Estrenada por
Vi-tal Teatro, bajo la dirección de Alejandro Palomino, en
el Centro Cultural Bertolt Brecht, el 3 de diciembre de 2004.
Elenco: Nora Elena
Rodríguez, Chino Juan y Carlos Treto.
Acto único
|
|
MIRIAM está
de espaldas al público. Mientras transcurre su texto, el
director podrá jugar con la iluminación, el
descubrimiento, la sugerencia del triángulo. A ella le
costará sobrepasar la base de la figura geométrica.
Todo el tratamiento de esta arrancada se nutre de ese
forcejeo.
|
MIRIAM.- Levanto la cuchara y se me caen las
piernas. (Silencio.) Miro el
almanaque. El culo y el alma se me encogen...
(Silencio.) Por la mañana pan y
café con leche, un huevito de merienda. Frijoles,
puré blandito, suave, rico por la tarde. Tú
comías sola, así, ida del mundo... hasta que
empezamos a invitar a la otra, esa modelo de ropa exclusiva que
fuiste. Con ella sí no hacía falta andar picando el
bistec en trocitos, ni temblar por una semilla de guayaba que pueda
irse por el camino viejo, una semilla que pueda atragantarte
(Angustiándose.) , ahogarte,
joderte...
(La luz registra ahora, poco a poco, al hombre sentado en
mitad del triángulo. Se produce como una ruptura entre la
imagen que se va centrando en PABLO y la voz de MIRIAM que se oye desde la oscuridad o
la penumbra.)
Primero: no quiero
que se muera, pero quiero vivir. Segundo: quiero vivir y que sea lo
que Dios quiera. Tercero: cuando no esté la voy a
extrañar. Cuarto: hasta a un perro se le coge cariño,
aunque sea un perro que no ladra, no mueve el rabo, no se para en
dos patas; un perro que te mira, te mira, te mira y te remira.
(Pulseando con la obsesión.) Y
ahora no sé diferenciar aquellos ojos de la silla de ruedas
de estos que se exhiben dentro de la caja, para que todos hagamos
este jueguito. Necesitamos creernos que fue esta misma noche cuando
te moriste, y que vale la pena llorarte, tanto como a una muchacha
de 15 años, que se resbala con una cáscara de
plátano y no para hasta el mismísimo hueco. Ellos te
despidieron y hasta te olvidaron hace rato. Yo soy la única
que puede contar algo, asomarme a todo este tiempo en que te
concentraste en la pared de tu cuarto.
(PABLO ha estado
ausente a las palabras de MIRIAM. Nunca sabremos si no escuchaba
o fingió muy bien. Va a tenderse en el banco. Un efecto muy
fuerte lo hace levantarse. MIRIAM ha pasado la base como quien
cruza una cerca de púas. Tal parece que se va a iluminar su
silueta, pero la luz estalla en el otro vértice del
triángulo. CUQUITO
casi no se ve, «envuelto» en un vestuario brillante:
capa, sombrero. Cuando PABLO se vuelve, la visión
escapa. MIRIAM se va
levantando muy lentamente. Vuelve a pasar la visión, ahora
PABLO tiene la certeza de
haberlo visto.)
(Incorporándose. Canta, primero con el ritmo
de la canción infantil.) «Desde
pequeñita me quedé, me quedé...».
(Vuelve a pasar CUQUITO. Esta vez la situación
recuerda ese juego pueril. El público ve a CUQUITO pero PABLO no.)
(Énfasis en el principio.)
«Desde chiquitica, me quedé, me
quedé...».
|
|
(Silencio. PABLO
revisa los alrededores del banco. Saca un libro. Cuando va a
empezar a leer, una voz aguda y altisonante lo
asusta.)
|
CUQUITO.- «La vida es una novela / que no
conoce dulzura / porque más dura una vela / que lo que la
vida dura».
|
PABLO.- (Mientras busca a
CUQUITO con la
vista.) Buenas noches...
|
CUQUITO.- La vida es una novela.
|
PABLO.- Y yo no soy el último.
|
MIRIAM.- (Parada en un solo
pie.) «Desde chiquitica me quedé, me
quedé / algo resentida de este pie, de este
pie...».
|
CUQUITO.- (Casi sobre lo que
canta MIRIAM.) El
último mono siempre se ahoga.
|
MIRIAM.- «Desde chiquitica, me
quedé, me quedé...».
|
CUQUITO.- La yagua que esta pa'uno, no hay vaca
que se la coma. (Busca aprobación o coro en
PABLO.)
|
|
(PABLO parece
ausente y guarda con cuidado su libro.)
|
MIRIAM.- «Algo resentida, de este pie, de
este pie...».
|
CUQUITO.- (Sin importarle mucho la
atención de PABLO.) ¿A
dónde vas presta'o que vengas aventaja'o?
|
PABLO.- ¿Usted buscaba el
último?
|
CUQUITO.- No. Yo soy lo último.
(A MIRIAM,
pero sin mirarla.) Siéntese...
|
MIRIAM.- Tengo que volver.
|
CUQUITO.- (A medias en
tango.) «Con la frente marchita, / las nieves
del tiempo / platearon mi sien... /que es un soplo la
vida...».
|
MIRIAM.- Un soplo de aire fresco...
|
PABLO.- El mar, la embajada, la funeraria...
|
MIRIAM.- (A PABLO.) ¿Y
usted?
|
PABLO.- Un triángulo.
|
MIRIAM.- (Irritable,
desesperándose.) ¿Y tú?
|
PABLO.- No soy el último.
|
CUQUITO.-
(Cantando.) «Unos vienen y otros
van / todos por la misma ruta».
|
MIRIAM.- Me siento mejor.
|
PABLO.- Es el mar.
|
CUQUITO.- «Unos vienen y otros
van...».
|
MIRIAM.- Me tengo que ir.
|
PABLO.- ¿Anda buscando el último?
La embajada...
|
MIRIAM.- La funeraria.
|
|
(Silencio incómodo.)
|
CUQUITO.- «Unos vienen y otros van / todos
por la misma ruta / pero no hay un hijoeputa / que te diga: monta,
Juan».
|
MIRIAM.- (Como
maestra.) «El mar dijo a la fuente: Enorme
soy, / inacabable, fuerte, / empiezo donde acaba el infinito, /
¿acaso crees que yo te necesito?».
|
CUQUITO.- (Infantil,
compitiendo.) «Yo he visto un cangrejo arando
/ y a un sapo haciendo zapatos».
|
MIRIAM.- (A PABLO.) «Y al mar
dijo la fuente: Oh, piélago profundo / a darte vengo. / No
hay en tus olas / profundas y sombrías / una gota pura y
transparente / buena para beber / como las mías».
|
PABLO.- El mar...
|
MIRIAM.- La embajada...
|
CUQUITO.- La funeraria... ¡Solavaya!
«Cada vez que yo me acuerdo / que me tengo que morir / me
asomo a la puerta y digo / ¡Muerte, tú no vayas a
venir!».
(Apagón o trueno fuerte. Silencio breve.
MIRIAM suave, ahora canta
con ternura.)
|
MIRIAM.- «Estaba la pájara pinta /
sentada en su verde limón, / con el pico recoge la rama, /
con la rama recoge la flor (Con leve, muy leve
intención.) / Ay, Dios, dónde
estará mi amor».
|
CUQUITO.- «El amor y el interés /
se fueron al campo un día / y más pudo el
interés / que el amor que le tenía».
|
MIRIAM.- «Estaba la pájara pinta /
sentada en su verde limón, / con el pico recoge la rama, /
con la rama recoge la flor... Ay, Dios...».
(Transición rápida.)
¿Hay Dios? ¿Pero cuál? ¿Será el
de aquel Sagrado Corazón que no quería esconderse
detrás del escaparate? Ni Dios, ni señor, ni
señor Dios, ni señor mío... Más bien,
ni mío, ni señor. (Juega a darse
tapabocas.) Se...
(Tapaboca.) compañero...
¿Usted es el último? Señ...
