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Transmisión lingüística en los romanceros antiguos

Manuel Alvar



A Margherita Morreale






Tradición antigua y tradición moderna

1. Los estudios sobre la tradicionalidad del romancero no son ninguna novedad. Sin embargo, creo que puede resultar útil ver cómo se cumplen esos procesos de tradicionalización en los viejos textos que han llegado hasta nosotros en ediciones no siempre muy cuidadas. A través de esas variantes antiguas podemos intentar seguir unos procesos cuyo desarrollo habrá que cotejar con lo que nosotros sabemos de la tradición actual. Tal vez entonces se pueda establecer un parangón que resulte instructivo para aclarar problemas de cada una de estas sincronías. Claro está que al trabajar con textos impresos en lo antiguo no podemos tener certezas como las que documentamos hoy. Una variante actual -asegurada por cien recitaciones, obtenidas en otros tantos puntos de encuesta- nos habla con una elocuencia mucho mayor de lo que lo hace un texto impreso. La oficina de un viejo tipógrafo no da sino la variante que llega hasta el pliego, pero nos resulta difícil saber si procede de la ciudad en que el taller se encuentra o viene de cualquier otro antecedente, muy remoto en el espacio, e incluso en el tiempo. La geografía folklórica de los textos antiguos es de significado tan dudoso como la geografía lingüística de los documentos medievales1: tiene un valor relativo, y nada más. Pero si nos enfrentamos con esta poesía, cuyo sentido sólo se alcanza al considerar su transmisión en variantes, resultará que cada impresión suscita -tanto en lo antiguo como en lo moderno- la duda de que aquella copia sea fiel y no esté modificada. Porque, también cabe -en lo antiguo y en lo moderno- que el editor colabore, con su propia minerva, en la complicación de los caminos de la tradicionalización2.



1.1. Así y todo, merece la pena que intentemos el estudio de las variantes, porque nos puede resultar instructivo. Y en ello -en el estudio y en las variantes- posiblemente acertemos a encontrar algún fruto para el conocimiento de la tradición actual. Un benemérito impresor antiguo escribió unas líneas que pueden ser útiles como justificación de lo que estoy escribiendo y de lo que luego comentaré. Cuando Martín Nucio imprime en Amberes su Cancionero de romances (antes de 1550) dice al frente de la compilación:

Puede ser que falten aqui algunos (aunque muy pocos) de los romances viejos: los quales yo no puse: o porque no an venido a mi noticia: o porque no los halle tan cumplidos y perfectos como quisiera. Y no niego que en los que aqui van impressos aura alguna falta: pero esta se deue imputar a los exemplares de a donde los saque: que estauan muy corruptos: y a la flaqueza de la memoria de algunos que me los dictaron: que no se podían acordar dellos perfectamente3.



He aquí una buena conciencia de editor. Se trata de una poesía transmitida en variantes: unas escritas, otras orales, pero todas condicionadas por la falacia de la deturpación que se produce en unas copias malas o en una memoria infiel. Por eso dirá Nucio -y en ello ya no le sigue Nájera- que

Yo hize toda diligencia porque vuiesse las menos faltas que fuesse possible y no me ha sido poco trabajo juntarlos y enmendar y añadir algunos que estaban imperfectos.



Sin embargo, lo que sí nos dijo Nájera es el camino que sigue la poesía tradicional: «algunos amigos míos [...] me traxeron muchos romances que tenian». He aquí, pues, cómo estos romanceros, tantas veces copiados de una impresión a otra, están sometidos a la variación de esos «amigos», que recuerdan los textos de manera distinta, o a la arbitrariedad del tipógrafo, o a las enmiendas y añadidos de quien se juzga capaz de ello.



1.2. Las variantes con que Menéndez Pelayo acompañó a los textos de su Antología de líricos nos resultan de una gran utilidad4. Por más que los viejos repertorios sean hoy fácilmente asequibles, gracias al esfuerzo -sobre todo- de Antonio Rodríguez-Moñino5, el tener reunidos muchos materiales, y de manera comprobable sin mayor dificultad, permitirá establecer unas líneas maestras del trabajo, aunque no nos eximan de recurrir a las fuentes originarias.



1.3. Cuando en 1573 Juan de Timoneda imprime su Rosa de Amores6 está pensando en publicar sus propios romances y algunos modernos, pero no satisfecho con estos planteamientos añade:

Verdad es que por dos causas me huue de allegar a algunos Romances viejos. La vna, por dar perfección a las Hystorias acometidas. La otra, por hazer verdadero aquel Refran que dize. Allegate a buenos, y seras vnos dellos.



No cabe mayor discreción en el elogio. El romancero viejo servía para conferir dignidad literaria a quien se acercaba a él. Entonces comprenderemos mejor aún esa mezcla de reverencia y cuidado con que se le aproximaron quienes podían sentir el decoro de las obras bellas. Porque otros -como en todo tiempo y ocasión- no buscaban sino el medro, importándoles poco la obra bien hecha y nada el sacrificio de los demás. Sin embargo, al documentar variantes distintas -a veces de apariencia insignificante- en los textos que salen de los tórculos, podemos rastrear cuál era la situación de esos impresores ante unas obrecillas que admiraban por su belleza perdurable, pero que se recibían por caminos tan variados. Vamos a intentar sistematizar estos hechos.






