacional

De los propósitos enunciados por Matto de Turner en los prólogos y las tramas de sus novelas se desprende con claridad la concepción y la finalidad didáctica que las sustenta.

En el proemio a Aves sin nido afirma, por ejemplo:

«[...] la novela tiene que ser la fotografía que estereotipe los vicios y las virtudes de un pueblo, con la consiguiente moraleja correctiva para aquéllos y el homenaje de admiración para éstas»5.



Ideas que recoge y corrobora el narrador de Índole: «Nadie sino el novelista observador que, llevando el correctivo en los puntos de su pluma, penetra los misterios de la vida [...]»6. Resulta claro el propósito pedagógico, impregnado de un fuerte sentido moral, que se inscribe en lo que Ángel Rama ha llamado «la tradición redentorista del letrado americano».

La preocupación por definir el estatuto retórico de sus novelas, el conocimiento y la parcial asimilación de las nuevas tendencias filosóficas y artísticas -el positivismo y el naturalismo-, el cuidado puesto en el manejo de los procedimientos narrativos y en la elección de los títulos -evidente en el caso de Herencia7- la conciencia de un público lector y la atención que le presta para satisfacer sus expectativas y preferencias, y el interés en la circulación de sus obras revelan el nivel de profesionalidad con que Matto encaró el trabajo literario. En las palabras que le dirige a Nicanor Bolet Peraza, en la dedicatoria que le hace de Herencia, señala:

«El paladar moderno ya no quiere la miel ni las mistelas fraganciosas que gustaban nuestros mayores: opta por la pimienta, la mostaza, los bitters excitantes; y de igual modo, los lectores del siglo, en su mayoría, no nos leen ya, si les damos el romance hecho con dulces suspiros de brisa y blancos rayos de luna: en cambio, si hallan el correctivo condimentado con morfina, con ajenjo y con todos aquellos amargos repugnantes para las naturalezas perfectas, no sólo nos leen: nos devoran»8.



En las novelas de Matto de Turner se observa el interés constante por contribuir a la consolidación de una literatura nacional:

«En los países en que, como el nuestro, la literatura se halla en su cuna, tiene la novela que ejercer mayor influjo en la morigeración de las costumbres [...]»9.



Este hincapié en lo nacional se pone de manifiesto tanto en el reiterado subtítulo «Novela peruana» que se consigna en Aves sin nido, Índole y Herencia, como en el intento de brindar en sus novelas una visión lo más abarcadura posible del Perú, mediante la incorporación de áreas geoculturales diferentes y separadas, de personajes de las distintas etnias y clases sociales, de la captación de prácticas sociales y costumbres diversas, del tratamiento de temas y problemáticas de afligente actualidad y del registro de particularismos lingüísticos.

Esta gesto de volver la mirada hacia lo propio está orientado por la búsqueda de la identidad, actitud que cobró fuerza en Hispanoamérica con los escritores románticos, quienes propiciaron y ahondaron un proceso de autoconciencia cultural10.

En Matto, el objetivo de afirmar la literatura peruana a través de la novela se enmarca en una aspiración más amplia que tiene que ver con la necesidad de construir la nacionalidad de un país disgregado, con problemas territoriales surgidos de la guerra con Chile (1879-1883), social y racialmente estratificado, sumido en conflictos armados internos y carente de una organización institucional definitivamente consolidada.

El discurso asume para Matto de Turner un carácter doblemente fundacional. Por una parte, sienta las bases de un tipo de novela -la de costumbres, a la manera de cuadros sociológicos- que, a su juicio, carece de tradición en Perú. Por otra, mediante la ficcionalización, plantea la construcción de una comunidad nacional imaginada, conforme al proyecto liberal11.




Progreso y educación

Con el propósito de dar a través de sus novelas una imagen acabada de Perú, Matto ha elegido para representar las acciones dos espacios emblemáticos -el rural y el ciudadano-, los que asumen tanta función referencial como simbólica, que retoma y actualiza la dicotomía civilización y barbarie. En la perspectiva del narrador, la realidad aparece descripta e interpretada conforme a estas categorías, que se tematizan tanto en la historia narrada y en los excursos argumentativos de la novela, como en la caracterización de los personajes.

En Aves sin nido y en Índole, los acontecimientos se desenvuelven en pueblos serranos, casi inmovilizados en el tiempo, sujetos a costumbres y prácticas sociales tradicionales, ajenos a los impulsos modernizadores.

