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«¿Un marginal sin poder o un rebelde con causa?»

El novelista latinoamericano según Manuel Scorza (Perú)

Fernando Aínsa





«Los novelistas nos hemos condenado a ser marginales y a vivir fuera de la realidad. Estamos todavía atemorizados por el triunfo del personaje Rastignac de la obra de Balzac y todos los valores de la sociedad burguesa y capitalista que supone su dominio en un mundo del que los escritores hemos huido atemorizados, utilizando el romanticismo y el formalismo para disfrazar nuestra incapacidad de participación real. Un novelista hay que decirlo con sinceridad, no juega ningún papel en el mundo de hoy, donde otros Rastignac poderosos controlan los medios de comunicación y donde los libros casi no ejercen influencia. Aunque los escritores nos creamos muy responsables y comprometidos, no somos otra cosa que marginales sin poder».

Con estas tajantes palabras, el novelista peruano Manuel Scorza autor de Redoble por Rancas (1970) y de Historia de Garabombo, el invisible (1972), se lanza a una impetuosa polémica sobre «el papel y la importancia del artista en la vida contemporánea», justamente el que fuera tema de un coloquio celebrado en la sede de la UNESCO en París, en julio de 1974, donde Scorza participó en su carácter de escritor latinoamericano. Aprovechando esa oportunidad fue posible esta entrevista.

«¿Qué podemos hacer los novelistas en esta sociedad gobernada por la influencia y el poder del dinero, ese dinero que supieron convertir en tema de su obra Balzac y Zola y sobre el cual ahora   —166→   tenemos miedo de escribir por un falso pudor que nos vuelve ineficaces?»; insiste a continuación Manuel Scorza, para proponer de inmediato que sean los propios escritores, pintores y músicos, quienes se organicen comercialmente para la venta y promoción de sus obras y para multiplicar las experiencias de talleres de escritores, fuera de todo proteccionismo estatal o burocrático.

«Hay que hacer muchas cosas en el plano de la acción económica -sintetiza- porque el escritor no tiene siquiera la protección del derecho al trabajo, reconocido legalmente a cualquier artesano o costurera que trabaja en su domicilio. Los escritores somos muy ineptos en estas materias y en esta sociedad competitiva resulta que estamos peor que en la Edad Media», finaliza, con un gesto casi desesperado.


El tiempo parcelado de la memoria

Para Scorza ha llegado el momento en que el escritor debería dejar de discutir muchos problemas exclusivamente teóricos para tratar de reintegrarse a la sociedad real de la que se evadió en el período romántico. En es ta reintegración debería abordar con gran realismo los aspectos prácticos y más prosaicos de su propia función social y profesional en el mundo de hoy, «sin orgullo intelectual y sin falsos pudores».

Sin embargo, no puede dejar de reconocer que hay un divorcio esencial entre el tiempo personal del escritor y el mundo exterior de los demás, disociación que conduce en el plano de la creatividad a una verdadera «esquizofrenia» del artista.

Para explicar este punto, Scorza se remite con entusiasmo a su experiencia personal durante los siete años en que estuvo trabajando en el plan de las cinco novelas que componen el ciclo iniciado por Redoble por Rancas. «El tiempo de las novelas está fijado en 1960, cuando se produjeron las matanzas de la guerra campesina de Cerro Paseo en los Andes Centrales, que yo viví personalmente como militante del Movimiento Comunal del Perú. Ese año fue tremendo, donde una vez más el Perú se sintió humillado por la historia de sus "guerras sordas" y por esa masacre permanente de la rebeldía de sus indios».

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Ese año de experiencia fue «parcelado» en la memoria de Scorza. «Encerré ese fragmento de tiempo en una cantera y a él volví años después para trabajar durante siete años en él. Un tiempo detenido, reconstruido desde un tiempo "real" que no dejaba de transcurrir. Poco a poco me fui sintiendo alienado, divorciado del "exterior", sufriendo una reconversión personal casi esquizofrénica y con gran incapacidad para saber que pasaba fuera de mi parcela de tiempo de 1960 cuando el mundo ya vivía en 1967, 1968 ó 1969».




