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ArribaAbajo11 -Sueldos

En vano se dotaría a las Escuelas Normales de vigor, perfeccionamiento y fecundidad a cumplida satisfacción; de no más serviría predisponer las maneras de proveer las plazas del profesorado primario, perfectamente encaminadas a que la escala de los destinos se correspondiera con la de los merecimientos, si aquéllos siguen en su inmensa mayoría con remuneración tan ínfima y pago tan irregular que, evitando el relieve de lo que quebranta y deslustra a la querida patria, pasaríamos en silencio tan lastimoso punto, si no discurriésemos que él alcanza suma notoriedad, hasta por órganos de tan fuerte y vasta resonancia como las estadísticas oficiales y la Gaceta de Madrid, y que, esto así, nada justificaría el omitir en nuestra modesta obra, particular tan genuino y decisivo en el organismo pedagógico.

El eminente estadista, insigne patricio e inolvidable autor de la Ley de 9 de Septiembre de 1857, conocía bien la insuficiencia de los sueldos que señalaba a los maestros de las escuelas públicas; sentía muy de veras no fijarlos con algo mayor largueza; pero clase a quien puede decirse daba, el primero, existencia regular, uniforme, general, obligatoria para todas las localidades, ni muy prósperas ni muy dispuestas para el gravamen material que se les imponía, había sin remedio de comenzar con ínfimos emolumentos y aun recibirlos en suma de varios conceptos, procedencias o naturaleza; sueldo, casa y retribuciones, convenidas o directamente satisfechas por los padres de los escolares, en metálico o en especie: forzoso tránsito de lo antiguo a lo moderno, con reminiscencias del pasado y mengua en el entonces presente y a llenar en el porvenir.

Era ha ya casi medio siglo muy distinto, demasiado más bajo el coste de lo ineludible de la vida, y así, también, aparecieron relativamente cortas las dotaciones de otras series de funcionarios de la Instrucción pública.

Pero las del personal docente de los Institutos de segunda enseñanza subieron más adelante desde 2.000 a 3.000 pesetas anuales; se excitó a las Diputaciones para que uniformaran, mejorando, los haberes de plantilla del Profesorado de las Normales, que cual el primero, disfruta premios por quinquenios... Sólo el Magisterio de la niñez continúa dentro de la escala que para él estableciera la citada Ley, aunque con una merma del 4 por 100, 3 para su Montepío y 1 como descuento en favor del Tesoro.

Aquella escala no pasa de su grado o grada mínima o de 625 pesetas para los funcionarios de las escuelas elementales completas o de localidades cuya población fluctúe entre 500 y 1.000 almas; donde la cifra no llega a la primera, el Gobernador civil de la provincia fija, oyendo al respectivo ayuntamiento, la dotación profesional; y aunque alguna que otra orden dispone que aquélla no sea menor de 250 pesetas por año, las hay, con gran número de casos, que descienden hasta lo inconcebible, lo bochornoso, por bajo del estipendio del cabrero o del porquero y cual las que se consignan en lo transcrito en la página 341.

No ha mucho que con mejor intención que exactitud, decía un representante del país en Cortes, que no era justo, ni prudente, ni serio, exigir al Maestro ciertas pruebas para obtener escuela dotada con 10 reales diarios, «que es el sueldo de un portero»; y con tal motivo, consignamos en revista profesional de nuestra dirección y propiedad: ¡Diez reales diarios! Que nos los hagan buenos, dirán 13.414 maestros y 5.602 maestras de entre los 15.842 y 7.334 que respectivamente actúan en nuestras escuelas públicas, según la última Estadística oficial.

Fundidas ambas sumas (de 15.842 profesores y 7.334 profesoras) dan el total de 23.176, del que para el disfrute de 10 reales diarios hay que deducir 19.016 o más del ochenta y dos por ciento; es decir, quienes tienen dotación inferior a la de 1.100 pesetas, pues las de 825, que en la escala legal es la inmediata inferior, no rinde 2'50 por día; es decir, que este emolumento cotidiano no alcanza al Magisterio de las localidades predominante o exclusivamente rurales o de población inferior a 3.000 almas, que es la mínima para que el haber de que se trata llegue a dichas 1.100 pesetas por año.

Prescindamos de que con tal sueldo, así que con el de 1.375 pesetas, en villas, ciudades o capitales de 10.000 a 20.000 moradores, resultará también difícil o imposible el decoroso sostén de la vida, tanto más caro cuanto más crece la intensidad del punto de residencia: parémonos en lo descendente; analicémoslo, que la síntesis en ciertos casos ni siquiera permite vislumbrar lo asombroso de la realidad.

Según la citada Estadística oficial, fluctúa entre 625 y 825 pesetas el sueldo anual o es de menos de dos el haber diario de 5.210 funcionarios de la pública educación primaria, del uno o del otro sexo -Entre 500 y 625 o en unos seis reales cotidianos el de 5.519 -Entre 250 y 500 o en promedio; peseta por cada veinticuatro horas, el de 5.611 -Entre 125 y 250, o menos de aquella unidad monetaria, el de 1868 -Y el de 808 no excede de 125 pesetas o treinta y cinco céntimos de sol a sol, bajando algunas dotaciones a 62, menos de lo que cuesta sostener un animal doméstico.

Cuando es notablemente corto el producto del trabajo personal, cual, por lo común, el de asalariado jornal, se le satisface al finar breves plazos, por razones que saltan a la vista; y el funcionario público, del Estado, de la provincia o del municipio, percibe su asignación en fin de cada mes, exceptuando únicamente al Magisterio oficial, que-aun dada la muy rara puntualidad-lo verificará después de transcurrido un trimestre.

Período es éste más que suficiente para someter a dificilísima prueba de previsión, de orden, economía y de rigor en el distribuir los fondos, en sí muy reducidos, de manera que el exceso en el gastar al principio no obligue después al anticipo, al préstamo; no imponga la suma estrechez, privaciones en que se bordea lo hórrido de la miseria.

Pero hay algo de más negro colorido en el cuadro, de grande, notoria e innegable verdad, que venimos trazando; hay la impuntualidad en los pagos, cuyas enormes proporciones señala periódicamente la Gaceta de Madrid en sus Estados de débitos a primera enseñanza. En el publicado en la del día 8 del mes en que experimentamos el dolor de formular estas amargas consideraciones (Febrero de 1896); 41 provincias aparecen con descubiertos, de un millón ciento cuarenta y ocho mil nuevecientas ochenta y siete pesetas la que en la escala ocupa el tristísimo y nada envidiable primer lugar; entro todas adeudaban en 30 de Septiembre de 1895, a que se refiere el Estado de la Gaceta -ocho millones seiscientas treinta y nueve mil trescientas cuarenta y dos pesetas con cuarenta y nueve céntimos, y solo 8 figuraban al corriente.

Pero ni aun en esta corta cifra de comarcas de grata y honrosa excepción en el particular, es completa la buena dicha del Magisterio primario; su suerte resulta relativamente menos acerba, pero, sin embargo, con no corto lapso de espera, ni poco de azares y dificultades económicas, efecto de las disposiciones que rigen en el asunto, sin duda. dictadas con el más loable deseo o propicia intención, pero a las que no ha coronado éxito satisfactorio.

Destinados los recargos municipales, en su parte necesaria, a las atenciones por primera enseñanza, haciéndose cargo de ellos los recaudadores de los tributos para el Tesoro, entregándolos íntegros en las respectivas Delegaciones de Hacienda, a fin de que las dependencias de las últimas determinen lo respectivo al objeto que nos ocupa, lo correspondiente al premio de cobranza y lo que pueda resultar a devolver a ciertos municipios; determinaciones laboriosas, pesadas y bastante duraderas; se está ya en el segundo mes de trimestre sucesivo, cuando llegan a las Cajas provinciales los fondos que tanto necesitan y tanto anhelan los maestros; precisando, además, el transcurso de otra quincena para distribuir las partidas entre las distintas escuelas de una misma localidad o distrito, extender los libramientos a los habilitados, la extracción de sumas por éstos y el hacerlas llegar a los copartícipes.

Y todavía muchos no ganaron la cima de su calvario; que lo reunido en bastantes pueblos por los recaudadores no llega a la cifra de las obligaciones de nuestra referencia, los ayuntamientos -aun los que quieren puntualidad, y de ingresar directamente en la Caja escolar de su provincia, lo verificarían a tiempo- aguardan a saber oficial y exactamente su resto o adeudo parcial, y de aquí, otra moratoria, así que también la percepción en forma que no luce, cual se dice vulgarmente; tarde y en partijas, lo que por lo exiguo, ni aun íntegro y en su día recibido, bastaría para subvenir a las más apremiantes necesidades domésticas.

En igualdad de proporción con el personal, sufre terribles efectos el material, y en forzosa consecuencia, la cultura infantil, para la que ha sin remedio y en numerosos centros educativos, de faltar lo más esencial, hasta tinta, plumas y papel; resintiéndose enormemente la trascendental labor del Magisterio y, por tanto, quebrantándose aún más que lo están los basamentos de nuestra prosperidad; y eso que, en honra y justicia a aquel Magisterio, debe consignarse que procede con abnegación, que lucha, heroico en su esfuerzo y mártir en su apostolado social contra múltiples y gigantescas adversidades; siendo contados los que no actúan entre ellas, quienes dejan el cargo, derrumbados por lo extremo e insoportable necesidad.

Tan ejemplarísimo y difícil proceder bastaría por sí solo a inspirar prontas y radicales medidas que atajen el crudo padecimiento y el daño que se irradia por todas partes, en cuanto el estado y la obra de la escuela deciden en gran manera sobre la suerte individual y general, pero a más de aquel poderosísimo motivo, los altos intereses y hasta el buen nombre de la patria tienen seguramente decididos a los poderes públicos a aplicar al mal remedio correlacionado con su generalización e intensidad. Aun en medio de nuestras cuitas y complicaciones, en el momento en que, a fuer de españoles, hemos todos de preferir a todo el sostén y el triunfal éxito de la lucha allende los mares; cuando esto escribimos (fines del ya citado mes de Febrero), la prensa madrileña anuncia que en breve se publicará por la Presidencia del Consejo de Ministros un Real decreto para hacer más eficaces las disposiciones que afectan al pago de primera enseñanza y que deben considerarse de carácter nacional. Acaso no sea hoy posible llegar a lo que es ya conclusión definitiva de la opinión pública, a que aquellas obligaciones pasen a figurar entre las del Estado; quizá por el momento haya que resignarse con lo que, paliativo, término medio, sólo parcialmente destruya lo que apremia cortar en su totalidad; pero lo que hemos subrrayado tiene ya seguro asiento en la conciencia pública y condiciones de cercana realidad, muy probablemente, no bien el valor de nuestros hermanos en la guerra y el máximo y común esfuerzo en sostenerla pecuniariamente, nos proporcionen la victoria, nos devuelvan la paz y las condiciones adecuadas para restaurar las heridas nacionales y predisponer los medios para el recobro de las debilitadas energías.

El Magisterio primario, de vida morigerada y humildes pretensiones, ha manifestado y convenido en Congreso pedagógico que se daría satisfecho con escala de sueldos que nadie tachará de excesiva, con que aquéllos partan desde el mínimum de 1.000 pesetas anuales -y esto englobando en los mismos las retribuciones, suprimidas en consecuencia- acreciéndolos gradual y prudentemente, en proporción con el respectivo número de almas de las localidades.

Pero aun siendo tan cortas las exigencias de la clase educadora, no cabría responderlas afirmativamente en la gran mayoría de los pueblos, en donde más se necesita y más necesitada se encuentra la cultura fundamental, en donde las dotaciones profesionales bajan hasta lo incomprensible; y no cabría, repetimos, mejorarlas en la indicada cuantía, porque son las relativamente más pobres, y porque el coste de la educación oficial de la niñez aparece relativamente tanto más subido cuanto menores son los centros de población, no sólo efecto de que carecen de escuelas privadas que tener en cuenta al fijar el total de las públicas correspondientes, sino de que, aun sin computar las primeras, y si se computan, todavía resultaría bastante inferior aquel coste dividiendo lo a que asciende, por ejemplo, en ciudad de 20.000 moradores por esta cifra, y haciendo lo propio acerca de municipio de 400.

Infierese, pues, que imponer a cada localidad el gravamen que en ella presuponga la cultura infantil, implica gran desigualdad relativa y pesadumbre insoportable para donde más precisan la Escuela y el Maestro; desigualdad, por otra parte, injustificada, en cuanto los beneficios de la educación, enseñanza e instrucción de la niñez no quedan en exclusivo para quienes las reciben, ni siquiera se circunscriben al círculo de la familia o de la localidad, sino que se irradian por la nación entera, deciden sobre el grado de engrandecimiento moral y material del país; constituyen, pues, un interés fundamentalísimo y general, y por lo mismo, la cantidad pecuniaria que demande el recabarlos debe figurar también con carácter de generalidad, como gasto del Estado, como tributo al Tesoro por las diversas clases de contribuyentes, señalando a cada uno cuota proporcional a su riqueza imponible, rústica, urbana o pecuniaria, industrial o cualquiera que sea.

Deduciendo: el pago directo por el Tesoro de las obligaciones por educación primaria zanja una dificultad, de otro modo inconjurable; se presta a la equidad en el reparto de aquéllas y a que cada cual coopere en la medida de sus recursos; permite determinar el coste de lo a que nos referimos, en cada localidad, así que a lo que asciende en el país; fijar el tanto por unidad de riqueza imponible, recaudarlo por los agentes del Tesoro y mensualmente, satisfacer a cada maestro lo que a él y a su escuela correspondiere.

Las retribuciones, peculiares de un servicio libremente solicitado y admitido, se despegan como aditamento a la genuina remuneración, al sueldo del funcionario público; y como, además, producen en diversos sentidos su nocivo efecto, se considera por todos que deben desaparecer, elevando, por supuesto, las dotaciones -Satisfecho aquel emolumento de un modo directo por los padres o encargados de los infantiles discípulos, se hace obligada la enojosa clasificación de las familias en pobres y no pobres; se reputa en este último concepto a quienes en verdad viven en gran estrechez; la impuntualidad en el pago de las cuotas motiva reclamaciones y altercados que quebrantan o destruyen la armonía indispensable entre los educadores domésticos y los oficiales, y con frecuencia, la prematura retirada de los niños de la escuela; obligados legalmente los alcaldes a recaudar lo fallido, se resisten a ello y acaban también por enfriarse o indisponerse con el maestro; y si las retribuciones se convienen, suele hacerse sin llevar la suma respectiva al presupuesto municipal, y distribuyéndola entre quienes mandan alumnos a la escuela, con lo que no desaparecen las contrariedades antes indicadas -Luego el emolumento, en una o en otra forma de efectividad, resulta dañoso a las condiciones y a los éxitos de la educación, levanta antagonismos donde precisan concordia y unidad de móvil y acción; obstáculos en entrada que debe ser llana o cuesta abajo; ocasiona la brusca y anticipada despedida de la escuela, cuando tanto necesitamos alargar su hoy ordinario periodo de asistencia a la misma: se recomienda, se impone y urge, por tanto, su desaparición.

También la escuela necesita y tiene señalada su partida de material, con destino al reparo y al aumento o renuevo del mobiliario, de los útiles didácticos, de cuanto le es indispensable; pero partida equivalente a la cuarta parte de los sueldos de los respectivos maestros y descendiendo ellos hasta donde bajan, discurrase la cuantía de su 25 por 100; pero dejando su décimo para el Montepío del Magisterio y otro tanto, por término medio, para el premio de habilitación, calculese asimismo a lo que se reducirá, líquida, aquella cuarta parte cercenada en su quinta; pero, en fin, atiendase a que el material, no sólo sufre la enorme impuntualidad en el pago que el personal, sino que cuando -lo que ocurre repetidísimamente- el trimestre no se ingresa por completo, se satisface con prioridad el haber profesional; y el menos versado en el asunto podrá decidir si procede o no pronto, acertada y eficaz mejora en la dotación de la escuela.