La transmisión de rasgos fonéticos

2.1. El examen más superficial nos conduce a cierto tipo de sustituciones. Lo más frecuente es que una determinada forma arcaica, o sentida como arcaizante, venga a ser sustituida por lo que se juzga actual o moderno. Pensamos que es el procedimiento de transmisión de tanto texto medieval: bastaría recordar los casos harto significativos de la Historia troyana en prosa y verso (c. 1270) o la Vida de Santa María Egipcíaca (comienzos del siglo XIII) para que acertemos a comprender la diferencia que hay entre la lengua del poeta y la del copista. No de otro modo ocurre en las transmisiones de los romances impresos en el siglo XVI: resulta curioso sobremanera, por no decir abrumador, ver cómo los arcaísmos fonéticos o morfológicos se eliminan en la transmisión. Lo que ya es más difícil es reducir a constante los casos de una u otra forma. Así la Silva de 1550 trae hierro donde Timoneda fierro7, pero -al revés- el librero valenciano dirá hablando en el mismo sitio que un pliego suelto del XVI, fablando8; del mismo modo, la Silva lee fallaréislo donde hallaréisle la Floresta de Damián López de Tortajada9. Sólo hay constancia en unos cuantos romances de Praga con sus face, fermoso, fallare, fablar en oposición a los hace, hermosura, hallo, hablar del Cancionero de Barbieri10. Este entreverado mosaico no permite llegar a ningún resultado cierto, por cuanto la f- inicial conservada o no sería un rasgo agrupador de los textos aragoneses y valencianos. Como se ve claramente, muy poco cuentan las modalidades lingüísticas regionales; lo que funciona en estos casos es la procedencia de la fuente de donde copian los impresores. Algo que -naturalmente- se nos escapa a la investigación de hoy.



2.2. En testimonios como los que siguen, son muy frecuentes los casos de oposición entre las formas con -d- intervocálica conservada y las que la han perdido: traedestraéis, vengadesvengáis, queradesqueráis, etc. Las variantes que entran en mi cotejo muestran una clara preferencia por las formas en -ades, -edes en el Cancionero de romances s. a.11, mientras que en la Silva de Zaragoza predominan las formas en -áis, -éis12, lo mismo que en Timoneda alternan13. Ahora bien, no puede creerse que esta distinción se mantenga en una manera sistemática y sin vacilaciones: los testimonios que acabo de aducir son los que tienen correspondencia en impresiones distintas de un mismo texto, pero no será raro encontrar alternancia de formas (con o sin -d-) en un mismo romance, tal y como ocurre en el Canc. rom., s. a., en cuya p. 56 v. al lado de calledes, fuessedes, querades, aparecen quereys, teneys, vays. De manera semejante a lo que ocurre en el tratamiento de F- inicial, la persistencia de la -d- se presenta con notorias alternancias, pero -a pesar de ellas- ahora cabe señalar un principio de distribución bastante claro: el romancero de Amberes, s. a., se inclina hacia el arcaísmo, en tanto la modernización es muy acusada en la Silva de Zaragoza y, con atenuaciones, en Timoneda, independientemente de la oposición señalada por Malkiel: hasta Lope de Vega, Cervantes y Quevedo llega la conservación de la -d- en los proparoxítonos (tipo tomávades, tomássedes), mientras que caía en los paroxítonos (tipo tomáis, toméis)14. Los textos del romancero señalan el cumplimiento de un proceso fonético, pero -por su propia condición- estos poemas transmitidos por la tradición oral llegan a las prensas de la edad de oro conservando en ocasiones un arcaísmo que resultaba ajeno a la evolución que se había cumplido en el sistema.



2.3. Los cambios fonéticos a que da lugar la enclisis de los pronombres átonos se reducen a dos posibilidades: el grupo -dl- metatiza en -ld- y el -rl- se asimila en -ll-. En el primer caso, Timoneda rehúye las formas con el grupo consonántico y así, mientras un códice del siglo XVI lee ejecutaldo o la Silva, pedilda, él se limita a transcribir efectuado y pidela15 muy lejos de cualquier problema. También en esto habría que pensar en el carácter neologista de la lengua del librero valenciano, toda vez que la metátesis (besalde, prestalde, etc.) era un arcaísmo medieval que se documentaba ya en el Cantar del Cid y que siguió hasta la época áurea16.

2.4. En cuanto al segundo caso (-rl- > -ll-) es también un fenómeno de gran antigüedad17 que, en tiempos de Carlos V, debió de ser propio del centro y sur de España, pero no de León y Castilla la Vieja; la imposición de -rl- sobre -ll- fue el resultado de «una de tantas luchas de formas en la que el lenguaje literario y el oficial deciden el triunfo»18. El Canc. rom., s. a., vuelve a mostrarse conservador (mercarles) en oposición a la Silva de 1550 y a la Floresta de Damián López de Tortajada19; del mismo modo que el Cancionero de Barbieri tiene formas con -rl- (haberlo, -a) en vez de ll (pliego suelto de Praga)20.



2.5. El grupo secundario -N'R- se manifiesta -también- con dualidad de resultados: la metátesis -rn- y la epéntesis de d (-ndr-). Ambas soluciones se atestiguan desde la época más antigua de la literatura española: avendremos, pondrán, remandrán y verná- (s, -n), terné están documentados en el Cid21. En cuanto a las variantes de nuestros romanceros, tenemos que vernán se transcribe en la Silva de 155022 y deterná, verná en el Cancionero de Medina, frente a Juan de Escobar que tiene detendrá, vendrá23.