(Tapaboca.) ero... Ay, Dios.
|
CUQUITO.- El que no quiera ruido que no cargue
guano seco. Más hace el loco en su casa que el cuerdo en la
ajena.
|
MIRIAM.- (Ahora sin segunda
intención. La actriz puede pensar en unos niños
haciendo una ronda, pero no debe renunciar a su
sobriedad.) «Arroz con leche / se quiere casar
/ con una viudita de la capital».
|
CUQUITO.- (La respuesta no es
directa.) «Montalvo casó en Segovia /
siendo cojo, tuerto y calvo / y engañaron a Montalvo /
cómo sería la novia».
|
MIRIAM.- «Que sepa coser, / que sepa
bordar, / que ponga la aguja en su buen lugar».
|
CUQUITO.- (Ahora
serio.) Un caballo, una mujer, / un potro de espalda
ancha, / almidón para la plancha / y sueños, si
pueden ser.
|
MIRIAM.- (Canta.)
«Un elefante se balanceaba / sobre la tela de una
araña...».
|
CUQUITO.- (Montándose sobre
la canción de ella.) Cuatro varas de querer /
y una pulgada de acierto. / Fresco, camino, to'abierto / del celaje
a las estrellas, / ni fastidio ni querellas, / ni mentira por lo
cierto.
|
MIRIAM.- (Ahora más adulta
e intencionada.) «Un elefante se
balanceaba...».
|
CUQUITO.- El buey solo bien se lame... Aunque
nunca falta un roto pa'un descosío.
|
MIRIAM.- «Un elefante se balanceaba /
sobre la tela de una araña. / Cómo veía que no
podía / fueron a buscar otro elefante».
|
CUQUITO.- «La vida es una escalera / que
no conoce final, / pero le brilla un fanal / allá donde
quién pudiera».
|
MIRIAM.- (A la
ofensiva.) «Amanbrocható, matandile,
dile, dile. Amambrocható, matandile, dile, don.
¿Qué quería usted, matandile, dile, dile?
¿Qué quería usted, matandile, dile,
don?».
|
CUQUITO.- (Ahora el juego empieza
a ser francamente de los dos.) «Yo
quería un sapo».
|
MIRIAM.- «Ese sapo no me agrada,
matandile, dile, dile. Ese sapo no me agrada, matandile, dile,
don».
|
CUQUITO.- «Yo quería una
estrella...»
|
MIRIAM.- «¿Y qué nombre le
pondremos?».
|
CUQUITO.- Cuquito, Piringo, Cheo / son nombretes
campesinos, / jaranas de los vecinos, / dicharachos pa'l más
feo. / Pero el nombre es un sorteo / que no lleva mucho asunto, /
la gracia está en cómo junto / tu pisada y mi
juanete, / cómo aguanto el caballete / y a qué paloma
le apunto.
|
MIRIAM.- «Ese verso no me agrada, /
matandile, dile, dile...».
|
CUQUITO.- Yo quería el
río.....
|
MIRIAM.- (Saltando como una
niña hacia el centro del triángulo.)
«Yo quería el mar».
|
CUQUITO.- Ni sapo quiere, ni río, / ni
arroz con leche ni boda, / casi nada le acomoda / al que se muere
de frío.
(Llegan al centro jugando. PABLO se incorpora del banco. Por un
momento es espectador de un juego que no lo incluye. Los tres
quedan en silencio.)
Sociedad de
tré, el diablo la ve.
|
PABLO.- Ya son las cinco. Corre un airecito
rico.
|
MIRIAM.- Todo muy oscuro porque va a salir el
sol.
|
CUQUITO.- (Por decir
algo.) Como dice el otro: «El hombre que es
hombre no deja que el sol lo coja en la cama».
|
PABLO.- Allá arriba, los dolientes...
|
CUQUITO.- Qué palabrita, doliente / como
si fuera una oreja, / un callo viejo, una ceja... / Más pega
decir sufriente.
|
|
(PABLO y
MIRIAM se miran, pero no
están dispuestos a «seguirle la rima» a
CUQUITO.)
|
PABLO.- Los sillones son para... bueno, para los
familiares de los fallecidos. El café hace poco que lo
pusieron por la libre.
|
CUQUITO.- Si trancaron al café...
|
PABLO.- (Aprovecha el breve
silencio de CUQUITO para
la búsqueda de la rima y lo corta.) Hasta
hace poco era a un termo por familia y cuando yo...
|
CUQUITO.- ¿Cuando tú te
morías de vez en cuando para entretenerte?
|
PABLO.- Cuando yo venía mucho, las
coronas eran a dos por cabeza.
|
MIRIAM.- Diez flores por cabeza acostada.
|
PABLO.- Bueno... Ahí está el
banco.
|
CUQUITO.- «Aquí está el
pecho, mujer...».
|
MIRIAM.- (A PABLO.)
¿Cuánto cuesta?
|
PABLO.- El banco no cuesta nada.
|
CUQUITO.- (Buscando el
encajillo.) Ni la sonrisa tampoco...
|
|
(A partir de aquí CUQUITO funciona más bien como
un coro, un intermediario entre el espectador y la
situación.)
|
MIRIAM.- ¿A cómo está el
uno para la embajada?
|
PABLO.- Mejor seguimos con el banco y con los
sillones.
|
MIRIAM.- ¿Usted sabe lo que es un
sillón de ruedas?
|
PABLO.- (Disimulando la
carga.) Sí.
|
CUQUITO.- «Iba la noche llenando / las
aguas de lentejuelas, / mientras los hombres pasaban / llorando y
cantando penas».
|
MIRIAM.- Siete años es mucho tiempo,
¿no?
|
PABLO.- Siete no, diez, que es mucho
más.
|
MIRIAM.- Claro, son tres más.
|
PABLO.- Son mucho más. La mayoría
de la gente gasta el tiempo sin darse cuenta. Yo no. Al principio
lo contaba día por día. Después te relajas un
poco. Pero el relojito de arena está ahí. Mientras
más tiempo, más puedes, más vales, más
tienes.
|
MIRIAM.- ¿Estuviste preso?
|
PABLO.- (Arisco.)
No se vale apartarse del juego. Aquí sólo importan el
mar, la embajada y la funeraria.
|
MIRIAM.- Disculpe.
|
|
(Silencio incómodo. CUQUITO lo aprovecha y elabora una
cuarteta.)
|
CUQUITO.- Del pan bendito poquito, / de la sal
una gotica / y de la mujer bonita / no digo na, ni repito.
|
PABLO.- Sé lo que es un sillón de
ruedas, lo que es un muchacho de 20 con las dos piernas
destrozadas. Y sé lo que son diez años de felicidad
que ahora pueden irse con ese viento fuerte que trae el mar. Tengo
una cama que me espera, no se me murió nadie, no hago
ninguna cola para irme de mi país, pero tengo que estar
aquí toda la noche, dormir en el banco hasta que la madera
se me dibuje en las costillas... Me va la vida en eso.
|
MIRIAM.- ¿Por qué?
(PABLO se sume en
un hondo, abrupto, terco silencio.)
Me voy.
Allá arriba me están esperando.
|
CUQUITO.- «Unos vienen y otros
van...».
|
MIRIAM.- (Obsesiva. Jugando a dar
comida a alguien con cuchara imaginaria.) Siete y...
No, ningún otro número, no me cabe un año
más en la cabeza. (Utiliza a CUQUITO como un imaginario
pariente.) Tú sabes que estoy cansada,
jodía, pero tengo el derecho a la casa, y el derecho a ser
feliz, cabrón.
|
CUQUITO.- (Canta.)
«Yo no sé nada, / yo llegué ahora mismo, / si
algo pasó / yo no estaba aquí».
|
MIRIAM.- Lo peor es que ya es tarde... Y tengo
miedo de que me dé lo mismo, porque entonces voy a estar
más muerta que ella. (Sin coquetería,
se le escapa.) Si tuviera un hombre...
|
CUQUITO.- «A la hora que tú me
llames no me molesto».
|
PABLO.- (Se sabe la letra, la ha
cantado muchas veces, pero ahora sólo la dice, regresando de
muy lejos.) «No me voy a
molestar...».
|
MIRIAM.- Todos los hombres son iguales.
|
CUQUITO.- ¿Qué dice esa boca?
|
MIRIAM.- Es una ofensa que soltamos las mujeres
para que salten. En el fondo lo que nos gusta es que se
envalentonen como gallitos y traten de demostrarnos lo
contrario.