Aun puntualmente satisfecha tan reproductiva partida, íntegramente destinada a su propio objeto y con el proporcional aumento que habría de experimentar al subir los sueldos profesionales, sería muy difícil que bastase a atender ineludibles necesidades, transformación que imponen ciertos útiles, como las mesas y los bancos para los niños y el facilitar a todos éstos, pobres o no, libros, plumas, tinta y papel, aunque no deje de recomendarse mucho los adquieran sus respectivas familias para los trabajos en casa; que la experiencia enseña cómo demasiados discípulos presentan de por sí aquellos inexcusables medios didácticos, de pésima calidad o carecen de los mismos, por faltar la facilidad o la voluntad para adquirirlos -Se recomienda tanto este particular, que aunque las disposiciones legales sólo obligan a suministrar los nombrados artículos con cargo al material escolar, respecto a los alumnos pobres, hay provincias -la de Segovia, por ejemplo- donde el Magisterio oficial presupuesta y la Junta de Instrucción pública aprueba lo suficiente a suministrar en las tareas de la escuela textos, plumas, tinta y papel, a los concurrentes, sean hijos de familias desvalidas o con largueza tratadas por la fortuna.

Presumimos que, lejos de extrañar, se reconocerá el fundamento con que hemos otorgado a lo expuesto en este capítulo cierto detenimiento: se trata del factor genuino, del agente peculiar en la educación, enseñanza e instrucción oficial de la niñez; agente que mal predispuesto, destinado o satisfecho, ha de atrofiar, sin remedio, la trascendental obra que le está encomendada; y como la situación actual de aquel funcionario es, según hemos visto, destemplada, y para muchos insoportable; prescindir de esto, explicaría no preocuparse de lo demás: de proseguir cual hoy se encuentran las Escuelas Normales y las primarias, la Inspección y el Magisterio, holgaría, por imposible de realizar, extenderse en lo que nos ocupó sobre la materia antropológica, sobre la Educación, la Enseñanza y la Instrucción.






ArribaAbajoCapítulo XXVI


ArribaAbajo1 -La Escuela

En el número 6 del capítulo XVI presentamos ya el valor etimológico de la palabra escuela y aun discurrimos algo sobre ciertos conceptos a ella asignados, por reputarlo allí oportuno y aun de necesidad.




ArribaAbajo2 -Distintos valores de la palabra escuela que conviene a nuestro objeto tener en cuenta

La dicción remarcada es de las que, a semejanza del vocablo educación, del que tratamos en la página 14, ha tenido la buena suerte de no amenguar su valor ni perder su uso en el transcurso de los siglos, sino que ha sido diversificado y enriquecido el primero, así que acrecido y popularizado el segundo.

Comenzó, según dijimos, en la lengua de Sócrates, por ser schol, tiempo de huelga o período de recreo, porque de descanso y esparcimiento reputaban los griegos el consagrarse, mientras el paréntesis de su actividad corporal, a los trabajos del espíritu; y en sucesivas evoluciones y ramificaciones representativas, el signo de la huelga helena lo es hoy también de múltiples ideas, de las esferas doctrinal, filosófica, sociológica, pedagógica, artística...; diciendo escuela platónica, aristotélica, kantiana, individualista, socialista, librecambista, proteccionista, froebeliana, italiana, flamenca... En tales valoraciones y en otras muchas más, escuela equivale a prototipo, molde a que en su discurrir, proceder, ejecutar, aparecen acondicionarse sus respectivos adeptos; y en el propio sentido, la palabra remarcada se aplica a la labor del Magisterio, que trae a la memoria y a la imaginación el correspondiente modelo pedagógico; que revela bien la bondad, la pericia y el acierto con que el educador impulsó y dirigió el espontáneo desarrollo de sus educandos, cómo les enseñó, cómo allanó su instrucción: por el fruto se conoce la estima del cultivo y del cultivador.

La Escuela puede ser creación, organización del legítimo poder público, que la funda e implanta, con la categoría de institución y con objeto de índole y propósito generales; e institución es, en efecto, la Escuela primaria. El Estado la tiene instituida con altos y fundamentales fines; el Estado debe, pues, dotarla de organización, de agentes, de impulsos, de medios, de condiciones adaptadas a su ordenado y vivo movimiento, a su funcionar desembarazado, regular, vigoroso y producente; y el Estado viene dejando no poco que hacer en tan decisivo particular.

La Escuela no evoluciona en el vacío; necesita asiento, localización, ser instalada, establecida; constituye establecimiento, no circunscrito a la sala de clase, sino que se extiende por otros puntos adyacentes o más o menos distanciados -En este sentido, comprende el jardín, el patio, el lugar destinado al recreo, el punto en que se hace alto en la excursión; que allá donde se verifica la educación, la enseñanza, la cultura infantil, se pára existe la Escuela: en este sentido, con relación al edificio a que acude la infancia para ser modelada, se dice establecimiento de educación o Escuela primaria; y, en este sentido, ha de considerarsela, al efecto de agrandar y diversificar el espacio de su acción, de dotarla de lo que necesita con esencialidad y de que suele carecer.

Restringido más el concepto, por escuela se entiende un salón, un departamento, y aunque así la idea queda muy empequeñecida, procede admitirla y tratarla en tan reducida, concreta y especial acepción; que aquella sala, aquel departamento, si bien no sintetiza la totalidad de la obra y del lugar en que ésta se verifica, es y será el punto donde el educando reside por más tiempo, recibe las influencias más perennes y uniformes para su modelación y el máximum de las enseñanzas; donde adquiere el núcleo de sus conocimientos; que aquella escuela es medio y génesis de vigorización y salud o de debilidad y dolencia, según las cualidades que la revistan; y aquella escuela demanda no ya sólo mejora, sino radical transformación en la mayoría de las localidades españolas.

En el concepto de trascendente tipo, que imprime rasgos característicos, que da fisonomía recordativa de su ideal, de su molde, la escuela encarna mucho de su manera de estar constituida, de los recursos de que dispone; pero, principalmente, refleja la idoneidad, el celo, la perseverancia, el acierto, el amor y la decisión que el educador consagra a su obra. Feliz aquel en cuyos discípulos se retratan la pericia y la asiduidad, la conciencia profesional, enriquecida, luminosa, calorificada y resuelta; a quien se dignifica, se honra y se dispensa justicia cuando se reconoce lo excelente de la modelación del discípulo, y se añade: Así debía resultar; tal escuela ha tenido.




ArribaAbajo3 -La Escuela como institución, con sus clases y grados en este concepto

La Escuela, como institución, es todo un organismo, y de los más primordiales y trascendentales, en que median más o menos constante, profunda y directamente, el Maestro, la familia, la autoridad y la corporación local; pero a la que deben presidir los poderes centrales, observar por conducto de sus agentes fiscalizadores o inspeccionales; imprimir carácter y conceder posibilidades de holgada acción y satisfactoria eficacia, las entidades legislativa y gubernativa.

Aunque bajo la genuina fase de institución, la Escuela es oficial, en modo alguno ha de prescindirse ni se prescinde de la elaboración doméstica, ni de la industriosa, lícitamente lucrativa oferta y acción particular. Las superiores representaciones autoritarias del Estado exigen de precepto la educación, la enseñanza y la instrucción peculiares del período de la infancia y suficientes a que luego pueda cumplirse en modo estimable el destino personal y social; pero no se veda el que aquel triple y decisivo cometido se cumpla dentro del hogar familiar, o en establecimiento no oficial -Que éste dé acceso para la justipreciación de cómo predispone y trata lo respectivo a la higiene física y moral; que él, lo mismo que el primero, presente a sus modelados a la prueba general, al examen de cuantos se encuentren en la edad del período reglamentario, con el objeto de evidenciar si se cumple el mandamiento de la obligatoria cultura fundamental; que no se la atrofia, falsea o esteriliza; y nada más.

De aquí, el que aquella cultura sea considerada en el triple aspecto de doméstica, privada y pública, si bien la clasificadora denominación no nos parece propia, exacta o acertada. Para nosotros, lo privado es lo doméstico o familiar, y el establecimiento abierto y ofrecido por el particular, al público se abre y se ofrece, y público, en consecuencia, es -Vease por qué la clasificación de la educación primaria en doméstica, libre y oficial correspondería más fielmente a las ideas que con los vocablos remarcados se quiere sin duda alguna expresar.

La Escuela, como institución, implica latitudes, intensidades, grados en el hecho de educar, enseñar e instruirse, que el vigente y actual organismo pedagógico establece, reconociendo la cultura de los párvulos, la elemental incompleta, la ídem completa y la superior.

No necesita la primera de encomios ni de recomendaciones, que se hacen de por sí, que saltan a la vista, que son de notoriedad; tanto por lo que ella preside, formula y favorece, plácida, alegre, progresiva e insensiblemente, las primordiales y decisivas fases evolutivas de la entidad humana; cuanto por lo que vela y custodia a los pequeñuelos, les salva de peligros y accidentes, obligados mientras las madres en las clases desvalidas tienen de por fuerza que descuidar, si no abandonar, a sus queridos hijos, para consagrarse a ineludibles tareas; y hasta proporciona a las familias acomodadas medios de educación, de ejercicio, de recreo, que no siempre pueden obtener con la intervención de niñeras y que, en todo caso, expone a los efectos del recurrir a jóvenes distraídas y poco solícitas sirvientas.

El grado o subgrado citado en segundo término, figura en la Ley de 9 de Septiembre de 1857 como una deficiencia o fatalidad entonces inevitable; pero que subsistente aún, después de transcurrido medio siglo, del tan extraordinariamente progresivo que toca a su fin, acusa flojedad de celo y de esfuerzo para mejorar en calidad, latitud e intensidad el cometido de la educación, o dificultades inconjurables, o adversa suerte en el propósito y en el empuje contra aquel anticivilizador y funesto empequeñecimiento, que precisamente afecta a millares de poblaciones rurales, trabajadoras, productoras, sin más foco perenne y regular de cultura que la escuela; y que en tanto no se las ilustre más racional y cumplidamente, exhibirán negros y baldíos espacios en los horizontes patrios; raquitismo y oquedad en lo que urge ofrezca desarrollo, vigor y sustancialidad, mengua o desecación en la primera de las generales fuentes de nuestra pública riqueza.

La elaboración elemental completa ha de ascender a cuanto quedó patentizado en nuestro discurrir sobre Educación, Enseñanza e Instrucción; ha, pues, de ensanchar sus cursos en determinadas materias hasta tocar o rebasar los límites en que con carácter ampliativo comienza hoy a tratarlos la escuela superior; ha de comprender asignaturas que ahora los niños en ésta estudian por vez primera; ha, en consecuencia, de fundir en sí a la última, numéricamente escasa, decaída, y por lo común, desfigurada.

No son del día, sino de antiguo arraigadas estas nuestras opiniones en el particular; las hemos presentado en el periódico y en el folleto; las condensamos al desenvolver el tema correspondiente en el Congreso pedagógico internacional de Madrid, en 1892, y allí, su débil fuerza, como nuestra, ascendió a la nota de las de primera estima, en cuanto la Asamblea votó, por 500 sufragios contra sólo 49 negativos: «Todas las escuelas primarias serán de la misma clase y se regirán por un mismo programa general; quedando suprimida, por lo tanto, la división de ellas en elementales y superiores -En este concepto, no habrá (exceptuando las de párvulos) más escuelas que de Educación primaria, ni se expedirá a los que hayan de regentarlas otro título que el de Maestro de Educación primaria».




ArribaAbajo4 -Escuelas cuyo desempeño compete en exclusivo a la mujer

El cuidado, la solicitud y otras notas peculiares, características, que recuerdan, semejan, trasuntan el natural y entrañable cometido de la mujer-madre, dictan lo que ya nadie impugna, lo que también sostuvimos y se concluyó en el citado Congreso pedagógico o que debe ser de la exclusiva competencia de la Maestra el desempeño de las escuelas de párvulos; pero, a la vez, se recomienda con unanimidad de aserto cómo precisa especial y satisfactoria preparación, hoy inexistente entre nosotros, «ya que la generalidad de las alumnas no hace en las Escuelas Normales, dentro de su compendioso aleccionamiento pedagógico, más que habilitarse para la regencia de las escuelas de niñas, ordinariamente sin ocuparse, sin apenas mencionar siquiera lo respectivo al ejercicio sobre párvulos».

Asimismo, se acordó en la nombrada Asamblea, ratificación de lo que está en la conciencia pública, de lo que no admite formal disentimiento ni controversia, o que la escuela primaria de niñas es encargo para la exclusiva incumbencia de la Maestra.




ArribaAbajo5 -La escuela mixta

Existe en España la escuela mixta o a que concurren niños y niñas y que no aparece en pequeña cifra, sino que asciende a la de cerca de ocho mil centros oficiales, de educación pública; centros que radican en localidades de corto vecindario, exclusiva o predominantemente agrícolas, las más necesitadas y las menos provistas de condiciones para la satisfactoria y fructífera cultura infantil -La cosa es, por tanto, de importancia suma, y como hoy se encuentra en el estado de problema a resolver, conviene mucho atender a todos los datos, relacionarlos con tino, predisponer la acertada solución, el fiel resultado de general y trascendente interés.

La vigente ley de Instrucción pública revela bien claramente en su articulado cómo fue inspirada por criterio opuesto a la escuela mixta, de la misma manera que a la incompleta; y así expresa que la última sólo se consentirá en pueblos de menos de 500 almas y que únicamente en ella se permitirá la concurrencia de los niños de ambos sexos en un mismo local, y aun así, con la separación debida.

Digno de extrañeza es por cierto que tan sesudo discurrir y tan atinadas previsiones no hayan resultado de positivo asentimiento; que las escuelas incompletas hayan disminuido muy poco su enorme y funesta totalidad y que no más haya amenguado la mixtura sexual.

Cierto que la última tiene algún que otro preconizador, cuyas opiniones en el particular respetamos, sin perjuicio de sustentar las nuestras, diametralmente contrarias y que llegan hasta tener como utopias, más o menos primorosamente bordadas, sostenidas con ingenioso razonamiento, y desde luego, plena sinceridad o buena fe; pero, al fin, lucubraciones cuyo porvenir se identifica con el del ensalzado sistema mutuo, de que no tardaremos en ocuparnos: elevado a la categoría de quinta-esencia de la bondad y séptimo cielo de las sublimidades, para sumirse antes de lograr generalizada práctica, en el fondo de lo rechazado.

Si las excelencias de la coeducación de los dos sexos estuvieran dotadas de la debida fuerza y efectiva realidad, sería cosa de recomendarla a todas las localidades, desde la más diminuta a la más populosa, por motivos de eficacia y también de economía relativa; pero no se intenta ni se ensalza tal sino con relación a las que la mixtura es ineludible necesidad o manera de salir del paso.

Iguales en naturaleza, en elementos, en aptitudes, en funciones, en todo lo específico, el hombre y la mujer, difieren profunda y esencialmente, según expusimos en el número 2 del capítulo preliminar, bajo el concepto sexual; y de acuerdo con éste, así que con lo distinto de los ministerios propios, naturales y, aparte lo excepcional, remarcadas, radicales son las diferencias de la educación, que respectivamente, ha de confiarse, en cuanto se verifique en escuela, la de la niña, a la Maestra, y la del niño, al Maestro.

El uno y la otra, sin necesidad ni aun conveniencia de coeducarlos, tienen desde su infancia hasta contraer estado, múltiples y frecuentes relaciones para no vivir en apartamiento los destinados a constituir la sociedad conyugal; relaciones que bastan al objeto con que se pretende fundamentar la inconveniente coeducación escolar.