Arcaísmo e innovación en morfología

3.1. Los arcaísmos morfológicos se pueden reducir a dos grupos: el del presente y el del futuro. Dos formas se integran en el primero: vo (Silva, 1550) ≈ voy (Timoneda)24 y sedes (códices siglo XVI) ≈ sois (Timoneda)25. Poco significativas ambas por cuanto tienen de escasez, pero harto notorio que las coincidencias con el castellano actual se dan -una vez más- en el librero valenciano.



3.2. Nos interesa señalar en el futuro la fusión del infinitivo con el auxiliar, ya que el sentido de la composición no se perdió «sino muy entrada la Edad Moderna», puesto que hasta el siglo XVII se admitió la interposición de pronombres entre ambos componentes26. Así pues, los materiales se pueden ordenar en dos grupos: arcaizantes (sin fundir el infinitivo con haber) e innovador (con los verbos soldados). En el primero figuran la Silva de 155027, Juan de Escobar28, Timoneda29, la Floresta30, mientras que en el segundo encontramos testimonios de Timoneda31, del Cancionero de Medina (1570)32 y el Canc. rom., s. a.33 Como se ve, los resultados -salvo en el último de los repertorios aducidos- se presentan muy entreverados e incluso en una misma página pueden encontrarse las dos soluciones, tal y como ocurre en la XLIV v de la Rosa Española de Timoneda, donde entregarla he no se opone a prenderéle. Nos encontramos, pues, ante un nuevo testimonio de normas múltiples ante las cuales el romancero muestra una gran vacilación, y sólo los textos del Cancionero, s. a., se deciden -como ha ocurrido en otras ocasiones- por un resultado y no por otro34.






Comentario a los rasgos anteriores

4.1. Las variantes fonéticas que pudieran facilitar indicios de discriminación, en la lengua de los colectores o en los condicionamientos geográficos, son difíciles de establecer. O, a lo menos, muy poco claras. Hay rasgos arcaizantes como la conservación de la -d- intervocálica en las terminaciones verbales y el grupo -rl- sin palatalizar, que son evidentes en la Canc. rom., s. a., mientras que la fusión del infinitivo y el auxiliar, a pesar de su carácter innovador, también se da en la misma compilación. Timoneda parece ir de acuerdo con la lengua más neologista en las formas -áis, -éis, sin -d-, de las terminaciones verbales; en el rechazo de la metátesis -ld- (<-dl-); en los rasgos morfológicos voy, sois; mientras que vacila en el empleo de las formas de futuro: usando, unas veces, el arcaísmo en el que no se funden sus dos constituyentes y, otras, la forma moderna. La Silva de 1550 es innovadora al preferir -áis, -éis y -ll- como resultado de -rl-, pero se muestra arcaizante en sus empleos de -rn- (<-n'r-) o de las formas del futuro.

4.2. Considerando estos, que son los rasgos más salientes, puesto que la preferencia f- o h- no permite ninguna aclaración, y en unos romanceros de singular importancia, hemos de ver que el Canc. rom., s. a., responde a las normas lingüísticas del norte peninsular, puesto que la fusión del tipo besarás, a pesar de su carácter innovador (con respecto a las formas no fundidas), no pugna con los otros fenómenos, por cuanto ya se documenta en el Cantar del Cid35; Timoneda es partidario de las innovaciones centro-meridionales y la Silva de Zaragoza ocupa una posición intermedia entre ambas posibilidades.



4.3. Menéndez Pidal, en el estudio preliminar con que acompaña su edición facsímil del Canc. rom., s. a., dice que el tomo primero de la Silva de 1550 se imprimió siguiendo fielmente a Nucio, pero

Corrigiendo los yerros de éste y mejorando evidentemente sus versiones; de modo que casi siempre son preferibles las lecciones de la Silva a las del Canc. s. a., gracias a la oportuna y concienzuda labor crítica que el editor de Zaragoza empleó en depurar y enriquecer la primera cosecha de su colega de Amberes.


(P. IV)                


Dentro de esa depuración, están las modernizaciones que hemos señalado. Pues el colector del Canc. rom., s. a., usó pliegos sueltos septentrionales36, que le dieron su inequívoco arcaísmo, y acaso fueran de la Vieja Castilla aquellas gentes que le «dictaron» otros romances. La relación de Valencia con Castilla la Nueva es harto conocida, de ahí procedería el carácter neologista de Timoneda.

4.3.1. Naturalmente, y a pesar de estos indicios relativamente seguros, hay -en ocasiones- interferencias y alternancias de formas. Nada extraño en ello, por cuanto existió una tradición manuscrita, de la que algo se sabe37, y otra oral, sometida a todos los avatares de la recitación: una y otra enmarañaron la transmisión de los textos, enrevesada -todavía más- por los tipógrafos. A través de todo este entramado de dificultades podemos, sin embargo, intentar proyectar algo de luz.



4.3.2. De cualquier modo, las impresiones antiguas de los romances nos dejan ver ese conflicto entre arcaísmo e innovación, que hoy es vida en la tradición oral. Y lo que no deja de ser importante: cualquier impresión -hasta la del pliego suelto más tosco- es un acto cultural. De ahí que las innovaciones puedan surgir siempre (por imitación de normas cortesanas, por cierto ideal lingüístico mejor), pues una imprenta exige -económica y socialmente- un medio instruido; en tanto la recitación que, por supuesto, está abierta a innovaciones, puede quedar mucho más fosilizada en regiones arcaizantes. De ahí que nuestros textos participen de neologismos, incluso en regiones arcaizantes38, mientras que la tradición actual -y ese valor no se le puede quitar- conserva fósiles lingüísticos ajenos a la estructura del español hablado. Así, por ejemplo, la lengua de los romances sefardíes es más arcaizante que el judeo-español de Marruecos o el romancero canario ha mantenido esquemas lingüísticos que no pertenecen al dialecto de hoy39.








