Un trozo de la vida de Galdós en Las Palmas
Manuel Herrera Hernández
Asociación Internacional de Hispanistas (AIH)
Desde hacía tiempo existían problemas con las propiedades de la familia Pérez Galdós en Gran Canaria y, principalmente, con las de Magdalena Hurtado de Mendoza y Tate. Por esto el día 18 de octubre de 1894, después de 25 años de ausencia, Galdós viajó a Las Palmas en el vapor Pio IX y, acompañado de su hermano Ignacio, se alojó en la casa de recreo que la familia de Galdós poseía en Santa Catalina.
Todos los días se levantaba temprano para escribir y, a continuación, cogía el tranvía de vapor para pasear por la ciudad y por las calles que guardaban recuerdos de su juventud como el Colegio de San Agustín. Contempló el teatro Tirso de Molina y, atravesando la calle Triana, visitó la ermita de San Telmo y la Cofradía de Mareantes que le regaló un pequeño barco. En la sesión del 19 de octubre el Ayuntamiento de Las Palmas acordó colocar una lápida conmemorativa en la casa donde nació. La visita al Monte Lentiscal fue emotiva y, como recuerdo, se guarda una fotografía con su perro en la finca de Los Lirios. Galdós también visitó la Villa de Teror siendo atendido, el día 6 de noviembre, por el párroco don Judas Antonio Dávila.
Finalmente Don Benito embarcó en el Hespérides, el 9 de noviembre, para Cádiz prometiendo volver en 1895. No obstante, ya no regresó a su tierra natal en los veintiséis restantes años de su vida.
Palabras claves: Viaje. Placa. Teror. Capricho.
For a long time there were problems with the properties of the Pérez Galdós family in Gran Canaria and, mainly, those of Magdalena Hurtado de Mendoza and Tate. For this reason on October 18, 1894, after 25 years of absence, Galdós traveled to Las Palmas in the steamer Pio IX and, accompanied by his brother Ignacio, lodged in the recreational house that the Galdós's family possessed in Santa Catalina.
Every day he would get up early to write and then he took the steam tram walk around through the city and through the streets that kept memories of his youth as the Colegio de San Agustin. He gazed at the theater Tirso de Molina and, crossing the Calle Triana, visited the hermitage of San Telmo and the Confraternidad de Mareantes that gave him a small boat. At the October 19 Session City Hall of Las Palmas agreed to place a commemorative plaque in the house where he was born. The visit to Monte Lentiscal was emotional and, it has remained memory, a photo is kept with his dog on the farm of Los Lirios. Galdós also visited the village of Teror being attended, on November 6th, by Priest Don Judas Antonio Dávila.
Finally Don Benito embarked on the Hesperides for Cadiz, on November 9, promising to return in 1895. However, he no longer returned to his homeland in the remaining twenty-six years of his life.
Keywords: Trip. Plaque. Teror. Whim.
Desde hacía tiempo existían problemas con las propiedades de la familia Pérez Galdós en Gran Canaria y, de manera especial, con las de la «madrina» Magdalena Hurtado de Mendoza y Tate. Cuando la familia decidió que era necesario viajar a Las Palmas la autoritaria «madrina» le dijo a Benito Pérez Galdós que él era la persona adecuada. Pero a don Benito los viajes largos en barco le producían cinetosis, mareo acompañado de vómitos, provocados por el movimiento. Sin embargo, le hacía ilusión volver a su tierra natal y encontrarse con sus hermanas Soledad, Tomasa, Dolores y Manuela en su casa de la calle del Cano. Por esto planeó un viaje de corta duración después de realizar una excursión a Ansó, en el Pirineo aragonés, durante el verano de 1894. Sin embargo su preocupación por «Los condenados» le forzó a posponerlo hasta el año siguiente. Ni siquiera la muerte de sus padres y de sus dos hermanos le había inducido a volver a casa en años anteriores. Es una falacia que olvidara a su tierra natal. Lo cierto es que don Benito mantuvo con las islas íntimos vínculos de familia, de amigos, de recuerdos de su niñez y de su juventud. Incluso el uso de los dialectismos canarios aumenta a medida que Galdós acrecienta el dominio y empleo del lenguaje coloquial en sus obras. Se comentaba que Galdós recibía con regocijo a todos los isleños que le visitaban en Madrid. Y cuando en 1897 fundó su propia casa editorial en la calle Hortaleza número 132 (hoy 104) su oficina y su estudio eran el lugar donde se reunía la colonia canaria en Madrid por lo que fue popularmente conocida como la canariera. En la fachada de esa casa hay una placa colocada por el Ayuntamiento de Madrid en 1993 con la inscripción «En este entresuelo estuvo la editorial "Obras de Pérez Galdós" fundada por el escritor en 1897 hasta su cierre en 1904». También al doctor Gregorio Marañón