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1

Mucho me alegro de hallar en este primer párrafo material con que tapar ó tapiar la boca á un charlatan de profesion, disputador sempiterno, que por disputar, todo lo disputaba. El qual habiendo oido decir á un crítico en cierta conversacion, que desde la pag. 26 hasta la 32. del libro intitulado….. todo era parto de otro ingenio, aunque el autor lo vendia por suyo; replicó, que siendo ingenio, y por consiguiente macho, mal podia parir: oficio y privilegio de las hembras que renunciarian de buena gana. Traxo aquello de

Compare,

¿la burra que os dí, pare?

Grandisimo borracho,

¿cómo ha de parir si es macho?



Si el autor de nuestra Carta hubiera de responder á aquel hablador de oficio y de por vida, le daria de hocicos, y le haria la mostaza con un Horacio impreso en Londres cum notis variorum, y enquadernado en pasta, para que le hiciera alguna impresión aquello de los montes quando estaban de parto, y se esperaba el feliz alumbramiento de una sabandija, como la carta que comentamos. Ello es que el mundo ha querido que los hombres paran, que los montes paran, y que los ingenios paran. Paran, pues, ó rebienten, si estan preñados, y pésele á quien pesare. Parió el ingenio, aunque macho de nuestro autor, una carta, un engendro injurioso á la ilustre memoria de Cervantes: pues reniego del padre que le parió. [Nota del autor].

 

2

Dios libre al autor de tan malos pensamientos; y pues su Magestad le ha permitido caer en éste, pídale humildad para desdecirse, y restituir al próximo su fama: digo, á Miguel de Cervantes. [Nota del autor].

 

3

Esto si que se llama ser inventor y autor original de un desvarío; y es tanto mas facil serlo quanto es dificil y casi imposible que ninguno se haya atrevido á decirlo de palabra ni por escrito, por no ser notado de botarate. Si yo publicára en un papel tal como la carta que tengo entre manos, que las siete cabrillas bien ordeñadas abastecen de leche para el café diario que se sirve á la mesa de Saturno, y que sobra para todos sus Satélites; ¿no diria una gracia que á nadie de palabra ni por escrito habia oido, ni visto? Sin duda. ¿Tendríame el mundo por un insigne badulaque? Sin duda. ¿Y no sería yo un autor original de semejante despropósito? Sin duda. Perdónenme los que afirman con sobrada osadia, que no hay desvarío por enorme que sea, que no esté ya dicho y repetido. Hay muchos por decir que estan reservados para ciertos amigos de aquel gran ladronazo Cervantes, por los quales han de adquirir la gloria inmortal de inventores, y autores originales. Yo de mi aseguro que no me dan calor semejantes glorias. Otra cosa son las glorias de Campos. [Nota del autor].

 

4

¿Manía? Dios nos libre de semejante enfermedad: que según dice Dioscórides, es una especie de locura, contra la qual se da con mucha utilidad el eléboro negro. Si yo conociera al autor de la Carta siquiera para servirle, le aconsejaria por caridad que tomase en ayunas por mañana y tarde todos los dias del año, una buena dosis de aquella yerba: y usque ad satietatem siempre que le viniese algun mal pensamiento de infamar á qualquier próximo, v. g. á Miguel de Cervantes. Preguntaráme por ventura algun curioso, si es lo mismo manía que esplin. Responderéle que la manía es una especie de furor: lo demas, Doctores tiene el Real Protomedicato que lo sabran responder, asi lo supieran curar. Lo que yo digo aora es, que me va viniendo no sé que ganilla de disculpar al autor de nuestra Carta, que acaso la concibió, y la parió durante su manía ó enfermedad. [Nota del autor].

 

5

El Editor del Correo que fue el comadron en el parto de aquel engendro; llame norabuena gusto lo que es manía, y allá se las haya con ella; que yo en mi Diccionario y en mis Súmulas nunca pondré por sinónimos ni equipolentes dos voces toto celo distantes. En quanto á la pueril y vulgarisima paranomásia de gasto y gusto con que el autor se deleyta, confieso con otra que le hice mal gesto quando la leí: porque pensaba yo, y con razon, que ya se habia acabado la ridícula moda de emporcar el estilo con semejantes suciedades: bien es verdad que aora se afea con otras, tales como las de la Carta que comentamos. [Nota del autor].