(CUQUITO se mete
sólo a medias en el intercambio. No suelta su personaje de
rústico bufón.)
Vamos a ver,
¿cómo se llaman ustedes?
|
CUQUITO.- Yo no me llamo porque no estoy loco. Y
tú, ¿sabes cuál es el único animal que
se amarra por su nombre?
|
PABLO.- Pablo.
|
MIRIAM.- Miriam.
|
CUQUITO.- Bueno, bien, aunque me amarres...
Cuquito, Piringo, Cheo. / Te doy a escoger, muñeca.
|
MIRIAM.- Vamos a meter nuestros tres nombres y
un deseo dentro de una botella.
|
PABLO.- ¿No puede ser dentro de otra
cosa?
|
CUQUITO.- Este corazón repleto / no cabe
en una botella.
|
MIRIAM.- La tiramos al mar y a lo mejor la
recoge alguien.
|
CUQUITO.-
(Travieso.) ¿Y si se la
toma?
|
MIRIAM.- Ustedes cumplen 40 años muertos
de la risa, pero una mujer...
|
CUQUITO.- «Quítate la edad,
muchacha, / que nadie se va a enterar».
|
MIRIAM.- Y el dolor, ¿cómo me lo
quito?
|
|
(Breve silencio.)
|
CUQUITO.- (Serio por primera vez.
Sus textos en prosa y sin el apoyo de refranes, indican algo
así como que se quita todo disfraz y
maquillaje.) Cuando uno es muchacho se cree que las
buenas noticias son empujones que te da la suerte, que naciste
monta'o en el caballo de la dicha. Te piensas que después,
esa misma mano buena gente que te empujó, le dará una
nalgada a la bestia para que salga trotando, parejito, como en las
películas. Pero yo me bajo del potro. Ya no quiero ese tipo
de buenas noticias. (A MIRIAM.) A cualquiera
se le muere un tío. Pero esto de que el tío haga
testamento dejándote la casa...
|
MIRIAM.- Así, ¿facilito?
|
CUQUITO.- Un cuarto con barbacoa, pero
también sus deudas y un par de hijos con la cabeza
alborotá. Yo sé lo que es sembrar arroz en tierra
vieja. El pueblo es lindo, ancho. Cae un palo de agua y enseguida
estás caminando por la acera tan campante. Te metes en el
cine por la tardecita y sales de noche con aire fresco, y las
mujeres con la cara más linda y los muslos más
limpios. Pero eso no es lo mío...
|
MIRIAM.- «Un elefante...».
|
CUQUITO.- Y dale Lola con la victrola.
|
PABLO.- Nos dejaron sin victrolas y se puso de
moda hablar mal del bolero.
|
MIRIAM.- (Hambrienta de
comunicación.) ¿Usted es
músico... Pablo?
|
PABLO.- No hay que preguntar quién eres,
ni de dónde vienes. Nunca me gustó el
emplantillamiento, ni los pases de lista. Por eso
allí...
|
MIRIAM.- Allí, ¿dónde?
Ábrete... En este país no tenemos mucho
petróleo ni naves espaciales, pero sí lengua suelta,
confianza. Uno se cuenta la vida y milagros en una parada de
guagua. Y eso, alivia...
|
|
(PABLO da la
callada por respuesta.)
|
CUQUITO.- Si quieres que te guarden un secreto,
guárdalo tú primero.
|
MIRIAM.- Yo no quiero guardar nada, ya bastante
encierro me tocó.
|
PABLO.- Nos olvidamos de oír, hablando y
hablando...
|
CUQUITO.- (Declama hasta que el
poco interés de su público lo obliga a
detenerse.) «Junto a los pies de una estatua /
tan desnuda como bella / llega el marino borracho / de soledad y
cervezas».
|
MIRIAM.- (Incorporando lentamente
el personaje.) Un traje largo, ajustado al cuerpo y
los guantes de seda. A aquel millonario se le caía la baba.
Él sabe que toda esta elegancia es alquilada y lo que quiere
es comprar todo lo que está debajo. Me sigue hasta el final
del pasillo. Se me pega. No me llega al oído, con ese
tamañito y yo con estos tacones. (Al
millonario.) Fíjese bien.
|
CUQUITO.- (Metido a medias en la
ficción de ella.) «¡Hola! -le
dice- muchacha, / ¿puedo sentarme a tu vera?».
|
MIRIAM.- Si sigue con esa babosería, voy
a formar tremendo escándalo aquí mismo. Y se va a
enterar su mujer. Va a salir hasta en el Diario de la
Marina.
|
CUQUITO.- «¿No te dan pena los
hombres / cuando pasan por la acera?».
|
MIRIAM.-
(Obsesiva.) Yo soy una modelo de exclusividades. Soy
decente, soy fina.
|
CUQUITO.- En casa del jabonero, el que no se cae
resbala.
|
MIRIAM.- (Se aparta un tanto. Se
concentra en el diálogo con el personaje de la
muerta.) A ti te hubiera gustado lo que hice.
(Ahora en presente.) Con el más
lindo de los vestidos, con la sayuela de los encajes malva, pero
sin blúmer.
|
CUQUITO.- «Por las agüitas del pozo,
/ llevando un cubito negro...».
|
MIRIAM.- (Se vuelve a los dos
hombres. Objetiva.) Y te di el puré con ese
pegamento en las manos. Pero el vestido lo puse en su lugar con
mucho cuidado.
|
CUQUITO.- «Camina la niña triste /
con su caminar ligero».
|
MIRIAM.- Eso fue una sola vez. A lo más
que me atreví. Cuando afuera llueve, la sangre se me
calienta. Me encanta este vestido de El Encanto y tengo mis
uñas largas, bien arregladas. (Se vuelve de
espaldas a PABLO y
CUQUITO; dialoga con el
fantasma de la modelo mientras se masturba.)
Suavecito, primero como por accidente, después un poco
más, la tela de satín, la tela ahí, el
satín, el olor a lluvia...
|
CUQUITO.- (Sacando una botellita
de ron casi vacía.) Arriba que hay que
escribirle al tiburón y darle recuerdos a la ballena.
|
PABLO.- ¿Y por qué tiene que ser
con ron?
|
CUQUITO.- (Tomando el buchito que
quedaba.) Lo que fue y no es, es como si no hubiera
sido. Que entre la carta.
|
PABLO.- No hay que escribir...
(Saca el libro.) Necesito leer.
|
MIRIAM.- Si me ven pasar corriendo y
desgreña como una loca es que le arañé la cara
a una de las parientas. No sé para qué quieren los
vestidos de ella, con esas piernas que parecen bates de pelota.
|
CUQUITO.- (En el
juego.) Digan una palabra, yo la rimo y la meto
dentro de la botellita. Como es liviana seguro que llega lejos.
|
MIRIAM.- Yo fui la de la idea, pero tengo que
estar allá arriba...
|
CUQUITO.- Allá arriba está la
muerte, / pero ni ella es lo peor, / la avaricia es roedor / que a
nadie deseo en suerte.
|
PABLO.- (Se le escapa,
todavía no ha entrado en el juego de las
rimas.) Yo no creo en su alegría.
|
CUQUITO.- Yo tampoco me aseguro / de mi risa,
porque hay veces / que lloro más que los peces / tirados en
suelo duro.
|
MIRIAM.- Las hembritas con trenzas, de los
varones los más lindos son los que usan espejuelos.
|
CUQUITO.- Uno nunca está seguro / de si
la dicha se posa / en el ateje o la rosa, / en el cielo o la
barranca.
|
PABLO.- Palabras, palabras y el ego
creciendo...
|
|
(CUQUITO agita la
pequeña botella y busca más ritmo para el
juego.)
|
MIRIAM.- Había que tener dinero, buscar
casa, hacerse un futuro... Y dejé que mis alumnos se me
escaparan de las manos.
|
CUQUITO.- La infancia es como un refugio / al
que nos gusta volver....
|
MIRIAM.- (Lo interrumpe,
está acompañada de sus niños. Primero canta
muy bajo.) «Dame la mano y
danzaremos».
|
CUQUITO.- Si de mis rimas te escondes / yo por
ti no correré.
|
MIRIAM.- (Acercándose a
PABLO.)