le causaba impresión la legión de paisanos para quienes era un deber la visita a don Benito. Una carta autógrafa de Galdós dirigida al Ayuntamiento de la ciudad de Las Palmas en 1894 fue hallada en el archivo de las Casas Consistoriales de Las Palmas en 1972 por el Archivero Rodríguez Acosta. Esta carta tiene importancia ya que coopera a romper la falsa creencia de que don Benito olvidara su isla una vez trasladada su residencia a Madrid. Como hemos señalado, Galdós sintió siempre un gran amor por Canarias reflejado en gran número de sus personajes. La carta fue remitida desde Santander por don Benito a don Felipe Massieu y Falcón, que entonces presidía la Corporación, y era contestación a un telegrama que el Ayuntamiento en pleno había enviado al ilustre escritor con motivo del estreno, con extraordinario éxito, el 27 de enero de 1894 de «La de San Quintín» en el teatro de la Comedia1. Esa noche María Guerrero hizo una creación magnífica junto a Emilio Thuillier. Galdós fue acompañado por muchos espectadores hasta su casa en entusiástica manifestación:
Manuel de Tolosa Latour fue un médico pediatra que, además, era médico de cabecera de la familia Pérez Galdós. Destacó como escritor español, por las que recibió la Medalla de Oro en la Exposición de Higiene de la Infancia de París, y fue miembro de número de la Real Academia Nacional de Medicina. En una carta2 de Pérez Galdós a Tolosa Latour desde Santander le dice:
Cuatro meses después del estreno en Madrid de «La de San Quintín», como hermoso acto en homenaje a don Benito Pérez Galdós, en la noche del martes 29 de mayo de 1894, tuvo lugar en el Teatro Tirso de Molina, organizado por el Ayuntamiento, la Sociedad Económica de Amigos del País, el Gabinete Literario y otras sociedades culturales, el estreno en Las Palmas de esa misma obra dramática con gran éxito.
A mediados de 1894 Magdalena Hurtado de Mendoza presentía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Padecía de «ruidos, dolores y jaqueca» y fue tratada por el profesor Rafael Martínez Molina, maestro del doctor Manuel Tolosa Latour, que la había diagnosticado como una enferma del sistema nervioso que padecía, además, arteriosclerosis e hipertensión arterial. Y, puesto que sus asuntos personales requerían inmediata atención, decidió que don Benito viajara a Las Palmas. Él aceptó esta oportunidad por varias razones. En primer lugar, tendría la ocasión de investigar de cerca la fortuna de la familia. Su interés por la herencia fue creciendo a medida que los ingresos por sus obras no arreglaban su problema económico. Asimismo, su breve visita complacería a sus compatriotas después de haber estado ausente un cuarto de siglo y, asimismo, abrazaría a sus hermanas Soledad, Tomasa, Dolores y Manuela. Tolosa Latour, que gozó de gran prestigio como médico, fue no solo amigo entrañable de Benito Pérez Galdós sino también el médico de cabecera de su familia. Y a través de Magdalena Hurtado de Mendoza conoció la intención de don Benito de viajar a Las Palmas.
Desde Santander don Benito comunica a María Guerrero su viaje a Las Palmas3 y aprovecha para tranquilizarla porque «Los condenados», que es una obra que se pensó y se escribió para ella, van camino de Madrid:
El 24 de agosto de 1894 escribe el doctor Manuel Tolosa Latour a don Benito4:
A María Guerrero le escribe anunciando su próximo viaje
Y a José de Cubas le da detalles sobre su deseo de verle en la estación de Atocha.
Luego, un día más tarde, escribe desde Madrid a Concha Morell:
El 4 de octubre de 1894 Galdós baja de Santander a Madrid y dos días más tarde, el día 6, viaja a Cádiz a donde llega el sábado, día 7, con la intención de salir hacia Las Palmas, su tierra natal. Allí, para resolver los urgentes asuntos familiares, le espera su hermano el general Ignacio Pérez Galdós. En Madrid se enteró que ya habían salido los correos ordinarios y venía confiado en algún viaje extraordinario. En el puerto de Cádiz no había ninguno y, entonces, se telegrafió a Gibraltar de donde contestaron que el primero en salir, era el Espagne de una compañía francesa el día 13 de octubre. Entonces decidió embarcar el día 10 para Tánger en el Piélago para emplear el tiempo. A bordo del Piélago, se encontró con su antiguo amigo de Las Palmas de Gran Canaria el abogado don Eduardo Benítez González con quien concurriría algunos días en Tánger. Cuando el día 13 regresó a Cádiz del norte de África se encontró con la noticia de que su cuñada Magdalena Hurtado de Mendoza había fallecido. También los despachos telegráficos recibidos en la ciudad de Las Palmas comunicaban la noticia del fallecimiento en Santander de doña Magdalena Hurtado de Mendoza y Tate, viuda de don Domingo Pérez Galdós.