 

6

Los que tropiezan, alcen la pata, que es remedio probado. El que la lleva arrastrando tropezará, no digo con un libro en 8.º con un pliego de papel tropezará. Si el autor de la Carta prosigue escribiendo, lo que no le aconsejo, le pronostico sin ser astrólogo, que no será éste el ultimo tropiezo. Uno le he notado, y éste ha sido original. ¿Porque, dónde se creerá que tropezó? Allá fue á tropezar y caer donde no habia tropezado ni caido otro hijo, de Adan, ni tropezaria ni caería ningun cegato de quantos sostiene la redondez de la tierra, y ha sostenido el Correo de los ciegos. Quiera Dios alumbrarle para que vuelva á caer, h. e. en la cuenta: que por fin, el que cae de su asno, no cae, se levanta. Pero desconfio mucho de tan dichosa caida, si el cielo no hace toda la costa. Porque, cataratas en la razon, mal incurable, decia un oculista moderno gran batidor de cataratas. Interin sufra Cervantes otro mal incurable; pues ya no tiene remedio el haberse publicado por impreso, y esparcido por medio del Correo, que fue un plagiario descomunal. Nescit vox missa reverti. [Nota del autor].

 

7

Asi es. Este libro se intitula: La Silva curiosa de Julian de Medrano, Caballero Navarro. En que se tratan diversas cosas sotilisimas y curiosas, muy convenientes para Damas y Caballeros en toda conversacion virtuosa y honesta. Corregida en esta nueva edición, y reducida á mejor lectura por Cesar Oudin. Vendese en París, en casa de Marc Orry, en la calle de Santiago á la insignia de Lyon Rampant. MDCVIII. Tal es la portada del libro con su insignia y todo, y unas letras que dicen: Ad astra per astra virtus. En la qual portada el autor, y juntamente colector, se llama Julian de Medrano. Y pues él mismo se nombra y se firma Julio Iñiguez de Medrano al principio y fin de su dedicatoria á la Reyna Doña Margarita de Navarra, este segundo debe tenerse por su nombre verdadero.

El asunto de este libro no es un asunto, sino muchos. Es una coleccion de sentencias, versos, prosas, refranes, epitafios, enigmas, cuentos, aventuras, &c. en que Medrano parece tener una buena parte como autor, y no menor como colector. Por dicha portada parece tambien que este libro se imprimió el año de 1608, y de la pag. 271, consta, que esta impresion fue la segunda. Léese alli la advertencia siguiente: Estos dos epitafios siguientes fueron añadidos á esta segunda impresión por Cesar Oudin, el qual los cobró de dos Caballeros Tedescos sus discípulos. El uno es del Emperador Carlos V., y es hecho en latin: el otro es de la Verdad, escrito en Español, el qual es tambien traducido en Frances por el dicho Cesar. Púsolos alli Cesar Oudin para entretenimiento de los lectores; y yo sin ser Oudin, ni Cesar, ni nada, tambien los pongo aqui para lo mismo.




Epitafio del Emperador Carlos V.


Hic jacet intus
Carolus Quintus.
Vos qui transitis per ibi,
Orate pro sibi:
Et si estis mille,  5
Orate pro ille
Et dicite bis aut ter
Ave Maria et Pater nostér.




Epitafio de la Verdad.


Aqui yace la verdad
A quien el mundo cruel  10
Mató sin enfermedad,
Porque no reynase en él
Sino mentira y maldad.

Queda el lector divertido con estos epitafios, y al mismo tiempo instruido con la advertencia antecedente, de que la impresion de esta Silva curiosa de que tratamos, es la segunda. Pero por no incurrir en la nota de ligereza, no nos atrevemos á afirmar, como lo afirma el autor de la Carta, que se imprimió en París, aunque se puso de venta en aquella Capital: ni tampoco, que la primera impresion se hizo el año de 1583, aunque la dedicatoria tiene esta fecha. De obras impresas en un lugar, puestas de venta en otro: de libros dedicados un año, impresos muchos años despues, quando quiera el autor de la famosa Carta, le mostraré lleno un estante y habitante en este mi estudio, que es muy suyo, para que se desengañe, y sea otra vez un tantico mas cauto y circunspecto en afirmar lo que no sabe. Pues en este susodicho libro despues de los epitafios, y por remate, fin y postre de la Silva se halla la Novela del Curioso impertinente.