La suerte del léxico

5.0. La transmisión de vocabulario está condicionada por una serie de hechos: modernización de arcaísmos, sinonimia, falsas interpretaciones. Ahora bien, si la fonética o la morfología daban lugar a fenómenos inmanentes, los cambios léxicos producen repercusiones sobre la estructura del verso. Unas veces, porque se quiebra el paralelismo; otras, porque la rima exige la modificación de la forma; otras, porque la alternancia léxica obliga a ordenación en cadena de una serie de elementos que han sido afectados. Todo ello, por otra parte, tiene unas claras correspondencias en la transmisión actual del romancero. Por tanto, trataré de establecer -en cuanto sea posible- la mutua dependencia de los hechos viejos con los nuevos.



5.1. El arcaísmo persiste -como un fósil- en la tradición. Incluso en la tradición de hoy. Pero el fósil, por presente que esté, puede carecer de sentido. Los viejos editores han tratado de adecuar a la situación de su propia sincronía aquellas palabras que se arrastraban como antiguallas. Claro que no siempre, ni de la misma manera, pero nos bastan los ejemplos que voy a ordenar para que entendamos cómo se sintió la necesidad de la modernización.

5.1.1. Así, por ejemplo, el Canc., s. a., y la edición de 1550 hablan de ballestas de buen echar40 que han de ser «buenas para lanzar cuadrillos»; las ediciones posteriores del Cancionero dan de bien tirar lo que parece menos claro, y ya en el camino de la incomprensión se llega al ballestas de par en par de Timoneda. Sin embargo, echar en nuestra propia acepción aparecía ya en el Cantar del Cid: «la larga [...] de la otra part una braça gela echo»41.

Del mismo Canc. rom., s. a., son arcaísmos como amo sustituido por ayo en las ediciones posteriores42; perlado por primado (Silva y de Canc. de 1550)43, según era harto frecuente en la edad media; her por hacer (Silva) y hendo por haciendo (Silva, Timoneda)44; recaudo «mandato» por mandado y querellámos por quejámonos (Pliego suelto)45; había por tenía (Timoneda), ha por tiene (Floresta)46; desque por después (ib.)47; mochacha por pequeña (Silva)48; escuderos por caballeros (Floresta, pliego suelto)49; sacramento por juramento (ib.)50; aguardare por guardare (Silva)51; montaña por aspereza52; era «estaba, iba» por iba (Silva)53; castigar «aconsejar» por así hablar (Silva)54; quistión por desaguisado (Floresta)55; zarzahán por gorgorán (Floresta)56; bel por lindo (ib.)57; broslar por bordar (ib.)58; riguridad por de notar (ib.)59; do por donde (Silva, Floresta)60. Lista -en verdad- rica y variada, pero cuyo valor se refuerza si tenemos en cuenta el arcaísmo lingüístico que el Cancionero, sin año, ha acreditado en las consideraciones gramaticales que hemos hecho con anterioridad. Y todavía esta información podría completarse con otra de carácter más heterogéneo: apeado es forma de la compilación que ahora comento frente a cabalgado (Silva) y descabalgado (pliego suelto)61; cierto que apear no puede considerarse como arcaísmo, pero sí como palabra al margen del carácter más trivial que se descubre en las otras dos. En acerito, diminutivo cargado de intención, el texto del Canc. rom., s. a., conserva el valor exacto que exige el contexto, pues el moro ha recibido un golpe terrible de Roldán, mientras que airecito (Silva) se asocia a pasar -también en los versos-, pero su valor escapa al juego humorístico62.



5.1.2. La función del arcaísmo en el Cancionero, s. a., es la de mantener fidelidad a la tradición que se trata de perpetuar. Esta fidelidad a formas que necesariamente han sido orales obliga a mantener reliquias de carácter coloquial más abundantes que las seleccionadas por otros compiladores. En el romance Yo me estando en Giromena, las palabras triviales hablar, pido, no bastare, honestidad, metelda, se oponen a las que Timoneda emplea narrar, demando63, queréis, puridad, procuralda que tienen una connotación más cuidada y libresca64. Otro tanto cabe decir de manda con respecto a guía (pliego suelto), empezó frente a comenzó (Silva y Floresta), luego en oposición a presto (Silva)65.





5.2. Si echáramos una ojeada a los otros romanceros, veríamos que la transmisión de los arcaísmos ha sufrido suerte muy heterogénea. Acaso la mayor complejidad se encuentre en Timoneda: hay en él un respeto a los textos que le lleva, frente a Escobar, por ejemplo, a conservar arcaísmos como desque, posada, ficieron, mesando66 o a mantener despedir en vez de se parte (Canc. rom., s. a., Silva)67, ha proposado en vez de está hablando (Canc. rom., etc.), adarve en vez de muralla (pliego suelto)68. Por otra parte, la lengua del librero valenciano muestra un carácter marcadamente literario -y libresco- si la enfrentamos con el Cancionero de romances (1550) o algún códice del siglo XVI. Ello le hace preferir envía, libré, ponía69, efectúes, dilatar a tira, escapé, metía, cumplas, más tardar70. Frente a los términos viejos o vulgares de Escobar (fablar, rempujón) cuidará su léxico (holgar, bofetón)71, como volverá a hacer con respecto a la Silva de 155072 o a algún pliego suelto: llego por allegando73. No hay ningún absurdo en ello. En Timoneda confluyen las dos corrientes: una de admiración hacia los romances viejos; otra, la de su oficio de escritor. Al enfrentarse el respeto a la tradición con la galanura deseada para la propia obra, surgen esas aparentes antinomias, aclaradas desde la especial situación del escritor valenciano.