A Concha Morell escribe al llegar a Cádiz impaciente y preocupado:
El 14 de octubre Galdós quiere decirle a Concha Morell con todo detalle las vicisitudes de su viaje:
El día 15 de octubre envía el siguiente disimulado telegrama:
Ibáñez Pedrueca, 15 pral. Texto: Cádiz, nº 15, palabras: 19 depositado el 15 a las 7,20 Pérez Galdós salió 15 Canarias Vapor Pio Nono. González |
Don Benito había escrito el 14 de octubre a D. Miguel Honorio de la Cámara («Prisco») desde Cádiz5:
La muerte de Magdalena Hurtado de Mendoza conmovió a Galdós y dudó si era conveniente coger el barco. Pero, después de haber consultado con su familia en Madrid, continuó el viaje. Por ese motivo rogó a las autoridades gaditanas que el recibimiento fuera discreto y dentro de los moldes del respeto al dolor que sufrían los familiares de la finada.
La entrada de Galdós en la «Tacita de Plata», con su modestia característica y la sencillez de sus hábitos, pasó desapercibida. Llegó de Madrid con el célebre compositor y violinista Tomás Bretón. Dejó la maleta en el Gran Hotel de Cádiz y, después de almorzar, estuvo en la delegación de la Compañía Trasatlántica, preguntando al conserje señor Beres, por el conocido capitán don Pablo Vila. No estaba en la casa y, con sencillez, esperó sentado en los bancos del patio algún rato. El conserje, que no sabía quién era, le explicó que la causa del retardo del señor Vila era que estaba celebrando el bautizo de un hijo suyo. Don Benito Pérez Galdós preguntó las señas de la casa y, aceptando la guía de un portero, se presentó en la casa del señor Vila, que quedó sorprendido al abrazar a su antiguo amigo. El cansancio del viaje no le permitió aprovechar el resto del día como era su intención hacer.
Al día siguiente, domingo, convidó a un almuerzo al señor Vila y al capitán del «Ciudad de Santander». Luego paseó por la ciudad visitando con mirada curiosa casi todas las iglesias. En el Oratorio de San Felipe Neri estuvo un rato largo observando el escenario de las Cortes de Cádiz que dieron a luz a la Constitución de 1812. En seguida pareció que revivía este hecho histórico preguntando en la iglesia y tomando datos. Y con su insaciable curiosidad se dirigió también esa tarde hasta la iglesia de Santo Domingo. Luego fue al Parque Genovés con sus compañeros de paseo los señores Vila y García. Galdós había estado en Cádiz, de paso como ahora, en varias ocasiones sobre todo en su época estudiantil. Recordaba perfectamente el antiguo paseo del Perejil, llamado así por la inicial modestia de su vegetación, que fue remodelado a finales del siglo XIX por el jardinero valenciano Eduardo Genovés. Este lo convirtió en un auténtico muestrario de botánica y se le cambió su nombre por el actual de Parque Genovés. A solas, sin otra compañía, recorrió el Parque en todas direcciones y ascendió a la cascada. Al salir del parque confesó a sus acompañantes lo hermoso que había sido contemplar aquel paisaje con la puesta de sol. Toda esta manifestación de entusiasmo de Galdós se explica por sus aficiones al mar y las flores. Del parque Genovés pasaron al Bosque, donde pidió Galdós que se hiciera tiempo para poder apreciar el aspecto fantástico del sitio en las penumbras del oscurecer. Sentados en uno de los recodos del Bosque estuvieron hasta el anochecer. La permanencia durante casi nueve días en Cádiz le trajo gratos recuerdos de su época de estudiante cuando llegaba a Cádiz para continuar a Madrid.
El martes 16 de octubre de 1894 se conoció en Las Palmas que el día 15 había embarcado en Cádiz, con destino a Las Palmas, Benito Pérez Galdós en el Pio IX, cuyo capitán era D. Abilio de Ugoste, de Vapores Trasatlánticos de Pinillos Sáenz y Cª, que hacía hacia viajes no sólo entre Cádiz y Canarias sino también para Puerto Rico y La Habana. Se esperaba que el Pio IX llegara al Puerto de la Luz en las primeras horas del jueves, día 18, y se organizara un recibimiento entusiasta. Por esto el Ayuntamiento de Las Palmas junto a los representantes de corporaciones y sociedades programó los actos del recibimiento. El programa que se pensó hacer por el Ayuntamiento de Las Palmas tuvo que suspender muchos actos cuando se conoció el fallecimiento de doña Magdalena Hurtado de Mendoza. Esta fue la causa de que el recibimiento fuera menos brillante que lo deseado.