Lo que falta es averiguar, si la tal Novela se halla en la primera impresion de la Silva; aunque no han faltado ni faltan diligencias para averiguarlo. Mientras se averigua ó no se averigua, siquiera por un momento demos por averiguado que se halla, y tenga norabuena el autor de la Carta ese alegron momentaneo y escurridizo. ¿Diremos por eso que Cervantes la hurtó de aquel libro? Sería mal dicho, como se verá adelante. Supongamos por otro momento que no se halla. ¿Jurarémos por eso que no la hurtó? Tampoco: solo podremos asegurar que no la hurtó de aquel libro. Pero hallándose la primera vez, como lo creo, en el Quixote, el que diga que Cervantes la hurtó, allá se las haya con su temeridad; que yo no pondré mi juicio con el suyo. [Nota del autor].

 

8

Dice el autor de la Carta gloriosa, que su exemplar estaba impreso en 1608. Como estos números son para mi arábigos, pregunté la significación de ellos á un amigo, que entre sus libros tenia un autor llamado Erpenio. Díxome que significaban el tamaño del libro de que se trata: que como hay libros impresos en folio, en 4.º en 8.º en 12.º en 16.º en 24.º y estos ultimos son tan pequeños que se le van á uno de entre las manos; asi aquel libro parece que estaba impreso en 1608.º Hombre de Satanás, le repliqué enfadado, ¿no ve Vmd. que si desde folio hasta 24.º mengua tanto el tamaño de un libro, desde 24.º hasta 1608. menguará de modo que será menester que le escriban los angeles, le impriman los angeles, le enquadernen los angeles, y le lean los angeles, y estaba por decir, poniéndose las gafas? Con que raygase Vmd. de los cascos semejante despropósito. Pues será otra cosa, dixo. Créolo, le respondí; pero qual sea esta, hoc opus, hic labor est: que quiere decir: aqui fica ó punto. ¿Si acaso aquellos números, dixo, denotarán el de los pliegos, ó de los folios, ó de las páginas en que está impreso el tal libro? Véale Vmd. aquí, le respondí, que no pasa de la página 328. Lo que yo creo, es que los números significan el de los años en que se imprimió. Eso no, voto á tal, dixo al punto: porque de ese modo el libro se imprimió en 1608. años: lo qual es una cosa muy despropositada por muchisimas y mas razones que Vmd. no puede ignorar. Que un palacio se edifique en 20 años, una obra se imprima en 30, ó cosa tal, eso vaya; pero que un libro se imprima en 1608, á otro can con ese hueso, y si el can no le quiere, vaya Vmd. y cuénteselo á su abuela. Lo que me ocurre aora, es que el autor de la Carta quiso decir el año de 1608. Antes creo yo, le repliqué, que no quiso decirlo; pues en su mano estaba, y no lo dixo: y si quiso significar eso que Vmd. le interpreta, quiso muy mal: por que nuestros buenos homes, que en paz descansen, y la lengua castellana, que Dios haya, no sufrian se dixese: S. Fernando murió en 1252. la Biblia Moguntina se imprimió en 1462. siempre decian: el año de 1252. el año de 1462. Pues yo, dixo, en muchos libros castellanos leo á cada paso: en 1490. en 1736. por el año de 1490. el de 1736. Eso, le dixe, lo verá Vmd. en libros modernos, cuyos autores han estudiado su lengua por los Franceses. Véolo, dixo, en libros, cuyos autores tienen gran crédito por su literatura, y mucho que comer por su sabiduria: y en llegando al patriotismo, ningunos mas patriotas. Seran todo lo que quieran, dixe; seran muy sabios, y seran muy ricos, y Dios les haga bien con lo suyo; pero en llegando á nuestra lengua, menos á ella, á todo extienden su decantado patriotismo. En quanto á esto tenia mucho que decir, sed nunc non erat his locus. Solo diré una cosa que ha mucho tiempo me está hormigueando en la imaginacion; y es que la lengua castellana rica, hermosa, y grave qual ninguna, se vá haciendo hija de la francesa, y nieta de la latina, cuya primogénita era quando Dios queria. Todo se debe á ciertos patriotas, tan amantes de su idioma, que cambiarian de buena gana el Don por el Monsieur. Y ya que no hay lugar á este cange, se contentan á mas no poder, con que todas sus maneras sean amonsiuradas. [Nota del autor].