Kíllac, el ámbito de Aves sin nido, aunque aparece descripto de manera realista, adquiere un sentido simbólico pues al concentrar todos los rasgos negativos que el narrador enjuicia, constituye una representación de la barbarie. Esta marcada negatividad está enfatizada por la constante comparación de este villorrio con la gran ciudad. Para Manuel: «Viajar a Lima es llegar a la antesala del cielo y ver de ahí el trono de la Gloria y de la Fortuna [...]»12, en tanto que Lucía expresa: «Allá (en Lima) se educa el corazón y se instruye la inteligencia»13.

La ciudad aparece asociada a la virtud: es el centro de la cultura y la educación, del progreso y la moralidad14. Aunque en Índole el pueblo Rosalina y la hacienda Palomares no están caracterizados con notas absolutamente negativas, resultan empobrecidos cuando los personajes marcan los contrastes con la vida de Lima:

«En dos años de trabajos bien llevados tendremos todos nosotros con qué abandonar la estéril, triste vida de provincia, para trasladarnos á Lima, á esa llama de placer en cuyo torno revolotean las mariposas de la dicha [...] donde se reúnen los Congresos y se reparten los empleos de la nación [...]»15.



En una y otra novela se plantea la superioridad de la ciudad -sede de la civilización-; pero en Aves... la imagen de Lima aparece más idealizada, connotada por valores morales; en Índole, en cambio, se impone una visión de la ciudad ligada a la pujanza de lo político, lo económico y lo social. Herencia se desarrolla sólo en Lima, presentada en toda su diversidad y dinamismo. En el progresivo cambio del ámbito rural por el urbano, se observa un movimiento en la valoración de la ciudad acorde con el intento de abandono de la estética romántica por la del naturalismo.

Desde la perspectiva moral del narrador, la imagen de la ciudad como virtud, plasmada en las dos primeras novelas, evoluciona hacia una visión más crítica; en Herencia, la representación de Lima conjuga tanto la virtud como el vicio. En esta obra se perfilan los nuevos actores urbanos que el naturalismo se propuso analizar: el proletariado emergente de una economía capitalista todavía incipiente, la prostituta, el inmigrante, el periodista; todos ellos, junto a la aristocracia y la alta burguesía, se mueven en una sociedad que experimenta cambios en los códigos sociales y culturales, y que revela una profunda crisis de valores éticos y espirituales. El culto al trabajo, la honradez y la moral conviven con el arribismo, la especulación financiera, la figuración ostentosa y la sublimación del lujo.

Asimismo, este abigarrado y multifacético cuadro de la vida moderna de una ciudad como Lima se despliega en las múltiples escenografías urbanas que la novela presenta (paseos públicos, grandes tiendas, clubs, espectáculos, ambientes encumbrados y marginales, entre otras).

La idea de que el progreso es un factor decisivo para la consolidación del Estado, asumida como mito unificador por el liberalismo, fundamenta el proyecto ético y político-social que se desprende de las novelas de Matto de Turner. En una nación con un alto índice de analfabetos tal progreso -siempre pensado a través de la asunción del castellano y de los valores de la cultura occidental, impuestos sobre la heterogeneidad cultural y lingüística- sólo podría llevarse a cabo mediante la educación, instrumento de crecimiento espiritual y de transformación social. No obstante, ese poder aparece, a veces, atenuado por la influencia de otros factores, como el clima, la índole personal y lo biológico, a quienes el positivismo dio una importancia determinante.

Es en Aves sin nido donde se privilegia el rol que cumple la educación en el mejoramiento tanto individual como social, como se explicita en la voz narrativa:

«[...] lo que ocurre en Kíllac, como en todos los pequeños pueblos del interior del Perú, donde la carencia de escuelas, la falta de buena fe en los párrocos y la depravación manifiesta de los pocos que comercian con la ignorancia y la consiguiente sumisión de las masas, alejan, cada día más a aquellos pueblos de la verdadera civilización, que, cimentada, agregaría al país secciones importantes con elementos tendientes a su mayor engrandecimiento»16.



En el grupo de los «notables» del pueblo -el gobernador, el cura y el juez de paz, entre otros, representantes del poder en la sierra- están cifrados los rasgos negativos que el narrador denuncia; en tanto que el matrimonio Marín y Manuel, quienes han recibido una esmerada educación en la ciudad, encarnan los valores morales y las ideas progresistas sustentados por la voz narradora.

Por otra parte, la novela visualiza el proceso educativo como un medio viable para promover el desarrollo nacional a través de la integración de los indios, según se argumenta al final del fragmento citado.