El problema se encierra, pues, en el especial circuito de la escuela mixta, permitida por la Ley sólo donde la población no llega a 500 almas y se supuso era difícil o imposible sufragar, por entonces, los gastos inherentes a una escuela para cada sexo -Después ha debido intentarse, y no se ha hecho; en el presente debería, según nuestro juicio, acometerse la reducción de la mixtura, que con sólo vedarla en la provincia en que escribimos a toda localidad cuyos habitantes sumen 400, en 30 pueblos la educación de las niñas, hoy en común con la de los niños, se realizaría aparte de éstos; y fijando el límite tolerador en 350 almas, la separación sexual alcanzaría a 60 de aquellos pueblos; límite que extensivo a toda España, amenguaría lo menos en su cuarta parte el enorme total de las actuales mixtificaciones.

El asunto reviste mayor importancia de la que le encontrará la mirada superficial: en Segovia son incompletas-mixtas unas 240 de sus 430 de todas clases; en Guadalajara, 426, por 129 completas, y en todo el distrito universitario de Madrid, respectivamente, 1116 por 1635; en Palencia, 245 por 205; en Burgos, 724 por 301, y en el distrito universitario de Valladolid, a que ambas provincias corresponden, 1619 por 1566; en León, 1067 por 249; en Oviedo, 597 por 458 y en el distrito universitario que forman entre las dos circunscripciones, 1064 por 707; paralelo comparativo que daría análoga razón en la mayoría de las comarcas españolas.

El asunto, repetimos, es de primordial importancia y de los que merecen muy mucho ser tratados sin teorizar, sin discurrir desde lugar distanciado y exento del mal para que procede eficaz remedio; sin egoísmo ni apasionamiento, sin inspirarse en otra cosa que en la inequívoca realidad, observada muy de cerca, con vivo interés y persistente atención.

La escuela mixta es fatalidad recaída sobre las localidades que más necesitan cabal y apropiada educación; mientras y donde precise resignarse a aquélla, hay, sin remedio, que confiarla a un solo funcionario -¿Ha de ser maestra o maestro; cuál dejará menos que desear? -Ésta es la cuestión que razonada, serena e imparcialmente, ha de resolverse y acerca de la que vamos a discurrir.

La Maestra -se alega- por su sexo, como mujer, es la natural, prístina educadora de la niñez -Certísimo, en el sentido de genuina modeladora de los tiernos brotes del hogar doméstico; también en el de mentora oficial de la infancia femenina en la escuela primaria; aunque esto cediendo ya bastante la virtualidad, el éxito de su acción por motivos, en cuanto notorios, innegables.

Como mujer, la Maestra tiende espontánea y naturalísimamente al augusto ministerio de esposa y madre de familia; por regla general, contrae matrimonio, sucediéndose el período de gestación, que impone repetido, frecuente descanso, y el de la lactancia, que demanda atender quieta y preferentemente a alimentar al niño; aquella Maestra, en la mayoría de los pueblos, no costea el asalariado servicio doméstico, y mientras permanece en función escolar, al menos su pensamiento se escapa a la casa, o ella misma va de vez en cuando a darla una vuelta; todo lo que, aunque parezca expuesto algo al desnudo, se informa en exactísimo realismo, motiva la oposición de ciertas autoridades y corporaciones locales a que la habitación de dicha funcionaria se halle en el mismo edificio que el local donde actúa, y debe aportarse como importantísimo factor para la acertada solución del problema que nos ocupa. Evidente que mientras los excepcionales estados que hemos referido han de amenguar la atención y la obra profesional, y suspenderse por el tiempo empleado en la escapatoria a casa; ha de reconocerse también que los negativos efectos subsiguientes se acentuarán quedando a solas niños y niñas, muy luego entregados al mutuo juego, bullicio, desorden y más que debe prevenirse y evitarse.

Aun como madre de familia, la mujer deja que operen y se manifiesten los efectos de la debilidad relativa, inherente a su sexo, por lo que se dice, y hasta comúnmente se comprueba, que los hijos de viuda salpican su conducta con rasgos de desobediencias, ligerezas y otras variedades de lo incorrecto; y esto así, ha de reflejarse en la escuela confiada a maestra y que comprenda niños, a quien hay que llevar por recta vereda, con característica energía, más aún en las poblaciones rurales, donde desde muy temprano se vislumbra y acentúa la aspereza, la obstinación, lo peculiar de estado bastante falto de pulimento social. Ello es tan cierto como que a no pocas profesoras hemos oído reputar de nota discordante a los niños, entre los quehaceres escolares de sus compañeras, en sí más sedentarios y reposados; y también lamentarse de resistentes actitudes de los discípulos, sobre todo, a medida que avanzan en edad; discípulos a quienes, por otra parte, se resiste lo que, si propio de la mujer, no es muy encaminado a constituir el temple fuerte y varonil que han de reclamar después las duras tareas campestres a que los más se consagrarán.

La imposición en las labores propias del sexo femenino, que también se presenta por alegato en pro de la regencia de la escuela mixta por maestra, decae considerablemente en fuerza o valía, puesto que en las pequeñas localidades a que afecta la mixtificación poco o nada se preocupan de lo de mero adorno, bordado, primor; las familias se niegan a adquirir los indispensables materiales, ni siquiera expendidos en el pueblo ni en sus limítrofes, y el resto ordinario, aunque de primordial utilidad y frecuente aplicación, cabría en último término que las hijas lo aprendieran de la madre -En cambio, cuando el programa general de nuestra escuela elemental es tan corto e insuficiente, cuando aún se le restringe en la escuela incompleta, aún ha de achicarlo el obligado efecto del aprendizaje profesional de la Maestra, más corto que el del Maestro, lo que se tiene en cuenta para en reválidas y oposiciones exigir a la primera pruebas menos extensas e intensas que al segundo; para prescindir de materia tan característica y peculiar como la Agricultura en los pueblos de escuela mixta, y que no cursa la repetida nombrada funcionaria, así como tampoco puede dirigir la nocturna escuela de adultos, tan recomendable y beneficiosa -Ante lo precedente, discurrase a quién debe preferirse para el desempeño del centro educador que motiva nuestras reflexiones.

El exclusivismo a favor de las maestras ha traído además un daño inmenso, que no se producía con los maestros: la magna amovilidad en los cargos, el incesante vacar en las plazas profesionales. Obligadas a aceptar las que ofrecen 250 o menos pesetas de sueldo anual como primitiva entrada en el oficial ejercicio educador, se consideran como de paso, anhelan pronto ascenso, prosiguen solicitando y obteniendo otros más hasta arribar a la escuela completa; y así la contradanza es tal, que ha poco formamos la estadística de los cambios ocurridos en la provincia en que escribimos respecto a las escuelas mixtas, resultando que habían vacado en un quinquenio las de 79 localidades; pero que, cesando en las más las nombradas a poco de su posesión, las vacantes se habían reproducido en varios pueblos 4, 5, 6 y hasta 7 veces sucesivas, y dentro del nombrado período, elevándose a 291, que, con los ejercicios provisional e interino, triplican la cifra y la ascienden a 693 -Incesante y funesta sucesión de personal, enorme suma de vacantes, que en todo España y concurso de Marzo actual, suben nada menos que a unas ochocientas.

Los enormes y generalizados perjuicios que el exclusivismo sexual de que nos ocupamos irroga a la educación primaria, son notados más de cerca y minuciosamente que por nadie por las autoridades y corporaciones locales de los pueblos sobre que aquél recae; les soportan con manifiesto desagrado y hacen que de éste se noticien las Juntas provinciales de Instrucción pública, varias de las que han solicitado del gobierno la derogación de la preferencia femenil, contra la que además se expresa acorde la prensa profesional y el Congreso pedagógico de 1892 acordó por 314 votos, bastantes de ellos de maestras, «que no debe ser de la exclusiva competencia de las últimas el desempeño de las escuelas mixtas

Innecesario es añadir nuestra plena conformidad respecto a la conclusión, pues como materia del tema que nos cupo desenvolver, a lograr la primera se encaminaron nuestros razonamientos.

La vigente Ley de 9 de Septiembre de 1896 preceptúa en sus artículos 102, 103, 181, 189, 190 y 193 que las escuelas incompletas, cual lo son las mixtas, se desempeñarán por maestros, y así lo fueron durante unos 28 años o hasta que las órdenes de la Dirección general de Instrucción pública de 17 de Junio y 6 de Noviembre de 1885, interpretando la palabra maestro en el sentido específico que suele darsele, colocaron al profesorado primario, del uno como del otro sexo, en igualdad de obtención y desempeño de escuelas mixtas; órdenes que subsistieron hasta que la reglamentaria y Real disposición de 7 de Diciembre de 1888 estableció la preferencia tan generalmente combatida.

La equitativa y justificada paridad de circunstancias entre Maestro y Maestra acerca del particular, es la que se ajusta al sentido de la Ley, pues aunque en sus artículos citados parece se refiere al primero, a todos nos consta cómo de ordinario la palabra maestro se emplea con valor comprensivo de ambos sexos -Además, la escuela mixta encarna una deficiencia a subsanar en cuanto sea posible, estableciendo centros separados para la cultura de niños y de niñas; y mientras así no resulte, se resentirá la labor educadora de los primeros donde funcione profesora, y de las segundas donde profesor; y esto innegable, surge lógicamente la procedencia de no preferir al uno ni a la otra, de considerarlos a ambos para el caso en igualdad de circunstancias, que recomienda el equitativo disfrute de las ventajas inherentes al título profesional y hasta la vida de las Escuelas Normales en que se verifican o revalidan los estudios para obtenerle.

Consideración es la última de tal alcance y tan acreedora a que se la tenga en cuenta, que vale la pena de explanarla algo, a fin de que la justiprecien bien quienes no suelen percibir exactamente importantísimos extremos. Las escuelas primarias de cada provincia son de la categoría de oposición, meramente completas o incompletas, de ordinario mixtas. Centralizados los ejercicios opositorios, la mayoría del pobre Magisterio carece de recursos para sufragar viajes y la costosa estancia en las capitales de los distritos universitarios, en que únicamente se verifican los actos, quedando, por lo común, el intervenir en éstos en pro de los residentes en las últimas o en sus provincias respectivas; a las plazas de mera categoría completa sólo se llega por concurso y con previos y no cortos servicios en escuelas incompletas mixtas, imposibles respecto al sexo que no disfrute la preferencia; de todo lo que resulta un hecho hoy patente y generalizado: que quienes cursan en las Normales no correspondientes a aquél no privilegiado sexo, tienen delante la glacial y repulsiva perspectiva de la incolocación; estudian sin estímulo, fe ni calor; las inscripciones en matrícula descienden hasta ser la mitad de lo que eran antes de 1888, así como baja la calidad de quienes ingresan para proseguir carrera punto menos que sin ulterior aprovechamiento -Y como los planteles del Magisterio revisten importancia más que suficiente al objeto de que se les predispongan y sostengan atracciones, no fundadísimos motivos de alejamiento; y como la preferencia sexual carece de razones que la sustenten con firmeza, de aquí lo procedente de derogarla, de colocar al Maestro y a la Maestra en identidad de condiciones para obtener los centros primarios a que venimos aludiendo, con relación equitativa acerca del aprovechamiento del título profesional y del vigor de las Normales que habilitan para conseguirlo.




ArribaAbajo6 -Escuela de adultos

La escuela de adultos no constituye grado, sino suplemento, destinado a llenar las lagunas que diversidad de causas negativas y de innecesaria citación, por harto conocidas, dejaron en el curso de la educación infantil, sobre todo en las poblaciones agrícolas y en los hijos de las clases jornaleras de las localidades crecidas.

Fijándose en lo excesivamente restringido de nuestro programa primario, en los estrechos lugares y pobreza de medios con que se cursa y en la abreviada e irregular asistencia de los niños de humildes familias al centro de su modelación; se reconocerá cuánto en España se recomienda aquella escuela de adultos, más generalizado y con mayor amplitud de acción y efecto que, por lo común, presenta.

En las ciudades y villas populosas suele dotarsela de menos raquíticas condiciones, destinándola su local y su profesor o profesores especiales; pero en los municipios rurales, en la mayoría de los españoles, en donde más se recomienda y precisa, es un boceto, un esbozo, una delineación a grandes rasgos de lo que habría de ser.

Para que el penoso e ímprobo aditamento que sobre las no ligeras ni breves tareas diurnas con los niños, presupone la nocturna con adolescentes y jóvenes, sea computable en concepto meritorio, precisa al maestro oficial inaugurar el establecimiento a que nos referimos, con la precisa aprobación del Ayuntamiento y Juntas local y provincial respectivas; actuar gratuitamente, con resultados manifiestos y no sólo por varios meses, y justificar todo esto en la forma que superiormente se exija. Y como hay otros diversos casos, más llanos y menos crudos en cuanto a lograr condiciones legales para ser incluídos por mérito, en los escalafones, y el emplear con destino al aleccionamiento de los adultos el local y los útiles correspondientes al de los niños suscita reparos y dificultades, sólo firme vocación y vivo amor a difundir la verdad y el bien deciden a conseguir y regentar, por espontaneidad profesional, centro de la naturaleza del que tratamos.

Cabe crearlo como libre y retribuida función, aun por el maestro, público; pero así, no contrae ningún merecimiento oficial, ni puede usar nada de lo que corresponda a la escuela que como funcionario desempeña, ni el quehacer le reportará gran utilidad pecuniaria, ni los obstáculos dejarán de multiplicarse y agrandarse, comparados con los opuestos a la otra forma que antes indicamos.

Por lo expuesto se transparentará bien claramente que nuestras escuelas de adultos dejan demasiado que desear en su generalización como en su calidad; que si el artículo 106 de la vigente ley de Instrucción pública dice que el Gobierno «fomentará el establecimiento de lecciones de noche o de domingo para los adultos cuya instrucción haya sido descuidada o que quieran adelantar en conocimientos», se necesita, y creemos puede hacerse, algo más de lo hasta el día hecho en consecución más amplia del encargado y beneficioso fin; así que, también no suele tener cabal y del todo fructífero cumplimiento otro artículo de aquella ley, el 107, a virtud del cual, «en los pueblos que lleguen a 10.000 almas habrá precisamente una de estas enseñanzas»; puesto que, al efecto, no basta confiarla a maestro en ejercicio escolar o sin él, con tal o cual y siempre exigua gratificación; sino que lo procedente y producente es crear verdadera escuela de adultos con su local ad hoc, su material propio y sus profesores nombrados y dotados con sujeción a las correlativas disposiciones legales.




ArribaAbajo7 -Ídem dominical

Encuentranse, por otra parte, menos difundidas de lo que estar debieran las escuelas dominicales para jóvenes del sexo débil, sobre todo en las grandes poblaciones, hijas del pueblo, menestralas y sirvientas, que suelen consagrar el festival asueto a esparcimientos nada edificantes y no poco peligrosos, por lo que aquellas escuelas dominicales las prestarían educación, enseñanza y salvaguardia, alimento intelectual, así que higiene y alguna vez, medicina moral.






ArribaAbajoCapítulo XXVII


ArribaAbajo1 -Calidad de la mayoría de nuestros locales escolares

Mientras que los edificios destinados para escuelas sean, cual son en su mayoría, especie de feos, vetustos y agrietados caserones o incapaces y toscas casuchas, aparecerán deformes y raquíticos los frutos de la educación primaria, y no se extinguirán en el encargado de realizarla las reminiscencias de la glacialidad, desdén o desvío con que se le considerara en antiguos e ignorantes tiempos, que parece debieron llevarse tras sí las grandes injusticias, los enormes absurdos y los funestos desapegos a ellos inherentes; pero antítesis de lo que habría de ser en la época que atravesamos.

El amante de la cultura de la niñez no puede acercarse sin extrañeza y dolor a la generalidad de nuestras escuelas, que más bien que templos abiertos al indefinido perfeccionamiento humano por la civilización, parecen míseros e inseguros restos de una fase social ya hundida en el ocaso de su existencia.