 

9

Parece verdad que D. Nicolas Antonio solo tuvo noticia de la impresión del año de 1608. y ésta la tomó de la Biblioteca Ms. de Tomás Tamayo de Vargas, no haciendo mas que poner en latin lo que éste habia puesto en castellano. Si la hubiera tenido de otra, la hubiera dado segun su costumbre. Tambien parece verdad que hubo otra impresion anterior que no hemos visto, ni sabemos si se hizo el año que tiene por fecha la dedicatoria. Pero de aqui, ¿qué pretende sacar en limpio el autor de la graciosa Carta? ¡Ay es nada lo que pretende! Pretende lo primero que la Silva curiosa se imprimió la primera vez antes del año de 1605. en que se publicó la primera parte del D. Quixote de la Mancha. Mal pretendiente, pues no lo prueba. Pretende lo segundo, que como aquel libro se dedicó á la Reyna Doña Margarita el año de 1583. ya entonces contenia la Novela del Curioso impertinente. Mal pretendiente, pues no lo prueba. Pretende lo tercero, que Cervantes no escribió ni pudo escribir dicha Novela antes que se publicase la primera vez la Silva curiosa. Mal pretendiente, pues no lo prueba. Pudo Cervantes haberla escrito algunos años antes, pues tenia edad para ello, y haberla comunicado á algun amigo para que la publicára callando su nombre, á fin de probar por este medio, como se recibirian despues sus Novelas; que parece fue el fin de ponerla en su Quixote, como tambien la del Cautivo, no con la mayor oportunidad, como algunos justamente han advertido.

Mas no se contenta nuestro autor con despojar á Cervantes de la Novela del Curioso impertinente, sino que extiende su caridad á todas las demas que ingirió en el Quixote, como adquiridas en el monte de Torozos, ó en el puerto de Rebatacapas, á fuerza de trayciones y picardias, que asi lo piensa en el num. 1. de su estupenda Carta. Parecióle con esto, ó por mejor decir, soñó que de este modo descargaba un golpe mortal sobre su cabeza, dando de costillas con un coloso, cuyo ingenio original, festivo, y maravilloso, han celebrado todas las naciones cultas del universo, y celebrarán mientras reyne el buen gusto y aun el malo, y no falte la gana de instruirse y entretenerse al mismo tiempo.

Soñó un Pigmeo que luchando por amores de su enana con un descomunal gigante, le habia tumbado patas arriba. Despertó: hallóse burlado; y como era poeta, dixo:


Soñabayo que tenia
Alegre mi corazon;  15
Mas á la fe, enana mia,
Que los sueños sueños son.

Sueñe pues nuestro autor quanto quiera, y ladre en sueños á Cervantes hasta desgañitarse, si intenta ver sus pretensiones vueltas el sueño del perro. La liebre que levantó, no es para sus alcances. Y como dixo un poeta antiguo llamado Anónimo,


Non es dado á las tortugas
Seguir aguilas cabdales.

Si el autor de la maravillosa Carta hubiera considerado con un poco de madurez el berengenal en que se metia, se hubiera quedado á la orilla, y antes hubiera dado al diablo el berengenal y las berengenas, que haberse atrevido á tratar á Cervantes de plagiario, ó infame en la república de las letras. Son muchos los medios y caminos que se ofrecen al mas limitado ingenio para descargarle de tan fea nota; y no habiéndose hecho cargo de ninguno el autor de la Carta, el haberle tratado de ladron, no digo que haya sido todo una malicia refinada, sino que ha habido un si es no es de sobrada ligereza.

El primer camino es, que Cervantes el año de 1583. dexaba 36 de vida á las espaldas: edad suficiente para haber compuesto la Novela del Curioso impertinente, y que anduviese ya en las manos de algunos amantes de semejante literatura, como se vé que lo fue Julian de Medrano: y por consiguiente, aun quando esta Novela se hubiese impreso, que no lo creo, en la Silva curiosa el año de 1583. faltaba mucho para probar que Cervantes no habia sido el verdadero padre de esta criatura. A primero de Febrero del de 1584. aprobó la Galatea Lucas Gracian de Antisco. Sin duda esta obra la habria escrito Cervantes el año de 83. ó antes. ¿Pues qué mucho que tambien hubiese ya entonces compuesto la Novela? El segundo camino es, que Cesar Oudin, interprete y maestro de lenguas, fue muy amante de de la Castellana, muy apasionado del Quixote, que traduxo al Frances, y se imprimió en París el año de 1620. en 8. Pues aora apostaría yo un buen estiron de orejas con el autor de la Carta, á que Oudin, aunque no lo dice, fue el que añadió á la Silva la Novela de que se trata, como asunto entretenido propio de aquella obra.