El personaje que exhibe de manera más completa la influencia de la educación es Margarita, una de las protagonistas de Aves sin nido y de Herencia. Mediante un paulatino y sostenido aprendizaje, seguido en su desarrollo en la primera novela, que incluye la adecuación a un nuevo hábitat -la casa de los Marín-, el dominio de la lectura y la escritura del castellano, la adquisición de las prácticas sociales, los códigos culturales y los valores éticos de la alta burguesía progresista, se transformará de india en señorita de la clase acomodada de Lima. Este cambio, juzgado positivo y ejemplar por el narrador, comporta un completo proceso de aculturación, en el que el personaje hace suya la cosmovisión de sus padres adoptivos blancos sin que se le plantee un conflicto de identidad étnica.

En el horizonte ideológico del siglo XIX, el interés por el indígena y su integración en la sociedad estaba orientado a partir de la valoración de cualidades que hacían posible su asimilación a la cultura del blanco; esta perspectiva es la que sostiene, por ejemplo, el escritor mexicano indio Ignacio Manuel Altamirano, quien en El Zarco adhiere al modelo de la cultura dominante.

Aves sin nido finaliza con la llegada del matrimonio Marín, Margarita y Rosalía a Lima. Los desplazamientos de Margarita -de la choza donde vivía con sus padres a la casa de los Marín, en Kíllac, y de aquí a la capital; es decir, el cambio de un «medio» perjudicial por otro óptimo- se cargan de un fuerte contenido simbólico, pues ese viaje connota el pasaje de un espacio que metaforiza la miseria y la barbarie, a otro, emblema de la civilización y el progreso.

En Herencia, el proceso transformador ya ha llegado a su culminación; Margarita, en virtud de la educación formal que ha recibido en uno de los mejores colegios de Lima, y de la apropiación de los códigos culturales de la alta burguesía -el tipo de vestimenta, los paseos por las grandes tiendas de moda, la asistencia a espectáculos públicos- ya es una señorita «arreglada» conforme a las pautas de la clase en la que se ha insertado.

Bella, educada, juiciosa, casta, elegante, Margarita encarna los valores de la mujer ideal, forjados de acuerdo con el modelo de su madre adoptiva. El camino de perfección iniciado en Kíllac alcanza su plenitud al final de la novela con la celebración de la boda. El proceso de transformación a través del aprendizaje es eje conductor entre ambas novelas: la fe liberal en la educación vence los estigmas de la herencia y el medio si la «gran familia peruana» blanca y culta adopta la actitud del progresista matrimonio Marín.

Pero la influencia de la educación como agente de transformaciones no siempre asume un carácter tan decisivo; en Índole llega a ser negada mediante un argumento de procedencia naturalista, que se apoya en el determinismo biológico:

«[...] los bellos cuadros de la madre naturaleza, dignos de dar renombre al lápiz ó al pincel de los que nacieron con el nervio del arte en la concavidad cerebral cuya forma determina, ante la ciencia fisiológica, los talentos humanos y hasta la índole del individuo»17.



En esta novela aparecen más explícitas algunas tesis positivistas, aunque no asumidas de modo rotundo, excepto en el párrafo citado. Con frecuencia, el narrador procura armonizar argumentos que derivan de diversos campos: «[...] su índole, eso que los moralistas llaman inclinaciones y los fatalistas califican de predestinación, su índole estaba amasada en el bien [...]»18.

Aún en los casos en que la voz narradora esgrime teorías científicas para explicar comportamientos y situaciones, aquellas siempre están avaladas por un fundamento último de orden trascendente, vinculado a la religión:

«Al lado de aquella enseñanza divina, la ciencia humana, en sus relaciones fisiológicas, ha escrito también índole traduciendo la tendencia ó inclinación natural, peculiar á cada individuo»19.



Herencia es la novela de Matto en la que se despliegan con mayor fuerza algunos principios cientificistas. Resulta un tanto confuso el sentido otorgado por el narrador a la palabra herencia, ya que si bien en ocasiones se la asocia con determinaciones de tipo orgánico, en general se la define en términos más amplios, que incluyen lo ético, de acuerdo con una concepción patriarcal. Así, antes de que Camila mantuviese relaciones sexuales con Aquilino, el narrador interpreta que la caída de la joven obedece a las

«[...] escenas que la vida íntima de la madre, había dejado grabadas en la mente infantil de la hija; citas misteriosas en ausencia del señor Aguilera [...] y un cosmos hereditario, con tendencias irresistibles, actuaba en la naturaleza preparada de Camila»20.



Luego agrega: «La impulsaba aquella herencia fatal de la sangre»21.

Idénticas explicaciones respecto de la conducta de la mujer se desprenden del siguiente diálogo: «-Por eso las esposas y las madres libidinosas dejan á las hijas la herencia fatal. -Sí, ¡la terrible herencia!»22.