Existía también el temor de que el pueblo llano de Las Palmas, ignorante de la obra de Galdós y también movido por opiniones equivocadas sobre el canarismo de don Benito, no acudiera en masa a recibirle. No obstante, se confiaba que toda la sociedad respondiera a la cultura oficial demostrando la admiración a su insigne paisano. Por lo anterior, el día 17 de octubre de 1894, fue necesario que el alcalde Felipe Massieu y Falcón publicara una alocución a los habitantes de Las Palmas6:
Al mismo tiempo, que esta alocución circuló en la mañana del día 17 de octubre en la Ciudad de Las Palmas, el Alcalde también se dirigió a los presidentes de corporaciones y sociedades invitándoles para recibir «mañana día 18 a nuestro distinguido paisano». En Las Palmas le esperaba su hermano el general Ignacio Pérez Galdós, que anteriormente fue Gobernador militar de Santander en 1879. Al fallecer en Las Palmas su hermano Domingo en 1870, la administración del patrimonio de la familia Pérez Galdós iba mal y la ruina del marqués de Villanueva del Prado hacía imprescindible liquidar la deuda que éste tenía con ellos y que había garantizado con sus posesiones en La Aldea de San Nicolás. El litigio emprendido en 1881 finalizó en 1893, pero a la familia Pérez Galdós era necesario que Ignacio Pérez Galdós se pusiera al frente de todo.
El día 18 de octubre, jueves, después de 25 años de ausencia llegó a Las Palmas don Benito Pérez Galdós. Las autoridades junto con representantes de todas las corporaciones y sociedades, además de un grupo no numeroso de ciudadanos, se trasladaron al Puerto de la Luz para tributarle una cordial bienvenida. A las diez de la mañana fondeó en el puerto el Pío IX. Mucho antes ya se habían dirigido al costado del vapor algunas embarcaciones menores que llevaban diversas comisiones. En la falúa de Sanidad, entoldada y luciendo diversas banderas, se hallaban el alcalde, el delegado del gobierno y el general Pérez Galdós. Todos los buques del puerto estaban engalanados así como todas las casas consignatarias. Algunos remolcadores luciendo banderolas cruzaban en todas direcciones las aguas del puerto y daban mayor alborozo al acontecimiento. Alrededor de las once el estallido de los cohetes anunciaba que las embarcaciones se alejaban del vapor para dirigirse al muelle. Con las referidas autoridades y otras personas, acompañado de su hermano, venía Galdós en la falúa de Sanidad. Al poner el pie en tierra resonó una salva de aplausos y algunos gritos entusiastas de «¡viva Galdós!, ¡viva el príncipe de las letras patrias!». Desde la escalinata del muelle hasta el lugar donde se hallaba situado el carruaje Galdós fue aclamado y cumplimentado por las distintas comisiones y corporaciones. Ocupó un carruaje acompañado de su hermano Ignacio Pérez Galdós, del Alcalde y del Delegado del gobierno siguiendo luego una larga fila de coches hasta la casa de recreo que la familia de Galdós posee en Santa Catalina. En esta bonita casa de recreo se hizo alto, descendiendo Galdós del carruaje con los acompañantes. Después de haber llegado e instalado en la casa quería descansar y, algunos días, pasear por la ciudad.
Sin embargo todos los días se levantaba muy temprano para escribir y, después, cogía el tranvía de vapor, que comunicaba el casco antiguo de la ciudad de Las Palmas con las nuevas instalaciones portuarias, dirigiéndose al mercado de Las Palmas. Allí, casi de incógnito, observando todo minuciosamente, caminaba por la antigua calle de la Carnicería (actual calle Mendizábal), hacia el Colegio de San Agustín como en sus días de estudiante. Paseaba por la ciudad y por los barrios encontrándose con viejos amigos y tomando siempre nota.
En la sesión del 19 de octubre, viernes, de 1894 acordó el Ayuntamiento de Las Palmas dirigir un mensaje de bienvenida, que podían firmar todos los vecinos de esta ciudad que lo deseara, al ilustre paisano Benito Pérez Galdós. También el Ayuntamiento en esa sesión plenaria, presidida por el alcalde don Felipe Massieu y Falcón, acordó por unanimidad entre otros honores colocar solemnemente en la casa natal de Don Benito una lápida conmemorativa. Existen muchas conjeturas sobre la fecha de la colocación de la lápida conmemorativa en la casa donde nació Galdós. Al pasar por delante de la Casa-Museo Pérez Galdós se observa la sencilla lápida colocada en su frontis con la inscripción7:
En esta casa nació D. Benito Pérez Galdós el 10 de Mayo de 1843. Homenaje acordado por el Ayuntamiento de esta Ciudad |
Lógicamente muchos pensaron que la lápida se colocaría, a más tardar, a principios de 1895. Sin embargo, pasaron los años y la lápida no fue colocada por motivos políticos locales. A causa de las distintas conjeturas formadas decidí investigar la fecha exacta de la colocación de esta lápida. Así podemos afirmar que en 1901, con motivo de la celebración del 418 Aniversario de la Incorporación de Gran Canaria a la Corona de Castilla, el programa de los festejos firmado por el entonces alcalde don Tomás Sintes Llabrés y el secretario don Francisco Morales Aguilar distribuía la celebración de los actos en cuatro días desde el 28 de abril hasta el día 1 de mayo. Este programa de las fiestas tenía el interés especial de anunciar la colocación de esa lápida en el exterior de la casa natal de Galdós en la calle del Cano. El día grande de la celebración del 418 Aniversario de la Incorporación a la Corona de Castilla, el 29 de abril de 1901, a las nueve de la mañana tuvo lugar la procesión cívico-religiosa del pendón de la conquista y, a las diez y media, la misa solemne a toda orquesta en la Catedral Basílica. A continuación, a la una, en un acto justo aunque tardío, se colocó solemnemente la lápida conmemorativa en la casa donde nació don Benito Pérez Galdós. El concejal don Francisco González Díaz, que no acudió con sus compañeros de Ayuntamiento en Corporación a la ceremonia, sino como un ciudadano particular interesado en aquel acto, recibió del Alcalde don Tomás Sintes Llabrés, que era trabado de lengua, la petición de que dijera unas palabras desde una ventana de la casa natal de don Benito. Junto a don Francisco González estaban doña Soledad, doña Tomasa y doña Manuela hermanas de don Benito, su hermano don Ignacio, teniente general, y su hermana política doña Caridad Ciria, esposa del anterior, dama nacida en Cuba. En la calle Cano la multitud se aglomeró y don Francisco González con su conocido arte de pronunciar discursos reflejó las glorias de Galdós siendo muy aplaudido. Dejo así aclarada con estas precisiones la historia de la lápida que recuerda el nacimiento de nuestro glorioso escritor.