5.3. Dentro de este conjunto, hemos visto cómo Escobar modernizaba sus textos. Podemos añadir nuevos casos: frente al Cancionero de Medina (1570) empleará levantose por enestose74 y de esta suerte por destarte (=«de esta arte»). También la Silva de Zaragoza ofrece modernización en sus textos: quiera en vez de plegue a (pliego suelto), beneficios en vez de mercedes (ib.), cobijar, exercitar en vez de abrigar, ha de jugar (ib.)75, retaguardia en vez de reguarda (Canc. Medina, 1570) y retaguarda (Timoneda)76.






Conclusión al arcaísmo o innovación en el léxico

6. Con todas las reservas que he formulado anteriormente, recapitulo ahora los datos que estas páginas me facilitan: arcaísmo léxico del Cancionero de romances, s. a. ; innovaciones en la Silva de Zaragoza y en el Romancero de Escobar; convergencia de influjos sobre la compilación de Timoneda.






Alternancia léxica sin consecuencias

7. La alternancia de términos sin otro valor que el de la preferencia por un término léxico, cuyos alcances ahora no nos afectan aparecen en domeñan-señorean, librado-a salvo, muy recio-fuertemente, hijosdalgo-esforzados, hizo la barba-afeitó, etc.77 En otros casos, la elección va marcada por el uso de términos distintos, que pueden tener valor en el contexto, por más que su significado sea diferente (quebrar-quitar, traía-sentía, supo-oyera, tengáis cargo-fagáis caso, etcétera)78. Cabe señalar, también, cierta correspondencia externa, basada en la proximidad fónica de las palabras, aunque el contenido semántico de las voces no las equipare; estimada - *extremada79, *justicia -injuria80, *hablando -razonando, quedado -*quitado81, etc. En algunos textos, las formas léxicas actúan como eufemismos para evitar el insulto procaz: moros perros - caballeros, traidor de moro - cuitado moro82.






Causas que condicionan la transmisión del vocabulario

8. La enumeración de todas estas circunstancias, por enojosa que pueda resultar -y no se me oculta- nos permite ver cómo la transmisión del vocabulario está condicionada por hechos muy diversos, pero -con ellos- las palabras van perdiendo sus valores inequívocos y entran en un terreno deslizante en el que los contenidos se van amortiguando hasta casi desaparecer; queda entonces un cascarón vacío que puede rellenarse con valores no siempre precisos y, por otra parte, el sentido del contexto puede llevar a la distorsión de los signíficantes, que vienen a ser conjuntos de sonidos, divorciados -ya- de cualquier forma inequívoca. En el primer caso podemos incluir las sustituciones de venidos o pasados por llegados83, las de queráis por cumple, haya de, han de84. En cuanto a la segunda de las posibilidades que anoto, hay que considerar los numerosos yerros de transmisión, producidos por falsa interpretación de lo que se oye o se lee. Cuando la confusión se da entre palabras fonéticamente muy próximas, parece aceptable creer que alguien copió el romance de oídas, transcribiendo mal . En el Canc. rom., s. a., hay numerosos testimonios de este tipo: tierras por tiendas85, ya mudar no se podía por menearse86, caga por zaga o casa87, pasad por posad88, que te fuere por eres o te es89, espadas por espaldas90, robaban el campo por roban el ganado91, compañía por compaña92, etc.93 Cierto que no son yerros únicamente del Canc. rom., s. a., pero en él constan con numerosa frecuencia, superior -según mis cotejos- a los otros romanceros. Desde estas confusiones ya no es difícil llegar al puro galimatías: dromedal por tremedal94, destigallo por castigallo95, la moneda por almoneda96, deseximiento por desafiamiento97, sin pare por sin paz98, etc.






Paralelismo con la tradición viva

9. No deja de ser curioso que deturpaciones semejantes a las que ahora comento, o voy a aducir, se dan también -y a veces en las mismas palabras- en la tradición oral de hoy. El romance En sancta Gadea de Burgos dice en un o de sus versos finales: «todos llevan lanza en puño / y el hierro acicalado», según la lectura de la Silva de 1550 (p. 155) y de Timoneda (p. XXXIV r)99, mientras que el Canc. rom., s. a., transcribe acecalado (p. 154 v); en un romance judeo-español, de Marruecos, se lee «espada acercalada»100. En dos ocasiones -frente a la correcta transmisión del Canc. rom., s. a., y de un pliego suelto- encuentro fundidas las palabras antigua y edad en antigüedade(s), según se lee en la Silva, en la Floresta o en una Glosa de Francisco de Lora101. Del mismo modo, en la literatura sefardí, la historia de la linda Melisenda hace decir a los versos a Clara Niña, «moza era y de antigüedade», según una variante tetuaní102. Sin salir del mundo judeo-español y como ilustración a varias cuestiones de las que acabo de tratar, podríamos recordar las falsas interpretaciones que han experimentado las viejas palabras españolas al pasar -durante siglos- de unos labios a otros. Baste repasar el vocabulario de la Poesía tradicional recién citada para en contrar anjilas «aljibes», argeñado «alheñado», asobarcado «subido en una barca», barbel «carnero (<vervex)», coronal «carnal», chinela «cibera», descaviñado «desaliñado», afletado «hinchado (afectado)», ginquilí «ajonjolí», jaraba «jaral», malaña «malhaya», etc.