«Dame la mano y danzaremos...».
(PABLO le da la
mano. Ese ritual le recuerda algo entrañable. CUQUITO toma la otra mano de
MIRIAM. Ella primero va a
rechazarla pero cuando ya está cantando la
acepta.)
«Dame la
mano y me amarás, / como una sola flor seremos, / como una
flor y nada más».
|
PABLO.- (Para
sí.) Ánimo.
|
|
(CUQUITO se
suelta. Le gusta demasiado el protagonismo.)
|
CUQUITO.- «Durante estaban fregando / los
platos en la cocina / lentamente las gallinas / del palo se iban
bajando».
|
PABLO.-
(Animándose.) Te doy una idea si tapas la
botella.
|
CUQUITO.- Te doy las gracias, amigo / pero al
moverla es que veo / las estrellas....
|
PABLO.- Mejor es con el sombrero.
|
MIRIAM.- Me voy.
|
CUQUITO.- Llévate un par de versitos,
pa'l camino, digo yo...
|
PABLO.- Mejor es con un sombrero.
|
CUQUITO.- Allá voy... Estoy amplio como
pantalón de chino. La botellita vacía / es recuerdo
del jolgorio, / del fetecún, del velorio, / de alguna cita
tardía. / Lo que yo no me sabía / es que actuando con
esmero, / pensando en el compañero / que te regala la vida,
/ no te escondas en guarida, / mejor es con un sombrero.
|
|
(PABLO aplaude con
timidez pero con sinceridad. MIRIAM comienza a cantar muy bajito
mientras se desplaza.)
|
MIRIAM.- «Desde chiquitica me
quedé, me quedé / algo resentida de este pie, de este
pie...».
|
CUQUITO.- Si sales con pie derecho /
llegarás al fin del mundo. (Se interrumpe, no
encuentra la rima. Su mirada sigue muy interesada en MIRIAM que va llegando al
ángulo.)
(Allí, MIRIAM intenta pasar la base del
triángulo, la oscuridad la sorprende en ese forcejeo. Cuando
la luz regresa MIRIAM
está quieta como una estatua. CUQUITO y PABLO se quedan solos en el centro.
Entre los dos el sombrero, real o imaginario. CUQUITO lo extiende como un artista
callejero que pide dinero, PABLO lo toma. Juegan con él,
lo tiran al aire, corren, como dos niños, para
capturarlo.)
Con sombrero y sin
sombrero...
|
PABLO.- Lo primero es lo primero.
|
CUQUITO.- Aquí el que rima soy yo, / a
usted le toca cantar, / una guaracha entonar / o bailar un
guaguancó.
|
PABLO.- (Lo toma de la mano, mal
canta.) «Éstas son las mañanitas
/ que cantaba el rey David / a las muchachas bonitas / se las
cantaba así».
|
CUQUITO.- Una muchacha bonita / es una divinidad
/ y no merece piedad / aquel que la demerita.
|
PABLO.- «Despierta, mi bien, despierta, /
mira que ya amaneció...».
|
CUQUITO.- (Ahora
serio.) Ahorita amanece y sale el entierro...
|
PABLO.- ¿Cuál?
|
CUQUITO.- Mi libertad, mi sosiego, / mi gallo
que canta claro, / mi derecho a ser bien raro / me lo matan y me
niego.
|
PABLO.- Algo podemos hacer.
|
CUQUITO.- Ya lo dijiste podemos... / entre dos o
más personas.
|
PABLO.- ¿Qué pasa, mi socio?
|
CUQUITO.- Pasa el tren, cruza su
línea...
|
PABLO.- Pero hasta el gallo de corral se aparta
para que el tren no lo aplaste. Yo fui gallo aquí en La
Habana / y sinsonte en mi rincón.
|
PABLO.- Y ahora juegas al bufón...
|
CUQUITO.- Porque a mí me da la gana.
(Ríen de la rima casual. Silencio. La luz puede
subrayar la zona del banco. Los dos se quedan
mirándolo.)
«Un valle
verde y gracioso...».
|
PABLO.- ¿Qué más echamos en
el sombrero?
|
CUQUITO.- Allí la carta se moja, no la
podemos tapar.
|
PABLO.- La carta va por el aire. Éste es
un sombrero pájaro.
|
CUQUITO.-
(Malicioso.) ¿Pájaro?
¡Eso no pega! En mi familia, no se dio tal
situación.
|
PABLO.- ¿Y las vacas del potrero?
|
CUQUITO.- Las terneras solteritas.
|
PABLO.- La chiva recién parida.
|
CUQUITO.- Una puerca redondita / que no le hace
honor al nombre / porque yo pago y que cobre / si la vieron
cochinita.
|
PABLO.- La lujuria...
|
CUQUITO.- Pero sin caballo macho.
|
PABLO.- Y las nalguitas del que iba delante de
ti montado en la yegua, ¿nunca se las miraste?
|
CUQUITO.- Eso es mente de poblado / malicias que
yo no vi.
|
PABLO.- Vamos a dejarlo ahí.
(Breve silencio. A partir de aquí la banda sonora
puede hacer recordar la cercanía del mar.)
(Serio.) Si es él el que te manda, te mete de
cabeza en el charco de mierda y cuando vienes a ver no sabes bien
dónde puede aparecerse el caballo.
|
CUQUITO.- ¿Y tú?
|
PABLO.- ¿Yo qué?
|
CUQUITO.- No, ná.
|
PABLO.- Di algo que no sea ná.
|
CUQUITO.- Espanta al caballo macho / que se vaya
a otra llanura.
|
PABLO.- (Se relaja y se va
metiendo en su discurso.) Un campo de caña
llanito, parejo y arriba de la máquina dos hombres, que son
mis tíos, que son mis dioses. Empezamos todavía
oscuro y la paja salta y salta y las arrobas se suman y se
suman.
|
CUQUITO.- (Canta sin
vehemencia.) «Yo no tumbo caña, / que
la tumbe el viento / o la tumbe Lola con su movimiento».
|
PABLO.- Al mediodía la boca del
más fuerte de mis tíos se va cuarteando,
rajándose como una yagua al sol. Pero yo no lo veo como una
cosa asquerosa. Mi tío es un dios y si a él la boca
se le parte, yo la quiero tener igual.
|
CUQUITO.- El que feo ama bonito le parece...
pero no hay peor cuña que la del mismo palo.
|
PABLO.- (Por suavizar el
diálogo, levemente pícaro.) ¿Y
la dama que se fue?
|
CUQUITO.- Eso es un Osmobile del 60,
automático.
|
PABLO.- ¿Y tú?
|
CUQUITO.- Prefiero los Alfa, que se agachan
cuando cogen carretera.
|
PABLO.- Me quedo con el Lada que siempre tiene
piezas de repuesto.
|
CUQUITO.- Yo manejé muchos carros / por
esas calles del mundo. / Sé de aquel bache profundo...
(Se calla.)
|
PABLO.- Del que le pegan los tarros.
|
CUQUITO.- Al que lo tocan es porque tiene
mujer.
|
PABLO.- Y por berraco, por meter cinco o seis
machos en la casa. (Representa.)
Fulana, fríe chicharritas pa'los consortes. Anda chica, no
seas amargada.
|
CUQUITO.- Eres un saco de sal con dos patas.
|
PABLO.-
(Parodiando.) Por eso los hombres nos buscamos
queridas, porque nos saben comprender.
|
CUQUITO.- (En
caricatura.) No hay mujer que valga lo que un buen
amigo.
|
PABLO.- ¿Qué se debe
aquí?
|
CUQUITO.- (Canta.)