El tercero. No se le ha conocido padre á esta Novela distinto de Cervantes, ni otro se ha servido ni atrevido á prohijarla. Medrano, casó que alguño quiera atribuírsela, ni padrastro merece llamarse, si se juzga por su estilo comparado con el de la Novela. En la dedicatoria de este Caballero Navarro el primer período es tan extremadamente lacónico y sucinto, que solo tiene la miseria de 36 renglones de letra pequeña, que ni permiten descanso en el camino, ni se puede andar la jornada sin notable molestia de los pulmones ¡Buena traza de ser autor de la Novela! Compárese tambien el estilo de las aventuras de aquel libro, escritas por Medrano, con el del Curioso impertinente; y dígame, no el autor de la Carta, sino quien lo entienda, si aquellos dos estilos son hermanos carnales, hijos de un mismo padre, y ese Navarro. No se descuidó Medrano en poner su nombre á lo que de suyo puso en aquella Silva, ni se hubiera descuidado en ponerle á la Novela. Si Cervantes la hubiera hurtado para venderla por suya, de modo la hubiera desfigurado, que no la conoceria el padre que la parió, ni la madre que la engendró. No cabia en Cervantes tanta estupidez. Quando un Gitano roba un borrico para venderle por suyo, de negro le vuelve rucio; y tal le pone, que su mismo dueño le vé y no lo cree. Cervantes no ignoraba las artes de los Gitanos, pero tampoco las practicaba. Asi que, señor mio, quedemos los dos buenamente convenidos en que dicha Novela sea norabuena del Hospodar en Valaquia, ó del Can de Crimea, ó del Preste Juan de las Indias, ó del Vayboda que tenga Vmd. mas en las mientes; pero no del Caballero Medrano: y medre cada qual con lo suyo, mas no con lo ageno.

El quarto. El estilo de la Novela ni facilmente se equivoca con el de otros escritores, ni facilmente se distingue del de Cervantes. Y esta regla no es del todo mala para los que del estilo tienen algun conocimiento. Pero el autor de nuestra Carta ha dado en ella pruebas admirables de no ser gran piloto en el mare magnum de los estilos.

El quinto. Cotejar la Novela de la Silva con la del Quixote de la primera impresion. Con este entretenimiento convido yo aora á todos los desocupados para que entretengan honestamente su ociosidad, y tomen algun conocimiento de la causa. Verán que ciertas erratas cometidas en la Novela del Quixote se hallan tambien en la de la Silva. Verán que algunas se corrigieron bien, y otras mal, sin duda por Oudin, ó por el impresor. Verán que ciertas voces puestas diversamente en la Novela del Quixote, como efecto y efeto, pedirla y pedilla, &c. siempre ó casi siempre que se variaron alli, se variaron tambien en la de la Silva. Verán siempre ó casi siempre una misma ortografía en ambas impresiones. Verán las omisiones que por descuido del impresor se padecieron en la de la Silva, señaladamente dos que se notan en la ultima hoja, de algunas lineas cada una. Verán que estas dos impresiones de la Novela se hicieron la una por la otra; y no pudiendo haberse hecho la del Quixote por la de la Silva, creerán que ésta se hizo por aquella, y no por otra que hubiese anterior. Y por consiguiente verán, que Cesar Oudin fue quien añadió á la Silva la referida Novela. Verán finalmente todo lo que vieren; pero no verán que Miguel de Cervantes hurtó la Novela del Curioso impertinente. Antes vean que tal cieguen.

El sexto. Teniendo Cervantes otras muchas obras y Novelas, aun de mayor invencion, enseñanza, y entretenimiento que la del Curioso impertinente, y sobrado ingenio para componerlas; exâminar que diablos de interés le pudo mover á apropiarse lo ageno, y á engalanarse con las plumas de otros páxaros, teniéndolas él de su propia cosecha mas hermosas. ¿Con las de nuestro autor habrá quien quiera engalanarse?

