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31

Lo cual no desautoriza a Menéndez Pelayo cuando la incluye en los Orígenes de la novela pues, efectivamte, La Celestina, aunque sea teatro, es origen de muchísimas novelas.

 

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Véase, por ejemplo, cómo se cruzan dos trayectorias que representan dos géneros de vida; advierte Sosia: «-Tristán, debemos ir muy callando, porque suelen levantarse a esta hora los ricos, los codiciosos de temporales bienes, los devotos de templos, monesterios e iglesias, los enamorados como nuestro amo, los trabajadores de los campos y labranzas, y los pastores que en este tiempo traen las ovejas a estos apriscos a ordeñar...» (XIV, pp. 192-193). Es la hora en que Calixto va de retirada, en un cruce semejante al de La Busca o al del final de El estudiante de Salamanca.

 

33

Fechada en Calatayud en 1515; el texto en BAE, 36, p. 489. Véase, también de Villalobos, el Sumario de la medicina (Salamanca, 1498), donde el buen doctor propone, para curar el mal, que el enfermo, si no puede obtener a su dama, acuda a una alcahueta para que le proporcione otra mujer; remedio que, por ejemplo, se propone en la Egloga de Plácida y Vitoriano.

 

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Tristán contesta a la pregunta de Lucrecia, «¿qué lloras tan sin mesura?», «¡Lloro mi gran mal; lloro mis muchos dolores! Cayó mi señor Calixto del escala y es muerto. Su cabeza está en tres partes. Sin confesión pereció. Díselo a la triste y nueva amiga que no espere más su penado amador. Toma, tú, Sosia, de esos pies. Llevemos el cuerpo...». Recordemos que Tristán (frente a la despreocupación de su amo por los lauzengiers y el secreto, de rigor en estos casos) reprende a Sosia por su falta de prudencia: «¡Oh simple rascacaballos! Dices que callemos y nombras su nombre de ella...» (XIV, p. 193), y más tarde demuestra estar preocupado por el tema: «Mira, Sosia, y acuérdate bien si te quería sacar algún punto del secreto de este camino que agora vamos, para con lo que supiese revolver a Calixto y Pleberio, de envidia del placer de Melibea» (XIX, p. 219). También Sosia se preocupa más que Calixto de la deshonra de la casa de su señor (XIII, p. 183).

 

35

El valor del conjuro en la seducción de Melibea es punto controvertido. Vid. E. Russell, op. cit.

 

36

Ver I, pp. 60-61; VII, p. 123; IX.

 

37

María Rosa Lida piensa en la posibilidad de que los caracteres de Elicía y Areúsa hayan sido trocados en los actos interpolados. La coherencia queda a salvo si se aceptan las palabras del interpolador (el mismo Rojas, en mi opinión) según las cuales Areúsa fingía ante Celestina.

 

38

Cfr.: «Areúsa [...] Así sé yo tratar los tales, así salen de mis manos los asnos, apaleados como éste y los locos corridos y los discretos espantados y los devotos alterados y los castos encendidos. Pues, prima, aprende, que otra arte es esta que la de Celestina; aunque ella me tema por boba, porque me quería yo serlo» (XVII, p. 213).

 

39

No sería ocioso recordar aquí la dialéctica amo-criado. Cfr. Maravall, op. cit.

 

40

A partir del acto XII: «Es tu sierva, es tu cativa... Haga e ordene de mí su voluntad... Señor, yo soy la que gozo; tú, señor, el que me haces con tu visitación incomparable merced» (XII, XIV, XVI, XIX).

Y María R. Lida escribe: «del débil Calixto lo sorprendente es que los críticos no echasen de ver la básica semejanza de carácter entre Fiammetta y Calixto. Fiammetta es el antecedente más importante de Calixto» (La originalidad, página 387).