Por un lado, se insiste en la gravitación de la herencia biológica, asociada particularmente al peso que tiene en la conducta sexual de las hijas el comportamiento de sus madres. Por otro, la significación del concepto herencia se amplía al comprender también factores ambientales y educativos, que son los que se imponen, de acuerdo con la reflexión del narrador, al final de la novela:

«En el curso de la vida, á través de los sucesos; Margarita y Camila habían entrado en posesión de lo que les legaron sus madres, su educación, su atmósfera social, más que su sangre: era, pues, la posesión de la herencia»23.






Crítica clerical

La constante reacción de Matto de Turner contra los grupos opresores de la sociedad se manifiesta también en su marcado anticlericalismo, lo que se advierte con mayor intensidad en sus dos primeras novelas.

En Aves sin nido, el sacerdote Pascual Vargas es descripto de modo caricaturesco: «Estatura pequeña, cabeza chata [...] vestido con una imitación de sotana de tela negra, lustrosa, mal tallada [...]», imagen desvalorizada que se enfatiza cuando el narrador agrega que «[...] inspiraba desde el primer momento serias dudas de que, en el Seminario, hubiese cursado y aprendido Teología ni latín [...]»24. Esta representación negativa se confirma en el nivel de la historia al mostrar cómo el personaje explota económicamente a los indios y contribuye a mantenerlos en la ignorancia y la superstición:

«[...] la señora Lucía nos ha llamado para abogar por unos indios taimados, tramposos, que no quieren pagar lo que deben; y para esto ha empleado palabras que [...] entendidas por los indios nos destruyen de hecho nuestras costumbres de reparto, mitas, pongos y demás [...]»25.



Asimismo, la vida sexualmente licenciosa que lleva el cura Pascual amparado en su investidura, continúa la de su predecesor en la parroquia, Pedro de Miranda y Claro. Éste, a causa de sus desórdenes, pone a sus hijos Manuel y Margarita -fruto de sus relaciones con una india y con la esposa del gobernador- al borde de consumar una relación incestuosa. La revelación de la verdad al final de la novela impide que esto ocurra, lo que trae aparejado la infelicidad de los jóvenes.

La vida disipada de los clérigos de campaña lleva a la autora a fundar una de las tesis que la novela plantea: la necesidad del casamiento de los sacerdotes como solución que evite la inmoralidad de sus costumbres:

«Ignoraban estos filósofos los crueles momentos que pasó el cura Pascual antes de entregar su espíritu a Dios. La tortura de su alma, comprendiendo la posibilidad de haber sido un hombre moral y útil, sin las aberraciones de las leyes humanas contrarias a la ley natural [...]»26.



Luego, Manuel, uno de los personajes portavoz del narrador sostiene: «[...] pienso probar con todos estos datos la necesidad del matrimonio eclesiástico [...]»27.

La explícita defensa que hace Lucía Marín del verdadero pastor, abnegado y ejemplar, conforme al modelo de Cristo, puede interpretarse como el reconocimiento de una realidad y también como una estrategia de la autora para evitar un choque frontal con la jerarquía eclesiástica, con la que tendrá no pocos problemas:

«[...] yo he visto en la ciudad seres superiores, llevando la cabeza cubierta de canas, ir en silencio [...] a buscar la pobreza y la orfandad para socorrerla y consolarla; yo he contemplado al sacerdote católico abnegado en el lecho del moribundo; puro ante el altar del sacrificio [...] Y ¿es ése el cura Pascual? [...] ¡Ah! ¡Curas de los villorrios!»28.



Al hacer una distinción entre los sacerdotes de la ciudad y los de los pequeños pueblos, se remarca cómo el ambiente semifeudal de éstos, donde no hay un control que limite los privilegios de casta y la ancestral autoridad del clero, hace posible los abusos y la inmoralidad de sus representantes.

En Índole, la autora reitera las críticas que hiciera en su primera novela y la amplía al cuestionar uno de los sacramentos de la Iglesia Católica: la confesión.

El cuestionamiento del clero, tema de muchas novelas de la época, deriva del excesivo y perjudicial influjo que ejercen los sacerdotes sobre la conciencia de las mujeres devotas, a quienes dominan a través del confesionario:

«Quién había de decirle entonces, que flores y perfumes, símbolo de la virtud y de la santidad del verdadero sacerdote [...] se trocarían ora en veneno, ora en sierpes ponzoñosas para el hogar, excitadas en su apetito por aquella comunicación íntima, sin velo, sin reserva, del confesionario, donde la mujer iba a desnudarse moralmente todos los días!»29.