El septimo. Cervantes no hurtó la tal Novela: antes bien el autor de nuestra Carta quiso quitársela para darla á no sabe quien. Eso es muy mal hecho, y otra vez no lo haga. Debia exâminar si los argumentos que alegaba, eran tales que convencian el hurto que se le atribuía, despues de vistos y revistos por un exâminador exâminado y aprobado. Yo, aunque no soy exâminador, he querido meter mi cucharada, y echar mi quarto á espadas sobre este negocio. Y asi digo (quiera Dios que acierte en lo que digo) digo pues, que los fundamentos alegados en la Carta son fortisimos, y que prueban con evidencia contra producentem: esto es, que el producente es algo movedizo: h. e. que se mueve de ligero. Sin un poco de ligereza nadie arrojaria tales bocanadas. Si yo fuera médico, recetaria á los que asi proceden unos apósitos de bálsamo plúmbeo que deberian aplicarse al celebro. Es remedio probado.

El octavo. Como nuestro autor dice en el número quarto de su Carta, que Cervantes tomó, esto es, hurtó la dicha Novela de la Silva curiosa, no creyendo haber inconveniente; si hubiera sido otro, hubiera reflexîonado si la necedad de Cervantes era tan grande que creyese no haber inconveniente en hurtar la Novela agena, y retenerla contra la voluntad de su dueño. Esto me hace creer, que al que lo dixo se le entiende muy poco de inconvenientes: que si se le entendiera algo mas, no hubiera escrito una Carta que tantos inconvenientes trae contra el buen nombre de un autor tan benemérito de la nacion. Trae otro inconveniente mas; y es, que si el autor en lugar de hilbanar su Carta, se hubiera entretenido en echar unos cuchillos á sus calzones, no tendria yo aora que gastar el tiempo y la paciencia en volver por el crédito de quien tanto merece nuestra estimacion.

Añade: que tomó la Novela persuadido á que no se le descubriria el hurto, si asi puede llamarse. Venga Vmd. acá, santo Señor, ¿por dónde podia Cervantes persuadirse que no se le descubriria un hurto público, si el campo en que le cometió era un libro impreso, en Castellano, publicado en sus dias, y aun en lo mejor de su edad, y que debia creer anduviese en las manos de muchos que podrian publicar el robo y sonrojarle? ¿Pretende Vmd. acaso medir por sus persuasiones las de Cervantes? ¡Ay amigo! Poco ha vimos que á Vmd. se le entendia poco de inconvenientes; y aora vemos que no se le entiende mucho de persuasiones.

Concluye su párrafo, diciendo: si asi puede llamarse. ¿Pues qué, duda el autor de la Carta que en el pais de las letras, tierra para muchos aun no descubierta, se puede y debe llamar, y se llama hurto qualquier robo literario, qualquier plagio, qualquier estafa en materia de literatura? ¿Dudó aqui donde no habia que dudar, y no dudó entregar al Correo una Carta, con la qual escupiendo al cielo de Cervantes, le caía encima, sirviendo el mismo que escupia, de escupidera? Tales son las resultas del que achaca á su próximo el delito que no ha cometido.

El noveno, no desear la Novela de su próximo. Debia el autor de la Carta haber rastreado qué Novelas se habian escrito en España antes que Cervantes escribiese las suyas, y de que él tuviese noticia para poder deseadas, y despues robarlas. En el prólogo de las suyas, Yo soy (dice) el primero que he novelado en lengua Castellana. Aqui, ó hemos de decir que mintió Cervantes, y eso dígalo el autor de la Carta, que yo no; ó hemos de creer, que si alguna hubo, no tuvo noticia de ella; y eso no lo crea el autor de la Carta, que yo sí. Lo que yo le suplíco es que me diga quien escribió en castellano la Novela del Curioso impertinente distinto de Cervantes; y si se escribió en otra lengua, quien fue el guapo que la compuso, y quien despues la traxo á la castellana. Esto debía haber averiguado el autor antes de dar su Carta al Correo para que la publicára.