Acá, el antiguo pósito, lo que fue casa de refugio para los pobres, la detestable alquilada, cuyas pésimas condiciones se relacionan con la menguada cuota de su arrendamiento, o que, propiedad de alguna influencia de primera fuerza de la localidad, ha de ser la perdurablemente preferida, y que, de otra suerte, veríase en lento desmoronamiento y añosa clausura -Allá, solo, único, obscuro, húmedo, destemplado, pésimo cuarto, malamente llamado escuela, y que con plenísima verdad podría denominarse lugar de cruda reclusión, aprisionamiento en que cotidianamente y por casi todas las horas solares, tiernas, inocentes, angelicales criaturas han de penar culpas cometidas por personas ya en edad y demás condiciones justificadoras de la imputabilidad y de la responsabilidad.

Sin duda que los padres quieren entrañablemente a sus hijos; pero no menos cierto que gruesa suma de aquéllos, con un amor irreflexivo y ciego o sin el dictado de la razón ni la luminosidad de la conciencia; que si observasen, que si se asesoraran de la primera y percibieran a la luz de la segunda, reconocerían, verían con íntimo dolor, vivo arrepentimiento y decidido propósito de enmienda cómo, queriendo con delirio a los pedazos de sus entrañas, les someten día tras día y durante varios años, a verdadero y constante penar; les dificultan el crecimiento corporal y anímico; les impiden atender a lo de sumo interés y adquirir preciosos conocimientos; les apriscan o aprisionan donde la dolencia se produce, la epidemia se aloja, desenvuelve y propaga sus mortales gérmenes.

Sin duda también que las autoridades y corporaciones locales creerán de buena fe que se esfuerzan y desviven en favor de sus dirigidos o representados; pero no deben fijarse en que hay un centro por cuyas satisfactorias cualidades han de desear las familias del vecindario impulsos evolutivos, desarrollo, vigor, higiene, medicina psico-física; y en aquel centro sufre, languidece, enferma el cuerpo, como el alma de quienes van a él en busca de desarrollo y perfeccionamiento -Desde luego que dictarán providencias salutíferas, que las acentuarán en períodos de contagio; pero no aparece que de antemano se esfuerzan con éxito en acondicionar discreta y satisfactoriamente lo que, aun sin atender más que al número de quienes diariamente le pueblan, habría de contribuir a la propagación del mal, y, cual suele ser, resultará gran foco de infección.

No se discurra que nos excedemos en los toques de negro colorido: para juzgar así precisaría desconocer hasta qué grado desciende en la escala de lo distanciado de su objeto el gran núcleo de las escuelas de los pueblos, y, con justicia expresándose, en qué subida cifra no responden a su destino las de las ciudades y capitales -Encontrar una de aquéllas, comprensiva de las dependencias que con el carácter de necesarias señalan los autorizados en la materia y que, ateniéndonos a ellos, hemos de expresar después, es cosa rara, verdaderamente excepcional.




ArribaAbajo2 -A quién incumbe coadyuvar para mejorarlos

Usar de la claridad, de la lisura y del tono que hemos empleado al bosquejar la triste pero real situación del máximum de nuestros centros de cultura infantil, parecenos no sólo correcto, sino beneficioso y obligado; a nombre de la fundamental educación, imposible sin lugares y medios aptos para bien realizarla; y sobre todo, de lo más digno de interés y apoyo, del débil e indefenso niño, que tanto sufre y tanto pierde con los descuidos, las deficiencias en el importante extremo de estas consideraciones; del tierno vástago en que se fijan las esperanzas de mañana, a quien hay que predisponer para lo que le incumbirá en no lejano porvenir.

Y, en tal concepto, no sólo conceptuamos justificados nuestro estilo y nuestras entonaciones, sino que tenemos el convencimiento de que el Maestro, el Párroco, el Médico, las personas de superior cultura y ascendiente en cada pueblo deben así expresarse ante los padres de familia, alcalde y corporaciones; hablarles al alma y al corazón, que una vez que se fijen en lo que destinado está para larga permanencia de la niñez, reconocerán su inatención acerca de lo que ha de verse muy presente y en circunstancias de bondad; arbitrarán recursos, acudirán a las prestaciones pecuniarias, de materiales, de trabajos; predispondrán centro educativo a donde los educandos acudan de buen grado, estén sin aguardar impacientes la hora de salida, encuentren lo indispensable para el despejado ejercicio de la inteligencia, lo grato del sentir y lo propicio de la voluntad; que ni los padres, ni las autoridades, ni las corporaciones han de esquivar consciente y deliberadamente, lo encaminado a la salud, al saber, a la alegría, a la dicha, al bien de quienes son nada menos que sus hijos.

El Gobierno, por su parte, ha de llevar hasta lo sumo su largueza, en punto a subvención para edificaciones escolares y las facilidades para llegar al hecho de las últimas; que, con demasiada y dolorosa frecuencia, lo prolijo y minucioso del formalismo de oficina prolonga mucho el arribo a la apertura de las obras o desalienta y produce el desistir de ellas. Garanticese la íntegra inversión del capital en el objeto para que se propone destinarlo; sea la intervención facultativa o de arquitectos la en rigor precisa, y la más extensa, directa y subsistente hasta la apertura del nuevo establecimiento, la de la respectiva Junta provincial de Instrucción pública y del Inspector correspondiente; que son quienes con más pericia pedagógica, amor, interés y celo por todo lo de la primaria educación, no descuidarán ni demorarán el asunto, no consentirán cercenes ni empequeñecimientos sobre lo que no los permite sin enorme y trascendental daño y acerca de lo que el Gobierno debe decretar tipos, con las dependencias indispensables en un edificio escolar y las prendas que a cada una deben adornar.




ArribaAbajo3 -En qué puede y debe consistir hoy tal mejora

Extremo es este de primordial importancia y del que vamos a ocuparnos, si no con la extensión bastante a satisfacer nuestro deseo, con la que cabe, proporcional a los límites de la presente obra.

En punto a construcciones escolares no es dado señalar reglas, datos, dimensiones ni otras particularidades, con carácter uniforme; porque le varían considerablemente las condiciones y circunstancias de las localidades, el total probable de concurrentes al centro de que se trate, el que éste haya de comprender diversas salas de clase, grados o sexos en la escuela, etc.

Por otra parte, no procede desentenderse de la realidad, menguadísima, triste hasta lo sumo y según ya indicamos, en lo que nos ocupa. Cuando tan lastimero es el estado de la generalidad de nuestros locales escolares, su transformación no puede imponer avance hasta lo perfecto, tránsito brusco de un salto y con obligada enormidad de distancia intermedia entre lo que positivamente es y lo que conforme a completo ideal, debería ser -Hay que circunscribirse a lo factible, a lo que en rigor demanda la cultura infantil, con la amplitud y en la manera que venimos tratándola, y en tal sentido discurriremos, sin perjuicio de insinuar lo que donde las exigencias locales lo dicten y los fondos lo consientan, convendrá muy luego convertir en bienhechora efectividad.




ArribaAbajo4 -Condiciones de un lugar destinado a edificación escolar

Resolución previa y digna de ser tomada detenidamente y en conciencia de sus efectos, es la referente al sitio en que ha de realizarse la edificación escolar y el que ha de adjuntar condiciones las más extensivas a toda construcción urbana, algunas especiales al objeto de nuestra referencia y aun las primeras relativamente más indispensables, tratándose de centro en que ha de pasar la mayor parte del día considerable número de niños y verificarse una cultura a la que precisan medios y cualidades de localización, concretas, eficaces o decisivas.

Aquel sitio no ha de corresponder a un pesado, deficientemente claro, mal ventilado, húmedo, insano, bajo; ha de hallarse un tanto elevado sobre el nivel de sus inmediaciones, aunque no tanto que resulte fatigoso su acceso o le ponga al azote del viento y otras inclemencias climatológicas; ha, en cuanto no dificulte o impida la concurrencia de otras cualidades fundamentales, de corresponder a punto céntrico, intermedio, con relación a las residencias de quienes habrán de asistir a la escuela; ha de aparecer lo bastante distanciado de otros edificios, fuera de calles largas, sombrías, estrechas, de altos y parduscos muros, que perjudican en punto a luz y aeración; ha de estar libre de las influencias nocivas al cuerpo o al alma, y por tanto, suficientemente apartado de carreteras y otros tránsitos de peligro para los niños, de fábricas, vertederos, aguas estancadas y demás que inficiona el ambiente; de posadas, cuarteles, mercados y cuanto suele ofrecer a la vista o al oído dichos o hechos opuestos al natural y precioso candor infantil.




ArribaAbajo5 -Aislamiento

En consecuencia, siempre que se trate de nueva edificación escolar debe exigirse inexcusablemente lo que en las grandes poblaciones puede adquirirse, por lo relativamente superior de sus recursos pecuniarios, y en las pequeñas, porque suelen disponer de terrenos capaces y adecuados al efecto: la superficie aislada en la que, sin medianería con ninguna otra finca urbana ni alcance de la proyección de sus sombras, se levanten todas las dependencias escolares, independientes de lo que no sea ellas, formando un conjunto entre sí, al que cierre su enverjado correspondiente.

Sobre base mural, verja, la mejor de hierro, y cuando no, al menos de madera, pudiendo enroscarse entre sus componentes plantas trepadoras o de enredadera.

Con tal aislamiento, y en el preciso supuesto de que saneen el rayo directo del Sol y la desembarazada circulación de las corrientes atmosféricas, se evita la distracción producida por el ruido o el frecuente tránsito de personas, carruajes y animales; se disfruta claridad y aire puro y resultan las vivas tintas de la alegría, tan eficaces al objeto de que los niños se eduquen e instruyan con bienestar corporal, inteligencia despejada, aplacido sentir y propicia voluntad.




ArribaAbajo6 -Superficie para el recreo y otros ejercicios

Entre la verja, que circuirá todo el edificio, y éste, que aparecerá en el centro, debe mediar área suficiente a constituir el sitio, llano, enarenado, destinado al recreo, al juego, a ejercicios educadores e instructivos, a la permanencia de la masa infantil mientras se ventila el salón o salones de clase, a lo de gran importancia, y que en lugar oportuno consignado se halla en esta obra.

Parte de tal superficie, hacia el punto cardinal que dé temple más recomendable y de manera que no amengüe la luz y el aire para la escuela, se destinará a cobertizo para residencia transitoria de los alumnos en días desapacibles. Preferimos aquél a cuarto o salón de juego, porque difícilmente éste dejaría de ser húmedo, sombrío, escasamente ventilado, alegre y capaz, adjuntador de lo preciso para contraste de la habitual permanencia de los tiernos discípulos en los ratos destinados a asueto, a dilatación de los pulmones, espaciamiento anímico, al disfrute del aire libre o poco menos.

De superabundar la superficie y disponiendo de agua, no debe omitirse para ninguna escuela lo que en las de párvulos es de esencialidad: de jardín acomodado a su educador e instructivo destino y de caudal líquido, con su depósito o fuente central y circulación oportuna para el riego.

De no ser ello factible, habrán de plantarse, a la distancia debida y en manera y línea que no se dificulte el tránsito ni se exponga a tropezones y caídas mientras el recreo, arbustos y árboles de poca sombra, así como se verán tiestos o macetas.

Aunque ya dijimos cuál es la gimnasia pedagógica, escolar, y la suma escasez de aparatos que requiere; puede instalarse con las oportunas garantías de seguridad y contra choques y caídas, algún que otro columpio o trapecio; del propio modo que, en lo destinado a niños, estaría bien, si fuere dable, una no gran porción de muro adaptado al juego de pelota.

Todos los departamentos a emplear con la infantil concurrencia a la escuela deben encontrarse en el piso bajo del edificio, aunque un tanto elevados sobre el común nivel superficial, en evitación de húmedas e insanas emanaciones -Los por más tiempo ocupados, cual los salones de clase, figurarán en ajuste con el respectivo clima de la localidad, en el lado que más se recomiende, atendidos los vientos reinantes y el largo predominio del frío o del calor.




ArribaAbajo7 -Entrada a la sala de clases

La entrada general o conducente a las salas de clase no ha de coincidir o estar en correspondencia directa e inmediata con el exterior, sino con antesala, portal, atrio, zaguán o vestíbulo -que con variantes de significado todos estos nombres recibe- que neutralice el destemple del aire libre, que evite las corrientes aéreas no bien se abren las puertas de aquellas clases, y que se preste a apropiado lugar de espera y aun a ordenada y segura colocación de sombreros, gorras, abrigos, etc. de los niños cuando exista portería, y, en consecuencia, quien vele por que no sufran ratera sustracción.




ArribaAbajo8 -Guardarropa y departamento de limpieza

En otro caso, precisará sitio aceptable donde depositar aquellas prendas, y que podrá ser, con acertado acondicionamiento, el mismo destinado a otro fin indispensable, cual lo es el que responde a la limpieza de quienes se ensucien, y en el que se dispondrá de cepillos, palanganas, toallas y jarrones con agua, todo relacionado con el total de la ordinaria concurrencia a la escuela.




ArribaAbajo9 -Retretes

Apartado de ésta lo bastante a que no la lleguen desagradables e insalubres emanaciones, ha de existir lo de que no se prescindirá en ninguno de ellas, los retretes, al menos uno por cada 30 niños y en línea el total preciso de ellos, aunque separados por tabiques de proporcionada altura -Sin perjuicio del recomendable y recomendado apartamiento de los salones de la escuela y demás habitaciones, se procurará, en beneficio de la higiene física y moral, su fácil aunque distanciada vista por el profesor, que además no consentirá pase sin su venia ningún discípulo al nombrado sitio ni que al mismo acudan varios a la vez.

No sólo son de todo punto inomitibles los retretes, sino que se les ha de procurar hasta lo sumo satisfactorias condiciones de bondad. En las localidades dotadas de alcantarillado y agua encauzada en cañerías que la conducen hasta el interior de las habitaciones, los excusados escolares tendrán forzosamente afluencia a aquel alcantarillado, perenne y prudencial cantidad líquida que los limpie sin cesar o al menos ser de forma denominada inodora, automáticos, del sencillísimo mecanismo de sifón -Donde no sea posible nada de esto, se acondiciona el fondo de manera que consienta periódicamente limpieza y extracción; pero en modo alguno, repetimos, y por variedad de motivos al alcance del común discurrir, ha de prescindirse de lo imprescindible, ha de ponerse en la forzosa precisión de que el infantil alumnado deyeccione al aire libre, en corral, en cualquiera inmediación de la escuela, ensuciándose y exponiendo a lo propio a los demás, inficionando el ambiente, perdiendo toda pudorosa aprensión sobre actos que, si naturales e inomitibles, deben verificarse con recato de la mirada extraña.

Lo que sí cabrá y se verificará en todas partes es revestir hasta cierta altura de azulejos o baldosines los lienzos laterales del retrete, alzar el asiento con proporción a la promedial talla de los niños, construir el último de madera dura y cepillada y emplear recipientes de porcelana en obsequio a la fácil, satisfactoria y acuosa limpieza -Recomiendase asimismo un urinario en las escuelas para el sexo masculino.




ArribaAbajo10 -Viviendas

Aunque no falta quien está por lo contrario, la opinión de la generalidad de cuantos se preocupan y ocupan de estos extremos pedagógicos, es favorable a que los edificios escolares comprendan habitaciones profesionales: el particular debe tratarse en el sentido de si viviendas con tal adyacencia instaladas favorecen a la misión educadora; pues, caso negativo, desaparecería el fundamento para que subsistiera aquella obligación municipal y lo habría para suprimirla, a la vez que las retribuciones, quedando sólo el sueldo del funcionario público.

No hemos oído ni leído alegatos de fuerza contra la morada del maestro en la casa escolar y sí alguno en que ni se dispensa favor al funcionario, ni siquiera se le tributa justicia.

