31
En otra ocasión me he ocupado de la imposibilidad de incluir Latinoamérica tanto dentro del conjunto de los países posmodernos como de los poscoloniales sin oportunas distinciones y correcciones («Feminismo y poscolonialismo en Ella escribía poscrítica de Margarita Mateo», en Antonio Melis y Domenico Antonio Cusat (eds.), ... las palabras se unieron como plumas... Homenaje a Hernán Loyola, Messina, Andrea Lippolis, 2002, págs. 159-178).
32
Vicente Fidel López, La novia del hereje, op. cit., pág. 299.
33
Vicente Fidel López, «Carta-Prólogo», ibidem, pág. 17.
34
No deja de maravillar el hecho de que, a pesar de esta fidelidad textual, se invierten puntualmente los juicios políticos y morales de Salís así como sus incipientes retratos o deducciones psicológicas, de los que su texto abunda.
35
Xicoténcatl, op. cit., pág. 169.
36
A estos casos parece referirse Vicente Fidel López: «Así nacen las diversas escuelas de la historia social, es decir, la diversa inclinación que muestra cada época o cada grupo de escritores, a hacer que tales o cuales impulsos especiales de la humanidad dominen la narración y expliquen todos los acontecimientos que entran en ella, olvidando necesariamente otros no menos importantes, por cierto, y que, adoptados por otro grupo de escritores, incompletos también, son, a su vez, ofrecidos como la sola luz que aclara el abismo donde moran y se enredan las causas de nuestras acciones y el secreto completo de los trastornos sociales [...] En la manera de explicarlos, asignándoles causas y efectos, es donde están el misterio, las dificultades, las variedades y contradicciones de la historia». (Vicente Fidel López, La novia del hereje, op. cit., pág. 114).
37
Este carácter despierta el respeto de Cortés, aunque podemos recordar que elogiar a unos enemigos invictos ensalza aún más los méritos del conquistador: «siempre se habían defendido contra el gran poder de Mutezuma y de su padre y abuelos, que toda la tierra tenían sojuzgada y a ellos jamás habían podido traer a sujeción, teniéndolos como los tenían cercados por todas partes sin tener lugar para por ninguna de su tierra poder salir [...] y que todo lo sufrían y habían por bueno por ser exentos y no sujetos a nadie [...] La orden que hasta ahora se ha alcanzado que la gente de ella tiene en gobernarse, es casi como las señorías de Venecia y Genova o Pisa, porque no hay señor general de todos». (Hernán Cortés, «Segunda Carta», op. cit., págs. 120-121).
38
Silvia Benso, «Xicoténcatl: para una representación del pasado tlaxcalteca», Romanticismo, n. 34, Actas del IV Congreso sobre el romanticismo español e hispanoamericano, Genova, Testi Universitari, 2000, pág. 146.
39
Cfr. Beatriz Pastor, Discurso narrativo de la conquista de América, La Habana, Casa de las Américas, 1983, pág. 190.
40
Antonio Castro Leal, «prólogo» a Xicoténcatl, op. cit., pág. 85.