Y pues estamos con las manos en la masa de las Novelas, y piensa tambien en el num. 1. que no solo la del Curioso impertinente es robada, sino tambien todas las demas que ingirió en su Quixote, le suplico otro si, que me diga de camino, quien diantres pudo ser el autor de la del Capitan cautivo, que tambien robó y puso en su Quixote, desde el cap. 39. de la primera parte. Yo juzgo que como allí habla tanto de si mismo, y de tantos sucesos históricos, quorum pars magna fuit, y como el estilo es el mismo que se advierte en lo demas; ninguno sino Cervantes fue ni pudo ser el autor de esta Novela. Hágole esta súplica muy encarecidamente. Porque como en el num. 1. rebanó del Quixote todas las Novelas que Cervantes habia ingerido en él; no habiendo en dicha obra mas Novelas que las dos referidas: ¿cómo podrá la del Cautivo salvarse de las iras del mar soberbio, esto es, de la censura de nuestro autor? Digo esto, porque aunque hay en el Quixote algunos cuentos, que hablando sin el rigor de la propiedad puedan llamarse Novelas; son verdaderos episodios nacidos de las entrañas de la misma historia, que sirven de adornar y amenizar la leyenda, y traer al lector mas entretenido. En fin, véase Cervantes en el cap. 3. y 44. de la 2. P. y véase todo lo que llevo dicho, no con los ojos del Correo de los Ciegos, sino con los de una razon despejada; y visto y meditado todo con madurez, sentencie el lector á muerte ó vida, si Miguel de Cervantes hurtó las dos Novelas mencionadas, y las demas que ingirió en su Quixote. Pudiera haberme ahorrado este trabajo; pero he querido dar al público este desagravio de un tan insigne varon como Cervantes; porque somos deudores á sabios, y á botarates. [Nota del autor].

 

10

Decia uno, y no decia mal, que el haber publicado esta Carta el autor del Correo era buena señal de haberla tenido por digna del público. Decia tambien, que por mas digno del público tenia, y por mucho mas util y proficuo (son palabras suyas) que se abaratasen los huevos, ó que se mejorase el arte de hacer morcillas, ó cosa tal. De alli inferia, que supuesto habia impreso dicha Carta, la habria creido, y juzgaria era muy conveniente para abrir los ojos al mundo, y sacarle de un error en que por tantos años habia estado miserablemente sumergido. Iten decia: que asi como este buen crédulo habia aprobado el descubrimiento de la Carta con el hecho de publicarla, asi otros buenos crédulos viéndola de molde, le darian entero crédito; y de este modo se iría extendiendo la infamia de un hombre tan famoso como Cervantes. De donde resultaria que mañana ó es otro dia, diria algun escritor estrangero que Cervantes habia sido un plagiario, alegando la autoridad de un Español. Que escritores estrangeros hay tan ligeros y abonados para esto, como algunos de los nuestros que escriben á tontas y á locas sin conocer los perjuicios que suelen resultar de que sus ligerezas queden impresas, esparcidas, y vulgarizadas: daño que no puede jamas del todo repararse: porque nescit vox missa revertí. Todo esto decia y no sé que mas. ¿Y qué mas podia decir? Y habiéndole yo escuchado con gran sorna, lástima es, le dixe, que el autor del Correo no vaya en posta con la Carta á ponerla en manos de Alonso Fernandez de Avellaneda, el qual le pagaria muy bien el porte y el mandado: que pues echó en cara á Miguel de Cervantes los feos delitos de manco y viejo, mejor le daria por mitad de aquellos bigotes con el de plagiario, ladron, y mentiroso. Pero yo creo, añadí, que el buen autor del Correo no se metió en tantas honduras, como exâminar si la carta era digna del público, ó dexaba de serlo. Bástale prestarse de buona voglia, como lo hace, á publicar quanto le envien. Bien que esto se entiende cum mica salis: quiero decir, con tal que sirva para alguna cosa, v. g. para ayuda de llenar su papelon, y vengan esos quartos; que como dixo el que dixo, de paja ó heno el pancho lleno. Y sírvale esto de disculpa: porque si no, merecia que el público le diese tal manta, y tal carrera en pelo, que le viniesen ganas de dar al diablo su oficio y su Correo. Porque ¿cómo se entiende dar por digna del público, que es el hombre mas respetable del mundo, y aun de Polvoranca, una Carta tan sin substancia, tan sin verdad, tan sin fundamento, tan sin sal, tan sin estilo, tan sin crítica, tan sin nervio, tan sin gusto, tan sin miramiento, y tan con injuria de un escritor á quien el mismo público tanto ha estimado y ennoblecido?