Se aduce que no debe adicionarse a las causas de insalubridad, peculiares de una escuela, la de la vivienda profesional, con cocina, desagües, respiración personal, lo inherente a doméstica morada; pero salta a la vista cómo puede evitarse todo esto y se evita en casas con varias dependencias habitadas, tanto más fácilmente cuanto la de que se trata se halla, cual ha de estar la que ocupe el maestro o la maestra, en piso superior al de la respectiva escuela.

En lugar de lo antieconómico del particular, encontramos lo contrario; porque las casas alquiladas resultan más subidas en coste, y de ordinario, peor acondicionadas a su objeto y porque edificar sobre otro piso implica la aminoración de los gastos, por estar ya ultimado lo de cimentación, lo más espeso de los muros, etc., a lo que procede añadir lo difícil o imposible de encontrar en muchos pueblos finca urbana, medianamente aceptable, que arrendar para disfrute profesional -En cuanto al riesgo de que se peque por carta de más, invirtiendo relativamente grandes sumas en la construcción de las viviendas a que hacemos referencia, se correrá en otros países; que en España lo inusitado es el exceso en el particular y lo corriente, el regateo, la tacañería, lo sumo en el escatimar.

El maestro no se verá precisado a actuar como conserje, tan sólo por vivir en la misma casa que comprende a la escuela; sino porque en la generalidad de las localidades, no se sostiene aquel subalterno funcionario y el primero queda en la precisión de proporcionarse quien acepte el encargo de la limpieza, por la corta cantidad que, al efecto, figura en el presupuesto para la inversión de la partida del material escolar.

Parecenos que lo que restringirá parcialmente la libertad del maestro no será la residencia acondicionada según la tratamos, sino los deberes de su cargo, que también los tiene cualquier otro funcionario público, coartándole, más o menos, en concepto personal, y también, en el social.

En cuanto a lo velada que ha de quedar la vida íntima de la familia del profesor, no percibimos que el velo desaparezca y pierda su opacidad, dado el apartamiento entre la morada de aquélla y los lugares de estancia del alumnado, así que la corrección en el proceder y en el exhibirse aseado, limpio, sin descuido, de parte del profesor.

Menos aún comprendemos que por ocupar el último habitaciones adyacentes a las escolares sufran menoscabo su respetabilidad y autoridad y hasta la dignidad del hogar; y en punto a que lo experimenten sus utilidades pecuniarias por haber de ocupar casa incapaz para tener alumnos a pupilo y educación privada, no es alegato atendible, porque en otro sentido vense coartados los demás funcionarios públicos, aparte de que tales pupilajes son rarísimos en la casi totalidad de las localidades españolas, al paso que frecuente el mero aleccionamiento particular y en horas distintas a las reglamentarias de la escuela, para el que no embaraza y sí facilita la vivienda contigua a la última.

Acerca de que la adherencia favorezca ciertos abusos, cual en la aplicación del combustible, el aserto es tan gratuito, como que en muchas escuelas no se recurre a la calefacción artificial, y en las que le emplean, tan sólo lo hacen en pocos días de extremado frío; como que consignanse al efecto de 10 a 15 pesetas anuales, según consta a quienes examinamos demasiados presupuestos de los en que se incluyen las expresadas partidas; y esto así, ni base hay para poner en tela de juicio la probidad de corta, larga ni ninguna cifra de individuos de la clase -Menos todavía podrá destinarse nada al uso particular del profesor en las frecuentes obras de reparación, mejora, comodidad y hasta ornato, propias de todo aquel que gasta en su provecho lo ajeno, porque ellas no se realizan con cargo a la concreta partida del material escolar ni con intervención del maestro, sino con fondos del arca municipal, tan de tarde en tarde, incompletamente y de por fuerza, como que es frecuente el hecho de intervenir la Junta provincial de Instrucción pública y aun la autoridad del Gobernador civil, para que no sigan demorandose reparos inaplazables, para preservar de las inclemencias del exterior y de los terribles efectos de un hundimiento.

Concluimos, por tanto, asertando que las edificaciones escolares deben comprender habitación decente, capaz y con acierto instalada para el maestro o la maestra y la familia de cada cual -Como resulta de las consideraciones precedentes, no son de fundamento las razones en contrario, y parecennos muy atendibles las que vamos a exponer, todas informadas en el beneficio de la cultura de la niñez, en modo alguno en la comodidad y conveniencia del maestro -Aunque éste dispusiera de conserje, portero o mozo de aseo, no le relevaría de la indicación y de la vigilancia, tanto más fáciles cuanto más de cerca y más permanentemente se observa -Si, cual ocurre y ocurrirá por regla general, carece de aquel subalterno, tendrá, sí, remunerada alguna persona que haga el barrido y limpieza una o dos veces por semana; mas el manejo del trapo y del plumero, lo que precisa cada día, habrá de verificarlo él o cualquiera de su familia, cosa tanto más llana cuanto mayor sea la proximidad residencial con la escuela -Al abrir ésta presentanse ineludibles preliminares; al despedirse los niños al mediodía o por la tarde, conviene, o mejor, obliga que por buen rato y para la salutífera renovación del aire, las ventanas queden abiertas, así que cerradas cuando se avecina o se echa encima la noche, todo lo que se diversifica y ensancha en la medida con que la escuela deja de ser única sala y suma superficie de recreo, guardarropa, cuarto de limpieza, etcétera, y todo lo que es allanado grandemente por la habitación donde la recomendamos y recomendable además para acudir con prontos y apropiados recursos -a veces hasta de colchoneta o lecho- al niño que experimenta herida, dislocación, fractura, mareo, vahído, accidente; para acompañar o vigilar al discípulo detenido en extraordinaria y correctiva tarea; para abreviar en molestia y duración el penoso y largo plazo cotidiano que al profesor imponen las múltiples atenciones de su cargo y de las que forman parte las anteriores o posteriores a la permanencia de los niños en la escuela y que se ultiman más breve y suavemente residiendo donde se halla aquélla, y, en conclusión, para objetos todos recomendables en pro de la obra educadora y que están a la vista y al alcance del superficial percibir y del común discurrir.




ArribaAbajo11 -Lo hoy difícil en España

Quienes tratan del decisivo extremo que nos ocupa, fijándose en naciones que acondicionan más amplia y cabalmente la labor educadora, se ocupan de lo que bien quisiéramos para nuestras escuelas primarias en ciertas poblaciones y que hasta se echa de menos en casi todas las Escuelas Normales, o sea de departamento de baños, gimnasio, clases ad hoc para dibujo, música o canto, labores femeniles y trabajos manuales; locales para biblioteca y museo pedagógico, sala de recepción, despacho del primer maestro, sala de los demás profesores o auxiliares, etc.; pero como todo ello está aún muy verde entre nosotros, aunque sólo lo nombremos, tiempo y publicistas habrá que lo desplieguen, mientras madura.

Tampoco reputamos adaptado a los límites de nuestra obra entregarnos a consideraciones sobre la clase de materiales para la edificación escolar, que seguramente variarán de acuerdo con los más abundosos y económicos en cada localidad, aunque se procure siempre que den salubridad, consistencia y no pesadez, aspecto alegre y no sombrío, con lo demás que no sólo depende de la naturaleza y calidad de aquellos materiales, sí que además, de su combinación, efecto visual, estilo, ornamentación, y cuanto, facultativamente, incumbe a los arquitectos, si bien siempre con suficiencia o asesoramiento pedagógico.




ArribaAbajo12 -Escuelas para párvulos

En punto a escuelas de párvulos, ya tenemos dicho que en ellas ha de graduarse muy prudencialmente la permanencia en el salón; que la guía y el impulso en el desarrollo psico-físico y la instrucción han de ajustarse a las evoluciones espontáneas, naturales, insensibles de los educandos; verificarse entre ordenados juegos, con alegría y delectación; y que, en consecuencia, el jardín, la superficie enarenada, el cobertizo, son de tal eficacia y esencialidad, como que donde faltan -y de ello se dan no pocos casos- el cometido se falsea y se empequeñece hasta quedar el centro recomendable como refugio para los pobrecitos niños, cuyas madres les pierden de vista frecuente y peligrosamente; no para los hijos de familias en condiciones de tenerlos, cuidados, en carreritas, saltos, recreaciones al aire libre por buena parte del día -Y como no son las escuelas de párvulos la especialidad de nuestra obra y otras, notables, circunstanciadas, las tratan extensa y detalladamente, a ellas remitimos al lector, haciendo punto y aparte.




ArribaAbajo13 -Grupos escolares

Existe lo que, entre otros nombres, recibe el de grupo escolar graduado y cuya graduación puede correlacionarse con la de las distintas clases de escuelas y también, con las secciones infantiles de una sola de ellas.

En el primer caso, el conjunto resulta de una elemental de cada sexo, o a más, otra de párvulos, a veces con otra superior y, en ocasiones, hasta con alguna de adultos; comprendiéndose bien que el hecho ha de producirse en poblaciones de relativamente considerable vecindario y, en consecuencia, con numerosa cifra de niños en la edad reglamentaria para la cultura fundamental.

De aquí, que con sala única de clase para cada grado, el total de alumnos en cada una llegará a 100 u ordinariamente excederá de esta cifra, que debe evitarse por poderosas razones, algunas ya insinuadas y otras que presentaremos muy luego. Cierto que se recurre a la subdivisión, asignando a cada escuela, elemental o superior de niños, de niñas o de párvulos, dos o tres salas de clase; mas no cabe evitar que se cercenen recíprocamente el espacio de desenvolvimiento y la superficie para el recreo, se inficionen su medio ambiente y entre todas hagan viciada, malsana, la atmósfera que las envuelve y a lo que contribuirán las variadas viviendas profesionales y aun de empleados subalternos; a lo que se adiciona lo imposible de que algunos de los centros de educación y enseñanza o de morada no aparezcan con orientación desapacible, sombría, nada recomendable -No estamos, pues, por tales agrupaciones.

Otra cosa es subdividir una sola escuela entre dos o tres salas de clase y siempre que el total de alumnos no exceda de 150. Como la división de éstos y de su labor en secciones no tiene -nieguese o venga sosteniendose- número determinado de las mismas, según el sistema que se adopte, cabe, sea él el que fuere, optar por seis de aquéllas cuando no haya de pasarse de bidivisión y por nuevo caso de disponer de tres salas de clase, al frente de cada cual se encontrará siempre el maestro o su auxiliar, en el primer caso, o uno de los dos de que en el segundo dispondrá. Así la suma de educandos podrá ascender a 150, las cualidades de la respirable masa aérea no se adulterarán nocivamente y quedará factible, con la acertada dirección de los muros e instalación de los departamentos, el que la luz, el temple y otras condiciones físicas no pequen acá por exceso y allá por defecto. Aquel tino en la designación de lugares será extensivo a las viviendas, para que resulten en cierta mutua independencia; a la entrada general de las clases, para que al llegar como al retirarse, no se favorezca el desorden; y a que, aunque aquéllas se encuentren seguidas o a continuación una de otra y con paso acomodado a la vigilancia del primer maestro, las corrientes aéreas de un salón no invadan a ninguno de los demás, inficionándose entre sí.

Absteniéndonos de minuciosas descripciones sobre lo que habrían de ser las dependencias de tales grupos escolares, diremos que no es ardua empresa el acondicionarlos satisfactoriamente, cuando la escuela es única, aunque bidivida o tridividida, puesto que las salas de clase pueden encontrarse dos en un lienzo del edificio y otra en el que con él forma ángulo diedro, ambos bajo la acción directa del sol y ventajosa ventilación; y lo destinado a recreo habrá de ser común a la totalidad de los discípulos.

No ha de decirse otro tanto respecto a dos, tres o más escuelas en una misma propiedad urbana. Conocedores somos de modelos en que, ya a partir de un patio central, bien con distinta forma de arranque, se ofrece la posibilidad de cuatro, seis, ocho o más salas de clase o las necesarias para varias de aquéllas, seccionadas en dos o más grupos; pero tenemos por imposible que ellos no se perjudiquen recíprocamente en orden, espacio, superficie, capacidad de sus dependencias, prudente aislamiento entre sus moradores oficiales...; que algunas no salgan mal libradas en saneamiento solar, temple, atmósfera, campo de recreo, etc., etc., por todo lo que, repetimos, no nos cuentan entre sus partidarios.




ArribaAbajo14 -Sala de clase

Con intento preconcebido hemos reservado para lo último el ocuparnos del centro más genuino y habitualmente educador-instructivo, del tipo de sala de clase: merece y hemos de otorgarle mayor amplitud y minuciosidad en nuestras consideraciones, y, al efecto, le destinaremos las páginas que han de cerrar el capítulo.

El despejo de la inteligencia infantil, el aplacimiento de la sensibilidad, lo propicio de la voluntad, el armónico conjunto de las energías anímicas, así que la favorable predisposición corporal; temperatura y luminosidad intermedia, prudencial, que no adolezca de déficit ni de demasía; masa aérea ni pesada ni comprimida, directa llegada, aunque con la atenuación que proceda, del rayo solar, que mueve, reanima, alegra, sostiene y extiende la actividad; horizonte un tanto espaciado, sin que le corten cercanos, parduscos, altos y sombríos muros, sino que, por el contrario, tras los cristales de las ventanas se perciban el árbol, la maceta, la verja por que serpentea trepadora vegetación; alzando un poco la mirada, el azulado cielo; todo sin tránsito, sin ruido, sin lo que aparta la vista, el oído, la atención de su propio objetivo.




ArribaAbajo15 -Su figura y dimensiones

La determinación previa de las dimensiones que han de procurarse a una sala escolar depende del máximum de alumnos que se calcule hayan ordinariamente de ocuparla, número demasiado variable, que las concienzudas tendencias pedagógicas aspiran a reducirle considerablemente, que algunos quisieran -y nosotros con ellos- bajar hasta una veintena, pero que, habida consideración a que hay que ganar bastantes voluntades indiferentes o refractarias, que vencer abultadas dificultades, entre éstas las económicas, y a que comenzamos apenas el primer paso en recorrido que en otros países hicieron por completo o le presentan en gran avance, nos daremos por satisfechos acerca del presente con que las salas de clase se destinen a lo sumo a 50 alumnos cada una, y con sujeción a tal cifra vamos a discurrir.

Supuesta esta base, quedan otros fundamentales puntos, cual la figura y dimensiones superficial y volumétrica del departamento.

En cuanto a la primera, estamos de parte de quienes prefieren la de un paralelepípedo rectangular, cuya base o suelo sea, por tanto, un paralelogramo también rectangular, aunque de mayor longitud que latitud.

Acerca de las otras dos consideraciones, se informan en respetabilísimos motivos de circulación desahogada por la escuela y de favorable higiene para los concurrentes. Si sólo hubiera de atenderse a aquellos motivos, leve sería la discrepancia entre las autorizadas opiniones sobre el particular; pero habiendo de tener en cuenta obstáculos que se ofrecen y de que no puede prescindirse, unos los dan mayor estima que otros, y de aquí la escala diferencial en las dimensiones a que nos referimos y que se advierte entre autor y autor, pueblo y pueblo, nación y nación.

El tipo regulador respecto a la porción de suelo que ha de fijarse por cada concurrente a la escuela fluctúa entre 1 y cerca de 2 metros, conviniendo nosotros con quienes le señalan 1'25.

En cuanto a lo volumétrico, aquella escala diferencial es todavía más vasta y diversificada: de país a país presenta por mínimo, que conozcamos, 0'420 metros cúbicos en algunos centros escolares de los Estados-Unidos, y por máximo 25 ídem en otros de Alemania; entre los respetables pedagogos modernos de España, Alcántara García fija 6'250 y Aguilar y Claramunt nada menos que 14.