A finales de octubre de 1894 se preguntaba la prensa de Las Palmas «qué hace Pérez Galdós durante el tiempo que se encuentra entre nosotros». Encerrado en la casa de Santa Catalina se deleitaba contemplando el panorama del puerto en los intervalos en que cesaba de escribir. Pero Galdós también paseaba discurriendo por las campiñas del Monte Lentiscal y visitando los sitios que fueron confidentes de sus primeros sueños cuando Sisita le esperaba coqueta con un par de flores de tuberosa en la cabeza, de color crema y deliciosa fragancia.
Pero tampoco olvidaba a Concha y le escribe:
Y, mientras más cuidado ponía él en ocultarse, más excitaba la curiosidad pública. Galdós era para muchos una incógnita por la reserva casi impenetrable en que se mantenía. Sólo se le veía en algunas ocasiones paseando por las calles habituales de su juventud. Envuelto en su modestia vivía en la penumbra, gozando de los encantos de la familia y escribiendo. Los amigos íntimos que le acompañan en sus paseos manifiestan que no cesaba de ponderar la impresión favorable que le ha producido la isla transformada por completo en los veinticinco años de ausencia. Pero, a pesar de los cambios realizados, recuerda los amigos y la antigua ciudad con sorprendente precisión. Observaba, tomaba notas, ordenaba apuntes y trabajaba mucho en la casa de Santa Catalina, que se asentaba en la playa, con la montaña de la isleta y el puerto al frente, teniendo ante la vista las montañas de la isla escalonadas en lejana perspectiva y cercanas al mar siempre azul.
A finales de octubre se conoció «un capricho de Galdós». En uno de sus paseos conoció a Manuel Miranda Romero, que era carpintero de ribera. Acompañado de este nuevo amigo don Benito visitó una mañana la ermita de San Telmo y saludó al presidente de la Confraternidad de Mareantes de San Telmo. «Entonces don Benito -dice Néstor Álamo- se propone ser dueño del mejor galeón que estaba en los tirantes de la capilla y que eran exvotos de los navegantes en peligro. Y lo logró por medio de Miranda, que llevaba la rueda del timón en aquel feudo de armadores y navegantes». Don Benito veladamente insinuó su propósito de que figurara en el lugar que conserva para las colecciones en su palacete San Quintín, en Santander. Luego firmó en el libro de la Confraternidad en prueba de gratitud por el obsequio. Este capricho de Galdós tiene su origen en su infancia cuando iba con frecuencia al templo con el deseo de admirar la colección de hermosos barquichuelos que en aquella época poseía la iglesia de San Telmo. Este recuerdo de su niñez explica que una de sus primeras visitas fuese a la mencionada iglesia. Cuando Galdós tuvo en sus manos aquel viejo barquichuelo al instante encargó a Manuel Miranda Romero que lo restaurara y se lo enviara por vía marítima para instalarlo en su despacho de San Quintín. Meses más tarde Galdós agradeció a Manuel Miranda Romero el envío del galeón restaurado, que esperaba con vehemente deseo8:
Galdós se encontró, en uno de sus paseos por la mañana, a uno de sus antiguos amigos, el maestro Joaquín Gutiérrez que aún vivía, era carpintero, charlatán y bebedor. Los dos amigos se hicieron inseparables. Y todos los días al atardecer se sentaban en los poyos del Obispo, más allá del barrio San José, en la carretera a Telde, observando las plataneras situadas debajo del barrio de San José y, a lo lejos, el azul del Atlántico.