Una imaginación desenfrenada al servicio de la realidad

Porque ese tiempo de 1960 fue trágicamente real y porque lo que cuenta Scorza en sus novelas ha sucedido: «Mis personajes existieron. Fueron matados o encarcelados, pero han vivido y son reconocidos bajo sus apodos novelescos».

De allí parte del éxito fulminante de Redoble por Rancas en el propio Perú, donde el libro ha sido leído en las plazas de los pueblos andinos, discutido por sus propios protagonistas, algunos de los cuales llegaron a adaptar sus propios recuerdos personales a la ficción novelesca y donde el héroe principal -el líder comunero Héctor Chacón- llegó a ser liberado y amnistiado por el mismo Presidente del Perú, General Velasco Alvarado, el 28 de julio de 1972 en oportunidad de celebrarse el 150º aniversario de la independencia nacional.

Esta «realidad» histórica de la fantasía novelesca de Scorza -analizada en una serie de diez artículos publicados con profusa documentación gráfica por El Correo de Lima- no ha convertido a sus libros en una crónica de hechos y costumbres. Por el contrario, ha proyectado sus páginas en una dimensión mágica y mítica, donde campea libremente la imaginación más desenfrenada. De ahí parte de sus méritos y de sus riesgos.

Scorza se explica con vehemencia: «La magia está en nuestras tradiciones más populares y los mitos forman parte de las leyendas y cuentos que se transmiten oralmente. América Latina es una gran fantasía real». Pero además, el novelista peruano defiende su propio estilo y concepción literaria. «No tengo ninguna deuda con la obra de Gabriel García Márquez, tal como se ha dicho por cierta crítica, porque en mis libros de poesía publicados   —168→   a partir de 1955 -Las imprecaciones, Desengaños del mago, Réquiem para un gentilhombre, Los adioses y, muy especialmente en El vals de los reptiles- la atmósfera mágica y la desproporción surrealista, que tan bien sirven a la realidad latinoamericana, saltan sin parar de un verso al otro».

Hombres que bailan durante siglos, mujeres-dinosaurios y mujeres-peces, una partida de billar jugada a lo largo de la vida de una generación y un ejercicio permanente del lenguaje poético y simbólico y alegórico, prepararon a Scorza para su experiencia novelesca sin otra deuda reconocida que el «rigor de Alejo Carpentier».




Un monstruo contra Rastignac

Nacido en 1928, Manuel Scorza pasó a los veinte años de edad un año en prisión durante la dictadura de Manuel Odría, vivió siete años exiliado (cuatro de ellos en México donde ha publicado algunos de sus libros de poesía), volvió al Perú en 1956, ejerció múltiples oficios «como corresponde a un hombre desocupado que quiere ser escritor» y desde 1969 vive en París, donde lo sorprendió el éxito de su obra y donde ha descubierto «la soledad planetaria» del hombre de las grandes ciudades. No se plantea el problema que considera «artificial» de vivir en América Latina o en Europa y cree que lo que importa es lo que «se escribe y cómo se escribe».

Justamente ésta es la preocupación actual de Scorza: cómo escribir y qué contar en la continuación de su obra, tras Balada del jinete insomne y La tumba del relámpago. Este es un monstruo que sigue confinado en la cantera de una memoria detenida en 1960 y que terminará algún día, cuando la historia real ganará su lugar absoluto. Scorza se propone asumir el riesgo de interpretar social y políticamente los hechos que estaban solo transitados por la magia y la poesía. Será una forma del compromiso que entiende para esta hora del novelista: señalar y marcar a fuego a los Rastignac del Perú, los dueños del poder y del dinero responsables de esa silenciada guerra campesina que ya ha tenido en él a un fiel «amplificador» en 19 idiomas1.







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