Si hubiéramos de justipreciar promedialmente lo que de ordinario son datos de tanta virtualidad, positiva o negativa, bienhechora o funesta, seguramente que apenaría y a muchos asombraría el resultado. Por nuestra parte sólo diremos que conocemos en capital de provincia escuela superior-elemental, aunque amalgamados ambos grados en único salón, donde se reúnen cotidianamente lo menos 100 niños y donde las dimensiones son 19'40 metros de longitud, 5'40 de latitud y 3 de altura, de lo que resulta, sí, un paralelepípedo rectangular, pero extraordinariamente largo con relación a la anchura, y tan bajo el techo, que el aire ha de resultar dañosamente comprimido y pesado, aparte sus otras condiciones detestables, según quedará patentizado, o mejor se evidencia de por sí a la simple lectura de los datos anotados.

Aparte de lo que ocupa la plataforma, queda de piso un rectángulo de 15'50 m. de largo por 5'40 de ancho, o superficie de 83'70 m.2 o 0'837 por niño -El volumen del salón asciende a 19'40 X 5'40 X 3 = 314'28 metros cúbicos o tan sólo poco más de tres por discípulo -Si esto resulta en la escuela superior, en la primera de una provincia, discurrase qué resultaría de análogas medidas y problemas con relación a los centros de desarrollo y cultura en los villorrios o aldeas.

A nombre, no sólo de la educación primaria, sino que de la vida de los pobres niños y aun de la salubridad local, se impone reforma radical sobre tan importantísimo extremo.

Conforme a lo que razonamos y asentamos en la página 162 de esta obra, una escuela con destino a 50 alumnos y a cada cual de los que se asignase 1 metro superficial de base y 10 de cubicación aérea, podría ser de 12 m. de longitud, 8'35 de latitud y 5 de altura, lo que produce 501 metros cúbicos de caudal respirable o aproximadamente, 10 por discípulo -El área del piso del salón, da un total correspondiente a 12 X 8'35 o 100'20 m. cuadrados, de los que, deducida el área de la plataforma (8'35 X 4 = 33'40), quedan 66'80 para la ordinaria concurrencia escolar o 1'34 a cada cual de los 50 alumnos.




ArribaAbajo16 -Su ventilación

Conforme a lo expuesto en la citada página 162, la masa a respirar en la escuela debe renovarse y se renueva por medio de la ventilación, que, por esto, constituye circunstancia de primordial eficacia y que ha de resultar muy tenida en cuenta en toda sala escolar.

Discurridos numerosos y variados medios de renovar el aire en las escuelas, pasaremos en silencio los que por sus inconvenientes o dificultades, presumimos se adoptarán en muy pocas de aquéllas en España y citaremos los más factibles, sencillos y conducentes a su objeto.

El más satisfactorio, en cuanto de plenitud de efecto, es la renovación general, verificada mientras permanecen abiertas puertas y ventanas, cual han de presentarse por buen rato antes del comienzo de las clases e inmediatamente después de terminadas, así que en los plazos intermedios o de ejercicios de recreo, de desarrollo, de educación de los niños en el campo a ello destinado o en el cobertizo; transcursos durante los que, no sólo se renueva el aire, sino que sus corrientes se llevan nocivas emanaciones, disipan o atenúan la virtualidad de minutísimas partículas, que se respiran, que dañan la salud y que se denuncian desagradablemente al olfato, en lo que es denominado olor a escuela; sensaciones débilmente percibidas por los acostumbrados a tan insano envoltorio atmosférico; pero insoportables para quien llega a aquella escuela, no bien surte a los pulmones con el nada grato ni bienhechor alimento.

Precisa, además, que la renovación aérea sea de carácter constante, aunque suave, lenta, insensible, que no moleste ni dañe con bruscas, acentuadas y destempladas corrientes; renovación gradual y prudencial a que responden diversas clases de ventiladores, cual los que resultan de los mismos cristales de las ventanas, si los superiores giran por su arista inferior y se abren un tanto de fuera hacia adentro; aberturas circulares y de atinado diámetro en ambos lados mayores del salón, en uno casi tocando al suelo y al techo, en el opuesto; y, por fin, los de giratoria rueda, formada por aspas de hojadelata y colocadas en las vidrieras, recomendables por el buen resultado que dan y que, aunque producen cierto ruido, a él habituados los niños, acaba por no distraerlos y se desentienden del mismo, hasta el grado de no notarlo.

Levantándose, como debe levantarse, el edificio escolar en el centro de suficientemente capaz, aislada y enverjada superficie, las corrientes de aire serán constantes y salutíferas, y en cuanto sea posible, han de llegar a la escuela, con mayor intensidad y eficacia que mediante los ventiladores. En los días claros y de directa acción solar, cabrá sin riesgo abrir alguna que otra ventana, por completo o dejándola de cuchillo, y cuando la temperatura estacional y exterior sea excesivamente elevada; siempre que el ventanaje exista en los dos lados mayores, podrá abrirse, íntegra o parcialmente, lo del lado a que no dé el Sol, y aun en el que esté recibiendo sus rayos, interponer persianas o blancas cortinas.

Para concluir: importa tanto la ventilación o renuevo del aire, que ha de procurarse en grado sumo, utilizando todo procedimiento que, en otro sentido, no haya de perjudicar a la salud de la población escolar.




ArribaAbajo17 -Su iluminación

Habráse notado que con el punto de que acabamos de ocuparnos guarda inmediata correspondencia otro no menos importante, cual lo es el de la iluminación, a que, igualmente que a mejorar las condiciones del caudal respirable, responde la apertura de las ventanas.

Éstas no han de aparecer en los dos lados menores del salón, en cuanto las de delante hacen que sea directo el reflejo o la llegada de los rayos solares, con daño para la vista; y las de detrás, producen el que aquéllos se pierdan en gran parte en la espalda de los escolares y los que avancen hasta las mesas serán debilitados por la sombra de tronco corporal de los discípulos.

En cambio, parecenos recomendable el que aquellas ventanas se abran en los dos lienzos mayores, no sólo en obsequio a la iluminación, sino por lo que, así, se prestan a renovar el aire, según antes indicamos.

De no ser posible, se establecerán las suficientes en uno de los citados lienzos mayores y siempre los niños recibirán la luz por la izquierda, a fin de que no se la aminore su propia sombra y lo que resulta colocando la plataforma profesional, a que aquellos niños hacen frente, en el lado menor obligado para que la luminosidad tenga la expresada dirección.

Las ventanas deben ser considerablemente altas, y aunque no convenimos con quienes opinan que casi han de igualar en tal concepto, al salón, parecenos bien que sólo se alcen de 50 a 75 centímetros sobre el suelo y que se acerquen al techo, para alumbrarle en suplencia de la luz cenital, y para, cuando abiertas, sanearle: además, en el contacto de su marco con el muro, serán lo que se llama rasgadas.

Su orientación depende de la del edificio, del clima local y de otras atendibles circunstancias, pero la de alzarse el edificio sobre plano aislado de otras construcciones urbanas y estar a salvo de las distracciones inherentes a calles inmediatas, permite variedad acerca del muro en que los vanos hayan de aparecer, y también, de la escasa altura desde que los últimos arranquen.

Renunciando a cálculos relativos sobre la suma de luminosidad y número de ventanas a ella subsiguiente, manifestaremos que la claridad ha de ser abundosa; que su exceso en determinadas horas o diafanidades diurnas, se rebaja con empleo de cortinas, persianas, transparentes, visillos y hasta entornando algo las maderas; mientras que el defecto en días nublados y crepúsculos vespertinos, sólo es subsanable cuando el local se presta a máxima luz, retirando, al efecto, todo intermediario que, cuando procede, responde al propósito de amenguarla.

La luz cenital, como caída desde el cenit y que penetra por la techumbre, no es en modo alguno aceptable como punto único de acceso a la primera, porque haría sombrío, tétrico, antítesis de su prístino aspecto alegre, risueño y atractivo, al salón escolar; porque le tornaría en especie de cerrado y repulsivo aprisionamiento, y porque, sin adaptarse tal conformación local a la ventilación, haría frío en el invierno, sofocante en el verano, siempre desapacible al departamento -El cenitalismo sólo podría, en consecuencia, aceptarse en combinación con las ventanas y como medio de alumbrar la zona superior del salón; pero como a ello se prestan las últimas, bien altas y rasgadas, a la vez que a sanear la techumbre, opinamos que puede y debe prescindirse de lo que -claraboya, lucerna, tragaluz o como quiera denominarselo- exige materiales relativamente caros y frágiles, a más de no fácil adquisición en numerosas localidades; demanda reparaciones y limpiezas con cierta frecuencia e imposibilita para construir sobre el techo escolar otros departamentos, de ordinario las moradas de los funcionarios de la escuela.

Como ésta, de párvulos, elemental, superior, de niños o de niñas, se utiliza durante el día, no vemos precisión de ocuparnos de la luz artificial, por otra parte de no difícil discurso sobre la que mejor se recomiende cuando la precisa determinado quehacer, como el nocturno aleccionamiento de adultos.




ArribaAbajo18 -Su temperatura

De indiscutible conveniencia sería una constante temperatura media en la escuela, como de unos 15º; pero irremisiblemente y según el clima local, más o menos elevada en verano y baja en invierno. Contra lo primero, que informa la vacación durante casi la segunda mitad del mes de Julio y todo Agosto, que la luz no llegue desde el lado del Sol, interposición de persianas, etc. y abiertas algunas ventanas o puerta; contra la baja temperatura, la calefacción artificial, que ha de escatimarse lo posible por el oxígeno que roba y lo que impurifica el aire y aun peligro de quemaduras en los niños. En la generalidad de nuestras escuelas, sobre todo en las rurales, apenas si se la utiliza sino en las primeras horas, hasta que la respiración y demás emanaciones personales hacen que ceda la crudeza del ambiente, y ello con simple o bien pasado brasero o sencilla estufa. En centros escolares de grandes poblaciones y de mayores exigencias en el cuidado individual, se recurre a caloríferos alimentados por aire o vapor de agua y a otros procedimientos de cuya indicación nos creemos relevados, porque los conocerán y sabrán predisponer y aplicar en las localidades de la índole de las que, como hemos dicho, acuden a ellos.




ArribaAbajo19 -Su pavimento

El pavimento merece sin duda ser tratado algo detenidamente, en punto a las condiciones que le hagan más recomendable. Desde luego no debe pensarse en que sea de yeso ni de ladrillo ordinario, por su fácil y constante desgaste, por lo que el polvo ensucia y manda al medio ambiente partículas que con el aire se inspiran y dañan a la salud -Si hubiera de atenderse únicamente a la evitación de lo anterior, podría echarse mano a baldosines barnizados, tersos, duros, consistentes, y mejor a ciertos cementos, hoy demasiado generalizados para galerías y portales; pero como ha forzosamente de tenerse en cuenta la temperatura, que bajan demasiado y que reclama algo templada el por lo común ligero y a veces punto menos que nulo calzado de los niños, hay que prescindir de aquellos medios de pavimentación, que optar por el piso de madera dura, bien ensamblada y sobre base que evite su cimbreo y el ruido que se produce cuando quedan huecos o flojedades por debajo -Prestase bien a la limpieza y hasta al periódico fregado, así que a preparativos que la aminoran el polvo y la aumentan la duración, y con cierta largueza de recursos, hasta podría sustituirse el entarimado con entarugado.




ArribaAbajo20 -Paredes y techo

Las paredes y el techo deben reunir condiciones de prudencial transparencia, de aspecto risueño, de conjunto que despeje la inteligencia y aplazca a la sensibilidad. El color rigurosamente blanco molesta y aun lastima el aparato visual, favorece a la miopía, que tanto debe evitarse y tanto suele originarse y desenvolverse en las escuelas, y, por lo que ha de posponersele a los colores poco reflejadores, al mismo blanco, pero algo matizado de azul, al de caña, etc. -La superficie quedará tersa, lo mejor, pulimentada, estucada, muy preconizable en cuanto despide de por sí gran parte de miasmas y corpúsculos extraños, por otra parte de fácil arrastre en el paso de trapo, plumero y hasta lavado: de no ser posible el estucar, cabe recurrir a la pintura al óleo, también adaptable al beneficioso empleo del agua y, como el primero, a ciertos detalles de brocha, a los filetes y sencillos adornos que forman cuadros en los lienzos y en la techumbre de la escuela, pero cuadros perimétricos, no con figuras intermedias, que en los primeros han de omitirse y en la última escatimarse mucho.

Queda tratado, en la forma concisa que nos imponen los límites de nuestra obra, lo principal en punto a prototipo modesto, en manera alguna con pretensiones de modelo, pero de condiciones tan aceptables, que seguramente dejarían satisfechas las juiciosas exigencias respecto a la generalidad de los centros en que nuestra niñez es educada y enseñada, se instruye.




ArribaAbajo21 -Mobiliario y útiles didácticos: sus condiciones y conveniente colocación

Resta ahora discurrir sobre lo que debe dotar de mobiliario, útiles didácticos, cuanto es de necesidad en una sala de escuela primaria, y ello va a ocuparnos inmediatamente.

En uno de los lados menores del salón -si la luz penetra por uno solo de los más largos, en el correspondiente a que los niños la reciban por la izquierda- aparecerá la plataforma, que conviene salga entre 3 y 4 metros para adelante, se acontacte con los dos lienzos laterales, tenga firme base de mampostería y la exterior superficie de madera, bien adherida a un sustentáculo, para aminorar el ruido -En su frente, barandilla, menos por prudencial parte del centro, con destino a la entrada.

En el medio de la pared que limita posteriormente aquella plataforma se verán los emblemas de nuestra religión y forma de gobierno o un crucifijo y el retrato del jefe del Estado, así que a los lados puede colocarse un reloj, un termómetro y en cuadros con cristales los de la distribución del tiempo y del trabajo y del reglamento interior de la escuela.

Debajo de los nombrados emblemas, primero el sillón profesional, y seguidamente su correlativa mesa, con los accesorios de escribanía, pupitre o vade, timbre, etc., etc.

En el lado más favorable a la vista, pizarra sobre caballete y complementada con sus útiles para limpieza y para usarla, como clarión, regla, compás y escuadra -En el opuesto, uno de los armarios para colocación de medios didácticos.

En línea paralela con la plataforma, y distanciada de ésta de 1'50 a 2 metros, comenzará la serie de mesas y asientos a emplear los niños en determinadas y conocidas clases, así que por buenos espacios de tiempo, mesas y asientos acerca de los que ha de tenerse muy en cuenta lo mucho que, según las condiciones, influyen en la disciplina, en el resultado de las tareas escolares, en el desarrollo y hasta en la salud corporal de los discípulos.

En su forma y en sus distancias deben adaptarse a la suficientemente holgada colocación de los llamados a ocuparlas, a que no se empujen, codeen, molesten, ni impidan recíprocamente la satisfactoria ejecución de las prácticas instructivas; a que la salida de uno de su sitio, por atendible motivo, no interrumpa a bastantes de los demás; a que el disgusto y las mutuas protestas ante las perturbaciones ocasionadas, no dañen el orden; a que violentas y antihigiénicas posturas no contraríen el desarrollo físico, ni depriman o desfiguren ciertos órganos, ni alteren la normalidad funcional o la salud, ni hagan contraer hábitos viciosos, por ejemplo, en la actitud corporal al escribir y que suelen conservarse por toda la vida.

El no muy extraordinario ni superior discurrir, el mero buen sentido, basta para dictar lo conducente a lograr tan variados e importantes objetos.

La instalación de cada alumno será tal que le permita colocar su tronco en el debido espacio, así que brazo, codo y antebrazo, de manera que ni encuentren obstáculo material en los escolares de los lados, ni a éstos se lo produzcan; y que cuando necesidad de indemorable cumplimiento exija dirigirse a otro lugar, no haya de hacerse alterando ni desordenando a los demás -Mesa y asiento se hallarán codispuestos de modo que favorezcan y aun conduzcan a la natural posición de los pies, piernas, muslos, núcleo torácico, extremidades que le son laterales y cabeza; que no hagan insistir peligrosa y dañosamente al esternón sobre duro borde y que consientan los regulares y desembarazados movimientos que precisan en el acto, en el práctico aprendizaje de la escritura.

