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Una versión reducida de este trabajo constituye la entrada «José Asunción Silva» elaborada para la Gran Enciclopedia Cervantina dirigida por Carlos Alvar Ezquerra, en curso de publicación.

 

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Digo una patología «de época» no sólo porque fue definida como tal (un trastorno por el que en la conciencia del enfermo no hay diferencia entre lo real y lo ficticio) en 1892, por el psicólogo francés Jules de Gaultier, en Le Bovarisme. La psychologie dans l'oeuvre de Flaubert, sino además por las estrechas relaciones entre arte y vida que, como Silva, sustentaron muchos otros escritores finiseculares que quisieron hacer de su vida una obra de arte, o darle a su trayectoria vital una coherencia estética.

 

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Obviamente, ni la capital colombiana era tan inculta y aletargada (no en vano fue llamada «la Atenas suramericana» por los más ilustres ingenios de la época), ni Silva fue nunca un «maldito» retador de la moral, ni un ermitaño: participó en las cenas, bailes y reuniones de sociedad propios de su clase, tuvo un cargo diplomático en Caracas y vivió preocupado, además de por sus creencias estéticas, por la pérdida de valor del recién estrenado papel moneda y por las heridas aún abiertas de varias guerras civiles. Tampoco se abandonó a una marginalidad resentida, desubicado e indiferente ante los problemas sociales de su tiempo: entre las muchas Sociedades de Socorros Mutuos que funcionaban en el país -precursoras de los modernos sindicatos, donde se reunían los obreros y artesanos para educarse y discutir de política, además de para «socorrerse»-, la de Bogotá era la más activa, y Silva fue su Secretario en los años noventa, un período especialmente conflictivo. Y, en fin, participó también activamente de la intensa vida cultural que ofrecía la capital, mantuvo tertulias, escribió en los periódicos más leídos, apareció en las principales antologías poéticas de su época e incluso protagonizó proyectos culturales de tanta envergadura en su momento como la Biblioteca Colombiana, para la que elaboró y prologó varios volúmenes. La biografía donde mejor se plasma esa estrecha relación, no exenta de conflictos, entre el poeta y su mundo es la de Enrique Santos Molano, El corazón del poeta. Los sucesos reveladores de la vida y la verdad inesperada de la muerte de José Asunción Silva, Bogotá, Biblioteca Familiar Colombiana de la Presidencia de la República, 1997 (3.ª ed. ampliada).

 

4

Me refiero a su célebre definición de la Modernidad que articuló en varias de sus críticas de arte, y especialmente en la de 1859 sobre la obra de Costantin Guys, «El pintor de la vida moderna». Véase Charles Baudelaire, Salones y otros escritos sobre arte, Madrid, Visor, 1996, p. 225.

 

5

Pedro Salinas, La poesía de Rubén Darío. Ensayo sobre el tema y los temas del poeta (1948), Barcelona, Península, 2005, p. 223.

 

6

En Nicodemo el Fariseo (1899). Véase Miguel de Unamuno, Obras Completas, ed. de Ricardo Senabre, Madrid, Turner, 1996-2004, vol. VI, p. 368.

 

7

Cito siempre al autor por José Asunción Silva, Poesía y «De sobremesa», ed. de Remedios Mataix, Madrid, Cátedra, 2006.

 

8

Véase Graciela Montaldo, La sensibilidad amenazada. Fin de siglo y Modernismo, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1994, p. 81 y ss.

 

9

Juan Montalvo, «El buscapié» (prólogo a un libro inédito titulado Ensayo de imitación de un libro inimitable o Capítulos que se le olvidaron a Cervantes), en Siete Tratados, Besanzon, Imprenta de José Jacquin, 1882, tomo segundo, p. 277.

 

10

Rubén Darío, Historia de mis libros [sobre «Letanía de nuestro señor don Quijote»], en Obras Completas, Madrid, Afrodisio Aguado, 1950-1953, vol. I, p. 222.