«Eso se aprende en la barra, en la cantina, / copa tras copa,
bajo el fondo musical».
|
PABLO.- (Ahora con cierta
angustia.) ¿Qué se debe
aquí?
|
CUQUITO.- Cinco amigos tengo yo, / igual que
dedos mi mano....
|
PABLO.- (Serio.) Y
de los cinco hay uno que mira por dónde va la botella; otro
que se rasca el ombligo, pero uno tira la vista como de casualidad
y se pregunta dónde termina la bata de casa y dónde
empiezan las nalgas de tu esposa.
|
CUQUITO.- El que se casa con mujer bonita, hasta
que no llega a viejo, el susto no se le quita.
(Transición, representa, imita el acento de la
región oriental.) Yo tuve una que me gustaba
más que el arroz con leche, una hembra completa. Soltabas el
calzoncillo y (Juega al mago.)
burún, burún, burundanga: apareció subiendo
por tus muslos lavao y planchao. Pero pasó lo que
pasó.
|
PABLO.- La mujer se aburre, se encabrona y un
día...
|
CUQUITO.- Muchacho, qué fue aquello.
Llegué a la casa con ocho o diez amigos, no muy tarde, a eso
de las tres de la mañana, y la desperté para que me
friera un carnaval de mariquitas... de plátano.
|
PABLO.- Y un día, por aburrimiento y
obstinación, los ojos se le van. Se fija en lo bien que se
le dibujan los huevos en el pantalón al tipo que acaban de
encontrarse en el bar de la esquina y lo trajeron para tu casa.
|
CUQUITO.- Y aquella gran mujer me hizo lo que no
esperaba.
|
PABLO.- ¿Qué?
(Señal de los cuernos.)
|
CUQUITO.- Nemesio Capote. Pero yo quería
las chicharritas ahora mismo, en este instante.
|
PABLO.- ¿Y no te las hizo?
|
CUQUITO.- Sí, me las frió, pero
(Con énfasis teatral.)
refunfuñando, con cara seria, de mala gana. No digo yo si me
tengo que divorciar. (Ríe de su
gracia.)
(PABLO sigue
serio, momentáneamente lejos, ausente.)
Y esta gallina,
¿freirá buenas mariquitas? Tiene cara de gustarle el
plátano macho, de irle pa'rriba como el gato a la cabeza de
pesca'o.
(Silencio de PABLO. Mira sin rumbo, puede
insinuarse que hacia el área de MIRIAM.)
Dicen que las
malas noches / alborotan los instintos. (Se
interrumpe.) ¿Qué pasa, hermano?
Contigo no hay manera de ganarse una peseta ni como poeta, ni como
maromero de circo.
|
PABLO.- Se ve que has sufrido.
|
CUQUITO.- ¿Qué palabra dices?
|
PABLO.- Esa misma, la que todos conocemos,
aunque nos escondamos dentro de una capa, o debajo de un
sombrero.
|
CUQUITO.- (Evadiendo la gravedad
del tema.) Y la caña saltando y tú
faja'o.
|
PABLO.-
(Obsesivo.) Yo con la boca rota y tragando mentiras.
A las máquinas les cogí cariño y las
estudié. A los 30 años conocía más sus
tornillos que mi alma. Y subí, subí. Al principio no
se daban cuenta de mi boca cuarteada, pero un día lo fueron
descubriendo y en vez de subir, bajé, bajé.
|
CUQUITO.- La vida es un cachumbambé.
|
PABLO.- (En parte por cambiar el
tema.) La dama parece que la tiene difícil
con los parientes...
|
CUQUITO.- (En el
juego.) ¿A qué mujer te refieres, /
caballero reservado?
|
PABLO.- A la única de esta noche.
|
CUQUITO.- Yo casi no me he fijado / pero si
tú la prefieres... (Pausa.
Transición.) Yo conozco al pájaro por
la cagá.
|
PABLO.- (Consigo
mismo.) Ni siquiera sé si mi mujer me
está esperando o si no pudo...
|
CUQUITO.- Eso de que el buey solo bien se lame
no es tan verdad ná. Tampoco veo muy claro que el
pájaro en mano valga más que cien volando. A lo mejor
lo que tienes entre los dedos es un tomeguín desplumao y por
esos cielos de Dios anda cada bandada de palomas...
|
PABLO.- Me la tengo que hacer fácil.
|
CUQUITO.- Pero ésta es difícil,
complica, enmaraña y cabezadura.
|
PABLO.- Sé ganar dinero; disfruto como
nadie echarme perfume por la tarde, pintar la casa del color
más bonito; pero tengo que decirte que un día...
|
CUQUITO.- «Cruzan golondrinas mansas /
debajo de las estrellas / arrastrando con sus alas / largas horas
de tormenta».
|
|
(PABLO regresa a
su áspero silencio. CUQUITO busca un chiste, un verso, un
refrán.)
|
PABLO.- (A la sombra de su
mujer.) No es por ti que tengo que echar pa'lante.
Acostumbrarme a las muletas fue lo que me enfermó.
|
CUQUITO.- Una dama no es bastón, / ni
demora ni retraso...
|
PABLO.- Primero te ríen la gracia. Les
gusta que hagas chistes, que bailes en medio de la calle, sin
música, apretándola a ti, como si fuera una novia de
esa noche de carnaval. (Representa.
Canta.) «Dónde tú irás /
que no vaya mi pensamiento...». (Baila,
ausente.)
|
CUQUITO.- El amor a veces se parece al
flamboyán...
|
PABLO.- Pero después van del
regaño a la queja, de la queja al ultimátum.
|
CUQUITO.- Como el flamboyán... Primero
todo son flores y después todo son vainas.
|
PABLO.- (Metido en su
angustia.) ¡Pero la culpa siempre fue
mía!
|
CUQUITO.- ¿Y si la dama regresa / a darte
calor y fuego?
|
PABLO.- ¿Ella se fue?
|
CUQUITO.- Pero esa tojosa iba herida.
|
PABLO.- ¿En un ala?
|
CUQUITO.- O más abajo.
|
PABLO.- ¿En el pelo?
|
CUQUITO.- En la risa, / en la
ilusión....
|
PABLO.-
(Coloquial.) ¿La tumbaste...?
|
CUQUITO.- Más despacio.
|
PABLO.- ¿Qué te falta?
|
CUQUITO.- «Yo sigo estando aquí,
frente a tus ojos / enyugando mis sueños con tu voz, /
soñando con reinar en tus antojos / como un niño que
sueña con ser Dios». (Pausa.
Transición.) Ese huevo quiere sal.
|
PABLO.- ¿Entonces?
|
CUQUITO.- Pero es sal de otra bahía, /
ola de distinta playa...
|
PABLO.- (Huyendo de las
ilusiones.) No piensa en hombres. Está
discutiendo su casa. Yo sé lo que es vivir en la calle,
domar el banco de cemento.
|
CUQUITO.- Pues ella tiene una cama.
|
PABLO.- En disputa. No puedo con las emociones,
ni con las contradicciones, ni con las depresiones. Son piedras que
me empujan hacia el abismo.
|
CUQUITO.- O al infierno, que es lo mismo.
|
PABLO.- Ya sé. Aquí el de las
poesías eres tú.
|
CUQUITO.- (Va poniéndose
serio a lo largo del parlamento.) En el mar nunca
nadé / pero al río me lo bebo, / no sé si
decirlo debo / pero a la embajada entré... Qué cerca
y que lejos. La cola, la impaciencia, los cuentos...
(Gráfica.) Te toca con el chino
de la ventanilla seis. Ese no le pone el cuño ni a su china
madre si se le aparece caminando por el Malecón. Y me
monté en el avión, hice papelazos, conocí a
los hijos de mi hermano, me atraganté con la
Maldona y fui a ese parque que es una preciosidad. Estaba
allí en la abundancia, sequito, sin tiburones ni
policías. Pero empecé a aburrirme como tres domingos
por la tarde y volví. Con el pantalón nuevo y el
sombrero de salir tumbé a la mujer que tengo en la casa.