Repercusión de las sustituciones léxicas

10.1. El romance Preso está Fernán González en algunas versiones -como la Silva de 1550- tiene unos cuantos versos en incrustados entre dos tiradas en -áo. Timoneda -por su parte- ha reestructurado todas estas rimas de apariencia anómala y su versión -sea tradicional, sea por él reconstruida- ha tenido que afectar a numerosos elementos léxicos: visitar - hablallo, voluntad - buen grado, preso está - aprisionado, quitádole han - le han quitado, le fue a hablar - le ha hablado, echado estar - estar echado103. En el Romance de Rico Franco104 hay que pensar en la mala transmisión del texto por la falta de respeto a la rima: todo el texto es asonantado en , salvo un verso («y así facian tres reyes») cuyo final deberá leerse res, como se documenta en lo antiguo105; si mala es la actualización reyes, peor me parece decir reyes tres, como hace el Canc. rom. 1550, con una fórmula contraria a la sintaxis del español y, por supuesto, a la espontaneidad de la tradición.



10.2. En otros casos, es el paralelismo lo que resulta afectado por las sustituciones léxicas. En el Romance de Diego Ordóñez un pliego suelto lee lo mismo haría donde la Silva de 1550 imprimió matarían; en efecto, el texto es correcto en la versión zaragozana por cuanto mantiene el paralelismo que -de una u otra forma- se ha establecido106. Del mismo modo, en el romance Muchas veces oí decir, me parece preferible leer, como hacen varias impresiones, «a mí quemaba las barbas, / y a vos quemaba el brial», que no romper el paralelismo para introducir el retórico y poco popular y a vos, señora, según se imprime en la Silva de 1550107. Por eso creo que es más auténtica la versión del Canc. rom. (1550) que todas las demás, porque en el romance Buen conde Fernán González tiene paralelismo donde en los demás falta108.



11. Todos estos testimonios que voy aduciendo afectan a la ordenación sintagmática de los elementos. Por eso, y a causa de la propia condición del poema (argumento, motivos que en él figuran, etc.), las exigencias de la rima, la naturaleza del léxico, etc., la perturbación de uno de tales elementos produce modificaciones en cadena de alguno o algunos de los demás: «el uno era tio mio / el otro mi primo hermano»109; al sustituir tio mio por mi primo, según hace la Silva de 1550, el primo hermano queda reducido a hermano, para evitar la repetición de primo110. De la misma manera, en Ya se salía el rey moro, el texto del Canc. rom., s. a., dice «Yo te la daré, buen rey [...] Diésesmela tú, el morico»; al cambiar Timoneda el primero de estos sintagmas (por señor), tiene disponible el sustantivo rey, que lo utiliza en vez de morico («Yo te la daré, señor [...] Muéstramela, dijo el rey»)111. En otro romance, el Cancionero de Medina (1570) emplea en rima las voces salido, atrevido, metido, abatido112, pero Timoneda cambia -sin mucha lógica- la segunda palabra por metido y, entonces, sustituye la tercera por rendido, acaso motivada por el término que figura en último lugar113. Válganos un último ejemplo: en Mi padre era de Ronda, la Silva de 1550 lee, con otras ediciones:


Siete días con sus noches          anduve en almoneda:
no hubo moro ni mora          *que por mí diese moneda,
si no fuera un moro perro          que por mí cien doblas diera.


(Ant. lír., VIII, 287).                


En el Canc. rom., s. a., según he dicho, almoneda ha sido cambiada -posiblemente error material114- por moneda, pero algo extraño se debió de percibir en la proximidad fónica de estas palabras, cuando Timoneda imprimió que por mí una blanca diera en el hemistiquio que señalo entre asteriscos; entonces -para evitar los diera como rima de dos versos consecutivos- trocó el tercero en que cien doblas ofreciera.



12. En otros casos -y como consecuencia de haberse modificado algunos versos- vendrían a encontrarse unidos elementos léxicos que poseemos aislados. Para evitar este encuentro, se han eliminado fragmentos enteros del romance. Tal ocurre con la siguiente tirada115:


¿Qué es de ti, mi nuevo amor,          *qués de ti, triste hija mía?
que en verdad hija tú tienes,*          Estrella, por nombradía.



En otro pliego suelto, distinto del que se toma como base, al iniciarse la tirada con un ¿Qué es de ti, mi triste hija?, se eliminan los dos hemistiquios comprendidos entre asteriscos. No de otra manera a lo que ocurre en el romance Lunes se decía, lunes, donde el Cancionero llamado flor de enamorados lee:


- Confesar me dejes, duque,          y mi alma ordenaría.
- Confesáos con Dios, duquesa,          con Dios y Santa María.



que Timoneda transcribe «Confesar me dexeys, duque, - con Dios y santa María» (p. LXXVII v), haciendo inútiles un hemistiquio de cada uno de los versos transcritos.