En la prensa de Las Palmas se publicó el 29 de octubre la siguiente esquela mortuoria:
Tal vez don Benito asistió a ese acto y recordaría las campanas de San Francisco. Años más tarde, recordando cuando vivía en su casa de la calle del Cano número 33, diría en la entrevista realizada por El Bachiller Corchuelo para la revista Por esos mundos, julio 1910, que «cuando he oído el tañido de sus campanas, siempre he sentido una emoción entre triste y dulce. Su son no lo confundiría con ninguno. Lo distinguiría entre cien que tocasen a un tiempo».
Escribe Néstor Álamo9 que, en la visita que don Benito hizo cuando lo llevaron a ver la primera instalación de El Museo Canario, fundado por el doctor Gregorio Chil y Naranjo en 1879, se ubicó en la planta alta del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, que cedió generosamente algunas salas, hasta que el legado del Dr. Chil fuera recibido en 1913 fecha de la muerte de su viuda. Aun así, el traslado de El Museo Canario a la que fue vivienda del ilustre benefactor en el barrio de Vegueta, donde se instaló definitivamente, se retrasó hasta 1923. El Dr. Chil tenía mucho empeño en la visita de Galdós al reciente Museo Canario, pero don Benito dijo solamente esto: «¡Qué hermoso es el Museo Canario!». Y don Gregorio no se lo perdonó aunque ese laconismo de Galdós al firmar en el libro de El Museo Canario no le ofendió al investigador mucho tiempo.
Invitado por el alcalde de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, don Felipe Massieu y Falcón, Galdós visitó en la tarde del martes, día 30 de octubre, la magnífica quinta del Batán. Don Benito admiró la diversidad de plantas que había en esta finca. Galdós amaba los animales, las plantas y las flores que «son unas como sonrisillas que echa la tierra». El señor Massieu con la galantería que le era peculiar estuvo obsequioso con el gran novelista y demás distinguidos amigos que le acompañaban.
Una excursión destacada tuvo lugar a principios de noviembre. Don Benito mostró a su amigo el alcalde accidental de Las Palmas, Rafael Massieu y Falcón, interés en visitar la Villa de Teror. El viaje a Teror el día 6, martes, fue muy cansado porque aún no se había terminado la carretera desde Las Palmas. No obstante, al ilustre novelista le agradó en extremo la visita a Teror y los preciosos paisajes que tuvo ocasión de ver. En Teror conoció al comerciante Manuel Acosta Sarmiento que era el alcalde de Teror en 1894. Don Manuel Acosta fue alcalde durante más de veinte años y su gestión hizo posible la terminación de la carretera de Teror a Las Palmas en 1895. También existía en 1894 un comercio, con la denominación Juan Bautista Yanes y Compañía, cuyo socio del titular era Juan Rivero García. Este nació en Cuba, hijo de emigrantes canarios en la ciudad de Matanzas tan familiar para los Galdós, y que acumuló un gran patrimonio en parte de la mano de Juan Negrín, padre. Pérez Galdós recibió, además, atenciones en la Villa de Teror invitado en la finca de Osorio en la que Adán del Castillo y Westerling invitaba a los visitantes ilustres. En su recinto se conservaban restos de bosques de laurisilva y una amplia extensión de castañar. Y con Rafael Massieu y Falcón visitó la Iglesia de Nuestra Señora del Pino.
En las crónicas de terorenses hay que anotar algunos hechos relacionados con el estamento militar. El Regimiento de milicias de Canarias eligió en 1787 por su Patrona a la Virgen del Pino. El párroco de Teror, don Judas Antonio Dávila, le informaría acerca de la historia del templo y de la Virgen del Pino. Hay buenas razones para pensar que conversarían de las crónicas terorenses relacionadas con el estamento militar. Galdós evocaría cuando, sobre las rodillas de su padre, escuchaba la actuación de las unidades canarias en la Península durante la Guerra de la Independencia. La Granadera Canaria contó con un cronista de sus andanzas. Fue don Domingo Pérez Macías y su hermano don Sebastián, el que sería padre de don Benito Pérez Galdós, que formaron parte como capellán y subteniente respectivamente. El capellán don Domingo Pérez dejó el manuscrito titulado «Expedición a España del batallón de granaderos de Canaria. Notas del Diario que hizo don Domingo Pérez Macías, capellán de dicho Batallón».
El propio Sebastián Pérez Macías en las notas que redacta para completar las páginas extraviadas del diario de operaciones de su hermano don Domingo, el capellán de la Unidad, relata que:
Los grancanarios atribuyeron el hecho a la protección milagrosa de la Virgen del Pino, que todos aseguraron haber visto con su manto tendido ante ellos. De ahí que sus integrantes hicieron la promesa, para que salvara sus vidas la Virgen del Pino, de ofrecerle un manto cuando regresaran a Gran Canaria. En aquellos momentos los grancanarios defensores de Cádiz se jugaban la vida y, su invocación fervorosa a la Virgen del Pino, les envalentonó en tal alto grado que un sargento llamado Juan Miguel Padrón escribió en una carta que «… nos tiraron 180 tiros y no lastimaron siquiera un hombre, fue un milagro patente de la Virgen del Pino». Por estos hechos ofrecieron por agradecimiento a la Virgen del Pino un manto nuevo que andando el tiempo se ha perdido10.