Durante muchos años imperaron funesta y generalmente los llamados cuerpos de carpintería, y que, con mayor propiedad, podrían denominarse mecanismos atormentadores, divorciados de la higiene y contrarios a la salud, así que a la disciplina y a los éxitos escolares. De forma dictada por la ignorancia, la indiferencia o la irreflexión, son en su empleo y efectos el viceversa de lo que deben ser. De altura desproporcionada, la de la mesa con respecto al banco y ambos con relación a la de quienes se destinan, y excesivamente distanciados entre sí, vese, de ordinario, a los pobrecitos niños con los pies sin llegar al suelo, pendoleando en el aire y algo echados hacia atrás; casi todo el muslo fuera del asiento, el tronco para adelante, arqueada la columna vertebral, los brazos y antebrazos como colgados violentamente; la cabeza torcida, la vista aproximada al papel más por un lado que por el otro y en circunstancias conducentes a la miopía, de la que se dan repetidos casos; el esternón insistiendo sobre la dura arista de la mesa y deprimiéndose, aminorándose una cavidad que conviene hasta vitalmente tenga las dimensiones exigidas por su contenido, de esencialidad para la existencia; las costillas desfigurándose; los aparatos digestivo, respiratorio y el centro del circulatorio, con presiones y posturas que perjudican a su funcionalidad; y como resultado de todo esto, lo contractivo y perturbador, en lugar del educador impulso para el desarrollo, lo lesivo en el puesto de lo higiénico, lo causante de anormalidades en vez de las predisposiciones adaptadas al perfeccionamiento y a la salud; las inquietudes, el brusco e irregular moverse para dejar posturas violentas e incómodas, distrayendo, empujando, interrumpiendo a los compañeros; alterando el orden, quebrantando la disciplina, con tanto mayor motivo cuanto que los funestos cuerpos de carpintería suelen estar hechos para ocho, diez o más discípulos, obligados, por suma estrechura, a ponerse en contacto inmediato, a empujarse recíprocamente, a impedirse la buena escritura, y a suspenderla todos cuando uno se ve en la precisión de salir del banco común.

El boceto no será tenido por exagerado, en cuanto describimos lo notorio, lo que constará a la generalidad, ya que general ha sido en nuestras escuelas el uso de tales cuerpos de carpintería y se recordará lo en ellos sufrido por quienes en las primeras aprendieron a leer y a escribir -La imaginación nos exhibe con exacto trazado y vivo colorido tan torpes armatostes, en que siempre con los pies al aire y oscilación, espalda en gran convexidad, extremidades superiores impropia y molestamente predispuestas para su función, pecho descansando sobre el borde de la mesa, tronco medio retorcido, estómago y pulmones dificultados en su esencial actividad, empujones y prensamientos, dados y recibidos a derecha e izquierda, y con sólo el borde de las asentaderas acontactado con el asiento en que realmente no nos asentábamos; la posición era antieducativa, opuesta al satisfactorio aprendizaje; insufrible, de verdadero tormento -Alguna vez, sueltos la mesa y el banco, adyacentes que no colocadas sobre el último las posaderas, el empuje de una docena de niños en una misma dirección, despidió para detrás al nombrado banco, con el consiguiente tumbo y lesiones en varios de quienes le botaron. Aun unidos entre sí ambos adminículos, recordamos cómo aquel colectivo empuje personal en algún caso les arrastró en la indicada dirección, con susto y regular culada para los de súbito, faltos de punto de apoyo.

Defectos de tanto bulto y variedad no podían pasar ni desde ha buen plazo pasaron en desapercibimiento o indiferencia de parte de quienes se consagran al especulativo estudio o al práctico ejercicio de la educación impulsora, directriz, preservativa o curativa de la niñez; y en efecto, tres años antes de que fuera sancionada nuestra todavía vigente ley de Instrucción pública, ya el norteamericano Henry Barnad discurría sobre la procedente, apremiante y radical reforma del mueble escolar a que nos referimos; siguieronle sin tardar mucho autoridades facultativas en la materia, Schreben, en Alemania; Fahrner, Hiss Guillaume y otros en Suiza, y sucesivamente, más en distintos países y cuya citación sería prolija, así que rebasadora de los propios límites de nuestro libro la de los artistas que, ajustando sus obras a las técnicas prescripciones, vienen ofreciendo numerosa variedad de tipos en mesas y bancos escolares, en su total de madera o sólo los tableros, sobre bases de hierro fundido; la una y el otro libres, unidos entre sí y sin sujetárseles al suelo; unidos, pero sin fijarlos al último; libre la mesa, pero atornillado el banco, con otra multiplicidad de variantes, que podrán encontrarse en obras de que es especialísimo objeto lo que sólo figura como uno de los numerosos constituyentes del fin general de la nuestra.

Concretámonos, pues, a condensar lo que en tan importante extremo se persigue, y sintetizadamente, decimos lo que va a continuación.

Colocado el niño sobre el asiento, predispuesto para escribir, el perfil de su cuerpo presente como dos líneas aproximadamente verticales y una horizontal intermedia o que las une, formando dos ángulos, poco más o menos, rectos, alternos internos.

La primera de las verticales arranca de los pies, natural y completamente descansando sobre el suelo; sigue el curso de las piernas y termina en la rodilla, de la que parte la ruta horizontal, extendida hasta la conjunción del muslo, que la constituye, y la extremidad inferior del tronco, el que hasta lo alto de la cabeza, da la segunda línea vertical.

Para que resulten las parciales actitudes y configuraciones indicadas, precisa altura correspondiente en el asiento, la necesaria a fin de que ni exceda ni acuse déficit con respecto a la de pie más pierna y que varía con las tallas personales y por tanto, con las edades de los infantiles discípulos.

Es, además, obligada la salida del asiento o su distancia desde el respaldo al borde anterior, la que será, por término medio, igual a los dos tercios de la longitud del muslo, efecto de lo que equivaldrá al otro tercio la separación entre las piernas del sentado y las extremidades del asiento, por delante; y también, el cuerpo no quedará como arrellanado, hacia atrás, en disposición de descanso, sino un tanto hacia adelante, hacia donde ha de actuarse -Claro está que esta dimensión se halla relacionada con las peculiares de los discípulos, según sus edades.

El respaldo, imprescindible factor del asiento, ha de ofrecer apoyo a la región lumbar, bastando, en concepto de algunos, que se iguale en elevación con ella: nosotros opinamos que debe superarla, en tal respecto; que conviene se eleve hasta por bajo de los omoplatos, afectando una figura ligeramente cóncava y, de esta manera, resultará cabal y perfecta coincidencia con la convexidad de la espalda, así que, también se dificultarán las viciosas y perjudiciales actitudes o configuraciones de sesgo e inclinación que los niños suelen imprimir a aquella espalda y a la cabeza, cuando ésta no ha de irse a la derecha ni a la izquierda, ni el tronco perder su paralelismo con la mesa.

Sucintamente descrito cómo ha de exhibirse el escolar sobre el asiento, procede expresar su postura con relación a la mesa y que en resumen, será la respectiva a que el borde de la última coincida con la altura correspondiente al estómago y a que entre la superficie corporal que le hace frente y aquel borde, no quede espacio intermedio, pero tampoco falte, porque entonces, en lugar de suave e higiénico contacto, resultaría fuerte y dañosa presión.

Como la altura personal varía con la edad y se halla forzosamente relacionada a la de la mesa, ésta habrá de acondicionarse, en tal concepto, a la primera.

Lo distancial reclama ligera explicación -Equivale al apartamiento entre los dos precisos e íntimamente relacionados muebles para escribir -Si suponemos una línea vertical que pasando por la arista de la mesa que ha de acontactarse con el cuerpo del escribiente, toca también la anterior del asiento, entre la mesa y éste no mediará distancia, será nula, la corresponderá cero por representativo signo -Si aquella vertical va a tocar al asiento por uno de los intermedios puntos de su superficie, no sólo falta la distancia a que nos referimos, sino que se notará déficit de salida para estar en la nulidad o cero distancial -por lo que se dice en tal caso que la distancia es negativa-, y la arista anterior del banco quedará por debajo del plano de la mesa -Y, por fin, cuando la vertical pasa por punto intermedio, de los de entre mesa y asiento, hay real separación, la existente entre dicho punto y el borde del banco, y como verdadera que es, se la denomina positiva.

En la distancia nula, queda por bajo del tablero de la mesa el tercio del muslo, que, como dijimos, debe salir del asiento; pero como, aproximadamente, a otro equivale el grueso del tronco corporal en los niños, resultará en la otra tercera parte separado el discípulo del plano sobre que ha de escribir y, habiendo de hacerlo acontactadamente, lo verifica echándose para adelante, anormalizando la postura de espalda, pecho y varios órganos o aparatos de primera importancia; contra lo que dicta la higiene en beneficio del desarrollo físico y de la salud.

Al apartamiento equivalente a un tercio de la longitud del muslo, que presupone la distancia nula, se adicionará la positiva, cuando ésta aparezca, cual resulta, y considerable, en los cuerpos de carpintería y de aquí el que éstos sean rechazables y rechazados en absoluto por higienistas y pedagogos.

Otro dato de que no puede prescindirse en el particular de nuestra referencia: la obligada circulación entre mesa y asiento, la entrada de los discípulos para emprender ciertos aleccionamientos, y la salida, individual y por motivo fortuito, o general, terminada la tarea -A este respecto, que si atendible, por razones de orden, disciplina y bondad en los trabajos, no se reviste de la entidad que lo que afecta a la educación y aun a la salud corporal, y el que, además, cabe tenerle en cuenta, sin necesidad de incurrir en defectos y daños de la cuantía que los insinuados, vino por largo plazo supeditandose todo en los cuerpos de carpintería, y a lo torpe de la subordinación, la correspondencia en lo funesto y abultado de los efectos.

Ya la distancia nula, en cuanto no deja espacio alguno entre mesa y asiento, se opone en absoluto a la natural, libre circulación personal; y se evidencia de por sí que aun será más imposible con el apartamiento negativo. Pero el tránsito queda llano, desembarazado, con el suficiente desahogo, por medio de ingeniosos y artificiales recursos, dictados por el cálculo e inventiva de tantos sujetos, como que la diversificación en el particular adquirió tal latitud, que ni podemos ni necesitamos exponer acerca de ella otra cosa que condensadas generalidades.

Unos utilizan el mecanismo de la corredera en el tablero de la mesa y, con aquélla, éste pasa hacia adelante, cuando ha de quedar espacio para la entrada o la salida y vuelve luego al sitio correspondiente al acto de escribir; emplean el gozne repetido por todo el ancho de dicho tablero o la charnela en sentido paralelo a los bordes del último y por la mitad del mismo, con lo que se dobla por su medio, produce, así, hueco bastante al tránsito y, además, en la lectura levanta algo el libro, lo que, en ella, le hace recomendable, o se valen de diversidad de recursos, todos encaminados a lograr el mismo objeto mediante la movilidad del repetidamente citado tablero -Otros la buscan y obtienen, con el propósito que hemos manifestado se persigue, en el asiento, que, verbigracia, acondicionan para que gire hacia atrás, parcialmente o hasta descansar sobre el respaldo; y no falta quien consigue el resultado haciendo girar combinada y ordenadamente los dos elementos del mueble escolar.

Las variantes indicadas suponen fijo el asiento al suelo, aunque también puede estarlo la mesa o entre sí ésta y el primero, formando lo que podría llamarse cuerpo de escritura.

Cabe que mesa y asiento aparezcan libres o sin sujeción al piso ni aquéllos recíprocamente, la una con el otro, que es lo, según nuestro criterio, preferible. Alegase en contrario que aquella libertad de movimiento general de los artefactos, echa sobre el maestro, recargado de atenciones, una más, ni fugaz ni con punto único de objetivo, sino tan duradera como los ejercicios que se verifican sentados y extensiva, individuo por individuo, a la total población escolar -Reconocemos el fundamento del óbice; pero, a la vez, juzgamos que se reputarán como muy atendibles las consideraciones de que los mecanismos de que antes tratamos implican aumento de desgastes, desajustes, descomposiciones y reparos inherentes a la multiplicidad de las piezas; que el profesor, no porque resultara obligada la distancia de los niños a la mesa y favorecida o casi impuesta la postura corporal, habría de verse relevado de atender sin cesar a los discípulos y que a la vez que vigila cómo trabajan, lo hará respecto a lo de la presente referencia, cosa tanto más factible cuanto que los que exigen más vivo y persistente cuidado en el particular son los menores en edad, los que ocupan las primeras series de colocación, las más cercanas a la plataforma; que se recomienda muy mucho que el alumno, desde el comienzo de su modelación educativa, inicie en cuantos sentidos y objetos sea dable, el dar en lo acertado y beneficioso, con el ejercicio de su razón, el concurso de su voluntad, el placer correlativo al obrar y presentarse según proceda; que, vedándole el torcimiento de cabeza y demás perjudicial, no ha de llevarse el rigorismo hasta tenerle como empotrado, sin abrir algo los pies hacia adelante o las piernas por su extremidad superior, adelantar uno de aquéllos algo sobre el otro, sin ciertas libertades leves, inofensivas y, por tanto, tolerables; y, por fin, que lo factible de mover, cambiar de sitio el asiento y la mesa, favorece en gran manera otra importante consideración: la de la más fácil y satisfactoria limpieza escolar.

Resulta que optamos por la mesa y el asiento libres y pareja, entre una y otro, para cada niño.

El tablero de la primera formará un plano de dimensiones acomodadas a su objeto y que si bien presentan complejidad diferencial, de autor a autor y de constructor a constructor, pueden promediarse en 4 decímetros de anchura o línea de adelante a atrás; en 70'50, más 20 para el desembarazado juego de los brazos, de largo o de derecha a izquierda, y 5 centímetros de inclinación, ascendente desde el borde a que ha de acontactarse el cuerpo del niño hasta su opuesto; siguiendo a éste, en adherencia inmediata, una tira horizontal, tan larga como la mesa, de un decímetro de longitud y en la que se colocan debidamente la muestra y el tintero.

El asiento puede ser especie de fuerte taburete, con la altura, ancho y condiciones en el respaldo acomodadas a los fines de que ya nos ocupamos.

Aunque existen modelos de mesas y de bancos en los que sólo el tablero de la primera, así que el asiento y el respaldo del segundo son de madera, y sus armaduras de hierro fundido, lo distante a que a veces se fabrican o expenden las últimas y lo relativamente subido de su coste, aconseja u obliga la preferencia del mueble, todo de la primera materia, de la que más abunde, menos cueste, no sea excesivamente pesada, valga para el objeto, como el común y utilísimo pino.

Conviene, o mejor, precisa la pintura, si no en negro, por lo que aminora el efecto de la luz, de color bastante bajo y apropiado para disimular, y en lo posible, limpiar las manchas que inevitablemente habrán de producirse.

Por bajo del plano de la mesa, pero a la altura necesaria para que no resulte obstáculo a la libre introducción de las piernas y parte de los muslos de los discípulos, colocan unos un tablero horizontal, otros las dos partes laterales de un cajón y éste, por tanto, completamente abierto por sus lados anterior y posterior; y no pocos, íntegro aquel apéndice -En todo caso, se le destina a instalación de libros y otros útiles didácticos; prefiriéndose las dos primeras formas, en obsequio a la limpieza, y la segunda, en evitación de que el movimiento brusco o el involuntario empuje dé en tierra con el contenido del receptáculo.

