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Un surtido de invierno

Antonio Rodríguez Almodóvar





El espacio mágico de la lectura tiene un centro en el invierno, y el invierno tiene un centro en la Navidad. Y la Navidad lo tiene en la nostalgia y la nostalgia en el fuego del hogar, y el hogar en los cuentos, y los cuentos... Bueno, ya vale. No nos engañemos más de lo preciso. Hermosos tópicos, volutas y chispas del deseo que se pierden chimenea arriba.

El espacio mágico de la lectura, decía, tiene también un discurrir por los trotaderos de la realidad. Un vértice en cada ángulo del triángulo: los autores, las editoriales, las instituciones. Todos parecen, por fin, crecer en esta tierra andaluza de tan poca sementera para la literatura infantil y juvenil. Nuestros autores siguen inspirados, cada uno publicando donde puede. Pero las editoriales plantan, como una delegación de Kalandraka, que pronto nos dará alguna sorpresa. Los poderes públicos, algunos, se rascan el bolsillo. Vamos por parte.

Carmen Gil, nuestra inspirada poetisa de Aracena, acaba de sacar a la palestra dos libros, dos. Uno de brujas requetemalas que quieren comerse a los niños crudos, como es su obligación, en Cuentos mágicos de brujas (Timunmas, 2004), metiendo miedo de mentirijillas, precisamente para combatir el miedo en los niños, esa extraña cosa con la que nunca sabemos qué hacer. También, y en formato grandote (dícese álbum, que es una palabra que yo rehúyo porque no sé cómo se dice en plural, ¿a ustedes no les pasa lo mismo?), ha sacado Engracia, la princesa sosa, un escaparate de ripios divertidos -no se crean que es fácil-, a propósito del célebre poema de Rubén Darío «La princesa está triste», y con un desarrollo muy de cuento popular, donde la tristeza es remediada finalmente con la sorpresa de un amor democrático y nada aristocrático.

En cuanto a las editoriales andaluzas, como les iba diciendo, también espabilan. Aljibe nos acaba de regalar tres bonitos medio ¿álbunes?, de Martina Skala, una checa que se va haciendo famosa por sí misma, después de haber colaborado en diferentes oficios cinematográficos con Roman Polansky, Milos Forman y gentecilla así. Ahora le ha dado por una serie de relatos infantiles basados en la música y que, naturalmente, se llama Strado & Varius. Los tiene, como los mantecados de distintos sabores, uno dedicado al nacimiento del gran violín de esa marca; otro a sus relaciones con Mozart, otro a sus andanzas con Juan Sebastián Bach. Todos con un aire cosmopolita y minimalista, que seguro van a divertir a los aprendices de músicas, y a los que no lo son les van a entrar ganas de serlo. Está muy bien.

Y por último, las instituciones esas. Hoy le ponemos peana de brillo y ta-ta-chín a la campaña de animación a la lectura de la Diputación de Almería, llamado «Plan Lee», que incluye tropocientas actividades, exposiciones, guías de lectura, encuentros con escritores, recomendaciones, juegos y otras diabluras por el estilo. O sea, un pastón. A ver si otras aprenden. Y conste que esta vez no han recomendado ni un libro mío. (Se van a enterar).

Bromas aparte, anímense a comprar libros, y a regalarlos en este tiempo tan propicio, que no sólo de castañas asadas vive la melancolía. También de buenos libros regalados, que se quedan prendidos en la memoria como las setas del bosque en el humus del castañar, precisamente.





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