Es probable que don Benito igualmente preguntara en Teror por la casa de los Manrique de Lara, antiguos amigos suyos desde su juventud y luego en Madrid. La Casa de los Manrique en Teror, Patronos de la Virgen, se encuentra situada frente a la basílica de la Virgen del Pino. La casa, anteriormente, fue residencia de los Rodríguez del Toro y allí nació Bernardo Rodríguez del Toro en 1675, quien fue el origen de una familia venezolana de cuyo seno nacerían María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, esposa del Libertador Simón Bolívar.
Ahora, a principios de noviembre, don Benito ya mostraba sensación de estar cansado por las atenciones de sus paisanos, de no poder pasear solo y de no poder trabajar como acostumbraba. Por supuesto los asuntos familiares, que le habían llevado a Las Palmas, estaban casi solucionados. Pero su vida placentera estaba entre Santander y Madrid. Y Concha Morell, a quien había escrito que estaba «cansado con las atenciones de mis paisanos», le esperaba en Madrid.
Benito Pérez Galdós determinó embarcar, en la mañana del viernes día 9, en el vapor Hespérides, de la Compañía de Navegación e Industria, con destino a Cádiz. Y para evitar una tibia despedida, como habían valorado algunos el recibimiento, formaron un programa anunciando lo que se pensaba hacer en la despedida de la ciudad de Las Palmas al gran novelista canario. Así una banda de música iría a bordo del vapor interinsular Viera y Clavijo, facilitado por don Rosendo Ramos, representante de los correos Interinsulares, cuyo buque estaría a disposición del Ayuntamiento y representantes de corporaciones públicas y sociedades. También saldrían del puerto varios remolcadores y embarcaciones menores perfectamente engalanadas. Con todo esto se confiaba que un gran público asistiera a la salida del Hespérides expresando su afecto y admiración a Galdós.
Después de la breve estancia de tres semanas en su tierra natal llegó el triste día de la despedida del eximio escritor grancanario. Don Benito embarcó el 9 de noviembre, viernes, para Cádiz en el vapor Hespérides. Si poco expresivo fue el recibimiento que la ciudad de Las Palmas hizo a su ilustre hijo, magnifica y entusiasta fue la despedida. Aquel día a las nueve se trasladó a la casa familiar de Santa Catalina una numerosa comisión del Ayuntamiento. Don Benito expresó a las autoridades, y asimismo rogó lo transmitiera a los ciudadanos, su agradecimiento por las atenciones durante su estancia en Las Palmas. A continuación entró en el landó con el Alcalde y su hermano el general Ignacio Pérez Galdós. Desde allí, y seguido de los demás carruajes que ocupaban las comisiones del Ayuntamiento y sociedades, se dirigió al dique de abrigo donde se hallaba atracado el vapor Hespérides. En el momento en que llegó a su costado, la banda municipal hizo los honores al egregio escritor engalanando a seguida sus mástiles el Hespérides. En estos instantes presentaba el puerto un aspecto de gran solemnidad. Empavesados todos los buques, que lucían múltiples banderolas en sus elegantes arboladuras, y exornadas también con banderas todos los buques surtos en aquellas apacibles aguas y cruzando en todas direcciones los remolcadores ocupados en las faenas marítimas, se presentaba un cuadro hermoso lleno de vida y animación.
Ya a bordo Benito Pérez Galdós estuvo durante largo rato recibiendo afectuosas muestras de consideración de numerosas comisiones y amigos que allí fueron a despedirle. Llegado el instante de la maniobra de desatraque y leva la comisión del Ayuntamiento, presidida por el alcalde accidental Rafael Massieu y Falcón, salió del Hespérides y embarcó en el vapor correo interinsular León y Castillo que, engalanado profusamente, hallábase también atracado al dique. A su bordo estaba el comandante de esta provincia marítima, Antonio Moreno Guerra, y allí embarcó también la banda municipal y numerosos admiradores de Galdós, deseosos todos de rendirle cariñosísimo homenaje de simpatía.
El vapor León y Castillo inició la marcha, desatracando del dique, y se situó en la boca del puerto a esperar al Hespérides que a los pocos momentos surcaba velozmente aquellas dormidas aguas. Al cruzar el Hespérides por estribor del León y Castillo se produjo en este una verdadera explosión de entusiasmo. Los vivas a Pérez Galdós, al Cervantes canario, a España y a Gran Canaria, los acordes de la música, el ruido de los silbatos de ambos buques y de los remolcadores que seguían al Hespérides y el vivo cañoneo con que saludaba el vapor León y Castillo determinaron en todos el más alto grado de expansión patriótica. Pérez Galdós, verdaderamente emocionado, no cesaba de agitar el pañuelo y el sombrero, contestando con efusión al saludo que en igual forma se le hacía. Ya cerca del roque de la Isleta, el Hespérides suspendió su marcha, deteniéndose también el León y Castillo y demás vaporcitos remolcadores que le escoltaban. En aquel instante el goce inefable que produce el amor a las glorias patrias, revelábase en los conmovidos semblantes de todos, vitoreando y aclamando, a compás de los acordes de la marcha real, al eminente novelista.