Unos ejemplos sintácticos

13.1. El sintagma artículo + posesivo + sustantivo es sentido como arcaísmo en ciertos textos116, de ahí la eliminación del artículo o del posesivo en algunos romanceros, sin que haya correspondencia con lo que otras veces hemos considerado. Como tantas veces, el Cancionero de romances, s. a., es el más arcaizante de todos nuestros repertorios: imprime al tu precioso Hijo, las mis barbas, la su mano, donde la Silva, la Floresta o el Cancionero de 1550 prescinden del posesivo117. La fórmula posesivo + sustantivo aparece en Timoneda, que moderniza el de los sus ojos, tan frecuente en las gestas118.



13.2. Paralelas a las anteriores son las construcciones una su tía o un tal hermano del Canc. rom., s. a.119, en las que un y su/ tal funcionan de manera semejante a el + posesivo.



13.3. En algún texto, Timoneda presenta arcaísmo frente a un códice del siglo XVI en el empleo antepuesto de los pronombres átonos: me dieses, le respondió, les soltaba por diésedesme, respondiérale, soltádosele ha120, mientras que -en estos casos- la Silva de 1550 sigue criterio distinto llévanle, cuéstasme, vínome en vez de le van a presentar, me cuestas, me vino121. En la construcción de infinitivo y pronombre átono, el Canc. rom., s. a., se inclina por el arcaísmo (me cortare)122.

13.4. En otros giros -sea por falta de ejemplos o por no disponer de distribuciones que puedan cotejarse- no puedo ni siquiera anotar ciertas tendencias. Tal es el caso de las construcciones de tipo absoluto123, de otras temporales con variedad de matices124, en el empleo de los infinitivos sustantivados o no125, etc.






Modificaciones en cadena: testimonios actuales

14.0. La geografía folklórica actual nos permite estudiar -con una abundancia de materiales, con una exactitud en la distribución de las variantes- muchos de los problemas que han sido tratados en líneas anteriores. Quisiera fijarme en un par de ejemplos: uno de adaptación de un término nuevo motivado por similitud externa; otro a un condicionamiento en cadena, producido al sustituir un elemento léxico por otro.



14.1. El romance de La boda estorbada o La Condesita debió de nacer entre los siglos XV y XVI en la zona vecina al mar Mediterráneo126; allí el nombre del protagonista era, principalmente, «conde Alzón», pero la pronunciación meridional (seseo, pérdida de -n final) convirtió Alzón en Alsó. En este momento actuó la etimología popular y la palabra se convirtió en el só. Y ya, para siempre, el asignificativo Alzón se convirtió en el brillante y evocador conde Sol.



14.2. Por lo que respecta al segundo caso, voy a aducir -también- un ejemplo de Menéndez Pidal. Cuando Gerineldo es sorprendido por el rey, quiere aplacar con una disculpa de fidelidad las justas quejas del afrentado monarca. Así, en versiones asturianas aparecen versos como «vengo de cortar las rosas / y de rondar el castillo». Oído este verso por los gallegos, y por culpa de la equivalencia fonética entre el castellano ronda y el gallego rola, el término ronda fue sustituido por rola «tórtola», con lo que el romance tuvo que ser modificado para que cobrara sentido ese nuevo término que se había incrustado:


-Veño de velar a rola          do outru lado do rio.
-Buena rola, Xirineldo,          buena rola t'has cogido.



y de ahí se explican fácilmente otras variantes portuguesas, como la de San Miguel, Azores («venho de caçar a rõla - da outra banda do río»), o ésta más complicada:


-D'onde vens, oh Gerinaldo,          venho de caça perdido,
So achei una garça          dentro d'aquelle Castillo.
-Essa garça, Gerinaldo,          foi creada no meu trigo.



En otra nueva migración, el romance vuelve a España y una nueva traducción aparta totalmente las versiones de Burgos y Nocedo del antiguo espíritu:


-Vengo de correr la garza          de la orillita del río.
-Esa garza, Gerineldo,          más acá la habrás cogido.



Ya no importa la antigua justificación de fidelidad al rey y el cuidado de su fortaleza; ahora la justificación se ha trivializado. Sin el conocimiento de los hechos lingüísticos difícilmente podríamos interpretar la naturaleza del cambio folklórico127.








Conclusiones

15. Al llegar a esta terminación, tras un caminar que -ciertamente- no ha sido fácil ni cómodo, se nos plantea la cuestión de intentar obtener las conclusiones que hayan justificado nuestro trabajo. A mi modo de ver, se nos imponen dos órdenes de hechos: de una parte, la transmisión textual y, gracias a ella, la caracterización de los romanceros antiguos y, de otra, el posible paralelismo entre lo que sabemos de la tradición vieja y las ejemplificaciones modernas. Me parece innecesario decir que la segunda conclusión queda claramente vinculada a las enseñanzas que se desprenden de la primera.

Con su incalculable valor, el testimonio de los impresores del siglo XVI es muy limitado para el logro de unos resultados inequívocos, al menos en la tarea que nos hemos impuesto. Porque no podemos conocer la procedencia de cada texto, ni los caminos de su transmisión. Todo ello dificulta nuestro quehacer. Sin embargo, y a pesar de toda la cautela con que ensordinemos nuestras afirmaciones, creo que alguna luz podemos proyectar después de los cotejos que hemos llevado a cabo. Los cancioneros de romances se formaron -ya se ha dicho- por aluvión -pliegos impresos con anterioridad, cuadernos manuscritos, tradición oral y la previsible colaboración de maestros de imprenta y compiladores- y el aluvión pasó a otras nuevas ediciones. Así y todo, algunos aspectos de la transmisión romancesca se pueden ver nítidamente.