Ella me mira como si fuera una luna nueva y yo le enseño una
sola cara. Ahora quiero soltarlo to' y mandarme a correr pa'la
manigua, porque a ella La Habana le gusta más que el flan de
calabaza, y a mí esto me alborota.
|
PABLO.- (Ahora buscando el
personaje del jaranero.) Sin rima me voy del
parque.
|
CUQUITO.- ¿Por qué no buscas a la
reina?
|
PABLO.- Yo no. Tú que eres cómico
y...
|
CUQUITO.- Se ríen con el gracioso y se
van con el caractoso. (Parodia a una
mujer.) Ay, qué simpático tú
eres, Fulanito, por qué no me pones una piedra con
Siclanito, él es tan seriecito.
|
PABLO.- Voy para la funeraria.
|
CUQUITO.- Pero primero debes morirte. Yo no
seré ni el primero ni el último en ninguna cola, pero
me gustan las cosas bien hechas.
|
PABLO.- En el sillón medio roto, el que
está en el ángulo más caluroso, es donde tengo
que pensarlo todo bien.
|
CUQUITO.- «Cada vez que yo me acuerdo /
que me tengo que morir / me acerco a la puerta y digo /
¡Muerte, tú no vayas a venir!».
(Silencio primero, después se escucha el
mar.)
Me bota, de lo que
no hay remedio... Más pronto se coge a un mentiroso que a un
cojo. Pero la raíz de la mentira la sembré dentro de
mí mismo. (Como a su mujer del
campo.) Tú tranquila, que ese vejigo va a
nacer con un pan abajo del brazo y pa'ayudarlo, pienso coger este
año cuarenta quintales de garbanzos. (Deja de
representar.) Pero llegó la cabrona noticia y
lo puso todo patas arriba. (Pausa. Transición.
Necesita volver a la rima, a la gracia.) «Ayer
me compré un espejo / de tercera dimensión / y me vi
más narizón, / más arrugado y
más...». (Para
sí.) La vejez.... ¡Solavaya! Eso es
peor que la muerte. En perro viejo todo son pulgas.
(PABLO se va
incorporando, se acerca lentamente al banco.)
(Con
el espejo.) «Si llevar por él me dejo,
/ me muero de frenesí / y al momento en que me vi / dije con
cierta amargura: / El que inventó esta figura / no me quiere
bien a mí».
|
|
(PABLO ha llegado
hasta el banco. Habla primero lentamente, va tomando
impulso.)
|
PABLO.- Y podrías estar perfectamente
triste, visitante inoportuno en las celebraciones...
|
CUQUITO.- (Olfateando la
competencia.) «Sinsonte, por la
dulzura...».
|
PABLO.- Podrías iniciar una cierta
caída...
|
CUQUITO.- «Sinsonte, por la dulzura / que
me da tu canto rico / conservo para tu pico / una guayaba
madura».
|
PABLO.- (Íntimo, nada
declamatorio.) Si no hubiera muchacha / consumiendo
su portal y su espera / sin inquietarse / cuando hormiguean los
sobrinos / y los cuñados vuelven con peces y proclamas.
|
|
(CUQUITO llega
junto a MIRIAM-estatua.
Ahora su representación va dirigida a MIRIAM, pero también a
PABLO y al público.
El actor podrá ser, alternativamente, conmovedor,
ridículo, sentimental...)
|
CUQUITO.- «Iba la noche llenando / las
aguas de lentejuelas / mientras los hombres pasaban / llorando y
cantando penas».
|
PABLO.- Una muchacha / capaz de olvidar / los
libros y las libras / la inquietud galopante...
|
CUQUITO.- «Junto a los pies de la estatua
/ tan desnuda como bella...».
|
PABLO.- El trago de más y el de
menos.
|
|
(MIRIAM-estatua
hace un movimiento. Comienza a humanizarse.)
|
CUQUITO.- «¡Hola!».
|
PABLO.- Una muchacha que encierra en su
insistencia su peligro.
|
CUQUITO.- «¿Puedo sentarme a tu
vera?».
|
|
(MIRIAM comienza a
cantar muy bajito.)
|
MIRIAM.- «Estaba la pájara pinta /
sentada en su verde limón».
|
CUQUITO.- Cruzan golondrinas mansas...
|
|
(PABLO parece que
va a acercarse al ángulo pero se desvía hacia el que
habitó CUQUITO.)
|
PABLO.- Una muchacha / que encierra en su
insistencia su peligro...
|
CUQUITO.- (Muy
teatral.) «Y con la ventisca helada / que de
madrugada llega / sobre la alfombra del césped / muerto el
marino se queda».
|
MIRIAM.- (Recuperando a medias su
gestualidad.) «Con el pico recoge la rama /
con la rama recoge la flor».
|
|
(PABLO se detiene.
Ahora mira la escena.)
|
CUQUITO.- «La gente carga al marino / para
taparlo con tierra / y ríen mientras lo envuelven / dentro
de su capa negra».
|
MIRIAM.- (Ya casi
cotidiana.) «Ay, Dios, dónde
estará mi amor».
|
CUQUITO.- (Directamente a
MIRIAM.)
«De los ojos de la estatua / como granitos de perla /
comienzan a salir lágrimas...».
|
|
(MIRIAM canta,
ahora alto.)
|
MIRIAM.- «Ay, Dios / dónde
estará mi amor».
|
CUQUITO.- (Declamatorio, buscando
complicidad.) «Es un manantial, le dice /
curiosa la gente aquella. / El agua subió por dentro /
porque la estatua está hueca».
(Silencio. PABLO y
MIRIAM se miran como
reconociéndose. Ninguno de los dos se atreve a soltar la
primera palabra.)
«Hueca,
repiten a coro, / si la gente lo supiera».
(Ahora es él quien se queda como una estatua, pero
no estático como MIRIAM, sino más bien congelado
a mitad de un gesto.)
Un ojo para llorar
y otro para vigilarme. Si sufro soy una hipócrita, si estoy
seria una zorra.
|
PABLO.- Ya... La funeraria.
|
MIRIAM.- El cementerio. La tapa se levanta, las
sogas corren por las manos embarradas de cabo de tabaco.
|
PABLO.- (Se le
escapa.) Ánimo.
|
|
(Silencio breve pero hondo, incómodo.)
|
MIRIAM.- Tengo 40 años.
|
PABLO.- Empieza la vida. Eso dicen en una
película.
|
MIRIAM.- Depende. Levantando la cuchara y
apretando el culo se me trocaron los almanaques. Aprendí a
masturbarme.
|
PABLO.- Es fácil.
|
MIRIAM.- (Con más angustia
que coquetería.) ¿Tú crees?
|
PABLO.- Sentado en el baño sucio de la
terminal, sin levantarme para que no se me vea el cuerpo.
|
|
(Silencio breve.)
|
MIRIAM.- Lo peor es que ya no me importa
ganarles la casa.
|
PABLO.- Hazla más fácil. Pierde,
pero tranquila, en paz contigo.
|
MIRIAM.- Pero mi juventud, los novios y los
hijos que se me escaparon me halan por la saya para que reclame,
grite, meta un escándalo.
|
PABLO.- Yo tengo que dormir en el banco.
|
MIRIAM.- ¿Con tantas camas vacías?
Deberían publicar la cifra de los que no pueden dormir,
porque las ganas y el dolor no los dejan.
|
|
(La luz puede hacerse más fuerte en el área
de CUQUITO-estatua.)
|
PABLO.- En una capa podrías / envolverte
junto a él...
|
MIRIAM.- Ni un versito más.
|
PABLO.- ¿Hubo un poeta?
|
MIRIAM.- Dos.
(Vuelve a «hablar» el mar. El silencio empieza
a desesperarlos.)
(Neutra, como si preguntara otra cosa.) ¿Eres
maricón?
|
PABLO.- (Seco pero no
molesto.) No.
|
|
(MIRIAM se vira de
espaldas. Cuando se vuelve, PABLO se ha acostado hecho un ovillo
en el banco. MIRIAM
necesita asirse a algo.)
|
MIRIAM.- Ojalá seas abogado para que me
des una mano y esa gente te coja miedo y piense que te estás
acostando conmigo (Rectifica sin
convicción.) , aunque no me toques, aunque yo
no te deje. Tampoco voy a salir por ahí pidiendo que
cualquier macho me la meta. Y si lo hago, ¿qué?
