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21

Prueba de ello es el verso 24, que es un enigma y me obliga a moverme en el terreno de las conjeturas: adela puede referirse a una actividad femenina antigua de carácter celestinesco o de comadreo; la expresión completa, voto adela, tendría, pues, una intención chistosa y disparatada, algo irreverente si se quiere, pero quizás no tan alejada del espíritu de la pieza. También cabe interpretar dela, con lo cual se daría cierto paralelismo con otras imprecaciones o blasfemias de tipo eufemístico como diola, diolo, diosle, que aún hoy perduran en el lenguaje popular de ciertas áreas peninsulares. Finalmente, y ésta sí me parece una conjetura traída por los pelos, el poeta podría haber escrito e pan, bento demais (el pan, bendito además); benlo, por vacilación de b en v, da vento, y si el copista no está muy versado en lengua portuguesa o no entiende el texto puede hacer, lo que en crítica textual se llama una lectio facilior, y escribir lo que primero le venga a la mente atendiendo a la similitud gráfica, que sin duda existe. En todo caso tropezaríamos aquí también con el problema de la rima. En relación al bilingüismo castellano/portugués y al uso de esta última como lengua cómica, vid. Rainer Hess, El drama religioso románico como comedia religiosa y profana, (siglos XV y XVI), Madrid, Gredos, 1976, pp. 116-117.

 

22

Emilio Orozco Díaz, Manierismo y barroco, Madrid, Ediciones Cátedra, 1988, (4ª ed.), p. 49.

 

23

Cfr. Noël Salomon, op. cit., p. 66: «Para los ciudadanos españoles de fines del siglo XVI y principios del siglo XVII -muchos eran nobles y dueños de tierras y vasallos- el villano seguía siendo en lo hondo, un ser inferior y ridículo, según el concepto plasmado desde siglos atrás por el prejuicio feudal. Las capas sociales bajas de la población urbana, así como la clase media de los hidalgos ciudadanos o quienes pretendían a la hidalguía, eran partícipes de este estado de espíritu.»

 

24

José de Valdivielso, op. cit., p. 82. Vid. el «Romance a Nuestra Señora con el Niño Iesús en sus braços», que comienza así:


«Panadera de Belén
que vendéis el pan de flor,
que, como está a vuestro pecho,
de leche le llamo yo.
Tierra sois de pan llevar,
aunque de la Mancha no,
porque no es pan de la Mancha
el que es pan de bendición. [...]»

Y en la p. 142 figura una «Letra. Diálogo», uno de cuyos fragmentos me interesa especialmente:

1.-
«Nuevas de gloria infinita
traigo, Antón, el pecho ensancha,
lindo trigo.
2.-
   ¿Es de la Mancha?
No, mas es el que las quita. [...]».


 

25

Enseguida viene a la memoria el célebre «Don Sancho de Azpeitia» cervantino en su lucha con Don Quijote (1ª parte, capítulos VIII-IX), o el personaje de Quiñones en el entremés El vizcaíno fingido, también de Cervantes. Vid. además Francisco Induráin, «El tema de vizcaíno en Cervantes», Anales Cervantinos, (1951), pp. 337-343; en especial la p. 339, donde dice: «...el tipo de vizcaíno era un personaje de carácter cómico, muy familiar a público y autores del teatro prelopesco, que proporcionaba un fácil recurso de risa con su habla peculiar, de la misma manera que los negros, portugueses, moriscos, rufianes, pastores y gitanas o frailes zaceadores. El popularismo del teatro de entonces era campo abonado para un truco de comicidad tan ingenua como eficaz [...]». Por su parte, Noël Salomon, op. cit., p. 60, refiere que «existe una variante de los sentimientos antivillanos que aparecieron en el siglo XVI, en la época de las migraciones provinciales en dirección de las grandes ciudades castellanas, bajo forma de una burla del ciudadano hacia el rústico llegado de lejos, especialmente si es gallego o vizcaíno. Son frecuentes las bromas a cuenta de estos villanos provincianos, mal desbastados [...].» Por último, cito algunos versos de la ensalada que incluye Díaz Rengifo en su tratado (vid. nota 3) y observamos también, como en la nuestra, la presteza que se da el vizcaíno en echar mano a su machete:


«[...] Vizcaíno sabio
piloto llevar.
Golfo de las Yeguas
andado le tienes,
Cabo de Esperança
seguro le vienes,
si cosario sales
machete sacar.
Vizcaíno sabio etc. [...]»

 

26

Cfr. con un «Villancico al Santíssimo Sacramento» de José de Valdivielso, op. cit., p. 34, cuyos primeros versos dicen así:



«Un señor de gran poder,
porque vivan descansados,
ha dexado a sus criados
por la Iglesia de comer.

Por la Santa Iglesia tienen
renta de vino y de pan,
mas dizen que se lo dan
con que primero se ordenen;
bien puestos los quiere ver,
y, por verlos descansados,
ha dexado a sus criados
por la Iglesia qué comer.»

 

27

Carmen Bravo-Villasante, en su introducción y edición de Villancicos del siglo XVII y XVIII, Madrid, Ed. Magisterio Español, 1978, pp. 16-19 y 60-62, incluye un villancico al Nacimiento (1694) que «finaliza con un nocturno gitano en que las gitanas y gitanos bailan la zambra y cantan muy graciosamente con profusión de zetas andaluzas, y hasta echan la buenaventura al Niño, a la manera de la misa flamenca.» Me interesa especialmente el estribillo, que es una variante del que nos ocupa:

1.-

 «(Estrivillo.) 

Baylemozlez todoz,
2.-
Puez toca a baylar.
3.-
Azi, buen gitano.
4.-
Ay Madre, ¿qué tal?
Todos
Al gitano, que le dan
los azotes con el pan.
Zaz, zaz, zaz, zaz, [...]»


Otra variante viene citada por Bruce W. Wardropper, Historia de la poesía lírica a lo divino..., p. 217; se trata de «una mojiganga anónima de hacia 1670, la de la Gitanada, [en la cual] se baila un villano sacramental:


Hoy al hombre se lo dan
carne y sangre, vino y pan.»

 

28

Cfr. Miguel de Cervantes Saavedra, Novelas Ejemplares I, La gitanilla, edición de Harry Sieber, Madrid, Ediciones Cátedra, 1992, p. 61: «Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como ac[c]identes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.»

 

29

Margit Frenk, Corpus..., p. 614. Este estribillo recuerda también a la despabilada Preciosa cervantina en aquel pasaje que dice:


«-[...] ¿Sabes decir la buenaventura, niña?
-De tres o cuatro maneras -respondió Preciosa.
-¿Y eso más? -dijo Doña Clara. Por vida del tiniente, mi señor que me la has de decir, niña de oro, y niña de plata [...].»

Cervantes, Novelas Ejemplares..., pp. 77-78.                


 

30

Dice Noël Salomon al respecto en op. cit., p. 473: «Sabemos que los villanos y los segadores que cantaban a veces no eran sino los mismos músicos disfrazados de villanos y segadores. Entonces podía surgir la tentación de dar rienda suelta a los recursos vocales e instrumentales.»