Sin embargo de tantos tanes y tantos sirtes cuenta un mentiroso, que el autor de la Carta y compañia piensan abrir una subscripcion nacional para reimprimirla en folio real con asombrosa magnificencia, adornada con láminas que estan ya burilando un par de ciegos, que fueron in illo tempore oficiales del Correo, quando habia Correo de los Ciegos. Desde aora suscribo por 20000? exemplares para regalar á mis amigos. ¿Serán bastantes?

Pero dexemos esto que ya me va doliendo la cabeza; y yo no tengo genio de romper lanzas con ninguno, y mucho menos con dos, que me las podrian volver al cuerpo. Nunca me han gustado los dimes y diretes: y aquello de arrojómelas y arrojéselas, y volviómelas á arrojar, entiéndase allá con los tercos y porfiados, que á mi siempre me ha disgustado. Y asi, si ellos han descubierto la caca á Cervantes, digo el hurto, con su pan se lo coman, y buen provecho les haga su descubrimiento: que yo aqui me quedo, y aqui me estoy, cansado ya de comentar unas sandeces con otras sandeces, harto receloso de que algun Matanasio me haga la mamola, y se burle de mis comentos. Que por cierto sería para mí gran desabrimiemo, si despues de haber empleado y difundido mis luces en ilustrar una Carta por ninguno de los mortales antes ilustrada, fuera recibido con burla mi trabajo. Una cosa me consuela, y es, que ya nada me importa que vengan tras de mí otros comentadores. Vengan Getas Masagetas: vengan Cimbrios, Godos y Lombardos: vengan Tártaros, Persas y Macedonios, que no podran ofuscarme la gloria de haber sido el primero que he abierto el camino, y comentado un monumento original digno de escribirse con letras de almagre en láminas de corcho. Pero como esta gloria mundanal por que los hombres se perecen, y se chupan los dedos, nunca del todo calma las inquietudes del ánimo; el mio no gozará sosiego mientras no averigue la misteriosa significacion de aquellas letras E. E. de A. con que se remata la Carta, y con que se emboza el nombre del que la escribió. Dígolo mas claro: despues de todas mis Notas y todo mi trabajo, aun falta el rabo por desollar. Que en materia de trabajos, como otros lo han de la cabeza, esta Carta lo ha, no solo de la cabeza, sino tambien de la cola.

Deseando pues descifrar el enigma, y saber qué diablos significarian aquellas letras, consulté á un antiquario tan docto, que en cierta ocasion habia oido nombrar á un tal Grutero. El qual sacando un lente, y aplicándosele al oido, despues de hecho cargo de la dificultad, dixo magistraliter et resolutivè loqueando: estas tres letras E. E. de A. son romanas, y puede ser que signifiquen alguna cosa posible: tal como El Emperador de Alemania. No me arma, le dixe: esa interpretacion. Porque ese Emperador en otras cosas anda ocupado mas ruidosas que en escribir cartas tan baladíes como la que acabamos de comentar. Pueden tambien significar, dixo, Eugenio Estudiante de Alcalá, ó Emeterio Esposo de Aldonza, ó Esopo Eco de Avellaneda. Eso ultimo, le dixe, me ha dado en la epiglótis, digo, en el gallillo. Pues por lo tocante á Avellaneda, hubo uno de este apellido, Dios le haya perdonado, que quiso muy mal al autor del D. Quixote. Y con mucha razon; porque este tal Miguelillo de Cervantes á los delitos de viejo y manco, añadia el de tener muy grande ingenio; cosa que ofendia mucho á Avellaneda. Y reflexîonando yo aora sobre lo que dió motivo á mis Notas, digo, que quantos aran y cavan no me quitarán de la cabeza, que el autor de la Carta que está á la cola de ella envuelto en aquellas tres letras, es algun Avellaneda, descendiente, Eco, y gargajo del que Dios haya.

Con esto se acabaron mis Notas, y el antiquario se fue corriendo á leer una lápida que no tenia letras, hallada junto á los tejares de Madrid, haciendo una excavacion para enterrar un borrico que habia muerto de xaqueca, y mal de orina. Tales son las andanzas de los antiquarios.