Con millares de firmas fue suscrito el mensaje, redactado por acuerdo del Ayuntamiento en honor de Pérez Galdós y que le fue remitido en un álbum con tapas lujosamente artísticas, a fin de que el eximio escritor grancanario lo conserve en su gabinete de estudio como recuerdo de reciente visita a esta su ciudad natal.
El referido mensaje dice así:
En su corta estancia en Santa Cruz de Tenerife Don Benito Pérez Galdós, al llegar desde Las Palmas a aquella localidad, de paso para la Península, fue cumplimentado por los presidente de corporaciones y sociedades, lo mismo que por las autoridades. La noche antes de su partida se le obsequió con una serenata por la banda militar.
El periódico de Cádiz «La Nueva Era» decía que en el vapor Hespérides llegó, el lunes día 12, por la mañana de Canarias el notable novelista Benito Pérez Galdós. Apenas tuvo noticia de su llegada una comisión del Ateneo, compuesta del presidente don Adolfo de Castro y los señores Viesca, García de Castro, Alberti y Alonso, pasaron al Gran Hotel de Cádiz, donde se hospedaba el eximio literato, para visitarle en nombre de la Sociedad que representaban. Pérez Galdós no pudo acceder al banquete, con que se le pensaba obsequiar en el antedicho Centro, por las pocas horas que pensaba estar en Cádiz y por estar de luto tras la muerte de su entrañable cuñada doña Magdalena Hurtado de Mendoza hacía menos de un mes. Declaró, asimismo, que se había mareado durante todo el viaje. Manifestó Galdós, igualmente el mismo día de la llegada, que tenía planeado marchar en el correo directamente a Madrid donde pensaba estrenar este año varias obras. En el Teatro de la Comedia se preparaba «Los condenados» y, en el Teatro de Novedades, se pondría en escena por primera vez un melodrama suyo.
Desde Cádiz, todavía confuso a causa de los trastornos del viaje escribe a Concha:
Al llegar a Madrid don Benito escribe a su amante Concha:
Galdós se había llevado una impresión tan grata de su tierra que manifestó mantener la promesa que hizo a su familia de volver a Las Palmas en la próxima primavera de 1895. No obstante no regresó a su tierra natal esa primavera ni tampoco lo hizo nunca en los veintiséis restantes años de su vida. Don Benito regresó a su tierra natal en octubre 1894, y éste fue el último viaje a su tierra natal. Algunos biógrafos afirman que don Benito expresó su deseo de ser enterrado en Madrid11. Pero no existe, al menos yo no lo he encontrado, escrito alguno en el que don Benito manifestara ese deseo. Tampoco lo afirman los amigos que le acompañaban en la tertulia de su casa como Marciano Zurita, Emiliano Ramírez Ángel, Victorio Macho, Rafael de Mesa, José de Lara y Luís Doreste Silva, entre otros. Apuntó Francisco Ruano García que Galdós se encuentra en Madrid y que, no tardando mucho, sería traído a la tierra donde él nació. Igualmente el escritor Ildefonso Maffiotte reclamó en su día que se colmará la misión del monumento en Las Palmas cuando se llene ese hueco con los huesos para los que se labró la hornacina. El 15 de marzo de 1921 publicó El Cantábrico, de Santander, que «...Victorio Macho, en breve irá a Canarias a realizar su valioso trabajo escultórico y, en la cripta que forma el basamento, han de ser depositados los restos mortales de aquel gran español que tanto amaba a Santander»
. Y Luís Doreste Silva afirmaba que la sedente estatua de Galdós que se encontraba sobre la cripta en el muelle de Las Palmas «está destinada a guardar sus restos mortales».
¿Por qué no reposan los restos mortales de don Benito en su tierra natal? Su hija doña María no accedió a ello pues, hallándose residiendo en Madrid, era su deseo seguir dedicando ante la tumba de su padre sus oraciones. Doña María no sintió por Gran Canaria más afecto que el paternal. Han pasado noventa y seis años de la muerte de don Benito. Ahora es imposible el traslado de Galdós a Las Palmas de Gran Canaria. La tierra de Galdós. Acaso se perdió la posibilidad después del fallecimiento de doña María Pérez Galdós y Cobián. Para muchos grancanarios los restos de Galdós no están en su tierra porque no se reclamó resueltamente los mismos y se incurrió así en una responsabilidad histórica.
Hemerotecas (1894): El Museo Canario y Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, ABC (Madrid), Diario de Cádiz, Diario de las Palmas, El Pueblo (Canarias), Heraldo de Madrid, La Dinastía (Cádiz), La Orotava (Tenerife), La Opinión (Canarias), La Vanguardia (Barcelona).