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1

Locke, Shafterbury, Mandeville, Hutchinson, Gutler.

 

2

Hago uso de los términos impresión e idea en un sentido que no es el acostumbrado, y espero que se me concederá esta libertad. Quizá devuelvo a la palabra idea su sentido original que le hizo perder Locke aplicándola a todas nuestras percepciones. Por el término impresión no quisiera que se entendiese la manera como se producen las impresiones vivaces en el alma, sino tan sólo las percepciones mismas; porque no existe ningún nombre particular ni en inglés ni en ninguna otra lengua que yo conozca.

 

3

Berkeley.

 

4

Es evidente que aun las Ideas simples diferentes pueden presentar entre sí una similaridad o semejanza, pero no es necesario que la nota o circunstancia de semejanza sea distinta o separable de aquello en que difieren. Azul y verde son dos ideas simples diferentes, pero son más semejantes que azul y escarlata, aunque su simplicidad total excluye toda posibilidad de separación o distinción. Sucede lo mismo con los sonidos, sabores y olores particulares. Estos admiten semejanzas infinitas partiendo de su apariencia general y comparación sin tener una circunstancia idéntica en común. De esto podemos estar ciertos, aunque no sea más que por los términos abstractos de idea simple. Comprende todas las ideas simples bajo sí. Estas se asemejan entre sí por su simplicidad, y por la misma naturaleza que excluye toda composición la circunstancia en que se asemejan no es ni distinguible ni separable del resto. Sucede lo mismo con todos los grados de una cualidad. Son semejantes todos y, sin embargo, la cualidad en cualquier individuo no es jamás distinta del grado.

 

5

Se me ha objetado que la divisibilidad infinita supone tan sólo un número infinito de partes proporcionales y no de partes alícuotas y que un número infinito de partes proporcionales no constituye una extensión infinita; pero esta distinción es totalmente frívola. Llámense estas partes alícuotas o proporcionales, no podrán ser inferiores a las partes diminutas que concebimos, y, por consiguiente, no pueden, por su unión, formar una extensión menor.

 

6

Monseñor Malezieu.

 

7

Locke.

 

8

L'art de penser.

 

9

Véase Barrow: Mathematical lectures.

 

10

En tanto que limitamos nuestras especulaciones a las apariencias de los objetos de nuestros sentidos, sin entrar en disquisiciones que se refieran a su naturaleza y actividad reales, nos hallamos libres de toda dificultad y no nos encontraremos perplejos por ninguna cuestión. Así, si se pregunta si la distancia invisible e intangible interpuesta entre dos objetos es algo o no es nada, es fácil de responder que es algo, a saber: una propiedad de los objetos que afecta a los sentidos de una manera particular. Si se pregunta si dos objetos separados por una distancia tal se tocan o no, se puede responder que esto depende de la definición de la palabra tocar. Si los objetos se dice que se tocan cuando no hay nada sensible interpuesto entre ellos, estos objetos se tocan. Si se dice que los objetos se tocan cuando sus imágenes impresionan partes contiguas de la retina y cuando la mano palpa sucesivamente ambos objetos sin un movimiento interpuesto, estos objetos no se tocan. Las apariencias que los objetos presentan a nuestros sentidos son siempre consistentes y no pueden surgir dificultades más que de la obscuridad de los términos que empleamos.

Si llevamos nuestra investigación más allá de las apariencias que los objetos presentan a nuestros sentidos, me temo que la mayor parte de nuestras conclusiones se hallarán llenas de escepticismo e incertidumbre. Así, si se pregunta si la distancia invisible e intangible se halla siempre llena de cuerpos o de algo que mediante el perfeccionamiento de nuestros sentidos podría hacerse visible o tangible, debo reconocer que no hallo argumentos decisivos en favor de una respuesta u otra, aunque me inclino a la opinión contraria, como siendo más conforme con las nociones vulgares y populares. Si la filosofía newtoniana se entiende como es debido, se verá que no quiere decir más que esto. Se afirma la existencia del vacío, o sea que los cuerpos se hallan colorados de una manera tal que admiten otros cuerpos entre ellos sin choque o penetración. La naturaleza real de esta posición de los cuerpos es desconocida. Sólo conocemos su efecto sobre los sentidos y su capacidad de recibir otros cuerpos. Nada más conforme con esta filosofía que un escepticismo modesto y que se extiende hasta un cierto grado y una confesión leal de la ignorancia acerca de los problemas que exceden a toda capacidad humana.

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