Al insistir en la conducta licenciosa de los sacerdotes, Matto intensifica el tono crítico al mostrar la conducta que exhibe el cura Peñas cuando intenta seducir a Eulalia López.

En Herencia el espacio dedicado a la cuestión clerical es mucho menor. Se insiste en la excesiva sumisión de la mujer a la autoridad sacerdotal y se subraya el interés económico que mueve al clero:

«-Pero el Arzobispo no sale de su palacio para matrimonio, mi señora Nieves.

-¡Qué! La plata allana todo, usté lo verá [...] En efecto, á las ocho y media de la noche su Señoría Ilustrísima vestida con el más deslumbrante de los ajuares sacerdotales tenía delante la pareja»30.



La actitud anticlerical de Matto de Turner, común entre los intelectuales más progresistas de su época, deriva de la constatación del poder del clero en América Latina, el que se muestra refractario a los impulsos modernizadores del proyecto liberal y a la consiguiente disminución de privilegios en el control de la educación y la moral.




Visión del indígena

La circunstancia de haber nacido en Tinta, cerca de Cuzco, y de vivir en otras ciudades del interior de su país, le permitió a Matto de Turner un acercamiento directo al mundo indígena. Si bien en algunas de sus Tradiciones cuzqueñas -«Un centinela de Acero», «Depósito Parlante» y «Ccata-Hueqque», entre otras31-y en la tragedia Hima-Sumac, incorporó al indio, es en Aves sin nido donde adopta una perspectiva marcadamente crítica.

Aunque no fue la primera novela que asumió la defensa del indio32, por el impacto que causó la fuerza de su alegato, la mayor parte de la crítica coincide en señalar que esta obra inaugura la narrativa indigenista, corriente que tendrá un gran desarrollo en la primera mitad del siglo XX33.

En el proemio a esa novela, Matto de Turner señala, refiriéndose a los indios de su país:

«[...] he observado de cerca [...] la abyección a que someten esa raza aquellos mandones de villorrio [...] No otra cosa son, en lo general, los curas, gobernadores, caciques y alcaldes»; luego agrega: «[...] y aun cuando no fuese otra cosa que la simple conmiseración, la autora de estas páginas habrá conseguido su propósito, recordando que en el país existen hermanos que sufren, explotados en la noche de la ignorancia [...]»34.



Queda claro que el objetivo que la anima es el de la denuncia de la situación miserable en que viven los indios, movida tanto por un afán filantrópico que encuentra sus raíces en los sermones y alegatos de Montesinos y las Casas, como por una conciencia crítica en la que influyeron las ideas de Manuel González Prada35.

En la novela se demuestra que los responsables del sojuzgamiento y la explotación del indígena son el clero, el gobierno y la justicia. La falta de educación de los indios y el desconocimiento de esa realidad por parte de los compatriotas contribuyen a mantener ese penoso estado. El problema está planteado, entonces, en términos éticos, políticos y educativos, no socio-económicos, como lo harán luego González Prada y Mariátegui, entre otros36.

Pese al propósito enunciado por la autora de realizar una «copia fiel», la visión que presenta de los indios en Aves sin nido se inscribe en el romanticismo social, de ahí que oscile entre el realismo y cierta idealización, aunque ésta sea distinta de la ensayada en la novela indianista. La diferencia radica en que Matto nos construye una imagen del indio inmerso en la miseria, la marginalidad y la ignorancia. Una y otra vez el narrador y los personajes que actúan como sus portavoces se refieren al embrutecimiento de los indios, pero este rasgo no se concreta en ningún personaje, sino que sólo aparece en el discurso argumentativo: Fernando Marín explica, por ejemplo, que «[...] está probado que el sistema de aumentación ha degenerado las funciones cerebrales de los indios [...]»37.

La crudeza de esta visión no se corresponde con la caracterización de los personajes indios que presenta la novela. Marcela y Juan Yupanqui y Martina e Isidro Champí encarnan un conjunto de rasgos y valores de signo absolutamente positivo: son honrados, trabajadores, abnegados y agradecidos hasta el sacrificio. Es evidente que esta representación, contrastante con la que se hace de los «notables», obedece a una estrategia del narrador para ilustrar de manera más rotunda las denuncias que formula y poder alcanzar mayor fuerza persuasiva en los lectores.

Cuando Lucía Marín expresa: «-Para mí no se ha extinguido en el Perú esa raza con principios de rectitud y nobleza, que caracterizó a los fundadores del imperio conquistado por Pizarro [...]»38 recurre al momento del origen y al prestigio del Incario; esto no sólo marca las diferencias respecto de la situación actual de los indios, sino que también constituye un medio legitimador, que muestra la continuidad de una tradición cultural que se reivindica.

