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Durante las dos primeras etapas estaríamos ante una criptografía «de lápiz y papel», como la define Andrea Sgarro en su obra Códigos secretos (Madrid, 1990, pág. 95), mientras que en la tercera fase, la contemporánea, estaría más relacionada con la técnica, con la invención de máquinas cifradoras y la aparición de ordenadores, es decir, con una criptografía «mecánica» según definición del autor citado.

 

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De esta etapa, la cifra más antigua conservada es la utilizada por el doctor Puebla en su correspondencia con los Reyes Católicos, siendo el código seguido una especie de diccionario de unas 2.400 palabras, en el que cada una está representada por numerales romanos. Archivo General de Simancas, sección Secretaría de Estado, legajo 2, folio I.

 

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Además de numerosos códigos particulares seguidos con diferentes personalidades (Duque de Alba, Conde de Monteagudo, Emperador Maximiliano, Juan de Austria, Princesa de Portugal, Cardenal Granvela, etc.), de Felipe II se conservan ocho códigos de carácter general, fechados entre los años 1562 y 1582; documentación atesorada en la sección Secretaría de Estado del Archivo General de Simancas.

 

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En España, relacionado con este asunto, cabe destacar el manuscrito de Tomás Tamayo de Vargas titulado Cifra, contracifra antigua y moderna, fechado en 1612. En esta obra encuadernada, compuesta por 486 páginas, el autor realiza un repaso de la evolución histórica de la Criptografía, pasando luego a solucionar diferentes problemas de carácter práctico y a presentar cifras de personajes célebres, como la empleada por Carlomagno. Este ejemplar se conserva en la Biblioteca Nacional, manuscrito 8.940.

 

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Archivo Histórico Nacional, sección Osuna, legajo 3.456, expediente 9.

 

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Igualmente, en el citado legajo se incluye otra correspondencia criptografiada, como ejemplo la seguida entre Felipe IV y el cardenal Borja en 1635 (expediente 8), el diplomático y jurisconsulto Antonio Ronquillo Briceño y Rodrigo Ponce de León en 1646 (expedientes 5 y 6) o de Ludovico Ridolfi, también en 1646 (expediente 7).

 

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Q. Aldea, «Saavedra Fajardo, Diego de», Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, 1975, págs. 2.125-2.130.

 

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Contamos con una amplia bibliografía dedicada a este célebre diplomático y literato. Entre ella, quizá sea la primera obra en la que se aporta y se utiliza mucha documentación inédita, la publicada por M. Fraga, Don Diego de Saavedra y Fajardo y la diplomacia de su época, Madrid, 1955. Posteriores a ella, podemos citar las de F. Murillo, Saavedra Fajardo y la política del barroco, Madrid, 1957 (reeditada en Madrid en 1989); J. C. Dowling, El pensamiento político-filosófico de Saavedra Fajardo. Posturas del siglo XVII ante la decadencia y la conservación de las monarquías, Murcia, 1957; y Q. Aldea, Iglesia y Estado en la España del siglo XVII, Santander, 1961. Más recientes son las siguientes: F. Hurtado y J. A. Lozano, Diego de Saavedra Fajardo, un momento de la conciencia de Europa, Murcia, 1984; J. M. González de Zarate, Saavedra Fajardo y la literatura emblemática, Valencia, 1985; España y Europa: correspondencia de Saavedra Fajardo, edición, introducción y notas de Q. Aldea, 2 vols., Madrid, 1986; y F. J. Díez de Revenga, Saavedra Fajardo, escritor actual y otros estudios, Murcia, 1988.

 

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Profanada su tumba por el ejército francés durante la Guerra de la Independencia, se lograron recuperar el cráneo y los dos fémures, que en 1836 pasaron a la iglesia madrileña de San Isidro, y de allí a la catedral de Murcia el 6 de mayo de 1884.

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