Aunque decididos por una mesa y un asiento, libres, para cada alumno, no desconocemos lo fundado del reparo opuesto por algunos, no sólo informándole en lo algo subido del coste que presuponen, pues esto puede aminorarse punto menos que hasta su total desaparición, sino por la mayor superficie que demandan en los salones escolares, comúnmente reducidos o reducidísimos entre nosotros. Pero abonamos lo más recomendable, para donde pueda adoptarse, ya por la suficiente capacidad del local, ora por lo posible y procedente de darla en las nuevas edificaciones, bien por lo corto de la matrícula en la escuela de que se trate.

Donde hacedero no sea, construyanse, según muy acertadamente aconsejan autorizados pedagogos, mesas para solo grupo biindividual o de dos niños, y aun esto con los asientos independientes; que con cuerpos de escritura para más discípulos, surgen los inconvenientes de los desacreditados cuerpos de carpintería, tanto de más bulto y número, cuanto aquel grupo vaya agrandandose.

En todo caso, y bajo cualquier forma, quedarán espacios suficientes para el regular tránsito de los discípulos, así que para la acción de los maestros, auxiliares o instructores llamados a vigilar, dirigir, facilitar, rectificar, enseñar.

Nos hemos extendido algo sobre el particular, porque, según patentizamos, es de importancia primordial y decisiva en el éxito de la elaboración educativa, de la enseñanza, de la instrucción, de la higiene y de la salud; porque en España es aún por desgracia y para mal, hecho general o punto menos que uniforme en las escuelas de los pueblos, la existencia de los funestos cuerpos de carpintería y en no pocas de grandes localidades o capitales de provincia; porque las ventajas del mobiliario llamado a reemplazar a aquellos armatostes deben difundirse, con el propósito de que se le reemplace, si no de una vez, gradualmente, con economías en la inversión del material, destinadas a ir adquiriendo, poco a poco, cuerpos de escritura.

Entiendase que si en el particular nos referimos a la última, es porque esta materia exige más que otra alguna el mobiliario de que nos hemos ocupado, pero que notoriamente consta cómo también motivan su empleo otros ramos de curso por la niñez.

La complicada labor de la escuela reclama otros diversos útiles, cual tantas pizarras como sean las secciones formadas con los discípulos, carteles para el aprendizaje de la lectura, muestras para el de la escritura, colecciones de láminas sobre varias asignaturas, ejemplares u ordenados conjuntos de objetos con destino a las lecciones de cosas, etcétera.

En cuanto sea posible, se economizará la colocación de tales útiles, sobre las paredes, que en favor del alegre y grato aspecto, de la uniformidad en la reflexión y difusión de la luz y de la limpieza, han de aparecer libres hasta lo sumo de material pendiente en las mismas.

Muestras y buen número de textos permiten guardarlos, mientras no se les tiene en uso, en los cajones establecidos por bajo del tablero de las mesas. Algún armario, a más del de la plataforma y hasta el aprovechamiento de ciertos huecos en los muros, con puertas-vidrieras, servirán para depósito de no poca parte de lo a que nos referimos, inclusas colecciones de láminas, con las que suele cubrirse casi la totalidad de los lienzos y de las cuales sólo por vía de ornato, cabe consentir esté algo fijo y al exterior, sobre marcos y con cristales.

Los carteles de lectura, pliegos pegados a cartones o tablas, se ensucian y deterioran muy luego, por lo que ordinariamente ofrecen feo y desagradable golpe de vista, que cabe evitar, teniéndolos en adecuado lugar y sacando no más en el oportuno momento los que hayan de usarse -Otro tanto decimos respecto a las pizarras y pizarrines correspondientes a ejercicios de dictado o preliminares de la escritura.

Las pizarras para la clase de Aritmética, con especialidad, y de las que manifestamos precisan tantas como secciones de niños resulten del sistema escolar, si han de hallarse permanentemente en las paredes de la sala, recibirán colocación acertada, serán de madera, con pintura que permita su lavado y con su receptáculo en la parte inferior, para el clarión y hasta depósito de las partículas que en la práctica vayan del mismo desprendiéndose, más fáciles, así, de recoger en la limpieza, que cuando se impregnan en la madera u otro material que constituya el piso.

Insistimos algo sobre este particular, porque ya lo merece en cuanto se refiere a la belleza o estética del salón, a su más satisfactoria luminosidad y a su limpieza, circunstancias todas de gran estima, como ya en otra parte hemos manifestado razonadamente.

Y no sólo ello, sino que la higiénica evitación de insanos miasmas demanda aminorar lo a propósito para que se asienten y sea difícil recogerlos para su extracción al exterior.

Ha de evitarse, además, la repetida producción de destructores agujeros, que se multiplican y agrandan indefinidamente y librará de esto, que afea y deteriora, la colocación de listones a conveniente altura, en línea horizontal y con bien distanciadas escarpias en que colgar carteles y otros útiles, cuando se les necesite; listones que deben pintarse de color obscuro y calidad que permita el lavado, lo propio que habrá de hacerse con el zócalo general del salón, si cual se recomienda es de madera, o de no, estucado y con el antedicho bajo o negro matiz.

Expuesto lo respectivo a una sala de clase, aplicable es, en general, y con variantes que dicta el buen sentido, a las escuelas de niños como a las de niñas, a las del grado elemental como a las del superior, y también a las distintas de aquellas salas que, aun en centro único, reclame la función del maestro con uno o más auxiliares, cada cual en su respectivo departamento.






ArribaAbajoCapítulo XXVIII


ArribaAbajo1 -Sentido recto y general de la palabra sistema

Conviene y, con más propiedad, es de precisión al objeto de fundamentar después lo que habremos de exponer, fijar bien el genuino significado de la palabra sistema, determinándole, no con la débil fuerza de nuestros razonamientos, si con la de irrecusables autoridades en la materia.

Sistema, según la definición académica, es conjunto de reglas o principios sobre una materia, enlazados entre sí; combinación de cuerpos, de movimientos, de elementos que, siendo diferentes, forman un todo y contribuyen a un objeto, como determinadas y ordenadas cantidades, sistema de numeración; de verdades, el científico; de nervios, el nervioso; de montañas, el orográfico; de astros, el astronómico; de todos los seres naturales, el universal o de la Creación; de educadores, educandos, materias de estudio, tiempo, trabajo..., el sistema escolar.

La dicción sistema se compone de dos griegas, de syn, con o junto y la forma verbal kistmi o poner, colocar; expresa, pues, la idea de objetos puestos en orden, sucesión, conjunto; resaltando de por sí la analogía significativa de aquel vocablo con síntesis (también constituido por syn, y además, thésis o acción de poner); así que el contraste u oposición de concepto con análisis, analy o yo resuelvo (de ana o a través y lyo o desleír), estudio, conozco, me ocupo, trato desleidamente, parte por parte, individuo por individuo, particular por particular; siquiera sea con el intento de arribar a lo general, a lo universal, a la síntesis, al sistema.

Asimismo, este último término guarda evidente correspondencia con organización o disposición, arreglo, orden de las partes para que resulte el todo armónico, normal, regular, perfecto.

Bajo cualquier aspecto que se observe y se someta a reflexión la voz sistema, se presentará el concepto de serie, sucesión, relación, reinfluencia, enlace de los factores individuales de la total entidad -El sistema de cosas más mecánico -dice respetabilísimo autor sobre la materia- tiene algo científico, trascendental, profundo, sabio; porque ha de tener la ciencia natural e inevitable de la correlación, del concierto, de la fuerza, de la armonía -Nada más absurdo, nada que más repugne a la razón que sistema individual o dicho de otro modo, pluralidad singular, asociación en aislamiento de cada cual de las unidades personales llamadas a constituirla.




ArribaAbajo2 -Sistema escolar

Ahora ya cabe presentar sobre firme, indestructible basamento, la definición del sistema escolar.

En el propio contenido de una escuela figuran el maestro, sus ayudantes, los alumnos, las materias u objetos de cultivo, el tiempo en suma para todos y el correspondiente a cada uno..., los múltiples y correlacionados hilos del tejido que ha de emprenderse, proseguirse y ultimarse -Sistema escolar es, en consecuencia, el arreglo, el ordenamiento compenetrador o en recíproco contacto, correspondencia, auxilio, de los distintos factores de la educación, de la enseñanza y de la instrucción, realizadas en la Escuela.




ArribaAbajo3 -Sistemas escolares que vienen reconociendose

Por no tener esto en cuenta, ni el fundamental objetivo social de la última, ni lo que en manera ineludible demandan aquella educación, aquella enseñanza y aquella instrucción, ha venido reconociendose como sistema a lo que o no lo es o implica el preterir u omitir lo esencial y característico de formar al ciudadano de mañana, de educarle y en modo alguno, predisponer la cosa de suerte que sólo puede aprender y esto memoriosa, rutinaria e inconscientemente; según, sin tardar mucho, hemos de patentizar.

Tales sistemas, en pluralidad, cuando realmente debe reconocerse su unidad y procurar el más pronto y cumplido arribo a la misma; antiguos y, los más, hasta anticuados, reciben los nombres de individual, mutuo, simultáneo y mixto.




ArribaAbajo4 -El individual

En el sistema individual -dice uno de nuestros más autorizados y primeros pedagogos de este siglo, precisándole bien- el maestro enseña individualmente a los niños, señala a cada uno sus trabajos y obra en todo como si no tuviera que entenderse más que con un solo discípulo.

Mas este sistema -añade en otra parte- puede sólo aplicarse con utilidad a la enseñanza de un corto número de niños, seis u ocho, por ejemplo, y no siendo jamás tan limitada la concurrencia a las escuelas comunes (oficiales, libres, de cualquier clase que ellas sean), ha venido por necesidad a caer en desuso.

Pues, si no conjunta, sino que disgrega; no correlaciona, sino que aísla, resulta con plena evidencia, que no es tal sistema; y si no se presta a adopción en las escuelas, calificarle de escolar constituye un verdadero quid-pro-quo, viceversa, antítesis, disparidad, análoga a la de conjunción disyuntiva o unión que disyunta, segrega o separa -La frase de método escolar trae a la memoria aquello de Ni yo soy compadre de usted, ni éste es el camino de Jerez; y si la cosa fuera capaz de hablar, podría, al verse así reputada, decir: Ni yo soy sistema, ni tampoco el camino para la marcha en la escuela.

La circunstancia -leemos asimismo- de enseñar individualmente a los discípulos, sin formar grupos o secciones que hayan de recibir la misma lección, constituye lo que tratamos, y es incontestable que, cuando esto puede tener lugar, debe ser el medio más útil de enseñanza.

Remarcamos las palabras enseñar y enseñanza, porque ellas sintetizan lo incompleto de valor ideológico del determinativo que viene aplicandose al extremo pedagógico que nos ocupa, diciendo comúnmente sistemas de enseñanza, como si no lo fueran, a la vez, de educación y de instrucción.

Preferimos la frase sistemas escolares, por más comprensiva, más exacta e indicadora de concepto que resalta bien poco en la manera como se ha tratado tan importante particular antes de estos últimos años.

Hase dicho que si el impropiamente llamado sistema individual no chocara en el excesivo número de discípulos y la correlativa falta de tiempo, sería el medio más útil, y en consecuencia, recomendable y preferible para enseñar; se ha aseverado igualmente, que para el mismo parcial e incompleto objeto, el sistema mutuo, cuyas bondades ilusorias señalaremos muy luego, facilita, amplía, acondiciona cual ningún otro; y no debe pasarse en silencio lo que no sólo implica deficiencia, sino que también fragmentario y menguado concepto de lo que han de ser la acción del Maestro y la labor de la Escuela.

La una y la otra han de comprender, primordial, predominantemente, como todo al que natural y obligadamente deben subordinarse las partes, la educación; la enseñanza, como mero aspecto, variedad o derivación de aquélla; y la instrucción, el fruto desarrollado en el niño, que él se asimila racionalmente y percibe en su conciencia; el beneficio, el rendimiento, la producción inherente al impulso y guía educativos, a las claras, llanas, facilitadoras exterioridades, exhibiciones de la enseñanza.

No se mencionaría sólo a ésta, tomando por base y punto de partida aquel complejo, íntegro y procedente concepto; no se abonaría un enseñar, que supuestos los agentes y los medios del sistema mutuo, por ejemplo, tiene que ser, sin remedio, falto, casi desprovisto de educación, mecánico, memorioso, rutinario, sin el racional percibir, sin la vista de la conciencia, sin realmente comprender, sin instruirse de verdad.

Vease por qué la divergencia de denominación no es invaliosa menudencia, accesoria trivialidad fraseológica, sino doble signatura, a que corresponden contrapuestas elaboraciones sobre la niñez; vease, pues, justificada nuestra preferencia, de sistemas escolares y no de enseñanza.

Aunque se discurriese, que no se discurrirá, modo de que el individualismo pudiera ser considerado como sistema, no perdería su nota de inaplicable en la escuela primaria, de abierta contraposición a fundamentalismo objeto de la última, cual lo es predisponer para la vida Pública, mediante la efectividad de correlaciones, estímulos, jerarquías, todo lo que da en aquella escuela una sociedad, en escala reducida pero con movimiento, vida, afecciones, amistades, antagonismos, disciplina, superiores, subordinados, verdadera y práctica realidad.

Esto es tan exacto, atendible, necesario, como que los padres que comprenden y quieren modelación satisfactoria y suficiente a su complejo fin, no se conforman con la educación doméstica y meramente individual, aunque les sea cosa llana, por idóneos y celosos ayos o institutrices; sino que confían a la escuela o al menos, a la simultaneidad, lo que les es peculiar. Isabel la Católica, grande como madre y como soberana, anhelaba para el único hijo varón que tuviera y que tan pronto le arrebató la muerte, una educación susceptible de conducir a la dicha de la querida patria; y con la extraordinaria intuición del genio, así que con la sublime inspiración del amor, vio, acarició y puso en hecho lo que ni entonces pasaba por la mente de sus contemporáneos, ni tuvo forma concreta, distintamente delineada hasta algunos siglos después.

«La educación del príncipe D. Juan -dice el historiador Lafuente-, hijo único varón de Fernando e Isabel, era naturalmente más esmerada y más extensa, como a quien destinaba su nacimiento a llevar un día reunidas en su cabeza las dos coronas de Aragón y Castilla. Es notable el sistema de educación que para el príncipe su hijo adoptó la reina Isabel. Queriendo reunir las ventajas de la enseñanza oficial y de la enseñanza doméstica, hizo crear para él una especie de escuela compuesta de diez jóvenes de la principal nobleza, cinco de ellos de la misma edad y otros cinco algo mayores, con lo cual se lograba el estímulo de la rivalidad entre iguales y el de la emulación hacia los más adelantados.»

Reconocemos -¿cómo habríamos de negarlo, si está acorde con lo expuesto en anteriores capítulos de esta obra?- que la completa elaboración escolar exige atender a cada discípulo en particular, para avivar lo amortiguado, imprimir más movimiento a anormales lentitudes, combatir las reprobables tendencias, inclinaciones y pasiones, procurar la armonía y la regularidad, pero todo esto no constituye sistema, es simplemente mero procedimiento individualista, individualismo no incompatible, sino muy compaginable con la simultaneidad; tanto que el uno y la otra deben resaltar perenne y rítmicamente en la obra del buen educador; bien haya de verificarse sobre numerosa colectividad de educandos, ya no más que respecto a muy pocos; que aunque no excedan de media docena, el maestro debe actuar con respecto a cada asignatura, teniéndolos en conjunto, explicando, dialogando, enseñando a cada cual de su pequeña suma de escolares al nivel de sus individuales aptitudes, suficiencia y conocimientos, pero presenciándose y oyéndose recíprocamente aquella agrupación, para el mutuo estímulo y aprovechamiento, para la educación cabal y extensiva a actitudes, hechos, sentimientos y pasiones que sólo brotan o se manifiestan ante el contacto y el trato común; para el ensayo sobre la vida social.