16. El carácter de estas compilaciones se percibe en determinados usos lingüísticos. En líneas generales podemos hablar de su carácter arcaico o de su condición innovadora. La eliminación de rasgos fonéticos, sentidos como antiguallas a mitad del siglo XVI, no es siempre perceptible de manera inequívoca: la permanencia de f- inicial, que había de persistir tercamente en los romances en fabla, no da sino unos resultados confusos y enmarañados (§ 2.1); sin embargo, otros fenómenos nos son de gran utilidad, aunque -rara vez- cada una de las soluciones practicadas sea unívoca. Así, por ejemplo, el mantenimiento de la -d- intervocálica en las terminaciones -ades, -edes (§ 2.2) es un conservadurismo que practica el Canc. rom., s. a., frente a la Silva de 1550, en tanto Timoneda manifiesta un carácter ecléctico. El mismo arcaísmo vuelve a denunciar la compilación de Amberes con su -rl- (§ 2.4) en vez de la -ll- neologista de la Silva o de la Floresta de Damián López de Tortajada (Alcalá, 1608), con sus formas de futuro sin soldar (§ 3.2), con sus giros sintácticos (§ 13.1). Tradición septentrional la suya -muy claramente marcada- frente al carácter innovador o ecléctico de otros textos (§§ 4.2 - 4.3). De estos hechos se pueden inferir algunas consecuencias culturales y el paralelismo entre las circunstancias que permiten la transmisión de la tradición vieja y de la nueva (§ 4.3.1).



17. El estudio del vocabulario suscita problemas semejantes a los anteriores: en él se ve con una gran claridad el proceso que ha llevado a prescindir de las cosas que se consideran inoperantes ya, pero su eliminación determina una serie de reacciones en el cuerpo del romance a las que hay que atender. El arcaísmo léxico -un eslabón más en esa cadena de antigüedades mantenidas- es abundantísimo en el Canc. rom., s. a. (§§ 5.1- 5.1.2), mientras que Escobar modernizaba sus textos en mayor medida que el resto de los impresores (§ 5.3); también modernizaba el léxico de Silva de Zaragoza (§ 5.3), mientras que Timoneda (§ 5.2) unas veces mantenía el arcaísmo (respeto a los textos que copiaba)128 y otras aceptaba las innovaciones (escritor que estaba al día).



17.1. Las modificaciones del léxico pueden llevar tanto a incomprensión del vocabulario (§ 8) como a la modificación de los textos. Lógicamente, interesa este segundo aspecto porque permite que nos inclinemos hacia determinadas lecturas según respeten o no ciertas fórmulas tradicionales o las estructuras paralelísticas (§ 10.2). Las modificaciones del texto a que acabo de hacer referencia pueden obligar a la reestructuración de algún verso, con su consiguiente repercusión sobre el poema (§ 11).



18. Estos rasgos de transmisión tradicional que se descubren en los textos antiguos tienen su paralelo en lo que podemos estudiar -bien que con otros recursos- en la situación actual. Del mismo modo que los romances impresos en el siglo XVI podían mostrar una situación lingüística que no correspondía a la realidad de su tiempo, las recolecciones de hoy nos muestran también cómo en los textos romanceriles hay unos fósiles arcaizantes que pugnan con el estado de lengua de nuestra época (§ 4.3.2). Pero desde el momento en que un elemento lingüístico se convierte en arcaísmo, deja de ser comprendido por buena parte de la comunidad, que trata de darle un puesto en el sistema normal. Si lo consigue, ese elemento -adaptado a la nueva realidad- vivirá en el nuevo hueco que se ha labrado y si no, continuará -incomprendido- arrastrado por la fuerza de la inercia, hasta que sea segregado de la memoria de quienes recitan los romances (§ 9). Pero de cualquier modo, el cuerpo del poema no permanece insensible: si se readapta el viejo elemento, tendrá que producirse un proceso de asimilación por parte de la estructura primitiva, y en tal caso lo que era un hecho externo habrá pasado a ser un hecho interno con capacidad para modificar total o parcialmente la estructura del poema. Si esa partícula incomprendida fuera eliminada, el cuerpo vivo del romance necesitará -también- reestructurarse para salvar aquel punto en el que se ha producido una debilidad, y también estaremos ante un hecho externo que -desde su ausencia- repercute sobre el texto (§§ 14.0-14.2).



19. Paralelismo entre los resultados que hemos inferido al cotejar las variantes de los romanceros viejos y la situación de la tradición actual. Paralelismo que acertamos a ver en esos datos inmediatos que poseemos, que hay que intuir en cuanto queda perdido en el tiempo. La tradición de hoy permite unos análisis mucho más ricos y variados. No en vano podemos disponer de cientos de variantes, de su distribución geográfica, de su cuidadosa recolección. Pero es una tradición muchas veces empobrecida. Lo que nos hace volver los ojos a lo que, con mayor o menor acierto, recogieron aquellos impresores que elaboraron el punto de partida de nuestro quehacer investigador. Del mismo modo que -al coleccionar hoy nuestros textos- estamos convirtiéndolos en el comienzo de unos futuros estudios de tradicionalidad, si es que los romances viven dentro de otros cuatrocientos o quinientos años. Tradición vieja de la que nosotros nos servimos, tradición actual de la que se servirán nuestros herederos. Vida de una poesía que aún tiene capacidad para hacernos sentir su belleza.





 
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