La problemática indígena, central en Aves sin nido, ocupa un lugar incidental en las otras dos novelas de Matto de Turner39.

En Índole uno de los ejes de la trama gira en torno de las alternativas del romance de los mestizos Ziska y Foncito, quienes aparecen representados de modo desproblematizado, en un ambiente bucólico y pintoresco que mucho le debe al cuadro de costumbres y a las tradiciones cultivadas por Ricardo Palma. No obstante, la novela exhibe en dos oportunidades la actitud comprometida que la autora asumió en Aves sin nido, en relación con la explotación del indígena, ejercida en este caso por el sacerdote y el empresario Cienfuegos.

Finalmente, en Herencia los indios sólo aparecen en el recuerdo de Fernando Marín -personaje que deriva de la primera novela- cuando hablando de política con su esposa señala: «Te acuerdas cómo son, cómo viven los indios, esos parias desheredados [...]»40.

La compleja relación entre el referente extratextual y la configuración discursiva de éste en un texto literario se agudiza aún más en obras que, como Aves sin nido, exhiben la contraposición de mundos socioculturales radicalmente diferentes.

El concepto de heterogeneidad elaborado por Antonio Cornejo Polar ayuda a comprender este fenómeno de singulares características:

«[...] el escritor indigenista no es indio ni produce su literatura dentro del sistema socio-cultural indígena. El concepto de heterogeneidad da razón de estos hechos y no de otros: mediante él se trata de definir una producción literaria compleja cuyo carácter básico está dado por la convergencia, inclusive dentro de un solo espacio textual, de dos sistemas socio-culturales diversos [...]»41.



Más allá del intento de plasmar con fidelidad la cosmovisión, las peculiaridades y costumbres indígenas, y descontados los buenos propósitos planteados por Matto, Aves sin nido pone en escena la oposición de universos -el indio del referente y el blanco de la escritora- distintos en la concepción del mundo (mítico/racionalista), en la lengua (quechua/español), en los medios de expresión (oralidad/escritura) y en la constitución retórica de los discursos (cantos/novela).

El acercamiento del narrador de Aves... a ese sujeto «otro», el indio, es desde afuera y está orientado por categorías occidentales. Esto no supone que el narrador ignore al «otro», sino que, conociéndolo, lo incluye en su visión etnocéntrica mediante una representación de ese «otro» inevitablemente exterior y paternalista, que se enmarca dentro del horizonte ideológico del momento.




Constitución del sujeto femenino

Un aspecto que reviste singular interés es observar cómo Clorinda Matto de Turner contribuyó a la constitución de un espacio femenino en el incipiente ambiente intelectual de Perú y de Buenos Aires, mediante una labor que se diversificó en múltiples esferas: el periodismo, la educación y la literatura.

Su activa participación en la esfera pública a través del trabajo intelectual, así como la ola de adhesiones y rechazos que sus aportes promovieron, son reveladores de la emancipación que llevó a cabo en medios todavía reacios al reconocimiento de la mujer en espacios que no fueran los privados.

En la dedicatoria que Matto hace en Herencia a Nicanor Bolet Peraza, director de Las tres Américas, le expresa su gratitud por el apoyo recibido, exento de

«[...] aquellas mezquindades empequeñecedoras de los hombres que, en la glorificación de las mujeres levantadas del nivel de la vulgaridad, ven una usurpación á sus derechos ó privilegios [...]».



lo que ilustra acerca de las dificultades que tuvo que sortear para desenvolver su vocación y alcanzar el reconocimiento a su obra42.

También la conferencia Las obreras del pensamiento, pronunciada en El Ateneo de Buenos Aires en 1895, es otra muestra elocuente de la reivindicación que la autora hace de la mujer en lo concerniente a las esferas intelectual y artística, y del valor que le asigna a la educación como factor de mejoramiento y transformación femeninos. Resulta pertinente señalar que la defensa del espacio de la mujer que Matto ensaya se circunscribe a la emancipación mental, a la elevación cultural y moral, y a la posibilidad de una salida profesional; en cambio, no juzga favorable la inserción en el ámbito político. El modelo de mujer que la autora propone a través de sus artículos periodísticos y de sus novelas responde a la imagen tradicional de esposa y madre que enriquece con el reconocimiento de la capacidad intelectual. En una de sus notas afirma:

«La mujer ha nacido para madre y debe ser toda ternura y sentimientos, porque el código que la rige es el corazón. Por esto pido para el varón el bullicio de la política, donde todos se engañan [...] y para la mujer el altar de la familia [...]»43.



