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100.       Pedro Lhaya: Juan Pablo Sojo. Pasión y acento de su tierra, Caracas, INCIBA (Biblioteca Popular Venezolana, 115), 1968.

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101.       Novelas y novelistas de Venezuela, Caracas, Ediciones de la Asociación de Escritores Venezolanos (Cuadernos Literarios, Nº 86), 1955.

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102.       Jesús Semprum, desde Fantoches, el 11 de enero de 1928, enfrentaba a las innovaciones tipográficas y teóricas de la revista: «Que Dios tenga piedad de la válvula y los que por ahí se desahogan. La caridad es lo único divino que hay en el podrido barro humano. ¿Pueden tener fe ni esperanza estos jóvenes que se despojan de la caridad y se quedan desnudos a pleno sol, escandalosos de vergüenza?» (Cit. por Humberto Cuenca. Imagen Literaria del periodismo.) Caracas-México, Edics. Cultura Venezolana, 1961, pp. 99-100.

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103.       En la presentación a sus Obras Selectas (Caracas, Edime, 1956), Uslar evoca certeramente esa voluntad de sacudida, contagiada a todos sus compañeros de generaci6n literaria.

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104.       «Las lanzas coloradas. Ensayo de análisis.» En: Interpretaciones estilísticas, Caracas, Edics. de la Presidencia de la República, 1972, pp. 129-150.

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105.       «Nuestra generación literaria», p. 35.

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106.       «Recuerdo de Julián Padrón.» En: La guaricha, Caracas, Monte Avila (Col. Popular Eldorado, 22), 1972.

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107.       Tío Tigre y Juan Bobo.» En: Letras y hombres de Venezuela (1948), pp. 122-128.

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108.       «Nuestra generación literaria», p. 36.

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109.       En las «Palabras del autor» escritas por Meneses para la selección de Diez cuentos (Caracas, Monte Avila, 1968), dice: «Es posible que haya dos tendencias en lo que he escrito; una por la cual se tiende a realizar lo que podría llamar «realismo mágico», para usar frases muy del gusto de los años de mis comienzos literarios» (p. 10). Es de justicia añadir aquí un hecho: cuando Meneses comenzaba firmemente en la narrativa, Rafael Olivares Figueroa comentó en 1938 los Tres cuentos venezolanos y La balandra Isabel llegó esta tarde. Señalaba con exactitud crítica que: «Hay como dos caminos, dos definidas tendencias en la obra literaria de Meneses: por una parte logra el cuento dinámico, bien construido y proporcionado, el cuento que a la manera de Maupassant -que sigue siendo el maestro del género- es el corte o fragmento trazado sobre la compacta realidad, el cuento que mueve tumultuosamente hombres, diálogos, impresiones; por otra, Meneses, como el Joyce que escribió «El artista adolescente», trabaja una complicada materia de introspección psicológica. «El popular» que siente y comunica los instintos elementales de aquel Segundo Mendoza, negro marinero de «La balandra Isabel» y lo echa a vivir, amar, monologar, emborracharse en los cafetines y prostíbulos de la vieja Guaira, convive en él, armoniosamente, con el «culto» que con sus impresiones de colegio y el misterio de una adolescencia pensarosa y turbada -como son todas las adolescencias de los artistas- ha sabido escribir uno de los retratos psicológicos más bellos de nuestra nueva literatura.» En: RNC, diciembre de 1938, Nº 2, p. 50.)

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