(Ahora como la caricatura de la maestra que
fue.) Las niñas se sientan con las piernas
bien junticas, y hablan bajito y no dicen malas palabras...
(Canta.) «Arroz con leche / se
quiere casar...». Pero cómo se va a casar, si tienes
que esperar que el varón proponga. Si hasta coqueteando,
sateando, puteando bastante, te puedes quedar sola.
(Breve silencio. PABLO se mueve en su posición
en el banco.)
¿Eres
policía? Nunca me gustaron, pero ahora, a los cabrones 40, a
lo mejor le cojo el gusto a que me hagan cosquillitas en las nalgas
con la pistola. Y el primo que quiere mudarse ahora mismo para la
casa de la tía que siempre le dio asco, a lo mejor se
aterra. Yo sé en los pasos y las yerbas que él anda.
No soy mujer de lengua larga. Pero con un uniforme al lado...
(Asocia delirante.) ¿Eres
oriental?
|
PABLO.- (Levantándose
súbitamente.) Soy alcohólico.
|
|
(El silencio cae como una piedra.)
|
MIRIAM.- ¿Qué?
|
PABLO.- Un enfermo.
|
MIRIAM.- ¿Tú?
|
PABLO.- ¿Vas a salir huyendo? No te
asustes... En este país hay muchos chistes de borrachos y
siempre salimos bien. Somos los graciosos, los ingenuos, los que
nos reímos de feas, comemierdas y pesa'os. Vivimos pensando
que los que meten la mano en el latón de basura cayeron
ahí, directo desde otro planeta.
|
MIRIAM.- Pero, ¿por qué esa
palabra? Mi padre tomaba. Rompía todos los adornos de la
casa y los volvía a romper y los volvía a
comprar...
|
PABLO.- Pero nunca permitió que la
palabra entrara por su puerta.
|
MIRIAM.- Es fea.
|
PABLO.- ¿Y muerte, funeraria,
cementerio?
|
MIRIAM.- No queda otro remedio.
|
|
(Silencio. PABLO
está como aliviado. Dice el poema alto pero más bien
para sí mismo.)
|
PABLO.- Una muchacha capaz de olvidar / los
libros y las libras, / la inquietud galopante...
|
MIRIAM.- Hablas lindo. Eres lindo.
|
PABLO.- Una muchacha que encierra en su
insistencia su peligro.
|
MIRIAM.- Pareces dulce.
|
PABLO.- (Objetivo, sin
procacidad.) Y últimamente se me para.
|
MIRIAM.- No sabes ser vulgar.
|
PABLO.- La caña, las arrobas
sumándose, mis tíos sobre la máquina. Mis
tíos eran héroes con la boca cuarteada, rota... Y yo
fui jefe, «he besado las mujeres y mordido las flores»,
pero también... cogí el uno para la cola de la
embajada, para venderlo o cambiarlo. Hasta que dejaron de comprarme
el turno. Nadie quería entrar al sorteo para cambiar su vida
de la mano de un tipo que huele feo. La derrota se pega, contagia,
atrasa.
|
MIRIAM.- ¿Y ahora?
|
PABLO.- (El final del poema es
también el fin de su energía.) Porque
si escapa / después de las manos en tu pelo /
acariciándote; / después de los mameyes / regalando
colores en el patio / ¡qué resbalón, amigo! / y
hasta donde la pena.
|
MIRIAM.- «Dos elefantes se balanceaban /
sobre la tela de una araña».
(PABLO ha vuelto
al banco. Ahora se sienta de espaldas. Ella lo busca en el primer
momento, pero va volviéndose lentamente hacia CUQUITO.)
«Como
veían que no podían / fueron a buscar a otro
elefante. / Tres elefantes se balanceaban / sobre la tela de una
araña...».
|
CUQUITO.- «El agua subió por dentro
/ porque la estatua está hueca. / Hueca -repiten a coro-, /
si la gente lo supiera».
|
MIRIAM.- Hueca, si la gente lo supiera...
|
|
(Como por arte de magia, CUQUITO pasa de la inactividad a un
despliegue de energía similar al de un robot.)
|
CUQUITO.- Burro cargao busca camino, pero a
aquél lo cogieron a sombrerazos y cada uno estira los pies
hasta donde le alcanza la colcha.
|
MIRIAM.- La funeraria...
|
CUQUITO.- El mar... Yo me embullé con
aquella gente, como si fuera peje de agua salá. Pero cuando
me sacudió la primera ola, empecé a vomitar como un
aura viuda y del susto me enredé en una loma de espuma. El
mal tiempo fue bueno pa'mí porque no me dio chance para
acordarme de que no nado casi nada y cuando vine a ver, mi barriga
estaba desangrándose en los arrecifes. Mi mano se
agarró a la mata de las espinas más dulces del
mundo... (Pausa.) Después
volé en aquel pájaro de hierro y cuando me
tomé tres refrescos de ésos y me cambié dos
veces de camisa, me sentí inútil como una garza sin
tierra ará y lloraba por estar en lo
mío.
|
MIRIAM.- ¿Y ahora?
|
CUQUITO.- (Canta.)
«Ahora te voy a enseñar / cómo se hacen las
maracas».
|
MIRIAM.- Sigue... Antes que venga el sol.
Él es el dueño...
|
CUQUITO.- El sol es dueño de todo / lo
que a su paso ilumina...
|
MIRIAM.- Si no aprovechamos este
encuentro...
|
CUQUITO.- Nadie con nadie se encuentra, / uno
anda solo sin tregua...
|
PABLO.- (Se levanta más
animado.) ¿Qué pasa, hermano, hay
tristeza?
|
|
(CUQUITO le tira
el sombrero.)
|
CUQUITO.- El que canta sus penas espanta y lo
que no se va en lágrimas se va en suspiros.
|
MIRIAM.- ¿Cuál de los dos me
acompaña?
|
PABLO.- Eso es tuyo, campeón.
|
CUQUITO.- Dos pasos, dos hombres, dos / maneras
de sonreír, / dos mundos que compartir / y alguien que te
dice adiós.
|
MIRIAM.- Necesito testigos...
|
CUQUITO.- ¡Solavaya!
|
MIRIAM.- Yo soy buena.
|
PABLO.- Nadie lo duda.
|
MIRIAM.- Si busco a mis parientes del pueblo...
Es peor que renunciar. En un año aquella casa grande se
vuelve un albergue cañero.
|
PABLO.- Pero nosotros...
|
MIRIAM.- Les metemos un cuento. Jugamos como a
la botella o al sombrero.
|
PABLO.- ¿Y mi mujer?
|
CUQUITO.- ¿Y el chamaco que me espera
para decirme papá / y yo no sé si sabrá...
(Se enreda.)
|
MIRIAM.- ¡Parece mentira! Saquen los
cabrones pies de la tierra. Cuando salí de la funeraria era
una máquina de sacar cuentas, de contar años, pero
aquí me dio el fresco del mar y se me aparecieron ustedes.
Yo me pongo uno de los vestidos de modelo, soy una dama de antes,
una reina de la moda.
|
PABLO.- La risa se vuelve sufrimiento; la gracia
pesadez, el agua fuego... Es como una ruleta.
|
MIRIAM.- (Como una niña
ante el nuevo juego.) «Una ruleta en el
güiro...».
|
CUQUITO.- ¿Quién dio?
(Se pone agachado con la cabeza tapada, en la
posición del juego.)
(MIRIAM logra la
complicidad de PABLO y
juegan con timidez.)
«Una ruleta
en el güiro».
(MIRIAM le golpea
suavemente pero con picardía.)
¿Quién fue? ¿Quién dio?
(Los observa a los dos. Descubre a MIRIAM.)
|
MIRIAM.- Yo fui. Y lo peor es que sigo siendo
una romántica, una soñadora, una guanaja sin remedio.
Parece que ya me quedé sin hijos. Pero podría darle
nombre a la pila de legrados que me hice de mala gana. Tenía
la ilusioncita de que, al final, el tipo me pidiera que me lo
dejara, que ese bulto tierno podíamos enfrentarlo entre los
dos. Pero quise ser dura, independiente, papayúa y
echapalante. (Silencio breve y duro.)