Aparece una valoración altamente positiva del rol femenino en el hogar para contribuir al correcto desarrollo de la nación, mediante la formación moral de los ciudadanos.

Guiada por el afán de representar un cuadro social que sea fiel reflejo de la realidad a partir de sus «observaciones sociológicas», Matto introduce en sus obras a mujeres de las distintas etnias y clases sociales de su país: blancas, indias, mestizas; burguesas, aristócratas y, en menor medida, trabajadoras y prostitutas recorren sus novelas encarnando, mediante tajantes contraposiciones, los rasgos positivos y negativos que ejemplifican las tesis que las obras plantean.

Tanto la belleza física y moral, como la generosidad y la abnegación; tanto la discreción como el buen juicio son los atributos apreciados que conforman el horizonte de valores ético-sociales sustentados por el narrador.

Los roles de esposa y madre, que cumplen en el espacio privado a través de la conducción del hogar, la educación de los hijos y las tareas domésticas, completan la valoración del papel de la mujer en la vida social y en la construcción de la nación, que las novelas legitiman y que arraigan en el modelo cristiano.

Lucía Marín y Margarita en Aves sin nido y Herencia, y Eulalia López en Índole, son los personajes en los que están cifrados los atributos que el narrador reivindica.

En contraposición a este perfil femenino, se enjuicia severamente el comportamiento sexual disipado:

«Criaturas desgraciadas, que, tal vez no están desterradas de la patria de la mujer, -Virtud- pero sí encerradas por la sociedad en esa isla de ignominia sin redención -Vicio-»44.



El matrimonio asume en las novelas de Matto una importancia capital; aparece como una institución básica y primordial, basada en leyes naturales, que fundamenta y cohesiona el ordenamiento social, desde una perspectiva moral. El modelo que las obras proponen está configurado a partir de la simbología cristiana como una alianza espiritual asentada en el amor, el respeto y la armonía:

«El matrimonio no debe ser lo que en general se piensa de él, concederle sólo el atributo de la propagación y conservación de la especie. Tal será la tendencia de los sentidos; pero existe algo superior en las aspiraciones del alma que busca su centro de repercusión en otra alma [...] estrechada por el vínculo santo del amor»45.



El matrimonio es el marco propicio tanto para el perfeccionamiento de la mujer como para la formación moral de los hijos, mediante la adquisición de los valores y las prácticas ético-sociales considerados ejemplares. En relación con lo anterior, también se le asigna una marcada significación a la maternidad, entendida como coronación de la unión matrimonial y como una experiencia que completa la plenitud femenina. Pese a que el matrimonio Marín de Aves sin nido no tiene hijos -en algún momento el narrador informa que la pareja espera a su primogénito, aunque en Herencia, parcial continuación de la primera novela, no se hace ninguna referencia al respecto-, suple esa carencia mediante la adopción de Margarita y Rosalía, las hijas de la pareja de indios Marcela y Juan Yupanqui.

El ámbito familiar, donde los roles de esposa y madre tienen una función decisiva, aparece como el agente modelador de la conducta de los hijos, tesis que se despliega exhaustivamente en la última novela de Matto, Herencia. Aquí se contrapone el ideal femenino valorado por el narrador, conforme a lo ya señalado, que encarnan Lucía y Margarita, al tipo de mujer vanidosa, frívola, adúltera que representa Nieves Aguilera, aspectos fuertemente censurados, no sólo por la carga axiológica negativa que comportan, sino porque se les atribuye un peso fundamental en el carácter y el comportamiento de los hijos. La herencia recibida es determinante del modo de ser y de actuar de los descendientes, tesis de cuño naturalista que se ejemplifica en la resolución simétrica, pero en sentido inverso, que se les da a las dos historias que se narran. Matto utiliza el procedimiento de oponer dos caracteres antagónicos con el fin de observar sus reacciones y así comprobar las hipótesis planteadas. En tanto que Margarita, merced al modelo perfecto de su madre adoptiva, prolonga ese tipo femenino, alcanzando la felicidad plena; Camila, gracias al influjo de una madre adúltera, sucumbe en el sensualismo, lo que trae como consecuencia un matrimonio poco afortunado.

El hecho de que Clorinda Matto de Turner, habiendo sido una mujer moderna, construyese en sus obras un tipo femenino tradicional, da cuenta de las contradicciones derivadas de la coexistencia de dos paradigmas ideológicos -uno tradicional, el otro moderno- en el campo cultural de fines del siglo XIX.




