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Un libro extraño y misterioso

Fernando Alonso





Desde hace muchos años casi siempre que tomo la pluma, o la palabra, es para tratar de contagiar la afición por la lectura y el amor al libro.

En este momento me viene a la memoria el recuerdo de los libros de mi infancia; supongo que, como todos los recuerdos, estará deformado por el paso del tiempo y la nostalgia. Primero fueron «los libros escritos en el viento»: aquellas historias que me contaba o me cantaba mi madre y mis hermanos.

Luego fueron «las historias que me leían» de un libro extraño y misterioso. Un libro que trataba de un niño que se llamaba como yo, vivía en mi misma calle y tenía los mismos amigos. Yo escuchaba entusiasmado, no sólo por el misterio de todas aquellas coincidencias, sino por los momentos de intimidad y de cariño que rodeaban la narración y la lectura de aquellas historias. Y pensé que todo aquel cariño y la magia de las palabras vivían en aquel libro. Allí nació, así nació, mi deseo y mi prisa por aprender a leer.

Comencé por «los libros escritos con líneas y sombras y colores»; más tarde, pasé a «los libros escritos con palabras y silencios».

Y comencé a leer en busca de aquel libro misterioso y extraño, que contaba la historia de mi propia vida.

Leí los libros que había en mi casa, los libros que tenían mis amigos y continué con los libros de la Biblioteca Pública, aquella Biblioteca de mi infancia, que estaba en el Paseo del Espolón, en el hermoso edificio de «El Consulado del Mar», que he recordado en mi libro Las raíces del mar.

Debo confesar que no conseguí descubrir aquel libro extraño y misterioso. Descubrí, sin embargo, que los libros son amigos que nos tienden su mano en los momentos en que nos pesa la soledad.

Son billetes para realizar toda clase de «viajes de placer», son pasaportes para entrar en el reino de la aventura y máquinas para viajar por el Tiempo y el Espacio.

Descubrí que podemos volar tripulando un libro o navegar en él hasta «La isla del tesoro».

Un libro puede servirnos como «Manual de instrucciones» para ayudarnos a comprender alguna de las cosas que nos suceden en nuestra propia vida.

Un libro es un espejo donde se encuentran las miradas del autor que los escribió y del lector que recrea la historia.

Un libro es una ventana por la que nos asomamos a otros mundos que enriquecerán el nuestro.

Descubrí todas esas cosas y muchas más. Como, por ejemplo, que aquel libro extraño y misterioso que narraba mis propias historias no existía. Eran historias que, día a día, se inventaban mi madre y mis hermanos.

Pero no me importó. Porque, durante aquella búsqueda, me había convertido en un buen lector.

Porque había descubierto que siempre hay un libro que buscar; y que, ese libro, puede ser una parte muy importante de nuestra vida.

Porque había descubierto que si quería tener aquel libro extraño y misterioso que narraba mis propias historias, debería escribirlo yo mismo.

Es posible que la aventura de aquella búsqueda de mis propias historias me haya conducido a seguir buscándome a través de cada uno de los libros que escribo.





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