Sí, yo fui. (Silencio. MIRIAM, un poco desconcentrada, se
pone en la posición.) «Una ruleta en el
güiro... ¿quién dio?».
(CUQUITO le da.
MIRIAM los mira a los dos.
Hace un aparte como en el viejo teatro.)
Cuando salga el
sol se desvanecen... ¡Qué lástima!
(Se demora en decidir.) Tú,
Pablo.
|
PABLO.- No, no fui. No sé, no supe, no
acerté. Pero voy a luchar por levantarme.
|
CUQUITO.- Yo acepto que usé mi mano / y
otra arma en la porfía, / proclamo que es culpa mía /
el gigante y el enano. / Me gusta ser potro sano, / bestia que la
lluvia baña...
|
MIRIAM.- Si cada uno pudiera irse con el
amanecer del otro.
|
PABLO.- Yo conozco la mano que se tiende,
aprendí el abecedario de la amistad.
|
CUQUITO.- Dicen que un amigo vale más que
un central, pero cuando me quedé sin un quilo por las patas
de los gallos, el dominó pesetero o las pelandrujas del
pueblo, mis centrales dejaron de moler de golpe.
|
MIRIAM.- Cuando menos lo esperes...
|
CUQUITO.- Me saco la lotería, / un mango
me cae en las manos. Cada uno hace con su pellejo un tambor. Y no
vayas a casa de nadie si no quieres saber... Bastante que regalo
risa y compro jarabe de cariño.
|
PABLO.- Pero mientras andes de payaso por el
mundo no tendrás verdaderos amigos. A mí me
pasó igual, por eso quiero que te ahorres...
|
CUQUITO.- Gracias, colega, ya escucho / que tu
voluntad es buena... (Opta por la
prosa.) Pero he oído demasiadas opiniones,
recomendaciones, sugerencias y ganas de ayudarme en esta vida.
Tengo llagas en los oídos de tanto consejo. Parece que nos
tocó la temporada del regaño, la
parición tremenda de palmaditas en el hombro.
|
PABLO.- Sí es así...
|
MIRIAM.- (Cambiando de juego y de
ritmo.) Ahora hay que hacer algo.
|
CUQUITO.- Algo no es una jutía, / ni
media libra de fe, / algo es nada, no se ve...
|
MIRIAM.- Quiere amanecer.
|
PABLO.- La luz viene del mar...
|
CUQUITO.- Y le da de refilón a la
embajada.
|
MIRIAM.- Cuando llegue a la funeraria salen los
entierros.
|
CUQUITO.- Lo que es el mío lo van a dejar
para mañana... (En su personaje
bufonesco.) Cada vez que yo me acuerdo...
|
MIRIAM.- Que me tengo que morir...
|
CUQUITO.- Me asomo a la puerta y digo...
|
MIRIAM.- Acompáñame.
|
CUQUITO.- ¡Allá tú!
|
MIRIAM.- Si me ven contigo los parientes...
|
CUQUITO.- Y por fin cuál tú te
llevas / ¿Cuquito, Piringo, Cheo?
|
PABLO.- ¿A cuál tú le
recomiendas?
|
CUQUITO.- Cheo se perdió en el tiempo /
antes del televisor, / vivió a golpe de rumor / leyendo
sólo en el viento.
|
MIRIAM.- Necesito un hombre ahora. Sí,
abro la boca, enseño el carajal de empastes y lo digo por
primera vez en muchos años.
|
CUQUITO.- (El parlamento de
MIRIAM le desata cierta
coquetería, pero todo es muy sutil.) Piringo
se levantó / y está ordeñando la vaca....
|
MIRIAM.- Ése es el que a mí me
conviene. Poner la mesa, fregar cantando, dormir el mediodía
a pierna suelta.
|
PABLO.- (En su
obsesión.) Y conversar, comunicarse,
reírse, no tener que salir a buscar a los amigotes.
|
CUQUITO.- Piringo lleva compaña / y la
hembra su simiente...
(Transición.) Una joya, un
manantial, pero un día abren la shopping esa en el pueblo y se vuelve
loca por vestirse como la gente de La Habana o como las graciosas
de la telenovela.
|
MIRIAM.- ¿Cuál entonces me
acompaña?
|
CUQUITO.- Te va quedando Cuquito / con capa,
gracia y sombrero.
|
MIRIAM.- Ése mismo, yo lo quiero.
|
CUQUITO.- Pero yo lo necesito.
|
|
(El amanecer no se ofrece de forma realista, sino
más bien por golpes. Cada embestida de la luz funciona
esencialmente en el estado de ánimo de los
personajes.)
|
PABLO.- El sol, de pronto, sobre el
Malecón, al doblar del último chiste. Y nosotros
sobre el muro. Jóvenes, lúcidos, con La Habana
detrás y las olas por delante. Acabo de graduarme. Soy el
primer expediente. ¡Cuánta vanidad, cojones! Pero
sana, limpia, chévere. Mi novia tiene el pelo rizado y una
gotica de mar me le salpicó. Soy dueño del mundo.
|
MIRIAM.- Ven conmigo.
|
PABLO.- ¿No te da miedo?
|
MIRIAM.- ¿Miedo de qué?
|
PABLO.- Puedo formar un escándalo,
romperlo todo, vender hasta la silla de ruedas...
|
CUQUITO.- Tal parece que volví, / que los
bueyes me conocen... Pero tuve que aprenderme de nuevo los trillos
y tropezaba con el cubo del ordeño. Fui acomodando las manos
y la cabeza. Burro cargao busca camino. Me eché mujer,
sembré, pagué, me compré la obligación
de un par de toros que piden agua y yerba y necesitan una voz que
mande. Lo malo es que la marca de las barajas, el olor a pueblo se
me quedó en los dedos, aunque ahora estén mancha'os
de boniato. Si me subo en esa barbacoa del tío...
|
MIRIAM.- Me tengo que ir y no quiero
despedirme.
|
PABLO.- Así nos pasamos la mitad de la
vida. Los he visto en la cola de la embajada. Años y
años soñando con un pasaporte y un cuño. Les
dicen que vuelvan al mediodía para recoger la respuesta.
«Después de almuerzo», como si alguien pudiera
sentarse tranquilo delante de un plato de chícharos o un par
de croquetas, cuando un Sí o un No te
dicen si vas a ver a tu madre o no antes de morirse. Pero
así y todo, después de llorar de alegría,
corren hasta el Malecón. Saltan de euforia. Ahora recuestan
la espalda en el muro, miran a La Habana, y vuelven a llorar.
|
|
(Silencio.)
|
CUQUITO.- Vale más ponerse colorao una
vez que rosado diez veces...
|
PABLO.- Ya he perdido tres familias. La cuarta
la tuve demasiado a mi lado, pensaba que la protegía como el
mejor, pero era yo quien me defendía, me escudaba... Me
voy.
|
CUQUITO.- «Dónde tú
irás / que no vaya mi pensamiento...».
|
PABLO.- Gracias... (Está a
punto de abrazarlo.)
|
CUQUITO.- Un par de días de campo / te
vienen muy bien, amigo.
|
PABLO.- (Tratando torpemente de
rimar.) Pero ése no es mi destino.
|
CUQUITO.- Nadie sabe, ni ese sol / que nos va a
quemar la espalda...
|
MIRIAM.- (Canta.)
«¿Dónde tú irás / que no vaya mi
pensamiento...».
|
|
MIRIAM está
de espaldas al sol. Con la cuchara se esmera en darle de comer a su
propia sombra. CUQUITO y
PABLO conspiran bajito. No
se ponen de acuerdo. MIRIAM se vuelve casi con furia. La
cuchara en alto. CUQUITO
se le acerca. Comienza a comer. La luz va creciendo. Al principio
se parece al sol. PABLO
hala a CUQUITO por la
camisa. CUQUITO le pasa la
cuchara. Comen los dos juntos, pero cuesta distinguir las siluetas.
La luz es fuerte, extremada, irresistible. Estalla. Oscuro
final.
|