Los modelos de representación

Las novelas de Matto de Turner despliegan -muchas veces de manera confusa y hasta contradictoria- las diversas corrientes de pensamiento y cosmovisiones que se entrecruzan a fines del siglo XIX en América Latina. Aunque ese heterogéneo cuerpo ideológico no siempre cristaliza en una visión unificada y coherente, se impone un horizonte de sentido en el que se conjugan el humanismo cristiano, el aporte de las ciencias experimentales y el liberalismo decimonónico.

Una aproximación general a las novelas abordadas permite señalar que Matto recogió del positivismo las ideas de progreso y evolucionismo, y la influencia de los factores ambientales y hereditarios, aunque la asimilación de estos postulados fue parcial y progresiva y en todos lo casos están respaldados por una concepción trascendente y providencialista derivada del cristianismo46.

Asimismo, los diferentes modelos de representación y las diversas estéticas que atraviesan las novelas de Matto obedecen a la coexistencia de los movimientos literarios que confluyen en América Latina a fines del siglo pasado, como resultado del asincronismo con que aquellos fueron incorporados y el disímil arraigo que tuvieron. A la larga perduración del romanticismo, se agregan los aportes del realismo y el naturalismo y el florecimiento de la estética modernista.

La intención explicitada por Matto en Aves sin nido de realizar una «copia fiel», «una fotografía» del referente extratextual, vincula esta novela al realismo, modelo que se concreta en la detallada descripción de los espacios, en la incorporación del indio mediante una representación seria, exenta de pintoresquismo, en la alusión a hechos históricos contemporáneos, en la captación de costumbres y prácticas sociales, en el registro lingüístico de voces quechuas y de diferentes sociolectos. Pero este intento de realizar una representación mimética de la realidad, que aspira a acentuar la ilusión de referencialidad perseguida, aparece interferido por la presencia de múltiples motivos y procedimientos de cuño romántico, como el tratamiento del tema sentimental -que incluye el tópico del amor funesto-, las acentuadas contraposiciones con que se connotan los espacios y se perfilan los personajes, el sistema retórico expresivo de muchos tramos del discurso y la intención del narrador, marcadamente reformista y pedagógica.

El aporte del naturalismo en Aves... es evidente en algunas de las ideas que esgrime la voz narrativa, en ciertas explicaciones fisiológicas y en la alusión a la influencia del clima en la conducta de los personajes.

Si bien en Índole se intensifica la presencia del naturalismo, el modelo romántico se patentiza en la concepción del amor, en la caracterización de los mestizos Ziska y Foncito y en las escenas que ellos protagonizan, plasmadas con el color local y el pintoresquismo heredados del cuadro de costumbres.

Finalmente, Herencia es la obra de Matto en la que el naturalismo aparece más concientemente asumido, conforme a la técnica de la novela experimental expuesta por Zola.

El narrador acentúa su papel de sociólogo que observa la realidad con el propósito de analizarla e interpretarla a partir de categorías científicas. De matriz naturalista son las tesis que la novela plantea, la representación seria y descarnada tanto de ambientes y personajes encumbrados como marginales, las pormenorizadas descripciones y el abordaje de problemas sexuales. También el aporte del naturalismo se advierte en el nivel expresivo del discurso mediante la constante remisión al lenguaje de la fisiología y la incorporación del estilo objetivo, propio de la ciencia.

Las novelas de Matto de Turner están configuradas a partir de la alternancia de procedimientos narrativos y argumentativos que va articulando un narrador extra-heterodiegético; como afirma Cornejo Polar, en estas obras se observa:

«[...] un doble nivel discursivo que apunta, por un lado, a la representación de referentes de realidad: la vida en los villorrios (Aves sin nido) y haciendas (Índole) de la sierra peruana y la vida en Lima (Herencia), pero se proyecta también, por otro lado, hacia la demostración de una o varias tesis en cada relato. Esta bimembración exige el empleo, dentro de la unidad textual, de dos estrategias narrativas, puesto que se trata de cubrir dos objetivos no siempre coincidentes, e implica igualmente una doble motivación creadora»47.



Las tensiones entre la modernidad y la tradición que exhiben y problematizan las novelas de Matto de Turner derivan del fuerte impacto modernizador que experimentaron los países de América Latina, a fines del siglo XIX. De ahí que las nuevas tendencias filosóficas, ideológicas y estéticas aparecen procesadas, no sin conflicto, junto a una cosmovisión tradicional, profundamente internalizada tanto en el imaginario simbólico de la sociedad, como en el universo axiológico de la autora.





 
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